Научная статья на тему '“El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras”: los radicales chilenos y la posible injerencia peronista en la elección presidencial de 1952'

“El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras”: los radicales chilenos y la posible injerencia peronista en la elección presidencial de 1952 Текст научной статьи по специальности «История и археология»

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Injerencia / peronismo / ibañismo / Bloque Austral / Interference / peronism / ibañismo / Bloque Austral

Аннотация научной статьи по истории и археологии, автор научной работы — Dany Jerez Leiva

El presente artículo se propone analizar los discursos generados por sectores del Partido Radical de Chile, en el contexto de la elección presidencial de 1952, en torno a posibles injerencias peronistas en favor de Carlos Ibáñez del Campo. Según los radicales, hubo un proceso de articulación que estrechó lazos entre el líder justicialista y el caudillo chileno. De este modo, se aspira a analizar cómo los radicales relacionaron la emergencia del ibañismo con la política exterior peronista. Para ello, se estudian las denuncias por injerencia efectuadas en la prensa y en el Congreso Nacional.

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"The former general Ibáñez and his foreign concomitances": Chilean radicals and possible Peronist interference in the presidential elections of 1952

The purpose of this article is to analyze the discourses generated by sectors of the Radical Party of Chile, in the context of the 1952 presidential election, regarding possible Peronist interference in favor of Carlos Ibáñez del Campo. According to the Radicals, there was a process of articulation that strengthened ties between the Justicialist leader and the Chilean caudillo. In this way, the aim is to analyze how the radicals related the emergence of Ibañez del Campo with Peronist foreign policy. To this end, we study the complaints of interference made in the press and in the National Congress.

Текст научной работы на тему «“El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras”: los radicales chilenos y la posible injerencia peronista en la elección presidencial de 1952»

51, julio 2022: 1-23

"El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras": los radicales chilenos y la posible injerencia peronista en la elección presidencial de 1952

"The former general Ibáñez and his foreign concomitances": Chilean radicals and possible Peronist interference in the presidential elections of 1952

Dany Jerez Leiva*

Resumen: El presente artículo se propone analizar los discursos generados por sectores del Partido Radical de Chile, en el contexto de la elección presidencial de 1952, en torno a posibles injerencias peronistas en favor de Carlos Ibáñez del Campo. Según los radicales, hubo un proceso de articulación que estrechó lazos entre el líder justicialista y el caudillo chileno. De este modo, se aspira a analizar cómo los radicales relacionaron la emergencia del ibañismo con la política exterior peronista. Para ello, se estudian las denuncias por injerencia efectuadas en la prensa y en el Congreso Nacional.

Palabras clave: Injerencia, peronismo, ibañismo, Bloque Austral

Abstract: The purpose of this article is to analyze the discourses generated by sectors of the Radical Party of Chile, in the context of the 1952 presidential election, regarding possible Peronist interference in favor of Carlos Ibáñez del Campo. According to the Radicals, there was a process of articulation that strengthened ties between the Justicialist leader and the Chilean caudillo. In this way, the aim is to analyze how the radicals related the emergence of Ibañez del Campo with Peronist foreign policy. To this end, we study the complaints of interference made in the press and in the National Congress.

Keywords: Interference, peronism, ibañismo, Bloque Austral

Recibido: 19 marzo 2022 Aceptado: 4 junio 2022

Introducción

A lo largo de la historia, varias han sido las ocasiones en las que el debate político chileno ha versado sobre la posible acción de gobiernos o grupos extranjeros en el país. La situación vivida en octubre de 2019 puso de relieve, una vez más, la posibilidad de que hechos políticos nacionales estuvieran condicionados por injerencias foráneas1. A partir de esta problemática, en el presente artículo

Chileno, autor único, Licenciado en Historia de la Universidad Finis Terrae y estudiante del programa de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), favorecido con la Beca de Incentivo a la Publicación Estudiantes de Postgrado FAHU Usach 2021. Correo electrónico: danyjerezleiva@gmail.com

1 Esta afirmación fue hecha por Sebastián Piñera en los primeros días del Estallido Social. Meses más tarde, se sabría que dicha acusación se basó en informes de inteligencia militar. Al respecto, véase: "El 'Plan Zeta' de Piñera: el informe de la DINE sobre la amenaza extranjera que hizo que el Presidente hablara de guerra", El Mostrador, 20 de octubre de 2020, disponible en:

REVISTA IZQUIERDAS

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nos abocaremos a analizar el discurso del radicalismo chileno (también señalado como PR), en el contexto de la elección presidencial del año 19522, en el cual se hizo hincapié en la posibilidad de que el Justicialismo argentino, liderado por Juan Domingo Perón, estuviera interviniendo en favor de la candidatura presidencial de Carlos Ibáñez del Campo.

Analizar cómo las acusaciones de los radicales, respecto de la relación entre Ibáñez y Perón influyeron en la campaña electoral de 1952, permite ahondar en una situación que ha sido recurrente en la política chilena. En 1920, la llamada "guerra de don Ladislao" fue el primer momento donde se temió que la injerencia externa pudiese ser determinante en la política chilena, al trata de influir sobre el resultado de una elección, aunque fue una maniobra del gobierno chileno, para evitar el triunfo de Arturo Alessandri la elección presidencial de 19203. En ese sentido, los trabajos historiográficos se han centrado en las acciones ejercidas por Estados Unidos, en el contexto de la Guerra Fría y con posterioridad a la Revolución Cubana, para evitar el ascenso de un gobierno marxista4 y, cuando no lo logró impedir, generar las condiciones para que las Fuerzas Armadas dieran un golpe de Estado, en 1973.

Para nuestro caso específico, analizaremos los discursos e interpretaciones surgidas desde el Radicalismo acerca de la posible injerencia peronista en la campaña presidencial de 1952. En esa línea, entenderemos como injerencia a todo acto que se le da una connotación negativa, en el cual un Estado intenta alterar, en función de sus intereses u objetivos geopolíticos, las decisiones o procesos de otro Estado5. Para el caso del peronismo y Chile, algunos autores han analizado la política exterior del peronismo y sus intenciones de conformar un Bloque Austral, como es el caso de Leonor Machinandiarena plantea que uno de los objetivos de la política exterior del gobierno de Juan Domingo Perón fue la integración política y económica de la Argentina en la región6, en línea con su proyecto hegemonista. Para ello, y como una paradoja, buscó aproximarse a los Estados Unidos para contar con acuerdos comerciales que beneficiaran a su país y le dieran la fuerza productiva como para conseguir una mayor cuota de influencia en Sudamérica. Para el caso chileno, Joaquín Fermandois afirma que Juan Perón se planteó como un objetivo controlar las relaciones entre Chile y la Argentina, sosteniendo que estas debían iniciar un sostenido acercamiento, tanto a nivel económico, como geopolítico7.

https: / / www.elmostrador.cl/destacado/2020/10/20/el-plan-zeta-de-pinera-el-informe-de-la-dine-sobre-la-amenaza-extranjera- que-hiz o-que-el-presidente-hablara- de- guerra /

2 Pese a que nuestro trabajo se centrará en el Partido Radical y su visión respecto de la posible injerencia peronista, es importante dejar de manifiesto que estas acusaciones no solo provenían desde el Radicalismo, sino también desde otros sectores políticos, como veremos más adelante.

3 La "guerra de don Ladislao" fue un episodio ocurrido a meses de la elección presidencial de 1920, cuando el ministro de Guerra, Ladislao Errázuriz, movilizó a un importante contingente militar a la zona norte, ante la inminencia de una presunta invasión peruana. El movimiento estudiantil, agrupado en la Federación de Estudiantes de Chile (Fech) se opuso la medida, sufriendo un constante hostigamiento, que tuvo como consecuencia el ataque a la sede de la organización. Al respecto, véase: Geraldine Martínez Mella, "Asalto, saqueo y destrucción del Club de Estudiantes de la Fech: el movimiento estudiantil del año 20 y la guerra de don Ladislao", tesis de Licenciatura (Historia), Universidad Andrés Bello, 2008.

4 En lo que se refiere a la intervención estadounidense en Chile, entre 1964 y 1973, véase: Marcelo Casals, "La intervención norteamericana en Chile" en La creación de la amenaza roja. Del surgimiento del anticomunismo en Chile a la 'campaña del terror' de 1964 (Santiago: LOM Ediciones, 2016), 493-522

Antonia Fonck, Miradas desclasificadas. El Chile de Salvador Allende en los documentos estadounidenses (1969-1973) (Santiago: LOM Ediciones, 2020).

5 Al respecto, véase: Kristine Berzina y Etienne Soula, "Conceptualizing Foreign Interference in Europe", Alliance for securing democracy (2020): 11.

6 Leonor Machinandiarena, Las relaciones con Chile durante el Peronismo. 1946-1955 (Buenos Aires, Lumiere, 2005), 28.

7 Joaquín Fermandois, "Entusiasmo y desconfianza. Populismo y relaciones internacionales en el caso Perón-Ibáñez, 19531955", Ayer, n°98 (2015): 193-194.

