УДК 811.111
В. В. Райтаровский, Дж. Салазар Эстрада, М. Леон Кастро
Райтаровский В. В., кандидат филологических наук, профессор кафедры иностранных языков Международного университета в Москве; e-mail: [email protected]
Эстрада Дж. Салазар, доктор философии, профессор департамента испанского языка и литературы Национального университета, Лоха, Эквадор ; e-mail: [email protected]
Кастро М. Леон, профессор Государственного университета «Península Santa Elena», Эквадор, докторант Леонского университета, Испания; e-mail: [email protected]
«ГЕНЕРАЛ В СВОЕМ ЛАБИРИНТЕ» ГАБРИЭЛЯ ГАРСИЯ МАРКЕСА - ПОСТМОДЕРНИСТСКИЙ РОМАН
В статье исследуются некоторые черты постмодернизма в романе Габриэля Гарсиа Маркеса «Генерал в своем лабиринте». Авторы опираются на концепцию постмодернизма в качестве основы для критического анализа нового испано-американского исторического романа. Анализ содержания романа делится на четыре части - метанарративы современности; демистификация национальных героев; собственно литературная и экстралитературная интертекстуальность; ирония, карнавальность и гетерог^^ия. Результаты исследования расширяют и обогащают представления о постмодернистском течении в испаноязычной литературе.
Ключевые слова: Габриэль Гарсиа Маркес; Симон Боливар; колумбийский роман; исторический роман; постмодернистский роман.
Raytarovskiy V. V
Ph.D., Professor of the Department of Foreign Languages of the International University in Moscow; e-mail: [email protected]
Estrada Jh. Salazar
Ph.D., Professor of the Department of Spanish and Literature of the National University of Loja, Ecuador; e-mail: [email protected]
Castro M. Leon
Professor of the State University «Península Santa Elena», Ecuador, Doctorate in Economics Integration, University of León, Spain; e-mail: [email protected]
BecmHUK Mffiy. BbinycK 27 (738) /2015
"THE GENERAL IN HIS LABYRINTH", A POSTMODERNIST NOVEL BY GABRIEL GARCIA MARQUEZ
The article examines some of the characteristics of post-modernism in the novel by Gabriel Garcia Marquez "The General in his labyrinth". The authors rely on the concept of postmodernism as a basis for a critical analysis of the new Spanish-American historical novel. Analysis of the contents of the novel is divided into four parts - metanarratives of modernity; the demystification of national heroes: the actual literary and extra literary intertextuality; irony, carnival ethos and heteroglossia. The findings extend and enrich the idea of postmodern flow in Hispanic literature.
Key words: Gabriel Garcia Marquez; Simon Bolivar; the Colombian novel; the historical novel; the postmodern novel.
Raytarovskiy V. V.
PhD, Catedrático de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad Internacional de Moscú; e-mail: [email protected]
Salazar Estrada Y.
Doctor en Filosofía, Profesor de la Carrera de Lengua Castellana y Literatura de la Universidad Nacional de Loja, Ecuador; e-mail: [email protected]
Castro M. León
Doctorando de la Universidad de León, España, profesor de la Universidad Estatal Península de Santa Elena, Ecuador; e-mail: [email protected]
EL GENERAL EN SU LABERINTO DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, UNA NOVELA POSTMODERNISTA
Los autores del artículo proponen fundamentar, ejemplificar y analizar algunos rasgos del postmodernismo en la novela El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez. Luego de efectuar una breve caracterización del postmodernismo como base para la lectura crítica de la nueva novela histórica hispanoamericana, con ejemplos extraídos de la novela en estudio, el contenido del análisis se distribuye en cuatro partes, en las que se analiza el cuestionamiento de los metarrelatos propios de la modernidad; la desmitificación de los héroes nacionales; la intertextualidad literaria y extra literaria; la ironía, el ethos carnavalesco y la heteroglosia presentes en El general en su laberinto, concluyéndose que la obra presenta múltiples evidencias de los elementos posmodernistas seleccionados como referentes de análisis.
