Научная статья на тему 'Interpretación marxista de la nación cubana en la obra de Sergio Aguirre'

Interpretación marxista de la nación cubana en la obra de Sergio Aguirre Текст научной статьи по специальности «История и археология»

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historiografía / nación / marxismo / ideología / Revolución Cubana / historiography / history / nation / ideology / Cuban Revolution

Аннотация научной статьи по истории и археологии, автор научной работы — Yaíma Martínez Alemán

El presente artículo analiza la concepción del historiador cubano Sergio Aguirre respecto a la formación de la nación cubana, partiendo de sus ensayos compilados en la obra Eco de Caminos (1974). Además, se problematiza en torno al método historiográfico del que parte el autor para historiar los distintos momentos de dicho proceso. Se demuestra el fuerte componente ideológico de la obra de Aguirre en general y de su concepción de lo nacional en particular; y en ello se fundamenta el valor y la originalidad de la misma.

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Marxist interpretation of Cuban nation in the works of Sergio Aguirre

This article analyzes the conception of the Cuban historian Sergio Aguirre regarding the formation of the Cuban nation, based on his essays compiled in the work Eco de Caminos (1974). In addition, it is problematized around the historiographical method from which the author starts to record the different moments of said process. The strong ideological component of Aguirre's work in general and of his conception of the national in particular is demonstrated; and this is the basis of its value and originality.

Текст научной работы на тему «Interpretación marxista de la nación cubana en la obra de Sergio Aguirre»

52, junio 2023: 1-12

Interpretación marxista de la nación cubana en la obra de Sergio Aguirre Marxist interpretation of Cuban nation in the works of Sergio Aguirre

Yaíma Martínez Alemán*

Resumen: El presente artículo analiza la concepción del historiador cubano Sergio Aguirre respecto a la formación de la nación cubana, partiendo de sus ensayos compilados en la obra Eco de Caminos (1974). Además, se problematiza en torno al método historiográfico del que parte el autor para historiar los distintos momentos de dicho proceso. Se demuestra el fuerte componente ideológico de la obra de Aguirre en general y de su concepción de lo nacional en particular; y en ello se fundamenta el valor y la originalidad de la misma.

Palabras clave: historiografía, nación, marxismo, ideología, Revolución Cubana.

Abstract: This article analyzes the conception of the Cuban historian Sergio Aguirre regarding the formation of the Cuban nation, based on his essays compiled in the work Eco de Caminos (1974). In addition, it is problematized around the historiographical method from which the author starts to record the different moments of said process. The strong ideological component of Aguirre's work in general and of his conception of the national in particular is demonstrated; and this is the basis of its value and originality.

Keywords: historiography, history, nation, ideology, Cuban Revolution.

Recibido: 22 abril 2023 Aceptado: 30 mayo 2023

Introducción

El pensamiento universal, en cada una de sus aristas, ha llegado a nuestra América y se ha actualizado de acuerdo con la permanente necesidad de pensarnos y conocernos como parte específica de la humanidad. Dentro de este acervo cultural que hemos hecho nuestro, la historiografía ha jugado un rol fundamental en un proceso de asimilación y recreación de categorías y métodos a través de los cuales se ha historiado el ser latinoamericano: sus orígenes, su cultura, sus ideales, sus luchas. Es por ello que, en la misma medida en que posee un pensamiento auténtico en general, tiene una herencia historiográfica propia.

Entre los teóricos de la Historia que han caracterizado dicha historiografía se halla el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy. Para él existen cinco grandes corrientes historiográficas en Latinoamérica: la romántico-nacionalista que surge con las repúblicas independientes y comprende la

* Profesora e investigadora cubana. Profesora Auxiliar de Teoría e Historia del Marxismo. Máster en Historia de la Formación Nacional y el Pensamiento Cubano. Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas. Correo electrónico: yaimax@uclv.edu.cu. Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0003-359X.

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primera generación de historiadores propiamente latinoamericanos; la positivista que surge a fines del siglo XIX y principios del XX; la revisionista-nacionalista (la conservadora y la de izquierda) que nace en las primeras décadas del siglo XX; la marxista, desde mediados de los años 30 y que al decir de este autor, constituye la primera renovación sustancial de la investigación histórica en América Latina; y por último, la denominada nueva historia de América Latina que, bajo el influjo de la Revolución Cubana, pretende sintetizar o asimilar "eclécticamente", los métodos de la moderna historiografía marxista, la escuela francesa de los Amales y la New Economic History norteamericana1.

Teniendo en cuenta este escenario de la historiografía latinoamericana, el presente ensayo se propone analizar la obra del connotado historiador cubano Sergio Aguirre Carreras, específicamente desde su concepción de la nación cubana; la cual se halla fuertemente influenciada por el marxismo y el revisionismo historiográfico de izquierda. Por ello se impone, ante todo, una breve descripción de ambas corrientes.

El revisionismo historiográfico de izquierda, según Sergio Guerra, se caracteriza por su esencia patriótica, populista y latinoamericanista, por la crítica a la visión apologética del pasado colonial, por la denuncia del dominio imperialista norteamericano sobre América Latina y el Caribe, por la significación de los aspectos socioeconómicos del proceso histórico y el papel de los movimientos sociales, por la influencia del marxismo y de la historia económica y social francesa (Anna/es), y por la importancia que le atribuye a la interpretación por encima de la investigación de archivo 2.