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A efectos del presente ejercicio analítico, es necesario también aproximarse a una definición de populismo, a fin de explicitar sus diferencias con la democracia liberal y el rol del fascismo en esta corriente política. En primer lugar, según Loris Zanatta, el populismo es "por naturaleza antiliberal; reivindica la representación de las mayorías decepcionadas por la democracia liberal"8. Junto con ello, los populismos gozan de una "pulsión regeneradora" frente a una sociedad "enferma" por la división social que se expresaba en elementos como la intelectualidad o la religión y que hicieron que varios espacios de la sociedad fueran vistos como escollos para esa reconstitución9. De forma coherente con ello, los populismos van a dar un fuerte énfasis a la idea de Nación, como elemento unificador de la sociedad. Zanatta, al mismo tiempo, sostiene que el populismo, al igual que el fascismo, buscaba "regenerar la comunidad del pueblo, que solían invocar como un sostén de sus acciones", dando una fuerte lucha contra el marxismo10.

El peronismo, en tanto corriente populista, fue la expresión de la integración política y satisfacción de demandas sociales en medio de un clima histórico en el cual "la apremiante demanda de ampliar la arena pública, de extender la ciudadanía política social y moral"11 terminó por desbordar los cauces institucionales elitistas que persistieron, pese al involucramiento de los militares en la política argentina, a partir de 1930. Su accionar se centró en una crítica a las corrientes marxistas, pero también a la democracia liberal, la cual consideraba que era incapaz de acoger las demandas sociales que estaban apareciendo, en un contexto de migración interna y de incipiente industrialización.

En tal sentido, Humberto Cucchetti sostiene que Perón forjó un modelo de democracia plebiscitaria, en la cual se pudo desenvolver una oposición. Sin embargo, esta tuvo fuertes limitaciones en el ejercicio de su rol, dado el persistente hostigamiento del régimen. Por otra parte, el peronismo "intentó cooptar importantes espacios de la sociedad civil y deslegitimar los alcances de una opinión pública crítica". Así, Perón operaba sobre la base de una legitimidad carismática en la cual apoyaba su discurso, el cual era ratificado en los procesos electorales12. Lo anterior, era la consolidación institucional de una permanente movilización social, en la cual el peronismo apostó por demostrar su capacidad de congregar a grandes grupos de personas, organizadas en torno a un aparato político y oficial en el cual había claras evidencias de clientelismo. Al mismo tiempo, la explotación de la movilización social, por sobre los mecanismos institucionales da cuenta de una modificación en la forma de desarrollar el actuar político.

Acerca del proyecto geopolítico peronista, podemos señalar que este se basó en lo que se denominó la "Tercera Vía"13 que consistió en una alternativa, de inspiración cristiana y nacionalista, al enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo, lo que pasó a la historia como "Guerra Fría". Según Loris Zanatta, este proyecto de política exterior era igualmente "hostil al comunismo y a las democracias liberales y capitalistas"14, por lo que el autor lo sitúa como una herencia de la visión fascista del alineamiento en el sistema internacional, pero adaptado a una coyuntura adversa para el

8 Loris Zanatta, "Elpopulismo" (Madrid: Katz Editores, 2015), 139.

9 Ibidem, 153.

10 Ibidem, 162.

11 Loris Zanatta, "El populismo entre religión y política. Sobre las raíces históricas del antiliberalismo en América Latina",

Estudios Interdisciplinarios de América Latinay el Caribe, 19, n.° 2 (2008): 32.

12 Humberto Cucchetti, "Lecturas e interpretaciones sobre los orígenes del peronismo: ¿nacional-populismo o adaptación fascista?, Studia Histórica. Historia Contemporánea, 30, (2012), 155.

13 Zanatta, Breve historia del peronismo clásico, 120. También se ha utilizado el concepto "Tercera Posición".

14 Ibíd.

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propio fascismo, luego de su derrota en la Segunda Guerra Mundial15. De este modo, se pude dar cuenta de una visión de los radicales chilenos que veían en el peronismo una corriente política antidemocrática, antiliberal y con rasgos fascistas que representaban un riesgo para la democracia chilena.

Considerando todo lo expuesto anteriormente, el indagar sobre este hecho permitirá comprender cómo el peronismo fue un factor que tensionó el debate político nacional, en determinadas coyunturas, en vistas del proyecto geopolítico del Justicialismo, el cual se sostenía en una matriz económica y en otra política. Respecto de la primera, El proyecto tercerista de Juan Domingo Perón no solo consideraba el ámbito político, sino que también lo hacía en el aspecto económico. Respecto de este último, Mónica Quijada sostiene que el peronismo aspiró a la constitución de un "espacio económico unitario" en Sudamérica, tomando como referencia la proposición de Alejandro Bunge, a comienzos del siglo pasado. En tal proyecto económico, nuestro país era visto como una fuente de materias primas para el desarrollo del Plan Quinquenal16, por lo que Argentina —durante los años del peronismo- intentó estrechar lazos comerciales con Chile, mediante la firma de convenios y compras de materiales como acero o cobre.

En tal sentido, el presente artículo propone como hipótesis que los radicales van a cuestionar la idoneidad de Carlos Ibáñez del Campo para ser presidente de la República, en el marco de la campaña electoral de 1952, por cuanto su candidatura habría desarrollado fuertes vinculaciones con el régimen justicialista y, especialmente con su líder, Juan Domingo Perón. Concretamente, se acusó al ibañismo de ser ayudado por el régimen justicialista por medio de dinero, actividades de propaganda, e incluso, de potenciales agitadores en el país. Para ello, se denunciaron varias acciones que, según los radicales, implicaban una abierta intervención en la elección presidencial a desarrollarse el 4 de septiembre de 1952. Al respecto, es importante establecer que los ámbitos desde donde emanaban estas acusaciones serán 3: el Gobierno chileno, el Congreso Nacional y la secretaría de la candidatura de Pedro Enrique Alfonso. Por tal motivo, se revisaron publicaciones de prensa, como los diarios La Nación y La Hora (ambos vinculados al Gobierno y el radicalismo17, respectivamente) y El Mercurio; así como inserciones de la candidatura de Enrique Alfonso, junto con boletines de sesiones del Congreso, donde se denunciaron las presuntas injerencias peronistas en Chile, lo cual dio pie a intensos debates. El artículo se estructura sobre el análisis, en primer término, de la crisis de los radicales en el poder, luego de más de una década al mando del país, junto con los principales rasgos y objetivos del proyecto geopolítico del peronismo. Luego, nos adentraremos en la campaña de Carlos Ibáñez del Campo y sus potenciales nexos con el Justicialismo, para poder analizar las acusaciones y discursos levantados desde el Partido Radical, respecto de la potencial injerencia o acciones de apoyo a la candidatura ibañista.

15 Loris Zanatta, «Old West versus New West. Peron's "Third Position", Latin America and the Atlantic Community.» en

Defining the Atlantic Community. Culture, Intellectuals and Policies in the Mid-Twentieth Century, editado por Marco Mariano (Nueva York: Routlegde, 2010), 217.

16 Mónica Quijada, "Zollverein e integración sudamericana en la política exterior peronista, 1946-1955. Análisis de un caso de nacionalismo hispanoamericanista", Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas = Anuario de Historia de América Latina, n°30 (1993): 377.

17 En relación al vínculo entre el diario La Hora y el Partido Radical, véase: Ricardo Couyoumdjian. "'La Hora', 1935-1951. Desarrollo institucional de un diario político", Historia, n.°31 (1998): 5-56

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La crisis de los radicales en el poder, el proyecto geopolítico de Perón

y la emergencia del ibañismo

El Partido Radical llevaba varios años de dominio en el sistema político chileno, ya que su carácter de centro pendular, le permitió se articulador de grandes alianzas político-electorales, como el Frente Popular. Gracias a ello, se pudieron llevar adelante diversas políticas orientadas, por una parte, a sentar las bases de la industrialización del país y, por otra, a garantizar el acceso a ciertos derechos sociales de manera incremental y favoreciendo a los trabajadores urbanos, especialmente en lo referido a la vivienda18 y la previsión. En ese sentido, los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos habían sido importantes en la consecución de tales objetivos, por medio de las políticas de fomento estatal e industrialización19. Una de las razones para esta fuerza de los radicales, se explica en que estos habían desarrollado una cultura política basada en ciertos rasgos, que son identificados por Clarissa Adler y Ana Melnick, como la solidaridad, la tolerancia y la amplitud de criterio, lo que redundaba en "el afán de negociación y concertación"20. Esto se traduce en la "capacidad negociadora del PR"21 a lo largo de los 14 años que gobernó, utilizando los medios e instituciones de la democracia liberal, a fin de alcanzar acuerdos para poder avanzar en determinadas materias, sin llevar a una polarización extrema.

En 1946, Juan Antonio Ríos estaba a punto de cumplir 4 años en el cargo de presidente. No obstante, un cáncer le impidió culminar su mandato, tal como había ocurrido con su antecesor, Aguirre Cerda. En ese contexto se llamó a elecciones, donde resultó vencedor Gabriel González Videla, quien contó con el respaldo del Partido Radical y del Comunista22. Sin embargo, la Guerra Fría, con la consiguiente disputa ideológica entre el Estados Unidos y la Unión Soviética, hizo que Chile quedara alineado con los intereses del país norteamericano, junto con el desarrollo de un fuerte anticomunismo que se expresó en instancias como la Acción Chilena Anticomunista (AChA)23. Como consecuencia de lo anterior, el gobierno de González Videla fue permanentemente presionado, por parte del Partido Liberal, así como por el sector terrateniente del Partido Radical, para romper con los comunistas y apartarlos del gobierno24. Así, en 1947, los militantes del Partido Comunista fueron expulsados del Gobierno y, en 1948, se aprobó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que proscribió al PC

18 Respecto de las políticas de vivienda del modelo nacional-desarrollista, véase: Hernán Venegas. "Paternalismo industrial y control social. Las experiencias disciplinadoras en la minería del carbón en Chile, Lota y Coronel en el siglo XX". Les Cahiers AL HIM n°28 (2014); Sebastián Leiva. Vida y trabajo de la clase obrera chilena. Los trabajadores de la textil Sumar y la metalúrgica Madeco entre las décadas de 1940y 1960. (Santiago, LOM editores, 2020).

