Научная статья на тему 'LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y SU SECCIóN ARGENTINA: DISCORDIA EN TORNO DEL “FRENTE úNICO” A COMIENZOS DE LA DéCADA DE 1920'

LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y SU SECCIóN ARGENTINA: DISCORDIA EN TORNO DEL “FRENTE úNICO” A COMIENZOS DE LA DéCADA DE 1920 Текст научной статьи по специальности «История и археология»

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PARTIDO COMUNISTA DE LA ARGENTINA / INTERNACIONAL COMUNISTA / AUTONOMíA RELATIVA / FRENTE úNICO

Аннотация научной статьи по истории и археологии, автор научной работы — Iemonte Víctor Augusto

Este artículo analiza las primeras reacciones de la dirección del Partido Comunista de la Argentina ante las instrucciones recibidas a través de los agentes designados por la Internacional Comunista para que fuera adoptada localmente la táctica del “frente único”. El trabajo de archivo emprendido en este estudio demuestra que, lejos de presentar una imagen de partido sometido a los mandatos extranjeros, el PCA conservó en sus inicios una autonomía relativa que le permitía, sin romper con la Comintern y sin aplicar finalmente políticas contrapuestas a ella, cuestionar el sentido universal de las indicaciones recibidas.

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Текст научной работы на тему «LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y SU SECCIóN ARGENTINA: DISCORDIA EN TORNO DEL “FRENTE úNICO” A COMIENZOS DE LA DéCADA DE 1920»

La Internacional Comunista y su Sección Argentina: discordia en torno del "frente único" a comienzos de la década de 1920*

The Communist International and Argentinean Section: discord around the "united front" in the early 1920s

Víctor Augusto Piemonte**

Resumen

Este artículo analiza las primeras reacciones de la dirección del Partido Comunista de la Argentina ante las instrucciones recibidas a través de los agentes designados por la Internacional Comunista para que fuera adoptada localmente la táctica del "frente único". El trabajo de archivo emprendido en este estudio demuestra que, lejos de presentar una imagen de partido sometido a los mandatos extranjeros, el PCA conservó en sus inicios una autonomía relativa que le permitía, sin romper con la Comintern y sin aplicar finalmente políticas contrapuestas a ella, cuestionar el sentido universal de las indicaciones recibidas.

Palabras clave: Partido Comunista de la Argentina, Internacional Comunista, autonomía relativa, frente único

Abstract: This article analyzes the first reactions of the leaders of the Communist Party of Argentina to the instructions received through agents designated by the Communist International about the locally adoption of the tactics of the "united front". The archival work undertaken in this study shows that, far from presenting an image of party under foreign command, the PCA retained in the beginning a relative autonomy that allowed, without breaking with the Comintern and without applying finally to it conflicting policies, questioning the universal sense of the instructions received.

Keywords: Communist Party of Argentina, Communist International, relative autonomy, united front

* Este trabajo fue parcialmente realizado como parte del Proyecto UBACyT "La emigración rusa en la Argentina del siglo XX: publicaciones, asociaciones y trayectorias político-intelectuales".

** Argentino. Profesor de Historia por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se encuentra finalizando estudios de doctorado sobre las relaciones entre el PCA y la Unión Soviética en tiempos de la Tercera Internacional con una beca del CONICET. Dirección de correo electrónico: augusto.piemonte@gmail.com

Introducción

En el mismo momento en que el Partido Socialista Internacional adhirió a la Internacional Comunista y pasó a convertirse en el Partido Comunista de la Argentina (PCA) comenzó un ciclo de profundas disensiones internas entre las distintas facciones que sucesivamente fueron emergiendo. Sometiendo a examen aquellas hipótesis clásicas que adjudicaron al PCA un carácter extranjero y extranjerizante, sojuzgado por la voluntad soviética y promotor local acrítico de las cambiantes orientaciones políticas confeccionadas por la Internacional Comunista (IC) para conveniencia del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), indagaremos las posibilidades de existencia de una autonomía relativa dentro de la dirección de la sección argentina para la primera mitad de la década de 1920. Aunque la bibliografía existente ha dado cuenta de la importancia en la relación entre el PCA y la IC, lo ciertos es que la historiografía no brindó estudios sistemáticos que centraran el foco en los comienzos de la participación de los agentes soviéticos en la organización y supervisión del trabajo de la sección argentina, así como tampoco ha sido debidamente atendida la reacción generada en los miembros de la dirección argentina ante las principales indicaciones programáticas cursadas por Moscú para su implementación local. El objetivo de este artículo es, por ende, realizar una interpretación acerca del papel desempeñado por los enviados y las indicaciones emanadas desde la IC dentro de la esfera de toma de decisiones del PCA. A tal fin, será analizado un importante corpus que documenta la relación entre el "partido mundial de la clase obrera" y su sección argentina. Asimismo, se recurrirá a complementar las informaciones allí vertidas con los debates intrapartidarios y las referencias interpartidarias dados a conocer en los principales órganos de prensa dirigidos por la dirección del PCA: La Internacional, del propio partido, y La Correspondencia Sudamericana, perteneciente al Secretariado Sudamericano. Este procedimiento permitirá, al mismo tiempo, ahondar en el conocimiento disponible acerca de la diatriba entre autonomía y dependencia que, de manera variable, determinó el signo de las recepciones que de los enviados de la IC efectuó la dirección del comunismo argentino. Especial importancia adquiere a este respecto la postura asumida ante la crucial táctica política correspondiente al denominado "frente único", consistente en la unidad "por abajo" de la clase obrera para combatir el influjo de la burocracia sindical (AAVV 1930: 44), unificando la acción de los obreros comunistas junto con sus pares que simpatizaban con el socialismo.

La dirección argentina en la Unión Soviética

Ante la intervención personalista que en sus asuntos realizaron los primeros enviados designados en la Unión Soviética, la dirección del PCA intentó hacer valer originalmente su autonomía relativa y exigió para sí una mayor participación en el análisis y la toma de decisiones, las cuales, sugería, debían hacerse conjuntamente y no por disposición unilateral de la IC. Los líderes argentinos rechazaban así el intento de "pasar por encima" a los comunistas sudamericanos a través de los emisarios para el Comité Pro-Ayuda a Rusia:

"Los tres representantes de Sudamérica creemos que los resultados prácticos a los efectos de la Ayuda a Rusia no compensarán los gastos que origine esa delegación. Tal vez esta opinión hubiera sido tenido en cuenta si se hubiese consultado a los delegados que representan los países que ese representante ha de visitar"; pero el reconocimiento de la autodeterminación de la agrupación propia se conjugaba con el acatamiento férreo: "nosotros mismos vamos a plantear ante el Comité Ejecutivo lo que nosotros comprendemos que es necesario para el comunismo de la Argentina o lo que pudiera aparecer como una relativa discordancia con sus resoluciones para que pueda tomar una determinación que el Partido Comunista seguirá al pie de la letra" (Informe de la delegación argentina al IV Congreso del CE de la IC, julio-octubre 1922: 34, Archivo de la Internacional Comunista, Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina [en adelante Archivo IC, BCNA], rollo [r.] 1, sección [s.] 1). En otras palabras, se trataba de una carrera por el disciplinamiento, en la cual la compulsa pasaba por extraer a los agentes soviéticos el poder de conducción que utilizaban para atraer la atención de Moscú y adjudicarlo a la dirección local. Lo novedoso aquí respecto de la historiografía existente que ha abordado en alguna medida el compromiso internacional del PCA es que, si bien era la sección argentina de la IC y por lo tanto debía atender de manera permanente a los puntos aprobados en las "21 condiciones" votadas en el II Congreso celebrado en Moscú, intentó en estos primeros años hacer valer su derecho a la autonomía relativa.

De hecho, el CE del PCA demostraba su descontento por el funcionamiento que estaba teniendo en el país el mecanicismo relacional cominterniano y procuraba revertir el dogmatismo marxista para convertir su praxis política en una guía para la acción cuando criticaba la aplicación del "frente único" en la Argentina y destacaba la necesidad de considerar las diferencias existentes entre los capitalismos de Europa y América del Sur, así como en sus estructuras sociales. El tratamiento del CE del PCA a propósito de la orientación de "frente único" se cerró, como se verá en breve, con una votación en donde la propuesta de la IC fue rechazada. En las condiciones políticas imperantes en la Argentina la táctica del "frente único" electoral como vía para la conquista de las masas se presentaba como "un verdadero suicidio del Partido Comunista" (Informe de la delegación argentina al IV Congreso del CE de la IC, julio-octubre 1922: 36, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 1). El "frente único" tenía grandes posibilidades de contribuir al éxito de la acción comunista en los países desarrollados de Europa, pero lo cierto era que en Sudamérica el comunismo no había

cumplido aun su primera tarea fundamental: la de formar una fuerte minoría, bien disciplinada y apta para adaptar estas actitudes tácticas que requiere la lucha de clases. Necesita todavía hacer una política inteligente para atraerse a los elementos revolucionarios sinceros de las filas anarquistas y sindicalistas y llevarlos a la acción política (Ídem).