Palabras clave: Gabriel García Márquez; Simón Bolívar; novela colombiana; novela histórica; novela postmodernista.
INTRODUCCIÓN
Antes de emprender en el análisis de los rasgos característicos del posmodernismo en la novela El general en su laberinto (1989), de Gabriel García Márquez (1927-2014) se hace necesario recordar que con la profUnda y evidente crisis de la modernidad se vienen abajo todos los cimientos ideológicos sobre los cuales se erigió: la ilusoria idea de un progreso indefinido; una ciencia de únicas, certeras, absolutas y definitivas explicaciones de los fenómenos de la naturaleza, la sociedad, la cultura y el pensamiento humano; y, unos metarrelatos universales y eternos, que alimentaban nuestras utopías terrenales y ultra terrenas, así como justificaban la razón de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones y, en definitiva, le daban sentido a la existencia del ser humano como "rey y señor" del universo.
De manera simultánea, en respuesta al evidente fracaso de los pilares de la modernidad occidental, en sus versiones capitalista, socialista y periférica, adviene, se difunde y se generaliza la sensación de duda, desencanto, desengaño, vacío, inestabilidad, incertidumbre, indefinición, vaguedad, indistinción, irregularidad, azar, caos, fragmentación, dispersión, inexistencia de referentes orientadores, "ausencia de utopías", así como de puertos y anclajes seguros, por los que luchar y hacia dónde dirigirse.
Es en estas circunstancias emerge con fuerza el postmodernismo, el cual asoma en Estados Unidos de Norteamérica, a fines de los años 50 y luego se expande por Europa, Latinoamérica y otros continentes. Por sus orígenes constituye una categoría propia de la cultura hegemónica occidental, a través de la cual se aspira a repensar la tradición cultural y abrir un nuevo paradigma, donde se termine con los meta discursos totalizantes y excluyentes y se trabaje en un ambiente en el que tenga cabida la cultura de la diferencia y la divergencia. En criterio de Alfonso Toro, en la mejor versión del postmodernismo, se da preferencia a la pluralidad de paradigmas concurrentes, a la diferencia, a la diseminación, a la heterogeneidad, a las distribuciones nómadas, a la deconstrucción, a la interculturalidad e intertextualidad, al disenso y al antagonismo [7, p. 443].
Con base en los referentes antes enunciados y desde la perspectiva de la narrativa latinoamericana es necesario puntualizar que, a partir de Jorge Luis Borges y, sobre todo, con los escritores del denominado boom, en las décadas del sesenta y setenta del siglo anterior, bien se
podría decir que la narrativa de esta parte del continente se sitúa al mismo nivel de otras tradiciones literarias de mayor prestigio y, por primera vez, la literatura de la América española es contemporánea de cualquiera otra literatura de occidente.
En este nuevo contexto, entre algunas de las obras novelísticas más memorables de los escritores del boom ya se encuentran ficciones narrativas que bien pueden ser catalogadas dentro de la denominada nueva novela histórica propias del postmodernismo o lo que la crítica canadiense Linda Hutcheon ha llamado "metaficción historiográfica", la cual se propone recrear, desde el punto de vista de la narrativa de ficción, acontecimientos y personajes de la historia oficial de América Latina, desde una posición deconstructiva, crítica, irreverente, desacralizadora, irónica y paródica, conforme lo ponen en evidencia algunas novelas emblemáticas del canon latinoamericano: El recurso del método (1974), de Alejo Carpentier (1904-1980); El libro de Manuel (1973), de Julio Cortázar (1914-1984); Yo, el supremo (1974), de Augusto Roa Bastos (1917-2005); El otoño del patriarca (1975) y El general en su laberinto (1989), de Gabriel García Márquez (1927-2014); Terra Nostra (1975), de Carlos Fuentes (1928-2012); Los perros del paraíso (1983), de Abel Posse (1934); La guerra del fin del mundo (1981), La fiesta del Chivo (2000) y El sueño del celta (2010), de Mario Vargas Llosa (1936); y, Respiración artificial (1980), de Ricardo Piglia (1941).
