Научная статья на тему 'Ley Maldita, sindicalismo y salarios en Chile. Para un estudio de la economía política de la expansión y el ajuste. 1948 – 1958'

Ley Maldita, sindicalismo y salarios en Chile. Para un estudio de la economía política de la expansión y el ajuste. 1948 – 1958 Текст научной статьи по специальности «История и археология»

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Salarios / Ley Maldita / Chile / Empleados / Obreros / Sindicalismo / Wages / Ley Maldita / Chile / Employees / Workers / Unionism

Аннотация научной статьи по истории и археологии, автор научной работы — Javier Rodríguez Weber, Luis Thielemann Hernández

Se analiza el movimiento de los salarios reales de empleados y obreros, durante los años de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (1948 – 1958) o Ley Maldita, y en el marco de la crisis de la inflación durante ese período. Se pone especial atención a factores que incidieron en el proceso, como la relación entre el Gobierno, los sindicatos y gremios de trabajadores; el uso de la Ley Maldita como mecanismo de economía política y contra los sindicatos obreros; el rol de la Misión Klein-Saks en el movimiento de los salarios; y los distintos desequilibrios estructurales de la economía chilena en las décadas centrales del siglo XX. Se observa así un desigual movimiento salarial que beneficia más a empleados que obreros, facilitado por un uso antiobrero de la Ley Maldita y virajes incoherentes en política económica desde 1948 a 1953; que propala la crisis inflacionaria que termina por hacer caer los salarios en general desde 1953 a 1955, y que se intenta convertir dicha situación de bajos salarios en el nuevo equilibrio de estabilidad salarial, con el apoyo de Klein-Saks y un relanzamiento represivo, de 1955 a 1958.

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Ley Maldita, unionism and wages in Chile. Towards a study of the political economy of expansion and adjustment. 1948 – 1958

This article analyzes the dynamics of the real wages of employees and workers during the years of the Law for the Permanent Defense of Democracy (1948 1958) or "Ley Maldita" (“Cursed Law”) in the context of the inflationary crisis of that period. Special attention is paid to the factors that shaped this process, such as the relationship between the Government, the unions and the workers' associations; the use of the “Ley Maldita” as a political-economical mechanism against unions; the role of the Klein-Saks Mission in the wage fluctuations; and the various structural imbalances of the Chilean economy in the middle decades of the 20th century. The observed dynamics are unequal in that they benefit employees more than workers. This trend is facilitated by an anti-worker use of the “Ley Maldita” and incoherent changes in economic policy from 1948 to 1953, which spreads the inflationary crisis that ends up causing the general fall in wages from 1953 to 1955. It can also be observed that from 1955 to 1958 attempts are made to turn the temporary low-wage situation into a new balance of wage stability with the support of Klein-Saks and a renewed repressive policy.which spreads the inflationary crisis that ends up causing the general fall in wages from 1953 to 1955. It can also be observed that from 1955 to 1958 attempts are made to turn the temporary low-wage situation into a new balance of wage stability with the support of Klein-Saks and a renewed repressive policy.

Текст научной работы на тему «Ley Maldita, sindicalismo y salarios en Chile. Para un estudio de la economía política de la expansión y el ajuste. 1948 – 1958»

51, noviembre 2022: 1-25

Ley Maldita, sindicalismo y salarios en Chile. Para un estudio de la economía política de la expansión y el ajuste. 1948 — 1958*

Ley Maldita, unionism and wages in Chile. Towards a study of the political economy of expansion and adjustment. 1948 — 1958

Javier Rodríguez Weber** Luis Thielemann Hernández***

Resumen: Se analiza el movimiento de los salarios reales de empleados y obreros, durante los años de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (1948 — 1958) o Ley Maldita, y en el marco de la crisis de la inflación durante ese período. Se pone especial atención a factores que incidieron en el proceso, como la relación entre el Gobierno, los sindicatos y gremios de trabajadores; el uso de la Ley Maldita como mecanismo de economía política y contra los sindicatos obreros; el rol de la Misión Klein-Saks en el movimiento de los salarios; y los distintos desequilibrios estructurales de la economía chilena en las décadas centrales del siglo XX. Se observa así un desigual movimiento salarial que beneficia más a empleados que obreros, facilitado por un uso antiobrero de la Ley Maldita y virajes incoherentes en política económica desde 1948 a 1953; que propala la crisis inflacionaria que termina por hacer caer los salarios en general desde 1953 a 1955, y que se intenta convertir dicha situación de bajos salarios en el nuevo equilibrio de estabilidad salarial, con el apoyo de Klein-Saks y un relanzamiento represivo, de 1955 a 1958.

Palabras clave: Salarios, Ley Maldita, Chile, Empleados, Obreros, Sindicalismo

Abstract: This article analyzes the dynamics of the real wages of employees and workers during the years of the Law for the Permanent Defense of Democracy (1948 - 1958) or "Ley Maldita" ("Cursed Law") in the context of the inflationary crisis of that period. Special attention is paid to the factors that shaped this process, such as the relationship between the Government, the unions and the workers' associations; the use of the "Ley Maldita" as a political-economical mechanism against unions; the role of the Klein-Saks Mission in the wage fluctuations; and the various structural imbalances of the Chilean economy in the middle decades of the 20th century. The observed dynamics are unequal in that they benefit employees more than workers. This trend is facilitated by an anti-worker use of the "Ley Maldita" and incoherent changes in economic policy from 1948 to 1953,

* Este artículo forma parte del proyecto FONDECYT Iniciación N°11200441, financiado por la Agencia Nacional de

Investigación y Desarrollo (ANID) de Chile. Agradecemos a las y los participantes del Seminario del Programa de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay) por sus comentarios al borrador. También a Jaime Roos y su música por ayudar a resolver algunas polémicas conceptuales.

** Académico del Programa de Historia Económica y Social - Universidad de la República, Uruguay;

javier.rodriguez@cienciassociales.edu.uy ; https://orcid.org/0000-0002-1005-0605

*** Académico Escuela de Historia, Universidad Finis Terrae, Chile; lthielemann@uft.cl ; https://orcid.org/0000-0003-4666-2491

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which spreads the inflationary crisis that ends up causing the general fall in wages from 1953 to 1955. It can also be observed that from 1955 to 1958 attempts are made to turn the temporary low-wage situation into a new balance of wage stability with the support of Klein-Saks and a renewed repressive policy.

Keywords: Wages, Ley Maldita, Chile, Employees, Workers, Unionism.

Recibido: 03 agosto 2022 Aceptado: 07 noviembre 2022

Introducción

En este artículo se estudia el movimiento de los salarios reales de obreros y empleados a la luz de la historia política entre gobiernos y organizaciones sindicales, durante los años de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia -más conocida como Ley Maldita, (1948 — 1958)- y en el marco de las dificultades crecientes del modelo desarrollista. Se intenta explicar un proceso de economía política que a simple vista muestra veloces virajes de dirección, ambigüedades ideológicas y reposicionamientos de las fuerzas sociales, pero cuyas características profundas dan cuenta de las dinámicas críticas en las décadas centrales del Chile del siglo pasado. La pregunta guía de la investigación refiere a cuáles fueron las características centrales de la economía política de los salarios de obreros y empleados, así como la distribución del ingreso a la que dio lugar, durante un período caracterizado por una creciente inestabilidad. Para ello, haremos foco en las posiciones adoptadas y los instrumentos utilizados por los distintos actores políticos -sindicatos, partidos y gobierno-, así como los conflictos generados entre ellos, en su intento por enfrentar la principal manifestación de la crisis: la inflación.

Durante un tiempo escasearon los estudios historiográficos sobre el período final de los gobiernos radicales y el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. Eran períodos todavía por conocer, opacados por la espectacularidad de las décadas de 1920 y 1930 y por el peso de los hechos de 1964 a 19731; una situación que ha cambiado en época reciente. Sobre la economía política del período, se ha publicado en español el estudio de Marcelo Cavarozzi2 sobre la relación entre represión política y presión empresarial durante los años desarrollistas, y aporta bastantes luces sobre por donde profundizar el análisis aquí realizado. De la misma forma, el trabajo colectivo de Juan Pablo Couyoumdjian, Adolfo Ibáñez y otros, permitió evaluar la Misión Klein-Saks sobre una sólida base, combatiendo muchos de los prejuicios políticos sobre la misma3. De la misma forma, otros estudios desde la historiografía, han puesto acento sobre el quehacer en política económica de los gobiernos de González Videla e Ibáñez del Campo, dilucidando mucho de sus razones y sentidos4. Sin embargo, los

1 Con notables excepciones, tales como Albert O. Hirschman, Journeys toward Progress: Studies of Economic Policy Making in Latin America (New York: Twentieth Century Fund, 1993); Tomás Moulian, La Forja de ilusiones: el sistema de partidos, 19321973 (Santiago: Universidad ARCIS - Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), 1993), entre otras.

2 Marcelo Cavarozzi, Los sótanos de la democracia chilena, 1938-1964. las esferas de «protección» de los empresarios industriales: la CORFO, represión a los obrerosy la inflación (Santiago de Chile: LOM - USACh, 2017).

3 Juan Pablo Couyoumdjian et al., Reformas económicas e instituciones políticas: la experiencia de la misión Klein-Saks en Chile (Santiago de Chile: Universidad del Desarrollo, 2011).

4 Joaquín Fernández Abara y Margarita Goldflam Leiva, «Hacia la constitución de una economía de mercados jerárquicos: Modernización capitalista y tradicionalismo social en los industriales chilenos (1952-1958)», Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, n.o 32 (1 de diciembre de 2016), http://journals.openedition.org/alhim/5550; Eduardo López Bravo, «Del malestar a la amenaza: La Sociedad de Fomento Fabril y el populismo ibañista, 1950 - 1953»,

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resultados en materia salarial de las administraciones del período, así como del rol político de las distintas categorías de asalariados, ha sido poco abordado. Desde la historia económica, se ha aportado mediante la construcción de series estadísticas que brindan un mejor conocimiento de la evolución salarial, la desigualdad y otros indicadores durante el período5. Por otra parte, y si bien algunos de los trabajos citados avanzan en ese sentido, las oportunidades de profundizar en el análisis histórico del período que brinda esta información están lejos de haber sido completamente aprovechadas.

