Научная статья на тему 'Relatos políticos en Silvia Rivera Cusicanqui: pasajes de una enunciación dislocada, 1984-1988'

Relatos políticos en Silvia Rivera Cusicanqui: pasajes de una enunciación dislocada, 1984-1988 Текст научной статьи по специальности «История и археология»

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Silvia Rivera Cusicanqui / pensamiento indígena / relatos políticos / Silvia Rivera Cusicanqui / indigenous thought / political narratives

Аннотация научной статьи по истории и археологии, автор научной работы — Cristina Oyarzo

En la década de 1980, la socióloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui (SRC) tuvo un importante rol en debates que ponían en cuestión temas como el racismo, la colonialidad, y la imposibilidad de los estados de gestionar la diferencia étnica, en Bolivia pero también muy vinculado a América Latina. Este artículo se detiene en la producción de la autora en ese periodo, concentrándose en 2 libros y un artículo teórico metodológico publicados entre 1984 y 1988, con el objetivo de analizar sus relatos políticos. La hipótesis es que esta escritura marca una primera etapa en el pensamiento de Rivera, materializando una ascendente politización e indigenización y construyendo una enunciación dislocada del pensamiento convencional, y a su vez, situada en tiempo y espacio. Desde la historia intelectual como marco teórico, se busca acceder al texto, el contexto y la autoría, bajo la premisa de que el acto discursivo recoge y modifica la realidad social.

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Political stories in Silvia Rivera Cusicanqui: passages of a dislocated enunciation, 1984-1988

In the 1980s, Aymara sociologist Silvia Rivera Cusicanqui (SRC) played an important role in debates that questioned topics such as racism, coloniality, and the inability of states to manage ethnic differences in Bolivia, but also with strong connections to Latin America as a whole. This article focuses on the author's production during that period, concentrating on 2 books and one theoretical-methodological article published between 1984 and 1988, with the aim of analyzing her political narratives. The hypothesis is that this writing marks an initial stage in Rivera's thinking, materializing a growing politicization and indigenization while constructing a dislocated enunciation from conventional thought, and at the same time, situated in time and space. Using intellectual history as the theoretical framework, the goal is to access the text, context, and authorship, under the premise that the discursive act reflects and modifies social reality

Текст научной работы на тему «Relatos políticos en Silvia Rivera Cusicanqui: pasajes de una enunciación dislocada, 1984-1988»

52, agosto 2023: 1-16

Relatos políticos en Silvia Rivera Cusicanqui: pasajes de una enunciación dislocada, 1984-1988

Political stories in Silvia Rivera Cusicanqui: passages of a dislocated enunciation, 1984-1988

Cristina Oyarzo*

Resumen: En la década de 1980, la socióloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui (SRC) tuvo un importante rol en debates que ponían en cuestión temas como el racismo, la colonialidad, y la imposibilidad de los estados de gestionar la diferencia étnica, en Bolivia pero también muy vinculado a América Latina. Este artículo se detiene en la producción de la autora en ese periodo, concentrándose en 2 libros y un artículo teórico metodológico publicados entre 1984 y 1988, con el objetivo de analizar sus relatos políticos. La hipótesis es que esta escritura marca una primera etapa en el pensamiento de Rivera, materializando una ascendente politización e indigenización y construyendo una enunciación dislocada del pensamiento convencional, y a su vez, situada en tiempo y espacio. Desde la historia intelectual como marco teórico, se busca acceder al texto, el contexto y la autoría, bajo la premisa de que el acto discursivo recoge y modifica la realidad social.

Palabras clave: Silvia Rivera Cusicanqui, pensamiento indígena, relatos políticos.

Abstract In the 1980s, Aymara sociologist Silvia Rivera Cusicanqui (SRC) played an important role in debates that questioned topics such as racism, coloniality, and the inability of states to manage ethnic differences in Bolivia, but also with strong connections to Latin America as a whole. This article focuses on the author's production during that period, concentrating on 2 books and one theoretical-methodological article published between 1984 and 1988, with the aim of analyzing her political narratives. The hypothesis is that this writing marks an initial stage in Rivera's thinking, materializing a growing politicization and indigenization while constructing a dislocated enunciation from conventional thought, and at the same time, situated in time and space. Using intellectual history as the theoretical framework, the goal is to access the text, context, and authorship, under the premise that the discursive act reflects and modifies social reality.

Keywords: Silvia Rivera Cusicanqui, indigenous thought, political narratives.

Recibido: 4 marzo 2023 Aceptado: 16 agosto 2023

* Historiadora del Instituto de Estudios Internacionales INTE, Universidad Arturo Prat, Iquique. Este artículo es parte del proyecto Fondecyt №11230293: "Relatos políticos aymara: región transfronteriza chileno-boliviana e interculturalidad: 19942005". Correo electrónico: croyarzo@unap.cl ORCID 0000-0003-1530-6822.

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El problema de las ideas y su contexto de producción

¿Cómo se produjo el pensamiento de SRC en la década de 1980? ¿Qué características transversales se visualizan en sus distintos trabajos? Este artículo se detiene en la producción de la autora en la década de 1980, concentrándose en 2 libros y un artículo teórico metodológico publicados entre 1984 y 1988, con el objetivo de analizar sus relatos políticos. La hipótesis es que esta escritura marca una primera etapa en el pensamiento de Rivera, materializando una ascendente politización e indigenización y construyendo una enunciación dislocada del pensamiento convencional, y a su vez, situada en tiempo y espacio. Desde la historia intelectual como marco teórico, se busca acceder al texto, el contexto y la autoría, bajo la premisa de que el acto discursivo recoge y modifica la realidad social.

Indagar en el modo en que las ideas políticas circulantes en La Paz (principalmente) en la década de 1980 materializaron un pensamiento político a través del trabajo de Silvia Rivera Cusicanqui, busca ingresar al problema de las ideas y su contexto de producción, lo que de acuerdo con F. Dosse, permite montar una interpretación en la que «expresen al mismo tiempo las obras, sus autores y el contexto que las ha visto nacer»1. La historia intelectual, como perspectiva teórica y metodológica, requiere usar herramientas que excedan los límites de las disciplinas, otorgando a la voz de la autora una singularidad emanada de las condiciones en que sitúa su enunciación. La especificidad de SRC, por lo tanto, se relaciona tanto con su biografía como con los debates políticos y sociales del entorno, además del trabajo propiamente intelectual. No es que la pensadora refleje mecánicamente ideas que flotan en el aire, sino que recoge, creativamente, insumos para transformarlos en un sistema de ideas interrelacionadas, que pretenden incidir en ese mismo mundo que las produjo.