Por supuesto que este tipo de novela histórica ha despertado el interés de infinidad de cultores del género, en los distintos países de Latinoamérica, tal como se puede evidenciar en la obras publicadas en la década del setenta en el Ecuador, Estado nacional de la América andina del que se pueden mencionar: Las pequeñas estaturas (1970), de Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1995); El secuestro del general (1973), de Demetrio Aguilera Malta (1909-1981); La Linares (1975), de Iván Egüez (1944); María Joaquina en la vida y en la muerte (1976), de Jorge Dávila Vázquez (1947); El pueblo soy yo (1976), de Pedro Jorge Vera (1914-1999); y, El destierro es redondo (1979), de Edmundo Ribadeneira (1920-2004).
De lo múltiples novelas mencionadas, en esta ocasión sólo se remarcará algunos de los rasgos característicos del postmodernismo presentes en El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez, en la cual se recrean los últimos siete meses de la vida del Libertador Simón Bolívar (1783-1830), desde cuando abandona la ciudad de Santa Fe de
Bogotá, el 8 de mayo de 1830 hasta cuando fallece en la Quinta San Pedro Alejandrino, Santa Martha, el 17 de diciembre del mismo año, en un viaje que realizó con la idea de embarcarse con rumbo a Europa en un exilio voluntario, a consecuencia del desencanto que le advino por el desmoronamiento del sueño de convertir a la Gran Colombia en el Estado nacional más grande, libre y unido de América Latina.
1. El cuestionamiento de los metarrelatos propios de la modernidad
En una época en la que se ponen en severo cuestionamiento los metarrelatos propios de la modernidad ilustrada occidental, la verdad histórica es la primera que se ha puesto en crisis; puesto que, como lo expresa la profesora española Cristina Garrigós González, "la verdad es una cuestión de perspectiva o contexto referencial más que algo de validez universal", de una vez y para siempre, conforme la versión que nos han transmitido las clases dominantes, a través de la historia oficial [4]. En estas circunstancias se hace necesario reescribir la historia, a través de las ficciones novelescas, toda vez que el relato histórico y el novelesco utilizan similares estrategias discursivas y, porque en las novelas históricas, "la inclusión 'de personajes, situaciones y problemáticas de carácter histórico dentro del contexto fictivo de las obras, cuestiona las pretensiones de objetividad y empirismo del discurso histórico" [5, p. 10].
Una situación de esta naturaleza es la que se representa en El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez, en la cual se da una visión más humana y más cercana al común de los mortales de uno de los principales protagonistas de la independencia latinoamericana del imperio español: Simón Bolívar. Desde esta perspectiva, en la ficción novelesca las veleidades y contradicciones propias de cualquier ser humano se presentan junto con las cualidades del estratega militar y el hombre de Estado, que fue capaz de sacrificar bienes materiales y tranquilidad personal en pro de impulsar la concreción de sus más preciados ideales, que se sintetizaron en la independencia del yugo ibérico y la integración de un grande, unido, libre, fuerte y respetable Estado nacional, en el concierto de todas las naciones del mundo.