Esta situación, de cierto desconocimiento, no es muy diferente en el caso de la Ley Maldita. En años recientes, Marcelo Casals6, Carlos Huneeus7 y Verónica Valdivia Ortiz de Zárate8 publicaron diversos trabajos que aportan al conocimiento y, especialmente, la reflexión, sobre el lugar de la legislación anticomunista en la historia de la desestabilización democrática y de la cultura antipopular. Así y todo, y salvo por algunos trabajos clásicos sobre el movimiento obrero9, es nuestra opinión que el uso antisindical de la Ley Maldita, y su relación con los salarios, no ha sido tratado con la densidad que merece.

Por otra parte, las diferencias materiales entre los colectivos de obreros y los de empleados, visibles en los divergentes indicadores salariales, en la distinta capacidad de negociación, en que los empleados tenían mayoritariamente por patrón al Estado y los obreros mayoritariamente a los empresarios privados, y en las disímiles condiciones de trabajo y de seguridad laboral, entre otros aspectos; no han sido estudiados a profundidad. Si bien son diferencias que han sido notadas por casi todas las investigaciones clásicas relativas al tema10; poco se ha estudiado en la forma en que acontecieron dichas diferencias, así como en las consecuencias políticas que dicho distanciamiento material, de clase, generó en la alianza social "nacional popular" que sostenía a los distintos gobiernos que promovieron el desarrollismo.

A partir del estudio del movimiento de los salarios reales y de la historia política y social del período desarrollista desde 1940 -con especial énfasis los años de la Ley Maldita (1948-1958)-, aquí se propone que la economía política del período se vio determinada por: 1) la articulación del conflicto político con la agudización de desequilibrios estructurales que se expresaron en una inflación elevada y creciente; 2) que dicha ley jugó un papel determinante en las medidas para enfrentarla y; 3) que todo aquello y en conjunto tuvo efectos desiguales en los salarios reales de obreros y empleados.

Izquierdas, n.o 36 (noviembre de 2017): 28-54, https://doi.org/10.4067/S0718-50492017000500028; Luis Ortega Martínez, «Las operaciones ideológicas y políticas en la construcción de un nuevo proyecto económico (y social) para Chile, 1950-1970», Revista Espacio Regional 1, n.o 11 (2014): 67-86, https://doi.org/10.32735/s2735-61752014000111%x; Luis Ortega Martínez, «Acerca del inicio de la construcción del proyecto monetarista en Chile. Década de 1950. El factor externo.», Contribuciones Científicas y Tecnológicas 42, n.o 1 (6 de junio de 2017),

https: / / www.revistas.usach.cl/ojs/index.php / contribuciones / article/ view/2922.

5 Javier E Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009 (Montevideo: Facultad de Ciencias Sociales- Unidad de comunicación y publicaciones, 2014); y Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009): historia de su economía política (Santiago: LOM - Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Biblioteca Nacional de Chile, 2018); Nora Reyes, «Salarios durante la Industrialización en Chile (1927/1928-1973)» (Tesis Doctoral en Historia Económica, Barcelona: Universitat de Barcelona, 2017). José Díaz Bahamonde, Rolf Lüders, y Gert Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras: historicalstatistics (Santiago: Ediciones UC, 2016).

6 Marcelo Casals Araya, La creación de la amenaza roja: del surgimiento del anticomunismo en Chile a la «campaña del terror» de 1964 (Santiago: LOM, 2016).

7 Carlos Huneeus, La guerra fría chilena Gabriel González Videla y la ley maldita (Santiago: Debate, 2009).

8 Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, Pisagua 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile (Santiago: LOM, 2021).

9 Alan Angell, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile (México: Ediciones Era, 1974). Barbara B Stallings, Economic Development and Class Conflict in Chile: 1958-1973 (Ann Arbor, Michigan: Stanford University Press, 1979).

10 Por ejemplo, ver Angell, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, 156 y ss.

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Comenzando en 1940, pero especialmente luego de 1947, y en el marco del uso antisindical de la Ley Maldita, se observa un proceso de incremento del salario medio -que supera al de la productividad- que condujo a un aumento de la masa salarial en el ingreso nacional total, reduciendo la desigualdad. El crecimiento salarial, que benefició más a los empleados -entre los cuales los públicos tienen un lugar determinante- que a los obreros, se acelera luego de las movilizaciones sindicales protagonizadas por aquellos en oposición al plan de estabilización de precios presentado por el ministro de hacienda Jorge Alessandri a inicios de 1950. Sin embargo, la mejora de los salarios es barrida por la aceleración de la inflación desatada entre 1953 y 1956. Nuevamente, y al igual que lo ocurrido en el momento de auge, el derrumbe afecta en forma diferenciada a obreros y empleados, perjudicando más a los primeros que a los segundos. Ocurrido el estallido inflacionario, con sus consecuencias corrosivas para el ingreso de los asalariados, las medidas propuestas por la Misión Klein-Saks (1955 — 1958) tuvieron por fin fijar la relación entre precios y salarios que la inflación descontrolada había producido, más que profundizar la caída en el ingreso de los trabajadores. En este marco, el uso antisindical de la Ley Maldita, que facilitó la ocurrencia de alzas desiguales de salarios entre obreros y empleados antes de 1953; tuvo, luego de 1955, un relanzamiento represivo y antiobrero tendiente a consolidar la reducción salarial y la redistribución regresiva del ingreso que la aceleración inflacionaria había provocado.

El artículo se desarrolla en cuatro partes. Primero, un estudio sobre el ciclo de ascenso del Desarrollismo y la conformación paulatina, a lo largo de casi dos décadas (c.1930 — 1952), de un modelo económico-político de dispar incidencia sobre los salarios de obreros y empleados. En un segundo punto, se analizan los vaivenes en las políticas económicas durante los gobiernos de Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez, destacando el uso de la Ley Maldita en relación con los sindicatos obreros. En el tercer apartado se analiza la aceleración inflacionaria de 1953 — 1955 y la crisis económica que debió enfrentar el gobierno de Ibáñez, poniendo atención en la baja en los salarios reales y su carácter desigual entre trabajadores. Por último, se analiza el rol político, sobre el ajuste salarial y en el combate a la inflación, que tuvieron las políticas fiscales entre 1955 y 1958, tanto aquellas guiadas por la Misión Klein-Saks, como las amparadas en el relanzamiento represivo de la Ley Maldita, destacando su uso confirmatorio de un nuevo equilibrio salarial perjudicial para obreros y empleados.

1. El ascenso de los sectores medios durante el Desarrollismo: salarios y desigualdad c.1930 — 1952

La crisis del ciclo salitrero, desatada a saltos desde 1913, inició lo que sería la peor época de la historia económica de Chile. Las abruptas altas y bajas de la producción minera, al expandirse al resto de la economía, dieron por resultado más de dos décadas de estancamiento económico promedio: entre 1913 y 1938, el PIB per cápita (PIBpc) se incrementó apenas a una tasa del 0,2% anual. De este modo, el agotamiento del ciclo salitrero profundizó el empobrecimiento de las clases trabajadoras, escasamente protegidas por una endeble legislación social, que se venía observando desde inicios del siglo XX11.

Fue recién en la segunda mitad de la década de 1930 cuando el país retomó un sendero de crecimiento. La expansión que se produjo a partir de entonces no destaca por su magnitud, -y más abajo se hace hincapié en sus limitaciones-, pero tuvo la virtud de dar vuelta la página a un cuarto de siglo de turbulencias económicas. Entre 1938 y 1950 se observa el ciclo de ascenso del período desarrollista. En esos años el PIBpc se expandió a una tasa acumulativa anual del 1,3 %, en tanto la

11 Mario Matus, Crecimiento sin desarrollo: precios y salarios reales durante el ciclo salitrero en Chile (1880-1930) (Santiago:

Universitaria, 2012).

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producción por trabajador, un mejor indicador de la productividad, lo hizo a una tasa algo superior: 1,5%. Asimismo, en el período se redujo la desigualdad; un resultado relacionado con el incremento de la participación de los salarios en el total, proceso que analizamos en detalle más adelante.

Tanto el crecimiento económico, expresado en el aumento del producto por habitante y por trabajador, como el alza de los salarios y la caída de la desigualdad, fueron resultado de la articulación de procesos económicos y políticos. Por un lado, la transformación estructural de la economía, tanto en lo que refiere al peso de los distintos los sectores productivos, como al de las distintas categorías que componen la fuerza de trabajo. Por otro, al predominio, iniciado con la victoria del Frente Popular en 1938, de gobiernos de orientación reformista que tenían en el sector de los empleados un componente fundamental de su base social. Se trata de procesos relacionados entre sí y que dieron lugar a un régimen de economía política que es posible caracterizar como el de una "república mesocrática".

Con el surgimiento del ciclo desarrollista, la locomotora que jalonaba el crecimiento pasó de sectores intensivos en recursos naturales que producían bienes destinados en gran parte a la exportación, a sectores intensivos en capital y trabajo, productores de bienes y servicios destinados principalmente al mercado interno. Los datos presentados en el Cuadro 1 documentan las dos características centrales de este proceso. Por un lado, el cambio en la estructura sectorial, signado por la caída de la fuerza de trabajo ocupada en los sectores agrícola y minero, que se reducen de casi la mitad de todos los trabajadores, a poco más de un tercio, es decir, del 46% a 35% del total12. La segunda característica, también apreciable, es la transformación de la estructura de la fuerza de trabajo en términos de categorías de asalariados. En casi todos los sectores crece la proporción de los trabajadores que en los censos se denominan "empleados". Más aún, dado que los sectores económicos que se expanden son aquellos en que estos últimos tienen mayor relevancia, los dos procesos se retroalimentan. Como resultado, se produce una importante expansión de esta categoría de trabajadores, que entre 1938 y 1952 pasa del 14% al 26% de los asalariados totales y del 21% al 36% de los urbanos13.

Durante el período también se incrementaron los salarios, aunque a un ritmo diferente para las distintas categorías de trabajadores. En el caso de los obreros, contamos con dos estimaciones que muestran un incremento de similar magnitud. Según la elaborada por Reyes, éste fue del 1,8% anual; según la de Rodríguez Weber, de 1,2%. Para el caso de los empleados, sólo existe la estimación de este último, que muestra un crecimiento del 2,9% anual. Finalmente, el índice de salario medio, estimado por Rodríguez Weber como el total de la masa salarial de obreros y empleados divida la cantidad de asalariados, presenta un crecimiento más importante, del 3,4% anual; muy superior al conjunto de la economía (Gráfico 1).