Refiriendo al movimiento obrero argentino, Juan Greco y Pedro Romo habían dado cuenta un año antes de la necesidad de atender a las especificidades locales, al notar que las realidades sindicales de Argentina y Europa no eran equiparables bajo ningún aspecto. En el informe fueron descriptas las condiciones de un país esencialmente agrícola-ganadero y

el panorama nacional era de escaso desarrollo industrial y casi nulo desarrollo de las fuerzas productivas, una baja densidad de población que se traducía en una ausencia de organizaciones obreras sólidas (con excepción relativa de Capital Federal, que concentraba 359.614 obreros y empleados sobre una población de 1,5 millón de habitantes). Parte de la responsabilidad por la falta de una tradición de lucha de la clase obrera existente residía, según la perspectiva adoptada, en el apoliticismo anarquista y el parlamentarismo socialista. Asimismo, la experiencia de la Primera Guerra Mundial había "puesto al descubierto el espíritu pequeño burgués de organizaciones y leaderes de países europeos" (Informe de la situación sindical en la Argentina dirigido al CE de la IC, 2/8/1921: I, Archivo de la Internacional Comunista, Centro Cultural de la Cooperación [en adelante Archivo IC, CCC], 329.15(82) PCa2), pero no había producido el mismo efecto dentro del sindicalismo argentino. A diferencia de lo que ocurría en Europa, no era requerimiento luchar contra una burocracia sindical, puesto que en la Argentina ésta no constituía una problemática real (Idem: XII). No obstante, y a pesar de los reparos puestos a la aplicación mecánica de medidas centralizadas por Moscú, haciendo uso de su capacidad bifronte para oponerse y aceptar al mismo tiempo sin necesidad de mencionar principios de centralismo democrático, el PCA decidió igualmente aprobar las tesis del "frente único" en la esperanza de poder aplicarlas en el plano sindical buscando la unidad con el Partido Socialista Argentino (PSA).

Juan Greco y José Penelón fueron los primeros representantes oficiales del PCA participantes en un congreso de la IC de los que se tenga noticias, considerando que, pese a las suposiciones que tuvieron lugar en la historia del partido argentino, no hay datos fidedignos respecto de que el ruso Major Semionovich Mashevich (miembro de la Federación de Obreros Rusos de Sudamérica y vinculado al PCA) haya tomado parte en el II Congreso de 1920, así como tampoco hay informaciones confirmatorias acerca de la participación Rodolfo Ghioldi en el III Congreso de 1921.1 Al informe presentado en Moscú por la delegación oficial integrada por Greco y Penelón a propósito de la situación general argentina se contrapuso un informe paralelo presentado por Pedro Presa y Cosme Givoje, integrantes de la delegación que representaba la minoría en la dirección del partido cristalizada en la corriente "frentista".

La delegación extraoficial acude el 22 de octubre al CE de la IC en Moscú para tratar la cuestión de la crisis interna por la que atravesaba el partido. Las diferencias entre los delegados que integran la facción marginal y la facción mayoritaria de la dirección del PCA se basaban principalmente en la adopción distintiva de criterios en torno de la política internacionalista concebida por la IC bajo el "frente único". Las tesis sobre esta orientación y el discurso pronunciado por Zinoviev a este respecto ante el CE de la IC el 4 de diciembre de 1921 fueron publicadas en las páginas de La Internacional en varias partes a fines de

1 No obstante, Rodolfo Ghioldi fue el primer dirigente del PCA en viajar a Rusia, y lo hizo acompañado del francés participante en la fundación del Partido Socialista Internacional de la Argentina Zalman Yaselman, esposo de la comunista argentina Julia Coral, quien también asistió al congreso en Moscú sin contar con la credencial oficial. Cf. Campione, López Cantera y Maier (2007: 8, nota 3; 43, nota 6); L. Jeifets, V. Jeifets y Huber (2004: 344).

febrero de 1922 (La Internacional [LI], V, 303, 23/2/1922: 3; LI, V, 304, 24/2/1922: 3; LI, V, 305, 25/2/1922: 3; LI, V, 307, 27-28/2/1922: 3). Los comentarios oficiales del PCA sobre la táctica de "frente único" fueron publicados por primera vez el 11 de marzo (LI, V, 318, 11/3/1922: 1). Allí se daba cuenta del cambio de situación mundial que se vivía: el período iniciado con la bancarrota de la Segunda Internacional y orientado a combatir a los "renegados del socialismo" para conducir a las masas obreras a la revolución había decantado en la conformación de una vanguardia comunista cohesionada y disciplinada capaz de dirigir la etapa siguiente, consistente en la penetración dentro de aquellas masas que ostentaban "prejuicios burgueses". Las opiniones que allí se vuelcan constituyen una crítica a las resoluciones de la IC en lo que hace a su aplicabilidad dentro de un país con las características de la Argentina: "Esta táctica -y eso demuestra la seriedad de la resolución sobre el "frente único"- no puede ser aplicable en todas partes. Allí donde la vanguardia comunista es aún débil, donde la lucha contra el reformismo es la tarea principal de los comunistas para formar una vanguardia potente y disciplinada, esa táctica es momentáneamente inaplicable" (Ídem)2. Al advertir el escaso desarrollo de la organización partidaria y reconocer que su incidencia dentro del movimiento obrero era prácticamente inexistente todavía, la dirección argentina acusaba todavía una cierta preocupación por atenerse a los principios científicos del marxismo: "la aplicabilidad del frente único se halla sujeta a una serie de causas que exigen un análisis sereno, cuyo resultado debe tenerse siempre en cuenta a fin de que la consigna, a las masas, encuentre la confirmación en los hechos" (LI, V, 347, 21/4/1922: 1). El "frente único" era una táctica lista para ser implementada en Alemania, pero todavía no estaban dadas las condiciones para que se hiciera lo propio en Argentina. Su aplicación, arguyeron los miembros de la mayoría del CE del PCA, redundaría en un perjuicio antes que en un beneficio.

Nuevamente un editorial del 15 de abril insiste en la inconveniencia del "frente único" para el PCA (LI, V, 343, 15/4/1922: 1). Un día más tare se dan a conocer las tesis del CE en torno del "frente único", en donde triunfa la posición contraria a la adopción de dicha táctica para el desarrollo del trabajo comunista entre las masas trabajadoras. Esta postura cuenta con el apoyo de Romo, Greco, Oriolo, Rúgilo, González, Codovilla, Sous, Alberini, Ducasse y Rodolfo Ghioldi. Por su parte, Alberto Palcos había presentado otra moción que bregaba por la realización de los actos conmemorativos del 1° de mayo en conjunción con el PSA. Palcos basaba su posición en el hecho de que la aplicación del "frente único", decidida por la IC, resultaba una obligación para la sección argentina (LI, V, 345, 1718/4/1922: 1). A pesar de que se impuso la negativa a cumplir con la resolución de la Comitern, Presa y Givoje hacían constar que era "necesario e importante tener en cuenta que los editoriales citados no interpretaban, de ninguna manera, la opinión del partido ni del C.E., tanto más cuanto que el C.E. no había tratado aún la cuestión" (Carta de la delegación extraoficial del PCA al CE de la IC, 22/10/1922: 2, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 21). Las opiniones vertidas en el órgano del PCA, se aseveraba, correspondían exclusivamente a su director. De esta manera, queda en evidencia el hecho de que Rodolfo Ghioldi distaba mucho de encarnar aquel personaje entregado sumisamente a Moscú desde los comienzos

2 Tampoco estaban habilitados para aplicar el frente único los partidos comunistas de Chile y de Uruguay, por hallarse sus respectivos países desprovistos de movimientos de masas (LI, V, 338, 9/4/1922: 2).

mismos del comunismo argentino que se ha tendido a construir. La política de "frente único" fue de hecho examinada por el CE del PCA el 15 de abr il. Ghioldi se oponía en forma abierta al cambio de táctica, en tanto que Alberto Palcos lo apoyaba. De entre los 13 integrantes que acudieron a la reunión, la moción de Ghioldi logró hacerse con 10 sufragios.

