Научная статья на тему 'A 40 AñOS DE EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL: LA POLéMICA BRENNER-WALLERSTEIN, O LA DICOTOMíA ENTRE RELACIONES DE PRODUCCIóN Y FUERZAS DEL MERCADO'

A 40 AñOS DE EL MODERNO SISTEMA MUNDIAL: LA POLéMICA BRENNER-WALLERSTEIN, O LA DICOTOMíA ENTRE RELACIONES DE PRODUCCIóN Y FUERZAS DEL MERCADO Текст научной статьи по специальности «Экономика и бизнес»

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IMMANUEL WALLERSTEIN / ROBERT BRENNER / KARL MARX / MARXISMO NEO-SMITHIANO / CAPITALISMO / ACUMULACIóN DE CAPITAL / MERCADO / DINERO

Аннотация научной статьи по экономике и бизнесу, автор научной работы — Garrido Luis

El presente artículo, además de conmemorar los próximos 40 años de publicación del volumen I de El moderno sistema mundial de Immanuel Wallerstein (texto fundador del análisis de sistemas-mundo), pretende también abordar la crítica marxista “ortodoxa” de Robert Brenner en que supuestamente la concepción de capitalismo esbozada por Wallerstein exagera la importancia de las “fuerzas del mercado” en desmedro de las “relaciones de producción”, motivo por el cual Brenner lo califica de “marxista neo-smithiano”. Sin embargo, una lectura más atenta de ambos autores, y considerando ciertos pasajes en los textos de Marx, relativiza la brecha entre “producción” y circulación” y más bien hace pensar que la propuesta de Wallerstein es profundamente dialéctica al comprender el capitalismo, incluso a contrapelo de algunas suposiciones defendidas por la mayoría de los marxistas como la primacia del trabajo asalariado, o del plusvalor relativo, como condición fundamental del capitalismo. Además, Wallerstein proporciona una noción espacio-temporal de las crisis cíclicas del capitalismo así como de sus tendencias seculares desde el punto de vista de la acumulación incesante de capital.

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Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica BrennerWallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y

fuerzas del mercado

At 40 years of The Modern World-System: the BrennerWallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces

Luis Garrido*

Resumen

El presente artículo, además de conmemorar los próximos 40 años de publicación del volumen I de El moderno sistema mundial de Immanuel Wallerstein (texto fundador del análisis de sistemas-mundo), pretende también abordar la crítica marxista "ortodoxa" de Robert Brenner en que supuestamente la concepción de capitalismo esbozada por Wallerstein exagera la importancia de las "fuerzas del mercado" en desmedro de las "relaciones de producción", motivo por el cual Brenner lo califica de "marxista neo-smithiano". Sin embargo, una lectura más atenta de ambos autores, y considerando ciertos pasajes en los textos de Marx, relativiza la brecha entre "producción" y circulación" y más bien hace pensar que la propuesta de Wallerstein es profundamente dialéctica al comprender el capitalismo, incluso a contrapelo de algunas suposiciones defendidas por la mayoría de los marxistas como la primacia del trabajo asalariado, o del plusvalor relativo, como condición fundamental del capitalismo. Además, Wallerstein proporciona una noción espacio-temporal de las crisis cíclicas del capitalismo así como de sus tendencias seculares desde el punto de vista de la acumulación incesante de capital.

Palabras clave: Immanuel Wallerstein, Robert Brenner, Karl Marx, marxismo neo-smithiano, capitalismo, acumulación de capital, mercado, dinero.

Chileno. Licenciado en Historia, Universidad Alberto Hurtado, contacto: [email protected]

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

Abstract

The present article, besides commemorating the comming 40 years of the publication of Volume I of Immanuel Wallerstein's The Modern World-System (founder text of world-systems analysis), also aims to address the "orthodox" Marxist critique by Robert Brenner in that the conception of capitalism outlined by Wallerstein exaggerates supposedly the importance of the "market forces" at the expense of the "relations of production" which is why Brenner calls it "neo-Smithian Marxism". However a closer reading of both authors, and considering certain pasages in the writtings of Marx, downplays the dichotomy between "production" and "circulation" and rather makes think that Wallerstein's proposal es deeply dialectical in his understanding of capitalism, even against the grain of some assumptions advocated by most Marxists like the primacy of wage-labor, or relative surplus value, as fundamental condition of capitalism. Besides, Wallerstein provides a spatio-temporal notion of the cyclical crises of capitalism and its secular trends from the point of view of the endless accumulation of capital.

Keywords: Immanuel Wallerstein, Robert Brenner, Karl Marx, neo-Smithian Marxism, capitalism, capital accumulation, market, money.

Introducción

La aparición del volumen I de El moderno sistema mundial en 1974 no fue para nada accidental considerando su coincidencia con ciertos cambios cíclicos coyunturales,1 los cuales pusieron nuevamente al capitalismo como problema en las ciencias sociales. Este texto, sin embargo, no era el primero que intentaba encargarse del modo de producción capitalista a escala mundial.2 Como aseveraba Arrighi, en el materialismo histórico el

1 Ernest Mandel, Las ondas largas del desarrollo capitalista: la interpretación marxista, Siglo XXI editores, 1° edición, México; Robert Brenner, La economía de la turbulencia global, Akal ediciones, 1° edición, 2009, España.

2 Entre fines del siglo XIX e inicios del XX abordaron este tema el mismo Karl Marx, Rosa Luxemburg, Rudolf Hilferding, Vladimir Lenin, Karl Kautsky, Nikolái Bujarin. Antes que Wallerstein también estaba el "estructuralismo latinoamericano" inspirado por los trabajos de la CEPAL y en especial de Raúl Prebisch, Celso Furtado, entre otros. Y como crítica a, y radicalización de las proposiciones de, la CEPAL surgió la "teoría de la dependencia" de la cual bebió el análisis de sistemas-mundo pero también tomó distancia de ella en varios aspectos. Algunos representantes de esta última fueron: Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Theotonio Dos Santos, Orlando Caputo, Ruy Mauro Marini, André Gunder Frank,

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estudio del capitalismo como "sistema-mundo" fue bastante intenso entre fines del siglo XIX e inicios del XX "pero que disminuyó una vez que la URSS entró en el camino del 'socialismo en un sólo país'",3 bajo Stalin. Al parecer el capitalismo como objeto de estudio siempre ha tenido mayor urgencia durante períodos de "crisis" que en los de expansión económica. En concordancia con los vaivenes cíclicos coyunturales, ese tema fue dejado completamente de lado durante los "treinta gloriosos", marcados por la reconstrucción del mercado mundial bajo la hegemonía de Estados Unidos después de la II Guerra Mundial durante las décadas de los '50 y '60 específicamente. Por eso, aunque temporalmente se mantuviera la preocupación intelectual inicial por el fascismo, especialmente del nacionalsocialismo alemán como secuela de la última conflagración mundial, por necesidades geopolíticas rápidamente el autoritarismo

se volvió traspuesto en el totalitarismo, un concepto que fue inventado para agrupar el nazismo y el comunismo bajo la misma categoría, y de este modo condenarlos igualmente. Por supuesto, esto representó el lado estadounidense de la Guerra Fría. Conceptos recíprocos fueron presentados por la Unión Soviética y sus académicos. Ellos vieron el mundo dividido en un "campo socialista" de naciones (incluyendo las "democracias populares") versus un campo capitalista/imperialista. En esta retórica, el socialismo era definido como un estadio de desarrollo social posterior al capitalismo pero anterior al comunismo, un uso del término que se volvió amplio sólo después de 1945.4

Paralelamente (o ¿debido?) a la hegemonía estadounidense y al crecimiento económico sostenido por ésta surgió el concepto de "tercer mundo",5 con el cual se daba cuenta de los procesos de liberación nacional y descolonización en Asia y África, con la subsiguiente conformación de Estados soberanos en ambos continentes. Estos procesos eran muy preocupantes para los contendientes de la Guerra Fría, lo cual fue observado simultáneamente como amenaza y oportunidad en términos geopolíticos, y cuya preocupación era abordada en los siguientes términos:

Enfrentados con la realidad política del Tercer Mundo, los disputantes ideológicos en la Guerra Fría desarrollaron dos vocabularios separados para tratar con ésta. En Occidente, al analizar el Tercer Mundo, se habló de desarrollo, modernización, despegue, y de los obstáculos puestos por las sociedades tradicionales con valores primordiales (en una época en que se decía que Estados Unidos y eventualmente Europa occidental estaban entrando en una sociedad "post-industrial" al interior de un mundo definido por el "fin de la ideología"). En el Este/Segundo Mundo/bloque comunista/campo socialista, este vocabulario entero fue rechazado. En esa zona se habló más bien del imperialismo de las

entre otros.

3 Giovanni Arrighi, "Capitalism and the Modern World-System: Rethinking the Nondebates of the 1970's", Review, Vol. XXI, N° 1, 1998, Fernand Braudel Center, Nueva York, p. 115.

4 Immanuel Wallerstein, "The Scholarly Mainstream and Reality: Are We at a Turning Point?", en: Immanuel Wallerstein (ed.), The Modern World-System in the Longue Durée, Paradigm Publishers, 1° edición, 2004, Londres, p. 220 .

5 Ibíd, p. 221.

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potencias capitalistas y de la construcción del socialismo, ambos dentro del contexto de algo llamado la revolución científico-tecnológica. Y en el Tercer Mundo mismo, se prefirió hablar de dependencia, revolución, y liberación nacional. Por supuesto, no era imposible participar en la traducción entre estos vocabularios rivales.6

Al terminar la larga fase de expansión económica y al agotar las posibilidades las luchas de liberación nacional entre fines de los '60 e inicios de los '70 del siglo XX, el capitalismo volvió al centro de las preocupaciones por todo el sistema-mundo, marcado además por la irrupción de Marx en el ámbito académico. No obstante, el contexto mundial, los resultados fueron muy variados dependiendo de la zona particular. En el centro del sistema-mundo, donde fue posible el Estado de bienestar junto con políticas económicas keynesianas de pleno empleo y gobiernos socialdemócratas, el abordaje del capitalismo estuvo estrechamente asociado al conflicto capital-trabajo en el proceso de trabajo/producción; mientras que en las zonas periféricas, el interés por el mismo estuvo dado por otras configuraciones, que desembocaron en el estudio del imperialismo y/o de la dependencia, destacando así la dicotomía centro-periferia. De este modo, la fase B dio lugar a la inconmensurabilidad entre los marxistas: "En lugar de descubrir el secreto de la obtención de beneficios, como había prometido Marx, su redescubrimiento ahondó la brecha entre los marxistas preocupados principalmente por la liberación del Tercer Mundo del legado del imperialismo colonial y los marxistas preocupados principalmente por la emancipación de la clase obrera".7 El capital ciertamente ofrecía un piso empírico para aquellos interesados por la lucha de clases en el lugar de trabajo; pero "las conjeturas de Marx con respecto al desarrollo del capitalismo a escala mundial no resistían el examen empírico".8 No había lugar para la integración de luchas "locales" tan dispares en un entramado "global" que los hiciera inteligibles; y se requería poco menos que un acto de fe para encontrar conexión interna alguna entre la obra de Marx y el marxismo de Frantz Fanon, Fidel Castro, Ho Chi Minh o Salvador Allende, por poner algunos ejemplos. El moderno sistema mundial de Immanuel Wallerstein cuestionaba precisamente la "anteojera cognitiva" de la Guerra Fría cuya expresión académica era la "ideología en un sólo país" que, a su vez, justificaba políticamente la "transición" de un modo de producción a través de decretos de Estado y en el voluntarismo de clase. Wallerstein, en cambio, proponía una concepción que integraría diversas experiencias, sucesos y acontecimientos en un marco totalizador que superase las limitaciones de la "ideología en un sólo país", compartida incluso tanto por los partidarios de la CEPAL como de la "teoría de la dependencia" a pesar del énfasis en el conflicto centro-periferia que, en parte, se desmarcaba de la lógica

6 Ibidem.

7 Giovanni Arrighi, Adam Smith en Pekín: Orígenes y fundamentos del siglo XXI, Akal ediciones, 1° edición, 2007, España, p. 28.

8 Ibidem.

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cognitiva de la Guerra Fría.