19 Respecto del proyecto nacional desarrollista bajo el período de los gobiernos radicales, véase: José del Pozo, "Los gobiernos radicales en Chile frente al desarrollo (1938-1952)", Caravelle, n° 53 (1989): 37-64.

20 Larissa Adler y Ana Melnick. La cultura política chilena y los partidos de centro. Una explicación antropológica. (Santiago: Editorial Fondo de Cultura Económica, 1998), 79.

El politólogo Gabriel Almond, pionero en los estudios sobre este tema. Definió a la cultura política cómo "el conjunto de orientaciones subjetivas hacia la política de los miembros de una nacionalidad o subconjunto de éstos en la misma nacionalidad". Véase: Gabriel Almond "El estudio de la cultura política", Revista de Ciencia Política, 10, n°2 (1988): 79.

21 Adler y Melnick. La cultura política..., 186.

22 Sobre la participación de los comunistas en el gobierno de Gabriel González Videla, véase: Jorge Rojas Flores, "Los funcionarios comunistas en el gobierno de González Videla, 1946-1947", Cuadernos de Historia, N°49 (2018): 125-173.

23 La Acción Chilena Anticomunista fue creada en el año 1946, como reacción a la alianza entre el Partido Radical y el Comunista, que apoyó a González Videla. De hecho, su creador, Arturo Olavarría Bravo, perteneció a las filas del PR, junto con la participación de elementos ibañistas, como el coronel Ramón Alvarez. Profundizar en: José Díaz Nieva, "El nacionalismo chileno: una corriente política inconexa", Revista de Historia Americanay Argentina, 53, N°1 (2018): 187-190.

24 Para profundizar, véase: Carlos Huneeus, La guerra fría chilena. Gabriel González Videla y la Ley Maldita. (Santiago: Debate, 2009): 117-195.

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y borró a sus militantes de los registros electorales. En paralelo, y ante el crecimiento de este en zonas rurales, el gobierno de González Videla también generó una normativa tendiente a coartar la movilización campesina, por medio de la Ley 8.811 que, en la práctica, imponía fuertes trabas a la constitución de sindicatos campesinos.

Sin embargo, y pese a la aparente hegemonía de los radicales, la relación de estos con los gobiernos del período no fueron las mejores. Jaime Reyes da cuenta de las sucesivas disputas que enfrentaron los presidentes radicales con su propia colectividad, que trató de llevar su hegemonía electoral hasta la configuración misma de los gabinetes, pasando por alto las prerrogativas presidenciales establecidas por la Constitución de 1925, lo cual llevó a un quiebre del partido con el Gobierno25. En este sentido, el caso más emblemático fue el de Pedro Aguirre Cerda. En 1940, el mandatario no obtuvo el pase del Partido Radical para conformar el gabinete, por lo cual estuvo a punto de renunciar a la Presidencia, aunque ello no se concretó26.

Por otra parte, la situación económica comenzó a experimentar un agudo deterioro, expresado en constantes alzas en los precios de diversos bienes y servicios. Como consecuencia de ello, se produjo un incremento de la conflictividad social, que se tradujo en varias huelgas y movilizaciones populares. De todas ellas, la más emblemática fue la llamada "Revolución de la chaucha", en agosto de 1949, que movilizó a diversos grupos por el alza en el pasaje de transporte público de Santiago27. Esta situación, sumada a la crisis política causada por la ilegalización del PC, llevó a un profundo descrédito del radicalismo chileno. La política de transacciones del Partido, y su desgaste paulatino, generó una fuerte desconfianza del resto de las colectividades. Como consecuencia de lo anterior, el Partido Radical no logró construir una alianza político-electoral28 que le permitiera aspirar a un cuarto período presidencial consecutivo. Así, los radicales llegan a la elección de 1952 formando alianza con el sector más progresista de la derecha, pero con una aguda crisis interna y un descrédito absoluto que le otorgaba pocas opciones de seguir siendo un partido de gobierno29.

En dicho escenario, la figura de Carlos Ibáñez del Campo comenzó a emerger como una opción real de liderazgo y gobernabilidad para el país. De todos modos, Ibáñez no era un completo desconocido para la política chilena. Su figura adquirió un preponderante protagonismo a partir del movimiento militar de septiembre de 1924 y, luego de tres años, se convirtió en presidente. Durante su gobierno se llevó a cabo una profunda modernización del Estado, lo cual sentó las bases del modelo nacional-desarrollista implementado tras la crisis económica de 1929. Sin embargo, la crisis de 1929 y sus efectos en Chile provocaron una importante convulsión social, la que se expresó en protestas que tuvieron como efecto la caída de Ibáñez, en julio de 193 130.

25 Joaquín Fernández Abara y Alfredo Riquelme Segovia, "La vida política". Vol. 4 de Chile, mirando hacia dentro. Ed. Por Joaquín Fermandois (Santiago: Taurus- Fundación MAPFRE, 2015), 65, 71.

Un análisis detallado acerca de la relación entre el Partido Radical y los tres gobiernos de dicha colectividad, en: Jaime Reyes, "El Presidente y su partido durante la época radical. Chile 1938-1952", Estudios Públicos, n°35 (1989): 71-101.

26 Tomás Moulian, La forja de las ilusiones: el sistema de partidos. 1932-1973 (Santiago: Ediciones Akhillus, 2009), 26.

27 Véase: Daniel Palma, "'La Revolución de la Chaucha'. Santiago de Chile, 16 y 17 de agosto de 1949". Alternativa, (2005): 4962.

28 Moulian, Fracturas..., 151-153.

29 Cristián Garay Vera, "La elección presidencial de 1952. La candidatura de Carlos Ibáñez del Campo y su retorno a La Moneda" en Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la historia de Chile. 1920-2000, ed. por Alejandro San Francisco y Angel Soto, (Santiago: Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile/ Centro de Estudios Bicentenario, 2005), 265.

30 Acerca de la Dictadura de Ibáñez y su caída, véase: Jorge Rojas Flores, La Dictadura de Ibáñezy los sindicatos (1927-1931) (Santiago: Centro de Investigaciones Barros Arana, 1993), con especial énfasis en el capítulo VII; Patricio Silva, En el nombre de la razón: tecnócratas y política en Chile (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2010), 71-99.

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Pese a la caída de su régimen y su exilio, el otrora dictador continuó siendo un factor dentro de la política chilena. Luego de seis años de exilio en Argentina, su regreso -en 1937- lo perfiló como un potencial candidato presidencial para las elecciones del año siguiente. Así, en 1938 la candidatura de Carlos Ibáñez se vislumbraba como competitiva y capaz de quitarle votos al abanderado del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda. Sin embargo, el intento de golpe de Estado del 5 de septiembre dejó a Ibáñez fuera de la carrera presidencial. En 1942, el caudillo volvió a intentar ser presidente, por la vía electoral, pero no logró imponerse al candidato del Partido Radical, Juan Antonio Ríos. En todo este proceso, Joaquín Fernández sostiene se fue configurando una corriente política, a partir de la figura del ex gobernante, quien "se transformó en el líder carismático capaz de aglutinar a una base social de carácter pluriclasista y de movilizar a un electorado independiente"31 y un carisma sustentado en "su personalismo autoritario, su condena a los partidos y a las prácticas de origen parlamentarista". Los dos últimos factores fueron determinantes a partir de la crisis de los radicales, a fines de la década de 1940 y le permitieron ser una opción aventajada para suceder a Gabriel González Videla32.

Por su parte, Juan Domingo Perón llevaba varios años como una importante figura política argentina; primero como secretario del Trabajo de la llamada "Revolución de junio de 1943", su cercanía con los obreros le valió un importante apoyo popular que tuvo su manifestación fundacional el 17 de octubre de 1945, cuando miles de obreros se congregaron en la capital argentina, a fin de pedir el retorno del entonces coronel. Meses más tarde, en febrero de 1946, Perón se impuso en la elección presidencial, asumiendo el poder en junio del mismo año y, en el mes de noviembre, fundó el Partido Justicialista (de ahí la denominación de "justicialista" del gobierno peronista). La presidencia de Perón estuvo signada por profundas transformaciones sociales y económicas, alimentadas por un discurso antioligárquico y de marcado carácter nacionalista. Dentro de ese escenario, la Unión Cívica Radical (UCR) fue el partido con mayor fuerza en la oposición a Perón, dentro del Congreso, donde su principal ámbito de acción fue "el resguardo de la constitucionalidad en el ejercicio político"33, como una forma de mantener ciertas formas propias de la democracia liberal (derecho de expresión a la disidencia, libertad de expresión y otros derechos básicos). Además, la UCR denunció los abusos y atropellos del gobierno de Perón, en contra de disidentes34.

El peronismo, en simultáneo, tenía un ambicioso proyecto geopolítico, en el cual aspiraba a contrarrestar la hegemonía e influencia de Estados Unidos y Brasil en Sudamérica, generando un liderazgo desde Argentina, en materia política, comercial y militar. Al respecto, Loris Zanatta plantea que, tras la Segunda Guerra Mundial, el dominio ideológico de Estados Unidos en América Latina se expresó en el denominado "panamericanismo". A partir de eso, y con el ascenso de Perón a la Presidencia, se configuró lo que se denominó la "Tercera Posición"35 que consistió en una alternativa, de inspiración cristiana y nacionalista, al enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo, lo que pasó a la historia como "Guerra Fría". Según Loris Zanatta, este proyecto de política exterior era igualmente

31 Joaquín Fernández Abara, El ibañismo (1937-1952): un caso de populismo en la política chilena (Santiago: Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 2004), 26.