12 El cambio económico es aún mayor si tenemos en cuenta que los sectores que se expanden son aquellos en que el trabajo es más productivo. De este modo, aunque la fuerza de trabajo ocupada en la industria manufacturera crece apenas del 19% al 20%, es mucho mayor en términos del valor producido, pasando del 11% al 18% del total (Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras.).

13 Javier Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009 (Montevideo: Facultad de Ciencias Sociales - Unidad de comunicación y publicaciones, 2014), Cuadro AE 12.

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Cuadro 1 Cambio de la composición de la fuerza de trabajo entre sectores productivos y

categorías de trabajadores

Participación del sector en la fuerza de trabajo total Participación de empleados en el total de la fuerza de trabajo del sector

Sector / Año 1938 1952 1938 1952

Agricultura 38% 30% 6% 4%

Minería 6% 5% 5% 7%

Industria 19% 20% 7% 14%

Construcción 4% 5% 4% 7%

Comercio 9% 11% 21% 36%

Transporte y comunicaciones 4% 5% 21% 46%

Servicios Públicos* 8% 10% 56% 82%

Servicios privados 2% 1% 42% 49%

Servicios personales 10% 13% 1% 4%

(*) Incluye Electricidad, Gas y Agua

Fuente: Estimado a partir de Censos de Población y anuarios estadísticos según procedimientos descritos en Javier Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009. Op. Cit.

Gráfico 1: Índice de salarios reales para distintas categorías de trabajadores entre 1938 y 1960

(1938=100)

Fuentes: Las series "Obreros (Reyes)" proviene de Nora Reyes, «Salarios durante la Industrialización en Chile (1927/19281973)», Op. Cit. Las restantes, de Rodríguez Weber, están tomadas de La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 18502009. Op. Cit. Cabe apreciar cómo, a pesar de haber sido estimadas a partir de fuentes distintas y mediante procedimientos diferentes, las estimaciones del salario de obreros elaboradas por Reyes y Rodríguez Weber son básicamente coincidentes.

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Se trata, en este último caso, de otra consecuencia del cambio estructural: el mayor crecimiento de la cantidad de personas que se encuentran en el sector de salarios más altos -los empleados-, que de aquellas que se ubican en el sector de salarios más bajos -los obreros-, impulsa el incremento del salario medio. Por esta razón, para una adecuada comprensión de lo ocurrido con los salarios en el período no alcanza con centrarse en una categoría, aunque -como en el caso los obreros- sea la más numerosa. En tiempos de cambio estructural, agitación política y trato desigual por parte de los gobiernos hacia las distintas categorías de trabajadores como lo fueron las décadas centrales del siglo XX, debe tenerse en cuenta la acción combinada de estos factores y su impacto tanto en el ingreso medio de los asalariados, como en la participación del conjunto de ellos en el total del ingreso14.

Cuando algo así ocurre, es decir, cuando los salarios crecen sostenidamente por encima de la productividad, es esperable que se produzca una mejora en la distribución del ingreso. Ello es justamente lo que muestra la evidencia disponible. Según se observa en el Gráfico 2, en el período que venimos analizando (1938-1950) la desigualdad entre personas con ingresos, medida por el índice de Gini, cayó de 0,60 a 0,49. Pero más importante, a efectos de analizar la economía política de los salarios, es lo ocurrido con éstos: su participación en el ingreso total creció más de diez puntos porcentuales, pasando del 26% al 37%15.

Como venimos argumentando, las transformaciones habidas en la económica política de los salarios afectó en forma diferenciada a obreros y empleados, un proceso que se sintetiza en los datos presentados en el Gráfico 2. Según se aprecia, la totalidad en el incremento de la masa salarial observado en la década de 1940 corresponde a las retribuciones a los empleados. Mientras sus sueldos duplicaron su participación entre 1938 y 1950 -pasando del 11% al 22% del total del ingreso nacional-, la masa salarial de obreros creció levemente hasta 1945, cuando alcanzó un pico del 18%, y se redujo luego, llegando en 1950 al mismo nivel que tenía en 1938: 15%. Si bien se trata de un resultado esperable, dada la conjunción del proceso de cambio estructural -aumento en la participación del sector en la fuerza de trabajo- con la mayor tasa de crecimiento de su salario, queremos resaltar su significación. Los años de la década de 1940 apenas supusieron una mejora para los obreros; para los empleados, en cambio, fue una época de expansión, tanto en número como en ingresos. Y en ello la política tuvo bastante que ver.

14 Por ello, el trabajo de Nora Reyes, «Salarios durante la Industrialización en Chile (1927/1928-1973)», que basa su estimación de salarios en la categoría de obreros, no brinda una perspectiva adecuada de lo ocurrido con los asalariados en conjunto.

15 En la medida que está limitada a salarios, esta estimación no se corresponde con el total de la retribución al factor trabajo en el ingreso nacional, que incluye el correspondiente por dicho factor a trabajadores independientes como campesinos y cuentapropistas. Para un análisis de esta ver Rodríguez Weber Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009): historia de su economía

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Gráfico 2: Masa salarial y Distribución del ingreso en Chile, 1938-1960.

50%

0,75

0,70

0,65

0,60

0,55

0,50 ¡

0,45

0,40

0,35

0,30

0,25

I Sueldo empleados

l Salarios obreros

»Gini

Fuentes: Masa de sueldos de empleados y salario de obreros en el total, estimación propia según procedimientos descritos en Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009. Índice de Gini; Ibidem, Cuadro AE 1.

La mayor porción de los empleados en la fuerza de trabajo, en la masa salarial, y en el ingreso nacional, es una de las dimensiones del proceso ocurrido, y reiteradamente señalado, de expansión de las capas medias urbanas16. Su contraparte política se ubica en la preponderancia, en esos años, de las coaliciones que tuvieron al Partido Radical, tradicional representante de estos sectores, como eje central. Además, y en paralelo al debilitamiento del sindicalismo de izquierdas y obrero desde mediados de la década de 1940, los gremios de empleados, especialmente los funcionarios públicos, crecieron y se fortalecieron en su capacidad de reivindicativa y en su capacidad política respecto del resto del movimiento sindical. Si en 1938 los socios de sindicatos industriales casi duplicaban a los de los sindicatos profesionales, para 1952 la cantidad de afiliados a las organizaciones de empleados prácticamente igualaban a los socios de las organizaciones obreras.17

Suele ocurrir que desde el Ejecutivo los gobiernos impulsen medidas que favorecen a su base social de apoyo, y quienes controlaron ese poder del Estado entre la victoria del Frente Popular en 1938 y la del General Ibáñez en 1952, no fueron la excepción. Este mayor peso de los grupos de funcionarios, promovido desde y en el Estado, era parte de una compleja economía política, definida tanto por las necesidades del desarrollo capitalista, como por la voluntad y fuerza política de los actores involucrados. El Estado, en la forma latinoamericana y desarrollista característica del período18, es el principal empleador de los sectores medios, por lo que la ampliación de sus funciones económicas y administrativas, al incrementar la demanda de trabajo para los empleados, fue en sí misma una política

16 Ver, por ejemplo, Azun Candina, Clase media, Estado y sacrificio: la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales en Chile contemporáneo (1943-1983) (Santiago: LOM, 2013); Patrick Barr-Melej, Reforming Chile: Cultural Politics, Nationalism, and the Rise of the Middle Class (Chapel Hill, NC: UNC press, 2002).

17 Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras.

18 Enzo Faletto, «La especificidad del Estado en América Latina», Revista CEPAL 38 (agosto de 1989): 69-87.

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en su favor. Asimismo, la política sistemática de crecimiento real del sueldo vital seguida por los Gobiernos del período impulsó al alza el salario de los trabajadores de los sectores medios, especialmente de aquellos de menores ingresos. A lo que debemos agregar el crecimiento y fortalecimiento, ya mencionado, de los sindicatos de profesionales.

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El análisis de lo ocurrido con el sueldo vital de empleados tiene relevancia por razones tanto políticas como económicas, y hacerlo notar está entre los objetivos de este escrito. Debido a que la evolución de tal indicador de ingresos se debe a medidas administrativas tomadas por los gobiernos, su ascenso muestra una predilección específica por este sector de los asalariados. A su vez indica, como ya señalamos, un aumento en la capacidad de presión de las organizaciones de empleados. En la mayor parte de los años transcurridos entre 1938 y 1950, y a pesar de la elevada inflación observada en muchos de ellos, el sueldo vital de empleados creció en términos reales a una tasa acumulativa anual de 3,0%, muy superior al conjunto de la economía. Dicho incremento fue el resultado de una política permanente de alzas sostenida por los gobiernos durante la década de 1940 y que no se detuvo sino hasta la crisis de la década siguiente.

Gráfico 3: Variación del sueldo vital e inflación pasada

90,000 80,000 70,000 60,000

50,000

40,000

cñ oSaSaSaSoSaSaSaSaScriCTicricricria-icri cri ffioioitnooioio^cnoicrtffi

■ Variación del Sueldo Vital □ Variación IPC del año anterior

Fuente: Rodríguez Weber, Desarrollo y Desigualdad en Chile. Historia de su economía política (1850-2009) Gráfico 32.

Para valorar la dimensión política de este crecimiento, es útil comparar la variación anual del sueldo vital con la inflación del año anterior. Si bien su evolución real es el resultado de la diferencia entre la magnitud del ajuste que cada año se realiza del mismo y la inflación de ese año, su carácter político es algo diferente. Éste aparece en la cuestión de cuánto se decide aumentar. Al momento de tomar esa decisión, quienes lo hacen no conocen la inflación del año en curso, pero sí la del anterior.

No saben si aquella será mayor o menor al ajuste salarial que están definiendo y desconocen, por tanto, si el sueldo vital real subirá o no ese año. De este modo, si las autoridades definen un incremento igual a la inflación pasada, lo que se proponen es mantener constante el poder de compra del sueldo vital. Si definen un incremento superior (o inferior) a la inflación del año anterior, su objetivo

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es que se incremente (o reduzca). Por supuesto, puede ocurrir, como sucedió en la década de 1950, que la realidad no coincida con la intención. Si se define un incremento mayor a la inflación pasada con el objetivo de incrementar la capacidad de compra, pero resulta ser menor al aumento de los precios en el año corriente, se producirá una caída del poder adquisitivo de los salarios.

