La madurez del conflicto armado en Colombia: una aproximación a las experiencias de negociación de paz del Caguán (1999) y
La Habana (2012)
The ripe moment of the colombian armed conflict: an approach to the peace
negotiation experiences of Caguan (1999) and Havana (2012)
*
Jerónimo Ríos
Resumen: El siguiente trabajo investiga sobre el momento de madurez del conflicto armado colombiano con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias - Ejército del Pueblo (FARC-EP). Se recurre a una amplia literatura académica al respecto, problematizando sobre qué se entiende por madurez de un conflicto, y qué supone como punto de inflexión desde el que aspirar a una superación negociada del mismo y un abandono de la violencia. Con base en cifras oficiales del conflicto armado colombiano, facilitadas ex profeso para este trabajo por el Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (ODHDIH) de la Presidencia de la República, y de acuerdo a diversos testimonios recogidos en entrevistas en profundidad con actores involucrados en el conflicto interno, tanto de la guerrilla como del Gobierno, se busca ofrecer elementos desde los que comprender por qué tuvo lugar el proceso negociador transcurrido en La Habana entre 2012 y 2016; el cual, además, gracias en parte a dicha madurez resultó exitoso. Asimismo, esta experiencia se contrasta con la del anterior fallido proceso del Caguán, transcurrido entre 1999 y 2002. Esto, a efectos de poner en valor cuánto de importante es que un conflicto entre en situación de madurez para que se puedan establecer las bases de un diálogo de paz con vistas a su desactivación.
Palabras clave: Conflicto armado colombiano, FARC-EP, madurez, proceso de paz
Abstract: The following work investigates the ripe moment of the Colombian armed conflict with the guerrilla of the Revolutionary Armed Forces - People's Army (FARC-EP). A wide academic literature is used, problematizing what is meant by the ripe moment of a conflict, and its importance to internalize a negotiated overcoming of it and an abandonment of violence. The above-mentioned, based on official figures of the Colombian armed conflict, provided for this work by the Observatory of Human Rights and International Humanitarian Law (ODHDIH) of the Presidency of the Republic, and according to various testimonies collected in in-depth interviews with actors involved in
* Español. Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Profesor de la Facultad de Administración, Finanzas y Ciencias Económicas de la Universidad EAN (Colombia) y asesor de la Dirección Regional de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI Colombia) en el acompañamiento internacional al Acuerdo de Paz suscrito entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP. [email protected]; [email protected] El autor agradece sobremanera las sugerencias £
y recomendaciones de las evaluaciones, las cuales contribuyeron a mejorar y enriquecer el manuscrito original 'w
muy considerablemente.
the internal conflict, both of the guerrilla and the Government. With this, it seeks to offer elements from which to understand why the negotiation process started in Havana between 2012 and 2016; a process which, thanks in part to that ripe moment, proved successful. Likewise, this experience is contrasted with that of the previous failed Caguán process, which took place between 1999 and 2002. This, to emphasize the importance of the ripe moment so that an armed conflict can initiate a peace dialogue with the hope of its deactivation.
Keywords: Colombian armed conflict, FARC-EP, ripe moment, peace process.
Recibido: 6 diciembre 2017 Aceptado: 8 marzo 2018
Introducción
El siguiente trabajo se enmarca en la Investigación para la Paz y la Resolución de Conflictos y, concretamente, representa una investigación analítica sobre el momento de madurez del conflicto armado colombiano que acontece desde 2012, y con el que se desactiva a más de medio siglo de violencia armada sostenida entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), y el Estado colombiano. Así, su propósito es el de ayudar a entender cuál es el alcance y sentido de dicha madurez y por qué ésta se entiende como un momento clave en la aspiración de resolver pacíficamente el conflicto, tanto a efectos de facilitar un espacio de diálogo, como a la hora de promover distintos intercambios cooperativos que, finalmente exitosos, están detrás del Acuerdo de Paz suscrito el pasado noviembre de 2016.
Y es que el conflicto armado interno colombiano - que puede entenderse como la última expresión latinoamericana de la Guerra Fría- hunde sus raíces, al menos formalmente, en 1964, cuando aparecen las FARC-EP, y que son, a excepción del Ejército de Liberación Nacional (ELN) la guerrilla más longeva de América Latina. De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica - CNMH1, aquél ha dejado consigo más de 220.000 víctimas mortales, 60.000 desapariciones forzadas y siete millones de desplazamientos internos producto de la violencia, siendo desde inicios de los ochenta y hasta comienzos de la década pasada, un conflicto armado cuya violencia ha supuesto más de 1.000 muertes anuales directamente relacionadas, además de todo un elenco de daños humanos y materiales colaterales que, para los planteamientos cuantitativistas, permiten sostener que el caso colombiano es el de un ejemplo típico de conflicto de alta intensidad2.
1--m
Centro Nacional de Memoria Histórica (2013): ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, Bogotá, CNMH. £
2 Wallensteen, P. y Axell, K. (1993): "Armed conflict at the end of the Cold War", Journal of Peace 'w Research, 30(3), pp. 331-346. Fisas, V. (2004): Procesos de paz y negociación en conflictos armados,
A ello, además, hay que añadir la concurrencia de varios esfuerzos de negociación, infructuosos todos con las FARC-EP, tanto en la década de los ochenta como de los noventa.
El interés de esta investigación analítica pasa por atender las transformaciones objetivas y subjetivas que ha experimentado el conflicto colombiano, especialmente en los últimos años, lo cual sirvió para abrir una ventana de oportunidad para un diálogo con las FARC-EP, que inició formalmente en octubre de 2012 y que finalizó en noviembre de 2016. Diálogo que, dentro de las diferentes formas de resolución pacífica de conflictos que identifica Harto3- conciliación, mediación o arbitraje- adoptó la forma de negociación, esto es, según Fisas, a partir de "la relación de interdependencia en la que las partes en conflicto
acuerdan negociar sus demandas con o sin ayuda de un tercero y utilizando técnicas
4
competitivas y cooperativas .
Aun cuando varios trabajos señalan que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial la forma más habitual de resolución de conflictos ha sido el diálogo5, algo especialmente notorio en el siglo XXI (Mason et al, 2007), ello no es óbice para afirmar que un diálogo de paz debe, necesariamente, tener como perfecto corolario un Acuerdo de Paz, lo cual no siempre sucede6. De hecho, Zartman7 identifica hasta tres razones por las cuales los conflictos armados internos como el colombiano con las FARC-EP o el ELN integran dificultades añadidas para su resolución negociada. Razones como 1) la asimetría, que dificulta la posibilidad para que un Gobierno se siente en una mesa de negociaciones con un grupo guerrillero; 2) el recelo a que se integren actores internacionales que coadyuven un problema interno, consustancial al sentido de soberanía; 3) o la particular complejidad que supone que un conflicto como éste involucre actores regionales que, como en el caso de Venezuela y Ecuador, pueden integrar rivalidades geopolíticas con ciertas simpatías en favor del grupo armado en cuestión.
A pesar de lo planteado, el conflicto armado colombiano con las FARC-EP ha experimentado un cambio notable en su reciente historia y evolución, tal y como se verá reflejado en el siguiente epígrafe. Así, la madurez, tal y como quedará expuesta, se entiende
Barcelona, Paidós. Uppsala Conflict Data Program (UCDP) (2010). Definitions. [en línea]. UCDP Database: Uppsala University. Disponible en: www.ucdp.uu.se/database. [Consultado el 11 noviembre de 2017].
3 Harto, F. (2004): Investigación para la paz y resolución de conflictos, Valencia, Tirant Lo Blanch. Harto, F. (2013): "La mediación y la investigación para la paz: la búsqueda de alternativas pacíficas a los conflictos en la arena internacional", Política y Sociedad, 50(1), pp. 53-70.
4 Fisas, V. (2006): Cultura de paz y gestión de conflictos, Barcelona, Icaria, p. 188.
5 Harbom, L; Hogbladh, S. y Wallensteen, P. (2006): "Armed Conflict and Peace Agreements", Journal of Peace Research, 43(5), pp. 617-631.