De la historiografía marxista pueden destacarse las siguientes cualidades: su fuerte contenido ideológico y divulgativo expresado en la reinterpretación crítica de las historias oficiales; lo cual responde a la militancia activa de muchos de estos historiadores en los distintos partidos socialistas y comunistas del continente. Además, desarrolla tópicos no trabajados o abordados superficialmente por aquellas versiones oficiales, partiendo del método y del cuerpo conceptual del marxismo: el modo de producción, la estructura social, la lucha de clases, el papel de las masas populares, el surgimiento de la burguesía, el problema indígena, la esclavitud, entre otros3. Considera Guerra que, entre sus carencias teóricas, hasta el triunfo de la Revolución Cubana, se hallan: "la virginidad del objeto de investigación", "la aplicación mecánica y esquemática de los criterios más elementales del análisis marxista", "la conservación de elementos positivistas" pese a la negación de la historiografía tradicional y el "uso casi exclusivo de fuentes secundarias"; lo cual imposibilitó "una completa reinterpretación histórica" y el aporte de "nuevos elementos informativos"4. Respecto a la experiencia cubana propiamente, plantea el historiador uruguayo Carlos Funtanellas que esta corriente se centró en la crítica a la historiografía anterior, sin ofrecer una interpretación científicamente materialista del pasado5.

Ante esta perspectiva cabe preguntarse: ¿en qué medida se confunden y se entrecruzan el revisionismo historiográfico de izquierda y la historiografía marxista en Cuba? ¿Hasta qué punto autores como Sergio Aguirre se inclinan más hacia el revisionismo que al marxismo propiamente dicho? El presente ensayo, desde una perspectiva marxista, intentará dar respuesta a estas interrogantes, mediante la crítica historiográfica de la obra de Sergio Aguirre; concretamente de su concepción de la nación cubana. Para ello se trabajará con los ensayos compilados en la obra Eco de Caminos (1974), que abarcan

1 Ver: Sergio Guerra Vilaboy, «Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana», Temas, n ° 30, (2002): 109-121.

2 No se trata aquí del revisionismo como corriente teórica que nace en la II Internacional de la mano de Eduard Bernstein y que a la larga constituyó la negación o contraparte del marxismo, sino de una corriente historiográfica latinoamericana. Ver: Sergio Guerra Vilaboy, «Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana».

3 Ver: Sergio Guerra Vilaboy, «Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana».

4 Sergio Guerra Vilaboy, «Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana», 118.

5 Ver: Carlos Funtanellas, «Nota preliminar», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 7-12.

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su producción historiográfica entre los años 40 y 70 del siglo XX; donde la revolución socialista sería el sujeto histórico fundamental, primero como proyecto y luego como realidad.

El historiador militante

El rasgo más marcado en la formación intelectual de Sergio Aguirre fue su militancia política6 que da substancia a su labor historiográfica. Su obra, eminentemente divulgativa, se vierte, fundamentalmente, en la docencia y la labor periodística. Los escenarios fundamentales: la Universidad de La Habana, la Escuela de Historia que nace con la Revolución y la prensa: Hoy, Cuba Socialista, y Granma.

Las valoraciones respecto a la obra de Aguirre son diversas, sobre todo en lo referente a su labor al frente de la Escuela de Historia. El historiador cubano Jorge Ibarra7 es uno de sus críticos más agudos; le reprocha, fundamentalmente, su aversión al documento y la sublimación de criterios ideológicos por encima de los históricos, lo que, a su entender, influyó en el espíritu que caracterizó a la institución "el de una escuela de cuadros o cuando más el de una escuela de ideólogos, en la cual se impartía una visión monolítica de la historia", tendente a crear un pensamiento uniforme8.

Por su parte, Carlos Funtanellas afirma que, si bien no se trata de un "investigador de nuestra historia en el orden técnico" ya que parte de fuentes secundarias, su aporte historiográfico estuvo dado en 'la aplicación de la teoría marxista de la lucha de clases a la comprensión de nuestro pasado histórico"; y considera que, ya en el contexto revolucionario, el valor fundamental de la obra de Aguirre es su utilidad práctica, como "instrumento educativo" que responde a 'la urgencia ideológica" del momento: "formar la conciencia política de las masas"9.

La nación cubana en la obra historiográfica de Aguirre

Para Aguirre "el problema clave de nuestro pasado es el nacimiento y desarrollo de nuestra nacionalidad"10; es por ello que constituye la temática general de su obra. Ibarra lo considera un pionero en la comprensión marxista de dicha cuestión teórica y valora su ensayo Seis actitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX (1942), como "el primer análisis marxista del proceso de formación nacional", "referencia obligada para los estudiosos de la nacionalidad"11.

Uno de los aspectos fundamentales en el tratamiento que hace Aguirre de dicha cuestión, es su disquisición teórica en torno a las categorías de nacionalidad y nación, más cercana a la filosofía de la historia que a la historiografía propiamente dicha. En este sentido, parte de la crítica a su concepción de la nación cubana manejada en su obra Lecciones de Historia de Cuba (1960), por considerarla una definición "incompleta" que no distingue entre una categoría y otra. El autor declara que dicha definición no es otra que la acuñada por Stalin en El marxismo y la cuestión nacional (1913) y que, en su

6 Durante la etapa republicana se destaca como líder intelectual al interior del Partido Socialista Popular (PSP). Al triunfar la Revolución Cubana, se integra al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), que ve la luz en 1962; y posteriormente al Partido Comunista de Cuba (PCC), fundado en 1965, donde milita hasta el final de su vida.