El Gráfico (ver página anterior) 3 permite observar lo ya señalado: desde 1940 hasta 1953, con la sola excepción de 1945 y 1948, los gobiernos definieron un aumento del sueldo vital de empleados de mayor magnitud que el de los precios del año anterior. Es decir, siguieron consistentemente una política tendiente a lograr su incremento real. Un objetivo que alcanzaron.

Este incremento real en el sueldo mínimo vital, resultado de una decisión política tomada en un contexto de crecimiento de los sectores medios y del fortalecimiento de sus organizaciones, se encuentra -muy probablemente- entre los factores que propiciaron el aumento de los sueldos de empleados en una magnitud superior a la que disfrutaron los obreros.

Es posible sostener, por tanto, que, en el caso de Chile, el conocido proceso de cambio estructural de las décadas de 1930 a 1950, ambientó un aumento sostenido de los salarios, así como una caída en la desigualdad19. Este ciclo de ascenso mostraba, sin embargo, un crecimiento desigual: mientras los salarios y puestos de obreros aumentaban, los de empleados lo hacían a un ritmo mucho mayor. Como resultado, la década de 1940 fue moderadamente beneficiosa para los primeros, que vieron incrementado su ingreso entre un 15% y un 25%, dependiendo de la fuente utilizada. A los segundos, por su parte, y en base a las razones señaladas, les fue mejor: para 1950 su ingreso era un 41% mayor que en 1938. De este modo, la brecha en el ingreso medio entre empleados y obreros urbanos se amplió de 2,2 a 2,9 veces20.

Si, en lugar de mirar las distintas categorías por separado, prestamos atención al conjunto, se observa un incremento mayor: en 1950 el salario medio era un 49% superior al de 1938; un resultado que se explica en parte, como ya señalamos, por el proceso de cambio estructural. Pero no solo fueron los salarios y puestos de trabajo. En todo momento los empleados gozaron de mejores condiciones de jubilación. Así, mientras los obreros consiguieron la asignación familiar (junto a una limitada indemnización por despidos) recién en 1953, los empleados habían disfrutado este beneficio desde 1937.21

La contracara de esta expansión, impulsada por el crecimiento en el número e ingreso de los sectores medios, fueron los desequilibrios estructurales al que tarde o temprano se llega cuando los salarios se expanden sostenidamente por sobre la productividad. Estos se fueron acumulando a medida que el espacio para la redistribución se agotaba, tornándose críticos a fines de la década. Entonces se articularon con la represión antiobrera, la inestabilidad política y los vaivenes en la orientación de los gobiernos que caracterizaron al período ubicado entre la aprobación de la ley Maldita en 1947 y la llegada de la Misión Klein-Sacks en 1955.

19 Rodríguez Weber, Desarrollo y Desigualdad en Chile. Historia de su economía política (1850-2009).

20 Javier Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009. Cuadro A. E. 7.

21 José Díaz-Bahamonde, «De la Gran Depresión hasta la Segunda Guerra Mundial (c. 1930-1947)», en Manuel Llorca-Jaña y Rory Miller, eds., Historia económica de Chile desde la Independencia (Santiago: RIL, 2021), 167 y ss.; Angela Vergara, Fighting Unemployment in Twentieth-Century Chile (Pittsburgh - Baltimore: University of Pittsburgh Press / Project Muse, 2021), https: / / muse.jhu.edu/book/ 83391/.

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2. El tiempo de los intentos: Sindicalismo y Ley Maldita en un marco de creciente

inestabilidad. 1947 - 1953.

Aunque fue la Ley Maldita (1948) la que más golpeó al sindicalismo obrero, la situación venía mal desde antes. Las disputas que en el terreno partidario no habían dejado de tener socialistas y comunistas desde la fundación de sus partidos, y con mayor agudeza desde la ruptura del Frente Popular en 1941, se habían trasladado hacia el sindicalismo. Así, en 1946, cuando ya Juan Antonio Ríos se retiraba por salud de la presidencia, y la inestabilidad se instalaba en el Gobierno de alianza de centro e izquierdas, la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCh) se divide en dos bandos. Un sector, comunista, mantenía la iniciativa de movilizaciones obreras; mientras que el sector socialista apoyó la integración de su partido en el gabinete de Duhalde, el vicepresidente que estaba en reemplazo de un agonizante Ríos en el ejecutivo. Las razones no eran solo de coyuntura, y el peso del anticomunismo de Guerra Fría, así como el fuerte agitacionismo sindical del PC, que afectaba la línea de flotación del Gobierno, estuvieron también en los cálculos de la ruptura.22 Esta crisis significó la división política del sindicalismo hasta 1953, y está en la base de las razones de la escasa resistencia a la Ley Maldita y de la impotencia ante la contracción salarial de la década de 1950.

En 1947, con Gabriel González Videla ya en la presidencia, la presión anticomunista -que era internacional y local- obtiene resultados. La breve crisis económica que siguió a la IIGM, y que fue marcando el fin de los tiempos dulces del ciclo desarrollista, agudizaba la idea de crisis en el inicio del tercer gobierno de los radicales y la alianza de centro izquierda. En abril de ese año, los comunistas fueron forzados a abandonar sus puestos de gobierno, y durante el año solo se hizo más insoportable la convivencia en la alianza.23 El 4 de octubre comenzó una de las denominadas "huelga grande" en la cuenca carbonífera del sur del país. La represión del Gobierno fue brutal e incluyó la movilización de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, y una ocupación militar de las ciudades y pueblos obreros, como Lota y Coronel. Como ha sostenido Jody Pavilack, el Gobierno buscó derrotar la militancia obrera -no solo comunista- en uno de sus fuertes históricos, a la vez que echaba abajo los vínculos largamente construidos de negociación e integración de la clase obrera con el Estado. Luego de la ocupación de la zona, y tras varios meses de represión, González Videla y los patrones lograron derrotar a los obreros con el saldo de muertos, heridos, miles de cesantes y expulsados de sus ciudades y pueblos.24 Con esta acción y la ruptura entre el Gobierno y los comunistas, así como con sus bases de apoyo en el movimiento obrero, se agudizó la línea anticomunista en el ejecutivo. En ese marco, tras un fuerte debate parlamentario, el Gobierno, con apoyo de casi todos los partidos, excepto por la Falange (democratacristiana) y un sector del Partido Socialista (que luego sería la fracción conocida como el Partido Socialista Popular), fue aprobada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocida como Ley Maldita, que proscribía al Partido Comunista, borraba de los registros electorales a sus

22 Cristián Pozo Mayorga, «Ocaso de la unidad obrera en Chile: confrontación comunista-socialista y la división del CTCH (1946-1947)» (Tesis para optar al grado de Magister en Historia, Santiago de Chile, Universidad de Chile, 2013); Viviana Bravo Vargas, «Chile no va hoy a la fábrica: Protesta obrera y represión política en el verano de 1946», Izquierdas, n.° 35 (septiembre, 2017): 199-232, https://doi.org/10.4067/S0718-50492017000400199.

23 Andrew Barnard, El Partido Comunista de Chile, 1922-1947 (Santiago: Ariadna Ediciones, 2018), 217-49.

24 Jody Pavilack, Mining for the nation. The politics of Chile's coal communities from the Popular Front to the Cold War (University Park, Pennsylvania, The Pennsylvania State University Press, 2011), 266 y ss.

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integrantes, reprimía y encarcelaba en condiciones vejatorias a sus cuadros y, lo que más interesa destacar acá, inhabilitaba como dirigentes sindicales a sus militantes.25

La Ley Maldita se utilizó sin demora como método de control de la economía política desde el piso de las fábricas hasta las arcas empresariales y del Estado. Los obreros comunistas fueron relevados de inmediato de sus cargos gremiales, prohibiendo desde ese momento que dirigieran sindicatos. Una vez neutralizados los comunistas, se pasó a reprimir al resto del movimiento obrero. La policía política fue asignada a la vigilancia de los sindicalistas, con el derecho a vetar candidatos a dirigentes por la simple sospecha de militar en el PC, lo que se utilizó por los patrones para denunciar a los obreros más belicosos y activos, fuesen o no comunistas. En el sector público se prohibieron las asociaciones políticas y las huelgas se hicieron casi imposibles. Desde el Estado se vigilaron las cuentas y propiedades de los sindicatos.

Como se ha insistido, el uso de la Ley Maldita, pasada una primera etapa, fue principalmente antisindical. Aquello es una de las hipótesis que se desarrollan en este escrito. En 1951, un folleto difundido por el multiparlamentario "Comité de Solidaridad y Defensa de las Libertades Públicas"26, basado en distintas fuentes sobre la diversidad de prácticas represivas sostenidas en el marco de la Ley Maldita, resaltaba el caso de los obreros desplazados. La publicación indicó que unos quince mil obreros habían sido expulsados de las provincias declaradas como "Zonas de Emergencia"27, los cuales se dividían en unos cuatro mil en la cuenca del carbón, otros cuatro mil más en las oficinas salitreras, tres mil en Chuquicamata, y el resto en la minería del cobre, ferrocarriles, transportistas y obreros industriales urbanos.28

La Ley Maldita y su uso, se sostuvo en una política histórica que hace cierta identificación de los fines del Estado y la Nación con los del empresariado, en un clasismo radicalizado y cubierto bajo el manto discursivo del anticomunismo. Según el historiador Alan Angell, el uso antisindical "bajo bandera nacional" de la Ley Maldita era explícito: "el actuar 'en contra de los intereses económicos de la nación' podía dar por resultado la pérdida de la legalidad para un sindicato. La persecución de los legítimos fines de los sindicatos se podía interpretar como crímenes en contra del Estado"29. Por la vía del despido y la persecución policial o con el ejemplo público de ello, se amedrentaba al total del movimiento obrero y en especial a sus franjas organizadas. 30 En la legislación anticomunista los gobiernos de 1948 a 1958 tuvieron una herramienta para controlar al movimiento obrero, y la usaron profusamente, más allá de cualquier posición ideológica o promesa pública, en el período de ascenso de la huelga obrera y la reivindicación salarial, hacia fines de la década de 1940; y, como se ve más adelante, cuando se debió afianzar el ajuste de salarios en nombre de la contención inflacionaria, de 1955 a 1958.