6 Licklider, R. (2001): "Obstacles to Peace Settlements". Crocker, C., Hampson, F., y Aall, P. (eds.) Turbulent Peace: The Challenges of Managing International Conflict, Washington, United States Institute of Peace. Por ejemplo, se puede observar en Colombia las dificultades que está habiendo para lograr mecanismos de confianza mutua y avances efectivos entre el Gobierno colombiano y la guerrilla del ELN, aun cuando pudiera presumirse que existe una situación de "estancamiento doloroso". Sin embargo, incluso esa afirmación es susceptible de cuestionamiento, pues puede entenderse que la madurez objetiva existe a tenor ^ de que se han intensificado las acciones del ELN en los últimos años, su capacidad de reclutamiento se ha incrementado e, incluso se han ampliado sus escenarios de presencia, al aprovechar el vacío de poder dejado £ por la mayoría de los frentes y blosques desmovilizados de las FARC-EP. 'w
7 Zartman, W. (1995): Elusive Peace: Negotiating an End to Civil Wars, Washington, Brookings Institution.
como aquél momento en el que las condiciones objetivas y subjetivas del conflicto permiten un reconocimiento entre las partes que fructifica en una primera definición para una agenda de negociación y, posteriormente, en un avance, en forma de diálogo, que se sustantiva a partir de intercambios cooperativos y compromisos que, en esta ocasión, además, terminan fructificando en la firma de un Acuerdo de Paz. Es decir, una de las afirmaciones sobre las que se construye este trabajo pasa por aceptar que, prácticamente, hasta el año 2012, el conflicto armado colombiano con la guerrilla de las FARC-EP estuvo siempre lejos de encontrar un momento de madurez, siendo especialmente ilustrativa la experiencia del proceso de paz de San Vicente del Caguán (1999-2002), que también será abordada en estas páginas, por tratarse de las dos experiencias más serias, estructuradas, visibles y desarrolladas con el propósito de poner fin a la violencia armada en Colombia8.
Entonces, para analizar sobre el momento de madurez del conflicto armado colombiano con la guerrilla de las FARC-EP el texto se estructura en tres partes. Una primera aborda el concepto de madurez de un conflicto, entendido como el punto de inflexión a partir del cual es posible pensar en el abandono de la violencia y la exploración de mecanismos de diálogo en aras de su posible superación pacífica9. Posteriormente, se analiza cómo se llega a dicha madurez, en particular, en relación al proceso con las FARC-EP, atendiendo a variables de poder militar y territorial que permiten identificar, a través de una mirada histórica, si la madurez del conflicto en Colombia pudo tener cabida antes de 2012. Por último, se concluyen con unas reflexiones finales con las que sugerir nuevos interrogantes y líneas de investigación y arrojar luz sobre el escenario futuro que pueda acontecer en Colombia.
A efectos metodológicos, el trabajo incorpora un componente cuantitativo, inspirado en cifras oficiales del conflicto armado interno colombiano, que expresamente fueron facilitadas por el Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario - ODHDIH adscrito a la Presidencia de la República. Cifras que permitirán valorar con rigurosidad el factor de madurez objetiva de la violencia. Por otro lado, la madurez subjetiva, de los actores involucrados, integra testimonios de protagonistas directos del conflicto colombiano, tanto del proceso del Caguán como de La Habana. Por ello, se recogen testimonios de entrevistas en profundidad realizadas al Mayor General y exviceministro de Defensa, Henry Medina; el exministro de Educación, Germán Bula; el exvicepresidente de Colombia y Jefe del Equipo Negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, y del Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo. Asimismo, del lado de las FARC-EP son entrevistados la excomandante del Frente 42, "Karina", el exsegundo comandante del Frente 5, "Samir", además de los dos líderes de la Delegación de las FARC -EP en La Habana y líderes del Bloque Caribe, "Iván Márquez" y "Jesús Santrich".
8 Chernick, M. (2012): Acuerdo posible. Solución negociada al conflicto armado colombiano, Bogotá, Aurora. Pizarro, E. (2017): Cambiar el futuro. Historia de los procesos de paz en Colombia (1981-2016), Bogotá, Debate.
9 Como se verá con posterioridad en el siguiente epígrafe, la madurez en este caso se reivindica como una condición necesaria, que no suficiente, para entender la superación de los conflictos armados, si bien existen £ otras interpretaciones, incluidas a continuación, que, todo lo contrario, alertan de que la madurez lo que puede 'w traer son incrementos sustanciales en la violencia.
La madurez de un conflicto como inflexión para su superación
Como punto de partida, cuando se hace referencia a la madurez de un conflicto, y de acuerdo con Fisas10 se trata del momento en que un conflicto entra "en una etapa en la que es posible conseguir un cambio de mentalidad de las partes, para que en vez de buscar la victoria persigan la conciliación, señalando el papel que juegan en esta desescalada los factores sistémicos o estructurales, y los relacionados con la toma de decisiones, es decir, a las dimensiones subjetivas de la madurez".
Concretamente, en este trabajo se van a tomar dos de los modelos de madurez más sólidos que destacan en la Investigación para la Paz y la Resolución de Conflictos como son el "doble estancamiento doloroso" (mutually hurting stalemate) que proponen Touval y Zartman11 y Zartman12 y la "oportunidad tentadora" (enticing opportunity) que plantean Mitchell13 y Crocker14 Trabajos que siguen de entera actualidad en la investigación para la paz y la resolución de conflictos, tal y como exponen Woodhouse et al15, y que continúan marcadamente presentes en buena parte de la literatura reciente sobre resolución de conflictos y estudios de paz16.
Aun con matices y diferencias entre un modelo y otro, el primero, más basado en componentes racional/contextuales, y el segundo más próximo a los elementos subjetivos,
10 Fisas, op. cit, 2004, p.192.
11 Touval, S. y Zartman, W. (1985): International Mediation in Theory and Practice, Boulder, Westview
12 Zartman, W. (1993): "The Unfinished Agenda. Negotiating Internal Conflicts". Licklider, R. (ed.) Stopping the Killing: How Civil Wars End, Nueva York: New York University Press. Zartman, W. (2001): "The Timing of Peace Initiatives: Hurting Stalemates and Ripe Moments", The Global Review of Ethnopolitics, 1(1), pp. 8-18.
13 Mitchell, C. (1972): "Conflict Resolution and Civil War. Reflections on the Sudanese Settlement of 1972", Working Paper Center for Conflict Analysis and Resolution, 3, pp. 1-39. Mitchell, C. (2006): "Conflict, Change and Conflict Resolution". En Austin, M. y Giessmann, H. (eds.). Advancing Conflict Transformation, Opladen / Framington Hills, Barbara Budrich Publishers.
14 Crocker, C. (1992): High Noon in Southern Africa; Making Peace in a Road Neighborhood, Nueva York, W.W. Norton.
15 Ramsbotham, O., Woodhouse, T., y Miall, H. (2011): Contemporary Conflict Resolution, Londres, Polity Press.
16 Algunos estudios de caso por destacar serían los de Salla, M.E. (1997): "Creating the 'ripe moment' in the East Timor conflicto", Journal of Peace Research, 34(4), pp. 449-466; Marsh, K. (2001): "Compromise in South Africa: class relations, political opportunities, and the contextualized "ripe moment" for resolution", Research in Social Movements, Conflicts and Change, 23, pp. 37-68; Achakeng, I. (2012): "'Mutual Hurting Stalemates', 'Ripe Moments' and Third-party Intervention: Implications for the 'Southern Cameroons' Restoration of Statehood' Conflict", Round Table, 101(1), pp. 53-69; Connolly, E. y Doyle, J. (2015): "Ripe moments for exiting political violence: An analysis of the northern Ireland case", Irish Studies in International Affairs, 26, pp. 147-162. Asimismo, como trabajos actuales sobre madurez objetiva podrían destacarse, entre otros, las aportaciones de Aggestam, K (2005): "Enhancing Ripeness: Transition from Conflict to Negotiation". En Zartman, W. y Faure, G. (eds.). Escalation and Negotiation in International Conflicts, Cambridge: Cambridge University Press; Sahadevan, P. (2006): "Negotiating peace in ethnic (j^ wars", International Studies, 43(3), pp. 239-266. Por último, como trabajos de referencia sobre la importancia
de la madurez subjetiva, cabría citar a Ohlson,T. (2008): "Understanding causes of war and peace", European £
Journal of International Relations, 14(1), pp. 133-160; Schiff, A. (2017): "Beyond Push and Pull: The Sudan 'w
Peace Process as a Case Study", International Negotiation, 22(1), pp. 33-61.
ambos ofrecen visiones desde las que atender y entender, con plena vigencia en el debate académico, si un conflicto armado encuentra ante sí una posibilidad de solución negociada o si, por el contrario, se halla abocado a su continuidad. Así, el "estancamiento doloroso" que propone Zartman invita a entender que un conflicto está en un "momento de madurez" (ripe moment) cuando la continuidad del mismo empieza a suponer una situación mutuamente insatisfactoria de manera tal que su persistencia en el tiempo conduce a costes que las partes involucradas, racionalmente, no están dispuestas a prolongar en el tiempo. Es decir, el "estancamiento doloroso" viene a ser una situación desagradable para las partes que integran el conflicto y que conlleva a interpretar el recorrido de la violencia armada como algo poco deseable en la ecuación de sacrificios y recompensas. Expresado de otro modo, el "estancamiento doloroso" es el cálculo que provee de madurez a un conflicto, bien por la insostenibilidad de la persistencia de los costes, bien por la carencia de beneficios potenciales de victoria. Una tesitura ésta que para Mitchell (1996: 8) permite identificar hasta tres tipos de "estancamientos dolorosos": el estancamiento por desesperación y agotamiento; el estancamiento por desgaste, en el que, pese a no haber expectativas de derrota, tampoco las hay para con un desenlace satisfactorio y el estancamiento por frustración, el cual resulta en la medida en que, por muchos recursos que se involucren, el final del conflicto deviene inviable.
