Научная статья на тему 'Memorias colectivas e identidades políticas en el movimiento estudiantil de postdictadura en el Chile de los noventa'

Memorias colectivas e identidades políticas en el movimiento estudiantil de postdictadura en el Chile de los noventa Текст научной статьи по специальности «Языкознание и литературоведение»

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Ключевые слова
memoria colectiva / militancias / identidades colectivas / Chile / transición / movimientos sociales / collective memory / collective identities / Chile / transitional justice / social movements

Аннотация научной статьи по языкознанию и литературоведению, автор научной работы — Nicolás Ortiz Ruiz, Camila Araya Guzmán

El presente artículo analiza el rol que la memoria juega en la construcción del movimiento estudiantil de los años noventa en Chile. Para esto, se analiza un total de dieciséis entrevistas a militantes estudiantiles, expertos y académicos y académicas. A través de ellas es posible observar la relevancia que tiene la memoria del pasado reciente para el movimiento estudiantil de postdictadura. En contraposición al clima político en el país, los y las estudiantes movilizados rescatan y revitalizan la memoria de la Unidad Popular y la tragedia de la dictadura, constituyendo un campo de lucha que resulta crucial para el desarrollo de las identidades colectivas del movimiento social en Chile. Su interpretación varía entre los distintos grupos políticos yendo desde una memoria de la tragedia, una de carácter funcional hasta una memoria antagonista.

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Collective memories and political identities on the postdictatorship student movement in Chile in the ninties

This article analyzes the role that memory plays in the postdictatorship student movement of the nineties in Chile. For this purpose, it analysis sixteen interviews with student activists, experts and academics. Through them it is possible to observe the relevant place that memory of Chile’s recent past has for the postdictatorship student movement. Contrary to the political climate of the day, the activists involved rescue and revitalize the memory of both Popular Unity’s and dictatorship, building a field of struggle which is crucial for the development of of the collective identities that will head the social mobilizations in Chile. Its interpretation varies between the different political groups, ranging from a memory of the tragedy, a functional one, to an antagonistic memory.

Текст научной работы на тему «Memorias colectivas e identidades políticas en el movimiento estudiantil de postdictadura en el Chile de los noventa»

51, marzo 2022: 1-16

Memorias colectivas e identidades políticas en el movimiento estudiantil de postdictadura en el Chile de los noventa*

Collective memories and political identities on the postdictatorship student movement

in Chile in the ninties

Nicolás Ortiz Ruiz** Camila Araya Guzmán***

Resumen: El presente artículo analiza el rol que la memoria juega en la construcción del movimiento estudiantil de los años noventa en Chile. Para esto, se analiza un total de dieciséis entrevistas a militantes estudiantiles, expertos y académicos y académicas. A través de ellas es posible observar la relevancia que tiene la memoria del pasado reciente para el movimiento estudiantil de postdictadura. En contraposición al clima político en el país, los y las estudiantes movilizados rescatan y revitalizan la memoria de la Unidad Popular y la tragedia de la dictadura, constituyendo un campo de lucha que resulta crucial para el desarrollo de las identidades colectivas del movimiento social en Chile. Su interpretación varía entre los distintos grupos políticos yendo desde una memoria de la tragedia, una de carácter funcional hasta una memoria antagonista.

Palabras clave: memoria colectiva, militancias, identidades colectivas, Chile, transición, movimientos sociales.

Abstract: This article analyzes the role that memory plays in the postdictatorship student movement of the nineties in Chile. For this purpose, it analysis sixteen interviews with student activists, experts and academics. Through them it is possible to observe the relevant place that memory of Chile's recent past has for the postdictatorship student movement. Contrary to the political climate of the day, the activists involved rescue and revitalize the memory of both Popular Unity's and dictatorship, building a field of struggle which is crucial for the development of of the collective identities that will head the social mobilizations in Chile. Its interpretation varies between the different political groups, ranging from a memory of the tragedy, a functional one, to an antagonistic memory.

Key words: collective memory, collective identities, Chile, transitional justice, social movements.

Recibido: 2 julio 2021 Aceptado: 23 noviembre 2021

Investigación hecha bajo el auspicio de Fondecyt de Postdoctorado N°3200641 "Recuerdos de un pasado presente: (Post) Memoria, Identidades Colectivas y Generaciones en el Movimiento Estudiantil de Post-dictadura" duración de 3 años 2020-2023.

Chileno, Master en Investigación Social Longitudinal y Doctor en Sociología University of Essex. Investigador de Postdoctorado Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud, Universidad Católica Silva-Henríquez. Correo: nortizr@ucsh.cl https: / / orcid.org/0000-0003-3860-4689

Chilena, Magíster en Métodos para la Investigación Social, Universidad Diego Portales. Participante del Núcleo de Investigación y Acción en Mundos Juveniles de la Universidad de Chile. Correo: carayaguzman@gmail.com http://orcid.org/0000-0002-4649-0688

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Introducción

En los últimos 15 años, Chile ha vivido un intenso proceso de movilización social. Este proceso ha estado caracterizado por ciclos de protestas consecutivas que han logrado convocar a gran parte de la población y han puesto en jaque a la institucionalidad política. A lo largo de estos años, millones de personas han salido a la calle para manifestarse por diversas causas: educación, previsión, derechos reproductivos, medioambiente, entre otras. En octubre de 2019, el alza del pasaje del servicio de trenes urbanos (metro) desencadenó una serie de protestas que fueron creciendo hasta transformarse en la revuelta más grande que ha visto el país desde el retorno a la democracia (1990). Esta revuelta ha desencadenado un escenario de conflicto abierto que prefigura cambios profundos en el sistema social y político del país1.

A diferencia de la mayoría de los países de la región, estos últimos 15 años de movilización constituyen una novedad para Chile. En la década de los noventa, Chile se presentaba como una de las democracias más estables en América Latina, posicionándose como un ejemplo de transición a la democracia junto al éxito de las políticas de mercado emanadas del Consenso de Washington. Sin embargo, este "conspicuo silencio"(yon Büllow and Donoso 2017) escondía a una sociedad traumatizada (Piper Shafir 2017), incapaz de lidiar con las consecuencias de 17 años de una sangrienta dictadura cívico-militar y sumida en la desmovilización (Donoso 2014; Jara Ibarra and Olavarria 2016; Karmy-Bolton 2018; Moulian 1997).