Desde este enfoque, el artículo analiza los relatos políticos posibles de extraer de la escritura de Rivera entre 1984 y 1989. El corpus utilizado se sostiene en tres textos: (1) Oprimidos pero no Vencidos. Lucha del campesinado aymaray quechwa, 1900-1980 de 1984; (2) El potencial epistemológico y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia de 1987; y (3) Los artesanos libertarios y la ética del trabajo de 1988. Para ello, interroga una serie de lenguajes que revelan los debates abiertos en el momento de su escritura, haciendo historia por sí mismos, pues como sugiere Pocock, los libros son acciones

realizadas en contextos de lenguaje que las posibilitan, condicionan y limitan y que el acto modifica a su vez. Los textos actúan, individual y acumulativamente, sobre los lenguajes en los que se expresan. Al realizar un acto de habla se introducen nuevas palabras, datos, percepciones y reglas del juego.2

En el entendido de que el texto es un producto material, tiene actuaciones concretas en el espacio y el tiempo que es necesario relevar. No obstante, al analizar una obra hay que considerar con cuidado las preguntas planteadas. Esto es lo que propone Paul Ricoeur al delimitar aquello que se puede obtener de estas interrogaciones. Con ellas lo que se busca

no es otra cosa que el poder de revelar un mundo que constituye la referencia del texto. De esta manera estamos tan lejos como es posible del ideal romántico de coincidir con

1 François Dosse, La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual (Valencia: Publicaciones Universidad de Valencia, 2006), 14.

2 J.G.A. Pocock, Pensamiento político e historia. Ensayos sobre teoría y método (Barcelona: AKAL, 2011), 6.

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una psique ajena. Si se puede decir que coincidimos en algo, no es con la vida anterior de otro ego, sino con la revelación de una forma posible de mirar las cosas, lo que constituye el genuino poder referencial del texto3.

De hecho, una de las cuestiones a determinar es el rol que tiene la narración en la misma comprensión histórica de un proceso, es decir, de su historicidad4. En este sentido, la lectura del texto, la indagación sobre la autoría (la psique) y el contexto se limitan a acceder a un tiempo específico, a lenguajes y expresiones, que están constreñidas por el acto de interpretación del presente, pero también por la imposibilidad de acceso a la realidad en si -el pasado-. Los textos son utilizados aquí como un material discursivo que revela el mundo que constituye la referencia, pero no todo el mundo social, sino en lo que respecta a la producción de conocimiento de SRC, ella misma como hito de una historicidad específica.

Esta práctica de lectura crítica e interpretación permitirá comprender de mejor forma cómo y qué tipo de relatos políticos produjo y reprodujo la autora, y sus ideas predominantes. Esto no es posible sin detenerse en los procesos sociopolíticos relacionados, y la forma en que la autora comprendía el mundo y su propio lugar en él. Según la propuesta de Ricoeur (1989 y 2017)5 y Dosse (2006y 2011)6, esto es parte del ejercicio necesario para leer un texto como una referencia, acercarse al referente en sus marcos de historicidad y dar expresión al contexto, al texto y la autoría.

Entre los debates que se producían en la academia, la visibilización de actores y el surgimiento de organizaciones, se desarrollaron diversos intercambios de insumos intelectuales. La carrera de sociología se alineaba con la profesionalización de las Ciencias Sociales que había comenzado en América Latina en la segunda mitad del siglo XX, por lo que el campo académico era centro de las disputas por los significados políticos. La Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) fue eje de las movilizaciones estudiantiles, por lo que contaba con una firme musculatura de acción colectiva, logrando marcar ritmos políticos en lo relacionado con la resistencia al autoritarismo, la generación de intelectualidades y la apertura de debates emergentes7. La presencia de estudiantes aymara se hacía cada vez más relevante, al tiempo de que persistían las prácticas de racialización desde los sujetos, la cultura y las instituciones.

SRC (1949) estudió sociología en la UMSA, en La Paz, cuando el ciclo de dictaduras militares estaba siendo fuertemente impugnado por las movilizaciones populares. Realizó su vida estudiantil en la década de 1970, donde se vinculó de manera crítica con las corrientes marxistas que predominaban en el movimiento estudiantil8. Terminada su formación -entre el campo y el exilio- sobrevino la redemocratización en 1982, cuando tenía cerca de 33 años. Al volver a La Paz comenzó a dictar clases en su universidad de origen. La naciente intelectualidad aymara encaró las lecturas de Fausto Reinaga desde el movimiento estudiantil, generando organizaciones, debates, y escrituras: uno de ellos es el ya clásico Manifiesto del Tiahuanaco, de 1973, que planteaba entre otras cosas, el desarraigo y la

3 Paul Ricoeur, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido (Ciudad de México: Siglo XXI Editores, 2017), 104.

4 Paul Ricoeur, Para una teoría del discurso narrativo (Veracruz: Centro de Investigaciones Lingüístico-Literarias, 1989).

5 Ricoeur, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido (1989); Ricoeur, Para una teoría del discurso narrativo (1997).

6 Dosse, La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales, historia intelectual.; François Dosse, El arte de la biografía. Entre historiay ficción (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2011).

7 Magdalena Cajías, «La Revolución Nacional: actores sociales y políticos en alianza y disputa (1952-1964)», en Bolivia, su Historia. Capítulo VI, Constitución, desarrollo y crisis del Estado de 1952, coord. por María Cajías, (La Paz: Coordinadora de Historia, 2015).

8 Laura Sarmiento, «Genealogía de la motivación. El subtexto de la pena: la esperanza, Silvia Rivera Cusicanqui», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñe^y Juventud 15, n°2 (2017).