Junto a los referidos trabajos de Zartman y Touval, distintos autores también han teorizado sobre el dolor asociado a la madurez del conflicto, tal y como sucede, entre otros, con los aportaciones de Stedman17 o Haass18. Por ejemplo, en relación al estudio de caso de las negociaciones de Rhodesia con Zimbabue, Stedman enfatiza en la necesidad de hacer visibles las percepciones del "estancamiento doloroso", tanto por medio de liderazgos como por medio de la convicción de que una eventual negociación puede entenderse como una "victoria doblemente satisfactoria" (opportunity mutually satisfactory). Por su parte, para Haass el momentum de madurez asociado a un conflicto debe entenderse en función de elementos tales como la presión del tiempo, las relaciones de poder apropiadas o el nivel de aceptabilidad, en tanto que el diálogo entre adversarios supone una ruptura con respecto a una previa confrontación armada entre enemigos19.
De acuerdo a lo expuesto, el "estancamiento doloroso" se puede presumir como una suerte de cálculo racional entre los actores involucrados de un conflicto y que se complementaría con algunas de las aportaciones sucesivas que ha desarrollado el propio Zartman20. Así es que cobra valor, por ejemplo, la noción de "catástrofe mutua inminente" (imminent mutual catastrophe), la cual se define como la situación en la que el dolor del
17 Stedman, S. (1991): Peacemaking in Civil War. International Mediation in Zimbaw, 1974-1980, Boulder, Lynne Reinner.
18 Haass, R. (1990): Conflicts Uneding. The United States and Regional Disputes, New Haven, Yale University Press,
19 Frank, K. K. (2015): "Ripeness and the 2008 Djibouti-Eritrea border dispute", Northeast African Studies, 15(1), pp. 113-138; Zartman, W. (2015): "Mediation: Ripeness and its Challenges in the Middle East", International Negotiation, 20(3), pp. 479-493. f-^
20 Zartman, W. (2008): "'Ripeness': the importance of timing in negotiation and conflict resolution". [En
línea] http://www.e-ir.info/2008/12/20/ripeness-the-importance-of-timing-in-negotiation-and-conflict- £
resolution. Zartman, W. [Consultado el 24 de julio de 2017]; Hopmann, P. y Zartman, W. (2010): 'w
"Overcoming the nagorno-karabakh stalemate", International Negotiation, 15(1), pp. 1-6.
"estancamiento doloroso" corre el riesgo de incrementarse bruscamente si no se toman medidas que intercedan y transformen la situación de violencia. Es decir, la "catástrofe" propuesta por Zartman viene a ser una extensión útil del "estancamiento doloroso" a efectos de proveer mecanismos de superación y satisfacción mutua pero solo una vez que todas las estrategias de escalamiento del conflicto se han agotado, lo cual solo aparece cuando los conflictos son longevos.
Por tanto, el "estancamiento doloroso" permite un escenario de mayor amenaza como es la "catástrofe inminente" si bien, ésta no tiene necesariamente que darse para que un conflicto armado pueda ser resuelto por la vía negociada, aunque sí que resulta necesario algún tipo de dolor derivado del conflicto para las distintas partes involucradas. Igualmente, sí que se exige de un (nuevo) liderazgo conciliador entre quienes toman las decisiones dentro del conflicto, pues las condiciones objetivas de la violencia necesitan de percepciones y racionalidades que entiendan y compartan que el conflicto no solo es doloroso, sino que de no remediarse supone situaciones de mayor complejidad.
Todo este modelo de madurez de un conflicto encuentra una importante alternativa en la propuesta de Mitchell y Crocker definida como "oportunidad seductora" y hacia la que se aproximan otros trabajos como los de Edmead21 o Teger22 que igualmente se distancian del planteamiento de Zartman. Estos últimos acuñan la noción de "atrapamiento" (entrapment) que, frente a la racionalidad de Zartman, supone una clara ruptura la hora de entender la madurez, y que igualmente condensa otra buena parte de trabajos académicos al
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respecto23. Esto es, frente a la idea de "estancamiento doloroso", el "atrapamiento" propone que los argumentos en favor de escalar los conflictos para llegar al dolor, todo lo contrario, se entienden como inversiones irremediables que justifican continuar con la confrontación y desestimar cualquier atisbo de finalización del conflicto. Expresado de otro modo, para los valedores de la noción de "atrapamiento", el verdadero sacrificio ya se ha hecho y, por tanto, cualquier coste futuro se entiende como menor y más soportable de lo ya experimentado. De este modo, la madurez únicamente llegaría cuando los intereses en liza se hallan en una fase en la que, más allá de justificación de los costes y minimización de las pérdidas, concurre una situación de agotamiento y renuncia a los objetivos inicialmente identificados en el conflicto, y que solo deviene posible con un cambio en la "mentalidad conciliadora" (conciliatory attitude), también identificada en la "catástrofe inminente".
Por su parte, la "oportunidad seductora", según Mitchell24, puede definirse como "la situación madura que se puede presentar cuando los líderes descubren una alternativa mucho mejor para lograr sus objetivos que seguir adelante y a duras penas con la costosa lucha". Es decir, y en cierto modo a como sucede con el "estancamiento doloroso", aunque de manera más evidente, el escenario sin conflicto futuro representa estímulos más
21 Edmead, F. (1971): Analysis and Prediction in International Mediation, Nueva York, UNITAR.
22 Teger, A. (1980): Too much Invested to Quit, Nueva York, Pergamon Press.
23 Grauvogel, J. (2015): "Regional sanctions against Burundi: The regime's argumentative self-entrapment",
Journal of Modern African Studies, 53(2), pp. 169-191; Kapoor, P., Testerman, A. y Brehm, A. (2016): qq
"Entrapment as a threat to community peace in the global war on terror: An analysis of discourse in local
press", Journal of International and Global Studies, 7(2), pp. 40-65. [5
24 Mitchell, C. (1996): "Evitando daños: Reflexiones sobre la situación de madurez de un conflicto", 'w Documentos Gernika Gogoratuz, 9, pp. 1-22.
positivos que la experiencia acumulada de violencia. De igual manera, junto a la voluntad conciliadora, la madurez del conflicto demanda tanto de un liderazgo versátil como de la exploración de nuevos - y terceros- canales de comunicación25. Tres elementos que, de acuerdo con Crocker (1992), contribuyen a la rotación de nuevos liderazgos que, por extensión, se acompañan de renovadas interpretaciones del conflicto que igualmente han de converger en la convicción de que una solución negociada implica mayores recompensas que mantener un conflicto irresoluto. Recompensas que pueden ir desde la justicia transicional hasta la participación política, pasando por garantías de liderazgo y oposición o la dejación integral de armas26.
Con independencia de los niveles motivacionales objetivos o subjetivos, así como las razones más ancladas en el recuerdo o en el deseo, éstas dependen necesariamente de que concurran circunstancias que inspiren la convicción de que negociar es deseable frente a continuar en un conflicto. Así las cosas, un elemento clave es que el conflicto, estructuralmente, presente una coyuntura favorable al diálogo y, por extensión, a la puesta en marcha de identificar posibles y atractivos intercambios cooperativos. Es por ello que, en relación a esto, hay varios autores que identifican diferentes etapas o fases dentro de todo conflicto armado.
De este modo, Fisher27 hace referencia a una fase inicial de discusión y de intereses confrontados entre las partes, las cuales, lejos de negociar, entran en una segunda fase de polarización en la que los elementos simbólicos contribuyen a conducir a los protagonistas de un conflicto hacia una fase irreconciliable, de segregación, que finalmente es la antesala de la destrucción. Por su parte, otros como Fisas28 identifican inicialmente las causas de un conflicto las cuales, según cómo evolucionen, son el determinante, tras un detonante y una explosión, que genera un conflicto violento. Un conflicto que, en función de cómo sea su desarrollo, puede enquistarse, siendo ahí cuando resulta necesaria la última fase de tratamiento y superación. Por ejemplo, Kolodziej y Zartman29 hacen referencia, a diferencia de los anteriores, a cómo son las tipologías de conflicto en virtud de su nivel de madurez hacia el desescalamiento. Es decir, existen de un lado los conflictos intratables, donde por su intensidad y situación los intentos negociadores no prosperan y que, de mantenerse en el tiempo dan lugar a los conflictos rutinizados. Y de otro lado, están los conflictos estabilizados, donde las condiciones objetivas de la violencia se encuentran constantes y en
25 Walter, B. (1997): "The Critical Barrier to Civil War Settlement", International Organization, 51, pp. 335364. Svensson, I. (2007): "Bargaining, Bias and Peace Brokers: How Rebels Commit to Peace", Journal of Peace Research, 44(2), pp. 177-194. Kriesberg, L. (2012): "Mediation in Conflict Systems", Systems Research and Behavioral Science, 29, pp. 149-162. Wall, J. y Kressel, K. (2016): "Mediator Thinking in Civil Cases", Conflict Resolution Quaterly, 3(3), pp. 331-367.