Al inicio y transcurso de la democracia, los gobiernos democráticos mantuvieron el modelo económico al alero del principio de subsidiaridad, en un contexto marcado por una fuerte crisis de la cultura política, debido al incumplimiento de las expectativas de la transición y la modernización económica, generando una desafección con la democracia (Lechner 2015). Donde además la tensión política existente se vislumbraba entre el rol tutelar de Pinochet y las FF.AA por medio de los llamados "enclaves autoritarios"2 (Garretón et al. 2011), y su presencia en los cargos militares3, desde los cuales ejercieron presión para impedir la implementación de justicia respecto a los crímenes de la dictadura. En síntesis, se tensionaba la recuperación de la democracia versus la idea de justicia y reparación. Este escenario lleva al primer presidente democrático, Patricio Aylwin, a focalizar el establecimiento de verdad frente a los crímenes de violación a los Derechos Humanos (DD.HH.), renunciando -al menos en términos parciales- al establecimiento de la justicia respecto a los crímenes. Esto quedó consagrado en su primer discurso como presidente en la frase: "justicia en la medida de lo posible" (Stern 2009). Una de las primeras medidas del gobierno fue la promulgación del Decreto Supremo N°355 que permite la creación de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (CNVR) en 1990, que da como resultado el Informe Rettig, y en 1992 la promulgación de la Ley 19.123 que crea la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación, la cual debería hacerse cargo de recabar antecedentes de casos que la CNVR no logró obtener. Una vez entregado el informe de esta última comisión, las FF.AA. negaron su contenido, acusando una persecución en su contra.

De manera paralela, como Aylwin igualaba la lucha de resistencia armada con los crímenes ejercidos por el Estado durante la dictadura, comienza un plan que dará paso a una estrategia variada para la persecución de grupos armados, dando paso a lo que Rosas (2013) identifica como: "pacificación de la acción rebelde". Este proceso incluyó medidas jurídicas especiales como el "arrepentimiento eficaz" y la "delación compensada", pero también otras de carácter represivo. En 1990, a través del Decreto Supremos N°363 del

1 A la fecha, uno de los efectos inmediatos fue la realización de un plebiscito, donde se aprobó la redacción de una nueva constitución (con un 78,28% de respaldo) a través de una Convención Constituyente (con un 79% de respaldo).

2 Una serie de restricciones estipuladas en la Constitución de 1980 que hacían muy difícil la modificación de la estructura social y política de heredada de la Dictadura, como por ejemplo los senadores designados, el sistema binominal, etc.

3 Pinochet se mantuvo en su cargo de Comandante en Jefe del Ejército hasta 1998 cuando pasó a retiro para asumir posteriormente como senador vitalicio hasta su detención en Londres ese mismo año.

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Presidente de La República, se crea "La Oficina"4. Este organismo en conjunto con Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones (PDI), llevaron a cabo la persecución de grupos considerados como subversivos con métodos que incluyeron la infiltración, montaje e incluso tortura. Finalmente, el gobierno construye la cárcel de alta seguridad (CAS) "diseñada para romper la resistencia política de los insurgentes, a través de un sistema penitenciario fundado en el aislamiento y el castigo" (Donoso 2010:86).

Así entonces, en los primeros años de la década de los noventa, nos encontramos con un escenario de tensión e incertidumbre política que deriva en procesos desmovilizadores y despolitizadores, sumándole además el desplazamiento de los mapas ideológicos (Lechner 2015) que van dificultando el accionar de las y los sujetos políticos, entre ellos el accionar del movimiento estudiantil.

A pesar de este clima de desmovilización, el movimiento estudiantil fue uno de los pocos actores no institucionales que se mantienen activos; formando una de las escasas resistencias a las políticas de mercado heredadas de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet (Thielemann 2016). Un elemento importante -y poco estudiado- de este movimiento, es el lugar que tiene la memoria, constituyéndose en un lugar de enunciación y disputa a partir del cual se perfilan las distintas identidades políticas que comandan el movimiento estudiantil de postdictadura.

Así entonces, el presente artículo se centra en la descripción y análisis de las memorias colectivas de organizaciones políticas involucradas en el movimiento estudiantil de postdictadura en Chile durante los años noventa. Para esto, se analizan 16 entrevistas a militantes estudiantiles, expertos y académicos. A través de sus relatos buscamos comprender las distintas maneras en que la memoria se expresa en aquellos años y el rol que esta juega en la identidad política de los distintos colectivos.

Breve descripción metodológica

La presente investigación se desarrolla en base a un enfoque cualitativo, el cual tiene por objetivo comprender los fenómenos sociales por medio de la escucha de lo que se investiga (Canales 2006), de ahí la importancia de utilizar la técnica conversacional de entrevista en profundidad para la producción de información, dado que se enfoca en el estudio de la vida social, teniendo la ventaja, según Miguel Valles (1999), de obtener la riqueza informativa (holística y contextual). El contexto de la entrevista da la oportunidad de hacer seguimiento a las preguntas y respuestas, y además esta técnica asume un rol estratégico de previsión de errores, por tanto, se posiciona como "una técnica flexible, diligente y económica" (1999:187).

Por su parte, la muestra fue de carácter intencionada y de caso crítico (Plummer 2001), donde se buscaron de manera específica a militantes de grupos políticos universitarios que participaron del movimiento estudiantil durante los noventa tanto en la Universidad de Chile como en la USACH. Para su conformación se utilizaron dos criterios: variedad y legitimidad. En lo que se refiere a variedad, se buscó representar a las distintas fuerzas que integraban la política universitaria; en virtud de la legitimidad, se privilegiaron a dirigentes de estructuras políticas, desde centros de estudiantes a federaciones estudiantiles. Las y los entrevistados se contactaron a través de bola de nieve. Se analizaron trece entrevistas a ex estudiantes —varones y mujeres- del período 1990-1999, militantes de las siguientes organizaciones: Juventudes Comunistas (JJ.CC), Juventudes Socialistas (JS), Juventudes Demócrata Cristianas (JDC), y de los siguientes colectivos políticos: Surda, Estudiantes Tratando de Hacer Algo (ETHA) y Changó. Las y los militantes entrevistados tuvieron una trayectoria prolongada en sus organizaciones (más de 3 años) y 8 de ellos con cargos de representación, tanto al interior de la organización como a nivel de federación de estudiantes.

4 La cual funcionaría como un Consejo de Seguridad Pública, siendo supervisada por el subsecretario del Interior Belisario Velasco junto a otros personeros como Marcelo Shilling (militante del PS).

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Además, se contó con la entrevista a tres informantes claves de distintos espacios, que permitieron ir trazando rutas de búsquedas e interpretaciones del período a analizar. Cada uno de ellos, asumió un rol distintivo, ya que el informante experto nos permitió tener una claridad de ciertos hitos específicos del movimiento estudiantil; mientras que el informante de la organización Ex-Feute nos abrió la puerta para conocer el funcionamiento del legado mnemónico que se ha ido desarrollando al interior de la Universidad de Santiago; finalmente, el informante de la Comisión de Derechos Humanos de la Universidad de Chile también nos invita a conocer cómo se vivió la dictadura y posteriormente la transición democrática en la Universidad de Chile .