El 22 de abril el CE decidió que los centros se expidieran sobre la cuestión del "frente único". Limitado a las notas alusivas publicadas por La Internacional, el conocimiento disponible al respecto era muy limitado, por lo que la votación se realizaría en un vacío casi total de información. El CE esperaba que el debate se diera después y no antes de la votación. De allí que los delegados extraoficiales protestaran por el embargo de periódicos franceses e italianos que contenían sustanciales dosis de información pertinente. Por entonces, el órgano del PCA, La Internacional, les cerraba sus páginas a quienes, como los delegados extraoficiales, defendían el "frente único". El centralismo democrático, reflejado en la modalidad con que se dieron los sucesos, quedaba trastocado en sus cimientos, ya que la imposición de las resoluciones votadas por la mayoría al conjunto de los afiliados se decidía antes de que pudieran ser discutidas y la adhesión voluntaria acababa transformándose en sumisión coercitiva: "mientras la mayoría hacía propaganda desde el diario y la tribuna en favor de su criterio, nosotros teníamos el diario cerrado para nuestros artículos y desde la tribuna, por razones de disciplina, no nos era posible hablar" (Ídem: 4). También existieron discrepancias en torno de la cuestión sindical, el informe de la delegación extraoficial informaba que un cuerpo constituido por 6 afiliados al PCA, con Juan Greco a la cabeza (quien se hallaba a cargo de los Asuntos Gremiales del CE), había configurado la carta orgánica de la central obrera Unión Sindical Argentina (USA). La crítica que se hacía a esta acción consistía en que dicha carta quedaba reducida en forma exclusiva a la concepción sindicalista. Esta situación ahondó el distanciamiento entre dos grupos: aquellos que se oponían al proyecto de carta orgánica, integrado por la minoría del CE, y aquellos que lo apoyaban, compuesto por la mayoría del CE, incluyendo a Ghioldi y Penelón -y siendo que este último había sido protagonista en un encendido debate cuando pertenecía a las filas del socialismo, justamente porque defendía la unificación de aspectos sindicales con los políticos para el trazado del plan de lucha-. Se objetó también la renuncia que hacía el CE del PCA a ocupar ningún puesto en el Comité Sindical Central. Los delegados minoritarios arremetieron también contra el por entonces secretario general, Pedro Romo, por la "obra anticomunista" en que incurrió al traicionar "una huelga del gremio al que perteneció" (Ídem: 8). Las críticas se extendieron a la jerarquía -remarcando los roles de Penelón y Codovilla- por no haber contado con la colaboración de los sindicatos en la recaudación de dinero para paliar el hambre en Rusia a través del Comité Pro Ayuda, ni haber aceptado como integrante de dicho comité al delegado de la Federación Juvenil Comunista (FJC). En su artículo 13 correspondiente a las condiciones de admisión trazadas por la IC se establecía que los partidos comunistas que operaran en la legalidad debían efectuar purgas en forma periódica dentro de todas sus instancias organizativas para apartar a los "elementos interesados o pequeñoburgueses" (AAVV 1973: 113). El 14 de mayo los terceristas fueron expulsados del partido junto a una parte importante de los miembros de la FJC que habían votado a favor de la consigna del "frente

único".3 Para los denunciantes, la dirección del PCA se había equivocado seriamente al no haber intentado captar a los miembros separados del PSA que profesaban un acercamiento del socialismo a la IC. El sector tercerista había fundado la revista Nuevo Orden para publicar documentos de la IC, lo que no alcanzó para que fueran reconocidos como la facción marxista-leninista genuina dentro del PCA.

El informe aporta además algunos datos cuantitativos muy interesantes que ilustran el crecimiento del PCA entre diciembre de 1920 y abril de 1921, al señalar que el tiraje de La Internacional pasa de 3000 a 8000 ejemplares y de 1400 afiliado pasa a tener 4000, si bien se aclara que son datos estimativos porque nunca tuvo fichero de afiliados. Pese a este crecimiento, el PCA se encontraba lejos de convertirse en un partido de masas. Y la "depuración" emprendida por la dirección del PCA en sus filas en mayo había hecho mucho por impedir que se llevara adelante con eficacia la conversión del partido en una organización de masas. E incluso el número de afiliados estaba decreciendo aunque de modo paulatino. Signo de ello era la drástica reducción en la tirada de La Internacional, que si en marzo vendía 6500 ejemplares, no lograba superar los 3000 para septiembre.

La delegación extraoficial concluía su misiva solicitando al CE de la IC que fuera sancionado el CE del PCA por su rechazo de la política de "frente único", que rechazara las expulsiones realizadas, y que intercediera activamente en la reorganización interna del partido mediante el envío de un delegado de su confianza. Así, el informe de Presa y Givoje guarda especial importancia, pues denota el funcionamiento que en adelante será la norma procedimental para la resolución de conflictos internos: el grupo que acuerda con la dirección soviética se apresura a buscar su apoyo explícito. Los miembros de la facción tercerista intentaron hacer frente a esa situación eligiendo dos delegados para que llevaran sus planteos a la IC.

Los delegados oficiales del PCA al IV Congreso de la IC llevaron a su regreso a Buenos Aires una carta del CE de la IC en donde se daba cuenta de la ratificación en los nombramientos de Mijail Yaroshevsky y Komin-Alexandrovsky como técnicos para las cuestiones de Sudamérica. El CE del PCA acusó recibo de aquella misiva, comentando que ya habían existido algunas fricciones con ambos enviados. La colaboración de Yaroshevsky, estimaban los firmantes, había estado muy lejos de bregar por el bien del comunismo. Si bien Yaroshevsky había publicado y traducido algunos folletos rusos,4 su posición era de equidistancia entre los comunistas y los socialdemócratas. Pero con quien mayores problemas decían haber tenido los comunistas argentinos era con Komin-Alexandrovsky. Desde el PCA aseguraban que durante todo el tiempo que estuvo en misión en Buenos Aires, nunca se había logrado con él estar de acuerdo, ni en las cuestiones de principio ni de táctica. Era opinión del PCA que Komin-Alexandrovsky interpretaba los

3 Entre ellos, resultó apartado el primer secretario general de la FJC, Luis Koffman, encolumnado con los

terceristas Aldo Cantoni, Alberto Palcos, Cosme Gjivoje y Silvina Santander (Gilbert 2009: 67).

4Entre 1928 y 1930 fueron publicadas en Buenos Aires sus traducciones correspondientes a aquella parte de la

obra de Lenin que era particularmente importante para la coyuntura internacional del momento: "El estado y

la revolución", "El socialismo y la guerra" y "Las lecciones de la Comuna" (Jeifets, Jeifets y Huber, 2004:

344).

desarrollos del movimiento socio-político desde una concepción anarquista. Al propósito de exponer en detalle estas desavenencias al CE de la IC, se les encargó a Penelón y a Greco realizar un viaje a Moscú. De momento querían dejar en claro que la designación de Komin-Alexandrovsky para coordinar y supervisar tareas en la región le había resultado ingratamente sorpresiva a la dirección argentina. Esta hacía saber a Moscú que no le era satisfactorio el nombramiento del enviado soviético, y solicitaban su reemplazo inmediato (Carta al Comité Ejecutivo de la Internacional, Buenos Aires, 26 de octubre de 1922, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 19 [En francés]). Terminaban la carta diciendo que ellos, en tanto que miembros del CE del PCA, solamente se convertían en jueces de los técnicos nombrados para las cuestiones argentinas. Este episodio resulta notable a los propósitos del presente estudio, pues permite advertir que por entonces, a cuatro años de haberse formado y tan solo uno de haber realizado su ingreso formal a la IC, el PCA todavía gozaba de cierta autonomía. Al menos en cuanto atañía a sus propios asuntos nacionales, la dirección del PCA se veía con derecho a tomar parte activa en las decisiones implicadas y a ofrecer sus cuestionamientos cuando entendiera que las resoluciones tomadas afectaban de manera negativa el camino para el desarrollo del comunismo argentino. A los ojos del CE del PCA, el Kremlin no era todavía infalible.