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desindianización que se había producido como efecto de la revolución nacionalista, además de la participación de las primeras generaciones de comunarios que habían sido escolarizadas luego de la Revolución Nacionalista (1952) y la ampliación del acceso a la escuela con la Reforma Educativa (1955)9. Este proceso estuvo caracterizado por el aumento de la migración urbana y la castellanización generalizada de la población rural, predominantemente quechua y aymara10. En este contexto, se pensaban alternativas para enfrentar el racismo, el colonialismo y la desigualdad, entre ellas, la creación de una universidad indígena11. En estos debates se formaron una serie de actores y liderazgos que se consolidaron en ámbitos políticos y académicos en los años sucesivos, entre ellos, Víctor Hugo Cárdenas, Roberto Choque y Simón Yampara además de la misma Rivera. Todos ellos han tenido roles relevantes en sus áreas.

Rivera publicó sus primeras investigaciones en revistas académicas y comenzó a dictar un curso desde el que surgió en 1983, el Taller de Historia Oral Andina (THOA). En estos tránsitos entre espacios académicos y debates políticos, se desarrollaban una serie de reflexiones que permitieron al grupo avanzar en la problematización temprana de cuestiones relativas al orden colonial y colonialismo interno, la violencia y las funciones de la historia. Rivera comentó en una entrevista12 que el primer grupo de el THOA tenía una visión crítica de la investigación tradicional, por lo que el lugar del mismo investigador o investigadora era interrogado como parte del proceso13. Ello implicó que junto a Zulema Lehm comenzaran un proceso de búsqueda de sus «identificaciones en el mundo urbano, mientras las aymaras y quichwas del THOA se fueron al campo a activar las redes de reconstitución de los ayllus, sobre la base de la investigación oral y de archivo que habíamos realizado en conjunto»14. Estas trayectorias marcaron el inicio de interesantes procesos de construcción epistemológica y metodológica situada, enfrentando el desafío de comprender el mundo indígena y mestizo, su relación con la idea de Bolivia como nación, y la gran innovación institucional que constituye la plurinacionalidad15.

A inicios de 1980 Rivera era socióloga y catedrática en una de las universidades más importantes de Bolivia, y a su vez, trabajaba con una de las organizaciones indígenas emergentes del periodo, ¿De qué modo este contexto se transparenta a través de sus textos? ¿Cómo incidió su experiencia en la forma de construir relatos políticos? ¿Qué marcas dejó su escritura en la forma de construir el discurso narrativo de la resistencia y la continuidad?

9 Roberto Choque, Historia de una lucha desigual. Los contenidos ideológicos y políticos de las rebeliones indígenas de la pre y post revolución nacional (La Paz: Unidad de investigaciones históricas UNIH-PAKAXA, 2012); Roberto Choque, El indigenismo y los movimientos indígenas en Bolivia (La Paz: Instituto Internacional de Integración, Convenio Andrés Bello, 2014).

10 Herbert Klein, Historia de Bolivia (La Paz: Librería Editorial G.U.M, 2011); Alvaro García, Identidad boliviana. Nación, mestizaje y plurinacionalidad (La Paz: Vicepresidencia del Estado Plurinacional & Asamblea Legislativa Plurinacional, 2015); Franco Gamboa, «De las críticas contra el sistema al ejercicio del poder: Los movimientos sociales indígenas y las políticas de Reforma Educativa en Bolivia», Ecuador Debate. Cuerpos y Sexualidades, n°78 (2009); Cajías, «La Revolución Nacional...»; Magdalena Cajías, «Procesos históricos en la formulación de las transformaciones educativas planteadas en la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez», en Visiones plurales sobre el nuevo paradigma educativo boliviano, ed. por CEBIAE, (La Paz: CEBIAE, 2011); Weimar Iño, «El aporte pedagógico del Movimiento Katarista: El horizonte histórico de una educación propia y comunitaria (1970-1980)», Revista Integra Educativa 8, n°1 (2015).

11 Cristina Oyarzo, «Discursos educativos indianistas en Fausto Reinaga: 1970-1971», Cuadernos de Historia Cultural, Revista de estudios de historia de la cultura, mentalidades, económicay social, n°8 (2019).

12 Sarmiento, «Genealogía de la motivación.».

13 Cristina Oyarzo, «La escritura de la historia y la política: el Taller de Historia Andina (THOA) y Silvia Rivera Cusicanqui, 1983-1984», Cuadernos ide Historia 57 (2022).

14 Sarmiento, «Genealogía de la motivación.», 1338.

15 Cristina Oyarzo, «Plurinacionalidad en la Constitución de Bolivia: ¿una noción capturada por el Estado?», Hybris: Revista de filosofía 12, n°1 (2021).

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Leer, interpretar y sistematizar la obra de SRC es de interés por sus aportes teóricos, metodológicos y políticos, pues el pensamiento, sea o no escrito, puede incidir en la configuración del mundo. En esa línea, la obra de Rivera no solo debe ser criticada para intensificar su circulación en los espacios académicos, sino que su lectura puede ser un aporte fundamental para las prácticas políticas latinoamericanas.

Construcción de relatos: alcances teóricos, metodológicos y políticos en la

escritura de SRC

En su primer libro, SRC expresa una serie de relatos políticos asentados en reflexiones construidas desde la experiencia personal y el trabajo académico. Oprimidos pero no Vencidos. Lucha del campesinado aymaray quechwa, 1900-1980 (1984) describe, en clave de continuidad, la resistencia indígena en la larga y corta duración, cuestión clave en el devenir de la historia de indígena, y a contrapelo de la historiografía nacional. Analizando la experiencia del pueblo aymara y quechua, principalmente del altiplano, sugiere que los horizontes de memoria de los que se nutre aquella resistencia remiten a dos procesos principales: las luchas anticoloniales a partir del orden prehispánico desde el siglo XVIII, y, de corte más reciente, un estrato de memoria corta surgida en el siglo XX, en dialogo con las luchas sindicales y campesinas articuladas en torno a la Revolución Nacionalista de 195216. Esta hipótesis puso nombre a cuestiones que, de manera más bien dispersa, habían estado siendo trabajadas por diversas autorías previamente. El texto inicia con fuerza, enunciando la sospecha:

Hablar de luchas campesinas en Bolivia supone una necesaria aclaración. El término "campesino" oficialmente adoptado en el país a partir de la revolución de 1952, suele enmascarar los contenidos que desarrollaron en su lucha las poblaciones rurales predominantemente indias17.