32 Algunas investigaciones recientes dejan en entredicho esta concepción personalista del ibañismo. Concretamente, Verónica Valdivia sostiene que "desde nuestra óptica, el liderazgo de Ibáñez era programático, más que personalista; representaba un proyecto de cambio social, el que había sido articulado por la alianza cívico militar que dio contenido a esa experiencia [la Dictadura]": Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, Subversión, coerción y consenso. Creando el Chile del siglo XX (1918-1938) (Santiago: LOM Ediciones, 2017), 389.

33 Marcela García Sebastiani, Los antiperonistas en la Argentina peronista (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2005), 122.

34 Para ahondar en este aspecto, véase: García Sebastiani, Los antiperonistas..., 95-101.

35 Loris Zanatta, Breve historia delperonismo clásico (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2009), 120.

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"hostil al comunismo y a las democracias liberales y capitalistas"36, por lo que el autor lo sitúa como una herencia de la visión fascista del alineamiento en el sistema internacional, pero adaptado a una coyuntura adversa para el propio fascismo37.

El proyecto de política exterior del peronismo se sustentaba en tres principios. La hispanidad, entendida como la unión histórica y cultural entre América del Sur con España, lo que, a juicio de Perón, generaba una identidad que configuraba un bloque propio, alejado de los preceptos impuestos por Washington y Moscú. Por otra parte, estaba el catolicismo, cuya importancia radicaba en que es este modelo de sociedad el que despierta más simpatías por parte de Perón. Ello, porque desde la construcción ideológica del peronismo cuestiona la riqueza excesiva de los sectores más acomodados y congregaba a una masa social amplia, donde se encontraban trabajadores, pobladores y otros grupos de extracción humilde que podían ser congregados bajo la figura de un líder que encarnara los valores del catolicismo en un sistema de gobierno de carácter corporativista. Finalmente, la latinidad que se vincula entre aquellos países que tienen una historia relacionada con el latín, comprendiendo no solo el idioma, sino que una tradición jurídica, cultural y un legado histórico que abarca a varias naciones de América del Sur38.

En este proyecto geopolítico, Chile cumplía un importante rol, ya que según autores como Alejandro Magnet39, el objetivo del régimen peronista era constituir un centro de poder entre Santiago y Buenos Aires40 Así, al hacer una evaluación respecto del rol que le cabría a Chile en el proyecto de política exterior argentina, a partir de la dictadura de Farrell y, luego, con Juan Domingo Perón queda en evidencia que nuestro país fue visto como un aliado imprescindible en la configuración de un bloque geopolítico que le hiciera contrapeso a la alianza estadounidense-brasileña41, lo cual daría pie a "expandir su influencia en todos los ámbitos posibles —económico, político, doctrinario, militar y cultural- en Chile"42. Por su parte, Milton Cortés sostiene que Perón siempre intentó consolidar una alianza geopolítica con Chile, con el fin de "conjugar de la mejor forma posible y para el mayor provecho de los dos países, los intereses económicos, financieros y aun políticos de ambas repúblicas"43. De este modo, Chile pasaría a estar alineado a los intereses de la política de la "Tercera Vía". Además, junto con Brasil, y Getulio Vargas, conformarían un "Bloque Austral", en el cual las relaciones comerciales estarían dirigidas por los objetivos trazados por los planes y estrategias de desarrollo ideadas desde Argentina

Este rol de importancia habría hecho que el régimen peronista interviniera en los asuntos internos de Chile, como una forma de que, después del gobierno de González Videla, asumiera una administración cercana a los intereses y objetivos geopolíticos de Buenos Aires. No obstante, existieron episodios o intentos de golpe de Estado para derrocar al gobierno radical, donde se sospechó la

36 Idem.

37 Loris Zanatta, «Old West versus New West. Peron's "Third Position", Latin America and the Atlantic Community.» en

Defining the Atlantic Community. Culture, Intellectuals and Policies in the Mid-Twentieth Century, editado por Marco Mariano (Nueva York: Routlegde, 2010), 217.

38 Idem.

39 Alejandro Magnet fue un connotado comentarista político del período. Políticamente, era cercano a la Falange Nacional, y fue uno de los fundadores, en 1957, de la Democracia Cristiana. Para la elección presidencial de 1952, los falangistas apoyaron la candidatura de Pedro Enrique Alfonso. Con ello, a nuestro juicio, queda reforzado nuestro argumento de que, desde varios sectores políticos, más allá del radicalismo se veía con recelo el proyecto geopolítico del régimen justicialista.

40 Alejandro Magnet, Nuestros vecinos justicialistas (Santiago: Editorial del Pacífico, 1955), 15.

41 Machinadiarena, Op. Cit., 27-28.

42 Idem.

43 Milton Cortés, "Chile frente a la hegemonía justicialista: la misión Conrado Ríos Gallardo en la Argentina de Perón (19531955)", Estudios Internacionales, 48, n.° 184 (2016): 131.

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participación del peronismo. En ese sentido, el llamado complot de Jas patitas de chancho44, en 1948, fue ejemplo de ello. A fines de septiembre de ese año, la Fiscalía Militar de Santiago recibió antecedentes acerca de una serie de reuniones que se estaba efectuando entre generales y oficiales de mando medio en un restaurant de San Bernardo, y desde donde se estaba gestando un movimiento golpista45. Dichas sospechas fueron ratificadas por un coronel del Ejército que no quiso integrar el complot y la esposa de uno de los implicados, quien denunció directamente a la hija del Presidente lo que estaba ocurriendo46. Tras comprobar la veracidad de los antecedentes y la existencia de la conspiración, a fines de octubre se ordenaron una serie de arrestos que se hicieron efectivos en contra militares involucrados en el complot, y de Carlos Ibáñez del Campo47 quien, según esta versión, asumiría como mandatario48.

En el plano policial, las pesquisas quedaron en manos de Investigaciones. Su director, Luis Brun emitió un informe en el cual aseguraba que la acción de los sediciosos no era aislada, sino que parte de una trama más compleja, en la cual operaban grupos nacionalistas en varios lugares del continente, los cuales actuaban en forma coordinada, con un fin único: "la restauración del antiguo virreinato del Río de La Plata cuya cabeza fue Buenos Aires"49. Del informe de Investigaciones, se puede colegir que los conspiradores habrían actuado buscando terminar con la hegemonía de Estados Unidos y eliminar la democracia liberal, dando paso a un gobierno nacionalista50. Además, se plantea que el riesgo de una guerra con Brasil habría impulsado a los argentinos a buscar el apoyo de gobiernos de países vecinos, como Chile51. Vale decir, el complot tenía una intencionalidad precisa, respecto de derrocar al gobierno chileno, e instalar otro, concomitante a los intereses de estos grupos nacionalistas.

Por otra parte, el informe de Investigaciones también abordó el papel jugado por la Acción Chileno-Argentina52, la que el 10 de octubre efectuó una velada en la cual se habrían regalado premios donados por el propio Perón, que consistían en paquetes de estadía en Buenos Aires, con pasajes de ida y vuelta pagados53. Este grupo, según Donald Bray, fue organizado como parte de la "intriga" entre Carlos Ibáñez y Juan Perón y su fundación ocurrió en julio de 194854. Esta organización promovía una mayor integración con el país vecino, con un discurso de marcado carácter militar y nacionalista. Además, se hizo público un informe del fiscal militar, José Nogués, en el que un coronel del cuerpo de

44 Este término hace referencia a una preparación típica de Chile, que consiste en un caldo de patas de cerdo. El local donde se reunían los conspiradores lo tenía como plato característico.

45 Leónidas Bravo. Lo que supo un auditor de guerra (Santiago: Editorial del Pacífico, 1955), 201.

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46 Gabriel González Videla, Memorias (Santiago: Editora Nacional Gabriela Mistral, 1975), 1016.

47 "Complot contra la seguridad nacional", El Mercurio (Santiago), 2 de noviembre de 1948.

48 Respecto del complot, véase: Mario Valdés Urrutia, "Conspiración en contra del Presidente de Chile Gabriel González Videla: la manipulación del descontento económico militar", Cuadernos de Historia, N°20 (2000): 143-165 y Bravo, Lo que supo un auditor de guerra, 203-204. Otras versiones, señalan que hubo miembros de AChA involucrados en el complot. Ver en: Díaz Nieva, "El nacionalismo chileno: una corriente política inconexa", 190.

49 "Carácter internacional atribuye Investigaciones al complot", ElImparcial (Santiago), 9 de diciembre de 1948.

50 En ese sentido, Alejandro Magnet sostenía que: "Hay aquí un caso concreto de las relaciones que se anudaban misteriosamente entre la cancillería argentina y ciertos elementos interesados —y muy pronto actuantes- en trastornar la estabilidad institucional de Chile para reemplazar al gobierno legítimo por uno de tinte nacionalista y autoritario, es decir semejante al peronista, o inspirado en él". Véase: Magnet, Nuestros VecinosJusticialistas, 163.

51 Ídem.