La implementación del "frente único"

Las exhortaciones de la IC para que el partido argentino realizara acciones de propaganda contra el fascismo habían llegado al país en fecha muy tardía a su envío. De todas formas, y sin tomar conocimiento de las indicaciones del Comintern, el PCA había comenzado a señalar la necesidad de combatir la emergencia fascista. Los dirigentes comunistas argentinos se alegraban de que la iniciativa en ese sentido hubiera sido adoptada en forma independiente. Los CCEE de la IC y el PCA habían confluido naturalmente en la adopción de acciones idénticas a partir de la llegada a conclusiones iguales mediante la aplicación de percepciones disociadas. Es más interesante todavía advertir el hecho de que, para esta época, a la cúpula del PCA el ejercicio de esta autonomía le parecía algo encomiable. Así, el llamado internacionalista a conformar un "frente único" con motivo del 1° de mayo de 1923 había sido llevado adelante por los comunistas argentinos, aún cuando no pudieron tomar conocimiento de esta proposición, ya que la circular de la IC había llegado a sus manos el 23 de mayo y las acciones pertinentes de todas formas habían sido desarrolladas. Asimismo, a modo de autoexculpación, fueron mencionados los problemas que surgían en torno a la comunicación con Moscú por razones técnicas y que dificultaban, a su vez, el papel difusor del PCA de las novedades soviéticas al conjunto de los comunistas en la región sudamericana (Informe al Secretario General del CE de la IC, 7/6/1923, p. VI bis, Archivo IC, CCC, 329.15(82) PCa2).

Tras considerar el signo cambiante de los tiempos, el PCA lanzó efectivamente por su propia cuenta una invitación a conformar un "frente único" contra el fascismo pero todas las fuerzas interpeladas (organizaciones socialistas, anarquistas y anarco-sindicalistas) manifestaron su inmediato rechazo, salvo la Federación Sindicalista (organización

extrasindical de los sindicalistas revolucionarios), los autónomos y algunos gremios adheridos a la USA. Con los delegados de los agrupamientos que acudieron a su llamado, el PCA terminó de dar forma al Comité de Agitación Pro Frente Único Proletario. Su objetivo inmediato era combatir a las reacciones fascista y capitalista (Ídem: VIII-IX.).

Según los datos arrojados por el informe que la Comisión de Mandatos le hizo llegar durante la trigésima sesión del V Congreso de la IC a Osip Piatnitsky, el PCA contaba por entonces con 3.500 miembros, la misma cantidad que había presentado al momento de la realización del IV Congreso de 1922. El PC de México, el otro de los partidos comunistas de temprana aparición en América Latina, tenía 1.500 miembros en 1922 y 1.000 afiliados tres años más tarde. Chile informaba 2.000 para ambos períodos, en tanto que Uruguay daba cuenta de 1.000 afiliados en el IV Congreso y 600 en el V Congreso. El PC brasilero se encontraba ilegalizado y su incorporación a la IC todavía no había sido resuelta. El PC de América Central tampoco había sido admitido aún y acusaba apenas 50 integrantes. Esto dejaba constancia de que el argentino era el partido comunista, en términos comparativos, más numeroso y mejor posicionado de Latinoamérica. Si a este hecho se suma la disolución del PC de Estados Unidos, que tenía 8.000 miembros en tiempos del IV Congreso de la IC, y el decremento en el volumen del PC canadiense, que de 4.810 había pasado a 4.000 afiliados en el lapso estimado, la estabilidad numérica del PCA aumentaban su importancia en todo el continente.5

Las relaciones interpartidarias existían y su existencia era percibida como una condición ineludible para la pervivencia de partidos propiamente comunistas. Hubo, efectivamente, lugar dentro del PCA para la apropiación -si bien reflexiva y todavía no acrítica- de disposiciones que no favorecían el trabajo en sus prácticas políticas cotidianas. Siguiendo las disposiciones del PCUS, el CE y el Congreso Nacional del PCA manifestaron su franca oposición al surgimiento de tendencias en el interior de los PPCC, "y en particular, contra la que encabezaba el compañero Trotsky, dentro del P.C.R., por considerarla perniciosa a la táctica preconizada por el Comintern, para la bolscevización (sic) de los Partidos Comunistas" (J. Coral, Al Secretariado Femenino Internacional, informe del delegado del PCA a la III Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, 19 de mayo de 1924: 13, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24). El fin de las disidencias internas y el trabajo de Penelón en el disciplinamiento de los elementos del partido y en la reorganización de éste en base a las células de fábricas estaban dirigidos a garantizar aquella protección antifacciosa. A los fines de profundizar en la expansión del PCA, inmerso en las tareas correspondientes para transformarse en un partido de masas, Codovilla solicitaba a la IC una mayor atención para los movimientos comunistas argentino y sudamericano (Idem: 14).

No eran ocultadas a la IC las aspiraciones de miembros de la dirección del PCA para ser reconocidos como iguales entre sus pares soviéticos y contar con su beneplácito. Así, Codovilla elevó una queja formal cuando a fines de 1924 no se dio curso su reconocimiento como miembro de la delegación argentina. La entrada a Moscú se realizaba vía Berlín, donde miembros del PC alemán se ocupan de los trámites administrativos para la

5 Todos los datos obtenidos de AAVV (1975: 401).

aceptación del ingreso de los comunistas postulantes al viaje. Codovilla terminó teniendo que pagar de su bolsillo el viaje a Rusia. Esto suponía una "inferioridad para un delegado del P.C. de la Argentina" totalmente injustificada, puesto que él "tiene tantos méritos como los demás, para hacerse representar ante la I. Comunista" (Carta al Secretario del Presidium del Comintern, Codovilla, Moscú, 24/11/1924: 2, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 22). El PCA fue exitoso en su búsqueda por conquistar la aprobación de la IC mediante una política equilibrada entre lo dispuesto por Moscú y las decisiones tomadas en Buenos Aires.

El CE de la IC explicaba que las circunstancias del momento ameritaban un realce de la actividad sindical, dado que la inoperancia demostrada por quienes entonces se hallaban encargados de dirigir el movimiento obrero constituía un escenario inigualable para que los líderes sindicales comunistas comenzaran a arrebatarles la conducción de los gremios. A tal fin, debía ser concertado un plan metódico para ganar posiciones especialmente en aquellos sindicatos en los que existía ya algún tipo de influencia por parte de los comunistas. La llave maestra para llevar a cabo esta tarea venía dada por la organización de células de fábrica y de oficina. Eran las células las que debían concretar la realización del cambio de táctica "por lo bajo", es decir, proponiendo la unidad de acción revolucionaria directamente a las masas trabajadoras, sin pasar por negociaciones previas con los líderes socialistas, anarquistas y sindicalistas. El "frente único", que implicaba en su superficie la unidad de organización con los reformistas, impulsaba, en realidad, la completa destrucción del reformismo. La IC expresaba su satisfacción por el trabajo realizado en el campo sindical por parte del PCA, cuya penetración se incrementaba en el movimiento obrero trayendo aparejado un aumento paralelo en los niveles de responsabilidad de sus dirigentes y afiliados. Igualmente dejaba en claro la buena comprensión que el PCA había hecho de la táctica de "frente único", la cual había sido aplicada con acierto:

la esperienza argentina, ratifica la esperienza mondiale. Il carattere di Partito eminentemente proletario, che ha la nostra sezione argentina -che debe sempre e atentamente conservare- ha servito molto, perché, malgrado non fosse un organismo completamente centralizzato, potesse superare la crisi del 1922 e con la esclusione degli elementi sopradetti, purificare le sue file, ridurre i pericoli di questa tattica e lanciarsi appertamente alla sua applicazione, come ha fatto dopo, in diverse occasioni e specialmente nel caso Della lotta contro la reazione e contro la applicazione della legge sulle pensioni, sulla base di un piano di azione concreta. (Ordine Nuovo, I, 103, 1/9/1925, editado en LI, VIII, 1123: 4)

El CC era, en definitiva, un organismo "disciplinato e coerente" que debía ser secundado por la totalidad del partido.