Al cuestionar la capacidad explicativa de una noción emergida del orden institucional de la revolución nacionalista (1952), ampliamente usada en espacios académicos, está haciendo una pregunta problemática a la producción intelectual del momento. Según la autora, al nombrar a los pueblos originarios como campesinos y transformar a los indios e indias en sujetos no racializados, ocurre una poco sutil operación de homogeneización étnica y cultural, sugiriendo que la acción institucional disfraza, oculta e invisibiliza cuerpos y prácticas sociales. A la inversa, al referirse a los indios, SRC se apropia del concepto y lo politiza, mostrado, narrando y visibilizando.

A lo largo del texto, plantea que la rebelión «se convierte en el lenguaje fundamental a través del cual el indio formula sus demandas a la sociedad»18. Rivera dice que este mecanismo expresa el discurso indio en el espacio público y establece un dialogo -precario- con las instituciones. Por ello, sugiere que existió el "ciclo rebelde de 1910-1930", identificando elementos de continuidad en aquel lenguaje -arraigado- de la rebelión. En este sentido, uno de los elementos fundamentales fue la circulación «de un lenguaje compartido que permitiese a los líderes comunales formular y difundir su

16 Silvia Rivera Cusicanqui, Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhechwa 1900-1980 (La Paz: La Mirada Salvaje, 1984), 74-75.

17 Rivera, Oprimidos pero no vencidos, 73.

18 Ibíd, 75.

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programa de reivindicaciones y que dotase a las acciones rebeldes de un sentido de justicia y legitimidad reconocible en otras esferas de la sociedad»19.

Sin embargo, sugirió un matiz, pues la relación con el Estado tenía un anclaje profundo en la memoria colectiva, especialmente para el caso de los pueblos del altiplano:

Pareciera que el horizonte de relaciones estatales de la comunidad andina, presente desde tiempos prehispánicos, y con múltiples manifestaciones y evoluciones en los periodos colonial y republicano, operase como un elemento organizador de la memoria colectiva y de las percepciones que el campesinado indio tenia de la sociedad y de la estructura de poder en la que se hallaba inmerso20.

La cita evidencia que, si bien existió una relación palpable entre Estado y comunidades políticas indígenas, esta fue mediada por la exclusión. Esto no fue absoluto, pues sobre esa matriz de anulación del otro han existido persistentes intentos de aparición y ocupación del espacio público por parte de los pueblos indígenas, ejerciendo poder real sobre el territorio a través de ciclos de protesta.

Posteriormente, con la hipótesis de cambio de ciclo, la autora abordó la década de 1970, donde se fue produciendo una paulatina articulación ideológica del movimiento campesino, a pesar de la resistencia de las organizaciones sindicales y partidistas convencionales. En este proceso da especial importancia a liderazgos como el de Genaro Flores y Fausto Reinaga, quienes «expresaban también la radicalización ideológica -quizás más profunda y sustancial- de la nueva generación campesina-india, que la izquierda criolla encontró incompatible con su discurso autorreferente y occidental»21.

En la interpretación de la autora, casi en tiempo presente, identifica como vertientes originales del katarismo a los movimientos culturales y políticos urbanos entremezclados con el sindicalismo del altiplano, y aquella experiencia proveniente del mundo rural, donde existía una generación que fue «producto de la reforma agraria, la escuela rural, el cuartel y nueva economía mercantil»22, lo que permitía una circulación material y subjetiva entre la ciudad y las estructuras comunitarias. Producto de esta especificidad, las y los sujetos indígenas:

Percibían con mayor agudeza las continuidades oligárquicas y señoriales del sistema ideológico dominante puesto que, si bien eran formalmente interpelados como ciudadanos "libres e iguales", en la práctica resultaban excluidos y marginados (salvo como masa sumisa, y al mismo tiempo impedidos de ejercer su diferencia23. Resulta entonces explicable su defensa de la cultura propia y su vehemente rechazo a las manipulaciones que sufrían a través del aparato sindical, manipulaciones que eran calificadas como una forma de pongueaje político, es decir, como una aproximación servil-colonial al poder24.

19 Ibíd, 98.

20 Ibíd, 119.

21 Ibíd, 177.

22 Ibíd, 179.

23 Cursivas de Rivera.

24 Ibíd, 182.

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SRC llama la atención sobre la heterogeneidad de las resistencias indígenas de acuerdo con trayectorias culturales, geográficas y políticas, oponiéndose explícitamente a la homogeneización irreflexiva que había predominado hasta entonces. No era solo un pueblo originario, como tampoco era solo un tipo de rebelión. La heterogeneidad de ideas y practicas estaba en el centro. Sobre estos argumentos, la autora sostiene consistentemente que la rebelión fue una clave de relacionamiento, asumida como un hecho de la causa por parte de los pueblos originarios y el Estado. Sin embargo, no existía relato unificador de aquella historia de enfrentamientos y negociaciones. Esta era la principal necesidad política: la construcción de narrativas con funciones políticas. Este ejercicio cuestionó la interpretación historiográfica hegemónica y propuso una narrativa que conectó las reivindicaciones que movilizaron a la población durante las primeras décadas del siglo.

¿Estaban relacionadas estas expresiones de politicidad? Si la política puede constreñirse sesgadamente solo a lo institucional, abrir su noción hacia múltiples esferas de estudio hace emerger otra política25. De esta escritura y sus principales ideas, se puede desprender la función policía que ejerce en el contexto histórico en que se manifiesta, desagregándose en tres aspectos: las dimensiones interlocutiva, la conceptual y la narrativa. La primera de ellas, dirigiéndose a actores indígenas y organizaciones, más allá lectores académicos; la segunda, conceptual, a través de la generación de categorías comprensivas de la trayectoria de las luchas indígenas; y la tercera, narrativa, generando un relato generalizante, con temporalidades y especificidades, que se despliega en el espacio público para su uso como lenguaje particular26. Esta construcción interpretativa circuló ampliamente entre los activismos y las intelectualidades aymaras (principalmente), así como también, y de manera ascendente, en la academia. Reflejo de ello es la reedición y traducción del texto en numerosas ocasiones27.

Rivera interpeló a la historiografía convencional dando un salto interpretativo para construir otra historia que otorgaba un sentido de conjunto a las rebeliones indígenas, a contrapelo de lo escrito mayoritariamente hasta el momento. En ello estaba la voluntad de construir narrativas divergentes, que dieran lugar a los relatos de las y los protagonistas no solo como anécdotas, sino como historias -dentro de, o en dialogo con- otras historias. Este es uno de los puntos que destaca Pocock28 como indicativo de la existencia de una comunidad política real.