7 Ver: Jorge Ibarra Cuesta, «Historiografía y Revolución», Temas, n 1, (1995): 4-14.

8 Jorge Ibarra Cuesta, «Historiografía y Revolución»,7.

9 Funtanellas, «Nota preliminar», 12.

10 Sergio Aguirre Carreras, «Nacionalidad, nación y centenario», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 407.

11 Jorge Ibarra Cuesta, «Historiografía y Revolución», 6.

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aplicación formal al caso cubano, se reduce la nación a la nacionalidad, sin comprender la superación de un momento a otro12.

Para corregir eso que detecta como un "problema teórico", sistematiza la historia de dichas categorías en el pensamiento cubano, deteniéndose en aquellos autores que establecen la distinción necesaria entre ellas, como Francisco de Arango y Parreño y José Antonio Saco13. De esta síntesis entre el pensamiento cubano y el marxismo, decanta Aguirre su propia conceptualización. En las categorías nacionalidad emotiva, nación jurídica y nación soberana sintetiza lo que él llama "cuatro hitos" o "cuatro grandes comienzos de un mismo proceso nacional": la emergencia del criollo y sus primeros antagonismos con la metrópoli española, en 1603; la transformación del criollo en cubano y el surgimiento de las primeras corrientes políticas cubanas, en 1808; la "transformación de la nacionalidad emotiva en nación organizada jurídicamente", en 1868; y la plena soberanía del cubano a través del antimperialismo y el socialismo, en 195914.

La nacionalidad emotiva, que Aguirre identifica con la formación de la cultura nacional, abarca los dos primeros "hitos", pero se refiere, específicamente, al momento en que el criolh deviene cubano. Por ello, en contra de la tesis tradicional acuñada por el historiador Ramiro Guerra, sobre el origen de la nacionalidad cubana en el siglo XVI, fundamenta su surgimiento entre finales del siglo XVIII y principios del XIX: "cuando el sector criollo logró engendrar su comunidad de cultura propia, se convirtió en cubano"15.

El siglo XIX, al decir del autor, fue el "siglo de la burguesía cubana", ya que, a pesar de sus limitaciones clasistas, "impulsó hacia adelante el motor de la historia". Por ello, para aprehender el "hondo contenido" de esa centuria, aconseja el análisis del pensamiento político burgués. No obstante, advierte, que para valorar de forma objetiva dicho pensamiento es determinante enmarcarlo históricamente y medir sus consecuencias para el desarrollo de la nacionalidad cubana. Para establecer ese "marco histórico", recurre al concepto marxista de formación económico-social, a la relación dialéctica entre base económica y superestructura ideológica. Establece la diferencia entre las relaciones de producción que rigen en una metrópoli y en una colonia; ya que, desde su punto de vista, al interior de una metrópoli se expresan claramente las "antípodas" esclavo-esclavista, siervo-señor feudal, obrero-capitalista; mientras que, en una colonia, estas están contenidas en la "antípoda" colonia-metrópoli.

Centrándose en la formación social esclavista en Cuba durante el siglo XIX, distingue dos tipos de contradicciones dominantes: la contradicción colonia-metrópoli y la contradicción esclavo-esclavista, esta última, a su vez, contiene la contradicción campesino pobre-terrateniente y obrero-patrono. Define, como fundamental, la primera de estas contradicciones, ya que, en su opinión, el segundo grupo no fue determinante dada la integración de blancos, negros y mulatos en la nacionalidad cubana.

Aguirre analiza, además, cómo esa "base económica esclavista" dio lugar, simultáneamente, a tres corrientes ideológicas diversas: el reformismo, el anexionismo y el independentismo, que se expresan desde seis actitudes políticas históricamente determinadas. Y advierte que para un análisis objetivo de las mismas era esencial comprender el carácter fundamental de aquella contradicción, ya que, lo que determina el «bueno» y el «malo» histórico en una colonia, en que existe una "nacionalidad oprimida", es su actitud hacia el statu quo colonialista.

12 Sergio Aguirre, «Nacionalidad, nación y centenario», 408.

13 Ver: Sergio Aguirre, «De nacionalidad a nación en Cuba», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 419-448.

14 Sergio Aguirre Carreras, «Nacionalidad, nación y centenario», 407.

15 Sergio Aguirre Carreras, «Seis actitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 81.

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En este sentido define cuatro etapas en el desarrollo del reformismo: 1) 1790-1820, con el protagonismo de Francisco de Arango y Parreño, 2) 1830-1837, donde destaca José Antonio Saco, 3) 1860-1866, representado por José Morales Lemus y 4) 1880-1895, cuando el reformismo deviene autonomismo y tiene como máximo representante a Rafael Montoro. Valora las tres primeras como progresistas, pues a pesar de que sus máximos representantes no pudieran trascender sus intereses de clase, "su gestión fue favorable a la cubanidad". Sin embargo, condena por completo al autonomismo:

(...) el antirrevolucionarismo reformista de Arango y Parreño, Saco y Morales Lemus, favoreció

indirectamente el desarrollo de la nacionalidad cubana, el de la época de Montoro lo traiciona

sin excusas. Aquellas fueron actitudes anturevolucionarias. Esta es contrarrevolucionaria16.