En la revista quincenal que desde abril de 1926 comienza a editar el Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista (SSA), La Correspondencia Sudamericana, hay una clara preeminencia de las noticias que implican la realidad de la Argentina. En menor medida, las referencias versan sobre los acontecimientos en Brasil y Uruguay. El

SSA hacía hincapié en la necesidad impostergable de avanzar en la cuestión de la organización. Por tal motivo, decidía la publicación de un número doble de La Correspondencia Sudamericana destinado a la totalidad de las resoluciones correspondientes a la II Conferencia de Organización de la IC. Estos materiales debían servir a los partidos comunistas de América del Sur para ser estudiados y discutidos en reuniones eventuales de los distintos organismos comunistas (La Correspondencia Sudamericana [LCS], I, 9-10, 15-30/8/1926: 1-2). Entre las resoluciones publicadas ocupaba un lugar destacado el análisis sobre la organización en células. La implementación del sistema de células resultaba de tanta utilidad en aquellos países en donde los partidos comunistas habían conservado su legalidad como en aquellos otros en donde los comunistas se habían visto obligados a pasar a la clandestinidad. El caso del PC italiano era paradigmático a propósito de esta última consideración.6 En cualquiera de los casos, legalidad o ilegalidad, el trabajo en células permitía al partido adaptarse a las condiciones adversas y favorecer los contactos entre los dirigentes y las bases, pero al mismo tiempo prestaba un importante mecanismo de control, al permitir advertir de manera muy veloz cuáles eran los miembros activos y cuáles los pasivos. La reorganización en células demostraba al instante la calidad del trabajo de los miembros del partido, ya que permitía advertir quiénes eran activos y quiénes pasivos. Esto permitía, a su vez, destinar a actividades que implicaban mayor responsabilidad a los comunistas más competentes, y corregir los errores en las células más ociosas mediante la incorporación de organizadores activos (Piatnitski, LCS, I, 9-10, 15-30/8/1926: 7). La célula de fábrica se presentaba a los ojos de los comunistas como una eficaz herramienta para el acercamiento del partido con los obreros allegados a la socialdemocracia. La célula de calle estaba encargada de llegar a los lugares en donde la célula de empresa no podía tenía ocasión de hacerlo (LCS, I, 9-10, 15-30/8/1926: 14-19, 20-33). La realización del "frente único" entre los obreros había sido facilitada en varios partidos comunistas a causa de la colaboración prestada por la organización en células de empresa. Pero además, las células comunistas habían cumplido el papel central de promover entre los obreros su ingreso o reingreso en los sindicatos (LCS, I, 9-10, 15-30/8/1926: 58).

El PCA aprobó la aplicación del sistema de organización por células en su Segunda Conferencia de Buenos Aires. Los datos que allí brindan sobre la composición social del Partido en la Capital que demuestran el nivel de proletarización del comunismo en esta ciudad: los obreros calificados constituyen el 73.20% del total, los obreros no calificados el 4.55%, los obreros independientes el 2,75%, los empleados el 13% y los profesionales el 6,50% (LCS, I, 11, 15/9/1926: 30). Se destacaba en la Conferencia, a su vez, que el número de afiliados comunistas había crecido notablemente en el último año y medio, siendo que

6 "Cuando los fascistas se precipitaron no solamente sobre los sindicatos de clase y los Comités de fábrica (donde nuestro partido progresaba sin cesar, venciendo a los reformistas y maximalistas), sino también sobre las organizaciones maximalistas y reformistas (nuestro partido se había puesto a trabajar clandestinamente desde hacía ya bastante tiempo), éstas perdieron toda vinculación con las masas. Solo nuestro partido, por medio de sus células, continuó su trabajo entre los obreros de las fábricas y de las usinas. Este hecho no ha dejado de tener su repercusión entre los obreros, miembros del partido maximalista. Estos últimos se dirigieron varias veces a las células comunistas, pidiéndoles de distribuir los volantes de su partido y de combatir unidos para defender los sindicatos de clase" (Piatnitski, LCS, I, 9-10, 15-30/8/1926: 5).

en 1925 había recibido un 33,84% de afiliados, y los 6 meses transcurridos de 1926 sumaban un nuevo 21% del total de afiliados, lo que en representaba para el lapso de adopción de la organización celular un incremento del 54,85% de afiliados al PCA en la Capital (Ídem: 31).

Ratificando la selección del PCA como líder entre los partidos comunistas del sur continental, el órgano del SSA comentaba el éxito del proceso de bolchevización implementado por el PCA, el cual se reflejaba en el aumento de su influencia entre los obreros en detrimento del poderío debilitado de los socialistas. Prueba de ello era la victoria del PCA en la provincia de Córdoba, donde los comunistas obtuvieron más votos que los socialistas (778 votos contra 776 votos respectivamente), significando la primera derrota sufrida por el socialismo a manos del PCA en una provincia (LCS, I, 1, 15/4/1926: 27). En las elecciones correspondientes a la Capital Federal del 7 de marzo de 1926, el saldo de los sufragios, comparado con el correspondiente a las elecciones de 1924, había representado una disminución de los votos socialistas, que en esos dos años había perdido 13.806 votos (77.362 en 1924, 63.556 en 1926), representando una reducción del 17,8 por ciento. Por su parte el comunismo había logrado un incremento de 1.295, lo que significaba un incremento del 40.5 por ciento (3.194 en 1924, 4.389 en 1926) respecto de las elecciones anteriores (Ídem: 28). Asimismo, la banca de concejal lograda por Penelón era un signo más que venía a complementar las certezas que el partido tenía a propósito de los éxitos conseguidos a partir de la justeza de la línea adoptada por los PPCC tras el V Congreso de la IC (LCS, I, 18, 31/12/1926: 24). Una estrategia de propaganda impulsada por el PCA y destacada por el SSA consistía en la redacción de cartas personales de obreros comunistas que iban dirigidas al electorado obrero y campesino localizado en regiones remotas respecto de los centros de actividad partidaria, lo que posibilitaba que el partido estableciera un vínculo con aquellos trabajadores a los que muy difícilmente hubiera podido llegar la propaganda realizada con medios convencionales. Este era un mecanismo original en la búsqueda por la profundización de la bolchevización del partido y la implementación de un "frente único".

El CE de la IC redacta en su sesión del día 12 de mayo de 1926 una carta de apoyo al CC del PCA por el trabajo de bolchevización realizado atendiendo las recomendaciones en ese sentido plasmadas en la carta abierta dirigida a los PPCC adheridos a la IC en enero de 1925. La buena implementación de las pautas "bolchevizadoras" decantaba en la apreciación cominternista acerca de que el PCA se encontraba en condiciones para convertirse en un partido de masas. La IC se apoyaba en lo actuado por el PCA a propósito de la proletarización y la organización en células para demostrar que los lineamientos trazados por la IC en su carta abierta eran acertados. También es de destacar el hecho de que por medio de la IC se reconocía la legitimidad de las direcciones comunistas: "El presidium de la Internacional reconoce al Comité Central, que ha sido elegido por el Congreso, como el representante de la parte más avanzada y consciente del proletariado de la Argentina" (Ercoli [Palmiro Togliatti], LCS, I, 7, 15/7/1926: 2). En opinión del CE de la IC, el PCA tenía que dedicar grandes esfuerzos al reforzamiento de sus cuadros. Solo de este modo podría el partido hallarse en condiciones de efectuar las tareas correspondientes a la parte más conciente del proletariado.

El trabajo por la elevación teórica de los comunistas argentinos

El jefe del Secretariado Latino de la IC, el suizo Jules Humbert-Droz, tomaba nota del problema que representaba el hecho de que a través de las actividades que llevaban adelante los partidos sudamericanos se percibía la carencia de una verdadera formación comunista. Esto quedaba especialmente reflejado, según su opinión, toda vez en que se destinaban grandes esfuerzos a la defensa de determinadas causas que no tenían en realidad ningún significado para la lucha por la superación de la explotación capitalista. Poco antes de celebrar su VI Congreso de 1924, la dirección del PCA no ocultaba tampoco que estaba atravesando dos tipos de problemas importantes. Un primer orden de problemas, de carácter más general, tenía que ver con una deficiencia para interpretar cuáles eran los principales temas de las coyunturas nacional e internacional que requerían tratamiento con mayor urgencia. Esto condujo al partido a otorgar lugares de preeminencia a cuestiones menores y a obviar ciertos temas fundamentales que no encontraron espacio para su adecuado tratamiento. En un segundo orden de problemas, de tipo más particular, aparecía el bajo nivel teórico de los militantes comunistas (Partido Comunista de la Argentina (Sección de la Internacional Comunista), "Informe del Comité Ejecutivo al VI Congreso. A celebrarse en Buenos Aires los días 26, 27 y 28 de julio de 1924", Buenos Aires, 1924. Firma Juan Greco, secretario general: 5, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 23).

Sin embargo, Humbert-Droz señalaba también para algunos países de Sudamérica la existencia de masas obreras y campesinas cuyas acciones reivindicativas estaban dotadas de un carácter revolucionario. Estas masas trabajadoras debían, por ende, ser cooptadas por los comunistas a los fines de forjar verdaderos partidos revolucionarios. El de Argentina era, en opinión de Humbert-Droz, el partido comunista que gozaba de la mejor preparación teórica y política. Era el PCA el más indicado para acelerar los procesos de educación comunista de los partidos vecinos. Esta situación motivaba la creación en Buenos Aires de un Secretariado Sudamericano de la IC (Carta de Jules Humbert-Droz al CE del PCA, 16/2/1925: 1, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 19 [En francés]). El SSA dependía directamente del CE de la IC, el cual le fijaba funciones y le daba directivas para realizar su trabajo. Las principales tareas del SSA consistían en, por un lado, acelerar el trabajo de educación comunista entre los PPCC sudamericanos, y, por el otro, en coordinar y mantener relaciones estrechas y regulares entre las secciones latinoamericanas y la IC. Cada sección quedaba comprometida en el envío regular de reportes referidos a los puntos más importantes de la actividad política y sindical, los que debían ser centralizados por el SSA. Este último tenía, a su vez, la obligación de remitir informes mensuales al CE de la IC en donde se pusiera el énfasis en las cuestiones políticas generales y fueran sugeridas soluciones prácticas. Pero además de su carácter informativo, el SSA tenía la misión de obrar como órgano ejecutor, controlando que las decisiones de la IC para los partidos sudamericanos fueran efectivamente asumidas.