Esta comunidad política que Rivera identificó, con límites y aperturas, permitía comenzar a producir una narrativa con funciones políticas, que apuntaba a un relato totalizador, pero que no invisibilizaba sus especificidades. Ante la interpretación predominante de la inorganicidad de la acción de los pueblos andinos, Rivera sostuvo, por ejemplo, la persistencia de las prácticas de intercambio interecológico y su impacto en las formas de mercado que producían; o la doble vía en que se levantaban las demandas indígenas, entre negociación y enfrentamiento. Según su análisis, ello implicó «un fenómeno de transformismo ideológico que permite que la propuesta india dejase de operar exclusivamente sobre la base de legitimación andina, penetrando de lleno en el "ethos" criollo»29.

Considerando que este texto fue escrito en un contexto de producción donde las ciencias sociales estaban consolidándose y existía poco acceso a fuentes y trabajos especializados, SRC continuó el trabajo de búsqueda y reflexión, lo que le permitió ir construyendo una perspectiva crítica de su quehacer y del entorno académico.

25 Hannah Arendt, La condiáón humana (Buenos Aires: Paidós, 1993) y Hannah Arendt, La promesa de la política (Buenos Aires: Paidós, 2015)

26 Oyarzo, «La escritura de la historia...», 179-180.

27 Ver Oyarzo, «La escritura de la historia.» (2022).

28 Pocock, Pensamiento político e historia.

29 Rivera, Oprimidos pero no vencidos, 103.

REVISTA IZQUIERDAS

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De esta dislocación del pensamiento da cuenta un artículo fundamental. En 1987 publicó El potencial epistemológico y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia, donde SRC declara su adscripción a al Taller de Historia Oral Andina (THOA) y a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), cuestión no menor si consideramos que su trabajo en la década de 1980 estuvo muy ligados a estas dos instituciones, con sus claras diferencias. El THOA es un colectivo de investigación autogestionado que surgió de la clase que Rivera impartía en la UMSA, y que generó un trabajo significativo en torno a la escritura de la historia aymara, desde la etnografía, la sociología, y la historia30. La UMSA, por su parte, es una de las Universidades más importantes de Bolivia, asentada en La Paz, capital administrativa de Bolivia y lugar de mayor población aymara. En el periodo pasaba por intensos procesos de politización en clave de izquierdas, pues había sido uno de los bastiones de la resistencia a las dictaduras. En ese marco, las reflexiones académicas y la acción políticas se mezclaban a tal nivel que se complementaban como discutían.

Desde la experiencia de Rivera en el THOA y en discusión con ejemplos latinoamericanos, la autora desagrega una serie de problemas teóricos y metodológicos que incidían en la despolitización de las Ciencias Sociales, al convertirse en sustento de nuevos procesos de colonización31. Sugiere que la supremacía de enfoques marxista-estructuralistas constriñe la posibilidad de abordar el problema político de la indianidad desde una perspectiva crítica e innovadora:

De este modo, el planteamiento del problema colonial, que pudo haber generado una importante renovación teórica en aquellos núcleos de investigación más ligados a la problemática étnica, quedó amputado de sus potenciales efectos críticos (...). En consecuencia, no aportaron sustancialmente al conocimiento de nuevos fenómenos como la etnogénesis, la articulación ideológica y la redefinición estructural de las sociedades indias en el contexto colonial y neocolonial.32

Rivera usó un concepto que cada vez se irá haciendo más central en su pensamiento. La lógica del encubrimiento33, a través de la enunciación política pero sobre todo desde la escritura académica, obturaron la acción de los pueblos indios:

Las elites de izquierda, de raíz cultural criolla occidental, tenían una visión meramente instrumental de las demandas étnicas: ellas eran útiles sólo en tanto no se autonomizaran de la movilización popular controlada por la izquierda (...) En el plano epistemológico, se reproducía una relación asimétrica entre un "sujeto cognoscente" que compartía en lo esencial la visión del mundo de la sociedad occidental dominante, y un "otro" étnico, cuya identidad era atribuida desde fuera, o forzada a una

30 Oyarzo, «La escritura de la historia.».

31 Silvia Rivera Cusicanqui, «El potencial epistemológico y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia», Temas Sociales, n°11 (1987): 2, https://historiaoralfuac.files.wordpress.com/2017/ 10/rivera-cusicanqui-silvia-el-potencial-epistemologico-y-teorico-de-la-historia-oral.pdf

32 Rivera, «El potencial epistemológico.», 3-4.

33 Ibíd, 3.

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redefinición radical, para encajar con los intereses más vastos del campesinado y el proletariado34.

El silencio, la intraducibilidad, y el encubrimiento atravesaban la investigación en Ciencias Sociales, que no lograba visibilizar, mucho menos cuestionar, su carga civilizatoria. Incluye en esta crítica el método de la investigación-acción, muy extendido en el periodo. ¿Cuál era el estatuto de la investigación entonces? ¿Qué obstáculos había que desmontar para transformar la sociedad? La autora ensayó formas, métodos, hipótesis, que lentamente van tomando cuerpo, en relación con el lugar central que otorgó a la experiencia racializada (en primera persona) y a la experimentación en los métodos a través de los que construyó su práctica investigativa y la reflexión teórica que la acompaña.

Fue en ese momento que SRC se detuvo a reflexionar en una técnica -o metodología- que ella y las organizaciones asociadas habían usado para acceder a los relatos de actores que no contaban con una práctica extensiva de escritura. La historia oral, anclada en las prácticas persistentes de los pueblos originarios, adquiere forma a través de alianzas que buscan hacer dialogar distintas formas de conocer, y dar cuenta de su propia historicidad. Así, «cristalizan equipos mixtos, bajo conducción aymara, que se sujetan a las exigencias éticas de los comunarios de base, con quienes se definen las metas, tareas y formatos de la investigación»35. El Taller de Historia Oral Andina fue protagonista de estas formas de abordaje36, intentando «no sólo reconstruir la historia "tal cual fue", sino también, fundamentalmente, comprender la forma cómo las sociedades indias piensan e interpretan su experiencia histórica»37. Rivera dota a la oralidad de un estatuto político, al plantear que ella constituye:

El espacio fundamental de la crítica, no sólo al orden colonial, sino a toda la concepción occidental de la historia, que sitúa lo "histórico" tan sólo a partir de la aparición de la escritura, y legitima por lo tanto la invasión colonial como una heroica misión "civilizadora". La práctica historiográfica india permite, por el contrario, descubrir estratos muy profundos de la memoria colectiva (...) La conexión mito-historia recupera así su valor hermenéutico y permite descubrir el sentido profundo de los ciclos de resistencia india, en los cuales la sociedad oprimida retoma su carácter de sujeto de la historia38.