Otra evidencia de la complejidad de la verdad histórica constituyen las controversias que genera la figura del Libertador Bolívar en el devenir histórico de América Latina, ya que "mientras unos clamaban
por él, las paredes de medio país amanecían pintadas con letreros de injurias. Su familia, decían los pasquines, debía ser exterminada hasta la quinta generación" [3, p. 13]. Visión contrapuesta que se explica porque, si para unos constituye el principal artífice de la independencia americana, para otros no pasa de ser un hombre muy afecto a las mieles del poder, del que no quiere desprenderse nunca jamás; por ello, "la verdad era que aún sus amigos más íntimos no creían que se iba, ni del poder ni del país" (11). Percepción de la obsesión por el poder que se ratifica cuando se reúne el congreso y elige como presidente de la Gran Colombia a don Joaquín Mosquera, circunstancia en la que Bolívar exclama: "Ni un solo voto por mí" (19). Las preguntas que formula, más tarde, a su mayordomo José Palacios evidencian, asimismo, que incluso a veces se considera no sólo necesario sino hasta indispensable en el ejercicio del poder; pues, como dice el narrador omnisciente: "quería saber qué había ocurrido desde que él se fue, cómo sería la ciudad con un gobierno distinto del suyo, cómo sería la vida sin él" (42). Y cuando el general Rafael Urdaneta se proclama dictador y le ofrece la presidencia de la Gran Colombia, aunque formalmente no la acepta, en la práctica comienza a accionar en favor de la reunificación grancolombiana y por recuperar el poder político recién perdido; por ello, "mientras parecía que sólo actuaba en maniobras de gato escaldado para sostener al gobierno, lo que hacía en realidad era planear pieza por pieza, con autoridad y mando de general en jefe, la minuciosa máquina militar con la que se proponía recuperar a Venezuela, y empezar otra vez desde allí la restauración de la alianza de la nación más grande del mundo" (118).
La crisis de los metarrelatos se patentiza, también, en los sistemas de gobierno y en las ideas políticas sobre la organización y estrategias para gobernar con éxito a los nuevos Estados nacionales latinoamericanos en formación; en esta direccionalidad la utopía de Simón Bolívar era constituir una de las naciones más poderosas del mundo: "su ilusión final era extender la guerra hacia el sur, para hacer el sueño fantástico de crear la nación más grande del mundo: un solo país libre y único desde México hasta el Cabo de Hornos" (29-30). Este acariciado sueño del Libertador, es el que le da motivos para emocionarse y celebrar por lo más alto la independencia de los territorios americanos; porque solo cuando esté "sellada la independencia del continente inmenso que él se proponía convertir, según sus propias palabras, en la liga más vasta, o
más extraordinaria o más fuerte que ha aparecido hasta el día sobre la tierra" (45).
Otra expresión de cuestionamiento de los metarrelatos se expresa a través de la crítica de la ciencia, como la nueva religión de la época contemporánea y dentro de las ciencias se pone en duda la infalibilidad de la medicina y la solvencia profesional de quienes se han formado para su cultivo, conforme lo patentizan los médicos que atienden al moribundo Libertador Bolívar, quienes ni siquiera se ponen de acuerdo en la enfermedad que lo aqueja; por lógica consecuencia, tampoco pueden consensuar la medicina que deben suministrarle para curar o al menos amainar las molestias derivadas de sus males, conforme lo explicita el narrador omnisciente: "Révérend estaba convencido de que el general padecía una lesión pulmonar cuyo origen era un catarro mal curado. Por el color de la piel y las fiebres vespertinas, el doctor Night estaba convencido de que era un paludismo crónico" (143).
2. La desmitificación de los héroes nacionales
Entre los héroes de la independencia de América Latina, de manera indudable, destaca la figura Simón Bolívar, de quien, a diferencia de las historias oficiales, se presenta el lado más humano y se enfatiza en su afición por la lectura, la música, el baile, los amores fugaces, así como sus varias contradicciones, dubitaciones, cavilaciones y silencios. Insondables secretos y misterios del Libertador que dieron fundamento para que su amanuense José Palacios expresara "lo que mi señor piensa, solo mi señor lo sabe".
Como una manera de desmitificar y desacralizar la figura del Libertador Bolívar se enfatiza en el deterioro físico y vejez prematura, a consecuencia de los achaques de salud: "y todo en él se veía tan desmerecido que no parecía capaz de perdurar hasta el julio siguiente". Deterioro físico y abatimiento moral que se refleja, asimismo, en la pérdida no sólo de la autoridad a la que estaba acostumbrado ejercer sino también del afecto de sus conciudadanos, de lo cual tiene plena conciencia el Libertador, por lo que manifiesta la urgencia de alejarse de la ciudad de Bogotá: "Vámonos", dijo "volando que aquí no nos quiere nadie" [3, p. 5].