En general considera que el carácter antirrevolucionario del reformismo se debe a que "la esclavitud será, a la vez, la exaltación económica y el yugo político. Por temor al negro no se sublevan contra España"; infiere que este factor pudiera haber sido "el responsable máximo de que Cuba sufra un retraso histórico de ochenta años en el camino de su liberación"17.

El anexionismo, enmarcado entre 1840-1855 es, al decir de Aguirre, una "corriente política errónea", ya que "pudo dar al traste con la nacionalidad cubana" y critica el tratamiento tradicional que se le ha dado a dicha corriente política, "entrelazando las luchas por la anexión con las luchas por la independencia"18.

Se detiene en la valoración política de Narciso López. En este sentido, toma parte en un debate historiográfico que tuvo lugar en los años 50, en torno a la verdadera personalidad ideológica del connotado anexionista. Se alza, específicamente, contra los criterios manejados por el historiador cubano Herminio Portell Vilá en su obra Narciso Lópezy su época (1930-1958), por atribuirle a este, fines independentistas bajo su postura anexionista. Hace extensiva esta crítica a otros historiadores de la época por situar a López entre "los forjadores de la patria independiente". Su motivación está dada, según Aguirre, por temor a ser acusados de empañar la "tradición heroica revolucionaria del siglo XIX" o de "ser capaces de un desacato sobrecogedor: poner de relieve las ambiciones yanquis sobre nuestro suelo"19.

Dentro del independentismo distingue el autor tres etapas fundamentales: 1) 1820-1830, en que la burguesía no jugó un papel dominante, 2) 1868-1878, durante la Guerra de los Diez años, donde destaca la figura de Carlos Manuel de Céspedes y 3) a partir 1895, durante la Guerra Necesaria, en que está ausente la gran burguesía cubana y destaca la pequeña burguesía y los sectores populares, con José Martí como ideólogo fundamental.

El abolicionismo, como actitud política de rechazo abierto a la esclavitud, surge también en el siglo XIX, durante los años 1837-1845. No obstante, Aguirre no lo contempla dentro de las corrientes ideológicas burguesas. Le atribuye un carácter popular, por su lucha en favor de los oprimidos y el protagonismo de mulatos y negros que logran hacer "un trozo de historia nacional". Lo cataloga como un "girón antillano de la universal lucha de clases" entre explotados y explotadores.

La nación jurídica la enmarca Aguirre, históricamente, entre 1868 y 1959; un largo período que abarca las guerras independentistas y la República neocolonial. En el análisis de sus momentos fundamentales se vale de los conceptos marxistas de lucha de clases y revolución social.

16 Sergio Aguirre Carreras, «Seis actitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX», 94.

17 Sergio Aguirre Carreras, «Seis actitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX», 79.

18 Sergio Aguirre Carreras, «Seis actitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX», 88.

19 Sergio Aguirre Carreras: «Quince objeciones a Narciso López», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974),119.

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Define los antagonismos de clase inherentes a la historia de Cuba y agudizados en este período como explotados (negros, mulatos, mujeres, jóvenes, campesinos, obreros) y explotadores (hacendados azucareros cubanos, comerciantes españoles, latifundistas, imperialismo norteamericano); los primeros representan, a su entender, la unidad nacional, los segundos, la desunión nacional. Identifica el concepto pueblo con las masas populares y la pequeña burguesía; y presenta la conciencia nacional y el logro de la unidad como conquista de ese pueblo.

En su análisis del período independentista, reafirma la idea de Emilio Roig acerca de la "guerra de los treinta años", aunque aclara que no fue una continuidad bélica sin pausas; y destaca, como elemento central de ese largo proceso, la lucha por derrocar la "terca sanguijuela de la discriminación racial"20. La Guerra de los Diez Años (1868-1878) sería la primera etapa en el desarrollo de la nación jurídica. En la concepción de Aguirre, el 68 dio lugar a tres elementos básicos para la "consolidación de la nacionalidad en nación": la convergencia del independentismo y el abolicionismo en una sola corriente revolucionaria, dando lugar a la fraternidad interracial; la creación de la estructura jurídica de la nación, bajo la forma de la República en Armas y la Asamblea de Guáimaro; y la manifestación del "orgullo nacional".

Al definir la esencia de dicha contienda y partiendo de la teoría marxista de las clases sociales, Aguirre distingue dos momentos fundamentales: su inicio como revolución burguesa de liberación nacional y su devenir como revolución democrático-burguesa. En este mismo sentido destaca la heterogeneidad clasista e ideológica que la caracterizó, como "mosaico étnico y lingüístico de estratos diversos", que logra nuclear, en torno a la aspiración independentista, a los sectores más radicales de la burguesía agraria y grandes terratenientes, a campesinos blancos, a mulatos y negros libres, a la incipiente clase obrera, a los colonos chinos y hasta a españoles.

En su análisis de la primera guerra independentista, destaca la importancia del juicio crítico del historiador y el rechazo a los intentos iconoclastas o desvalorizantes a la hora de caracterizar a sus figuras históricas fundamentales. Se centra en la naturaleza de los sujetos históricos, desde la heterogeneidad ideológica y las diferencias generacionales que los caracterizaron, hasta las relaciones económicas en que se desenvolvían.