Tabla 2 Distribución de la muestra

Organización Entrevistas

realizadas

Juventudes Comunistas 6

Juventudes Oficialistas (Concertación/Partido 3

Socialista y Democracia Cristiana)

Colectivos políticos estudiantiles (Surda, ETHA, 4

Changó)

Total 13

Fuente: elaboración propia

Para el análisis de los datos: las entrevistas, se trabajó mediante el análisis de contenido temático, dado que permite asumir la flexibilidad entre lo analítico y lo interpretativo, ayudando además a producir preguntas más que respuestas (Navarro and Díaz 2007). Para efectos del análisis de las memorias, se llevó a cabo una perspectiva dialéctica donde a las y los individuos se les consultó sobre la memoria de su organización o colectivo, además de las reflexiones que cada entrevistado y entrevistada tiene respecto de la memoria de los otros grupos. Esto se hace bajo el supuesto del carácter contencioso de la memoria colectiva (Halbwachs 1992; Jelin 2002; Ricoeur 1999), donde distintos grupos o colectivos se enfrentan para imponer su narrativa mnemónica. En este sentido, no sólo es importante recabar la memoria colectiva que los individuos elaboran de su propio grupo, sino que también la de otras y otros individuos externos. Esto permite no sólo comprender el carácter dinámico y conflictivo de la memoria, sino que también su carácter identitario.

Se trabajó con el software QSR Nvivo, creando diecinueve nodos temáticos, que con posterioridad se fueron reordenando, permitiendo la elaboración de los argumentos descriptivos e interpretativos de una manera más holística.

Memoria Colectiva, Transición y Movimiento Estudiantil

La memoria colectiva se define como el desarrollo de marcos sociales que guían el actuar y sentir de las y los individuos. Es construida a partir de vivencias comunes a un grupo de personas, en base a las cuales desarrollan marcos interpretativos con los que interactúan y comprenden el mundo (Halbwachs, 1992; Jelin 2002). Las memorias colectivas constituyen la base sobre las cuales se elaboran narrativas sobre el pasado, presente y que permiten proyectar un futuro, las cuales se despliegan en un campo de luchas, donde distintos grupos se enfrentan con el objetivo de imponer su perspectiva respecto al pasado (Ricoeur 1999; Zamponi 2018).

La memoria colectiva es particularmente relevante para sociedades que transitan períodos de violencia política. La violencia política tiene efectos duraderos no sólo en quienes la sufren, sino que también en la sociedad en general, su efectividad reside en que logra instalar el miedo y la desconfianza no sólo en sus

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víctimas, sino también en el tejido social, constituyéndose como una herramienta política para la reproducción del orden (Barbera 2009; Lechner 1992).

Posterior a estos períodos de violencia política, las sociedades enfrentan etapas de transición, donde la memoria respecto al pasado se vuelve un elemento central en la disputa por el poder político. En estos períodos, las elites políticas tratan de reconstruir un sentimiento de pertenencia e identidad entre miembros de una sociedad dividida por las consecuencias de la violencia (Assman & Shortt 2012). Para esto, la memoria es crucial, puesto que establece los parámetros para entender el pasado y las definiciones de los roles e identidades del presente. En efecto, es en los períodos de transición donde se despliega con mayor fuerza la lucha por el control sobre la narrativa mnemónica, donde distintos grupos se enfrentan por la interpretación del pasado en un campo de lucha que los posiciona de acuerdo a los distintos capitales políticos y sociales con que emergen después del período de violencia (Aguilar 2008). En este contexto, los movimientos sociales cobran un rol fundamental, en tanto son capaces de desafiar las narrativas oficiales, visibilizando las memorias de los grupos oprimidos (Jelin, 2002).

En el caso chileno este proceso es clave. El carácter pactado de la transición, enmarca la situación de las violaciones a los DD.HH. en una disyuntiva entre "justicia o democracia", donde la elite concertacionista consagra la gobernabilidad como el valor principal, supeditando la justicia a "la medida de lo posible" (Lechner and Güell 2015). Como señala Tomás Moulian (1997), este escenario sustenta una narrativa donde el pasado dictatorial se constituye como una verdad incómoda a la construcción del presente, por lo cual se evita y reprime. Este discurso tiene su correlato en la sociedad en general, la cual es exhortada al olvido, sometida a una constante fijación en el presente, posicionado como horizonte único de sentido. El escenario político institucional se encuentra marcado por la postpolítica, donde los "enclaves autoritarios" (Garretón et al. 2011) heredados de la dictadura y el consenso generalizado respecto a las bondades de la economía neoliberal desarrollan una disputa política de baja intensidad. En este sentido, el discurso de reconciliación consagra este escenario sociopolítico de comienzos de la transición, donde la compulsión al olvido, el consumo y la post política fomentan la impunidad sobre las violaciones a los DD.HH. (Lira and Loveman 1999).

A pesar de esto, el pasado tiende a manifestarse y a reaparecer de manera constante. Como lo señala Wilde et al. (1998), a lo largo de los primeros 10 años de transición, la sociedad chilena atraviesa distintas "irrupciones de memoria", eventos que rompen el bloqueo mnemónico respecto al pasado para ponerlo directamente al centro de la disputa política en el país. Estas irrupciones tienen un carácter episódico, donde la memoria irrumpe en el espacio público para luego volver a su estado de olvido. La publicación del informe Rettig (1990), el tanquetazo (1991), la conmemoración del golpe militar (11 de septiembre) y el nombramiento de Pinochet como senador designado (1998), son eventos que traen la memoria de la dictadura al espacio público. De acuerdo a Jelin (2002), estas irrupciones dan cuenta del carácter traumático del pasado dictatorial en tanto síntomas de recuerdos que se reprimen, pero que sin embargo irrumpen en el espacio público. Las violaciones a los DD.HH. cometidas en dictadura, dejaron como consecuencia un trauma psicosocial (Piper Shafir 2017) generalizado, afectando las relaciones sociales entre individuos. Este trauma no sólo se manifiesta en la generación que vive los eventos traumáticos, sino que construye dispositivos de reproducción. De esta manera, sus efectos son duraderos y se transmiten de generación a generación, impactando de manera duradera el orden social (Jara 2016; Jara Ibarra and Olavarria 2016). Las irrupciones de memoria son síntomas de este trauma, de la incapacidad de la sociedad chilena de principio de los noventa para llevar a cabo un duelo que le permita dar sentido a los horrores del pasado, integrarlos a las memorias colectivas del presente y los proyectos del futuro.

De acuerdo con el investigador estadounidense Steve Stern (Stern 2009), este escenario desemboca en un "impasse de memoria". En resumen, un punto muerto caracterizado por la tensión respecto a los eventos del pasado, donde la sociedad se muestra incapaz de procesar de manera colectiva los horrores de las violaciones de los DD.HH. Este punto muerto da paso a la multiplicación de memorias emblemáticas

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respecto a estos eventos, las cuales dependen de las experiencias y posiciones políticas que las personas tienen respecto a aquella época.