Ahora bien, más allá del contexto histórico, la intención inicial de este artículo era abordar el debate entre Immanuel Wallerstein y Robert Brenner desde el punto de vista de la relevancia teórica de ese debate para interpretar la experiencia histórica de la Unidad Popular en el marco del sistema-mundo capitalista.9 Pero, como no puedo suponer que el lector conoce los hallazgos con respecto al período en lo que atañe a los vínculos con la economía-mundo así como sería demasiado engorroso explicarlo con relativa profundidad lo cual me hubiese desviado del debate teórico, decidí mantener al margen la esfera de los "hechos históricos" limitándome, en cambio, sólo a cuestiones de orden más teórico. El debate Brenner-Wallerstein puede entenderse como una disputa en torno a cuál esfera "económica" tiene primacía explicativa, la "producción" o la "circulación". Por lo general —como será explicado en el segundo apartado— se ha considerado la perspectiva de Wallerstein como "circulacionista" —o como Brenner criticó un "marxista neo-smithiano"— por subrayar la primacía explicativa de las "fuerzas del mercado" por sobre las "relaciones de producción". Sin embargo, en el tercer y más largo apartado, intento reivindicar la posición de Wallerstein aceptando ciertamente que su visión gira en torno al mercado como declaran sus críticos, pero haciendo explícito que su concepción de mercado no es la de un mero soporte de flujos mercantiles sino la de un verdadero dispositivo de clase. Eso por un lado. Y por el otro, expondré que los criterios usados por Wallerstein para delimitar su unidad de análisis pertinente ("sistemas históricos") tienen como supuesto implícito las nociones marxiana sobre la mercancía, el valor de uso, y el valor de cambio así como su progresiva discrepancia en la expresión dineraria, con los cuales el conflicto de clases adquiere inteligibilidad, y que lo mismo ocurre con la dicotomía centro-periferia. Además, como se mostrará en el tercer apartado desde la perspectiva del proceso de acumulación de capital así como de la reproducción del sistema-mundo capitalista, el mercado quizá no oculte tanto las relaciones de producción (como Marx creyó al acuñar el concepto de "fetichismo de la mercancía") sino que las hace evidentes en varios otros aspectos, dejados de lado por la mayoría de los marxistas. En suma, la perspectiva de

9 Es muy llamativo que la escritura de El moderno sistema mundial fuese paralelo al lapso temporal del gobierno de Allende y que fuera publicado un año después del golpe militar que finalizara sus "mil días". André Gunder Frank, uno de los representantes de la "teoría de la dependencia", en un relato sobre su relación con la obra de Wallerstein sostuvo lo siguiente: "Sin embargo, mientras aún estaba en Chile en 1973, también recibí, di la bienvenida y me maravillé con el manuscrito de El moderno sistema mundial de Immanuel. Llegó con una petición de la editorial, supuse por sugerencia de Immanuel, para escribir una propaganda en la sobrecubierta. Con mucho gusto lo hice, escribiendo: El primer y único intento serio, completo y exitoso para avanzar en el análisis y la explicación de los principios del desarrollo de la economía mundial, la comprensión de la cual es esencial para la apreciación apropiada de todo el desarrollo subsecuente. Este libro debería convertirse en un clásico tras su publicación". André Gunder Frank, "Immanuel and Me With-Out Hyphen", Journal of World-Systems Research, Vol. XI, N° 2, 2000, pp. 217-218.

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Wallerstein es bastante más dialéctica de lo que se sostiene no sólo en términos espacio-temporales sino al integrar las esferas de la "producción" y "circulación".

I. El Moderno Sistema Mundial como crítica y propuesta a las ciencias sociales

Al conmemorar en el 2001 los 25 años de la fundación del Fernand Braudel Center,10 ubicado en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) en Binghamton, el fundador de la perspectiva de los sistemas-mundo dijo lo siguiente acerca del contexto académico en el cual apareció su obra:

Cuando publiqué el volumen I de El moderno sistema mundial en 1974, lo que conceptualmente estaba haciendo era juntar la antinomia centro-periferia con la longue durée y la économie-monde de Braudel, y vinculándola con el polo de Paul M. Sweezy del debate sobre la transición [al capitalismo en Europa occidental]. En la atmósfera post-1968, cuando el trabajo de Braudel estuvo disponible por primera vez en inglés, el análisis de sistemas-mundo ganó un terreno en medio de los aparatos conceptuales en competencia que estaban circulando y debatiéndose entre sí.11

Ese libro ciertamente fue hijo de su tiempo. Como tal fue fruto de los cambios coyunturales a nivel mundial ya mencionados, y expresados de una determinada manera en la literatura académica respectiva a partir de la cual Wallerstein tuvo que despejar la maleza y, así, construir su propio objeto de estudio. Pero el libro iba más allá de la comprensión del capitalismo como tal. Superficialmente hablando, su obra concierne a la unidad de análisis apropiada y los marcos interpretativos que de ella derivan. Por eso, el libro comenzaba con una introducción abordando explícitamente el problema intelectual del cambio social. No es para nada extraño que su libro iniciara afirmando "El cambio es eterno. Nada cambia jamás",12 queriendo decir que existen estructuras aparentemente eternas pero que, aún así, tienen un período de duración determinado (nacen, se desarrollan y desaparecen). Si bien

10 Fundado en 1976 con ayuda de su colega Terence K. Hopkins quien organizó, además, el programa de sociología de la SUNY-Binghamton que cuestionaba a la dominante corriente funcionalista. Wallerstein recuerda de la siguiente forma el surgimiento del análisis de sistemas-mundo a mediados de los '70: "Mi colega y compañero de trabajo, Terry Hopkins, había sido atraído lejos de Columbia por el Departamento de Sociología de SUNY-Binghamton. Ellos querían empezar un programa de posgrado y le pidieron a él crearlo y ejecutarlo. Después de un año o dos, necesitaban una evaluación externa, y Paul Lazarsfeld y yo éramos el equipo para hacerlo. Yo era, por supuesto, muy favorable a lo que Terry estaba estableciendo y Lazarsfeld quedó impresionado. Fue entonces, creo yo, que él proclamó que Terry y yo representábamos 'la leal oposición a su majestad' al programa de Columbia que él había establecido con Merton". Immanuel Wallerstein, "Reflections on an Intellectual Adventure", Contemporary Sociology: A Journal of Reviews, Vol. 41, N° 1, 2012, p. 8.

11 Immanuel Wallerstein, "The Scholarly Mainstream and Reality: Are We at a Turning Point?", p. 222.

12 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I: La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI, Siglo XXI editores, 2° edición, 2011, México, p. 7.

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Wallerstein institucionalmente (y formativamente) es un sociólogo, ello en absoluto le impidió tener sensibilidad histórica. Por otro lado, además de dedicarse a dicha disciplina, él inicialmente era africanista; él consideraba muy relevantes los sucesos en el llamado "tercer mundo" que giraban en torno a la descolonización y la construcción de nuevos Estados-naciones. Pero a medida que los analizaba/interpretaba, notaba lo limitantes que eran las herramientas conceptuales heredadas de la ciencia social decimonónica, llegando a cuestionar cada vez más el concepto de "sociedad nacional":

Lo que aquí es relevante es que así me hice consciente del grado en que la sociedad como abstracción quedaba grandemente limitada a sistemas político-jurídicos como realidad empírica. Era una perspectiva falsa el adoptar una unidad como la "tribu" e intentar analizar su funcionamiento sin hacer referencia al hecho de que, en una situación colonial, las instituciones gobernantes de una "tribu", lejos de ser "soberanas", estaban seriamente circunscritas por las leyes (y las costumbres) de una entidad mayor de la cual formaban formaban parte, léase las colonias.13

Pero este problema, no solamente se debía a la existencia de relaciones coloniales imperiales, puesto que dicha situación implícitamente daba pie a una cierta teleología a los estudios acerca del "tercer mundo". Es decir, para Wallerstein el estudio de las relaciones coloniales tenía como objetivo político la descolonización (o independencia) junto con la destrucción de tales sistemas políticos coloniales. El problema, no obstante, no tiene que ver con la orientación política, sino que con posterioridad a la descolonización como tal, los énfasis intelectuales giraban en torno a "cómo se establece una autoridad legítima y se extiende entre los ciudadanos un sentimiento de pertenencia a la entidad nacional".14 Más concretamente, Wallerstein se quejaba de que la orientación de los enfoques investigativos pecaban de nacionalismo metodológico, al menos, en dos aspectos: a) como escala geográfica de la unidad de análisis, y b) en tanto que la "sociedad" coincide efectivamente con los límites de un sistema político constituido como Estado-nación, cuya fusión daría lugar a la "sociedad nacional" o, en otras palabras, como si lo único que condicionase los procesos sociales fuesen efectivamente los sistemas políticos constituidos al interior de cada país respectivo. Las críticas de Wallerstein cuestionaban el supuesto implícito dominante en las ciencias sociales el cual da por sentado que los procesos sociales son discretos o, mejor dicho, "contenidos" en cada país jurídicamente delimitado, proporcionando la anteojera ideológico-cognitiva de que las unidades políticas son autónomas e independientes entre sí. De ahí la conclusión del autor según la cual la unidad de análisis relevante para abordar el cambio social no pudiera seguir circunscribiéndose más en el Estado-nación:

Fue en ese momento cuando abandoné definitivamente la idea de tomar como unidad de análisis tanto al

13 Ibíd, p. 9-10.

14 Ibíd., p. 10.

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Estado soberano como su otro concepto aún más vago, la sociedad nacional. Decidí que ninguno de los dos era un sistema social y que solamente podía hablarse de cambios sociales en sistemas sociales. En este esquema el único sistema social era el sistema mundial.15

Obviamente, esta nueva percepción del mundo provocó nuevas interrogantes a nuestro autor, y que prácticamente se involucrara en una verdadera ciénaga intelectual en donde no había un piso seguro con el cual él podría aseverar lo que proponía. Estas nuevas interrogantes obligaron al autor a adoptar el contexto mundial como marco de referencia obligado para sus análisis, para evidenciar la dicotomía entre el cambio y la continuidad, y cómo establecer criterios para la misma.16 Lo que proponía Wallerstein en suma tendía hacia una creciente complejidad, cuestión que él mismo veía como prácticamente inabordable con las herramientas intelectuales disponibles en ese entonces, y que él lo mencionó de la siguiente manera:

Si determinadas sociedades atravesaban "etapas", es decir, tenían una "historia natural", ¿qué sucedía entonces con el propio sistema mundial? ¿Acaso no tenía "etapas", o al menos una "historia natural"? Si así fuera, ¿no estaríamos estudiando evoluciones comprendidas dentro de otras evoluciones? Y de ser el caso, ¿no se estaría convirtiendo la teoría en algo ligeramente sobrecargada en epiciclos? ¿No estaría pidiendo a voces algún toque de simplificación?17

¿En qué consistía la nueva unidad de análisis propuesta por Wallerstein? Grosso modo, es "un sistema 'mundial', no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una 'economía-mundo' debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté reforzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente, como veremos, por arreglos políticos e incluso estructuras confederales".18 Que el criterio para delimitar el sistema sea "económico" no significa otra cosa que lo que permite definir la unidad parte-todo es la participación en la división axial del trabajo con la consiguiente interdependencia entre las partes constitutivas. Metodológicamente, él comienza a la inversa que la ciencia social "dominante" ("decimonónica") para establecer los límites de su unidad de análisis, no suponiendo a priori la existencia, o relevancia, de una entidad jurídico-política (¿tiene

15 Ibíd, p. 12.

16 Wallerstein planteó del siguiente modo los problemas intelectuales que estaba comenzando a dilucidar: "Una forma de manejar la 'absurda' idea de comparar unidades tan dispares era aceptar la legitimidad de aquella objeción y añadir otra variable: el contexto mundial de cualquier era determinada, o lo que Wolfram Eberhard llama 'tiempo mundial'. Esto significaba que mientras que la Francia del siglo XVII podría haber compartido ciertas características estructurales con la India del siglo XX, debían de ser consideradas como muy diferentes en las dimensiones del contexto mundial. Esto fue conceptualmente clarificador, pero hizo que las mediciones fueran aún más complicadas". Véase Ibíd., pp. 11-12.