52 La Acción Chileno-Argentina fue un grupo de simpatizantes de Carlos Ibáñez del Campo que tiene su antecedente en la organización secreta Los Cóndores, que había sido fundada en febrero de 1945. Según Donald Bray, este grupo secreto tuvo su similar en Buenos Aires (la Acción Argentino-Chilena), que fue creada el 9 de julio de 1948. Mientras que Chile, el grupo fue integrado, entre otros, por Conrado Ríos Gallardo, Jaime Larraín García y Guillermo Izquierdo Araya. Véase: Magnet, Nuestros Vecinos Justicialistas, 161-162.

53 "Carácter internacional...", El Imparcial (Santiago), 9 de diciembre de 1948.

54 Donald Bray, "Peronism in Chile", The Hispanic American Review, 47, n° 1 (1967): 40.

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Carabineros aseguraba que el cónsul argentino en Concepción se lamentaba de que en Chile no hubiese un Perón, porque la acción de González Videla no permitía el desarrollo de una auténtica democracia55. Sin embargo, el tesorero de la organización, Sergio Onofre Jarpa, negó toda vinculación del peronismo con el episodio, señalando que, en una reunión con Ramón Vergara Montero, este le aseguró que González Videla "necesitaba un firme respaldo militar para enfrentar a los comunistas". En ese sentido, Onofre Jarpa dijo que solo se enteró de las reales intenciones del grupo militar cuando funcionarios de Investigaciones llegaron a su oficina a interrogarlo sobre la cita56.

A fines del año 1948 se hizo público el fallo por el complot. En él, se absolvía a Carlos Ibáñez del Campo, y se condenaba a los cabecillas del movimiento a penas que fluctuaban entre los 4 años y 541 días de destierro. Además, se exculpaba al gobierno de Juan Domingo Perón de los hechos porque las declaraciones de diplomáticos argentinos, incitando a los uniformados a participar en el golpe, pudieron haber existido, pero estas por sí solas eran insuficientes para responsabilizar al gobierno argentino del intento de derrocamiento del gobierno de Gabriel González Videla. Esto es reafirmado por Leónidas Bravo, quien sostuvo que era muy difícil, sino imposible "determinar hasta dónde llegó" la intervención foránea en el complot57.

Este hecho demuestra dos aspectos que son relevantes para la presente investigación. En primer lugar, la importancia que el régimen justicialista le asignaba a Chile, como potencial aliado en el proyecto geopolítico peronista, ya que existió el intento por acelerar la salida del radicalismo del poder. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, el complot deja en evidencia el objetivo de que nuestro país estuviera bajo un gobierno que sintonizara con los principios del proyecto geopolítico peronista. Si bien, este último propósito no se cumplió en 1948, la elección presidencial de 1952 ofreció una nueva posibilidad para que se consiguiera el propósito de que Chile tuviera un presidente afín al peronismo.

El ibañismo en campaña, su cercanía con el justicialismo argentino y el temor de

los radicales chilenos

Carlos Ibáñez comenzó a construir una alianza político-electoral para poder imponerse en la elección presidencial de 1952, desde fines de la década de 1940. En tal sentido, el Partido Agrario Laborista, formado en 1945, jugó un rol activo en la oposición al Radicalismo como partido de gobierno, a causa de su relación con el comunismo -hasta 1947- y por la "corrupción" y "politiquería" que se le atribuía a este58. La influencia de Carlos Ibáñez se vio acrecentada luego de la elección parlamentaria de 1949, cuando Ibáñez fue electo senador por Santiago como segunda mayoría, superando al candidato del Partido Radical. El resultado de tales comicios, dejaron en evidencia lo que autores como Timothy Scully denominan un "agotamiento ideológico"59 de la colectividad gobernante y que se manifestó en la generación de una opinión crítica hacia este. Concretamente, se acusaba a los radicales de ser un partido oportunista, corrupto y con un manejo clientelístico del aparato del Estado.

55 "Coronel de Carabineros sostiene que cónsul argentino estuvo al tanto del complot" La Hora (Santiago), 7 de diciembre de 1948.

56 El relato íntegro de Onofre Jarpa está contenido en: Patricia Arancibia Clavel, Claudia Arancibia Floody e Isabel de la Maza, Jarpa. Confesiones políticas (Santiago: Editorial Sudamericana, 2002), 54-55.

57 Bravo, Op. Cit., 207.

58 Fernández, Op. Cit., 133.

Para conocer más acerca del Partido Agrario Laborista, véase: Cristián Garay, El Partido Agrario Laborista (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1990).

59 Timothy Scully, Los partidos de centro y la evolución política chilena (Santiago: CIEPLAN, 1992), 136.

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Para agravar el adverso escenario ya existente, la política represiva y la incapacidad de mejorar las condiciones económicas, hizo que el PR no lograra construir una alianza político-electoral60 que pudiera ser competitiva para la elección presidencial de 1952.

Sin embargo, Ibáñez también se abocó a generar lazos y contactos fuera del país. De este modo, en noviembre de 1950, el entonces senador por Santiago, realizó un viaje a Argentina por "asuntos personales"61. Una vez allá, Ibáñez fue recibido por Juan Perón en una audiencia, en la cual abordaron el "estrechamiento de las relaciones económicas" entre ambos países"62 y recibió el reconocimiento del Congreso de la Nación. Además, recorrió varias obras sociales a instancias de Eva Duarte de Perón, esposa del presidente63. En dicho viaje, Ibáñez anunció su intención de postularse a la presidencia de la República, lo cual puso en alerta a sectores del radicalismo chileno64.

Este hecho, que puede parecer anecdótico, muestra de manera palmaria el nivel de cercanía entre Carlos Ibáñez y Juan Domingo Perón y fue uno de los frentes usados por el radicalismo para atacar la candidatura del primero, recurriendo a permanente acusaciones sobre injerencia peronista en favor de Ibáñez para que este ganara la elección presidencial. Así, congresistas, dirigentes y partidarios del candidato radical, Pedro Enrique Alfonso, plantearon la posible victoria de Ibáñez como la expresión culmine de la infiltración del peronismo en Chile, concretada en la asunción al poder de un gobierno afín a los intereses terceristas propugnados desde Buenos Aires.

Teniendo en cuenta este escenario, coincidimos con Alfredo Riquelme, quien sostiene que los proyectos terceristas como el de Perón y el del propio Ibáñez obtuvieron un importante respaldo popular, que se explica por la legitimidad con que estos líderes lograron operar, permitiendo que la preeminencia de discursos rupturistas con el orden político tradicional65 sean acogidos de manera favorable por una sociedad desencantada de partidos con una cultura política enfocada en la negociación, como fue el PR. Junto con ello, el carisma y el liderazgo de Ibáñez era visto como la solución a los problemas políticos, económicos y sociales que enfrentaba el país, luego del agravamiento del problema inflacionario. Así, luego de la elección parlamentaria de marzo de 1949, "surgió implícitamente, como lógico e inevitable corolario, la ulterior candidatura a la Presidencia de la República del General"66, como lo expresara René Montero, un asesor del ex Mandatario.

En ese clima, el diario La Nación -de tendencia oficialista- le asignaba un rol preponderante a los radicales en la "defensa de la democracia", como señalaba un editorial del citado medio:

Es preciso que los partidos democráticos del país, y en especial el radicalismo, colaboren, también a la defensa del régimen democrático de que gozamos los chilenos [...] El Partido Radical, que ha mantenido en el Gobierno del país tres Presidentes constitucionales y que ha dado a la ciudadanía una fórmula de vida moderna y progresista, tiene la obligación ineludible de defender su obra, que es trascendental importancia para Chile.

En estos momentos tan dramáticos como los que ha vivido la ciudadanía, por obra de los aventureros del golpismo y la antipatria, el Partido Radical tiene la obligación primordial de

60 Tomás Moulian, Fracturas: de Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973) (Santiago: LOM Ediciones, 2006), 151-153.

61 "Va a la Argentina el senador Ibáñez", El Mercurio (Santiago), 7 de noviembre de 1950.

62 "Regresó de Buenos Aires el Senador don Carlos Ibáñez", El Mercurio (Santiago), 18 de noviembre de 1950.

63 "Ibáñez visitará obras sociales invitado por Eva Perón", El Mercurio (Santiago), 16 de noviembre de 1950.

64 El Mercurio (Santiago), 18 de noviembre de 1950.

65 Alfredo Riquelme Segovia, "La Guerra Fría en Chile: los intrincados nexos entre lo nacional y lo global", en Chile y la Guerra Fría Global,, Ed. Por Tanya Harmer y Alfredo Riquelme Segovia. (Santiago: RIL Editores; Instituto de Historia Universidad Católica de Chile, 2014), 13-14.

66 René Montero, Confesiones Políticas (Santiago: Ediciones Zig-Zag, 1959), 125.

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presentar un frente vigoroso y decidido, una actitud resuelta que pulverice a quienes creen que más de cien años de vida libre pueden deshacerse por el zarpazo de una aventura innoble67.

El fragmento anterior pone al radicalismo como la encarnación de los valores democráticos, los cuales deberían ser defendidos en la próxima elección presidencial. Tal argumento, deja en claro que la posibilidad de que el radicalismo fuera derrotado en las urnas era real y, ante ello, era importante defender la obra de los gobiernos de dicha colectividad. No obstante, la consolidación de la alternativa ibañista obligará a los radicales a recurrir a otros argumentos que escapaban de la realidad política nacional.