26 Recientemente han sido abordadas en trabajos como los de Brosig, M. y Motsamai, D. (2014): "Modeling cooperative peacekeeping: Exchange theory and the African peace and security regime", Journal of International Peacekeeping, 18(1-2), pp. 45-68; Ripsman, N. (2016): Peacemaking from above, peace from below: Ending conflict between regional rivals, Nueva York: Cornell University Press.
27 Fisher, R. (2001) Métodos de intervención de terceras partes, Berlín, Berghof Handbook for Conflict Q^ Transformation.
28 Fisas, op. cit., 2004, p. 44. £
29 Kolodziej, E. y Zartman, W. (1996): "Coping with Conflict: A Global Approach". Kolodziej, E. y Kanet, R. 'w (eds.). Coping with conflicto after the Cold War, Baltimore, John Hopkins University Press.
aras de entrar en una eventual fase de negociación. Negociación, que a través de intercambios cooperativos sobre condiciones objetivas de la violencia - armamento, justicia, participación política, crimen organizado-, permite expulsar la violencia del conflicto (fase de cuasi-transformación) y culminar con la transformación del enemigo en adversario, así como la institucionalización de un conflicto que termina integrado en el sistema democrático.
Entrar en una u otra fase depende, por tanto, de los factores estructurales que acompañan a la violencia producida en el marco de un conflicto y que, como reconoce Mitchell30, solo en el momento en el éste entra en un punto de no retorno, es posible hablar de madurez objetiva del conflicto. También, de acuerdo con Grasa31, tal madurez cabría entenderla en función de los elementos materiales que definen un conflicto y que determinan las posiciones e intereses negociables, tales como el poder económico, el poder territorial, el poder político o el poder militar. Madurez, que con independencia del modelo teórico que se prefiera de los expuestos, implica la precondición para generar posibles cambios en la mentalidad de los actores involucrados.
Junto a lo anterior, la madurez requiere de una dimensión subjetiva, afectada por la voluntad política de los liderazgos de cada una de las partes enfrentadas en el conflicto armado. Partes que, bajo la madurez de las condiciones objetivas del conflicto armado, deben corresponderse con un cambio de lectura y posición desde la que facilitar su desescalamiento. Así, cuando el conflicto es doloroso, cuando los costes del mismo pueden suponer una situación mutuamente irreparable o cuando las ventajas de la resolución superan a los sacrificios del conflicto, es cuando la madurez subjetiva aparece y predispone cambios en el orden de decisiones, gracias a cambios sobre la percepción, la comunicación u otros elementos emocionales, que permiten orientar un conflicto armado hacia su superación. Quizá, sea por esto que autores como Kleibor32 y otros como Deutsch33, Fisher34, Ungerleider35 o Jit et al.36 planteen, desde diferentes enfoques, que verdaderamente la madurez de un conflicto depende, casi a modo de condictio sine qua non, de la convicción de negociar de los liderazgos de un conflicto.
30 Mitchell, op. cit., 1996, p.ll
31 Grasa, R. (2010): Cincuenta años de evolución de la inviestigación para la paz: tendencias y propuestas para observar, investigar y actuar, Barcelona, Generalitat de Catalunya.
32 Kleibor, M. (1994): "Ripeness of Conflict. A Fruitful Notion?", Journal ofPeace Research, 31(1), pp. 109116.
33 Deustch, M. (1991): "Subjective Features of Conflict Resolution: Psychological, Social and Cultural Influences", Vayrynen, R. (ed.). New Directions in Conflict Theory: Conflict Resolution and Conflict Transformation. Newbury Park: Sage Publications.
34 Fisher, R. (1997): Interactive Conflict Resolution, Nueva York, Syracuse University Press.
35 ^^
Ungerleider, J. (2012): "Structured youth dialogue to empower peacebuilding and leadership", Conflict (J^
Resolution Quaterly, 29(4), pp. 381-402. £
36 Jit, R., Shekhar, C. y Kawatra M. (2016): "Servant leadership and conflict resolution: a qualitative study", 'w International Journal of Conflict Management, 27(4), pp.591-612.
Madurez y negociación bajo el proceso de paz del Caguán
La madurez, tal y como ha sido expuesta en las páginas anteriores, se entiende que llega al conflicto en particular con las FARC-EP, a partir de 2012, y por tanto no acontece como tal bajo el proceso del Caguán iniciado por el presidente Andrés Pastrana en 1999, siendo ambos abordados a continuación.
Lo anterior llevaría a afirmar que en la historia particular del conflicto armado entre las FARC-EP y del Estado colombiano, la madurez nunca apareció como situación desde la que abordar, efectivamente, un diálogo y mucho menos un proceso real de negociación.
Primero, porque durante la década de los sesenta y la década de los setenta, el conflicto armado se halla inmerso en una fase incipiente, en la que además de las FARC-EP, surgen otros grupos guerrilleros como el ELN (1965), el Ejército Popular de Liberación - EPL (1967) y a la que, con posterioridad, se suman el Movimiento 19 de Abril - M-19 (1974) o la guerrilla indigenista Quintín Lame (1984), entre otros grupos. De acuerdo con Aguilera (2010), el conflicto se desarrolló en lo que se denominó como "fase vegetativa", es decir, en la que reductos de apenas unas centenas de combatientes fueron buscando, sobre todo, la construcción de bases de apoyo y comunidades de legitimación con vistas a consolidar áreas territoriales de influencia alejadas de los centros de poder estatales. De esta forma, las guerrillas, inspiradas en la retórica revolucionaria inscrita en un contexto de la Guerra Fría en el que éxito de la Revolución Cubana (1959) quedaba muy cerca en el tiempo, consolidan una posición embrionaria en enclaves periféricos de la geografía colombiana. Enclaves que distaban mucho de la agenda desarrollista de los gobiernos del Frente Nacional, y que apenas fueron problematizados como una amenaza urgente para los intereses del Estado hasta finales de los setenta.
Tampoco la década de los ochenta permitió generar condiciones de madurez para una solución negociada con las FARC-EP. En primer lugar, porque su pie de fuerza, en el marco de la VII Conferencia Guerrillera, comienza a desplegarse significativamente, tanto en términos de influencia territorial como de reclutamiento. Es más, en la primera mitad de los ochenta se comienza a crear nuevos frentes y se supera el millar de combatientes en el caso de las FARC-EP. Un proceso extensible también al ELN y al EPL, a lo que queda añadir la aparición y consolidación de terceros actores protagónicos que influirán definitivamente en la intensificación de la violencia y la imposibilidad de crear condiciones para la negociación, tal y como sucede con el paramilitarismo y los cárteles de la droga. Y es que, especialmente el paramilitarismo, será quien intensifique sus combates contra las FARC-EP en escenarios como la región del Magdalena Medio además de ser responsable de los más de 3.000 militantes e integrantes asesinados, pertenecientes a la Unión Patriótica, que era el partido con el cual, en algún momento, las FARC-EP aspiraron a hacer parte de la vida democrática de Colombia37.
37 Esto sucederá bajo la presidencia de Belisario Betancur, quien en 1984 llega a un incipiente proceso de ^—| negociación con las FARC-EP, y que permitiría identificar de algún modo una relativa madurez subjetiva -
basada en el reconocimiento de la reivindicación política de la guerrilla- en cualquier caso, desdibujada por la £
propia intensidad de la violencia producida por el conflicto. Véase Pécaut, D. (2006): Crónica de cuatro 'w décadas de política colombiana, Bogotá, Norma.
Finalmente, los años noventa son los años en los que se incrementa con mayor virulencia la violencia derivada del conflicto interno por varias cuestiones. En primer lugar, en buena parte, también, acompañado por el fin de la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética, algunos grupos guerrilleros, como parte del EPL, la guerrilla indigenista Quintín Lame o el M-19, aceptan un proceso de diálogo y negociaciones que desemboca en la entrega de armas y en un nuevo orden constitucional (1991) que, sin embargo, es rechazado firmemente por las FARC-EP y el ELN38. Es más, la presidencia al frente de esta situación, encabezada por César Gaviria, va a considerar infructuoso cualquier esfuerzo negociador -tras las fallidas experiencias de Caracas y Tlaxcala con ambas guerrillas-, y va a mantener una posición firme de mayor beligerancia contra las mismas. De igual manera, la consolidación de la posición más militarista en el seno de la comandancia de las FARC-EP - favorecida por la muerte del ideólogo de esta guerrilla, Jacobo Arenas, en 1990, y el ascenso de quien será su gran referente militar, "Mono Jojoy", se integra con la posición de mayor cercanía de algunos frentes y bloques de las FARC-EP con el negocio cocalero. Un negocio que comienza a ir más allá del mero "gramaje", y que empieza a integ rar, en algunos casos, procesamiento y distribución. Finalmente, no se puede dejar de lado la eclosión de un fenómeno paramilitar que, en parte, heredero de los cárteles, pasa a convertirse en el actor hegemónico de la violencia en buena parte del norte del país.