17 Ibid, p. 12.

18 Ibíd., p. 21.

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que coincidir con todas las unidades políticas en su interior?), sino estableciéndolos a través de la división del trabajo constitutiva que permite la reproducción de la totalidad sistémica.19 Con todo, no cualquier división del trabajo/intercambio económico implica necesariamente la existencia de un único sistema histórico. Para Wallerstein, el criterio de delimitación, implica que los intercambios económicos entre las partes estén compuestos fundamentalmente por bienes esenciales por contraposición a los bienes suntuarios, es decir, los primeros pertenecen a los intercambios dentro de un sistema-mundo y los segundos entre dos o más sistemas-mundo diferentes (ambos serían la "arena externa" de la otra). Así no se cae en la trampa de "considerar cualquier actividad de intercambio como prueba de existencia de un sistema". 20 Aunque pareciera que el criterio usado por el autor pudiera ser calificado de "materialista" (de fuerte inspiración marxista), ello en absoluto niega lo "cultural" en relación a los intercambios económicos; o mejor dicho, no es que el criterio de Wallerstein sea "materialista" en contraposición a lo "cultural" como si efectivamente fuesen lo contrario, más bien "[s]e trata sin duda de una distinción enraizada en las percepciones sociales de los agentes y, por lo tanto, en su organización y en su cultura".21

Ahora bien, más allá de lo cuestionable que puedan ser los propios criterios usados por Wallerstein para elaborar su propia unidad de análisis —tanto teórica como empíricamente— la perspectiva de los sistemas-mundo tendría grandes consecuencias no sólo teóricas sino inclusive directamente políticas. En lo más general, el análisis de sistemas-mundo, al rechazar las ciencias sociales del XIX, y su herencia cristalizada en las teorías de la modernización (desarrollismo) y hoy en día el neoliberalismo, ponía en tela de

19 Son interesantes las implicancias teóricas de los criterios que usa el autor para delimitar los sistemas históricos así como la primacía del "funcionamiento interno" por sobre la interferencia de las "arenas externas" al mismo. Este principio, claramente, no sería aplicable a las unidades político-culturales que conforman un sistema-mundo, en virtud de su participación en la división del trabajo/intercambio económico inherente al mismo. Wallerstein asevera lo siguiente: "Admito que no puedo cuantificar. Probablemente nadie pueda hacerlo jamás, dado que la definición está basada en una hipótesis contrafáctica: si el sistema, por cualquier razón, quedara aislado de todas las fuerzas externas (lo que no ocurre virtualmente nunca), la definición implica que el sistema continuaría funcionando sustancialmente de la misma manera. Una vez más, por supuesto, es difícil traducir el término sustancialmente en criterios operacionales fuertes. No obstante, la cuestión es importante, y resulta clave para muchas partes del análisis empírico de este libro. Tal vez debiéramos considerar la idea de autoinclusión como un absoluto teórico, una especie de vacío social, raras veces visible y aún más implausible de crear artificialmente, pero que aún así constituye una asíntota socialmente real, la distancia a la cual es mensurable de alguna forma". Véase Ibíd, p. 490.

20 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista: conceptos para un análisis comparativo", Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos: un análisis de sistemas-mundo, Akal ediciones, 1° edición, 2004, 1° reimpresión, 2012, España, p. 97.

21 Ibidem.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

juicio la "fe reinante, la creencia en el progreso inevitable". 22 Esto significa que esta perspectiva cuestiona cualquier teleología histórica que apunte hacia un esquema de desarrollo histórico único obligado para todos los países, los cuales inevitablemente llegarían todos a la "modernidad". La teoría de la modernización supuestamente permitía establecer "cómo los estados pasaban de una etapa a otra, permitirnos decir decir en qué etapa se encuentra hoy cualquier estado determinado y ayudar a todos los estados a llegar a la modernidad".23 Además, el método comparativo que usaba este paradigma se llevaba a cabo mediante los llamados casos independientes, cuya premisa metodológica implícita suponía que "cada estado operaba en forma autónoma y en sustancia no era afectado por factores más allá de sus fronteras".24 En cuanto a las consecuencias políticas, este enfoque cuestionaba la prescripción práctica en que lo mejor que podía hacer un país en orden de alcanzar los niveles más altos de desarrollo económico, "era copiar el patrón del estado avanzado, y por lo tanto implícitamente lo mejor que podía hacer era seguir los consejos de ese estado".25 En suma, a pesar de toda la retórica ideológica entre las superpotencias durante la Guerra Fría, la actitud de ambos frente al "tercer mundo" no era tan diferente entre sí: la vía de desarrollo capitalista o la transición hacia el socialismo/comunismo, ambas bajo las mismos supuestos modernizadores-desarrollistas (y ¿por qué no? eurocéntricas) del éxito de ambos países.

Por último, conviene resaltar aunque sea a grandes rasgos el impulso del análisis de sistemas-mundo. En primer lugar, esta perspectiva hace hincapié en la globalidad, que en pocas palabras implica que "las características de cualquier estado en T 2 no eran resultado de alguna característica 'primordial' en T1, sino más bien el resultado de procesos del sistema, el sistema-mundo",26 lo cual nos lleva a segundo. Este segundo énfasis es en la historicidad, ya que "[s]i los procesos eran sistémicos, entonces la historia —toda la historia— del sistema-mundo (como distinta de la historia de subunidades tomadas por separado y comparativamente) era el elemento crucial para comprender el estado presente del sistema".27 La consecuencia teórica y metodológica de todo esto es que aunque el cambio social esté estructurado de alguna manera determinada, los resultados de la historia están lejos de ser determinados por lo que admite una cierta dosis de incertidumbre en la evolución del sistema-mundo. Pero a su vez, como estamos lidiando con un sistema

22 Immanuel Wallerstein, Impensar las ciencias sociales: límites de los paradigmas decimonónicos, Siglo XXI editores, 1° edición, 1998, 5° reimpresión, 2010, México, p. 292.

23 Immanuel Wallerstein, Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI, Siglo XXI editores, 2° edición, 2002, México, p. 220.

24 Ibidem.

25 Ibíd, p. 221.

26 Ibidem.

27 Ibíd., p. 222.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

histórico, este tiene un comienzo, un desarrollo y un final o, en términos más específicos y menos "orgánico-biologicistas", el sistema-mundo tiene ritmos cíclicos coyunturales y tendencias seculares los cuales marcarían la asíntota histórica del mismo y con ello su tope espacio-temporal. Por consiguiente, esta perspectiva propone un marco espacio-temporal que condiciona, y a la vez es transformado por, la acción social. En palabras de Wallerstein: "Esta postura deja claro que las estructuras no son 'inmóviles', e insiste en que hay 'transiciones' de un sistema histórico a su sucesor o sucesores. Es esta combinación, el espacio de un 'mundo' y el tiempo de una 'larga duración' lo que conforma algún sistema-mundo histórico particular".28 Finalmente, cabe destacar que la perspectiva de los sistemas-mundo cuestiona la distinción entre la "base" y la "superestructura". El uso de tales categorías es sólo metafóricamente pero sin aceptar el argumento de la primacía de una por sobre la otra, sino mejor dicho que lo "superestructural" también sería una poderosa "fuerza material" y un aspecto constitutivo de un sistema histórico en particular. Dentro de esta perspectiva, lo "superestructural" tiene que ver con cómo conocemos el mundo, la división del conocimiento a través de las "disciplinas" académicas así como los supuestos epistemológicos de las mismas, los cuales "dan cuenta del valor relacional dominante 'disciplinar' a la cognición humana y la intencionalidad, y de este modo enmarcando los parámetros 'culturales' de la acción posible". 29

II. La crítica marxista "ortodoxa": la propuesta de Wallerstein como "marxismo neo-smithiano, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado

La gran crítica marxista "ortodoxa", al volumen I de El moderno sistema mundial, fue expuesta en el largo ensayo-reseña de Robert Brenner, titulado "The origins of capitalist development: a critique of neo-smithian marxism" publicado en 1977 en la revista británica New Left Review. Esa crítica puso en el tapete el diagnóstico retrospectivo de Giovanni Arrighi en relación a la amplia brecha existente entre los marxistas preocupados por el "tercer mundo" y aquellos marxistas preocupados por la "clase obrera" (en los países centrales). Brenner, por supuesto, expresaba la opinión de estos últimos. Ciertamente él reconocía los aportes realizados por aquellos autores, dentro de la amplia tradición marxista, que cuestionaban el caríz optimista de las prognosis de Marx —algo típico del siglo XIX por lo demás— afirmando que "la penetración capitalista del 'tercer mundo' a través del comercio y la inversión de capital no sólo ha fracasado para llevar consigo el desarrollo económico capitalista, sino que ha erigido barreras positivas a tal desarrollo". 30

28 Immanuel Wallerstein, Impensar las ciencias sociales, p. 289.

29 Richard E. Lee, "The Longue Durée and the Status of 'Superstructures'", en: Richard E. Lee (ed.), The Longue Durée and World-Systems Analysis, SUNY Press, 1° edición, 2012, Nueva York, p. 165.

30 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development: a Critique of Neo-Smithian Marxism", New Left Review I, N° 104, Julio-Agosto 1977, Gran Bretaña, p. 26.

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Pero, al mismo tiempo, Brenner rápidamente se pregunta en qué se equivocó Marx, o cuáles fueron los supuestos teóricos que impregnaron de optimismo sus expectativas (y de muchos marxistas).31 Aquí ya es notoria la distinción implícita entre las esferas de la "producción" y "circulación" propia de los teóricos marxistas y lo que, en el fondo, le permite sostener al autor que la propuesta de Wallerstein (con la de André Gunder Frank y Paul Sweezy) para comprender el capitalismo a escala mundial es un "marxismo neo -smithiano", a saber, un marxismo que subraya el mercado por sobre las relaciones de producción:

Argumentaré aquí que el método de una línea entera de escritores en la tradición marxista los ha llevado a desplazar las relaciones de clase del centro de sus análisis del desarrollo económico y el subdesarrollo. Ha sido su intención negar el modelo optimista de avance económico derivado de Adam Smith, en donde el desarrollo del comercio y la división del trabajo infaliblemente traerían el desarrollo económico. Sin embargo, porque han fracasado en descartar las suposiciones individualistas-mecanicistas subyacentes de este modelo, han terminado erigiendo una teoría alternativa del desarrollo capitalista que es, en sus aspectos centrales, la imagen reflejada de la tesis "progresista" que ellos desean sobrepasar. De este modo, en una forma que ellos critican bastante, ellos conciben las (cambiantes) relaciones de clase como emergiendo más o menos directamente de los (cambiantes) requerimientos para la generación del excedente y el desarrollo de la producción, bajo las presiones y oportunidades engendradas por un creciente mercado mundial. Sólo, mientras sus oponentes tienden a ver tales procesos determinados por el mercado estableciendo, automáticamente, una dinámica de desarrollo económico; ellos lo ven como la ejecución del aumento del retraso económico. Como un resultado, ellos fallan en tomar en cuenta ya sea la manera en que las estructuras de clase, una vez establecidas, de hecho determinarán el curso del desarrollo económico o subdesarrollo durante una época entera, o la forma en que estas mismas estructuras de clase emergen: como la consecuencia de conflictos de clase cuyos resultados son incomprensibles meramente en términos de fuerzas de mercado.32

Indudablemente Brenner acepta como correcta la distinción que el autor de El moderno sistema mundial hace en su tipología de sistemas históricos. Volviendo brevemente a este punto, Wallerstein admite que aunque todos los sistemas históricos por igual se delimitan sobre la base de una única división axial del trabajo (con la consecuencia de que sólo uno de los integrantes de la misma "obtiene el máximo beneficio, ya que el intercambio de plusvalor dentro de un sistema es un juego de suma cero"33) difieren en su forma estructural. El capitalismo se constituyó en la forma de economía-mundo, es decir, un espacio económico único que agrupa múltiples estructuras político-culturales en su seno; mientras que en un imperio-mundo la estructura política coincide con el espacio económico del sistema histórico. Esa disparidad estructural entre una economía y múltiples unidades

31 Ibidem.

32 Ibíd, p. 27.

33 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista", p. 97.

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políticas es lo que proporciona estabilidad, a largo plazo, al propio capitalismo: "el logro social del mundo moderno consiste en haber inventado la tecnología que hace posible incrementar el flujo de excedente desde los estratos inferiores a los superiores, de la periferia al centro, de la mayoría a la minoría, eliminando el 'despilfarro' de una superestructura política sumamente engorrosa".34 Los imperios-mundo, por contraste, aunque lograsen obtener un excedente económico a partir de los productores directos, la estructura política que lo conformaba terminaba por acaparar crecientemente de partes de ese mismo excedente, "especialmente cuando la represión y la explotación originaban revueltas que aumentaban los gastos militares".35 Brenner coincide en ese punto con Wallerstein sugiriendo que "el capitalismo difiere de todos los modos de producción pre-capitalistas en su tendencia sistemática sin precedentes, aunque ni continua ni ilimitada, al desarrollo económico —en particular a través de la expansión de lo que podría llamarse (después de la terminología de Marx) plustrabajo relativo como contrario al plustrabajo absoluto—".36 El capitalismo sería el único sistema histórico (o modo de producción) capaz de producir crecientemente mayores valores de uso, por oposición a los imperios-mundo (o modos de producción pre-capitalistas) los cuales alcanzaban sólo a producir una cantidad relativamente inflexible de producto social. En lo que difieren ambos autores concierne a qué es lo que permite efectivamente ese creciente aumento de la productividad bajo el capitalismo.