El profundo desencanto del Libertador frente a la ingratitud de quienes se habían beneficiado, de manera directa o indirecta de sus obras, acciones y desvelos es, también, muy evidente y como un
BecmHUK Mffiy. BbinycK 27 (738) /2015
paliativo trata de "purificar el cuerpo y el ánima de veinte años de guerras inútiles y desengaños del poder" (6). Concomitante con esta realidad es consciente que ya no tiene amigos, en una ciudad en donde antes parecían ser numerosos y si "acaso me quedan algunos ha de ser por poco tiempo"; dura apreciación que está bien fundamentada, "porque no uno sino varios atentados se estaban fraguando contra él" (7). Una elocuente expresión del desafecto hacia el Libertado constituye, asimismo, el grupo de estudiantes bogotanos que "habían tomado por asalto las oficinas de la corte suprema de justicia para forzar un juicio público contra el general y, habían destrozado y tirado por un balcón un retrato suyo al natural, pintado al óleo por un antiguo abanderado del ejército libertador" (10). Una muestra de hasta dónde podían llegar los opositores del Libertador es el que se produce cuando se encontraba de camino a la costa caribeña y, en ese trayecto, le gritan por el apodo de "Longanizo" que le habían endilgado los enemigos y le arrojan estiércol de vaca: "no tuvo tiempo de esquivar una bosta de vaca que le arrojaron desde algún establo y se le reventó en mitad del pecho y alcanzó a salpicarle la cara" (18).
En estas difíciles circunstancias, el sentimiento de desencanto del Libertador era tal que ni siquiera el apoteósico recibimiento que le prodigan en otro pueblo le produce la alegría natural que era de esperar en situaciones normales: "el general llegaba tan desengañado de su gloria y tan predispuesto contra el mundo, que le sorprendió encontrar una muchedumbre esperándolo en el puerto" (62). El abatimiento moral constituye una constante que no abandone al Libertador; por ello, en sus propios términos, manifiesta: "yo estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado" (118). Esta decepción respecto de la validez de sus luchas libertarias y la idea integracionista lo persigue hasta el lecho de muerte en la Quinta San Pedro Alejandrino, en donde dicta a su escribano algunas ideas sobre el pasado, presente y futuro de los países que había contribuido a liberar: "la América es ingobernable, el que sirve a una revolución ara en el mar, este país caerá sin remedio en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas" (148).
Los sueños integracionistas y de constituir una gran nación que pudiera ser respetada y respetable en el contexto mundial se ven derrumbadas por las ambiciones personalistas de caudillos locales que
impulsaron la desintegración de la Gran Colombia en pequeños Estados nacionales, hecho histórico que arranca las acerbas y desilusionadas críticas del Libertador: "todo lo que hemos hecho con las manos lo están desbaratando los otros con los pies" (12). Las críticas de Bolívar son muy entendibles, porque en sus palabras: "para nosotros la patria es América, y toda está igual: sin remedio" (97) y el sueño integracionista lo hizo público muchos años antes, en 1817, cuando se encontraba con el agua hasta el cuello en una laguna y de forma premonitoria expresó: "entonces escalaremos el Chimborazo y plantaremos en las cumbres nevadas el tricolor de la América grande, unida y libre por los siglos de los siglos" (147).
Como las ideas no mueren con quienes las forjan y les dotan de vitalidad, la aspiración integracionista del Libertador Bolívar no se acaba con su desaparición física, tal como lo ponen de manifiesto quienes estuvieron más cerca de su lecho de muerte y que retoman la posta dejada por el comandante en jefe de los ejércitos libertarios, en razón de que "todos ellos iban a compartir para bien o para mal el resto de sus vidas, incluso la ironía histórica de estar juntos otra vez en Venezuela, cinco años más tarde, peleando al lado del comandante Pedro Garujo, en una aventura militar en favor la idea bolivariana de la integración" (144).