Según Jara Ibarra (2019), este contexto de represión respecto del pasado tuvo como consecuencia una desmovilización de la sociedad chilena. Producto del trauma psicosocial de las violaciones de DD.HH. Junto con el blanqueamiento del pasado y el silencio impuesto en la transición, se instala el miedo al conflicto, entendiéndolo como un mal que puede hacer volver a los conflictos del pasado y, en último término, a la violencia dictatorial. Bajo este discurso, la política contenciosa es enmarcada dentro de un discurso del miedo, donde toda forma de protesta es percibida como un riesgo para la frágil paz transicional (Lechner and Güell 2015) .

Sin embargo, a medida que avanza la década de los noventa, nuevos eventos hacen que el conflicto por el pasado se siga desenvolviendo bajo nuevos marcos. La detención de Augusto Pinochet en Londres en 1998 produce un quiebre en el silencio respecto al pasado reciente (Jara Ibarra 2019; Rovira 2007). Las imágenes de la detención del dictador junto a la posibilidad real de que fuera extraditado y enfrentara años de cárcel rompió su imagen de invulnerabilidad, abriendo la puerta para la expresión de la memoria reprimida. Este evento motivó la profundización en los esfuerzos por enjuiciar al dictador junto con sus colaboradores, lo cual fue bautizado como el "efecto Pinochet" (Jara 2016). De acuerdo a Jara Ibarra (2019), la detención de Pinochet marca un antes y después en la memoria colectiva del país, terminando con el bloqueo de memoria que existía en el país producto de los traumas de la violencia dictatorial, habilitando la construcción de nuevas subjetividades políticas que protagonizarán el ciclo de politización en Chile de 2006 en adelante.

Si bien la perspectiva de Jara Ibarra da cuenta de fenómenos que son relevantes, tiende a opacar la construcción política que se lleva a cabo en los campus universitarios desde la vuelta de la democracia. Como señala Thieleman (2016), el movimiento estudiantil es uno de los pocos actores sociales no institucionales que se articula en el contexto de la transición, protagonizando movilizaciones donde se cuestiona el carácter neoliberal de la transición y sus herencias en la dictadura. Una de las características más relevantes es el rol que juega la memoria de la Unidad Popular y la dictadura en la conformación de identidades colectivas que serán centrales para el ciclo de politización en Chile. A continuación, presentamos un análisis de entrevistas a distintos activistas involucrados en el movimiento estudiantil de los noventa.

Análisis: Memoria Colectiva e Identidades Políticas en el Movimiento Movimiento

Estudiantil de Postdictadura

Surgido en los albores del siglo XX, el movimiento estudiantil ha jugado un rol fundamental en el devenir político del país (Garretón and Martínez 1985). Desde su nacimiento -en 1906 con la fundación de la FECH— éste se ha constituido como un espacio de representación del estudiantado, y de protección y ayuda de los sectores populares. En términos históricos, la FECH nace como la representación de la irrupción duradera de los sectores medios en el espacio político chileno, configurando una matriz ligada a la meritocracia, de ampliación de las libertades individuales y colectivas, además de un esfuerzo por laicizar el espacio social y público (Roco 2005). Durante el siglo XX, la FECH tuvo un rol fundamental en la historia política del país, en especial en el proceso de reforma universitaria de los años sesenta y posteriormente en la campaña y elección a la presidencia de Salvador Allende en 1970. Con el golpe militar de 1973, la FECH fue proscrita y sus dirigentes perseguidos por el aparato represivo del régimen, volviéndose a rearticular en 1984. En 1987 infringe una de las derrotas más significativas a la dictadura de Augusto Pinochet: la renuncia del rector designado José Luis Federicci (Muñoz-Tamayo 2011).

Por su parte la FEUSACH es heredera de la Federación de estudiantes de la Universidad Técnica del Estado (FEUTE). La Universidad Técnica del Estado (UTE) nace en 1947 bajo el gobierno de Gabriel González Videla, congregando a una serie de escuelas de oficios que se desarrollaban en Chile desde mediados

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del siglo XIX. La FEUTE se constituyó como una organización fuertemente politizada, jugando un rol fundamental tanto en el proceso de reforma universitaria de los años sesenta como en la campaña y posterior gobierno de Salvador Allende. Con el golpe militar de 1973, al igual que la FECH, la FEUTE fue proscrita y reprimida, mientras que la UTE fue disuelta en 1981 para fundar la Universidad de Santiago de Chile (USACH), cuya federación de estudiantes FEUSACH, nacerá en 1985 con la celebración de la primera votación democrática (Garretón and Martínez 1985).

De acuerdo a Muñoz y Durán (2019), con la llegada de la democracia, el movimiento estudiantil vive un ciclo de "Crisis de la politicidad social juvenil y politización a contracorriente". El fin de la dictadura implica un cambio fundamental en las lógicas y prácticas del movimiento estudiantil, el cual había concentrado sus fuerzas en el retorno de la democracia. Sin embargo, los acuerdos transicionales lentamente fueron amargando las expectativas del mundo estudiantil, manteniendo el sistema económico neoliberal y los "enclaves autoritarios" consagrados en la Constitución de 1980. Este escenario prefiguraba un escenario político marcado por el apoliticismo y la tecnocracia neoliberal (Muñoz-Tamayo 2011). Frente a ello el movimiento estudiantil vive un proceso de crisis caracterizado por la deslegitimación de sus instituciones representativas: las federaciones.

Al inicio de los gobiernos democráticos, las federaciones de estudiantes estaban comandadas por los partidos de la coalición gobernante "Concertación", quienes mantenían una agenda alineada con las políticas de gobierno y alejadas de las luchas históricas del movimiento (Thielemann, 2016). Estos lineamientos tensionan las relaciones con los sectores movilizados del estudiantado, quienes demandan una política más combativa con el gobierno. Finalmente, la crisis estalla por problemas de corrupción, desembocando en la disolución de un número importante de federaciones, siendo las más emblemáticas la FECH y la FEUSACH; ambas en 1993 (Moraga 2006; Muñoz-Tamayo 2011; Thielemann 2016).

Posterior a este quiebre histórico, el movimiento estudiantil se va rearticulando a través de dos grupos: Las Juventudes Comunistas (Jota o JJCC desde ahora en adelante) y los "colectivos" (Thielemann 2016). La Jota es una de las pocas juventudes políticas de partido que logra mantenerse vigente después de la crisis de las federaciones (Álvarez Vallejos 2019). Los "colectivos", por otro lado, son orgánicas no alineadas a partidos políticos. Estas orgánicas son las que van a impulsar el proceso de reestructuración de las federaciones estudiantiles. En la Universidad de Chile, por ejemplo, tanto el colectivo "Surda" como la "Asamblea de Izquierda" (afín a las JJ.CC) van a tener un rol importante en la refundación de la FECH. En la FEUSACH, por su parte, el proceso de rearticulación comienza a través de las JJ.CC y la "Coordinadora Estudiantil", un grupo de colectivos que incluyen grupos como la ETHA (Estudiantes Tratando de Hacer Algo) y el MIAU (Movimiento de Izquierda de Autonomía Universitaria) (Thielemann, 2016). En 1995 se refunda la FECH bajo el liderazgo de Rodrigo Roco, militante de la Jota, y dos años más tarde la FEUSACH con la conducción de Alejandra Placencia también militante de las JJ.CC (Álvarez Vallejos 2019).