El PCA tenía destinado, en el concierto de partidos comunistas sudamericanos, el lugar de más alta jerarquía en la nueva disposición organizativa. El partido argentino se hacía cargo de supervisar el funcionamiento del secretariado, sin perder de vista que la dirección

política recaía en la IC. Penelón era designado como responsable del SSA. Para promover la formación comunista, el SSA recibía el encargo de editar en castellano cada dos meses una pequeña reseña de aquellas acciones más importantes que eran emprendidas por la IC para ser difundida entre las secciones asociadas, así como también ponía a disposición de los afiliados comunistas algunos de los artículos producidos por el CE de la IC. Pero además se esperaba que se dieran a conocer noticias referidas a cuestiones locales, reflexiones sobre organización y táctica de los partidos comunistas, estudios sobre los movimientos políticos, sociales y sindicales. La IC se ocupaba de financiar al SSA, enviando mensualmente el dinero necesario para suplir los costos de las impresiones, el pago de salarios, gastos de las delegaciones. Los deseos de la dirección de la IC eran que el SSA comenzara sus actividades el 1° de marzo de 1925 (Ídem: 3).

La trascendencia de la formación teórica de la dirección partidaria era un punto que había sido tratado ampliamente en la IC y en el cual había acordado el PCA (Boletín Interno, II, 15, octubre de 1932: 4-7). El Secretariado Político de la IC aprobó la apertura de cursos breves en la Escuela Internacional Lenin de Moscú, la cual había probado su importancia para la preparación de cuadros encargados de conducir la bolchevización de los partidos comunistas. Para la formación de la elite revolucionaria, los cerca de 3000 graduados que tuvo la Escuela Lenin entre 1926 y 1938 recibieron conocimientos sobre teoría marxista, historia del movimiento obrero, economía política y estudios sobre la dictadura del proletariado (Cohen 2005: 215). La implementación de los cursos cortos, consistentes en 9 meses de estudios, se explicaba en la necesidad imperiosa que tenían los partidos de contar con cuadros dirigentes en un lapso mucho menor a los dos años implicados en los cursos regulares. Además, se evitaba así privar demasiado tiempo a los partidos intervinientes de algunos de sus organizadores más destacados, ya que en todos los casos los estudiantes enviados a la Escuela Lenin debían tratarse de comunistas con experiencia probada en las direcciones política y sindical. En este punto, la delegación latinoamericana aclaraba que se le otorgaría prioridad a aquellos activistas que hubieran demostrado ser "capaces de un intenso trabajo mental" (Acta de la reunión del Secretariado Regional de América latina de la Internacional Comunista: 2, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 16). Los estudiantes debían estar en condiciones, a la finalización de los estudios, de prestar servicios a sus respectivos partidos respondiendo a las decisiones que fueran tomando sus direcciones. Al PCA le correspondía el envío de un estudiante. Los otros países latinoamericanos que disponían del envío aprobado de estudiantes -uno por cada país- eran Brasil, Chile, Uruguay y México. Antonio Cantor fue designado para asistir a la Escuela Lenin, ocupando la vacante otorgada al PCA (Partido Comunista de la Argentina, Sección de la I.C., carta al CE de la IC, Buenos Aires, 23/7/1926 Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24 [En francés]).

Trascendiendo las posibilidades de una práctica regional que no tuviera en cuenta las especificidades locales, los comunistas argentinos advirtieron en la impronta extranjera del proletariado del país un factor nacional a considerar. Esta percepción dio lugar a la conformación de los grupos idiomáticos, que generaron no pocas controversias tanto a nivel

nacional como ante los organismos comunistas internacionales.7 El caso es que, para promover correctamente aquellas actividades que imprimieran un impulso al desarrollo teórico de los afiliados del PCA, era necesario atender a las características específicas de los comunistas argentinos. La presencia de 2,5 millones de extranjeros se traducía en la creación de grupos étnicos locales y se reflejaba a través de sus prácticas particulares dentro del movimiento obrero (Informe de la delegación argentina al IV Congreso del CE de la IC, julio-octubre 1922: 1-2, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 1). De aquí que fuera esencial profundizar el trabajo del partido entre los diferentes grupos idiomáticos. Esta realidad empujó a Codovilla a escribir a la IC comentando que sería importante que la prensa comunista incluyera una página o media página en italiano para los obreros inmigrantes de procedencia italiana (Carta de Humert-Droz al Comité Ejecutivo del Partido Comunista Argentino, Moscú, 16 de noviembre de 1925, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 19 [En francés]).

Otros obstáculos de peso se interpusieron en el camino del PCA por la consecución de la formación teórica de sus cuadros y afiliados. Así, Romo reconocía la existencia de numerosos y potentes defectos de organización: "Adolecemos de falta de electos de dirección, por una parte, y, por otra, carecemos de los recursos indispensables para realizar un trabajo metódico y permanente" (P. Romo, Al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista: 1, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24). La imposibilidad de garantizar un sueldo estable siquiera al secretario general redundaba en una subcalificación teórica y una sobre-ocupación laboral de los cuadros, obligados a conseguir un trabajo para solventar sus necesidades materiales básicas. La mitad de los lectores del órgano oficial del partido se había quedado sin trabajo y no podía seguir manteniendo su suscripción al periódico (Ídem: 6). En su carácter de director de la publicación central comunista, Rodolfo Ghioldi dejaba establecido que la línea política de La Internacional, instrumento fundamental para la formación política de la clase obrera, debía ajustarse a lo resuelto por el partido en sus congresos. Al justificar la aparición en las páginas del órgano del PCA de errores de carácter técnico señalaba que estos se debían exclusivamente a que el cuerpo de redactores para todo el periódico no pasaba de tres personas (Partido Comunista de la Argentina (Sección de la Internacional Comunista), "Informe del Comité Ejecutivo al VI Congreso. A celebrarse en Buenos Aires los días 26, 27 y 28 de julio de 1924", Buenos Aires, 1924. Firma Juan Greco, secretario general: 10-11, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 23). Era en realidad la mala situación económica del partido la que empujaba a una reducción del personal abocado a las importantes tareas de información periodística. Romo anunció a la IC que, por la crisis económica en que se encontraba el país, La Internacional iba a perder su carácter de publicación diaria (P. Romo, Partido Comunista de la Argentina, Al C.C. de la I.C., Buenos Aires, 20 de agosto de 1925, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24). Para afrontar la crisis habían debido prescindir del único propagandista con que contaba el partido y con el sueldo del único cargo rentado que tenía, correspondiente al secretario general. A partir de entonces, el órgano del PCA se convierte en semanario. En cuanto a la circulación que

7 La cuestión de los grupos idiomáticos no fue tratada en profundidad ni mucho menos subsanada, razón por la cual reapareció a mediados de la década de 1930. Por entonces se imputó nacionalismo pequeño-burgués al grupo judío y socialismo reformista al grupo italiano, y se consideró necesario incrementar el trabajo de sus integrantes en las fábricas. Véase Schenkolewski-Kroll (1999: s/p).

tenía La Internacional, se dejaba constancia de que el tiraje mínimo en 1925 era de 4000 y el máximo de 6000 ejemplares.