Por si fuera poco, la presidencia que sucede a Gaviria, que es la de Ernesto Samper (1994-1998), va a verse fuertemente debilitada por filtración de capitales en su campaña electoral provenientes del Cártel de Cali, lo cual sumirá en una continua crisis de legitimidad a la institución gubernamental. Y es que, para ese entonces, la degradación del conflicto armado había alcanzado dosis incomparables con cualquier momento anterior, pues las FARC-EP, que para 1996 superan los 10.000 efectivos, se encontraban en un momento de tránsito de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos, y que denominada como Nueva Forma de Operar, dejó consigo humillantes derrotas en la Fuerza Pública colombiana39.
38 En el caso de las FARC-EP, el debilitamiento de Cuba en el escenario internacional y el fin de la Guerra Fría van a afectar mucho menos en su corpus ideológico que en el ELN. Es decir, mientras que el ELN experimenta varias secesiones, fruto de la pérdida de rumbo ideológico que supone la caída de la Unión Soviética, en las FARC-EP se aprecia, todo lo contrario, un nuevo rumbo. Quizá, marcado por el hecho de tratarse una guerrilla con menor "impronta ideológica", Así, es que se asumen principios tales como la noción de ampliar la democracia participativa, criticar la corrupción de las fuerzas del gobierno, reivindicar una mayor descentralización territorial y una crítica a las consecuencias del neoliberalismo, la globalización y el clientelismo.
39 Así, por ejemplo, en abril de 1996, se atacó la base militar de Puerres, en Nariño, asesinando a 38 soldados. En agosto de 1996 en Las Delicias, Putumayo, las FARC asesinaron a 54 soldados y secuestraron a otros 60. Un mes después, en La Carpa, en Guaviare, murieron otros 30 soldados. En diciembre de 1997 se atacó la base de Patascoy, en Nariño, donde murieron 10 soldados y fueron secuestrado otros 18. Ya en 1998, en El Billar, en Caquetá, las FARC volvieron a hostigar a la Fuerza Pública, en esta ocasión, a una brigada móvil del Ejército, la cual sufrió la muerte de 64 soldados y el secuestro de otros 43. Finalmente, en el ataque sobre Miraflores, en Guaviare, murieron 14 soldados y 3 civiles, siendo secuestrados hasta 135 militares y, en La
Uribe, en Meta, fueron muertos 33 soldados y otros 8 fueron secuestrados. Véase: Echandía. C. (2000): "El £
conflicto armado colombiano en los años noventa. Cambios en las estrategias y efectos económicos", 'w
Colombia Internacional, 50, pp. 117- 134
Solo en 1998, el último año de presidencia de Ernesto Samper, las FARC-EP fueron capaces de poner en marcha 356 acciones guerrilleras en 185 municipios - de los algo más de 1.110 municipios del país - a las que se sumaban otras 229 de parte del ELN en 94 municipios, y dentro de un contexto en el que la Fuerza Pública apenas era capaz de desplegar 294 operativos militares sobre un total de 171 municipios40. Por otro lado, la superficie cultivada de coca se aproximaba a las 150.000Ha, y la violencia se redefinía, aún más, al incorporarse con fuerza en el conflicto los grupos herederos de los cárteles de Cali y Medellín y, sobre todo, los grupos paramilitares, que desde septiembre de 1997 se encontraban articulados en torno a las Autodefensas Unidas de Colombia- AUC. Así con todo, la tasa de violencia para 1998 era de 58.92 muertes violentas cada 100.000 habitantes y únicamente entre 1994 y 1998 se habían contabilizado hasta 518.000 casos de desplazamiento forzado41.
Es bajo estas circunstancias que se puede decir que el conflicto armado colombiano, por la acumulación de condiciones y circunstancias irresolutas que se remontan, incluso, a mediados de los ochenta, llega a un punto de escalada en el que se empieza a especular con una eventual derrota gubernamental, lo cual motiva que la carrera electoral de 1998 transcurra en torno a la necesidad de articular escenarios de diálogo con los diferentes grupos armados y, muy en particular y de manera prioritaria, con las FARC-EP. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera pensarse por tratarse de un diálogo de paz, en aquel momento, la madurez del conflicto interno con las FARC-EP, y con base en lo planteado, quedaba lejos de materializarse. En primer lugar, hay que señalar que hablar de madurez, per se, era inviable en la medida en que había eclosionado con fuerza el fenómeno paramilitar, coadyuvado por ciertos sectores de la Fuerza Pública, toda vez que la referida muerte en 1990 del gran ideólogo de las FARC-EP, Jacobo Arenas, había permitido una consolidación de la línea más beligerante en el seno de la guerrilla. De esta manera, hacia dentro del grupo guerrillero, pero también en el marco del proceso de paz, habían ganado peso específico nombres como "Manuel Marulanda", "Mono Jojoy", "Raúl Reyes" o "Romaña", lo cual iba a afectar poderosamente a dificultar cualquier buen término en las negociaciones entre Gobierno colombiano y guerrilla.
Basta con observar las dinámicas del conflicto armado durante los 1.139 días en los que transcurrió el diálogo del Caguán para observar cómo los condicionantes objetivos del conflicto con las FARC-EP estaban lejos de cualquier "estancamiento doloroso". En el tiempo en el que transcurre el diálogo de paz, la presencia efectiva de la guerrilla, por primera vez, supera los 200 municipios42 y se desdoblan los frentes de guerra para llegar a casi 80, lo cual implica un incremento del número de efectivos de 14.000 a 18.00043. En estos tres años se van a contabilizar 1.254 acciones armadas y los ingresos de las FARC-EP superan los 1.300 millones de dólares anuales44 con una presencia sobre enclaves con
40 Observatorio de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (ODHDIH). (sf Síntesis de la violencia y la confrontación armada en Colombia, 1998-2012 y 2015. Bogotá: Presidencia de la República.
41 Ibídem. pn
42
Tendencia creciente desde enero 1999 hasta enero de 2002. En 1999 se registra actividad guerrillera en 194 municipios; 227 municipios para el año 2000 y 205 para el año 2001 (ODHDIH, s.f.). ^
43 Ríos, J. (2017): Breve historia del conflicto armado en Colombia, Madrid, La Catarata. va
44 Aguilera, M. (2010): Las FARC: la guerrilla campesina 1949-2010, Bogotá, Arfo. ^
cultivos cocaleros en más de 60 municipios, donde aparte se concentran hasta 194 acciones armadas. Incluso, entre 2002 y también 2003 es cuando las FARC-EP llegan a su techo histórico de control efectivo del territorio, afectando hasta 346 municipios y con un volumen de acciones que supera ampliamente el millar de operativos, lo que termina por condensar, casi la mitad de este activismo, en escenarios cocaleros donde la consecución de beneficios para proseguir en la lucha armada deviene de importancia prioritaria para los intereses de la guerrilla FARC-EP45.
La misma tesitura de no maduración del conflicto podría entenderse en el lado del Gobierno, incluso, a pesar de ser el principal motivador a iniciar los diálogos de paz. Ello, porque si se observan algunas tendencias en la dimensión de la seguridad del Estado es posible dar cuenta, por ejemplo, cómo a la vez que transcurren las negociaciones de paz, entre los años 1999 y 2002, se incrementa el gasto militar, pasando de un 2.9% a un 3.5%46. Igualmente, se inicia un proceso de profunda modernización de la Fuerza Pública, la cual mejora sustancialmente en términos de equipamiento, logística e interoperabilidad. Es más, a todo se suma la relevancia del Plan Colombia, fruto de las excelentes relaciones entre Washington y Bogotá en aquel momento, y que van a dejar, solo entre 1999 y 2002, más de 2.000 millones de dólares en cooperación, en su mayoría destinados a la cooperación militar y, por extensión, la adquisición de helicópteros y material de combate aéreo y lucha antinarcóticos. De acuerdo con Rangel47:
"si analizamos el salto tecnológico que las Fuerzas Militares dieron al adquirir una considerable capacidad aérea, de telecomunicaciones, de inteligencia técnica y de mejoras en el equipamiento militar, vemos que la principal condición de una transformación militar - el cambio tecnológico, sin duda se ha dado en Colombia en los últimos años, para continuar más adelante afirmando que las mejoras en comunicaciones, inteligencia técnica, y en capacidad de desarrollar operaciones nocturnas también han contribuido decisivamente a incrementar las capacidades de las Fuerzas Militares y contener la avanzada de los grupos armados ilegales".