A lo largo de los años noventa, ambas federaciones de estudiantes van a enfrentar diversos ciclos de protesta, culminando en 1997 con el movimiento contra la Ley Marco. Estos ciclos de protesta tienen cuatro grandes fundamentos: la constante crisis de financiamiento de la educación pública, el creciente sobre endeudamiento de las y los estudiantes para pagar sus estudios, la profundización de la democracia al interior de los campus universitarios y contra el proceso de privatización de la educación pública (Moraga 2006; Thielemann 2016).

En el contexto de la revisión que Víctor Muñoz (2011) lleva a cabo del movimiento estudiantil en la Universidad de Chile desde su reconstrucción en dictadura hasta el 2006, el autor reflexiona respecto a la capacidad que tuvo el movimiento para, desde su coyuntura histórica "post", ejercer poder estudiantil frente a las presiones neoliberalizadoras de los gobiernos de turno. Un elemento central para este proceso fue el traspaso de la memoria desde la lucha contra la dictadura a la lucha post-dictatorial. Este proceso no fue casual, sino que formó parte fundamental de rearticulación del movimiento estudiantil. Situados en el inicio de

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la transición democrática, los sectores movilizados del estudiantado relevaron aspectos de la memoria reciente en el país: la figura de Allende, la violación a los DD.HH. en dictadura y la resistencia contra la misma.

"nosotros empezamos a instalar desde el 92' en adelante la recuperación de memoria de la facultad, con actos que empezaron con la conmemoración del Corpus Christi, el evidenciar y poner de manifiesto todas las personas detenidas desaparecidas, o que habían sufrido alguna vejación durante la dictadura, y conocerlo, conocer quiénes eran, que pertenecían a la facultad, y eso generó un movimiento de memoria que existía en la memoria, pero donde los estudiantes no estaban tan involucrados, y donde muchos estudiantes que venían...que eran jóvenes, no habían participado tan duramente en eso, un reconocimiento a lo que había sucedido, porque nosotros también vimos, en lo personal y en otros lugares, que había mucho -por decirlo de alguna manera- desconocimiento con respecto a quiénes eran los protagonistas que habían realizado esa lucha en la facultad. (Militante JJ.CC, Presidente/a FECH)

"Hitos. Sí claro. De partida el 11 de septiembre, para nosotros era toda una semana de preparación, porque se rendía homenaje a las víctimas de la universidad, desde lo institucional era lo que hacíamos, pero nosotros también sabíamos que era jornada de protesta, y varios participaban en aquello, eso era uno, lo otro es que se realizaba cuando era la fecha de, que no me acuerdo cuál era en este minuto pero, cuando era la fecha que Don Enrique había asumido el mando, así como, ponle tú como el 4 de septiembre Allende, se realizaba una ceremonia conmemorativa que organizaban los estudiantes." (Militante JJ.CC, Presidente/a FEUSACH).

A contrapunto del ambiente de olvido y reconciliación, las y los estudiantes movilizados fueron organizando actos de conmemoración para las violaciones de DD.HH. en dictadura. Ahora bien, la atención que se le otorgaba a la memoria no era casual, sino que formaba parte de una cultura política del pequeño grupo de estudiantes políticamente activos en los campus universitarios. A diferencia de otros espacios, los campus universitarios se constituyeron como lugares donde fue posible articular identidades y proyectos políticos que escapaban al clima de despolitización del país (Thielemann, 2016; Muñoz, 2011).

Siempre o sea nosotros teníamos el tema del día de los detenidos desaparecidos, de hecho instalamos una placa que todavía está en la facultad de ingeniería, por socialistas desaparecidos en la época de la dictadura. Porque también, yo creo que, por eso me refiero que más que oasis era un micromundo que tenía que ver también con lo académico, porque hay mucho académico también que era socialista en esos años y que también tenía la cultura anterior (Militante JS, vicepresidente FECH).

Un aspecto fundamental para el desarrollo de las militancias políticas en los noventas era el soporte institucional que los campus universitarios proveían. Esto no quiere decir que las instituciones promovieran la militancia política, sino que la historicidad de las universidades permea a lo largo de distintos períodos. Incluso durante la dictadura, las universidades fueron de los pocos lugares donde se articulaba una resistencia al gobierno de Pinochet. En el caso de la USACH, esto se hace patente en su grito de federación.

"Atención hijos de Enrique Kirberg y Víctor Jara" como... "UNI-TECNI", que UNI-TECNI era el grito histórico de la UTE, (.. ,)Ese es el grito que permanece. Pero se le agregó lo de adelante que era "Atención hijos de Enrique Kirberg y Víctor Jara". Que eso ya es post dictadura, pero que es parte de lo que se reconoce como identitario también. Porque eres hijo de Enrique Kirberg, un rector democrático, electo, querido por la comunidad estudiantil, y toda la comunidad universitaria, símbolo de lo que era la reforma universitaria en Chile, una visión de universidad pública, como te decía al principio, al servicio del desarrollo nacional pero muy enfocada al desarrollo integral las y los estudiantes (Militante JJ.CC, Presidenta FEUSACH)

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Posterior a la debacle de las federaciones de estudiantes durante los primeros años de la década de los noventa, las fuerzas de izquierda por fuera de la coalición de gobierno son quienes toman protagonismo en las militancias políticas, impregnando de su cultura e identidad política a la movilización estudiantil. Sin embargo, estas culturas no son monolíticas, sino que responden a tradiciones políticas e históricas diferentes, las cuales mantienen una lucha constante por la interpretación del pasado. De esta manera, la memoria se constituye como un elemento un espacio de disputa, donde las distintas organizaciones políticas se enfrentan por la hegemonía en la organización estudiantil A continuación, se presenta un análisis de las memorias colectivas de la Concertación, Juventudes Comunistas y Colectivos Políticos.

Concertación: Memoria Funcional

Posterior a la crisis de las federaciones universitarias, las juventudes políticas de la Concertación (Juventud Socialista (JS) y Juventud Demócrata Cristiana (JDC)) como las únicas con presencia en esa época) fueron sindicadas como las principales responsables. Estas juventudes habían jugado un rol fundamental en la conducción del movimiento durante la dictadura, ahora se encontraban en un escenario desfavorable, caracterizado por una desconfianza profunda hacia sus liderazgos. Sus partidos formaban parte del gobierno, el cual impulsaba una política de desmovilización generalizada y presionaba por la profundización de las políticas neoliberales en educación (Moraga 2006; Thielemann 2016).