Para Wallerstein, el motor que impulsa el aumento de la productividad en el capitalismo es la producción para el mercado con vistas a la máxima ganancia. Así, "la producción se amplía constantemente mientras se pueda obtener un beneficio, y los individuos inventan constantemente nuevas formas de producir cosas que amplíen el margen de beneficio".37 Por su parte, Brenner cuestiona dicha proposición. Para él no puede ser el mero mercado la fuerza impulsora hacia el aumento de la productividad. Si bien, acepta como cierta la proposición wallersteiniana de que la producción para el mercado con vistas a la máxima ganancia indica la existencia del capitalismo, pero no lo inverso: "Ciertamente no, porque la producción para el intercambio es perfectamente compatible con un sistema en el cual es necesario o imposible, o ambos, reinvertir en producción ampliada mejorada para 'ganar'";38 es decir, para realizar D-M...(FT + MP)-D', el ciclo productivo propiamente capitalista. Para el crítico del "marxismo neo-smithiano" la lógica impulsora del mercado solo funcionará, en la forma que Wallerstein sostiene, cuando el mercado esté sobre la base de relaciones sociales de producción capitalistas en las que exista el trabajo asalariado o, lo que es lo mismo, cuando la fuerza de trabajo es una

34 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 22.

35 Ibidem.

36 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 30.

37 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista", p. 97.

38 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 32.

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mercancía. Se tendrá que citar in extenso a Brenner sobre este punto:

Sólo donde el trabajo ha sido separado de la posesión de los medios de producción, y donde los trabajadores han sido emancipados de cualquier relación directa de dominación (tales como la esclavitud o la servidumbre), son "libres" tanto el capital como la fuerza de trabajo para hacer posible su combinación al nivel más alto posible de tecnología. Sólo donde sean libres, tal combinación aparecerá factible y deseable. Sólo donde sean libres, tal combinación será necesitada. Sólo bajo condiciones de trabajo libre asalariado las unidades productoras individuales (combinando fuerza de trabajo y los medios de producción) serán forzadas a vender para comprar, comprar para sobrevivir y reproducirse, y finalmente para expandir e innovar para mantener esta posición en relación a otras unidades productoras competidoras. Sólo bajo tal sistema, donde tanto el capital como la fuerza de trabajo son de este modo mercancías —y lo cual por eso era llamado "producción generalizada de mercancías" por Marx— está ahí la necesidad de producir en el tiempo de trabajo "socialmente necesario" para sobrevivir, y para sobrepasar este nivel de productividad para asegurar la supervivencia

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continua.

Por eso Brenner dice que el comercio, aunque sea amplio en un modo de producción pre-capitalista, sólo puede llegar hasta cierto límite y que en esos modos de producción "no pueden ni tienen que incrementar sistemáticamente las fuerzas de producción, la productividad del trabajo, para reproducirse a sí mismos".40 En base a tal especificación de las relaciones de propiedad capitalistas, Brenner sostiene que las proposiciones de Immanuel Wallerstein, así como las de André Gunder Frank y Paul Sweezy, son tributarias del pensamiento económico de Adam Smith, especialmente de La riqueza de las naciones.

Otro aspecto que permite calificar la posición del autor de El moderno sistema mundial como "marxismo neo-smithiano" es que desprende el desarrollo económico de la división del trabajo a través de la separación de las funciones técnicas (agricultura y manufactura) así como en la división geográfica (campo/ciudad) o, en otras palabras, de la especialización técnico-funcional en las categorías ya mencionadas la cual llevaría al establecimiento de las relaciones comerciales entre las unidades productivas. Así, de acuerdo al crítico de Wallerstein, "tenemos el famoso principio de Smith de que la división del trabajo está limitada por la extensión del mercado —literalmente, el tamaño del área y la población vinculada a través de relaciones comerciales—".41 El crecimiento económico bajo las premisas de Smith, supuestamente compartidas por Wallerstein, sería más o menos de la siguiente forma. El sector manufacturero impulsaría la producción del sector agrícola, lo cual a su vez incrementaría el producto en las ciudades así como la oferta hacia el campo.42 En pocas palabras, sería un proceso circular (crecimiento auto-sostenido): "El

39 Ibidem.

40 Ibíd, p. 33.

41 Ibíd, p. 34.

42 Según Brenner el modelo de desarrollo económico de Adam Smith, y seguido supuestamente por

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hecho de la especialización de la función, con la agricultura y la manufactura ahora llevadas a cabo por unidades productivas separadas, hace posible una mayor eficiencia y facilita la invención. Un proceso de crecimiento auto-sostenido parece ser arrastrado".43 Pero, nuevamente, Brenner recalca que dicho crecimiento económico auto-sostenido únicamente es posible bajo condiciones de relaciones de producción capitalistas. Rápidamente se comprende la cadena causal del desarrollo capitalista, para el "marxismo neo-smithiano", la cual sería así: división del trabajo ^ relaciones comerciales ^ presiones competitivas del mercado ^ desarrollo de las fuerzas productivas ^ relaciones de producción capitalistas, por lo que "el aumento de las distintivas relaciones de clase capitalistas de producción ya no son vistas como la base para el desarrollo capitalista, sino como su resultado"44 Para Wallerstein, entonces, la aparición de las relaciones de producción capitalistas y, junto con ellas, del trabajo asalariado sería el resultado de las orientaciones mercantiles por parte de las unidades productivas que compiten en el mercado. Así, "el trabajo libre asalariado surge como una adaptación tecno-económica dentro de la unidad productiva. El sistema de clases del trabajo libre asalariado emerge como un subproducto de las acciones individuales de las unidades productivas (capitalistas de facto) las cuales reorganizan la producción en orden de maximizar el excedente y competir en el mercado".45

Las críticas de Brenner a Wallerstein como "marxista neo-smithiano" si bien ciertamente son muy clarificadoras teóricamente, y apuntan efectivamente a ciertas lagunas del propio volumen I El moderno sistema mundial, en realidad son el síntoma de un problema más profundo dentro de la propia tradición marxista, y no tanto la prueba de una "mala" o "incorrecta" interpretación que el iniciador del análisis de sistemas-mundo hace de Marx y/o de la teoría marxista en general. No obstante el reproche de Brenner, al repasar el volumen I de El moderno sistema mundial, no se puede sostener tajantemente que el

Wallerstein, da por sentado lo siguiente: "Primero, que la fuerza de trabajo puede y será transferida desde la agricultura rural a la manufactura urbana en respuesta a las oportunidades del mercado. Segundo, que a través de la separación y especialización de las unidades productivas, la productividad del trabajo será mejorada y seguirá mejorándose. De esta forma, para la posibilidad del desarrollo de la división del trabajo campo-ciudad, los agricultores tienen que estar libres para dejar el campo en respuesta a las oportunidades urbano-industriales, mientras que sanciones adecuadas tienen que existir para prevenir su permanencia en el campo a la luz de tales oportunidades. Al mismo tiempo, a menos que la productividad del trabajo —en la primera instancia en la agricultura— se incremente, será imposible soportar la entrada de creciente fuerza de trabajo a la manufactura urbana, el sine qua non del desarrollo económico. Efectivamente, a menos que los excedentes agrícolas sigan creciendo, la población industrial urbana está estrictamente limitada; porque la proporción de la población en la ciudad y el campo depende estrictamente de la productividad del trabajo". Véase Ibidem.

43 Ibidem.

44 Ibíd, p. 39.

45 Ibidem.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

autor de dicho libro ignorase por completo el aspecto subrayado por Brenner. Wallerstein lo abordó en un pasaje, que ciertamente no satisfará a los marxistas más apegados a la letra de Marx. Wallerstein sostiene lo siguiente en alusión a ese punto: "La cuestión es que las 'relaciones de producción' que definen un sistema son las 'relaciones de producción' del sistema en su conjunto, y el sistema en esta época es la economía-mundo europea. El trabajo libre es, en efecto, un carácter definitorio del capitalismo, pero no el trabajo libre en todas las empresas productivas".46 De esa forma, Wallerstein nos previene de la "falacia de división", es decir, lo que es cierto para el sistema en su totalidad no se sigue que sea cierto para las partes. Por eso, las relaciones de producción capitalistas de acuerdo a Wallerstein son propias del sistema, no de las unidades productivas. De ahí que "[e]l trabajo libre es la forma de control del trabajo utilizada para el trabajo cualificado en los países del centro, mientras que el trabajo obligado se utiliza para el trabajo menos especializado en las áreas periféricas".47 Lo que debiese quedar claro es que para Wallerstein, y los adherentes del análisis de sistemas-mundo en general, los capitalistas no sólo han organizado la producción de mercancías, y obtenido plusvalor, sólo usando trabajo libre asalariado, sino también sobre la base de lo que comúnmente se concibe como modos de producción pre-capitalistas. Pero, claro, lo que le molesta a Brenner es el argumento (¡ultra-smithiano!) utilizado por Wallerstein para sostener aquello a través de lo que el autor de El moderno sistema mundial llama "modos de control del trabajo": "Así la concepción de Wallerstein de desarrollo económico por la vía de la especialización necesaria por el modo de control del trabajo más adecuado hace parecer que la adopción de diferentes modos de control del trabajo seguirá algo como una ley ricardiana de la ventaja comparativa".48 En el fondo, según Brenner, el capitalismo de Wallerstein funciona sobre la base de propensiones individuales hacia la ganancia:

No es difícil llegar al fondo de este sistema determinista. Porque su premisa lógica es el universo extra-histórico del homo economicus, de maximizadores de ganancias compitiendo en el mercado, afuera de cualquier sistema de relaciones sociales de explotación. Es un universo en el que cualquier estructura aparente de relaciones sociales que emerge en la producción es meramente un resultado técnicamente determinado de opciones individuales por los "productores" individuales libres quienes tienen acceso a diferentes factores de producción relativamente escasos, y que tienen un rango dado de técnicas productivas alternativas a su disposición. Por sobre todo, es un universo donde los pagos o recompensas van hacia los "factores" de acuerdo a su relativa escasez, no a las clases en virtud de sus capacidades explotadoras.49

A ese nivel de generalidad, es muy difícil no compartir esa crítica particular de Brenner y su etiqueta de "marxismo neo-smithiano" a Wallerstein, considerando la

46 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 179.

47 Ibidem.

48 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 58.

49 Ibidem.

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siguiente afirmación de este último:

¿Por qué diferentes modos de organizar el trabajo —esclavitud, "feudalismo", trabajo asalariado, autoempleo— en el mismo punto temporal en el seno de la economía-mundo? Porque cada modo de control del trabajo es el más adecuado para tipos particulares de producción. ¿Y por qué estaban concentrados estos modos en diferentes zonas de la economía-mundo —la esclavitud y el "feudalismo" en la periferia, el trabajo asalariado y el autoempleo en el centro, y, como veremos la aparcería en la semiperiferia—? Porque los modos de control del trabajo afectan grandemente al sistema político (en particular a la fuerza del aparato de Estado) y a las posibilidades de florecimiento de una burguesía indígena. La economía-mundo estaba basada precisamente sobre el supuesto de que existían de hecho estas tres zonas, y tenían de hecho diferentes modos de control del trabajo. De no haber sido así, no hubiera sido posible garantizar el tipo de flujo de excedente que hizo posible que apareciera el sistema capitalista.50

Pero, según Brenner, esta concepción de capitalismo lleva a procesos contradictorios en vista de los diferentes modos de control del trabajo: "[e]l problema es que maximizar el producto no es la misma cosa que maximizar el excedente hacia la clase dominante: cada uno involucra un 'principio' diferente y procesos diferentes, mutuamente contradictorios".51 Pero, ni siquiera Brenner clarifica muy bien qué quiere decir con esos procesos mutuamente contradictorios. Quizá la propuesta de Wallerstein tenga algo más que decir a ese respecto. Ahora bien, volviendo nuevamente a la acusación de Brenner de que la concepción de Wallerstein de la repartición del excedente económico en el seno del sistema-mundo capitalista está dada mediante mecanismos "ultra-smithianos", al revisar más detenidamente el volumen I, lo sostenido por Wallerstein relativiza en buena medida los cargos que se le imputan. Si bien, pareciera que su explicación se asemeja a la ley ricardiana de las "ventajas comparativas", pero es sólo una apariencia o analogía. El fondo del asunto, es que la distribución de las recompensas nada tiene que ver con un funcionamiento económico aparentemente "neutral" o, lo que es lo mismo, al margen del poder político. De hecho, Wallerstein toma muy en cuenta el conflicto de clases, claro que sus resultados son diferenciales a lo largo y ancho del sistema-mundo. Comparando ese aspecto durante la "revolución de los precios" en el siglo XVI con el siglo XX, él sostuvo que "las ilusiones monetarias se verían contrarrestadas por la organización de los sindicatos, la extensión de la educación, la existencia de índices de precios, y la acumulación de experiencia sobre la inflación. Más aún, la organización política de los trabajadores hace más difícil para el Estado el restringir los salarios (...) Pero en aquella primitiva era capitalista, los trabajadores no tenían la misma capacidad de maniobra".52 Por consiguiente, no es tan obvio que el modelo de desarrollo capitalista de Wallerstein sea

50 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 121.