En el editorial que daba origen a La Correspondencia Sudamericana, el SSA de la IC asumía entre sus tareas más eminentes la formación teórica de los comunistas sudamericanos, paso previo e ineludible en la consolidación del Partido Bolchevique, entendido, en un sentido estricto, como un partido de vanguardia. Ante el interrogante de cuál podía ser la modalidad más propicia para conducir la capacitación teórica de los militantes de cada PC, el SSA se hacía eco de una misiva enviada por el CE de la IC en donde se planteaba que "los militantes sudamericanos deben aprender a tratar como bolcheviques sus propios problemas. No se trata, pues, de una cultura libresca, sino práctica" (LCS, I, 1, 15/4/1926: 1). Deducían de ello los comunistas sudamericanos que

No se trata de teorizar subjetivamente sobre problemas de otros Partidos, sino de saber sacar de ellos las experiencias para aplicarlas a nuestros propios países, a nuestro propio medio. [...] Daremos una información y estudiaremos especialmente nuestros propios problemas. Claro está buscando aplicar las resoluciones y experiencias de la I.C. y de todas sus secciones. (Ídem)

Y esto era en parte lo que intentaba llevar adelante la dirección del PCA, incluso desde aquella sección que poco tiempo después quedará indisolublemente identificada con la conversión de la doctrina marxista en dogma impuesta por Stalin al interior del PCUS y transferida por la IC a sus secciones integrantes. De este modo, Paulino González Alberdi podía, en su calidad de miembro de la Comisión Cooperativa del PCA, sugerir la utilidad de las cooperativas, a partir del uso que les dieron los soviets a los fines de enfrentar el comercio privado en el campo y la ciudad, para la conformación de un sistema económico socialista (Paulino González Alberdi, LCS, I, N° 5, 15/6/1926: 18). El PCA se servía así de una experiencia soviética particular adaptada teóricamente a las condiciones argentinas sin que mediara en ello imposición de ningún tipo por parte de la dirección del PCUS.

Los múltiples debates por el sindicalismo

En el panorama provisto por el PCA a la IC resultaba que, para fines de 1924, la Argentina se encontraba atravesando una etapa de prosperidad en las producciones industrial y agraria (Resumen sobre la situación política, económica y sindical de la Argentina para el CE de la IC, firmado por Codovilla, 1924 Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 22). El capital norteamericano constituía un incentivo para el desarrollo de la industria nacional, al tiempo que las malas cosechas en Europa le reportaban beneficios extraordinarios a los productores rurales. Esta coyuntura favorable en el terreno económico se combinaba con una crisis de los partidos políticos burgueses. La Unión Cívica Radical había quedado irremediablemente dividida. La pérdida de confianza por los sindicados en las conducciones socialista, anarquista y sindicalista volvía plausible la posibilidad de que emergiera una conducción sindical desde el comunismo. La influencia comunista en la USA se hallaba en ascenso. La necesidad de

un órgano que acompañara el trabajo comunista en los sindicatos se hallaba, por lo tanto, a la orden del día. Asimismo, la creación de la Federación Juvenil Comunista era explicada a los soviéticos como el producto del desarrollo industrial que había dado forma a un proletariado joven; incluso se retrató una Juventud Comunista compuesta exclusivamente por obreros, en donde los estudiantes de clase media parecían no tener participación alguna. El activismo creciente del comunismo en el campo sindical estaba dando sus primeros frutos. Penelón informó a la IC que la campaña de agitación llevada a cabo por la comisión creada a tales fines por el PCA encontró resistencia policial en la realización de los actos más importantes que se habían preparado, que debían tener lugar en Capital Federal (J. Penelón, A la Comisión de Agitación de la Internacional Comunista, Buenos Aires, noviembre de 1924 Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24). No obstante, estimaba en más de 12.000 personas la cantidad de asistentes a las actividades concretadas a tal propósito en las principales ciudades del país. Por su parte, Julia Coral entendía que la traición de los "social-reformistas" y el sabotaje de la lucha de clases por los anarquistas no hacían sino otorgar ventajas a la burguesía, y que el PCA no contaba con una gran influencia entre los obreros, pero de a poco esta situación iba siendo abandonada. Un reflejo del crecimiento registrado en el año de 1924 venía dado por la banca lograda en el parlamento provincial de Córdoba y la representación obtenida en la municipalidad de la Capital Federal. El optimismo presentado por esta realidad llevaba a Codovilla a opinar que las condiciones para el desarrollo del comunismo en el país eran inmejorables: "Nunca como en este momento la clase trabajadora argentina, ha sentido la necesidad de un Partido político que encarne sus aspiraciones, la guíe en sus luchas parciales, la capacite para una acción revolucionaria" (J. Coral, Al Secretariado Femenino Internacional, informe del delegado del PCA a la III Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, 19 de mayo de 1924: 34, Archivo IC, BCNA, r. 3, s. 24).

En las páginas del órgano del SSA, el PCA destacaba las dificultades que la profunda división de las fuerzas sindicales representaba para el trabajo de organización en los establecimientos fabriles. Los fraccionamientos se encontraban agravados por la creación de una nueva central obrera, la Confederación Obrera Argentina, impulsada por el socialismo a partir de un desprendimiento de la USA producido en 1926 (Cf. Camarero 2011). En ese entonces, este fue percibido como un acto de emulación de aquellas prácticas escisionistas que tradicionalmente eran atribuidas al anarquismo (Aurelio A. Hernández, LCS, I, 2, 30/4/1926: 22). De todas formas, en opinión de Aurelio Hernández, no todas eran malas noticias en el estado del campo sindical: en el último congreso que la USA había celebrado en abril de 1926, 13.000 de los 27.000 cotizantes allí representados habían manifestado simpatía por la Internacional Sindical Roja, intuyendo que se trataba, tal vez, del instrumento más indicado para conducir la unidad del movimiento obrero (Ídem: 24).

La dirección comunista esperaba que el PCA y la ISR se manifestaran abiertamente sobre la cuestión de la inmigración y en contra de la restricción promovida por los reformistas de la USA. Surgía también la importancia de editar periódicos en la lengua natal de los inmigrantes (Carta del Comité Central del PCA, Buenos Aires, para el CEIC y el Buró Ejecutivo de la ISR, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 9). Los extranjeros no debían ser tratados como si fueran comunistas de segunda categoría a los cuales urgía asimilar. Se trató en

reunión extraordinaria la organización de las agrupaciones idiomáticas, donde existían dos posibilidades: organización sobre base territorial y organización de los extranjeros en comisiones (Reunión extraordinaria del CC del PCA, 20/8/1927, Archivo IC, BCNA, r. 4, s. 31). Con niveles de desocupación entre 350.000 y 400.000 parados se hacía evidente la necesidad de que el partido adoptara alguna posición tajante al respecto. La plataforma del partido a este respecto debía consistir, según se sugería, en el pago de medio salario a los desocupados por patrones y gobierno, mantenimiento de la jornada laboral de 8 horas con la prohibición expresa de horas extras (Carta del Comité Central del PCA, Buenos Aires, para el CEIC y el Buró Ejecutivo de la ISR, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 9). El PCA se proponía exigir que dentro de los sindicatos se conformara una sección para desocupados y encargó al Agitprop la elaboración de un plan de propaganda con el que el partido pudiera llegar a los grupos sociales marginales (Comité Regional de la Capital, Acta N° 29, sesión del 30/8/1927, Archivo IC, BCNA, r. 4, s. 34).

Dos hechos básicos caracterizaban, entonces, el movimiento sindical argentino de la época: la profunda crisis de la USA, que si en el momento de su fundación en 1922 había contado con 80.000 afiliados, al finalizar el período aquí abordado no pasaba de los 16.000, y el nacimiento de la Confederación Obrera Argentina (COA). La IC tenía preferencias por lograr un acercamiento con la USA. Sin embargo, temeroso de que se suscitaran consecuencias contraproducentes, el CE de la ISR aprobaba en su sesión del 12 de abril de 1926 en Moscú el envío de un saludo a la USA dejando en claro su preocupación de que esta central obrera pudiera experimentar fracturas a causa su adhesión a la central sindical del comunismo internacional: "El Comité Ejecutivo hace un llamado urgente a todos los partidarios de la I.S.R., para que no insistan sobre la necesidad de la adhesión de la U.S.A., a nuestra Internacional, si esta adhesión puede ocasionar perjuicios a la unidad del movimiento sindical argentino" (Comité Ejecutivo de la I.S.R., LCS, I, 4, 30/5/1926: 27). No obstante, el PCA realizaba una autocrítica al advertir que durante mucho tiempo había negado la potencia con la que el reformismo había penetrado en el movimiento sindical. Ello había supuesto una gran dificultad para los comunistas argentinos al momento de adoptar medidas tácticas y de organización para disputar correctamente al reformismo en el terreno sindical. El partido tenía que concentrar su trabajo en la COA y no, como lo había hecho hasta ese entonces, en la cada vez más devaluada USA.