Expresado de otro modo, si los operativos militares contra las FARC-EP, en 1998 apenas eran 201; en 1999 aumentan a 244. Tanto en 2000 como en 2001, se llega al registro histórico de 352 y 660 operativos respectivamente y, ya en 2002, los operativos militares contra la guerrilla llegan a duplicarse, al contabilizarse hasta 1.162 acciones armadas de la Fuerza Pública contra las FARC-EP48. Es decir, cabría entender que el conflicto armado con las FARC-EP, incluso a pesar de un proceso de diálogo en curso, se encontraba lejos de cualquier atisbo madurez, más bien éste se instrumentalizó éste a efectos de reoxigenar la dimensión armada del mismo y, mutuamente, apostar la victoria militar. Quizá, elementos tales como una agenda inabarcable de 12 temas y 48 subtemas, un equipo negociador, sobre todo, formado por la parte más beligerante de las FARC-EP, conformado mayoritariamente
45 ODHDIH, op. cit, s.p. ^
46 Ríos, op. cit, p. 124 {Q
47 Rangel, A. (2003): Fuerzas Militares para la guerra. La agenda pendiente de la reforma militar, Bogotá, Fundación Seguridad y Democracia, p. 58. 'w
48 ODHDIH, op. cit., s.p. ^
por los Bloques Sur y Oriental, aparte de un relegamiento a un muy segundo plano de la comunidad internacional y de la sociedad civil, además de una ausencia de comunicaciones conjuntas desde las que conferir seriedad y confianza al proceso de paz, eran la muestra de que el proceso, pese a todo, se encontraba abocado a un fracaso. Un resultado casi inevitable a tenor de la falta de una verdadera voluntad de las partes por que el Acuerdo de Paz llegase a una superación real y efectiva de la violencia.
Además, a esta falta de madurez objetiva se sumaría una falta de madurez subjetiva que resulta igualmente evidente si se tienen en cuenta los testimonios de algunos de los representantes de Gobierno colombiano y FARC-EP en aquel momento:
"Respecto del Caguán, yo le digo que nadie quería negociar. Pastrana se puso nervioso cuando perdió con Serpa en la primera vuelta, y de ahí los contactos, la foto con Victor G. Ricardo y todo lo que ya casi ha sido algo novelesco. Pero Pastrana quería la presidencia. Y a la vez, las FARC querían crecer y tomar el poder por una vía que les resultaba posible. De ahí nunca se pasó de la primera de las tres fases que amerita un conflicto como el colombiano: La palabra es apoyo para el fusil. El fusil es apoyo para la palabra. El fusil es un obstáculo para la palabra. En el Caguán nunca se pasó del primer nivel" (Henry Medina, Mayor General (r) y Exviceministro de Defensa. Entrevista personal, 2015). "El proceso del Caguán por diversas consideraciones se interpreta como un fracaso. Más bien, es todo lo contrario, en la medida en que marca un punto de inflexión en el devenir del conflicto armado. Quizá, el punto de inflexión más importante. Mientras se está en el Caguán se está fortaleciendo la Fuerza Pública y se está negociando el Plan Colombia. ¿El resultado de todo ello? Las FARC nunca más van a vencer militarmente al Estado y ahí inicia su proceso de paulatino debilitamiento". (Germán Bula, Exministro de Educación. Entrevista personal, 2015).
"Aun con todo en el Caguán las fuerzas son parejas. Ninguno de los dos bandos tenía intención de paz. Ambos utilizan la zona de despeje para conocerse mejor, organizarse y preparar la guerra. Ambas fuerzas crecen paralelamente pero no crecieron por igual. La intención era militar, pero se trataba de presentarse ante la sociedad como político-militares. Sin embargo, las FARC tiene un lema: Somos FARC, Ejército del Pueblo, Nuestra meta es la toma del poder, para el pueblo. Esa consigna siempre estará presente en las FARC hasta que caiga el último guerrillero. Se trata de combinar todas las formas de lucha y eso es consustancial a nuestro espíritu. Esto operó en el Caguán". ("Samir", Exsegundo Comandante del Frente 5 de las FARC. Entrevista personal, 2015).
"Hacia 1998 en las FARC seguíamos pensando en tomar el poder. Yo vi dos
ocasiones en la que eso pudo haber pasado. La primera, durante el auge de la UP y
la segunda, entre 1996 y 1998 cuando tras las victorias militares, somos
conscientes de que podemos vencer la guerra. También el Secretariado era
consciente de ello. De hecho, cuando nos sentamos con Pastrana estábamos cerca
del golpe final. Todo aquello fracasa, pero los guerrilleros lo entendieron mal.
Empezaron muchos a darse al crimen y al narcotráfico sin ser conscientes de que
podíamos en ese momento ganar la guerra. Se relajaron. De hecho, les decíamos UD
que no se trataba de negociar nada. Era un dialogo". ("Karina", Excomandante del .e
Frente 42 de las FARC. Entrevista personal, 2015).
Madurez y negociación bajo el proceso de paz de La Habana
Como sería de esperar, el final de diálogo del Caguán tuvo lugar en febrero de 2002, momento a partir del cual el conflicto interno se incrementa fruto de que las FARC-EP y el Gobierno colombiano fortalecen y mejoran sustancialmente su dimensión militar. Este fin frustrado del proceso de paz socava la imagen del presidente colombiano Andrés Pastrana pero también de las FARC-EP, que pierden buena parte su credibilidad ante la opinión pública colombiana. De esta manera, es que en este contexto llega a la presidencia colombiana, en agosto de 2002, un outsider de la tradicional política bipartidista como es Alvaro Uribe, quien se presenta bajo un discurso de mano dura contra las guerrillas y con la aspiración de poner fin al conflicto armado por la estricta vía armada. Outsider, en la medida en que es la primera vez en la experiencia democrática colombiana que llega a la presidencia un candidato que no proviene directamente ni del Partido Liberal ni del Partido Conservador.
La reacción de las FARC-EP al respecto es de un incremento del activismo armado con el que proyectan su presencia sobre los escenarios decisorios del país y se aspira a materializar la vieja idea de tomar el poder político por las armas, lo que haría valer el concepto inicialmente planteado de "atrapamiento". No obstante, la guerrilla tendrá ante sí al Gobierno que más va a invertir económicamente en seguridad y defensa, lo cual conduce, irremediablemente, a que entre 2003 y 2005 se den los mayores niveles de violencia de la historia el conflicto armado colombiano. Es en estos tres años las FARC-EP llegan al máximo sus acciones de combate, 2.903 acciones de las cuales, solo en 2003 se recogen hasta 1.278. Igualmente, su presencia territorial supera los 300 municipios49. Sin embargo, el declive de la intensidad guerrillera deviene inevitable como resultado del crecimiento exponencial de la voluntad y capacidad de disputa por parte del Estado, lo cual se evidencia, sobre todo, a partir del año 2007. Bastaría con observar cómo las acciones de las FARC-EP habían decaído dos terceras partes en apenas cuatro años, contabilizándose apenas 414 acciones en un total de 152 municipios50
Esto, en buena medida, se debe al cambio de correlación de fuerzas en favor del Estado. Solo entre 2002 y 2010 se destinó más de un 4% del PIB a seguridad y defensa, lo cual, unido a los recursos provenientes del Plan Colombia, representó más de 12.000 millones de dólares51. Es más, la Fuerza Pública mejoró y modernizó su estructura, organización y coordinación e incrementó notablemente su capacidad de combate. La Policía Nacional colombiana, pasó de los 110.000 miembros a los 160.000, y las Fuerzas Militares de 203.000 a 270.000 efectivos52. Igualmente, se crearon 429 nuevas estructuras operativas en las Fuerzas Militares, junto a 180 estaciones de Policía y 152 subestaciones de Policía que, unido a la adquisición de decenas de helicópteros y aeronaves, permitieron poner en marcha el mayor número de operativos militares contra las FARC-EP de la
49 Ibídem. (^Q
50 Ibídem. {Q
51 Otero, D. (2010): El papel de los Estados Unidos en el conflicto armado colombiano, Bogotá, Aurora. [5
52 Ministerio de Defensa (2010): Logros de la Política de Consolidación de la Seguridad Democrática, Bogotá, Mindefensa, p. 68.
historia de Colombia 53. Únicamente, entre 2003 y 2005, se dieron 4.450 combates contra la guerrilla54 por 2.903 acciones de parte de las FARC55.