51 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 58.

52 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 112.

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inherentemente "ultra-smithiano"; y de seguro Wallerstein no rechazaría la siguiente afirmación de su crítico: "la evolución histórica o emergencia de cualquier estructura de clases dada no es comprensible como el mero producto de una opción e imposición de la clase dominante sino, como veremos, representa el resultado de conflictos de clase a través de los cuales los productores directos, en mayor o menos medida, han sido exitosos en restringir la forma y el alcance el acceso de la clase domina nte al plustrabajo".53

Finalizando este apartado conviene referirnos aunque sea brevemente a ciertos problemas, mencionados en párrafos más atrás, en el campo de la propia teoría marxista. La verdad es que las propuestas teóricas de ambos autores no dan, y no pueden, dar cuenta del orígen histórico (o "real") del sistema capitalista. La disputa entre ambos sólo puede llegar al nivel de un orígen teórico, o en la forma de supuesto teórico, del capitalismo. En este punto comparto plenamente la siguiente afirmación del marxista estructuralista, Étienne Balibar, relacionado con el problema intelectual que acarrea la discusión acerca de los "orígenes" del propio capitalismo:

El conocimiento de las leyes del desarrollo del capital aquí no nos es de ninguna utilidad, porque se trata de un proceso completamente diferente, no sometido a las mismas condiciones. Así aparece una ruptura completa que se refleja en la teoría entre la historia de la formación del capital (relaciones sociales capitalistas) y la historia del capital mismo. Así, la historia real de los orígenes del capitalismo no sólo es diferente del mito de los orígenes, es al mismo tiempo diferentes por sus condiciones y sus principios de explicación de lo que nos apareció como la historia del capital; es una prehistoria, es decir, una historia de otra edad.54

De esta manera, por muy relevantes y clarificadoras que sean las observaciones de Robert Brenner al volumen I de El moderno sistema mundial, la apelación a las relaciones sociales de producción tampoco explicaría el orígen histórico del capitalismo, así como tampoco lo serían las propias presiones competitivas del mercado como parecería sugerir el "marxismo neo-smithiano" de Immanuel Wallerstein. Y, pues, aunque ciertamente la separación del productor directo de sus propios medios de producción es la base sobre la cual el capitalismo se despliega, ello en absoluto responde qué obligó a que se sucediese tal acontecimiento fundacional del propio capitalismo. De hecho, podría plantearse inclusive que históricamente han sido las propias presiones competitivas del mercado las que han conducido al cambio en las relaciones de producción. Este es el típico problema del huevo o la gallina; pero ninguna de las alternativas realmente es un orígen histórico, sino sólo el supuesto teórico para la existencia del capitalismo. Y en este punto creo que Wallerstein es incluso más coherente en términos históricos que Brenner, al sostener que las relaciones de

53 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 59-60.

54 Étienne Balibar, "Acerca de los conceptos fundamentales del materialismo histórico", en: Louis Althusser, Para leer El capital, Siglo XXI editores, 1° edición, 1969, 26° reimpresión, 2010, México, p. 302.

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producción capitalistas, en última instancia, son el resultado del sistema antes que la precondición del mismo: los capitalistas en los orígenes no sabían a plena conciencia lo que estaban haciendo, hasta que en el siglo XIX finalmente comenzó a pensarse sobre el modo de producción capitalista.

Finalmente, debiera quedar claro que de lo que se trata aquí es de considerar las dicotomías expresadas por Wallerstein y Brenner como un par dialéctico e indisoluble para la interpretación de los acontecimientos históricos en el marco del sistema-mundo. Si bien Brenner da cuenta de la precondición estructural necesaria, en términos teóricos, para la existencia del capitalismo; Marx fue muy claro en El capital al aseverar que "La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción" 55 Y pues, Wallerstein justamente atiende a tal aspecto, al proceso histórico de construcción y reconstrucción de las relaciones de producción capitalistas por medio de la lucha de clases —condicionadas por los altibajos cíclicos (fases A y B Kondratiev) y limitadas por las tendencias seculares— las cuales se dan cada vez más a una escala ampliada llegando a abarcar la totalidad del globo terrestre (mundialización efectiva del sistema-mundo capitalista). Pero, simultáneamente, como lo sostiene también el mismo Marx en los Grundrisse, las relaciones de producción también presuponen el mismo mercado mundial como espacio o soporte de despliegue de las mismas, cuestión que Brenner cataloga como un aspecto "ultra-smithiano":

Por consiguiente, una condición de la producción fundada en el capital es la producción de una esfera de la circulación constantemente ampliada, ya porque esa esfera se amplíe directamente, ya porque en su interior se creen más puntos de producción. Si al principio se presentaba la circulación como una magnitud dada, aparece aquí como móvil y se amplía mediante la reproducción misma. Conforme con ello, se presenta con ello como un momento de la producción. Así como el capital, pues, tiene por un lado la tendencia a crear siempre más plustrabajo, tiene también la tendencia integradora a crear más puntos de intercambio; vale decir, y desde el punto de vista de la plusvalía o plustrabajo absolutos, la tendencia a suscitar más plustrabajo como integración de sí misma; au fond, la de propagar la producción basada sobre el capital, o el modo de producción a él correspondiente. La tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en la idea misma del capital. Todo límite se le presenta como una barrera a salvar. Por de pronto someterá todo momento de la producción misma al intercambio y abolirá la producción de valores de uso directos, que no entran en el intercambio; es decir, pondrá la producción basada en el capital en lugar de los modos de producción anteriores, más primitivos desde el punto de vista del capital. El comercio ya no aparece aquí como función que posibilita a las producciones autónomas el intercambio de su excedente, sino como supuesto y momento esencialmente universales de la producción misma.56

55 Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 3, Siglo XXI editores, 2° edición, 1988, 8° reimpresión, 2009, México, p. 893.

56 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 18571858, tomo I, Siglo XXI editores, 20° edición, 2007, México, pp. 569-560.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

II. Reconsiderando El moderno sistema mundial: más allá de la dicotomía

producción/circulación

Marx hizo un gran trabajo en pleno siglo XIX al desenmarañar las inconsistencias así como el ahistoricismo de la economía política clásica (Adam Smith, David Ricardo, entre otros), lo cual desembocó en su "crítica de la economía política". Sin embargo, y sin negar sus valiosos aportes para el conjunto de las ciencias sociales, su progresivo centramiento en lo que comúnmente se ha etiquetado como "esfera de la producción" supuestamente en contraposición a la llamada "esfera de la circulación" ha provocado un creciento estrechamiento en la amplitud del propio materialismo histórico. Con respecto a nuestro tema particular, si bien Wallerstein pareciera ser "smithiano" de acuerdo a Brenner porque la división del trabajo y el intercambio económico constitutivo de aquél se asemeja al principio de Adam Smith de la "extensión del mercado", en el fondo reflejaba otro problema. Para Wallerstein, y en contra de su crítico, no cualquier comercio entre una división del trabajo delimita sistemas históricos, un punto muy relevante considerando la crítica de Brenner. Si así fuese entonces caeríamos en la trampa de "considerar cualquier actividad de intercambio como prueba de la existencia de un sistema".57 ¿Qué quiere decir el autor con eso? Él está llamando la atención, al menos implícitamente, de que no es la mera propensión individual, descentralizada y no planificada hacia el intercambio lo que conforma progresivamente un sistema histórico. Wallerstein propuso mejor dicho, y de manera bien explícita, el siguiente punto que no se asemeja para nada a lo reprochado por Brenner: "La característica definitoria de un sistema social es la división del trabajo que en ella existe, de forma que los distintos sectores o áreas dependen del intercambio económico recíproco para la satisfacción fluida y continua de sus necesidades". 58

Para decirlo en otros términos, de acuerdo a Wallerstein, el criterio de demarcación de un sistema histórico es el conjunto de actividades (¿sólo "económicas"?) que lo reproducen espacio-temporalmente. Este aspecto permite conjeturar que el autor no está en realidad tan apartado de los problemas intelectuales abordados por Marx, aunque sí de lo que piensa la mayoría de los marxistas. Por un lado, el énfasis en la satisfacción de las necesidades humanas como criterio demarcador de sistemas-mundo alude específicamente al "inicio" teórico del corpus marxiano. Pues Marx no comenzó El capital directamente con el conflicto de clases, sino con el concepto de mercancía, a saber, "una cosa que mercer a

57 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista", p. 97.

58 Ibíd., p. 88.

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sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran". 59 ¿Qué tienen que ver las "necesidades humanas" con un determinado sistema histórico? Pues mucho debido a que concierne justamente a los fundamentos primeros, o condiciones previas, que hacen inteligible la lucha de clases o, más específicamente, la división entre la clase de los explotadores y la clase de los explotados, aunque no estoy sosteniendo la primacía histórico-causal de dicho antagonismo sino la primacía lógica exclusivamente. Sin dicha precondición lógica entonces ¿cómo sería inteligible la lucha entre ambas clases sociales? Obviamente no como una mera lucha de poder por el poder, como un fin en sí mismo. De ahí la importancia del llamado "tiempo mínimo necesario socialmente necesario" para la producción de una mercancía y, a fortiori, la reproducción de un sistema histórico porque sirve como criterio estructural fundante para poder observar la explotación y la lucha de clases: "El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e identidad". 60 En suma, Wallerstein nunca negaría que las mercancías tienen su orígen en el trabajo humano concreto que transforma a la naturaleza en un determinado valor de uso.

Por otro lado, Wallerstein antes de encargarse de la división axial del trabajo en el volumen I de El moderno sistema mundial, se ocupó del dinero (mundial) en el marco del sistema-mundo capitalista. Y a decir verdad, su argumentación no sigue en absoluto el tipo de razonamiento de los economistas liberales o neoclásicos. Wallerstein rápidamente rechazó el papel del dinero en términos de la llamada "teoría cuantitativa del dinero" de Irving Fisher, simplemente porque las variables componentes de dicha ecuación —P x Q = M x V, es decir, el nivel de precios (P) por la cantidad de bienes (Q) es igual a la cantidad de dinero (M) por su velocidad de circulación (V)— en ningún momento histórico permanecen fijas. Siempre fluctúan. Entonces, si el papel del dinero no se limitó a ser sólo un medio de circulación que, de acuerdo al autor, "[s]ustentó el impulso de la expansión, protegiendo aquel sistema aún débil contra los asaltos de la naturaleza",61 ¿cuál era su finalidad estructural? Aquí él va incluso a contrapelo del mismo Marx, ya que aunque este último desentrañase el llamado "fetichismo de la mercancía", se podría aseverar que la mayoría de los marxistas terminó comprándose la concepción del mercado como un lugar "pre" o "asocial" exclusivamente mediador "entre los objetos, existente al margen de los productores".62 La referencia al dinero mundial sugerida por Wallerstein pretendía precisamente superar ese auto-engaño "liberal", incluso compartido por varios marxistas.

59 Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 1, Siglo XXI editores, 1° edición, 1975, 28° reimpresión, 2008, México, p. 43.

60 Ibíd, p. 48.

61 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 105.

62 Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 1, p. 88.

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Más concretamente, Wallerstein al subrayar que el dinero fue fruto de una decisión política, y expresión del carácter inherentemente monopólico del capitalismo, proporciona una visión del mercado como dispositivo de clase, perspectiva que evidentemente no calza con el "marxismo neo-smithiano" que le adjudica Brenner.