La figura de Carlos Manuel Céspedes, símbolo de la primera guerra independentista, se somete a análisis crítico al triunfo de la Revolución Cubana, por su origen burgués, su acercamiento al anexionismo y su actitud moderada ante la abolición de la esclavitud. Postura crítica que tiene como antecedente la obra Azúcar y abolición (1948) del historiador cubano Raúl Cepero Bonilla; en su contra, Aguirre sostiene el carácter revolucionario del Padre de la Patria. Reconoce que, entre abril y julio de 1869, tuvo lugar un "corto periodo de vacilación anexionista en que se vio envuelta la dirección revolucionaria"; no obstante, clasifica este hecho como "error teórico superado" en la propia profundización de la contienda. Define como estratégica la propuesta de Céspedes de la abolición gradual de la esclavitud; con la cual pretendía ganar para la revolución a los grandes hacendados de Occidente; considera que esa "ilusión estratégica de fondo clasista", resultó grave para la revolución en el orden militar. No obstante, oponiéndose una vez más a Cepero, reconoce la radicalización del abolicionismo en Céspedes21.

El Pacto del Zanjón sería, para Aguirre, un momento de negación en el proceso de liberación nacional, que tendría sus raíces en la heterogeneidad ideológica y la inexperiencia política. Marca su punto de partida en la destitución de Céspedes como presidente de la República en Armas, ya que "allí

20 Sergio Aguirre Carreras, «Nacionalidad, nación y centenario», 409.

21 Ver: Sergio Aguirre Carreras, «Problemas de interpretación en la Guerra de los Diez Años», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 163-186.

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comenzó la gran quiebra interna en la difícil unidad insurrecta"22. No obstante, considera que no fue esta una derrota total, ya que tuvo su reverso en el "heroísmo intransigente de Maceo" en la Protesta de Baraguá, una vez que admite el nacimiento de la nación cubana.

Antonio Maceo sería "líder y masa a la vez"; "reflejo y timón de compatriotas anónimos simbolizó en la Protesta la madurez de los estratos cubanos inferiores para orientar los rumbos de la nación entera"23. Su cubanidad ferviente, su creencia en la posibilidad de la independencia y su "mulatez" serían, para Aguirre, los motivos que determinaron el liderazgo de Maceo en la Protesta de Baraguá. Considera que la significación y la vigencia de este hecho histórico se debe a que "en Baraguá había adquirido luz de faro la fraternidad racial y la obligatoriedad democrática de las revoluciones cubanas del futuro (...) la hegemonía de los cubanos acaudalados ha desaparecido"24. Esta "curva de profundización del 68" que va de Céspedes a Maceo, marcaría la esencia popular que tendrá en lo adelante el proceso de formación nacional.

El alzamiento del 24 de febrero de 1895 que dio comienzo a la Guerra Necesaria significó, en opinión de Aguirre, "la reanudación de la contienda independentista con mayor unidad revolucionaria, mejor organización, más radical contenido ideológico"25, producto de la radicalización del ideario independentista en las masas populares. Señala, como factores fundamentales de esa radicalización, la abolición de la esclavitud en 1886, la participación obrera organizada e influida por el ideario marxista y la dirección revolucionaria en manos de la pequeña burguesía pobre, con José Martí como su ideólogo y más alto exponente.

De todo lo anterior decanta Aguirre el carácter de la Guerra del 95: una revolución democrático-burguesa de liberación nacional pues, "a la inversa de la revolución de La Demajagua, la de Martí entró en liza con una postura definidamente popular, buscando una liberación nacional que se encuadraba en un marco democrático-burgués avanzado"26 y que lograría resolver la contradicción colonia-metrópoli. Se detiene el autor a explicar en qué consiste esa profundización democrática y emancipadora de la contienda teniendo en cuenta su dimensión económica, política, social e internacional. En lo económico: eliminar la deformación del país, la dependencia ya evidente a los Estados Unidos y la desigual distribución de la riqueza. En lo social: eliminar todo residuo de la esclavitud, mejorar la vida de "los hombres de piel oscura", de obreros y campesinos, luchar por una república culta, por una patria "con todos y para el bien de todos", por "la dignidad plena del hombre". En lo político: fundar una república democrática libre y absolutamente independiente, contra los autonomistas y anexionistas. En lo internacional: lograr la segunda independencia de América Latina y la independencia de Puerto Rico.

Para Aguirre este sueño martiano se frustra cuando la guerra independentista justa, deviene la injusta guerra hispanoamericana: "se desvió el curso de nuestro proceso histórico. En una lucha de liberación nacional se injertó una guerra imperialista, la primera guerra del imperialismo como etapa superior del capitalismo, a juicio de Lenin. Ello hizo naufragar el ideario de Montecristi"27. Así, se arma

22 Sergio Aguirre Carreras, «En torno a la revolución de 1868», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974),193.

23 Sergio Aguirre Carreras, «La protesta de Baraguá», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 209.

24 Sergio Aguirre Carreras, «La protesta de Baraguá», 209.

25 Sergio Aguirre Carreras, «Frustración y reconquista del 24 de febrero», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 258.