Respecto a la pregunta por la memoria, los militantes de partidos de la Concertación tienden a enmarcar su respuesta en dos aspectos generales: la tradición política de sus partidos y las víctimas de la dictadura. En lo que se refiere a la tradición política, en el caso de la JS, esta colectividad estaba marcada por una memoria ligada al rol que ha jugado el Partido Socialista a lo largo de la historia del país.

"O sea tú en el PS la memoria juega un rol fundamental, la historia no sé, desde Marmaduke (Grove) ¿cierto?, etcétera, o sea tú ves, el himno del PS es la Marsellesa, el himno de la JS es como de los años 60'. Entonces yo creo que ahí hay un tema donde la memoria para la Concertación, o todos menos el PS, la memoria es un elemento importante, pero para el PS es estratégico, trascendental, es central. O sea todavía reivindicamos a nuestros Carlos Lorca, el único diputado detenido-desaparecido, etcétera, entonces para nosotros es parte de nuestra construcción ¿ya?, y hoy día es muy similar al PC y a la Jota como ellos ahí tienen una reivindicación de la memoria importante" (Militante JS, USACH).

Al igual que el PC, el Partido Socialista es uno de los actores fundamentales de la historia política de Chile durante el siglo XX. Este protagonismo es de importancia para la militancia JS, la cual rescata distintas figuras históricas: Marmaduke Grove como el militar que encabezó el golpe militar de 1932, instalando una República Socialista que duraría tan sólo 12 días. Carlos Lorca, diputado socialista capturado en dictadura y hecho desaparecer por los aparatos represivos. También cabe mencionar el rol fundamental que tenía la figura de Allende, el primer presidente socialista quien encabezaría el gobierno de la UP y que sufriría el golpe del 11 de septiembre de 1973. Pero esta fijación en las figuras históricas contrastaba de manera directa con la situación del partido en la época, alineado con las políticas de continuidad neoliberal de la Concertación.

Mira, la juventud socialista finalmente éramos todos hijos de nuestra historia, hijos de viejos socialistas, nietos de hijos socialistas, entonces era bien...la juventud socialista que yo viví en la universidad era una juventud socialista que tenía la historia de sus viejos, por lo tanto no calzaba mucho con la realidad, con la realidad partidaria del partido socialista propiamente tal (... ) puta asisto a una actividad del partido socialista acá en Ñuñoa por ejemplo y los viejos hablan de Allende po, hinchaban en el discurso pero tú dices ¿qué raro? porque viven como otra realidad, que todo el tema discursivo histórico de la época allendista, pero un partido que hoy día, centro izquierda y. no es eso (Militante JS, vicepresidente FECH).

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En el caso de las JDC, su historia tiene características particulares. A diferencia de las otras organizaciones, la DC tuvo un rol opositor al gobierno de la Unidad Popular, tanto así que, en los primeros años de dictadura, la dirigencia del partido justificó el golpe como única salida frente a la posibilidad de una dictadura marxista5. Sin embargo, a medida que la política represiva del régimen se volvía más evidente, la Democracia Cristiana se volvió parte relevante de la oposición. En este contexto los llevó a sufrir la persecución de los aparatos represivos del régimen.

O sea, para la JDC desde Mario Martínez que fue un estudiante de la USACH, militante nuestro que lo mató la dictadura, hasta el exilio que pueden haber sufrido nuestros camaradas, siempre era un tema que estaba presente. La universidad en esos años era a nivel académico, era conducida por profesores que fueron exonerados, perseguidos por la dictadura, que fueron expulsados de la institución, y por lo tanto eso estaba bien presente en todo lo que se hacía. Nosotros hacíamos lo nuestro pero la universidad también como institución no lo dejaba de hacer (Militante JDC, Vicepresidente FECH).

Si bien, en los primeros años de democracia, la Concertación se mantenía inscrita en el esfuerzo por el rescate de la memoria de la dictadura, este esfuerzo era mirado con sospecha por parte de las otras fuerzas de izquierda.

"no les era cómodo, o sea, en ese tiempo la Concertación estaba en una parada así como que la alegría ya llegó, el cambió ya llegó y ahora sólo futuro, todo futuro hacia adelante, y el futuro hacia adelante es como perdón, borrón y cuenta nueva y sigamos para delante. Entonces no sé si se lo querían saltar o no, pero no hacían ningún intento por la conmemoración, ni siquiera a las personas de sus propias militancias que habían caído, si bien había un reconocimiento, nadie nunca faltaba el respeto frente a eso, no había una acción específica y concreta que generara cambios y que mostrara la memoria" (Militante JJ.CC, Presidente/a FECH).

Situados en el inicio de la transición, la militancia concertacionista estaba enmarcada dentro del discurso de "perdón y olvido" que dominaría durante los noventa. Para este discurso la memoria constituía una narrativa incómoda que podía alterar la gobernabilidad de la joven democracia (Moulian 1997). En este sentido, si bien su militancia participaba de los ejercicios de conmemoración, estos no formaban parte central de su identidad ni del discurso sobre el cual planteaban su militancia. En este sentido la memoria constituía un mecanismo funcional que formaba parte de las prácticas, pero que no tenía mayor profundidad en términos identitarios.

Juventudes Comunistas: Memoria de la Tragedia

Con el fin de la dictadura, las Juventudes Comunistas fueron una de las organizaciones políticas que primero se rearticularon al interior de las universidades (Álvarez Vallejos 2019; Pairican 2016). Sin embargo, en este período, la Jota atravesaba una crisis que tenía su origen tanto en la transición a la democracia, como la realidad del escenario internacional.

En primer lugar, y en base al escenario nacional, cabe recalcar que el Partido Comunista, había sido dejado fuera de la coalición opositora que conformaría el nuevo gobierno democrático, pues la política oficial que mantenía era la de Rebelión Popular de Masas, que consideraba la violencia como una alternativa válida para terminar con los enclaves autoritarios heredados de la dictadura. En esos años el PC venía de 17 años de

5 Esta posición no era compartida por la totalidad de la militancia democratacristiana, posición que quedaría establecida a través de la carta del "grupo de los trece". Una carta pública enviada a la presidencia del partido donde se criticaba la posición condescendiente de la dirigencia con el golpe militar de 1973.

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persecución y muerte por parte de los aparatos represivos de la dictadura, donde perdió gran parte de sus liderazgos políticos, cuestión que lo lleva a conformar el aparato de resistencia a través del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el cual se transformó en una de las principales oposiciones armadas al gobierno dictatorial. El triunfo de Aylwin encontró al partido ejerciendo una oposición desde la izquierda y fuera del parlamento. Este escenario implicó que el PC impulsara fuertemente sus Frentes de Masas, dentro de los cuales el movimiento estudiantil era uno de los más relevantes (Álvarez Vallejos 2019; Thielemann 2014).