Este antecedente permite comprender la siguiente aseveración del autor en relación a la "revolución de los precios" en los inicios históricos de la economía-mundo capitalista en pleno siglo XV en que "[l]a inflación creó una redistribución de ingresos, una redistribución complicada debido a las múltiples capas de la economía-mundo europea. Fue, no obstante, un método de cargar a los sectores políticamente más débiles para proveer un fondo de acumulación de capital que pudiera entonces ser invertido por alguien". 63 Pero ¿qué tiene eso que ver con el capitalismo? Precisamente en que aunque o, mejor dicho debido a que, es un medio de circulación, es decir, para facilitar el intercambio de los múltiples valores de uso en tanto que mercancías, proceso personificado en el ciclo M-D-M (mercancía-dinero-mercancía), también en el capitalismo ese objeto se vuelve un fin en sí mismo proceso personificado en el ciclo D-M-D' (dinero-mercancía-más dinero). Como ya lo decía Marx en la Contribución a la crítica de la economía política: "en la forma D-M-D el resultado de la circulación aparece al mismo tiempo como su punto de partida". 64 Más precisamente, el proceso de circulación en el capitalismo siempre entraña una cierta polaridad: "Mientras que en M-D-M es el intercambio de material, la existencia formal de la mercancía misma, surgida de este primer proceso, constituye el contenido real del segundo proceso D-M-D'";65 o sea, la circulación de valores de uso (particulares) como mercancías junto con la circulación del valor con el cual se "miden" los valores de las mercancías expresados en precios. El prejuicio contra la esfera de la circulación fomentada incluso por Marx, es insostenible sobre la base de que aunque puede ser admisible que "el ciclo D-M-D oculta, bajo las formas de mercancía y dinero, relaciones de producción más desarrolladas, y dentro de la circulación simple es sólo reflejo de un movimiento superior",66 esa advertencia no nos debiera conducir necesariamente a contemplar este aspecto como algo secundario y/o carente de importancia.

El dinero mundial para el autor, entonces, es el instrumento con el cual la clase capitalista puede subsumir y sincronizar al mercado mundial/división del trabajo constitutiva de la economía-mundo capitalista. Así se hace entendible la posición de Wallerstein, la cual relativiza o modifica, pero no niega necesariamente, la concepción

63 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 115.

64 Karl Marx, Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI editores, 8° edición, 2008, México, p. 111.

65 Ibíd, pp. 111-112.

66 Ibíd., p. 112.

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marxista "ortodoxa" concerniente a la extracción del plusvalor, cuyo proceso "implica no sólo la expropiación del plusvalor producido por los trabajadores, sino también una apropiación del excedente de toda la economía-mundo, por las áreas centrales".67 Quizá esa proposición hubiese sido más aceptable para los marxistas si hubiera sostenido que los trabajadores también se encontraban en las áreas periféricas del sistema-mundo. Justamente ese esa el punto, sólo que la explotación, en este esquema, no coincide con el imaginario marxista "ortodoxo" heredado del siglo XIX que subraya la importancia del trabajador "libre" asalariado, sobre todo en el sector industrial (casi confundiendo las relaciones sociales con el estado tecnológico). Pero por esa misma razón, Wallerstein también recalca el papel del mercado (mundial) en su esquema porque la explotación hacia las distintas clases trabajadoras no tiene como fin en sí mismo el propio autoconsumo, sino que está mediado por ese espacio económico mundial, como en el siguiente ejemplo de la América colonial. Según el autor: "el terrateniente (señor) producía para una economía-mundo capitalista. Los límites económicos de su presión explotadora venían determinados por la curva oferta/demanda de un mercado".68 No es tan claro que Wallerstein difiera tanto de Marx, considerando el tomo III de El capital, especialmente el capítulo XX llamado "Consideraciones históricas sobre el capital comercial". Allí además de presuponer el dinero como condición estructural para facilitar la concentración capitalista (patrimonio), Marx también asevera que "la producción para el comercio, la venta al por mayor y no a un cliente individual, es decir también un comerciante que no compra para satisfacer sus necesidades personales, sino que concentra en el acto de su compra los actos de compra de

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muchos .

Pero antes de seguir con ese punto tendré que volver a los "modos de control del trabajo" demasiado "neo-smithianos" para Robert Brenner. Cabe resaltar que incluso el mismo Marx daba pie al tipo de formulaciones elaboradas por Wallerstein. En el capítulo XXIV, titulado "La llamada acumulación originaria" del tomo I de El capital, Marx después de resaltar la separación del productor directo de sus "propios" medios de producción como condición estructural sine qua non del modo de producción capitalista relativiza posteriormente esa argumentación con la siguiente observación: "Ciertamente, este modo de producción existe también dentro de la esclavitud, de la servidumbre de la gleba y de otras relaciones de dependencia".70 Esto nos lleva a preguntar, ¿el esclavo y el siervo de la gleba eran propietarios de sus medios de producción? No ciertamente. Entonces, la distinción entre modos de producción/sistemas históricos es, aunque sólo hasta

67 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista", p. 101.

68 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 127.

69 Karl Marx, El capital, tomo III, volumen 6, Siglo XXI editores, 1° edición, 28° reimpresión, 2009, México, p. 418.

70 Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 3, p. 951.

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cierto punto, artificial. Quizá el rasgo más distintivo del capitalismo como modo de producción no concierne tanto al trabajo asalariado, la propiedad privada o los mercados, sino la tendencia a la acumulación incesante de capital, de riqueza abstracta (D-M-D') la cual, por definición, puede ser infinita, sin llegar a conocer más límites que ella misma. Esta posición es inclusive más plausible de sostener a partir de un pasaje del tomo II de El capital, que dice lo siguiente:

Dentro del proceso de circulación del capital industrial, en el que éste actúa como dinero o como mercancía, el ciclo del capital industrial se entrecruza, ya como capital dinerario, ya como capital mercantil, con la circulación de mercancías de los modos sociales de producción más diverso, en la medida en que éstos son al mismo tiempo producción de mercancías. Lo mismo da que la mercancía sea producto de la producción que se basa en la esclavitud, o que sea producida por campesinos (...), o por entidades comunitarias (...), o por la producción estatal, o por pueblos semisalvajes de cazadores, etc.: como mercancías y dinero se enfrentan al dinero y a las mercancías en los cuales se presenta el capital industrial, e ingresan tanto en el ciclo de éste como en el del plusvalor encerrado en el capital mercantil, si este plusvalor se gasta como rédito; es decir: entran en los dos ramos de circulación del capital mercantil. El carácter del proceso de producción del que provienen resulta indiferente; en cuanto mercancías entran en el ciclo del capital industrial, así como en la circulación del plusvalor del que él es portador. Como vemos, es el carácter universal del orígen de las mercancías, la existencia del mercado como mercado mundial, lo que distingue el proceso de circulación del capital industrial. Y lo que vale de las mercancías ajenas, vale también del dinero ajeno; así como el capital mercantil actúa frente a él sólo como mercancía, así este dinero actúa frente a él como dinero, el dinero funciona aquí como dinero mundial.71

En efecto Brenner tiene mucha razón al declarar que "Wallerstein de hecho tiene que razonar en gran parte de acuerdo a estas premisas. Esto es porque él tiene que argumentar que cada modo de control del trabajo es de alguna forma 'productivo'".72 Él sólo considera "productivo" al trabajo asalariado como fue concebido en el siglo XIX. Wallerstein, justamente, sostiene que la esclavitud, la servidumbre y cualquier tipo de trabajo forzado (no asalariado) es "productivo", produce plusvalor, para el capitalista. Es cierto que los modos de control del trabajo "son elegidos como cualquiera otros, de acuerdo a las exigencias de maximizar la producción (salida), dado el carácter eco-demográfico de la región", sin embargo el autor no logra distinguir que la dicotomía entre maximizar la producción y maximizar el plusvalor está espacio-temporalmente condicionada al suponer que "un método de control del trabajo es más viable si maximiza el plusvalor para la clase dominante de esa región".73 Brenner supone que cada clase capitalista del sistema-mundo coincide con los métodos de control del trabajo regionalmente diferenciados.

71 Karl Marx, El capital, tomo II, volumen 4, Siglo XXI editores, 1° edición, 1976, 20° reimpresión, 2008, México, p. 129.

72 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 58.

73 Ibíd, p. 58.

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El moderno sistema mundial intentaba romper esa noción "compartimentalizada" de las clases sociales, como si sólo se delimitasen para cada unidad productiva (modo de control del trabajo) o para cada unidad política jurídicamente delimitada. Para Wallerstein las clases existen en el seno del sistema-mundo, y los modos de control del trabajo en cierta forma expresan condicionamentos tecnológicos y eco-demográficos como asevera Brenner pero también algo más. Uno de los puntos fuertes de lo que proponía Wallerstein, al operacionalizar su unidad de análisis pertinente, era subrayar justamente la disyuntura estructural constitutiva del sistema-mundo capitalista, a saber, la disyuntura entre un espacio económico único y múltiples entidades políticas al interior del mismo. A primera vista, esa distinción analítica entre lo "económico" y lo "político" pareciera ser abstracta así como carente de importancia, pero en realidad daba cuenta de ciertos principios operativos del sistema histórico en cuestión. Según el autor, la disyuntura operaba del siguiente modo: "La característica distintiva de la economía-mundo capitalista es que las decisiones económicas están orientadas primariamente hacia la arena de la economía-mundo, mientras que las decisiones políticas están orientadas principalmente hacia las estructuras menores que tienen control legal, los Estados (...) en el seno de la economía-mundo".74 Esa disyuntura espacial es lo que explica la duradera fortaleza del capitalismo en el largo plazo y lo limitado de las estructuras estatales ya que sólo controlan "porciones" delimitadas del sistema-mundo: "el capitalismo como modo económico se basa en el hecho de que los factores económicos operan en el seno de una arena mayor de lo que cualquier entidad política puede controlar totalmente. Esto les da a los capitalistas una libertad de maniobra que tiene una base estructural".75 Sin tomar esto en consideración es fácil sostener que Wallerstein es "neo-smithiano" y compartía el argumento subyacente a la teoría de las "ventajas comparativas" de Ricardo.

Por un lado, esto significó la progresiva instauración de una estructura de la rentabilidad, geográficamente fija, para la clase capitalista mundial. A diferencia de la mayoría de los marxistas, los sistemistas-mundiales plantean que la clase capitalista desde siempre ha tenido un alcance global. Ese punto es relevante porque en un mundo con múltiples espacios "políticos" diferenciados entre sí al interior de un espacio económico global permitía, al menos temporalmente, una "solución espacio-temporal" para hacer frente a las cíclicas crisis de rentabilidad mediante "una relativa solidaridad interior (a su vez función de los mecanismos de distribución de las recompensas) y de los arreglos que se puedan hacer para utilizar lejos mano de obra barata (siendo tanto más importante que lo

74 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 93.

75 Ibíd, p. 491.

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sea cuanto más lejos esté, debido a los costos de transporte)".76 Esto quiere decir que a medida que se utiliza fuerza de trabajo proletarizada en el centro, esta en aras de lograr alzas salariales, comienza lentamente a acrecentar los costos de producción empeorando las condiciones de rentabilidad. Frente a eso, la utilización de fuerza de trabajo más barata (característica de la periferia) permitiría, al mismo tiempo que se incorporan los crecientes costos productivos en el centro, contrapesar esas alzas salariales al mínimo posible, incluso por debajo del mínimo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, y simultáneamente tendría la ventaja para los capitalistas del centro de forzar a otros aparatos estatales (o en las colonias ubicadas en las "fronteras" del sistema-mundo) a lidiar directamente con los costos de creciente incontrolabilidad de la fuerza laboral con métodos mucho más coercitivos que requieren aparentemente menores recursos para reproducirlos. Pero esa misma rentabilidad también tiene un aspecto móvil como lo observamos desde el punto de los medios de circulación y pago mundiales.

Los marxistas ciertamente están en lo correcto al sostener que los valores de uso, en última instancia, vienen de un "tiempo socialmente necesario" para su producción por parte de una fuerza de trabajo; pero de ahí no se sigue que el valor de cambio de dicha mercancía producida por ellos mismos esté en relación directa con la teoría del valor-trabajo de Marx. De hecho en el capitalismo no es así, y Marx contemplaba esa disparidad entre el valor-trabajo y el precio como "mistificación" del plusvalor en la forma de ganancia:

Al transformarse en precio la magnitud del valor, esta relación necesaria se pone de manifiesto como relación de intercambio de una mercancía con la mercancía dineraria, existente al margen de ella. Pero en esta relación tanto puede expresarse la magnitud del valor de la mercancía, como el más o el menos por el que en determinadas circunstancias puede enajenerse. Por tanto, en la forma misma del precio está implícita la posibilidad de una incongruencia cuantitativa, de una divergencia, entre el precio y la magnitud del valor. No se trata, en modo alguno, de un defecto de esa forma, sino que al contrario es eso lo que la adecua a un modo de producción en el cual la norma sólo puede imponerse como ley promedial que, en medio de la carencia de normas, actúa ciegamente.77

Así el dinero mundial no puede considerarse como mero lubricador de la circulación mercantil. La siguiente proposición de Brenner reafirma de hecho, lo que quería decir Wallerstein: "El mercader podría llevar mercancías desde una parte de l globo hacia otra, desde una región a otra, pero la mera oferta de estas mercancías no suscita automáticamente la aparición de un mercado de productos para el intercambio. Porque los explotadores y los productores directos ya tienen lo necesario para reproducirse a sí mismos". 78 En

76 Ibíd, p. 119.

77 Karl Marx, Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 1, p. 125.

78 Robert Brenner, "The Social Basis of Economic Development", en: John Roemer (ed.), Analytical Marxism, Cambridge University Press, 1° edición, 1986, Nueva York, p. 37.