En relación con su perspectiva del trabajo historiográfico y de los obstáculos con que tuvo que lidiar para acceder a la historicidad de los pueblos originarios, sugiere que una crítica de la temporalidad lineal es fundamental. Frente a unas prácticas académicas que conciben el tiempo como una expresión de continuidad ascendente, propia de la modernidad capitalista, muestra la persistencia de un tiempo cíclico, en el que se manifiesta permanentemente el pasado, remitiendo otra vez a los horizontes de memoria ya planteados. En el presente hay un conflicto permanente, en el que se expresan "parcelas vivas del pasado" que «bloquea la generación de mecanismos de totalización y homogeneización. Por lo tanto, no son intercambiables, y exigen un proceso de auténtica y simétrica "traducción" (...) coexisten

34 Ibíd, 3-4.

35 Ibíd, 8.

36 Oyarzo, «La escritura de la historia.».

37 Silvia Rivera Cusicanqui, «Memoria colectiva y movimiento popular: notas para un debate», Bases, n°1 (1982).

38 Rivera, «El potencial epistemológico.», 8.

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seres intrínsecamente no-contemporáneos, cuyas contradicciones entre sí están más enraizadas en la diacronía, que en la esfera sincrónica del modo de producción o de las clases sociales»39.

Por último, una cuestión que refleja el estrato ético-político por el cual concibe la investigación es el llamado a polemizar con la posición del investigador o investigadora, que ya no está llamado a decidir unilateralmente el curso de su trabajo ni los modos en que lo produce, sino más bien, echando a andar un «ejercicio colectivo de desalienación, tanto para el investigador como para su interlocutor»40. Esta implicación entre las y los actores permite movilizar la asimetría en la que se encuentran quienes participan en un proceso de investigación académica, relativizando el conocer experto y otorgando un estatuto de legitimidad y relevancia a los discursos de los pueblos originarios.

Poniendo en perspectiva este trabajo, aun cuando tenga un relativo menor alcance comparado con los dos libros acá mencionados, en términos de reflexividad es mucho más significativo, pues se da a la tarea de revisar y criticar la propia práctica, prescribiendo modos de acción situados en la realidad en que se producen.

Marcando una fuerte línea de continuidad reflexiva, aparece Artesanos libertarios y la ética del trabajo, en 1989. En tanto material discursivo, destaca fuertemente la forma en que fue construido. Desde el financiamiento que obtuvo Rivera y que puso a disposición de la investigación, hasta una escritura colectiva que buscaba otorgar un lugar preponderante a los actores de la historia a relatar, este texto es una especie de culminación del activo trabajo reflexivo anterior.

A diferencia de Oprimidos, libro en solitario que buscaba construir un relato general y de continuidad sobre la historia de los pueblos indígenas en Bolivia, y de El potencial epistemológico, artículo teórico-metodológico crítico, Artesanos se constituye en una siguiente etapa, mas acabada, de la dislocación de la practica académica, que si bien usaba las herramientas disponibles, movilizaba su voluntad ética hacia los intereses y demandas de los actores. No era un ejercicio del todo nuevo, pero los resultados si que fueron relevantes. En las Notas Prelimirares del texto se declara

Entonces, nos dimos cuenta de que el proceso de investigación había generado uno de sus frutos más valiosos; tras muchos años de incomunicación y aislamiento entre los compañeros, y luego de prolongadas sesiones de trabajo en las que la brecha generacional se iba cerrando, habíamos conseguido, entre todos, revalorizar la experiencia vivida y construir un sujeto colectivo, pleno de dinamismo y actividad reflexiva, en el que las fronteras entre "investigadores" e "investigados" comenzaban a difuminarse41.

En esta escritura colectiva aparece nuevamente la idea de los actores implicados. No es actor solo quien esta siendo investigado, a quien se ubica en el lugar del habla-escucha, sino que también, y con mayor una virtual relevancia, el lugar del o la investigadora. Quienes plantean preguntas, quienes se ponen en marcha para problematizar una realidad que ha estado invisibilizada, asumen un protagonismo que no es fácil de asumir por el trabajo académico convencional. Se desliza, de este modo, el rol político del lugar experto, y, en el caso de estas investigaciones lideradas por Rivera, se pone en cuestión esa preponderancia.

39 Ibíd, 10.

40 Ibíd.

41 Silvia Rivera Cusicanqui. Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. Ediciones THOA, La Paz, 1988. p 9

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En cuanto al contenido, nuevamente la atención se centra en procesos históricos borroneados por la historiografía oficial. Desde la relevancia del artesanado y de su movilización en clave anarquista, al rol preponderante que tuvieron los gremios de mujeres antes, sobre todo luego de la Guerra del Chaco42, la investigación se detiene en escribir la oralidad circulante, ponerla en valor, sistematizarla y transformarla en un tipo de relato dispuesto para su uso público.

Desde la metodología utilizada para construir esta narrativa se desprende aquella posición epistemológica que ya antes había sido puesta en marcha en otro proyecto colectivo del Taller de Historia Oral Andina, El indio Santos Marca Tula (1984)43, que fue retomado reflexivamente en el artículo acá revisado (El potencial epistemológico), y que se materializa de modo mas acabado en Artesanos: la articulación virtuosa entre oralidad y escritura. Las reflexiones de Rivera no eran idealistas, en su gran parte, es decir, alejadas de una consideración crítica y pragmática de los límites de investigaciones como las proponía. No es que Rivera absolutizara la oralidad, sino que la veía como una herramienta posible de ser usada en conjunto con el material de archivo con el que se iban encontrando. La pregunta fundamental que la autora y el equipo con el que trabajaba se hacían era: ¿Cómo acceder a aquellos pasajes de la historia que no han quedado registrados en palabra escrita? A su vez, ¿cómo sortear los constreñimientos y sesgos que toda escritura arrastra? Ante ello, el dialogo de fuentes, donde una y otra se interpela:

Hemos querido también sintetizar y equilibrar la dimensión subjetiva de los testimonios, con la reconstrucción histórica, puesto que tanto una como la otra resultan imprescindibles a la hora de evaluar muchos de los juicios que aquí se vierten sobre la historia oficial: aquella que, desde el poder -llámese Partido o Estado- no ha cejado en su intento de "aherrojar los cuerpos y las conciencias", condenando las múltiples voces de "los de abajo" al silencio y al anonimato colectivo44.