25 Huneeus, La guerra fría chilena Gabriel González Videla y la ley maldita; Valdivia Ortiz de Zárate, Pisagua 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile.

26 Fue una organización formada por radicales, conservadores y otros militantes de centro y derecha, críticos de la Ley Maldita Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, «Subversión, coerción y consenso: Violencia estatal en el Chile del siglo XX», Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, n.° 53 (1 de julio de 2020): 190, https://doi.org/10.34096/bol.ravn53.8017.

27 Un tipo de estado de excepción y militarización localizado en una o más provincias. Sobre su creciente uso político desde el Estado en las décadas centrales del siglo XX, ver Valdivia Ortiz de Zárate, Pisagua 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile.

28 Comité de Solidaridad y Defensa de las Libertades Pública, «El Estado policial o la Ley de Defensa de la Democracia (Folleto n°1)»» (Santiago de Chile, 1951), 50-52.

29 Angell, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, 69-70.

30 Ver también Cristián Pozo Mayorga, «Orientaciones del Movimiento obrero en Chile. Unidad sindical, antagonismo y reflujo (1952 — 1957)» (Maestría en Estudios Públicos y Sociales, Mexico, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013), 54-67.

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El período que va de 1947 a 1953 es también en el que se alcanzan los límites del proceso de cambio estructural de la economía chilena. El agotamiento se expresó en distintos planos. En lo político, y en el marco de la represión antiobrera, se observó un movimiento pendular tanto en la conformación de las coaliciones gobernantes como en la orientación de las políticas económicas. Si bien estos giros eran normales en la historia de los gobiernos radicales, como ha dicho Marcelo Cavarozzi, en el período de González Videla se convirtieron en "violentos bandazos"31. Así, mientras en un período se avanzaba en un sentido (1947 — 1950), y en el siguiente se tomaba la dirección contraria (1950 — 1953), en el ciclo completo los desequilibrios económicos se acumularon hasta explotar en la aceleración inflacionaria desatada en 1953 que evaporó el crecimiento salarial de más de una década.

La aprobación de la Ley Maldita marcó el giro a la derecha del gobierno de González Videla, ese al que "desde la arena hasta la altura" y "desde el salitre a la espesura", según el poeta comunista Pablo Neruda, el pueblo llamaba "Gabriel". Con los comunistas fuera del gobierno y perseguidos en aras de la defensa de la democracia, con Neruda huyendo clandestino al exilio, la contención de los salarios de la clase obrera se hizo más fácil. En el marco de lo que se llamó "Gabinete de Concertación" y que incluía independientes y militantes de centro y derecha, el nuevo ministro de Hacienda, Jorge Alessandri, se abocó a enfrentar la inflación. Siguiendo una perspectiva ortodoxa, se propuso primero ordenar las cuentas públicas, lo que hizo con relativo éxito: en sus dos primeros años de gestión alcanzó el superávit fiscal -de 2,14% del PIB en 1948 y 1,43% en 194932. En ese último año, luego de que la revuelta de 'la chaucha"33, iniciada por estudiantes en protesta por el aumento del costo del transporte, conmoviera al gobierno, emprendió la elaboración de un plan para moderar el alza de precios.

Según se sostuviera desde el Ejecutivo poco después, luego de la revuelta, "desde diversos sectores de la opinión ciudadana se pidió al Gobierno [que] emprendiera una política más enérgica para contener los estragos del proceso inflacionista34". En este marco, y preocupado por la forma en que la inflación amenazaba con "romper los fundamentos de la vida económica y de la tranquilidad social"35, alimentando el malestar popular y la inestabilidad política, Alessandri decide adoptar una política radical de estabilización de precios.

A partir de un diagnóstico que apuntaba como la principal causa de la inflación a la existencia de un poder de compra excesivo, y que aumentaba en proporción superior a lo que lo hacía la producción de mercancías, el gobierno envió al parlamento un proyecto de Ley que buscaba cortar la espiral de precios y salarios congelando los primeros y suspendiendo todo reajuste de los segundos, incluso aquellos otorgados por ley. De esta forma, Alessandri, y el Gabinete de Concertación, iniciaron el proceso que conduciría a su caída.

El plan de estabilización provocó fuertes protestas, en particular de empleados y sectores medios. Estas comenzaron con una huelga iniciada el 23 de enero de 1950, protagonizada por los sectores más protegidos de los asalariados, empleados de las Compañías de Teléfono, de Electricidad y de Ferrocarriles, quienes se oponían al intento de Alessandri de congelar sus ingresos. La movilización

31 Cavarozzi, Los sótanos de la democracia chilena, 1938-1964. las esferas de «protección» de los empresarios industriales: la CORFO, represión a los obreros y la inflación.

32 Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras. Tabla 3.7, Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras.305.

33 Daniel Palma, «La "Revolución de la Chaucha". Santiago de Chile, 16 y 17 de agosto de 1949», Alternativas, 2005, 4962.

34 Gabriel Gonzalez Videla, «S.E. El Presidente de la República don Gabriel González Videla al Congreso Nacional al inaugurar el período ordinario de sesiones», 21 de mayo de 1950, XI, Biblioteca del Congreso Nacional, https: / / obtienearchivo.bcn.cl/ obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/22995/2/ 19500521.pdf.

35 Gonzalez Videla, VIII.

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de trabajadores de cuello blanco, que contaba con el apoyo del Partido Radical, tuvo un amplio respaldo popular, tal y como lo habían tenido los estudiantes meses antes. También mostró la debilidad del Gobierno, -once días más tarde renunció el gabinete-, así como la fortaleza de los grupos medios y en específico de las organizaciones de los empleados públicos. 36 Al final, y como sostuvo Albert Hirschman37, el intento de estabilización de Alessandri, al fracasar, terminó desatando presiones inflacionarias mucho más fuertes de las que seguramente habrían existido de no haberse intentado.

Derrotado el intento de estabilización ortodoxo, y a pesar de mantener la convicción de que era lo adecuado para contener la inflación -como sostuvo en el informe al congreso de mayo de ese año-, González Videla dio un nuevo giro al nombrar al empresario de tendencia socialcristiana Carlos Vial como nuevo ministro de Hacienda, en el marco de lo que se llamó "Gabinete de Sensibilidad Social". Vial, quien no ocultaba su "simpatía por el sector de empleados del país"38, defendía una posición que articulaba objetivos ortodoxos en materia fiscal y monetaria, con la promoción de una fuerte alza de salarios públicos y privados, sustentada en la imposición de impuestos directos y la redistribución del ingreso. Partícipe de la teoría cuantitativa del dinero, estaba convencido de que la causa de la inflación era el exceso de medios de pago provocada por la "demagogia y la incompetencia"39 de gobiernos que, temerosos "de perder el apoyo político de los partidos representantes del capital se niegan a aumentar las contribuciones", al tiempo que para mantener "el apoyo de los partidos que representan al trabajo, no quiere[n] negarse a nuevas concesiones sociales que representan expensas directas o indirectas de dinero"40. Embretado en esta situación, el Ejecutivo había recurrido a la emisión monetaria para solventar los déficits de las arcas públicas y alimentar el crédito, política que conducía inexorablemente a la depreciación de la moneda y su contracara: la inflación.

Católico preocupado por fomentar la armonía entre capitalistas y trabajadores, Vial alertaba sobre los efectos que aquella tenía sobre unos y otros. Según su análisis, aunque los ajustes anuales de salarios solían ser superiores a la inflación pasada, aducía que ellos no compensaban al trabajador por la pérdida de ingresos que el alza de precios producía mes a mes. De este modo, aún con la política de reajustes anuales de magnitud superior al alza de precios, el proceso inflacionario, al tratarse de un fenómeno continuo, producía una transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia el capital, y desde los ahorristas hacia los deudores que, además de ser injusta, fomentaba el conflicto entre clases que debían según Vial, hermanarse en el disfrute del progreso económico.41

En su opinión, para controlar la inflación las cuentas públicas debían mantenerse sanas, pero para lograrlo debía incrementarse la carga impositiva sobre los sectores de más altos ingresos que, justamente, se habían beneficiado con ella. Había, por tanto, espacio para que quienes habían sido privilegiados por el proceso inflacionario pagaran, por un lado, mejores salarios, compensando a sus trabajadores por las pérdidas sufridas; y, por otro, más impuestos, lo que permitiría financiar incrementos en los sueldos de los empleados públicos sin recurrir a la emisión monetaria.

Eso fue lo que intentó, con éxito dispar, durante su breve gestión como ministro de Hacienda. Propuso un incremento de 22.6% en los salarios de empleados públicos, que debía financiarse mediante

36 Huneeus, La guerra fría chilena Gabriel González Videlay la ley maldita, 322.

37 Hirschman, Journeys towardProgress, 190.

38 Carlos Vial Espantoso, «Por los fueros de la verdad (Exposición confidencial que dedico a mis correligionarios del Partido Conservador)» (1950), 40, Biblioteca del Congreso Nacional,

https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/ 10221.1/13114/1/194457.pdf.

39 Carlos Vial Espantoso, Doctrinas y experiencias. Conferencias dictadas en la Universidad de Concepción sobre temas económicos los días 23 y 24 dejunio de 1949 (Santiago: Universitaria, 1949), 15

40 Vial, 20

41 Vial, 52 y 53.

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un aumento de impuestos directos. Con la aprobación de la Ley 9626 obtuvo lo primero, pero no lo segundo. Los sueldos aumentaron, pero no se votaron los recursos para financiar el mayor gasto, lo que -naturalmente- generó un importante déficit. Se trataba, como él mismo se lamentaría poco después de dejar el Ministerio, del mismo tipo de política que alimentaba la inflación42. Y es que no sólo los empleados tenían poder de veto. También los sectores acomodados, a los que el mismo Vial pertenecía, se mostraron capaces de impedir que sobre ellos recayera el peso del ajuste; evitando así pagar para mantener la estabilidad política y social a la que aquel aspiraba.