En segundo lugar, el escenario internacional con la caída del muro de Berlín y el fin de los socialismos reales (con excepción de Cuba) significaba una crisis de identidad importante para el partido, pues se desplazan los horizontes estratégicos y tácticos, no sólo para el PC chileno, sino para el resto de las izquierdas chilenas (Álvarez Vallejos 2019; Thielemann 2014).

En consecuencia, el marco colectivo de memoria para la militancia de la Jota en la FECH está fuertemente marcado por la violación de los DD.HH. La memoria constituía un eje fundamental para la construcción de identidad, considerando tanto la crisis interna por parte de la militancia comunista como también el clima de apoliticismo reinante en el país después de diecisiete años de dictadura (Karmy-Bolton 2018; Moulian 1997).

"Un poco por lo que te decía, como la necesidad de anclarnos en algo, pararnos arriba de algo; ahora, no era toda la memoria tampoco, o sea, nuestra prioridad para trabajar con el estudiantado no eran los detenidos desaparecidos. Lo que pasa es que no nos privábamos, ni nos inhibíamos, que era algo que si le pasó a la JS, de hablar de esos temas cuando podíamos, pero el trabajo con el estudiantado de base, en todo ese periodo estuvo anclado en, pensemos en la universidad, porque estos tipos están privatizándola, están destruyendo su esencia, tenemos que defender esa esencia, y para eso el movimiento estudiantil tiene que actuar, y su brazo, su brazo organizativo es la Fech." (Militante JJCC, presidente/a FECH).

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Como señala el entrevistado, la memoria constituía un elemento de relevancia para la militancia de la Jota. Ante la crisis que atravesaba el partido producto de la caída del muro de Berlín y el rol secundario que jugaba en la transición, la memoria constituía un sitio de enunciación que les permitía presentar una narrativa respecto a un "nosotros". Sin embargo, la memoria no constituía el centro del discurso de las JJ.CC. El principal foco se refería a detener las reformas neoliberales que se estaban desarrollando en la universidad. En este sentido, la memoria transcurría de manera paralela a las luchas estudiantiles.

"yo diría que eran carriles separados, paralelos, complementarios pero separados. Claro o uno también, o sea separados hasta cierto punto, también por supuesto que los actos y todas esas cosas de conmemoración a las víctimas se hacían. Piensa tú que en el 93 se cumplieron los 20 años del Golpe de Estado y aunque después claro, no fue lo mismo que los 30 y los 40, igual había una sensación país de un hito importante y se hicieron cosas digamos" (Militante JJCC, FECH)

De esta manera, para las y los militantes de la Jota, la memoria se constituía como un espacio identitario de relevancia, donde su rescate era parte fundamental de la cultura de izquierda que ellas y ellos encarnaban. En efecto, al igual que en el caso de las JS, el PC es un partido con una rica tradición que se remonta a inicios del siglo XX, esta tradición se refleja en una constelación cultural que es significativa para la organización y su militancia. En esta constelación, la memoria de la UP y las víctimas de la dictadura formaban un elemento fundamental.

Como señalan Kubal y Becerra (2014), las memorias colectivas son ideas del pasado que proveen de un marco para entender el presente, en este sentido, las organizaciones de movimientos sociales utilizan la continuidad con el pasado de manera de generar legitimidad e identidad. El recuerdo de la UP y las víctimas de

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la dictadura son parte de una constelación de significantes y prácticas culturales fundamentales para la Jota y el PC.

Colectivos Políticos: Memoria de Lucha

Además de la Jota, los primeros años de democracia vieron el surgimiento de distintos colectivos de izquierda, formados principalmente por estudiantes políticamente activos que no se veían representados ni representadas en los partidos políticos que dominaban el escenario político universitario. Estas orgánicas tienen una mezcla de ex militancias de organizaciones de resistencia revolucionaria a la dictadura, tales como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Movimiento Juvenil Lautaro (MJL), además de retornados y retornadas del exilio, y estudiantes politizados que no se sentían cómodos en las estructuras de partidos (Thielemann 2016).

En un contexto represivo marcado por la persecución de grupos subversivo grupos de estudiantes se empiezan a organizar en colectivos de izquierda. En el caso de la Universidad de Chile, uno de ellos es la SurDa, organización política nacida a partir de ex militantes del MIR, que tuvo presencia tanto en Santiago como en Valdivia. Otra organización de relevancia era el colectivo Changó, organización política surgida también en la Universidad de Chile. En la USACH, uno de los colectivos de mayor relevancia fueron los "Estudiantes Tratando de Hacer Algo" (ETHA), surgido a partir de militancias miristas y del FPMR, jugando un rol fundamental en la primera década de los noventa (Moraga 2006; Muñoz-Tamayo 2011; Thielemann 2016).

Para estos sectores, el foco en la memoria de las víctimas de la dictadura era percibida de manera distinta, pues para estos colectivos -organizados a la izquierda de las JJ.CC- este lugar de enunciación tenía una carga negativa, resaltando el carácter lúgubre, triste y derrotista de la izquierda.

"era justamente la crítica que nosotros teníamos a lo que estábamos haciendo en la USACH con la ETHA, que era una weá del calendario -entrecomilla- llorón, el calendario de derrotas de la izquierda, entonces no sé po, hay un acto de la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos, pidieron que echáramos la mano, y yo decía "weón, salgamos de esa weá en algún momento, no digo que haya que olvidar, ni nada de eso, pero nuestra memoria es otra, nuestra memoria es de lucha, de resistencia, no es de victimización, ni martiriológica, sino que es para la lucha", y ahí yo creo que está esa impronta más bien...hay una crítica política detrás de eso de que se recuerdan a las víctimas y no al proyecto" (militante ETHA, USACH).

'la hagiografía de los mártires, ¿cierto? O sea, como estar como, y nosotros hacíamos, decíamos como el lugar de la, sobre todo nos preocupas el lugar de la víctima, ¿no?, obviamente que consideramos que eso era de todo respeto y de todo cuidado ¿cierto? Pero nos preocupaba políticamente no asumir el lugar de la víctima, como no asumirlo en el sentido de, somos luchadores" (militante Changó, UChile).

Para estos sectores, la referencia constante a las víctimas de la Dictadura y los DD.DD. resultaba incómodo en tanto posicionaba a los movimientos de izquierda en una condición constante de víctima. Frente a esta referencia, estos sectores buscan resaltar una memoria de lucha, donde se recordaba no sólo las tragedias, sino que las resistencias de los distintos movimientos de izquierda no sólo en dictadura sino que también durante la transición.