Aunque también se recurrió al recuerdo de la dictadura de Ibáñez (1927-1931), en este artículo nos centraremos en las acusaciones referidas a presuntas injerencias peronistas en la campaña electoral. En ese sentido, no obstante, la primera acusación pública sobre acciones justicialistas en Chile, respecto de la campaña electoral, fue realizada por el diputado socialista Astolfo Tapia, quien había viajado a un Congreso de Sociología en Argentina68, se refirió a los nexos entre el gobernante argentino y el, entonces, senador chileno, llegando de denunciar la existencia de una oficina en Buenos Aires, destinada a recaudar fondos para la candidatura de Ibáñez69. Respecto de ello, el diario La Nación publicó un editorial donde, si bien no tomaba una postura acerca de las acusaciones de Tapia, si hacía una referencia a la cercanía con el Justicialismo, señalando que:

No es una novedad el que por estos días haya algunos chilenos que se van a otros países a mendigar apoyos, ayudas, consejos —todo ello convertible en dinero-, so pretexto de que es necesario implantar en nuestra patria sistemas de vida imitados del extranjero. Este aventurismo político-nacionalista-internacional se está desarrollando desde los días de Hitler y de Mussolini [...] a sus embajadas llegaban mendigando dineros los pretendientes criollos a führers y duces. Contaban su cuento, desprestigiaban al sistema político nuestro, calumniaban a sus gobernantes (Alessandri, Aguirre, Ríos, González Videla) y lloraban por una ayuda —pecuniaria-para derribarlos y hacer una pequeña Alemania o un fascismo en miniatura, en reemplazo de nuestra democracia de 141 años"

Han deambulado por todas partes, y cada vez que en América aparece un sistema de gobierno que a ellos se les antoja puede serles favorable a sus sueños de aventura —nunca satisfechos-, se hacen presentes en las oficinas diplomáticas, lloran sus penas y su desilusión, calumnian a los gobernantes chilenos, desprestigian a la República y ofrecen al país en bandeja. aunque nadie se los pida [.. .]70.

El artículo hace una referencia implícita a la relación entre la candidatura de Ibáñez y el régimen justicialista, cuando se afirma que "no es una novedad el que por estos días haya algunos chilenos que se van a otros países a mendigar apoyos", con el objetivo de imponer en el país sistemas de vida que no son propios de la vida nacional. En ese sentido, el texto pretende dejar en evidencia cómo ciertos sectores políticos no actúan movidos por los intereses nacionales, sino que lo hacen con objetivos ligados a situar a Chile en una esfera geopolítica de marcado carácter nacionalista y antidemocrático. Además, dichos propósitos están alentados desde fuera del país, en una actitud "entreguista" por parte del ibañismo.

67 "La obligación primordial", La Nación (Santiago), 2 de septiembre de 1951.

68 Al volver a Chile, Tapia denunció el carácter autoritario del régimen peronista, además de la compleja situación económica que estaban viviendo los trabajadores trasandinos. Véase: Fernández, Op. Cit., 161.

69 Ídem.

70"El rábano por las hojas...", La Nación (Santiago), 5 de octubre de 1951.

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Otra columna de opinión, publicada en el periódico oficialista, fue más abierta en las acusaciones acerca de la relación entre Ibáñez y Perón. Especial atención, en tal sentido, nos merece un columnista que firmaba como "Historiador", dando una clara señal de que sus escritos estaban enfocados en someter a un juicio el papel que Ibáñez tuvo en la historia de Chile y que, a lo largo de los meses, va a ir asociando cada acción del candidato con el totalitarismo y evocará el pasado siniestro de su gobierno, con el propósito de generar un temor en la ciudadanía. En lo que guarda relación con lo expuesto anteriormente, "Historiador" planteó que era evidente el apoyo trasandino a la candidatura de Ibáñez, sosteniendo que:

Ahí están sus viajes reiterados a Buenos Aires. Sus entrevistas allá con sus gobernantes. La campaña que en su favor hace la prensa oficial de Buenos Aires. El hecho, que él ha confesado, de que es presidente o director de una compañía comercial argentina. Ahí están sus declaraciones y todo el resto que el país sabe...

Por eso es que la estamos defendiendo [la democracia] lo mismo que, cuando en hora aciaga para Chile, luchábamos por rescatarla de manos de la Dictadura.71.

El contenido del fragmento apunta a dejar en evidencia que Ibáñez estaba recibiendo apoyo desde el régimen justicialista, expresada en las autoridades y medios de prensa oficialista. Ante ello, el artículo busca dejar en claro que la relación entre Ibáñez y Perón planteaba una disyuntiva para la democracia chilena y que esta debe ser defendida de la misma forma en que se hizo cuando Ibáñez gobernó. Es aquí donde se empieza a vislumbrar uno de los principales argumentos para contrarrestar la candidatura de Ibáñez, poniendo el énfasis en su cercanía con un régimen autoritario y la amenaza de la repetición de la experiencia de la dictadura.

La sintonía ideológica entre el ibañismo y el justicialismo fue motivo de debate en el marco de la discusión del Pacto de Ayuda Militar firmado entre Chile y Estados Unidos72. Previamente, ese acuerdo había generado una serie de críticas desde Buenos Aires, a través de la prensa oficialista, las cuales fueron respondidas por un editorial de La Nación que defendía el orgullo de la ascendencia chilena y la capacidad de su democracia de funcionar en medio de las vicisitudes de un mundo sumido en la Guerra Fría73. Todo esto, marcó el clima previo al debate legislativo, en el cual las expresiones de Raúl Rettig emergieron como una severa crítica al ibañismo, apelando no solo a su carácter "anti democrático", sino que también a su cercanía con el Justicialismo. Al respecto, Rettig aseguró que comparó a Ibáñez con los colaboracionistas europeos, acusándolo de utilizar el mismo discurso de los "Degrelle, de los Pétain, de los Adolfo Hitler, o sea, el lenguaje que se dedicaba, fundamentalmente, a destacar los vicios de la democracia", como una forma de justificar la pertinencia de su proyecto político. A juicio del senador Rettig, este tipo de declaraciones obligaban a articular una defensa de la democracia ante amenazas externas y que, además, el Convenio Militar no era la claudicación ante el imperialismo estadounidense, sino que la consolidación de una de las pocas democracias que existían en la región y que el partido respaldaría todos los acuerdos que fueran en esa línea74.

71 "La misma cosa, pero... ¡diferente!", La Nación (Santiago), 10 de octubre de 1951.

72 Respecto de ello, véase: Emilio Meneses, "Ayuda económica, política exterior y política de defensa en Chile, 1943-1973",

Estudios Públicos, N° 35 (1989): 39-69.

73 "Más allá de lo legítimo", La Nación (Santiago), 8 de febrero de 1952.

74 "'Con el lenguaje de Hitler, Ibáñez ataca el Convenio y a la democracia', dijo Raúl Rettig", La Nación (Santiago), 3 de julio de 1952.

Acerca de la relación entre Chile y Estados Unidos, en el transcurso de los gobiernos radicales, véase: Boris Yopo, "El Partido Radical y Estados Unidos: 1933-1946", Documento de Trabajo-FLACSO N° 230 (1984): 1-82.

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En primer lugar, la crítica al panamericanismo, expresada en el rechazo al Convenio Militar firmado con los Estados Unidos y el sometimiento al cual quedaría expuesto Chile. En segundo lugar, el discurso cuestionador de la democracia liberal, recurriendo al empleo de un discurso orientado a resaltar los vicios de esta, como lo aseguró Rettig, propio de líderes totalitarios, como el caso de Hitler. Desde esta perspectiva, lo que se plantea desde el radicalismo es que Ibáñez y su sector están recurriendo a una estrategia política y electoral, sustentada en el empleo de la violencia y la construcción y difusión de un discurso fuertemente antidemocrático, orientado a resaltar los supuestos vicios del sistema, tal como lo hicieron algunos dirigentes totalitarios en Europa. El propósito de esto, a partir de lo que se infiere, es que Ibáñez buscaba mostrarse como quien podía dar una respuesta a las demandas populares insatisfechas por el sistema democrático liberal.

Así se configuraba una amenaza a la democracia chilena que era vista por los radicales como una de las pocas que aún subsistía en Sudamérica y ante ello, su deber era defenderla. Esto último, permite establecer una relación directa entre la campaña de Carlos Ibáñez y su vinculación con el peronismo, ya que se estaba los radicales defendían una democracia que percibían excepcional en un contexto marcado por la presencia de gobiernos que eran considerados de orientación fascista o filo peronista en países de la región, como en el caso de Bolivia que estaba gobernada por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).

El debate sobre el Convenio Militar con Estados Unidos terminó en enfrentamientos afuera del Congreso. En concreto, el día 24 de junio, hubo violentos disturbios, y la prensa gubernamental acusó al ibañismo de estar detrás de los actos violentistas que incluyeron agresiones contra la diputada del Partido Radical, Inés Enríquez y del senador del mismo partido, Alfredo Duhalde75. En un editorial, La Nación afirmó que los ibañistas y los comunistas (también sindicados como los responsables de la violencia)76, habían mostrado "su verdadera faz, volcaron sus instintos más acendrados en sus violencias, agresiones e insolencias" en contra de los representantes de la democracia, revelando su auténtica identidad, una que los hacía enemigos del régimen imperante en Chile77. Tal enemistad, según otra columna publicada en el mismo medio, tendría sus razones en el inminente fracaso de Ibáñez en su aspiración presidencial, razón por la que la existencia de un culpable —en este caso, el sistema democrático- era perentoria. Aunque también se interpreta la actitud de los ibañistas como parte de "las curiosas conexiones con regímenes extranjeros contrarios a los Estados Unidos"78, en una alusión indirecta a las relaciones entre el Ibañismo y el Justicialismo argentino.