Al final y como es de consenso, todos los intentos por contener los precios fracasaron. Fortalecidos y empoderados por su victoria contra el plan de Alessandri, entre 1950 y 1952 los empleados vieron crecer sus sueldos a un ritmo vertiginoso. No sucedió lo mismo con los obreros, que seguían a la fuga y desarmados políticamente (Gráfico 1). Y, al mismo tiempo que crecían los salarios de los empleados, y fracasaba el intento de cobrar más impuestos a los sectores de altos ingresos, el superávit fiscal se tornaba en déficit43 y la emisión monetaria comenzaba a dispararse44. De este modo, la llegada de Ibáñez a la presidencia en 1953 no marca el inicio de una política económica expansiva sino su continuación. Lo que también continúa es el carácter errático del gobierno.

En un inicio, Ibáñez parece haber seguido los consejos de su par argentino Juan Domingo Perón, quien le recomendaba dar "al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que pueda", ya que, a la hora de formar una base de sustentación, la generosidad no debía tener límites. En particular, concluía el consejo de Perón, la economía no debía imponerlos: "Todos tratarán de asustarlo con el fantasma de la economía. Es todo mentira. Nada hay nada más elástico que esa economía que todos temen tanto porque no la conocen"45. Así, y en línea con lo que le sugería el presidente argentino, el gobierno de Ibáñez decretó en 1953 un alza del sueldo vital de empleados del 24%, muy superior a la inflación pasada, que había sido de 12%. Ese año la emisión monetaria siguió creciendo -se expandió un 51%- y el déficit fiscal continuó abultándose, alcanzando un 3% del PIB. Así fue sobrecalentándose una economía que ya estaba en el límite de la presión inflacionaria.

3. El fin de una fiesta desigual: Crisis de la Inflación y caída salarial. 1953 — 1955

Como se ha insistido, el fuerte ascenso salarial y en puestos de trabajo de los sectores medios -empleados y funcionarios, principalmente estatales- en los años del gobierno de González Videla, coincidió con el período inicial de la Ley Maldita y la represión a los obreros. Si bien los salarios obreros también mejoraron respecto del bajón de los años inmediatamente posteriores a la IIGM, recién en 1952 recuperaron su nivel de 1945. La relación entre esos factores y resultados no es azarosa. Estas alzas salariales diferenciadas tuvieron efectos que se agregaron a la ya mencionada división del movimiento obrero y la desarticulación represiva de su ala más radical. El decaimiento en la reivindicación obrera es notoria en aquellos años. Tal y como anotó Crisóstomo Pizarro, salvo por la

42 Vial, Por los fueros de la Verdad,, Op. Cit.

43 Este fue, en 1950, 1951 y 1952, del -0,79%; -0,59% y -1,67% del PIB respectivamente.

44 Creciendo a tasas de 17,9% en 1950, 27,3% en 1951, y 42,1% en 1952. Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras. Estadísticas monetarias y financieras, Tabla 6.1.3. http://cliolab.economia.uc.cl/BD.html

45 Juan Domingo Peron, «Carta de Perón al presidente de Chile, General Ibáñez del Campo», 16 de marzo de 1953, Archivo Peronista, http://archivoperonista.com/documentos/correspondencia/1953/carta-peron-al-presidente-chile-gral-ibanez-campo/.

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revuelta de 'la chaucha" en 1949 y algunas huelgas del cobre, desde 1948 y hasta 1954 hubo escasas luchas de base en que los protagonistas no fuesen los empleados y funcionarios.46

De todas formas, con la llegada de Ibáñez al poder, el movimiento sindical comenzó a recomponerse. El discurso del gobierno desde 1952 estuvo marcado por un tono populista, y portando la promesa, siempre ambigua, de derogar la Ley Maldita.47 Esa fue la razón del apoyo del PSP, así como la necesidad de reconstruir la unidad sindical de izquierda en una nueva central. Los socialistas y otros grupos de izquierda que se embarcaron en el ibañismo buscaban evitar lo ocurrido en Argentina, en donde Perón los desplazó del liderazgo de la clase obrera con una franja sindical leal a su figura e ideas.48 En ese sentido, el Gobierno Ibáñez, al abandonar por un tiempo la represión y al tolerar la presencia del sindicalismo rojo y apoyarse en partidos marxsistas como el PSP, se distinguió en sus primeros años de Gobierno de su predesesor Gabriel González Videla, quien había usado prolíficamente la Ley Maldita contra todo el arco de la izquierda y el sindicalismo, sin distinción de especificidades partidarias. De esa forma, con una nueva alianza de sindicalistas comunistas y socialistas, también con un empoderado sector gremial de empleados, y con el apoyo del Gobierno a través del ministro del Trabajo del gobierno de Ibáñez, Clodomiro Almeyda (PSP) y de varios sectores del ibañismo, se funda la Central Única de Trabajadores (CUT) en 1953.49 Por muy radical que haya sido el discurso de su primer y más emblemático presidente, Clotario Blest, en este estudio es importante resaltar que su fuerza provenía principalmente de los empleados de los que había sido dirigente por años, y que su presencia permitía no solo el equilibrio entre socialistas y comunistas (Blest no pertenecía a esos partidos y agudizaría su distancia con los mismos luego de 1960), sino que entre sindicatos obreros y gremios de empleados.

Por otro lado, la breve presencia del PSP en el Ministerio del Trabajo se hizo notar en la serie de pliegos de peticiones que fueron resueltos por los arbitrajes estatales a favor de los sindicatos, o bien, que se resolvían sin conflicto, precisamente por miedo a ir a arbitrajes que se consideraban de antemano "pro obreros".50 Pero al poco andar de la nueva CUT, en octubre de 1953 se dio la salida de los socialistas del Gobierno, en nombre de banderas clasistas y rechazando el viraje pro empresarial del Gobierno.51 Entonces se acabaron los puentes sindicales con el ejecutivo, al mismo tiempo que la inflación se desataba. Y es que luego de 1952, tanto la tendencia expansiva de los salarios, como la redistribución del ingreso a la que dio lugar, se revierten. Las fuerzas progresistas que promovían estas políticas habían ido más allá de lo que la estructura económica e institucional podían soportar. El resultado fue un desequilibrio que se expresó en un breve pero fatal período de aceleración inflacionaria que deshizo buena parte de los avances salariales conseguidos en las décadas anteriores.

46 Crisóstomo Pizarro, La huelga obrera en Chile, 1890-1970 (Santiago: Ediciones Sur, 1986), 138.

47 Joaquín Fernández Abara, El ibañismo (1937-1952): un caso de populismo en la política chilena (Santiago de Chile: Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008).

48 Valdivia Ortiz de Zárate, Pisagua 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile.

49 Sobre la fundación de la CUT, ver Jorge Barría S., Trayectoria y estructura del movimiento sindical chileno 1946-1962 (Santiago: INSORA,1963), 43 — 44. Cristián Pozo Mayorga, Orientaciones..., op. Cit., 82. Paola Orellana V, Clotario Blest: sindicalista revolucionario y político de clase, por la emergencia del poder popular (siglo XX) (Tesis para optar al grado de Magíster en Historia mención Historia de Chile, Universidad de Chile, 2012).

50 Cavarozzi, Los sótanos de la democracia chilena, 1938-1964. las esferas de «protección» de los empresarios industriales: la CORFO, represión a los obreros y la inflación.

51 Pablo Garrido, «Un Frente de Trabajadores comandado por la clase obrera: El Partido Socialista Popular y las definiciones iniciales en torno a la política del Frente de Trabajadores, 1946 - 1957», Izquierdas, n^ 35 (septiembre de 2017): 233-59.

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La información que se presenta en el Gráfico 4 es parte de la evidencia que sustenta esta hipótesis. A partir de 1938, el salario medio creció más que la productividad. Lo hizo impulsado por la política expansiva -tanto en términos de empleo como de ingresos- dirigida desde el Ejecutivo hacia los empleados, principal y creciente base social de los gobiernos liderados por radicales.

Gráfico 4: índices de salarios y productividad y tasa de inflación (1938-1960)

100%

Inflación (%) índice de PIB por trabajador índice de Salario Medio

Fuente: Producción por trabajador y tasa de inflación (Díaz Bahamonde, Lüders, y Wagner, Chile 1810-2010 la república en cifras.).

Índice de salario medio (Rodríguez Weber, La economía política de la desigualdad de ingreso en Chile, 1850-2009).

En una sociedad capitalista con elevada desigualdad, esta divergencia entre salarios y productividad puede sostenerse, durante un tiempo limitado, en base a una mejora en la distribución del ingreso. Es decir, los salarios crecen por dos razones. Por una parte, porque la productividad se incrementa. Por otra, porque la porción de la torta que termina en los bolsillos de los asalariados aumenta a expensas de la de otros sectores. Esto no supone necesariamente que los sectores perjudicados pierdan ingreso en términos absolutos. En un contexto de crecimiento económico vigoroso, la redistribución puede ser el resultado de las diferentes tasas a las que crece el ingreso de todos. Es lo que ocurrió, por ejemplo, durante los Trente Glorieuses en Francia, o también -más cerca en el tiempo y el espacio- en Uruguay entre 2006 y 201352. En casos como esos, un crecimiento económico sostenido es capaz de incrementar el ingreso en todos los segmentos de la sociedad con la salvedad, nada menor, de que el aumento es mayor para los más pobres. Pero, cuando el crecimiento es a lo sumo moderado -como ocurrió en Chile en aquellos años- el margen para que la redistribución no reduzca el

52 Piketty, Thomas, Los altos ingresos en Francia en el siglo XX: Desigualdades y redistribuciones, 1901-1998, Fondo de Cultura

Económica; Verónica Amarante, Marco Colafranceschi, Andrea Vigorito "Uruguay's Income Inequality and Political Regimes over the Period 1981—2010", en Cornia, G. A. (2014). Falling inequality in Latin America: Policy changes and lessons. Oxford: Oxford University Press, Pages 118—139

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ingreso de los grupos más ricos es pequeño. Así, dado el magro crecimiento de la productividad, una expansión tan importante de la masa salarial como el documentado entre 1938 y 1952, sólo pudo lograrse reduciendo en términos absolutos el ingreso de los de arriba. De hecho, según la evidencia disponible, en esos años el ingreso real del 1% superior se redujo un 23%53.