"Nosotros criticábamos la manera de enfrentar la memoria de otro tipo, era más bien una apelación emocional, en el sentido como de recordemos a nuestros muertos, o era una apelación emocional tristona, pero al menos una características así como la guitarra obviamente o, solamente recuperar la épica, como

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que nosotros criticábamos recuperar la épica y no recuperar el contenido político de esas experiencias, y eso era como una distinción yo diría la protagonista." (militante Surda, Universidad de Chile)

"Yo creo que por un lado era reivindicar la lucha dada por la izquierda en general, no contaba entre el Frente, el MIR y el Lautaro, No, era reivindicar la lucha de la izquierda, reivindicar por un lado la violación de los derechos humanos desde la perspectiva en que no se repitiera, la instalamos desde el principio con la idea del nunca más. Y creo que el otro grado de singularidad es que para el periodo, para los principios de los 90 había plena reivindicación con lo que habían sido los referentes armados digamos, no se ocultaba ni se maquillaba, ni tampoco se trataba de adornar qué reivindicaba la lucha que habían dado hasta los 90 digamos las organizaciones de izquierda digamos." (militante ETHA, USACH).

A diferencia de las militancias de la JJCC y la Concertación, la militancia de estos colectivos rescataba la lucha de organizaciones subversivas que se mantuvieron activas con posterioridad al fin de la dictadura como el FPMR-Autónomo, el MIR o el Mapu-Lautaro. Esta reivindicación trazaba una distinción fundamental respecto a las otras juventudes en tanto se planteaba de manera antagónica respecto al devenir político de la transición en Chile. Esta toma de posición hacía referencia no sólo a la memoria, sino que a una constelación de prácticas y expresiones culturales que formaban parte de la identidad política de estas organizaciones, lo que Rosas (2013) define como "mística rebelde". En este sentido, la acción directa, las llamadas "salidas de calle" eran parte de las prácticas fundamentales para estos sectores movilizados. Por otro lado, también había una estética distinta que rechaza los patrones clásicos de la cultura política de izquierda como la "canción nueva" para reemplazarla con referentes actualizados como el punk.

"Y bueno nos encontrábamos porque hasta culturalmente nos interesaba como, o sea no n os interesaba, nos salía romper estéticamente con la izquierda digamos del canto nuevo ¿sí? como, charango lila digamos, nosotros no nos sentíamos identificados con eso, nos gustaba el punk, eso nos gustaba ¿no?, y eso queríamos ¿por qué?, porque como el concepto era la rebeldía, el superar el estado de víctima ¿no?, la rebeldía, la alegría, y por eso es como te había contado hace mucho tiempo era ese emblema ¿no? "desde la guerra y para la fiesta" ¿no?, y por eso parecía muy fuerte la cuestión latinoamericana, y por eso como la irreverencia de ponerle a un colectivo que pretendía intervenir en lo estudiantil, con políticas y todo ese nombre, el nombre de un dios digamos ¿no? del sincretismo y etcétera ¿no?, hasta cubano." (militante Changó, Universidad de Chile).

"Ahora, sin que esto, porque yo no te voy a ocultar la pelota digamos ¿no? renunciara a la movilización, a las acciones directas ya la impronta callejera, (...) y en eso nosotros no renunciamos a aquello, lo mantuvimos y de alguna forma liderábamos esto a nivel metropolitano, fuimos capaces de entender que había un discurso político y que revestía este discurso político la salida a la calle por ejemplo, ¿cuando salíamos a la calle?, ¿por qué salíamos a la calle?, y con qué salíamos a la calle ¿sí?, eso que era con los ojos de día pudiera parecer muy infantil incluso, o incluso descontextualizado, en esa época no lo era, y respondía al momento en el que estábamos digamos." (militante ETHA, USACH).

De esta manera, los colectivos de izquierda se posicionaban de manera distinta respecto a tanto las JJCC como sus pares de la Concertación, marcando no sólo una memoria distinta, sino que también prácticas políticas y culturales diferentes. Para estos sectores, la memoria de la violencia dictatorial es mirada con sospecha, destacando su contenido lúgubre y de derrota. A diferencia de otras juventudes, su reivindicación consideraba un rescate de la lucha subversiva de organizaciones armadas tanto en dictadura como posterior a ella. Esta reivindicación de la lucha armada las ponía en antagonismo respecto a la narrativa de reconciliación y postpolítica de la transición en el país.

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Reflexiones finales

En un contexto marcado por la apolítica y el silencio postdictatorial, el movimiento estudiantil fue una de las pocas resistencias que encontraron los gobiernos democráticos a la profundización de las políticas neoliberales heredadas de dictadura. Esta resistencia se fraguó en un largo proceso de luchas, donde distintas identidades y culturas políticas se enfrentaron y fueron construyendo identidades colectivas antagonistas que resultaron claves para el ciclo de movilizaciones sociales que han caracterizado a Chile en los últimos 15 años.

La memoria del movimiento estudiantil de los noventa en la Universidad de Chile y la USACH se construye como un espacio de conflicto, donde la experiencia de la Unidad Popular, el golpe de Estado y la dictadura juegan un rol fundamental. En este contexto, el espacio universitario tanto de la Universidad de Chile como USACH constituyen un soporte institucional de relevancia, en tanto es un espacio donde fue posible articular identidades y prácticas sociales y culturales que escaparan los marcos de la transición. De esta forma, distintos grupos políticos toman posiciones a partir de su propia historia, pero también respecto a los proyectos políticos que enarbolan en el contexto de la transición. Esta toma de posición tiene un carácter identitario, en tanto permite una coherencia interna como una diferenciación cultural, estética y de proyecto entre los distintos grupos. En esta toma de posición la memoria es un elemento fundamental en la producción y reproducción de una identidad colectiva.

A partir del análisis de entrevistas, las memorias de los distintos grupos políticos se organizan de la siguiente manera: Para las juventudes de partidos de la Concertación, la memoria tiene un carácter funcional, una obligación tanto ética como política, pero sin una relevancia directa para su proyecto político. Para las JJ.CC la memoria se centra en la tragedia de las violaciones de DD.HH. en Chile, un elemento identitario de relevancia que los distinguía del resto de las organizaciones políticas. Los colectivos, por otro lado, se posicionan con una memoria en lucha, relevando el rol de combate y resistencia no sólo contra dictadura, sino que también de la lucha en democracia. En este sentido es posible ver la construcción de una conflictividad en una coyuntura histórica marcada por la pacificación y la tecnocracia. La memoria, de esta forma, es parte de una constelación de narrativas y prácticas culturales que son claves para la constitución de subjetividades políticas al interior de los campus universitarios.

Los distintos tipos de memoria en la década de los noventa están inscritos en la coyuntura transicional, una época marcada por los esfuerzos de la coalición gobernante de asegurar la gobernabilidad del país, dejando la reparación y justicia por los crímenes de la dictadura a un segundo lugar. El contexto de la política universitaria permite la articulación de memorias subalternas que resultan claves para el ciclo de politización que se iniciará una década después.

En este sentido, se vuelve relevante seguir rastreando la trayectoria de estas memorias de manera de entender su articulación y cambio con las diferentes coyunturas que enfrentan en décadas siguientes.

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