Es en este clima que la injerencia peronista comenzó a ser denunciada desde otro frente, pero también ligado a la elección presidencial del 4 de septiembre. Concretamente, el gobierno -probablemente intuyendo la derrota de su candidato, Pedro Enrique Alfonso- decidió agregar un componente externo a la campaña: acusaciones de internación masiva de propaganda, impresa en Argentina e ingresada por correo o valija diplomática, en favor de Carlos Ibáñez. La primera denuncia pública fue hecha por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, el 26 de julio, donde se afirmaba que en la zona norte se detectó la existencia de propaganda "anti chilena", difundida por el cónsul argentino en la ciudad de Antofagasta, Luciano Monasterio, quien había entregado propaganda en favor

75 "Ibañistas y comunistas desatan clima de violencia", La Nación (Santiago), 25 de junio de 1952.

76 El argumento también guardaba relación con los acercamientos existentes entre sectores del Partido Comunista, liderados por el histórico dirigente Elías Lafertte, y la candidatura de Carlos Ibáñez del Campo. Este hecho, causó una fuerte pugna dentro del PC, donde sectores reinosistas (facción insurreccional ante la Ley de Defensa Permanente de la Democracia) denunciaron los acercamientos entre el Partido e Ibáñez ante el COMINFORM. Respecto de ello, los radicales y ciertos sectores de derecha acusaron al ibañismo de poner en riesgo la democracia. Véase: Fernández, El ibañismo..., 163-167.

77 La Nación (Santiago) 25 de junio de 1952.

78 "Lo que buscan", La Nación (Santiago), 27 de junio de 1952.

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de Carlos Ibáñez a los sindicatos obreros de la zona79 . Ello se sumaba a la detección de impresos ofensivos al Gobierno en la Aduana de la ciudad de Los Andes y en el aeropuerto de Cerrillos80. La gravedad de este hecho radicaba en que estos venían rotulados como material del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina y que en estos se hacían varias descalificaciones hacia la figura del Presidente Gabriel González Videla.

Una acción similar se le imputó al cónsul en la ciudad de Los Andes, Ángel Scagliotti, quien habría sido el destinatario de una remesa de una publicación en la que se atacaba al gobierno chileno por ser incapaz de frenar el "agudo proceso inflacionista, a consecuencia del cual el alza del costo de la vida, arroja a la miseria a vastos sectores de obreros y empleados" y que el pueblo chileno, a través del voto, elegiría a gobernantes que latirían al "unísono" con él81. Tal como se ha indicado, dichas publicaciones centraban sus críticas en la gestión económica de la administración de Gabriel González Videla, aunque no solo se le cuestionaba por su nula efectividad frente al problema de la inflación. Otra de las publicaciones, llamada "El cobre y González Videla", acusaba al mandatario chileno por sostener un modelo productivo incapaz de satisfacer la creciente demanda de una industria en manos de capitales extranjeros y, también, por no haber conseguido un acuerdo beneficioso para Chile, durante la Guerra de Corea. Ello, contrastaba con las intenciones de Carlos Ibáñez, quien sería un defensor más enérgico de los intereses nacionales82.

Las acusaciones sobre la posible intervención de autoridades diplomáticas argentinas en la campaña electoral chilena llegaron al Congreso Nacional, en donde el radicalismo hizo hincapié en que esto era un riesgo para la democracia chilena. En ese sentido, la sesión de la Cámara de Diputados, del 23 de julio de 1952, es la demostración manifiesta acerca de los temores existentes en el radicalismo, respecto de la injerencia justicialista en Chile. En dicha sesión, el diputado Isidoro Muñoz Alegría expuso una serie de antecedentes que, a su juicio, que configuraban "un cuadro de tonalidades peligrosas para nuestra soberanía y para nuestras instituciones democráticas"83. Dentro de tal cuadro, no solo se incluían las actividades de los cónsules argentinos en Chile, sino que también el actuar de las "asociaciones chileno-argentinas", las que no eran "otra cosa que secretarías de determinado candidato presidencial de Chile, ayudadas eficazmente por los elementos oficiales argentinos"84.

Por otra parte, Muñoz Alegría acusó que la prensa bonaerense estaba "llena de informaciones tendenciosas y malévolas en sus comentarios sobre nuestra situación económica, política y, sobre todo, electoral"85. En esa línea, el diputado del Partido Radical hizo referencia a una serie de publicaciones hechas por un columnista que se hacía llamar "Descartes", quien publicaba en el diario "Democracia" de Argentina86. En dicho medio, el citado autor señalaba que la agresión a un país extranjero no solo podía hacerse con las armas y otros medios militares, sino que "económica y políticamente, por medio de la propaganda y la diplomacia. Una verdadera agresión es un boicot o bloqueo económico, un plan

79 "Cónsul argentino intervenía en favor de Carlos Ibáñez; declarado persona no grata", La Nación (Santiago), 11 de julio de 1952.

80 "El gobierno estudia antecedentes sobre la propaganda política desde Argentina", El Mercurio (Santiago), 27 de julio de 1952.

81 "Cónsul argentino en Los Andes también interviene en política chilena en favor de Sr. Ibáñez", La Nación (Santiago), 12 de julio de 1952.

82 Machinandiarena, Las relaciones con Chile durante el Peronismo. 1945-1955, 203-204.

Por otra parte, hubo sectores del ibañismo que llamaron a una expropiación de las minas de propiedad estadounidense, sin pago de compensación económica: Fernández, Op. Cit., 185.

83 Cámara de Diputados de Chile, "Sesión 31a Ordinaria, en miércoles 23 de julio de 1952", Boletín de Sesiones, 1343.

84 Ídem.

85 Ídem.

86 No confundir con el diario Democracia, perteneciente al Partido Comunista y que era contemporáneo al señalado.

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de ayuda dirigido a perjudicar a un país"87. Al respecto, Muñoz Alegría sostuvo que "Descartes" era "uno de los más altos personajes de la actual jerarquía política argentina"88 por lo cual la frase citada por el congresista radical es usada como una demostración del argumento de que el propio régimen Justicialista tenía contemplada la propaganda y la injerencia en asuntos internos de otros países, para conseguir objetivos políticos.

Sin embargo, la acusación más grave realizada tuvo que ver con la presunta existencia de brigadas o grupos paramilitares que estaban asentados en Argentina y que, eventualmente, podrían llegar a territorio chileno. Al respecto, el diputado radical sostuvo que:

Según mis informaciones, existe hoy día en la República Argentina una especie de 'brigada internacional', compuesta de elementos nacistas [sic] y fascistas desplazados de Europa, que arrancaron de las justas sanciones que allá les aguardaban, y que han sido acogidos en forma generosa por el gobierno argentino [...] Ya estas mismas brigadas habían tenido su expresión y su acción en la penúltima revolución boliviana como elementos de enlace y de información, revolución que fue vencida y aplastada. Pero en la última revolución boliviana tuvieron una acción eficaz, especialmente en la labor de internación de armamento menor: ametralladoras, fúsiles ametralladoras, pistolas, etcétera.

Ahora, señor presidente, viene un hecho respecto del cual yo quiero llamar la atención de las autoridades de Chile, al señor ministro del Interior y al de Relaciones Exteriores. Estos mismos elementos aún están en Bolivia, y según mis informaciones, tanto de allí como de la Argentina se aprestan, en un tiempo más, posiblemente a fines de este mes o a comienzos de agosto, para penetrar aquí, seguramente, en la misma forma que lo hicieron en Bolivia89.

El diputado Muñoz Alegría, al presentar esta acusación, buscaba poner de relieve una presunta estrategia de desestabilización hacia la democracia chilena, planeada desde el extranjero, y ejecutada por elementos foráneos, bajo las órdenes de un régimen extranjero. Ello, con el objetivo aparente de generar un clima político que permitiera el acceso al poder de un gobierno afín al Justicialismo. En ese sentido, se destaca el hecho que se hiciera referencia a presuntos miembros de estas brigadas, provenientes de Europa, los cuales habrían sido acogidos por el gobierno de Perón. Con dicho argumento, se pretende dejar en evidencia el riesgo que estos grupos representaban para el país, por cuanto estarían actuando influidos por el fascismo europeo. Al cerrar su intervención, Muñoz Alegría reforzó su argumentación en esa línea, asegurando que:

En la América Latina del Sur hay un brote fascista, hay un brote nacista, amparado vigorosamente por un Gobierno. Eso es lo que quiero dejar establecido y que frente a esta internacional fascista que se quiere crear en el continente sudamericano, invito a los elementos democráticos, al menos dentro de nuestro país, a formar también una liga en defensa de la democracia y, si es necesario, extender también esta liga en defensa de la democracia al resto de los demás países del continente que están sufriendo tiranías, pero no clandestinamente sino a la luz pública90.

Isidoro Muñoz Alegría, como representante del Radicalismo deja en claro que Chile está amenazado por una "internacional fascista" que, en Sudamérica, era apoyada por un gobierno que, pese a no ser individualizado, si se pueda afirmar que es el de Juan Domingo Perón. Ello, por las acusaciones

87 Ídem.

88 Ídem.