Otro de los héroes desmitificados por la pluma de Gabriel García Márquez es el militar y estadista granadino Francisco de Paula Santander (1792-1840), quien es presentado como "un militar eficaz y valiente, con una rara afición por la crueldad" (32). Santander fue uno de los compañeros en las luchas por la independencia de Colombia, que mereció la mayor de las confianzas, de parte del Libertador; pero que luego, por las ambiciones del poder, se convierte en uno de los enemigos más acérrimos. Es que, según el Libertador, la enemistad irreconciliable se debe a la estrechez de miras: "la verdadera causa fue que Santander no supo asimilar nunca la idea de que este continente fuera un solo país (...) La unidad de América le quedaba grande" (70).
Manuela Sáenz (1797-1856), la "Libertadora del Libertador", como la llamó el historiador ecuatoriano Alfonso Rumazo González, es presentada como "la aguerrida quiteña que lo amaba, pero que no lo iba a seguirlo hasta la muerte" (6). En la relación que mantuvo con el Libertador se dice que era: "también su confidente, la guardiana de sus archivos y su lectora más emotiva" (17). No obstante estas elogiosas
apreciaciones, la desacralización de la figura de Manuelita se pone de manifiesto cuando se alude a su vida teñida de cierto libertinaje en asuntos amatorios, puesto que "a los dieciocho años había saltado por la ventana del convento donde estudiaba y se fugó con un oficial del ejército del rey. Sin embargo dos años después se casa en Lima y, con los azahares de virgen con el doctor James Thorne, un médico complaciente que le doblaba la edad". Se la describe, también, como una mujer: "astuta, indómita, de una gracia irresistible, y tenía el sentido del poder y una tenacidad a toda prueba" (89). De parecida forma a la vida del Libertador, Manuela tuvo un final signado por la ingratitud de sus antiguos compañeros de luchas libertarias, pobreza, soledad y abandono, en el puerto peruano de Paita, en donde falleció a los 58 años de edad y allí "entretuvo el olvido con los tejidos de punto, los tabacos de arriero y los animalitos de dulce que fabricaba y vendía a los marinos mientras se lo permitió la artritis de las manos" (149).
3. La intertextualidad literaria y extra literaria en El general en su laberinto
La intertextualidad literaria se refiere a la "relación que un texto literario mantiene desde su interior con otros textos, sean estos literarios o no" [6, p. 45]. Desde esta perspectiva, la intertextualidad en El general en su laberinto se presenta a través de la lectura que le realiza Manuela Sáenz al Libertador: "El libro se llamaba Lección de noticias y rumores que ocurrieron en Lima en el año de gracia de 1826, del peruano Noé Calzadillas" [3, p. 7]. En otra ocasión, cuando se encontraba de viaje desde Bogotá hasta la costa caribeña se hace leer, otra vez, el libro antes citado, con su mayordomo José Palacios: "y se hizo leer varias páginas de los episodios galantes de Lima, de alguno de los cuales había sido el protagonista" (44).
Otras muestras de las referencias intratextuales constituyen las citas de los distintos escritos de Bolívar, como por ejemplo la Carta de Jamaica, en donde el Libertador lleno de desengaño expresó que "no son los españoles, sino nuestra propia desunión la que nos ha llevado de nuevo a la esclavitud" (46). Similar función cumplen los documentos históricos que sirven de base referencial para la construcción de la novela de García Márquez, los cuales contribuyen a dotarle de mayor credibilidad: "después de la muerte de Sucre quedaba menos que nada. Así se lo dio a entender a Napierski, y así lo dio a entender éste en su
diario de viaje, que un gran poeta granadino había de rescatar para la historia ciento ochenta años después" (111).