Tabla 1: Evolución del total del presupuesto para seguridad y defensa en términos de porcentaje sobre el PIB, 1991 -2012
Resultado de lo anterior, y bajo un conjunto de excesos militares que tiñen y cuestionan el respeto de la Política de Seguridad Democrática por el Estado de Derecho56, es que, aun con todo, el conflicto colombiano transforma muy sustancialmente las condiciones objetivas de la confrontación armada. Además de las cifras señaladas, se estima que las FARC-EP, según estudios como el de la Fundación Seguridad y Democracia57, llegaron a perder un 83% de capacidad de combate, cuestión aparte de los golpes estratégicos que, entre otros, había supuesto la baja de algunos de los comandantes más significativos de la guerrilla, como "Raúl Reyes", "Mono Jojoy", "Alfonso Cano" o "Iván Ríos" y la reducción significativa del número de efectivos, que si en 2003 se aproximaba a 18.000, en 2010 tímidamente superaba los 8.00058. Asimismo, si entre 2006 y 2010 se contabilizaron 3.027 acciones de las FARC, el número de combates por iniciativa
53 Rangel, A. y Medellín, P. (2010): La Política de Seguridad Democrática, Bogotá, Norma.
54 Entre 1998 y 2002 son 2.625 los combates por iniciativa de la Fuerza Pública.
55 ODHDIH, op. cit., s.p.
56 Excesos tales como la connivencia del paramilitarismo con la política de orden local y departamental, conocida como "parapolítica"; la realización de miles de muertes sumarias por parte de la Fuerza Pública sobre civiles inocentes que son presentados ante la imagen pública como combatientes de las FARC-EP
(falsos positivos); o la utilización del sistema de inteligencia colombiano para espiar y presionar a opositores f-^
y críticos del Gobierno de Álvaro Uribe (chuzadas). ^
7 Fundación Paz y Seguridad (2008): "El debilitamiento de los grupos irregulares en Colombia, 2002 -2008", £
Revista Coyuntura de Seguridad, 23, pp. 5-11. 'm
co sfü
58 Ríos, op. cit, p. 153 o-
de la Fuerza Pública colombiana ascendió a 8.80059, lo cual, en suma, viene a poner de manifiesto cómo la Política de Seguridad Democrática cambió la tendencia que hasta entonces había llevado consigo el conflicto armado colombiano. Es decir, el resultado era, como se apuntaba anteriormente, un cambio de la correlación de fuerzas en favor del Estado.
Tabla 2: Evolución de las acciones guerrilleras de las FARC-EP y del Estado colombiano, 1998-2012
FARC-EP ^=FF.MM
2500 2000 1500 1000
500 0
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Fuente: ODHDIH (s.f.).
Es por todo lo apuntado que cabría entender que con Alvaro Uribe y su política de seguridad el conflicto colombiano se encontró más cerca que nunca de desactivarse, aunque una aseveración de esas características admite muchas reservas. Ello, porque el activismo guerrillero de las FARC-EP, a pesar de su repliegue, se encontraba lejos de desactivarse por la estricta vía militar. Como plantea Ríos60, y más allá del referido debilitamiento, más bien, lo que se aprecia es un doble proceso de narcotización y periferialización61, sobre todo, intensificado entre 2009 y 2012, que lo hace es agudizar territorialmente el conflicto donde, sensu contrario a lo experimentado por el Estado en años anteriores, no se consiguen grandes golpes estratégicos o victorias militares en favor de la Fuerza Pública. Esto se fundamenta en la medida en que desde 2009 no solo no se aprecia la misma tendencia decreciente en el activismo armado de las FARC que acontece desde 2003, sino que, todo lo contrario, se experimenta un repunte muy sustancial tanto del número de
59 ODHDIH, op. cit., s.p.
60 Ríos, J. (2016): "La periferialización del conflicto armado colombiano, 2002-2014". Geopolítica(s). Revista sobre estudios de espacio y poder, 7(2), pp. 251-275.
61 Por periferialización se entiende el proceso de (re)territorialización de la violencia en enclaves alejados de
los centros de poder estatal. Esto, no es solo en términos geográficos o fronterizos. Lo es también social y QO
económicamente, en la medida en que los mayores niveles de activismo guerrillero de las FARC-EP coinciden con los mayores rezagos en cuanto a desarrollo y prosperidad económica y social. Estos enclaves £
coinciden, no por casualidad, con departamentos de marcada impronta fronteriza y cocalera. (Ríos, 2016: 'w
252). ^
acciones de la guerrilla como de su presencia territorial, especialmente, en municipios
cocaleros y de frontera62.
Tabla 3: Evolución del número de combatientes de las FARC-EP, 1998-2012
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Fuente: Ministerio de Defensa — DNP (s.f.)
Tabla 4: Evolución del número de miembros de las Fuerzas Militares
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Fuente: Ministerio de Defensa (2007; 2013)
Si en 2008 se contaban 381 acciones armadas en 131 municipios, en 2012, la cifra ascendía a 824 acciones en 190 municipios. En ambos casos, la concentración de estas acciones se corresponderá, en más de un 60%, en enclaves cocaleros, sobre todo, del
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nororiente y del suroccidente del país. De igual manera, es estos dos enclaves del país, profundamente selváticos y montañosos, y con una condición adicional fronteriza, con Ecuador al sur, y con Venezuela, al norte, donde se concentraron 190 de las 381 acciones armadas de 2008, y 479 de las 824 acciones en 201263.
Así, se podría decir que, tras años de Política de Seguridad Democrática, se llega a un momento de debilitamiento evidente de las FARC pero que, desde 2012, se torna más bien en una suerte de focalización territorial, fruto de la doble ventaja que ofrece el proceso de periferialización y narcotización. Una suma de dos factores indisociables para entender la capacidad de resistencia de la guerrilla aun cuando, entre 2008 y 2012, el despliegue de operativos, estrictamente, volcados contra las FARC asciende a 6.11864
Es decir, desde es el año 2010 el conflicto colombiano se aproxima a un verdadero punto de "estancamiento doloroso" que al inicio se planteaba, y que conduce a una historia de no retorno en la lógica de continuar con el conflicto armado. Muy a pesar de todos los esfuerzos de la Política de Seguridad Democrática y el Plan Colombia, y del debilitamiento de las FARC-EP, se llega a un momento de madurez sobre las condiciones objetivas del conflicto en el que solo es posible su desactivación atendiendo a una solución negociada.
De un lado, las FARC-EP, a pesar de la periferialización referida, bajo una evidente correlación desfavorable de fuerzas, encuentran imposible cualquier atisbo de poder político por las armas. De otro, tras la ingente inversión de recursos por parte del Estado, en busca de una victoria militar sobre la guerrilla quedaba lejos de materializarse. Más, cuando a la falta de grandes éxitos militares en los últimos años, se añade el hecho de que la violencia guerrillera terminó por exigir de operativos en enclaves más hostiles, selváticos, fronterizos, con un fuerte componente de minas antipersonas, y donde, por las condiciones geográficas, la Fuerza Aérea no funge como el factor determinante que en otros escenarios llegó a suponer. Así, los operativos militares se vieron obligados a tener que desarrollarse en contextos más difíciles, donde el conocimiento militar es mucho menor y donde las incertidumbres de éxito se reducen muy sustancialmente con respecto a lo acontecido en los años anteriores.
Quizá, prueba de lo anterior sea que, con el ascenso a la presidencia de Juan Manuel Santos, exministro de Defensa de Álvaro Uribe, se toman diferentes decisiones que muestran la voluntad política negociadora del nuevo Ejecutivo y su distanciamiento con respecto a preservar la línea de mano dura de Álvaro Uribe. Primero, se normalizan relaciones políticas y diplomáticas con Venezuela y Ecuador el mismo día siguiente de su toma de investidura como presidente, el 7 de agosto. En buena parte, por ser dos países imprescindibles en un posible escenario de diálogo para la superación del conflicto. Y segundo, se encarga a Sergio Jaramillo Caro, desde marzo de 2011, que inicie contactos informales con las FARC-EP, los cuales se harán públicos en agosto de 2012, dando paso formal a las negociaciones que transcurrirán en La Habana (Cuba) a partir de octubre de ese mismo año.
A partir de ese momento, y hasta noviembre de 2016, aun con las dificultades que son propias de un proceso de diálogo de paz de un conflicto tan longevo como el Q
__ra
63 ODHDIH, op. cit, s.p.
64 Ibídem. ^
colombiano, son muchos los factores que redundaban en que el conflicto con las FARC-EP había llegado a su madurez y, por ende, ahora sí, y a diferencia de lo sucedido en el Caguán, era momento de poder vislumbrar una posible superación pacífica que, en cualquier caso, exigía de avances e intercambios cooperativos Un perfecto medidor al respecto, por ejemplo, fue la reducción de las acciones guerrilleras de las FARC-EP, que si en 2012 un total de 824 acciones en 190 municipios, en 2015 el número caía hasta 94 acciones en 62 municipios, lo cual representa el volumen de activismo armado y presencia territorial más bajo de los últimos treinta años65.