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concordancia, el dinero no es sólo un medio de circulación, ya que "[d]espués de todo, los metales preciosos han de ser utilizados para comprar mercancías reales",79 a saber, ocupada en el ciclo M-D-M, sino que también es expresión de la propia riqueza abstracta ocupada en el ciclo D-M-D', a saber, la propia auto-expansión del capital. Y como consecuencia de lo anterior, este objeto reproduce la monopolización del acceso a los medios de producción/subsistencia en el proceso de circulación de capital por medio de la compra (M-D-M) mientras, al mismo tiempo, contribuye a realizar el plusvalor (producido en los distintos lugares de trabajo) y a la auto-expansión del capital (D-M-D').

Y vinculando ese aspecto con la disyuntura estructural recién mendionada, porque con ese objeto no sólo se monopoliza y encauza la acumulación de capital (D-M-D') a escala mundial, sino también engloba a los múltiples valores de uso en sus distintos puntos tanto de producción como de venta a escala mundial (M-D-M). A estas alturas es bastante difícil seguir manteniendo la tajante división entre "producción" y "circulación" sostenida por los marxistas más "ortodoxos" por la sencilla razón de que ambas son co-constitutivas entre sí. En el tomo II de El capital Marx fue enfático en un punto que nos concierne acá, pero que no tiene tanta relación con la venta directa de las mercancías en un mercado particular, sino con la mercancía universal. Ese punto atañe a que "[l]a producción de oro pertenece, como la producción de los metales en general, a la clase I, a la categoría que engloba la producción de medios de producción".80 Esto claramente fue considerado por Wallerstein en el volumen I de El Moderno sistema mundial en el marco, aunque no lo dijera explícitamente, de las relaciones de propiedad capitalistas como las "relaciones de producción" (en un sentido amplio, incluyendo la esfera de la circulación) de la economía-mundo. Sólo véase el siguiente ejemplo en que durante el siglo XVI "Amsterdam se convirtió en un triple centro de la economía europea, mercado de bienes, centro de embarque y mercado de capitales",81 evidenciando de este modo la monopolización de las mercancías del Departamento II (medios de subsistencia y de lujo) y los del Departamento I (bienes de capital y de transporte) forzando al resto, como necesidad estructural para poder reproducirse a sí mismos, a consumir esas mercancías y que la compra de dichos bienes estuviese, simultáneamente, mediado por el flujo dinerario mundial también monopolizado por ellos.

Dicho más concretamente, la monopolización de esas mercancías derivaba en la capacidad de controlar la distribución de los distintos tipos de mercancías a lo largo y ancho del sistema-mundo capitalista. Obviamente el uso del dinero mundial traía consigo

79 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 284.

80 Karl Marx, El capital, tomo II, volumen 5, Siglo XXI editores, 16° edición, 2007, México, p. 473.

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81 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 302.

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consecuencias en las condiciones de producción (y no sólo de producción) para las zonas de la economía-mundo, extendiéndose incluso a consecuencias ecológicas como lo notaba Wallerstein al decir que "se podría decir que una región con tal cantidad de metales preciosos podría haber importado trigo. Esto parece haber ocurrido en cierta medida, lo suficiente como para extender los efectos del hambre creando escasez en otros lugares".82 No obstante, no fue sino en el volumen II de El moderno sistema mundial donde el autor afinó mejor esta línea de argumentación aludiendo a los períodos cíclicos inflacionarios del capitalismo histórico, al descartar la noción de precios generales: "los precios son relativos por definición. Un precio sólo tiene significado dentro del contexto de todas las series sincrónicas de precios de un mercado determinado. Los precios nunca suben o bajan en general; suben algunos precios, lo que significa que otros bajan. El fin de las expansiones no implicó simplemente la medición etérea de los precios nominales; implicó unos productos materiales reales".83 Por otro lado, además, el uso del dinero mundial también sirve como criterio de demarcación espacio-temporal de un sistema histórico para diferenciarlo de la "arena externa" al cap italismo histórico. Wallerstein sostuvo lo siguiente al respecto lo cual citaré in extenso:

Para facilitar los intercambios comerciales dentro del sistema es necesaria la moneda (en el caso de la economía-mundo europea, el cobre y la plata para su uso diario, respaldados por el oro). Obviamente el papel (las letras de cambio) cumple también este fin. Sería de esperar que tales intercambios fueron básicamente multilaterales y se saldaron primordialmente en papel, con liquidaciones ocasionales mediante transferencias de oro en el centro financiero internacional (que en el siglo XVII era Amsterdam). En un intercambio entre dos arenas económicas exteriores entre sí, no se usa la "moneda". El intercambio es relativamente bilateral y se realiza en mercancías inversamente valoradas: en este caso la plata de Europa fue intercambiada primero por especias y más tarde por los calicós de las Indias Orientales. La moneda o los metales preciosos llevados a Asia (y a Rusia) fueron utilizados en gran medida "para su atesoramiento o para joyería" y la "balanza comercial" (si es que no se quiere pensar en la plata como mercancía) fue persistentemente desfavorable y en buena parte bilateral durante un largo período de tiempo.84

Efectivamente, como "reprochaba" Brenner a Wallerstein, "[e]l resultado es la producción máxima en todas partes, crecimiento máximo para el sistema como un todo",85 sólo que para el autor de El moderno sistema mundial ese resultado es dependiente, a su vez, de las condiciones de acumulación (favorables o no) que se dan cíclicamente e inevitablemente mediadas por el mercado mundial.

82 Ibíd, pp. 309-310.

83 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial II: el mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea 1600-1750, Siglo XXI editores, 2° edición, 2011, México, p. 34.

84 Ibíd, p. 150.

85 Robert Brenner, "The Origins of Capitalist Development", p. 58.

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Para Wallerstein la situación descrita por Brenner no se desenvuelve linealmente o sin sobresaltos, sino de una forma tal que siempre está sometida a un delicado equilibrio en el cual "mientras que la maximización del beneficio a corto plazo requiere minimizar la cantidad de excedente que consume la mayoría, a largo plazo la producción continua de excedente requiere una demanda de masas que sólo se puede crear redistribuyendo el excedente producido".86 Esto se conoce como "eficiencia de la producción", cuestión contradictoria ya que redistribuir el excedente hacia la mayoría necesariamente acarrea la disminución de la tasa de ganancia para los capitalistas pero no redistribuirlo a la mayoría que compone la fuerza de trabajo significa socavar la reproducción en el largo plazo, razón por la cual sostenga que tal problema se "solucionaría" más o menos así: "la expansión de la producción puede ser invertida, detenida o al menos aminorada, y la distribución de la renta puede ser dispuesta de tal modo que haya una demanda global incrementada que finalmente permita una nueva expansión". 87 Esta posición a su vez no considera que la discrepancia oferta/demanda sea una tautología como lo creía Marx, al sostener que "[e]sta venta no tiene absolutamente nada que ver con la verdadera situación de la demanda. Sólo tiene que ver con la demanda de pago, con la necesidad absoluta de transformar mercancía en dinero".88 Wallerstein concuerda al respecto cuando asevera: "Superproducción es un término decepcionante. No quiere decir que se produzca más que lo que desean los consumidores del mundo. Significa que los productores tienen que luchar para encontrar mercados".89 A primera vista puede ser tautológico suponer que la "crisis" es por una saturación de la demanda pero esa demanda, aunque pudiera ser contraintuitivo, es una variable dependiente (lucha de clases) para sostener la acumulación capitalista, por lo que aunque en el corto plazo se pueda acumular capital a partir de las ganancias financieras (D-D') más temprano que tarde "las ganancias de la explotación productiva son la única base sólida para mantenerse a la cabeza de la economía-mundo".90

Pero estos arreglos para aliviar los "cuellos de botella" están espacio-temporalmente condicionados como ya se mencionó, en que para mantener la alta tasa de acumulación mayormente en el centro y la semiperiferia del sistema-mundo, se debe aumentar la tasa de explotación a los productores directos (generalmente extendiendo la jornada laboral) sobre todo en la periferia. Wallerstein hace una interesante observación de por qué la intensidad en la explotación laboral no es más alta durante los períodos de expansión que en los de

86 Immanuel Wallerstein, "El ascenso y la futura decadencia del sistema-mundo capitalista", p. 113114.

87 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial II, pp. 178-179.

88 Karl Marx, El capital, tomo II, volumen 4, p. 88.

89 Immanuel Wallerstein, "La crisis como transición", en: Samir Amin et. al., Dinámica de la crisis global, Siglo XXI editores, 4° edición, 2005, México, p. 44.

90 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial II, p. 66.

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estancamiento mundial, cuestión que es respondida del siguiente modo:

Una respuesta podría ser que este incremento llevó su tiempo. Otra sería que una alta tasa de prestaciones de trabajo es racional en tiempos de recesión del mercado, por las diversas razones aducidas, pero que una tasa media es más conveniente para una época de expansión del mercado, porque una tasa elevada conlleva un aspecto negativo: a partir de cierto punto, las prestaciones de trabajo agotan y reducen la productividad (...) Podemos resumir la situación del siguiente modo. En el siglo XVI, las prestaciones del trabajo eran económicamente productivas. Suponían el mismo trabajo que habrían realizado los campesinos en cualquier caso, dado el mercado favorable, pero el señor se apropiaba de parte del excedente, arrebatándoselo al campesino mediante la institución de las prestaciones de trabajo. Cuando los tiempos se hicieron más difíciles, las exigencias del señor en materia de tiempo de trabajo campesino aumentaron. En ese momento, el campesino empezó a dar un trabajo que de otro modo no habría aumentado. A la larga, este exceso de producción tendería a agotar el potencial de trabajo campesino y sería contraproducente, pero a corto plazo aseguraría que el grueso de las pérdidas resultantes de un mercado mundial débil fuese soportado por el campesino y no por el

91

señor.

A su vez, para compensar esa sobre-explotación en la periferia ocurre la expansión geográfica del sistema-mundo, es decir, "la incorporación de nuevas zonas tiene sentido en el corto plazo no como lugar de nueva demanda, sino —al contrario— como lugar de oferta más barata, con lo cual se puede crear una nueva fuente de incremento de la tasa global de ganancia".92 En otras palabras, la incorporación de nuevas zonas es lo que ha permitido abaratar constantemente los insumos productivos, fundamentalmente fuerza de trabajo y materias primas o, lo que es lo mismo, evitando un desgaste acelerado que implicase un alza de su costo de reproducción. Wallerstein nos muestra de una forma espacio-temporalmente informada, y de paso confirma a Brenner, que no es lo mismo maximizar la producción para la economía-mundo como un todo, y la acumulación de plusvalor hacia la clase capitalista mundial. Con todo, en el largo plazo la incorporación implica la generación de demanda, a saber, que "la población del lugar participe en la producción para la economía-mundo y, en caso de que no haya suficientes personas con una renta lo suficientemente alta, fomentando el 'asentamiento'",93 reiniciando constantemente la búsqueda de más fuerza de trabajo y nuevas fuentes de recursos naturales que explotar.