Artesanos es declaradamente un libro de testimonios45. Además de un capítulo sobre la historia del anarquismo en Bolivia, el fuerte es la recopilación de voces silenciadas y su montaje creativo. La estructura del texto, temática aunque no desconoce lo cronológico, busca reconocer las grandes áreas de trabajo político que realizaron artesanos y artesanas en la primera mitad del sigo XX, especialmente hasta la Guerra del Chaco. Aquí cobra especial relevancia el capítulo dedicado a la narración en femenino: las mujeres hablan y dan cuenta de que sus relatos difieren del de sus compañeros, y se hace notar la marca de género. Mas allá de que en este texto no toca este tema ni el del colonialismo, por la densidad de sus capas y porque escapa al objetivo de este trabajo, si es necesario dejar anotada su existencia. La obra de Rivera y sus trabajos colectivos ameritan una revisión por separado de estos temas, lo que es parte de investigaciones en curso.

Artesanos nuevamente interpela a la historiografía oficial, cuestiona la absolutización del movimiento obrero y la matriz marxista estructuralista desde la que se lee y propone redescubrir prácticas de resistencia que dan un lugar privilegiado a lo que llaman una ética del trabajo, donde la dignidad del trabajo manual, junto al ímpetu intelectual que emerge de las doctrinas anarquistas, vuelven a politizar el lugar de los actores.

42 Ibid. p 10

43 Ver Oyarzo (2022), La escritura de la Historia.

44 Silvia Rivera Cusicanqui. Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. Ediciones THOA, La Paz, 1988. P 10

45 Silvia Rivera Cusicanqui. Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. Ediciones THOA, La Paz, 1988. P 281

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Indigenizar y politizar: ¿construir una enunciación dislocada?

Los textos de Rivera, entendidos como material discursivo que revelan la producción de pensamiento político, dicen varias cosas sobre el tiempo en los que fueron escritos; parte de los lenguajes que adoptó la resistencia indígena; y los procesos de indigenización y politización en los que se fue inscribiendo Silvia Rivera Cusicanqui. Si se analiza -tal como lo ha sugerido Dosse- el contexto, el texto y la autoría, se podrá notar como SRC produjo un tipo de narrativa que ponía en el centro del espacio público, en primer lugar, la continuidad de las resistencias indígenas y de actores no blancos. Esta hipótesis es vital porque toma la forma de argumento principal en las batallas políticas con el Estado y con la consolidación de la comunidad política dentro de él.

Aunque es posible sugerir una sobre interpretación de la idea de continuidad en las luchas del campesinado aymara y quechua, fue importante enunciar de tal manera el acto político de los actores. Si bien la autora matiza esta afirmación, especificando que se refiere a las reivindicaciones no a la acción concertada y sistemática, parece ser que la hipótesis está atravesada por aquel optimismo que, posteriormente ella misma nota en el 2003. Con el avance de la investigación social y política al respecto, aun no es posible sostener hipótesis tal, a menos que las categorías que se utilicen para ello sean más críticas y menos rígidas. No obstante, es este uno de los elementos más destacados del texto: la voluntad y el trabajo puesto en producir la idea de continuidad. Puede ser que existan diferencias interpretativas en cuanto a la validez o no de la hipótesis, pero la materialidad, la concreción de esta idea de unicidad tuvo la relevancia -la tiene aún- de instalar en los lenguajes colectivos una narrativa que irrumpe y atraviesa las otras narrativas, las hegemónicas, las convencionales. Es un acto performático de habla, que, por fuera de los contenidos, incidió en la maduración de la comunidad política, mecanismo al que se ha referido Pocock aludiendo a otros casos similares.

La autora construyó un régimen de visibilidad a través de los relatos políticos que fue sistematizando. Se detuvo en aquello que no era visto por la academia, lo que le permitió dar más relevancia a la mirada, y al uso crítico de la palabra, lo que posteriormente se ira canalizando como su sociología de la imagen. A su vez, fue una piedra angular de la autonarración de los pueblos originarios en Bolivia.

Por otro lado, SRC concibe la producción de conocimiento como un ejercicio politizado, en el sentido de que imprime una marca en el mundo en el que se desarrolla. Esto, no tanto por la voluntad de la autora de intervenir en el mundo, sino, sobre todo, por la lectura crítica que realiza del trabajo hecho por la academia y los intelectuales previos a ella. ¿Qué vio la autora en las fuentes que trabajó? Rivera logró identificar, caracterizar y conceptualizar lo que hizo la escritura previa en Bolivia. Al hacerlo, se ubicó en un espacio de crítica que le permitió tomar distancia de los hechos sabidos, para proponer nuevas interpretaciones que serán dispuestas en el espacio público como herramientas útiles para determinados actores. La intelectual usó categorías propias del cuerpo de conocimiento hegemónico, sin embargo, logró tomar distancia de ellos para abrir un espacio de creación en el que aparecen nociones salidas de otros lugares: la experiencia vital, el conocimiento generado por los actores auto enunciados como indígenas, artesanos o libertarios, y la narrativa de la rebeldía. Todo esto más allá de los hechos que informaba. Así, la joven Rivera se desplegó más como investigadora que como activista, aun cuando las dimensiones de producción de conocimiento y acción política están profundamente implicadas.

En este sentido, la autora propuso una periodificación consistente con los intereses de los pueblos originarios y la producción de conocimiento en Rivera se materializó en la elaboración

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historiográfica. A su vez, las resistencias del movimiento indígena se alimentaron de estos montajes interpretativos, que permitieron procesos de reetnificación y politización más acentuados.