26 Sergio Aguirre Carreras, «Frustración y reconquista del 24 de febrero», 261.

27 Sergio Aguirre Carreras, «El cincuentenario de un gran crimen», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 342.

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de la teoría leninista del imperialismo para analizar el contexto en que el pueblo cubano obtiene su añorada independencia.

Considera que a pesar de que Martí trató de prevenir el dominio de Estados Unidos sobre Cuba dotando a la revolución de un programa radical antimperialista, antirracista, anticlerical y forjando la unidad más compacta posible del pueblo cubano, "la independencia resultó una medalla con dos caras"; por un lado, fue un paso de avance, y por el otro, la república semicolonial constituyó un "fracaso parcial de nuestra guerra de independencia"28.

Así pues, la República nacida el 20 de mayo de 1902 sería, para Aguirre, el momento en que la nación jurídica devine nación independiente; aunque solo fuera una "independencia manca, tuerta y coja"29; porque "dejamos de ser colonia hispánica para convertirnos en neocolonia norteamericana"30. Dos ejes temáticos fundamentales atraviesan la reflexión del autor respecto a este gran periodo histórico, que tienen sus raíces en el siglo XIX: el negro y la discriminación racial, y el desarrollo de la clase obrera cubana.

Respecto a la cuestión racial, considera que "la historia de la nacionalidad cubana es la historia de una pelea constante" -primero contra España y luego contra EE. UU- y que 'las luchas de los cubanos negros y mulatos han sido un gran pedazo vivo y sangriento de la pelea nacional"31. En este sentido, analiza cómo la frustración del proyecto martiano de una nación con todos y para el bien de todos, había fortalecido la discriminación racial y de todo tipo sobre la masa explotada del pueblo cubano. De ello responsabiliza, en primera instancia, a los Estados Unidos, que "era y sigue siendo en 1962 el paraíso de los discriminadores"32 y que logró afianzar el odio al negro en la mentalidad colectiva del cubano durante su dominación económica y política sobre Cuba, como instrumento político en manos de la clase dominante.

La masacre de los Independientes de Color (1912), bajo el gobierno de José Miguel Gómez, sería uno de esos episodios vergonzosos de la neocolonia cubana que analiza Aguirre; al cual cataloga de "gran crimen colectivo, incitado directamente por el imperialismo norteamericano"33. Se trata de una de las páginas más controvertidas de la historia de Cuba, ya que no solo simbolizó el prejuicio antinegro sino también, como respuesta, el prejuicio antiblanco. Teniendo en cuenta esta complejidad histórica, Aguirre parte de esclarecer las condiciones en que nace el Partido Independiente de Color, así como sus errores históricos, para, al final, hacerle justicia. Plantea que este partido surgió en 1908 como producto de la "asfixia" a la que estaban sometidos los negros y mulatos en la República, de su "profunda desorientación ideológica". Define la esencia de los errores fundamentales de dicho partido en la no comprensión de la esencia clasista, y no racial, del conflicto en que estaban inmersos; que su lucha debía orientarse contra los explotadores: el imperialismo norteamericano, los hacendados, latifundistas y comerciantes españoles, y en favor de todos los sectores oprimidos de la población cubana: obreros, campesinos, jóvenes, mujeres.

La clase obrera cubana, como sujeto fundamental en el proceso de formación nacional, ocupa dos escenarios históricos fundamentales en la obra de Aguirre: durante el siglo XIX, en que emerge como

28 Sergio Aguirre Carreras, «Frustración y reconquista del 24 de febrero», 268.

29 La frustración del sueño martiano, la manquedad de la República naciente a la que hace referencia Aguirre, tiene como fundamento la implantación de la Enmienda Platt (1901-1934) y la injerencia progresiva del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba, que imposibilitaron la efectiva soberanía política de la Isla, por la cual se había luchado en las guerras de independencia.

30 Sergio Aguirre Carreras, «La lucha contra Machado», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 389.

31 Sergio Aguirre Carreras, «El cincuentenario de un gran crimen», 339-340.

32 Sergio Aguirre Carreras, «Frustración y reconquista del 24 de febrero», 269-270.

33 Sergio Aguirre Carreras, «El cincuentenario de un gran crimen», 339.

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clase y durante el siglo XX, en que madura políticamente. Partiendo de la teoría marxista, analiza el atraso histórico de que fue objeto esta clase en la historia de Cuba, por la tardía incorporación del país a la revolución industrial y el mantenimiento de la esclavitud hasta bien avanzado el siglo XIX. Con agudeza y sentido crítico, analiza la conformación histórica dicha clase, la emergencia de su conciencia de clase a través de las grandes gestas independentistas, como antecedentes de los movimientos políticos que tendrían lugar en las dos primeras décadas del siglo XX. Destaca el papel histórico de la juventud cubana y de su máximo exponente en estos años -Julio Antonio Mella- en la radicalización ideológica de esta clase social34.

En este sentido, ocupa un lugar fundamental en su obra, la conformación del partido obrero cubano. Así, el autor reconstruye el hilo histórico que va desde el moderado Partido Obrero Independiente, ideado por Diego Vicente Tejera, pasando por el soñado Partido Socialista Cubano de Carlos Baliño, hasta la fundación del Partido Comunista de Cuba (1925), por Baliño y Mella35.