En opinión de la dirección del PCA, desde la realización de su II Congreso la USA estaba dando pasos que la llevaban a convertirse en una pequeña secta distanciada de los trabajadores, al demostrar la incapacidad de sus dirigentes a la hora de efectuar una correcta lectura de las necesidades urgentes del momento (Carta del Comité Central del PCA al CE de la IC y al Bureau Ejecutivo de la ISR, 20/4/1928: 2, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 9 [En francés]). Como corolario de esta situación, la USA había dado un paso más hacia su conversión en una organización sectaria. Por el contrario, el PCA señalaba la necesidad impostergable de guiar la conformación de una organización sindical de masas (LCS, I, 4, 30/5/1926: 1-2). La atención puesta sobre la USA por parte de la IC llegaba en momentos en que una supuesta "tendencia sectaria" de la central obrera, observable en la desvinculación por parte de su dirección respecto de los problemas inmediatos de los obreros, se traducía en su decadencia, diagnóstico que se extraía de contraponer la

reducción drástica en el número de sus cotizantes. El promedio de cotizaciones mensuales de 1924 era de 28.288, mientras que para 1925 esta cifra había descendido a 15.926, lo que representaba el abandono del 50 por ciento del total de sus adherentes (LCS, I, 5, 15/6/1926: 5). En cambio, la COA se hallaba por entonces en ascenso. Una vez que se produjo la partida de la Unión Ferroviaria de la USA y fue acordada su incorporación a la joven central sindical surgida en 1926, sus principales líderes -José Negri, José Domenech y Manuel Palmeiro- se hicieron cargo de la dirección de la misma. El puesto de secretario general de la COA, que tras el arribo de los ferroviarios había alcanzado la cifra de 90.000 cotizantes, fue ocupado alternativamente entre los socialistas Negri y Pérez Leirós (Camarero 2007: 109).

El PCA debía incrementar los esfuerzos para llevar al éxito su campaña en pos del "frente único", el cual no podía ser tan sólo el producto de la unificación de las distintas centrales sindicales en existencia (Carta del Comité Central del PCA para el CEIC y el Buró Ejecutivo de la ISR, Buenos Aires, 20 (o 29, poco legible) de abril de 1928, Archivo IC, BCNA, r. 1, s. 9: 5). Al mismo tiempo, elevaba una recomendación para que fuera creado un CC de la ISR capaz de coordinar la actividad de todos sus suscriptores en los distintos países en que estos se encontraran. El momento para la unidad era óptimo, dado que la socialdemocracia presentaba fisuras que podían ser aprovechadas para estimular en los trabajadores el alejamiento de Amsterdam y su acercamiento a Moscú:

Nous croyons que les circonstances sont très favorables pour la formation de cette aile gauche. Il existe dans le parti social-démocrate un courant d'opposition "ouvrière" (le groupe Repetto), dont il faut se servir. La C.O.A. s'est surtout formée sous l' influence de ce groupe. Le nouvelle centrale a officiellement déclaré qu'elle continue à adhérer à l'Internationale d'Amsterdam, mais qu'elle se place sur le terrain du Comité anglo-russe dans la question de l'unité syndicale. Le fait que les réformistes ont provoqué une nouvelle scission dans le mouvement syndical argentin déjà bien divisé, montre combien il faut croire à leur honnêteté. Mais cette attitude envers le Comité anglo-russe est la preuve officielle que la sympathie pour l'unité est très vive parmi les ouvriers argentins, même parmi ceux adhérant à la C.O.A. (Ídem: 8)

La Argentina era para Codovilla un país con desarrollo industrial gradual, dotado de una tradición sindical definida (V. Codovilla, LCS, II, 30-31, 15/9/1927: 10-14). Mientras que el trabajo sindical de los comunistas había sido destruido por la dirección anarcosindicalista, la USA demostraba su incapacidad para conducir la unidad sindical que le permitiera dar el paso para la conversión de una organización que nucleara a las masas trabajadoras. Codovilla remarcaba la necesidad de reunir el conjunto de las fuerzas del sindicalismo en una única organización de masas. La que parecía poder llegar a reunir los requisitos para tal fin era, en su opinión, la COA. Mediante un congreso de unidad se debía realizar la integración de las organizaciones autónomas y aquellas que se hallaban asimiladas en la USA dentro de la COA. Para la promoción de esta transformación en la estructura sindical argentina, el PCA debía llevar adelante, de forma inmediata, una gran

campaña de reclutamiento sindical entre el proletariado que en su mayor parte se hallaba disperso y por fuera de todo marco organizativo.

Se advierte de este modo que también en lo que hace a la cuestión sindical la dirección del PCA se opuso a aceptar en primera instancia las perspectivas que había trazado la IC a partir tanto de los informes suministrados por los comunistas argentinos como por los asesores cominternianos que actuaban en el país y en la región sudamericana. Si bien los comunistas ejercían una gravitación importante dentro de la USA a partir del control de la Unión Obrera Local de Buenos Aires, la cual nucleaba a 40 sindicatos, la relación se complicó cuando intentaron en el congreso sindical de 1926 dejar sin efecto el artículo de la USA que impedía la participación política de sus miembros. Pese a las recomendaciones de la IC, se inició entonces una serie de cruces entre sindicalistas y comunistas que terminó, entre julio y octubre de 1927, con la expulsión de estos últimos del CC de la central (Camarero 2007: 111-112). Los comunistas argentinos esgrimieron incluso una habilidad especial para adaptarse a las circunstancias cambiantes: si en un principio se opusieron a la división de la USA y hasta clamaban por el retorno de aquellos gremios que la habían abandonado (Ídem: 107), terminaron por considerar dos años más tarde, de acuerdo a los planteos aquí recuperados, que la mejor opción para penetrar en el movimiento obrero consistía en apoyar el crecimiento de la COA.

Consideraciones finales

Para Jorge Abelardo Ramos, entre otros autores que adoptaron similar perspectiva, el comunismo argentino surge de una situación artificial en un marco semicolonial, sin que la sociedad estuviera preparada para recibirlo en su seno, a consecuencia de la ruptura en la cadena imperialista británica que influenciaba la vida política del socialismo local. De esta manera, Ramos sitúa la fecha del comienzo de la dependencia del PCA respecto del PCUS en el momento mismo de su surgimiento como desprendimiento del PSA en 1918, y considera que fue el elevado grado de sujeción primaria lo que condujo a la implantación ciega de las fórmulas gestadas en la Unión Soviética (Ramos 1962: 28). En este artículo hemos procurado problematizar este tipo de afirmaciones y mediante el análisis profuso de recursos heurísticos de primera importancia arribamos a conclusiones que dan cuenta de la existencia de una autonomía relativa en el seno de la dirección del PCA durante sus primeros años de existencia.

El marxismo internacionalista en la Argentina encontró en su apego al bolchevismo ruso, duramente cuestionado desde el principio por el PSA, una fuente de legitimidad única frente a las clases sociales cuyos intereses aspiraba a promover.8 Otro elemento de discrepancia hacia el partido del cual provenía el PCA vino dado por el marcado interés que tuvo el comunismo, según se ha visto aquí, por tomar posición en el campo sindical (Camarero 2007: 67). De hecho, con la elección de Miguel Burgas en la ciudad de Córdoba

8 Este aspecto fundamental para el posicionamiento original del PSI en el escenario político argentino fue destacado por Bislky (2011: 156-161).

como primer diputado provincial por el comunismo en la Argentina, el PCA decía garantizar un tipo de práctica parlamentaria en todo opuesta a la usanza liberal: "Su acción no tiende a consolidar la organización parlamentaria, sino a minarla por la base" (LI, VII, 946, 3/4/1924: 1). Según se ha podido advertir en esta exposición, dentro de este camino que originalmente emprendió para configurar un proyecto político aplicable a las condiciones Argentina, el CC del PCA se mostró reacio a implementar de manera acrítica la orientación del "frente único", lo que implicó un cuestionamiento a las directrices trazadas por la Internacional Comunista.

En efecto, los líderes comunistas argentinos no habían ahorrado en críticas contra los delegados que sucesivamente habían llegado con mandato para supervisar las actividades del partido. Pero tampoco se habían destinado esfuerzos serios para dar cumplimiento a los pedidos de información periódica, señalados por el CE de la IC como una función de primer orden para el adecuado trazado organizativo de las tareas generales de los partidos. No obstante, bien distinto fue el comportamiento del PCA cuando requería de la IC el reconocimiento de su papel como primer partido comunista de América Latina y reclamaba en base a su antigüedad la asistencia en la fundación y consolidación de partidos comunistas en los países vecinos. Para entonces, según se ha podido ver a partir de la reconstrucción de las primeras acciones emprendidas desde el Secretariado Sudamericano, los miembros del CC del PCA se autoproclamaban disciplinados interlocutores en la región del PCUS y la IC.

Recibido: 18 diciembre 2013 Aceptado: 9 abril 2014

Bibliografía

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Fuentes

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-, Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. Primera

parte, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, N° 43, 1973.

-, V Congreso de la Internacional Comunista. Primera parte, Córdoba,

Cuadernos de Pasado y Presente, N° 55, 1975.

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