Desde el inicio de su trabajo, SRC destacó la falta de investigaciones sobre pueblos indígenas en Bolivia, y por lo tanto, los límites del relato historiográfico. Sin investigaciones sistemáticas, basadas en fuentes adecuadas, no era posible acceder al pasado. Siguiendo este cause reflexivo, la autora definió un marco metodológico y epistemológico ad-hoc. Al referirse a la doble naturaleza de las relaciones de dominación en Bolivia -el orden colonial y el de clase-, tomó la decisión de utilizar categorías flexibles que le permitieran abordar diversas capas de lectura de un mismo problema: la idea de usar el concepto de campesino, indio y sus variantes denota su crítica a las rigideces disciplinarias.

Cabe destacar que, en este periodo, Rivera estaba desarrollando su método de trabajo sobre la base de la acción colectiva. La autora tomó distancia de las metodologías convencionales de su disciplina y del marco de las Ciencias Sociales en general, para hacer un giro político en su mirada. Esto se reflejaba en una posición epistemológica que dotaba de historicidad al conocimiento producido, pues comprendió y explicitó su quehacer trabajo no era definitivo sino, por el contrario, contingente, momentáneo, sujeto a las temporalidades y las condiciones de producción del trabajo académico.Esta postura epistemológica tiene dimensiones políticas, pues al ajustar los discursos con los que trabajó, Rivera propuso construir una narrativa flexible, provisional y abierta a las interpretaciones que las búsquedas indígenas del periodo. Este ejercicio lleva a la autora a dislocar, al mismo tiempo, la certeza académica y política, proponiendo nuevas interpretaciones, actores y políticas. Por ello insistía en que sus reflexiones estaban aún en proceso, debiendo estar supeditadas a debate colectivo en perspectiva latinoamericana.

Así mismo, Rivera concebía la relación entre producción de conocimiento y acción política como un camino de doble vía. Por una parte, el rol que tiene el trabajo investigativo en cuanto disponer de herramientas para los actores sociopolíticos. Por otra, la autora comprendió que la superficie de contacto que se debe establecer entre la investigación y el mundo no académico es inexcusable para que el trabajo tenga una orientación más allá de la simple curiosidad intelectual. Desde su elaboración, no se subentiende que esto debe ser así en general, pero sí que es una postura ético-política asumida abiertamente, evidenciando el lugar desde el cual construyó sus actos de habla, materializados en escritura.

Si se piensa en la labor interpretativa de la autora para analizar la realidad social y política, además de las producciones de la academia, se podrá notar que uno de sus aportes es leer desde un punto de vista crítico, implicado y original aquel relato construido por la investigación. En este punto, puso en un lugar central la autopercepción y la experiencia. Las identificaciones de los actores son protagónicas en el análisis, lo que le permitió desplegar una justificación metodológica más para resistirse a utilizar terminologías homogéneas, llamando explícitamente a las y los autores de aquellas narrativas a utilizar la experiencia propia como insumo para la elaboración de sus escrituras.

Las construcciones discursivas de Rivera tuvieron por función cuestionar las historias que se dan por sentado, desplazar los ejes de debate, y poner a prueba ideas en el ámbito de lo político. Por esto, en una narrativa por construir, que no es solo la de la historia de los pueblos indígenas, sino la de su dialogo con los procesos generales, Rivera no temía plantear interpretaciones reñidas con el mainstream ni con las corrientes más radicales que, queriéndolo o no, intentan borronear un referente. Así, Rivera logró construir un relato que es totalizador, sin dejar de explicitar los matices, las ambivalencias, los avances y retrocesos de un proceso complejo de construcción de comunidad política dentro de un Estado nacional.

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Consideraciones finales

En la cuarta edición de Mirada Salvaje de Oprimidos pero no vencidos, Rivera incluye un amplio prefacio, escrito en octubre de 2003, año en que se produjo el octubre negro, donde fueron asesinadas más de 60 personas en el altiplano46. En su mayoría, aymaras. En aquel escrito, atravesada por el trauma de los hechos vividos, tiene una mirada más oscura del porvenir que contrasta con el final del texto de la década de 1980. La joven Rivera es interpelada por la Rivera madura, que ha seguido trayectorias que la fueron politizando y que, con cada hito, fueron constituyendo una mirada más escéptica, pero no por ello menos viva. El aquel prefacio, luego de 20 años, plantea:

El trabajo se cerraba con una mirada optimista sobre los movimientos katarista-indianista, como proyectos de "renovación de Bolivia" (...), que serían capaces de articular la pluralidad cultural del país en un nuevo sistema político, hoy diríamos, descolonizado. Por mi parte, después de haber vivido la más larga dictadura de mi vida, las esperanzas del potencial transformador de la democracia no podían sino ser excesivas (.)47

Detenerse en esta brecha que separa a la joven Rivera de la autora en que se ha ido convirtiendo es relevante por la aparición de la primera persona que se enfrenta con su presente en 1983 y luego en 2003. Esos veinte años representan cuestiones vitales para Bolivia y muestran cómo el discurso narrativo construido en un contexto y formato académico -ciertamente impregnado de militancias- se convierte en un discurso amplio y general. Si se hace el ejercicio de dar otro salto de 20 años, se podrá ver a una Rivera madura que ha ido desplazándose desde la investigación y escritura de carácter más académico, a una que habita más lo político y los activismos. La cuestión del énfasis es lo que se ha ido modificando su autoría. ¿Qué diría Rivera si tuviera que hacer un nuevo prefacio en 2023? 40 años después, probablemente el relato sea otro. Esta es una de las cuestiones pendientes que se abordaran en las siguientes investigaciones.

Por ahora basta decir que es necesario seguir profundizando en el trabajo de una autora que se hace cada vez mas relevante por la creatividad de sus propuestas y porque, cuestión no menor, es una de las intelectuales sudamericanas que está siendo leída intensamente por las nuevas generaciones, especialmente quienes buscar relevar la escritura con marca de genero y etnia.

Para ello, generar modelos interpretativos que incorporen categorías de pensamiento situado para pensar fenómenos difícilmente comprensibles con marcos teórico-metodológicos convencionales es una tarea pendiente.

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47 Rivera, Oprimidos pero no vencidos, 18.

REVISTA IZQUIERDAS

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