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La Revolución Cubana sería el tercer momento en el desarrollo de la nación cubana, entendida por Aguirre como nación soberana, como el momento histórico en que se cierra el ciclo de la formación nacional; ya que, al resolver la cuestión principal, la soberanía dio solución a los otros problemas históricos: el del campesino pobre, el del obrero agrícola o urbano, el de los cubanos negros o mulatos. En este sentido se da una identificación absoluta entre la liberación nacional y el socialismo en Cuba.

Fidel Castro Ruz sería, en la concepción de Aguirre, el continuador y consumador de las aspiraciones martianas; y el primero de enero de 1959, el comienzo de la reconquista del 24 de febrero, de la libertad añorada. La invasión mercenaria por Playa Girón (1961) sería, dentro de la obra de Aguirre, una muestra de la historia presente en la Revolución; una crónica épica de la lucha del pueblo cubano contra el imperialismo en tierras latinoamericanas, en la cual los cubanos encarnan el altruismo revolucionario del hombre nuevo36.

La proyección ideológica de la obra de Aguirre

Aguirre se declara "marxista confeso" considera la revolución rusa como "faro" y el marxismo-leninismo como "una luz para alumbrar los males de Cuba"; de ahí la importancia que le atribuye a las obras de Lenin, Stalin, Blas Roca, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez37. En este sentido, asume la concepción materialista de la historia como único método; sin embargo, su objetivo supremo es la interpretación y divulgación de la historia de Cuba, sin pretender la investigación científica de la misma. Este hecho convierte la cuestión metodológica en una cuestión puramente ideológica en su obra, aplicándose externamente a lo ya investigado por la historiografía tradicional. Por otro lado es Aguirre un martiano convencido, un defensor a ultranza de la tradición independentista, patriótica, emancipadora que hereda y realiza a plenitud la Revolución Cubana. La obra de José Martí, Manuel

34 Ver: Sergio Aguirre Carreras, «Algunas luchas sociales en Cuba republicana I y II», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 307-386.

35 Se trata del primer Partido Comunista de Cuba (1925-1935) fundado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, que actuó en la ilegalidad durante esos años. Se transforma en Partido Unión Revolucionaria Comunista (URC) en 1939 por motivos electorales y en 1944 cambia su nombre por el de Partido Socialista Popular (PSP) hasta que se disuelve en 1961, integrándose en el Partido Unido de la Revolución socialista de Cuba (PURSC) en 1962, que dará lugar, a su vez, al actual Partido Comunista de Cuba en 1965.

36 Ver: Sergio Aguirre Carreras, «Actualidad de Bahía de Cochinos», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 449-467.

37 Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Blas Roca fueron exponentes de la línea ideológica trazada por el PSP. Fundamentos del socialismo en Cuba (1943) de Blas Roca y El marxismo y la historia de Cuba (1944) de Carlos Rafael Rodríguez, influyeron determinantemente en la llamada historiografía marxista cubana.

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Sanguily, Enrique José Varona, Ramiro Guerra, Fernando Portuondo, Elías Entralgo, Emilio Roig de Leuchsenring y Raúl Cepero Bonilla, devienen fuentes teóricas fundamentales en sus textos38. Puede decirse que, en esencia, José Martí y Lenin son los cimientos fundamentales del antimperialismo, el latinoamericanismo y el internacionalismo que caracterizó su producción historiográfica y su militancia política.

También se destaca, como rasgo ideológico de la obra de Aguirre, la condena a toda forma de discriminación y la defensa de la justicia social. Por encima de otros estratos sociales, exalta al negro como el sector más revolucionario, identificando su lucha contra la esclavitud y el racismo, con la lucha de clase universal del proletariado contra el capital. La Revolución se presenta como el fin de toda injusticia: "una indestructible unidad nacional en que se hermanan y se funden los hombres y mujeres de todo color de piel, sepultureros inexorables de la discriminación caduca y putrefacta"39.

La reconstrucción del antimperialismo cubano que conecta a José Martí con Fidel Castro, es otra arista ideológica significativa de la obra de Aguirre. El Apóstol deviene símbolo supremo de esa tradición, de él, señala, "hoy hemos recogido su herencia ideológica —declarar «la segunda independencia»- los hombres y mujeres que integramos los rebeldes grupos que se confiesan enemigos irreconciliables del imperialismo norteamericano"40. Fidel significaría la síntesis de la tradición independentista, antimperialista y socialista, el renacimiento del sueño martiano, el artífice de las "rutas definitivas", "enlazadas con la gran causa del socialismo marxista-leninista"; el conquistador de "la victoria que en su tiempo gestaron con abnegación Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras y Rubén Martínez Villena"41. Esta es una idea recurrente en la historiografía cubana posterior al triunfo de la Revolución, de fuerte carga ideológica.

La exaltación de la Revolución Cubana, su definición como una sola revolución que nace bajo la prédica independentista y abolicionista y termina en la realización histórica del socialismo es el rasgo ideológico más significativo de la obra de Aguirre. Ya que el autor persigue, a tono con el discurso político de la época, fundamentar el presente revolucionario en la tradición de lucha del pueblo cubano y demostrar la necesidad del socialismo, como realización plena de la historia nacional, no sólo en Cuba, sino en el mundo subdesarrollado en general.