En la novela analizada, la intertextualidad se explicita a través de la relación de la imagen del Libertador que los pintores fueron forjando para la memoria colectiva en la que, en sus inicios, era inocultable el ascendiente africano; sin embargo, "a medida que su gloria aumentaba los pintores iban idealizándolo, lavándole la sangre, mitificándolo, hasta que lo implantaron en la memoria oficial con el perfil romano de sus estatuas" (105).
En el ámbito de la intertextualidad se ubica, también, la alusión a la música que fue del gusto del Libertador, quien incluso ya cerca de morir se alegra con la música que lo deleitaba en sus años de juventud; por ello, para recuperar la momentánea alegría "se hizo repetir varias veces La Trinitaria, su contradanza favorita que se había hecho popular porque el mismo repartía en otra época la copia de las partituras por donde quiera que andaba" (151).
Como un elemento intertextual se ubican, asimismo, la referencia a la escritura de las memorias de Simón Bolívar, las cuales nunca se llegaron a concretar, porque aunque el sobrino del Libertador que se proponía hacerlo las inició jamás la pudo completar, porque si bien "Fernando tenía entonces veinte años y había de vivir hasta los ochenta y ocho sin escribir más que unas cuantas páginas descosidas, porque el destino le deparó la inmensa fortuna de perder la memoria" (152).
4. Ironía, ethos carnavalesco y heteroglosia en El general en su laberinto
La ironía es una figura de dicción mediante la cual las palabras transmiten un sentido contrario al enunciado literalmente, es decir transmiten algo distinto de lo que en apariencia quieren transmitir [2, p. 4]. En la novela analizada, frente a las palabras lisonjeras que le dedica una de los subalternos al protagonista principal: "digan lo que digan, Su Excelencia seguirá siendo el más grande los colombianos hasta en los confines del planeta" [3, p. 43], el Libertador Bolívar, en un evidente tono irónico, responde que no lo duda porque "bastó que me fuera para que el sol volviera a brillar" (43). Similar expresión de ironía se patentiza cuando en el camino que lo conduce al irremediable encuentran un perro enfermo y sarnoso y luego de que lo curan ante la pregunta del amanuense por el nombre que debiera ponérsele, el mismo Libertador dice que lo bauticen como "Bolívar".
El ethos carnavalesco supone la inversión de la cosmovisión oficial, que rige de manera permanente los actos de la vida en sociedad. En el ámbito del ethos carnavalesco la fiesta constituye una representación especial que se sitúa en un borroso punto intermedio entre el arte teatral y la vida; puesto que se podría decir que el carnaval es la vida misma, por ello no hay escenario diferenciado, se rompe la temporalidad y espacialidad clásicas, se merman las típicas diferencias sociales; todos son, al mismo tiempo, protagonistas, actores y espectadores; todos viven el carnaval porque "está hecho para todo el pueblo", nadie puede escapar a él y se vive de acuerdo a sus leyes que son las de la libertad. Como dice Bajtin: "durante el carnaval es la vida misma la que juega e interpreta su propio renacimiento y renovación sobre la base de mejores principios" [1].
El espíritu carnavalesco en El general en su laberinto se explicita en la forma como celebra el Libertador su alegría, recuerda los tiempos de gloria y rebate a quienes lo consideraban un enfermo terminal, expresión de vitalidad que la hace a través del baile, de cuyas nunca desmentidas habilidades brinda una muestra en la fiesta que le organizan en la Honda, de camino a la costa caribeña de Colombia, en donde "bailó casi tres horas, haciendo repetir la pieza cada vez que cambiaba de pareja, tratando quizás de reconstituir el esplendor de antaño con las cenizas de sus nostalgias" [3, p. 45]. En otra ocasión, cuando en un baile uno de sus generales es rechazado por una dama de la alta alcurnia limeña, por su condición de pardo (fuerte ascendencia afro), Bolívar lo desagravia, ocupando el lugar de la prejuiciosa aristócrata peruana: "El general pidió entonces que repitieran el valse y bailó con él" (95).