En el marco del capitalismo, sólo se produce si el capitalista espera obtener una ganancia. Llega un punto, entonces, en que la redistribución, cuando supone la pérdida de ingresos de los sectores acomodados, no puede seguir sosteniendo la expansión del salario. A mediano plazo, el crecimiento de la productividad pone límites tanto a la expansión salarial como a la reducción de la desigualdad54. Hay un piso, determinado por las características de la estructura productiva, la distribución de la propiedad de factores, y las relaciones de poder, por debajo del cual la desigualdad no puede bajar55. De ahí que no resulten tan desatinadas las expresiones que formulara Jorge Alessandri en 1955. En su opinión, recogida por Sofía Correa Sutil56, durante estos años la "prepotencia sindical" desvirtuó las normas del Código de Trabajo, dejando al patrón "desarmado ante las exigencias de cualquier orden de sus sindicatos". Como ya analizamos, quién así hablaba, había sufrido en carne propia, como ministro de Hacienda de González Videla, la oposición no precisamente de los sindicatos, sino en especial de las organizaciones de trabajadores públicos a su intento de congelar los salarios; oposición que barrió no sólo con su plan de ajuste, sino con su propio ministerio. Al final, la aceleración inflacionaria, antes que Klein-Saks, logró lo que Alessandri no pudo.

Luego de 1953, el aumento del ritmo inflacionario derrumbó los salarios reales de todas las categorías de trabajadores. En solo tres años la casi totalidad de los logros alcanzados desaparecieron. Para 1955, la capacidad de compra de los salarios se encontraba un 25% por debajo del nivel de 1950. Sin embargo, visto el período en su conjunto y al igual que en el período de expansión salarial, el resultado no era igual para empleados que para obreros. Cierto es que los primeros, que habían disfrutado de un incremento mayor de su ingreso durante los años de expansión, perdieron casi todo lo ganado, ya que hacia 1955 su ingreso se encontraba en niveles muy similares a los de 1938. Pero los obreros, cuyo ingreso había crecido bastante menos que el de los empleados, estaban peor. Perdieron lo poco que habían ganado y más; de modo que, a mediados de la década del cincuenta, su salario se ubicaba -según la estimación que tomemos como referencia- entre un 15% y un 19% por debajo del nivel de casi dos décadas atrás. En pocas palabras, la inflación explosivamente creciente del período 1953-1955 evaporó una década y media de progresos salariales. Sólo el nivel del salario medio, impulsado por el cambio estructural, se mantenía un 17% por encima del de 1938.

Ante el alza del ritmo inflacionario, y liberado de compromisos con obreros o socialistas, el Gobierno de Ibáñez comienza a decantarse por medidas fuertemente contractivas para combatir la inflación. Era un nuevo viraje de política económica respecto de las posiciones tomadas en 1950. Más aún, con el abandono en 1954 de la promesa de derogar la Ley Maldita, profundiza la distancia de los sindicatos de obreros y también de empleados, al tiempo que prepara el contexto político represivo al que apelará para implementar su política antinflacionaria.

53 Rodríguez Weber Javier "La erosión del poder de la élite en Chile entre 1913 y 1970. Una aproximación desde los ingresos del 1%" Revista de Historia Económica / Journal of Iberian and Latin American Economic History (Second Series) / Volume 35 / Issue 01 / March 2017, pp 49-80. Cuadro 4.

54 Lo mismo ocurriría en un sistema como el socialismo. De ahí que para los clásicos el cambio técnico y el desarrollo de las fuerzas productivas fueran tan importantes.

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55 A menos, claro, que esos factores se modifiquen, lo que, en todo caso, en ningún modo es algo sencillo; entre otras cosas por la feroz oposición que es de esperar de aquellos que se verían perjudicados por ese tipo de transformaciones. Una realidad que los chilenos aprendieron a sangre y fuego luego de 1973.

56 Sofia Correa Sutil, Con las riendas del poder: La derecha chilena en el Siglo XX (Santiago de Chile: Debolsillo, 2011), 231.

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Los trabajadores respondieron a la aceleración inflacionaria de 1953 — 1955 en precarias condiciones de organización, así como de análisis y elaboración política propia, y bajo el creciente acoso del Estado en una relanzada aplicación de la Ley Maldita. Apenas en mayo de 1954 la CUT pudo emprender su primera gran huelga general, que debió ser defensiva: era en protesta por la detención del presidente de la misma Central, Clotario Blest.57 En julio de 1955, y luego de un duro debate entre las distintas corrientes de la izquierda obrera en la CUT, se realiza una nueva huelga general, esta vez demandando mejoras salariales ante la aceleración inflacionaria. Aunque el paro fue un éxito en términos de convocatoria, fue un fracaso político y apenas significó un acuerdo para incidir en algunas materias ministeriales. Nada más.58 Hacia 1955 los salarios obreros presentaban ya dos años de fuertes bajas, mucho más que los de empleados (y que caían desde más arriba), afectados por una descontrolada aceleración inflacionaria. Para ese año, la desigualdad personal, la distribución funcional, y la relación entre el salario y la productividad, se encontraban en niveles similares a los de 1940.

4. La confirmación del ajuste "a sangre y fuego": el nuevo equilibrio de Klein-Saks, la circular Yáñez-Koch y el relanzamiento de la Ley Maldita. 1955 — 1958.

Ante la crisis inflacionaria, en abril de 1955 el Gobierno de Ibáñez decide convocar a una misión, en sus palabras, "norteamericana o europea" para ayudarlo en la elaboración de un programa de reformas para el país. No importó la negativa del sindicalismo, que lo criticó en el paro de julio de 1955, el plan siguió en marcha y ese mismo mes se anunció la llegada de la consultora signada por los apellidos de sus socios fundadores: Klein & Saks.59 La misión se instaló en septiembre de 1955 y, en terreno abonado por la represión y derrota sindical, comenzó a elaborar una serie de políticas económicas que se aplicaron con desigual suerte. Por parte de las clases propietarias, el cambio en la dirección del principal gremio del empresariado (la Sociedad de Fomento Fabril, SOFOFA), terminó con un largo período de colaboración con el ejecutivo, y el ascenso de posiciones más confrontacionales y reformistas, pero no sin cierta ambigüedad, como el sostenido apoyo a la inversión estatal en temas como vivienda, industria u obras públicas. Así, su postura sobre la Misión fue ambivalente, destacando su apoyo a las contracciones salariales, o su crítica a la congelación de créditos y a la inversión pública en infraestructura también pública.60

Pero lo que nos interesa destacar es la relación entre el movimiento obrero, la Ley Maldita, y las medidas de la Misión seguidas por el Gobierno. La derrota del paro de la CUT de julio de 1955 se hizo evidente cuando poco más de dos meses después de las promesas de Ibáñez de integrar al sindicalismo a su planificación económica, y con el anuncio de la llegada de la Misión entre medio, el 20 de septiembre el Gobierno decidió reemprender y reforzar el uso de la represión anticomunista vía Ley Maldita con un marcado acento antisindical. Así, mediante el decreto 4161 -una disposición que fue conocida posteriormente como la "Circular Yáñez-Koch" (en referencia a los apellidos de los ministros del Trabajo y del Interior)-, se mandató a los gobiernos locales a hacer efectivo el artículo 36 de la "Ley

57 Mario Garcés y Pedro Milos, FOCh CTCh CUT: Las centrales unitarias en la historia del sindicalismo chileno (Santiago: ECO, 1988).

58 Eduardo Godoy Sepúlveda, «Las luchas internas de la Central Unica de Trabajadores (CUT) y el paro del 7 de julio de 1955: dos tradiciones obreras en pugna», Yuyaykusun, n.° 7 (2014): 143-63.

59 Couyoumdjian et al., Reformas económicas e instituciones políticas, 74-79.

60 Joaquín Fernández Abara y Margarita Goldflam Leiva, «Hacia la constitución de una economía de mercados jerárquicos: Modernización capitalista y tradicionalismo social en los industriales chilenos (1952-1958)», Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, n^ 32 (1 de diciembre de 2016), http://journals.openedition.org/ alhim/ 5550.

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Maldita", el que permitía controlar las asambleas obreras e interferir las listas sindicales, en búsqueda y descalificación de los elementos que fuesen acusados de comunistas. Con la circular, los sindicatos fueron puestos a la defensiva, perseguidos de inmediato con razzias masivas en las grandes ciudades y, además, estados de excepción para las provincias mineras.61 De esta forma, el sindicalismo, que mal organizado había sido incapaz de moderar, ya no impedir, el derrumbe del salario que se venía produciendo desde 1953, parecía que tampoco podría contener a la Misión Klein-Saks, que se desarrollaba en peores condiciones represivas. Así, cuando la CUT convocó a una nueva huelga general para enero de 1956, el gobierno la enfrentó nuevamente con la Ley Maldita y sus refuerzos recientes, encarcelando "cientos de dirigentes sindicales" e inhabilitando como representantes a otros 3500 militantes obreros62.

El golpe de la circular Yáñez-Koch fue fuerte para el sindicalismo obrero, y para el 1 de mayo de 1957, las organizaciones obreras reunidas en la Plaza de los Artesanos en Santiago, denunciaron que esta normativa, en poco más de un año y medio de existencia, "había inhabilitado más de tres mil dirigentes sindicales"63. En sus tres años de uso, la derogación de la Circular, que siguió operando hasta 1958 a pesar de ser declarada ilegal por la Contraloría General de la República, pasó a ser una de las reivindicaciones centrales de cada reunión o movilización del movimiento obrero durante el trienio final del Gobierno de Ibáñez, junto a la exigencia de terminar con la Ley Maldita y con las alzas.

Entre las primeras recomendaciones de la Misión, estuvo la eliminación del sistema de ajustes automáticos de salarios creado en 1950, con el argumento de que "el país se encuentra prisionero del pasado"64. En 1956, cuando el Gobierno eliminó oficialmente este mecanismo salarial, la CUT respondió con un paro que la mostró dividida, y que el gobierno reprimió violentamente, relegando a distintos puntos del país a los dirigentes de la Central, debilitando aún más sus capacidades de lucha65. El mecanismo de ajuste automático fue sustituido por un esquema mediante el cual se establecían alzas salariales que serían, durante dos años, inferiores a la inflación pasada. Así, en 1956 y 1957, el ajuste correspondería al 50% y 80% de la inflación del año anterior respectivamente; previendo para 1958 un incremento igual a la inflación de 1957.