En este sentido, es recurrente la referencia a los cien años de lucha, idea acuñada por Fidel en 1968. Aguirre define ese largo periodo como un "bosque de una sola vereda transitada a distancias cronológicas por Céspedes y Martí, por Mella y Fidel", íntimamente conectado con los movimientos revolucionarios del continente latinoamericano, con la lucha de Bolívar y Juárez, de Sandino y el Che Guevara42. De esta forma reivindica no solo la tradición independentista cubana, sino también el latinoamericanismo y su continuidad en el presente revolucionario. De ahí la importancia que le atribuye a la celebración del centenario de las guerras de independencia en 1968: "tratemos de conseguir que nuestro centenario irradie luz de triunfo sobre todo el planeta"43.

38 José Martí y Manuel Sanguily son exponentes de la tradición independentista cubana del siglo XIX. Enrique José Varona, Ramiro Guerra, Fernando Portuondo, Elías Entralgo y Emilio Roig de Leuchsenring, fueron exponentes del positivismo cubano. Guerra, Roig, Portuondo y Entralgo, además son reconocidos como los renovadores de los estudios históricos en Cuba. Raúl Cepero Bonilla, exponente del llamado revisionismo historiográfico, con su obra Azúcar y abolición (1948), fue una influencia constante en la historiografía cubana revolucionaria. Estos autores constituyen fuentes teóricas declaradas por el propio Aguirre.

39 Sergio Aguirre Carreras, «El cincuentenario de un gran crimen», 353.

40 Sergio Aguirre Carreras, «José Martí y el imperialismo norteamericano», en Eco de caminos, ed. por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 225.

41 Sergio Aguirre Carreras, «La lucha contra Machado», 399.

42 Sergio Aguirre Carreras, «Problemas de interpretación en la Guerra de los Diez Años», 185.

43 Sergio Aguirre Carreras, «Nacionalidad, nación y centenario», 418.

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La reiterada reflexión en torno al oficio del historiador, a esa tensión que enfrenta entre objetividad o cientificidad histórica y compromiso ideológico, constituye otro aspecto ideológico significativo de la obra de Aguirre. Por un lado el autor se niega a una historia elegíaca que renuncie al enjuiciamiento crítico y que no estaría a la altura de la revolución socialista. Por otro lado, consciente de la función ideológica de la historia, considera que esta debía ponderar la tradición independentista cubana, como arma ante la amenaza latente que significaba para Cuba los Estados Unidos. En esencia, considera que para escribir la historia de Cuba en el presente revolucionario "hay que orientarse desechando todo lo que no sea legítima pasión revolucionaria, muy unida a la objetividad y madurez de enfoque"44. Es por ello que, en su concepción de la historia nacional, termina por imponerse la interpretación ideológica a la investigación científica.

Conclusiones

La obra de Aguirre es exponente de las dos tendencias historiográficas más significativas de la historiografía cubana y latinoamericana: la marxista y la patriótica nacionalista. Esta última constituye el alma de la historiografía cubana, atravesada por el positivismo o por el marxismo, y es la que predomina en el discurso historiográfico de Aguirre, fundamentalmente en su concepción de la formación nacional. Tendencia que coincide, en gran medida, con el revisionismo historiográfico de izquierda descrito por Sergio Guerra Vilaboy.

La intención explícita de deponer el método investigativo -propio no sólo del positivismo sino también del marxismo- y de interpretar las obras históricas tradicionales aplicando el método marxista, la reivindicación de sectores y clases populares históricamente marginados en la sociedad cubana, como la clase obrera, el campesinado, el negro, la mujer, son expresión de la fuerte influencia, en la obra de Aguirre, de la historiografía revisionista de izquierda, esencialmente patriótica y populista. Precisamente su defensa de la interpretación por encima de la investigación, es lo que lo sitúa más en la postura revisionista que en una postura propiamente marxista. No es propio del marxismo, entendido como teoría, la "aplicación" a priori de un método científico, sino su descubrimiento en el objeto estudiado; no se conforma con la investigación del pensamiento, tiene necesariamente que levantar, una vez más, la realidad objetiva a la que remite dicho pensamiento; tiene que investigarla y sólo así criticar y superar las verdades relativas sobre el objeto; dígase, la historia de Cuba como proceso real, más allá de lo narrado en el discurso historiográfico.

La interpretación tiene, inevitablemente, una fuerte carga ideológica. Difundir la concepción materialista de la historia de Cuba más allá del gremio, hacia los amplios sectores de la sociedad cubana, fue su intención fundamental. Reconoce la importancia del documento, pero le da "aversión" el trabajo de archivo que aísla al historiador en su "torre de marfil" y retarda la información y la divulgación de la historia. Todo ello va en detrimento del valor teórico de su obra, potenciándose más su valor ideológico, divulgativo. Le atribuyó suma importancia a la función política de la Historia y del oficio del historiador. El valor de su obra está en hacer de esta ciencia un "arma" ideológica en la formación de la conciencia socialista de las masas. Aguirre es, ante todo, un militante comunista, un ideólogo de la historia de Cuba.

Bibliografía

44 Sergio Aguirre Carreras, «Nacionalidad, nación y centenario», 414.

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por Jorge Pérez, (La Habana: Ciencias Sociales, 1974), 75-96.

Sergio Guerra Vilaboy, «Las grandes corrientes de la historiografía latinoamericana», Temas, n ° 30, (2002): 109-121.

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