En efecto, claramente aquí radica su límite "absoluto" a las recurrentes expansiones cíclicas sostenidas por la expansión geográfica. Eso es un problema porque grosso modo el tope máximo geográfico implica que ya no se pueda compensar la creciente redistribución —ahora ya no sólo por la creciente competencia intercapitalista así como por alzas salariales, sino también por el incremento de los impuestos que se traducen en "gasto

91 Ibíd, p. 192.

92 Immanuel Wallerstein, "La crisis como transición", p. 24.

93 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial II, pp. 332-333.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

público" y el agotamiento ecológico— haciendo que los límites más "externos" del sistema-mundo financien esa redistribución. En suma, la tasa de ganancia puede mantenerse o incrementarse bajo el supuesto de que exista una ilimitada "oferta" de fuerza de trabajo, recursos naturales y espacio físico para evitar caer en la antinomia descrita por Wallerstein ya en 1974. Por lo demás, es bastante implausible que el desarrollo tecnológico sea la base del "milagro productivo" capitalista porque, en primer lugar, necesita ser financiado, y en segundo lugar, una vez instalada la nueva tecnología a pesar de (¿no será más bien "debido a"?) que aumente la productividad del trabajo, es decir, una mayor producción de valores de uso en un mismo tiempo que antes o la misma cantidad de valores de uso en un menor tiempo, esa "mayor eficiencia en el uso de recursos a menudo conduce al consumo incrementado, en tanto que ayuda a expandir la producción potencialmente superando cualesquiera ganancias hechas en la eficiencia".94 Por lo demás, la tecnología no soluciona las crisis puesto que al ser intensivas en capital y al aumentar la productividad del trabajo, como contraparte, tiende a crear "desempleo tecnológico", es decir, aunque pueda reducir costes salariales también debe ser políticamente viable "debido a la fuerza de las estructuras sindicales de los obreros organizados".95 La reubicación de la producción, en caso de fortaleza de los sindicatos, desde las regiones centrales a la semiperiferia, o periferia, tampoco contribuye a "salir" de los declives, ya que implica la reducción de la demanda global por mucho que contribuya a reducir gastos productivos.

Contrariamente a lo que sostienen algunos la crisis subyacente del capitalismo no es de subconsumo en general, y si así fuese sería una crisis de "subconsumo" desde el punto de vista de los capitalistas frente a la continua, si no persistente, alza del consumo de las clases trabajadoras (y el resto) durante las fases de expansión. Las crisis se deben a la imposibilidad de realizar el plusvalor, de encontrar salidas rentables a la producción, ya que a pesar de haberse solucionado el problema de la redistribución cíclica con tal de acelerar la actividad económica, "a expensas de la burguesía mundial" se debía compensar ello.96 Solamente considerando que el sistema-mundo ha topado el límite geográfico máximo ("mundialización"), y que el "milagro tecnológico" no es tal, es comprensible el siguiente escenario que indica la imposibilidad de compensar/externalizar las alzas de costes productivos mediante más incorporaciones de arenas externas al sistema:

Todos los tres costes de producción han aumentado firmemente como un porcentaje de los precios de

venta reales de los productos, aunque en la forma de un ajuste A-B, durante 500 años. Los incrementos

94 Richard York y Brett Clark, "Nothing New Under the Sun? The Old False Promise of New Technology", Review, Vol. XXXIII, N° 2/3, 2010, Fernand Braudel Center, Nueva York, p. 219.

95 Immanuel Wallerstein, "La crisis como transición", p. 21.

96 Ibíd, p. 24

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más dramáticos han sido en el período post-1945. ¿No pueden los precios por los cuales los productos son vendidos simplemente ser aumentados? Esto es precisamente lo que se intentó en el período post-1970, en la forma de alzas de precios sostenidas por el consumo extendido, sostenido a su vez por el endeudamiento.97

Lo sostenido por Wallerstein no va en contra de lo descrito por Marx hace ya más de 100 años: "En la medida en que (...) se reducen los costos de esa onerosa maquinaria de circulación, en esa misma medida se acreciente la fuerza productiva del trabajo social".98 Pero Wallerstein fue más concreto al respecto porque la misma expansión geográfica evidencia precisamente de la disminución de costes del sistema crediticio, como ya lo había expuesto en 1982: "Así como alguna vez se vendió el oro en lingotes, luego se vendió el papel moneda y más tarde se vendieron los cheques, ahora vamos hacia una comercialización del crédito mediante las tarjetas de identificación de plástico".99 Más concretamente, la forma de paliar la crisis en aras de sostener la acumulación sin tener que vender mercancías a pérdidas y sin tener que resolver el problema ecológico-redistributivo subyacente ha sido con la extensión del crédito o, en otras palabras, generando demanda efectiva sujeta, evidentemente, a una deuda futura. De ahí actual relevancia del sistema crediticio, como Wallerstein ya lo avizoraba hace más de 30 años. Según Marx, así "queda resuelto el absurdo problema de si la producción capitalista, en su escala actual, sería posible si no existiera el sistema crediticio (...) es decir, si sería posible sólo con la circulación metálica. Es evidente que no sería posible. Encontraría barreras, antes bien, en el volumen de la producción de metales preciosos".100

La concepción de capitalismo para el autor de El moderno sistema mundial se aleja bastante de aquellos que alaban el milagro productivo de la "sociedad de consumo" impulsado por este sistema. Ahora, no porque sea falso en sí, sino porque el capitalismo no conduce inherentemente hacia la plena proletarización de la fuerza de trabajo ni a la plena satisfacción de las necesidades, sino porque más bien funciona como un "sistema internacional de peonaje por deudas", a saber, sometiendo a la fuerza de trabajo a la dependencia financiera como ya se pudo desprender del desarrollo de la "onerosa maquinaria de circulación". Dejando de lado la referencia al siglo XVI, el siguiente cuadro no difiere tanto del actual impulsado tanto por agencias bancarias privadas o como por el mismo FMI:

Este sistema internacional de peonaje por deudas capacitaba a un cuadro de comerciantes

97 Immanuel Wallerstein, "Structural Crises", New Left Review, N° 62, Marzo-Abril, 2010, Gran Bretaña, p. 140.

98 Karl Marx, El capital, tomo II, volumen 4, p. 424.

99 Immanuel Wallerstein, "La crisis como transición", p. 28.

100 Karl Marx, El capital, tomo II, volumen 4, p. 424.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

internacionales para obviar (y destruir así eventualmente) a las clases comerciantes indígenas de la Europa del Este (y, en cierta medida, a las del sur de Europa), entrando en relaciones directas con terratenientes-empresarios (incluida la nobleza), que eran esencialmente granjeros capitalistas, y que producían los bienes y los mantenían bajo control hasta que llegaban a la primera área portuaria de importancia, después de lo cual pasaban a las manos de algunos comerciantes de nacionalidad europea occidental (o italiana del norte), que a su vez trabajaban a través de y junto con una floreciente clase financiera centrada en unas pocas ciudades.101

Esto indica por qué hay tan poca fuerza de trabajo efectivamente empleada por los capitalistas, y no tanta, cuestión que encaja bastante con la famosa "ley poblacional" como tendencia a largo plazo del capitalismo. Según dicha ley, el creciente desarrollo de las fuerzas productivas (o mayor composición orgánica de capital) forma una "población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua"\102 A medida que el capital se concentra y expropia a los productores directos, sumado a la dependencia financiera con la que también someten a los mismos, se va generando una situación mucho más compulsiva a sobrevivir de lo previsto por los marxistas "ortodoxos". En vista de la ausencia de garantías a la reproducción vital, los trabajadores presionarían por el acceso al empleo y, posteriormente a su proletarización: "¿No podrían haber considerado deseable estos cottagers con trabajo esporádico el convertirse en jornaleros con un empleo regular?".103 Esto explica por qué actualmente hay tanto desempleo estructural junto a una mayor productividad del trabajo a nivel mundial, obviamente desigualmente distribuidas en la economía-mundo. Hoy día, con la crisis, tener empleo se ha vuelto maliciosamente un "lujo" que hay que "cuidar".

Reflexiones finales

Los marxistas generalmente tienen un cierto desdén hacia el mercado como en el caso de Brenner al tachar de "marxista neo-smithiano" a la comprensión del capitalismo esbozada en El moderno sistema mundial. El siguiente comentario de Harvey es muy ilustrativo al respecto, asumiendo a priori que los analistas de sistemas-mundo dan primacía al mercado en su comprensión de las contradicciones del capitalismo, mientras que los marxistas comprenderían las crisis cíclicas "como un producto de las relaciones de clase en la producción con manifestaciones en el reino del intercambio antes que como producto de las contradicciones del intercambio mercantil".104 En este artículo intentamos mostrar que ello

101 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 173.

102 Karl Marx, El capital, tomo I, volumen 3, p. 784.

103 Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial I, p. 359.

104 David Harvey, "The World Systems Theory Trap", Studies in Comparative International Development, Vol. 22, N° 1, 1987, p. 45.

Luis Garrido, A 40 años de El moderno sistema mundial: la polémica Brenner-Wallerstein, o la dicotomía entre relaciones de producción y fuerzas del mercado - At 40 years of The Modern World-System: the Brenner-Wallerstein polemic, or the dichotomy between relations of production and market forces, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 01718-5049, número 17, diciembre 2013, pp. 28 - 63

no es del todo justificado, o al menos no por la forma en que Wallerstein aborda el capitalismo desde la perspectiva del proceso de acumulación de capital a escala mundial. En este sentido, Wallerstein no se aleja "tanto" de Marx como comenta la mayoría de los marxistas, pero sí le da un giro. Quizás el "mercado" nos podría mostrar algo más de lo que normalmente se supone al desentrañar el llamado "fetichismo de la mercancía" inherente a dicho espacio:

Marx hablaba del mercado como un "velo" que ocultaba las relaciones sociales de producción. Esto sólo era cierto en el sentido de que, en comparación con la apropiación local y directa del excedente, en comparación con la apropiación indirecta del excedente, a través del mercado (y por consiguiente extralocal), es más difícil de discernir y, por lo tanto, más difícil de combatir políticamente para la fuerza de trabajo mundial. Sin embargo, el "mercado" operaba en los términos cuantitativos de una medida general, y esto, más que mistificar clarificaba en qué medida era apropiado. Con lo que contaban los acumuladores de capital como cinturón de seguridad político era con que sólo parte del trabajo se medía de esta forma.105

El mercado bajo esta perspectiva funciona no exclusivamente como "soporte" neutral para el flujo de las mercancías, sino que con el dinero (mundial) en tanto que "medida general" ese espacio podría funcionar literalmente como un dispositivo de clase al sincronizarlo en aras de la acumulación incesante de capital. El argumento subyacente de Wallerstein por lo demas es que el dinero mundial reproduce, en la "esfera de la circulación" de capital, la escisión entre el productor directo y los medios de producción por medio de la compraventa.

Por último, no es cierto, como sostiene Harvey, que en el análisis de sistemas-mundo "[h]ay poco o nada aquí que lidiar con la producción del espacio y de los paisajes geográficos a través de la circulación de capital. No hay teoría, en pocas palabras, que aborde la forma en que el capitalismo incruste sus contradicciones internas en procesos de transformación geográfica de los paisajes de producción, intercambio, y consumo. Ni puede la teoría de los sistemas-mundo, con su énfasis en la acumulación de capital a través del intercambio mercantil, si quiera abordar teóricamente ese problema".106 Los sucesivos volúmenes de El moderno sistema mundial abordan justamente el espacio geográfico mundial capitalista como consecuencia lógica de la unidad de análisis pertinente para Wallerstein, cuestión que Brenner ni consideró en su crítica. No obstante, Harvey encuentra que en los sistemistas-mundiales la construcción del espacio mundial capitalista por medio de "la aniquilación del espacio a través del tiempo con todas su consecuencias para la estructuración de la división internacional del trabajo y relaciones geopolíticas, por

105 Immanuel Wallerstein, El capitalismo histórico, Siglo XXI editores, 6° edición, 2006, México, p.

106 David Harvey, "The World Systems Theory Trap", p. 45.

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ejemplo, es dejada en el aire como un hecho contingente antes que necesario".107 El problema, como el mismo Harvey más recientemente lo ha apreciado y que Wallerstein así como otros analistas de sistemas-mundo han observado, es que los marxistas en su generalidad se apegan lo más que pueden "a la concepción burguesa de un nivel cuasi-ley de generalidad —de la producción— y excluye[n] las particularidades 'accidentales' y sociales de la distribución y el intercambio y más aún las singularidades caóticas del consumo de sus investigaciones político-económicas".108 Más concretamente, los sistemistas-mundiales conciben el capitalismo como una totalidad orgánica y en la que, siguiendo a Dale Tomich, "la jerarquía metodológica no implica una jerarquía causal. No hay una estructura causal fijada".109 Con todo, esta dicotomía entre determinismo y libertad así como el asunto de la causalidad excede los límites de este artículo.

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107 Ibidem.

108 David Harvey, "History versus Theory: A Commentary on Marx's Method in Capital', Historical Materialism, Vol. 20, N° 2, 2012, p. 10.

109 Dale Tomich, "The Order of Historical Time: The Longue Durée and Micro-history", en: Richard E. Lee (ed.), The Longue Durée and World-Systems Analysis, SUNY Press, 1° edición, 2012, Nueva York, p. 31.

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Recibido: 8 mayo 2013 Aceptado: 10 septiembre 2013

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