De igual manera, y aunque hasta bien entrado 2016 no hubo un cese al fuego bilateral, ya en las postrimerías de la firma del Acuerdo, la tendencia, igualmente, de parte de la Fuerza Pública, como recogen con detalle los boletines mensuales de seguimiento al conflicto armado publicados por el Centro de Recursos para Análisis del Conflicto (CERAC), daban buena cuenta no sólo de como los operativos militares prácticamente fueron una excepción entre 2015 y 2016, sino que frente al promedio de 500 víctimas mortales producidas por el conflicto entre 2012 y 2013, la cifra decae a menos de diez entre 2015 y 2016.
Lo más importante, es que el proceso mostraba otros elementos que contribuían a coadyuvar el buen término del Acuerdo de Paz, lo cual recalca cómo la madurez del conflicto, traducida en "estancamiento doloroso", podía correr la suerte de asumir avances que harían irreversible la vuelta a la violencia armada, de acuerdo a como posteriormente sucedería. Por ejemplo, se negociaba sobre la base de una agenda definida y limitada a seis puntos claramente establecidos; con un equipo, en el caso de las FARC-EP, mucho más político y menos beligerante que en el Cagúan y que en el caso del Gobierno integraba un general del Ejército y otro de la Policía Nacional. Igualmente, desde el inicio quedaba patente la necesidad de establecer un mecanismo de acompañamiento internacional - con Cuba y Noruega en calidad de garantes, y Chile y Venezuela bajo el rol de acompañantes; a lo que se sumaba una mayor presencia en la negociación de parte de las víctimas o una estrategia de comunicados conjuntos - hasta 109- con los que garantizar que la información que salía de la de diálogo hacia la sociedad civil y los medios de comunicación fuese controlada, consensuada y discutida previamente. En definitiva, factores que nada tenían que ver con la realidad mostrada en la negociación del Caguán.
Por último, algunos testimonios de los actores protagonistas del proceso de negociación de La Habana, con algunos de sus testimonios recogidos en entrevista en profundidad, dan buena cuenta e ilustran el momento de madurez del conflicto colombiano y su superación, al enfatizar todos ellos en la necesidad de consolidar una paz estable y duradera para Colombia y, asimismo, en un conjunto de reformas estructurales que, del mismo modo, reconocerían, aunque sea indirectamente, la omisión del Estado en buena parte del conjunto del territorio colombiano más afectado por el conflicto:
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"Nosotros, hemos hablado de hacer un gran acuerdo nacional. Un pacto nacional de
un nunca más. Y donde cada quien reconozca esos errores que ha habido y se ^_|
comprometa. Nosotros publicamos siempre propuestas mínimas que llevamos a la f-^
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Ibídem.
mesa. Y se llamaban mínimas porque no eran propuestas orientadas a hacer la revolución en la mesa. Era lo que se necesitaba, al menos, para lo que se denomina Estado Social de Derecho funcione, así sea en los términos liberales. No estábamos hablando en esos acuerdos de la revolución socialista, bolchevique. Ni mucho menos. Y es que, para nosotros, la paz no consiste solamente en el silenciamiento de los fusiles. Eso, digamos, hace parte. Pero cuando hablamos de paz territorial vamos más allá. Es la solución de las necesidades básicas de las comunidades. Pero eso solo puede ser si hay transformaciones institucionales". ("Jesús Santrich, Miembro del Estado Mayor Conjunto de las FARC-EP y de la Delegación Negociadora de las FARC-EP. Entrevista personal, 2017).
"La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. Se tiene que tener un conocimiento de qué es lo que ocurrió en este conflicto o quiénes son los responsables. Vamos a dar el salto de organización armada a movimiento político legal. Las FARC se van a convertir en un partido político próximamente. Estamos pensando también en la bandera programática, en un programa, en los estatutos. Estamos perfeccionado la idea que hemos lanzado al país de intención de un gobierno transicional que coloque todo su acento en el tema que usted acaba de señalar de la implementación. Se puede llegar por esa vía de un acuerdo. De una gran alianza política del país, de los sectores interesados en consolidar las bases para la paz estable y duradera a través de la implementación. ("Iván Márquez, Miembro del Secretariado de las FARC-EP y Jefe de la Delegación Negociadora de las FARC-EP. Entrevista personal, 2017).
"No podemos repetir historias fallidas en esta materia y eso implica varias reflexiones. En primer lugar, hay una de carácter más general y es que el Estado colombiano debe cumplir lo que se pactó con las FARC. En segundo lugar, es cierto que hay un desafío para el Estado colombiano, incluso no solo militar, sino de presencia estatal en las zonas abandonadas por las FARC. Lo que se está viendo es que la movilización de las FARC a las zonas de normalización genera, en un momento, una tentación para que bandas criminales, sucesoras del paramilitarismo, hagan presencia alalí. Hay planes en ejecución, en este momento, por parte del Ministerio de Defensa (...) En tercer lugar, tiene y genera responsabilidades para los municipios y en particular, también, para pequeñas comunidades que fueron más golpeadas durante décadas por el conflicto armado". (Humberto de la Calle, Exvicepresidente de Colombia y Jefe de la Delegación Negociadora del Gobierno colombiano. Entrevista personal, 2017).
"La paz en Colombia responde a una justicia en un sentido concreto, de intervención en territorios muy golpeados. Mi posición es, por tanto, cambiar las condiciones de esos factores que alimentan la violencia. Entonces la posibilidad de que no pase nada es muy grande. Más allá de si uno sostiene que si los gobiernos quieren o no cumplir, sí hay un reto muy grande en esta apuesta, de cambio de comportamiento. La base es con participación. Lo que sí es cierto y que me preocupa a mí, es una amenaza, y viene del Estado, y es la incapacidad de estructurar esos procesos, que son muy pesados y ambiciosos. Hay que reconocerlo. No podemos decir mentiras" (Sergio Jaramillo, Alto Comisionado de Paz de Colombia y miembro de la Delegación Negociadora del Gobierno colombino. Entrevista personal, 2017). ^
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Conclusiones
Llegados a este punto pareciera que la superación de un conflicto de más de cincuenta años como es el que ha transcurrido entre el Estado de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP no se entiende si no es con base en el concepto de madurez.
En el Caguán ambas partes estaban lejos de cualquier voluntad negociadora, sobre todo, porque entendían que el conflicto permitía la victoria militar a partir de una instrumentalización del proceso negociador. Como se ha podido observar, sin madurez objetiva ni subjetiva resultaba difícil albergar una experiencia real de pacificación en Colombia. Sin embargo, en contraste, el proceso de La Habana ofrece una realidad bien distinta. Una realidad que no se entiende sin conectarse con la transformación de las condiciones estructurales de la violencia que supuso la Política de Seguridad Democrática bajo la presidencia de Álvaro Uribe y que, como se ha mostrado en estas páginas, si bien no supuso una victoria militar, sí dejó consigo un importante debilitamiento en la guerrilla de las FARC-EP que finalmente contribuyó a un cambio en la lógica de la violencia en Colombia.
Aun cuando la madurez del conflicto armado con las FARC-EP, de acuerdo a lo expuesto, pudiera decirse que llegó en el año 2010, resulta igualmente cierto que con un liderazgo de claro sesgo militarista como era el de Álvaro Uribe era imposible plantear un escenario de negociación erigido desde una eventual madurez subjetiva. De este modo, un revulsivo como fue la llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia de Colombia, unido a la mayor presencia en la dirección de las FARC-EP de la facción más política de la guerrilla, deviene como algo a tener muy en cuenta para integrar la madurez subjetiva y objetiva entre las partes involucradas en el conflicto armado colombiano. Es decir, la reducción muy sustancial de las acciones armadas, de lado y lado, sumado al cambio de narrativas entre los líderes del Gobierno y de las FARC-EP dan buena cuenta del escenario que podía suponer el proceso de diálogo de La Habana.
Quizá, ahora, en futuros trabajos, sea momento de mirar al conflicto armado aún vigente con el ELN e interpretar si éste se encuentra o no en su particular momento de madurez. Es decir, es momento de analizar con rigor no solo las cifras que representa la confrontación, sino igualmente las posibles ventanas de oportunidad que representa el abandono armado de las FARC-EP, la afectación de los liderazgos actuales al interior del ELN y la lectura que hacen de la coyuntura actual además de su particular relación con los territorios de violencia o el inminente escenario electoral que en este 2018 dejará un nuevo Presidente en Colombia. Todos estos son factores muy a tener en consideración y que ayudarán a valorar si el proceso de diálogo con el ELN ha de interpretarse verdaderamente en clave de madurez objetiva y subjetiva o si, por el contrario, es posible que se encuentre ante un repetido escenario frustrado como el que sucedió en el Caguán.
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