Tiene reminiscencias carnavalescas, también, el encuentro que tiene el Libertador ya casi moribundo con una mujer en su dormitorio, ocasión en la que para que la joven dama difunda el real estado de salud se desviste, para mostrarle todo su envejecido y maltrecho cuerpo y como ni siquiera intenta tener una relación sexual con ella, al amanecer le manifiesta: "te vas virgen (...). Ella le contestó con una risa festiva: nadie es virgen después de una noche con Su Excelencia" (106). Resulta carnavalesco, asimismo, el contagio de una terrible enfermedad de transmisión sexual que propalaron, entre la población civil, los otrora gloriosos ejércitos libertarios; pues como le expresa uno de los subalternos al general Simón Bolívar: "lo que nos tiene jodidos no es la moral Excelencia (...). Es la gonorrea" (136).
La heteroglosia tiene que ver con los múltiples estilos lingüísticos que se utilizan en la narración de una ficción literaria. En El general en su laberinto la heteroglosia se manifiesta en los distintos registros lingüísticos en la construcción del discurso narrativo del Libertador Bolívar, así cuando se dirige a un francés que cree saberlo todo, con total frontalidad y contundencia, el Libertador le dice que "los europeos piensan que solo lo que inventa Europa es bueno para el universo mundo, y que todo lo que sea distinto es execrable" (72). Y ante las insistente actitudes euro céntricas de ciudadano galo le increpa: "¡Por favor, carajos, déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media!". Muy por el contrario, cuando se dirige al anfitrión del almuerzo lo hace con la educación característica de él y le manifestó: "Perdone usted, querido amigo (...) Semejantes monsergas no eran dignas de un almuerzo tan memorable" (74). Evidencias contundentes de la heteroglosia del general son las que remarca y enfatiza el narrador omnisciente de la novela, según cuya versión, "entre los hombre solos, el general era capaz de despotricar como el más desbraguetado de los cuatreros, pero bastaba la presencia de una mujer para que sus maneras y su lenguaje se refinaran hasta la afectación" (92).
CONCLUSIÓN
En la novela El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez, que recrea la vida de los últimos siete meses del Libertador Simón Bolívar, se explicitan algunas de las características propias del postmodernismo en el ámbito de la narrativa de ficción; puesto que en ella se advierte una representación, recreación y deconstrucción de la historia latinoamericana, durante los años en que se produjeron las guerras de la independencia del imperio español y se inició el proceso de constitución de los nacientes Estados nacionales. Se enfatiza, también, la desmitificación de los héroes de la independencia, comenzando por el más representativo de todos: Simón Bolívar. Es notorio el cuestionamiento de los metarrelatos (ideológicos, históricos, políticos, científicos) propios de la modernidad occidental. Otras de las características posmodernas de la obra son la recurrente intertextualidad, la ironía, los rasgos carnavalescos y la heteroglosia presente en su discurso narrativo de El general en su laberinto.
REFERENCES
1. Bajtín M. La cultura popular en la edad media y en el renacimiento. -Madrid : Alianza Editorial, 1989. - 394 p.
2. García Dussán P. El papel de la ironía y la metaficción en El general en su laberinto. - 2004. - URL: En www.biblioteca.org.ar
3. García Márquez G. El general en su laberinto. - Madrid : Mondadori, 1989. - 286 p.
4. Garrigós González C. Apuntes de clase de la asignatura de Posmodernismo americano comparado. Programa de Máster en Literatura Española y Comparada de la Universidad de León. - León : Universidad de León, 2015. - 57 p.
5. Juan-Navarro S. La ficción historiográfica en el contexto de la novela postmodernista. - Valencia : Ediciones Episteme, 1989. - 38 p.
6. Martínez Fernández J.-E. La intertextualidad literaria (Base teórica y práctica textual). - Madrid : Cátedra, 2001. - 215 p.
7. Toro Alfonso de. Posmodernidad y Latinoamérica (con un modelo para la narrativa posmoderna). - 1991. - P. 441-467. - URL: revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/.../5066