Más allá del balance que se hace de la experiencia de la Misión Klein-Saks, en lo que respecta de la inflación y los salarios, se debe notar que en los años de su operación en Chile (1955 — 1958), el ritmo en el alza de precios se moderó y los salarios reales se recuperaron (Gráfico 4). Ello porque la inflación se redujo en una magnitud superior a la diferencia entre el ajuste salarial recomendado por la Misión y la inflación del año anterior. Así, y según vimos, para 1956 se planificó un aumento salarial equivalente al 50% de la inflación de 1955. Esta había sido de 84%, por lo que correspondía un ajuste salarial de 42%, magnitud que resultó ser superior a la inflación de ese año, que fue de 38%. Y otro tanto ocurriría el año siguiente. Es decir, aunque los precios siguieron subiendo, la tasa a que lo hacían descendía fuertemente, por lo que se expandieron a un ritmo menor que los salarios. De este modo, gracias a la contención del ritmo inflacionario y a pesar de los ajustes contractivos recomendados por la Misión, los salarios pudieron recuperarse, pero no tanto como para revertir la pérdida sufrida en los años de la

61 Pozo Mayorga, «Orientaciones del Movimiento obrero en Chile. Unidad sindical, antagonismo y reflujo (1952 — 1957)», 144.

62 Cavarozzi, Los sótanos de la democracia chilena, 1938-1964. las esferas de «protección» de los empresarios industriales: la CORFO, represión a los obreros y la inflación.

63 «Hablan los trabajadores del mitín de ayer: "No nos asusta la represión": "El 2 de abril fue una lección".», Las

Noticias de Última Hora, 2 de mayo de 1957, 6.

64 Couyoumdjian et al., Reformas económicas e instituciones políticas, 128.

65 "Relegados miembros de la CUT", El Mercurio, Santiago, 5 de febrero1957, 1.

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aceleración inflacionaria (1953 — 1955), lo que fue la base de la irritación obrera y, sobre todo, de las mayorías proletarias de Santiago y las grandes ciudades del país en los años siguientes.

En síntesis, en el marco del ajuste, el rol de las medidas inspiradas en las recomendaciones de la Misión, en particular la eliminación del sistema de ajustes automáticos y la fijación de alzas salariales inferiores a la inflación pasada, tenían por objeto contener la recuperación salarial a fin de cristalizar la caída del salario real que la aceleración inflacionaria había producido. Ello suponía vencer la lucha de los sindicatos por recuperar el terreno perdido, y para lograrlo, el gobierno apeló a la recientemente fortalecida Ley Maldita, la que hizo caer sobre todo tipo de obreros.

A pesar del contexto represivo, el sindicalismo dio la pelea por la recuperación salarial. La CUT mantuvo la presión de las huelgas salariales, obteniendo ajustes superiores a los que había recomendado la Misión, algo de lo que los comunistas no dejaron de jactarse. Desde las páginas de El Siglo, se congratularon de las derrotas que le propinaron a la iniciativa de contención salarial del Gobierno a punta de huelgas entre 1956 y 1958, señalando que 'las fuerzas reaccionarias y, principalmente, la Misión Klein-Saks y el Gobierno, no estuvieron en condiciones de imponer su política ciento por ciento. Pero, al mismo tiempo, los trabajadores y demás fuerzas populares y democráticas, no pudieron tampoco echar completamente abajo dicha política".66

Con la revuelta de abril de 1957 el Gobierno tomó nota de la disposición popular a más ajustes salariales. La revuelta, que en sus orígenes tuvo una fuerte presencia sindical y estudiantil, abrió paso a una multitud proletaria de la ciudad que por métodos plebeyos estableció sus puntos en contra del encarecimiento de la vida. El protagonismo proletario en una revuelta callejera, así como su cercanía con las demandas sindicales relativas a salarios e inflación, se explica precisamente en el agotamiento de la actividad de huelga del movimiento obrero en pos de subir los salarios lo suficiente como para recuperar el empobrecimiento de los años anteriores a 1955.67 Demandar vía rebelión callejera la baja de los precios del consumo obrero es otra forma de valorar el salario cuando ya no se pueden conseguir más alzas por la vía de las huelgas.

Lo ocurrido mostraba, también, la pérdida de peso político por parte de los empleados, que habían sido golpeados por los ajustes de la primera mitad de la década, y no habían sido resarcidos luego por un Ejecutivo que, avalado por la Misión Klein Saks, estaba más preocupado por contener los salarios que por favorecer su recuperación. Al tiempo que perdían el favoritismo de parte del Estado, los empleados vieron surgir un enemigo por la derecha. En 1956 el empresariado, que había sido beneficiado por los efectos de la aceleración inflacionaria sobre los salarios, y en el marco del cambio de línea de la SOFOFA que mencionamos más arriba, comenzó a criticar el crecimiento que la burocracia estatal había tenido en los años recientes; denunciando el peso enorme de esta, lo que trasuntaba en "complejidad y lentitud" de la administración pública en su relación con la actividad empresarial.68 De este modo, la suerte de las clases funcionarias y administrativas se alejaba de las ideas de las clases propietarias y comenzó, así, a romperse la alianza entre los empresarios industriales y la tecnocracia estatal con que se habían fortalecido mutuamente en el período de ascenso del ciclo desarrollista.

Coincidiendo con el fin de la Ley Maldita y un ascenso electoral inédito para la izquierda en las elecciones presidenciales (aunque el triunfo se lo llevó el derechista Jorge Alessandri), el final del año

66 «Una política aportillada», El Siglo, 3 de febrero, 1957, 7. Citado por Cristián Garay, en Couyoumdjian et al., Reformas económicas e instituciones políticas, 189.

67 Pedro Milos, Historia y memoria: 2 de abril de 1957 (Santiago de Chile: LOM / Universidad Alberto Hurtado, 2007); Luis Thielemann, «Los últimos días del obrero Manuel Rojas Llantén y el ciclo de protestas del verano de 1957 en Santiago de Chile», Revista de Historia y Geografía, n.° 44 (2021): 107-31.

68 Fernández Abara y Goldflam Leiva, «Hacia la constitución de una economía de mercados jerárquicos».

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1958 también marca el cénit de un momento de alzas salariales. En 1959 los salarios obreros por fin recuperarán su nivel de 1951, perdido en la inflación de los años siguientes, y que no era sino el mismo que de 1945. El excesivo gasto en salarios desde fines de la década de 1940 y hasta 1953, propalado sobre todo por el mentado crecimiento del salario y volumen de los empleados, una de las razones de la crisis inflacionaria de mediados de la década de 1950, terminaba con una pérdida del poder adquisitivo de los obreros, y, lo que no es para nada despreciable, con un crecimiento en su belicosidad y experiencias de lucha, así como en un razonamiento clasista respecto de la disputa salarial.69

Conclusiones

En este escrito hemos analizado la economía política de los salarios, demostrando la relación entre represión antisindical, inflación, política económica y desigualdad social, durante los años de la Ley Maldita. Más allá del sentido común que indicaba que durante estos años era esperable una caída salarial ante la dificultad de defensa del movimiento obrero; las formas reales de esta, caracterizada por la desigualdad de sus efectos entre obreros y empleados y distintos períodos de mayor y menor presión estatal sobre la militancia sindical; era algo desconocido en mayor parte. De esta forma, creemos que este trabajo permite realizar un aporte en la comprensión de la economía política de mediados del siglo XX en Chile.

Las conclusiones que pudimos obtener abren más preguntas de las que cierran. Primero, el estudio de los desequilibrios salariales entre obreros y empleados, así como su relación con la productividad y la inflación; ilumina una historia de conflictos, alianzas y enfrentamientos que pocas veces se atienden bien en su compleja multidimensionalidad. El énfasis en los aspectos explícitamente políticos en ese período, y en otros de similares características, en desmedro de los efectos de la economía y la lucha de clases, mantiene a veces en la opacidad lo determinante que fue la lucha salarial, la incontrolable y todavía incomprendida inflación, y la represión antisindical en los años de la Ley Maldita. Independiente de la posición ideológica o política que se tenía respecto de la persecución legal de los comunistas, el uso de la ley contra el sindicalismo fue algo que todos los gobiernos y partidos de gobierno avalaron entre 1948 y 1958, con honrosas excepciones como las del Partido Socialista Popular en su breve paso por el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo. De ahí que su uso haya sido determinante a la hora de implementar medidas de contención salarial luego de la aceleración inflacionaria de 1953-1955.

En segundo lugar, también nos permite reflexionar sobre el papel de las presiones políticas redistributivas sobre la economía durante el período desarrollista. Más allá de lo que el General Perón creyera, lo cierto es que la economía no es un chicle que pueda estirarse a voluntad. Si bien durante el Desarrollismo la masa salarial pudo incrementar su participación en el ingreso nacional gracias a una reducción de la desigualdad, lo cierto es que la debilidad del crecimiento económico, enmarcada en una situación política y legal favorable a los grupos conservadores y medios, supuso que, hacia finales de la década de 1940, el expediente redistributivo no tuviera más para dar. Cuando, desde el año 1950, las condiciones político-sociales impusieron que se continuase por la vía de crecimiento salarial por sobre la productividad, no había cómo sostener tal movimiento. Así las cosas, no es sorprendente que a la expansión de la masa monetaria iniciada entre 1950 y 1953 le siguiera una aceleración inflacionaria que se inició durante ese último año. El veloz despegue de los precios, y la fuerte baja de los salarios reales,

69 Luis Thielemann H., «La rudeza pagana: sobre la radicalización del movimiento obrero en los largos sesenta. Chile,

1957 - 1970», Izquierdas 44 (junio de 2018): 114-33.

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logró reducir la demanda agregada, cerrando la brecha entre los salarios y la productividad que se venía abriendo desde inicios de la década, y que se acrecentó a finales de esta. Y fue bajo el gobierno del mismo general Ibáñez, quien comenzó aspirando a emular al General Perón, que se convocó a una misión de expertos extranjeros a fin de que diseñaran las políticas que permitirían mantener estable ese equilibrio alcanzado gracias a la aceleración inflacionaria. Sin embargo, así como los intentos contractivos del ministro Alessandri durante el gobierno de González Videla habían fracasado, las medidas propuestas por la Misión Klein-Saks en el de Ibáñez, tampoco pudieron aplicarse a fondo. A pesar de la apelación a la Ley Maldita, la resistencia obrera no pudo ser totalmente doblegada. Por el contrario, creció hacia el final del período estudiado, en paralelo a la recuperación de los salarios. Sólo el terrorismo de estado lograría quebrarla.

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