89 Cámara de Diputados de Chile, "Sesión 31a Ordinaria, en miércoles 23 de julio de 1952", Boletín de Sesiones, 1344.

90 Cámara de Diputados de Chile, "Sesión 3L Ordinaria, en miércoles 23 de julio de 1952", Boletín de Sesiones, 1349.

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de injerencia de los cónsules en la campaña electoral y por las opiniones vertidas por la prensa argentina sobre la posibilidad de agredir a los países sin necesidad de recurrir a las armas. Las afirmaciones de Muñoz Alegría dejan de manifiesto la visión de los radicales, respecto a la tensión entre fascismo y democracia, donde el ibañismo representaba al primero y, en consecuencia, el riesgo de que las libertades públicas fueran desconocidas.

Ante esta disyuntiva, Muñoz era enfático en plantear la necesidad de un frente que defendiera la democracia. En dicho frente, se puede sostener que Muñoz Alegría dejaba entrever que los radicales debían tener un rol protagónico, por cuanto estos encarnaban los ideales democráticos amenazados por la emergencia del ibañismo y por las amenazas e injerencias peronistas en Chile. Por ende, el Radicalismo se vislumbraba como la fuerza política capaz de encarnar los valores de la democracia liberal, como contraposición al autoritarismo ibañista, que haría del país un satélite del Justicialismo.

Esta posición era compartida por la Juventud del Partido Radical que, en una declaración, denunciaron "la existencia de e intensificación de un clima de violencia agresiva, sin expresión doctrinaria alguna, pero con el denominador común de un apoyo incondicional a la persona del ex Dictador"91, ante lo cual llaman "a la conciencia democrática de Chile, invitándola a unirse en una actitud de propia defensa y de salvaguardia de la libertad y de la dignidad humanas", para oponerse a la fuerza de la violencia ejercida por los adherentes de la candidatura de Ibáñez y como una defensa de las libertades públicas.

El ibañismo contestó las acusaciones formuladas en el Congreso y en la prensa. Alfredo LeaPlaza, diputado del Partido Agrario-Laborista (el cual apoyaba la candidatura de Ibáñez), afirmó, sobre la actuación de los cónsules argentinos, que las acusaciones no eran más que "una burda calumnia", por cuanto otro diputado, por la ciudad de Antofagasta, le señaló que el cónsul argentino le dijo que "sólo había repartido, entre un grupo reducido de amigos de esa localidad, un libro que desde hace muchos años está en circulación en la República Argentina y en nuestro país". A juicio de Lea-Plaza, "si con ello se da por sentada una intervención argentina en la política chilena y la existencia de propaganda en favor del candidato señor Ibáñez, creo que las bases de argumentación del Honorable Diputado son extraordinariamente débiles"92. Además, el diputado agregó que, en caso de haber intervención peronista en la campaña electoral chilena, constituiría "el más grande de los perjuicios que se le pueden hacer" a Ibáñez93.

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Por otra parte, las críticas al ibañismo también salieron desde la candidatura de Pedro Enrique Alfonso, abanderado del Partido Radical para la elección presidencial. En ese sentido, y por medio de una declaración publicada en la prensa titulada, de forma perspicaz: "El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras", aseguraron que resultaba llamativo que los rumores e informaciones publicadas por medios gobiernistas argentinos tuvieran difusión por parte de la prensa ibañista, en un fenómeno que denominaron como "el grito y el eco", como si existiera algún grado de coordinación entre ambos. Además, acusó a dirigentes ibañistas de estar recibiendo adoctrinamiento por parte de "elementos extraños" a Chile y de efectuar actos públicos contra el gobierno en Buenos Aires, con la consiguiente intromisión en la vida nacional que significaba el difundir las publicaciones incautadas en las aduanas de Antofagasta y Los Andes94. Ante ello, desde la candidatura radical eran enfáticos en

91 "Frente Juvenil contra la agresión naci-ibañista propicia la Juventud Radical", La Nación (Santiago), 29 de junio de 1952.

92 Ibidem, 1345.

93 Cámara de Diputados de Chile, "Sesión 31a Ordinaria, en miércoles 23 de julio de 1952", 1345-1346.

94 "El ex general Ibáñez y sus concomitancias extranjeras", La Nación (Santiago), 15 de julio de 1952.

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afirmar que "la elección presidencial chilena deberá realizarse en el territorio soberano de nuestra República"95.

Bajo este escenario, y a pocos días de las elecciones, el Gobierno chileno trató de involucrar a Estados Unidos en la campaña contra Carlos Ibáñez, en una maniobra desesperada y que daba cuenta del masivo respaldo al candidato crítico del gobierno. El objetivo fue obtener apoyo financiero para las candidaturas de Arturo Matte o de Pedro Enrique Alfonso, lo que se planteó en una cita entre el propio González Videla y representantes del país norteamericano en La Moneda el 13 de agosto, algo a lo que el Departamento de Estado no accedió96. Estados Unidos, creemos, no estaba dispuesto a repetir el bochorno de 1946, cuando su intervención —mediante la publicación del "Libro Azul"- se transformó en el elemento que necesitaba Perón para consolidar su proyecto político y obtener el triunfo electoral. En tal sentido, la no intervención de Estados Unidos se explica en el contenido del programa de gobierno planteado por Ibáñez, en el cual se sostiene un "nacionalismo económico moderado", que consistía en la "industrialización de las materias primas nacionales" y una mayor intervención del Estado en las faenas productivas y comerciales de la minería97, algo que Estados Unidos percibió como una posible intento por nacionalizar el cobre98. Además, la embajada de ese país ya había tomado nota de las invitaciones hechas en Argentina en ese sentido y a unirse en un bloque de carácter "tercerista"99, algo que fue percibido como una declaración tácita de nacionalización del cobre. De esta forma, los estadounidenses no se mostraron dispuestos a una maniobra que, a la larga, podría ir en contra de sus propios intereses.

Pese al discurso levantado por el Radicalismo, las acusaciones acerca de la injerencia de agentes consulares en la campaña presidencial chilena y a las acusaciones formuladas en el Congreso Nacional, Carlos Ibáñez del Campo se impuso en los comicios del 4 de septiembre de 1952, al obtener un 46,8% de los sufragios, mientras que el candidato de las derechas, Arturo Matte Larraín consiguió el 27,8% de los votos. Por su parte, el abanderado del Partido Radical, Pedro Enrique Alfonso, quedó en tercera posición con el 19,9% de los sufragios100, demostrando la severa crisis de representatividad que afligía a la colectividad que logró ser la principal fuerza política, durante 14 años, teniendo 3 presidentes de forma consecutiva. En ese sentido, y aunque la victoria de Ibáñez no fue por mayoría absoluta, los radicales reconocieron la magnitud de su fracaso y la normalidad del acto eleccionario101. De ese modo, la posibilidad de que el triunfo de Ibáñez se pudiera explicar por la influencia del peronismo se diluyó, en función del resultado.

Con ello, la estrategia de los radicales de desacreditar la candidatura de Carlos Ibáñez del Campo, recurriendo al factor exterior como un argumento para dejar en evidencia una presunta disyuntiva entre la democracia y el autoritarismo con tendencias filo-peronistas, terminó siendo un fracaso. En ese sentido, se puede interpretar la estrategia del radicalismo como una opción frente a la cual creyeron que el grueso de la población, adscribiría, como una forma de evitar el retorno de quien había ejercido el poder de forma autoritaria y que, además, ponía en riesgo la soberanía e independencia del país. Ante ello, los radicales buscaron mostrarse a sí mismos como los líderes de un frente

95 Ídem.

96 Machinandiarena, Las relaciones con Chile durante elperonismo. 1946-1955, 205.

97 Fernández, El ibañismo (1937-1952): un caso de populismo en la política chilena, 182.

98 Acerca de la política de Estados Unidos hacia los populismos latinoamericanos, en la década de 1950, creemos relevante el trabajo de Vanni Pettina, "Del anticomunismo al antinacionalismo: la presidencia Eisenhower y el giro autoritario en la América Latina de los años 50", Revista de Indias, LXVII, N°240 (2007): 573-606.

99 Zanatta, La InternacionalJusticialista..., 316.

100 Ricardo Cruz-Coke, Historia Electoral de Chile. 1925-1973 (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1984), 105.

101"Presidente radical reconoce normalidad del acto electoral", La Nación (Santiago), 5 de septiembre de 1952.

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democrático capaz de frenar el ascenso de un gobierno potencialmente autoritario y cercano a los intereses de un régimen que era visto como de inspiración fascista. Sin embargo, el desgaste de su política de alianza y el sostenido deterioro de la situación económica y social -que tuvo uno de sus episodios más recordados en la llamada "Revolución de la chaucha, en 1949-, fue más preponderante a la hora de generar las condiciones para la victoria ibañista.

Conclusiones

A lo largo del presente artículo hemos constatado la existencia de un discurso que fue adoptado y utilizado por el Radicalismo, con el fin de desacreditar las aspiraciones presidenciales de Carlos Ibáñez del Campo, en 1952. Este, se estructuró sobre dos ejes; el recuerdo de su primera administración, que se extendió entre fines de los '20 e inicios de los '30 y, especialmente, la cercanía del mismo con Juan Domingo Perón y el Justicialismo. Este último aspecto es el que hemos analizado en profundidad, por cuanto fue el que adquirió mayor protagonismo a medida que se acercaban los comicios, dada la sensibilidad que implicaba la posibilidad de que un país extranjero estuviese interfiriendo en un proceso electoral chileno.

En concreto, la acusación de los radicales fue que el peronismo estaba apoyando la campaña presidencial de Ibáñez, ya sea a través de asociaciones chileno-argentinas, emplazadas en el país vecino, donde se hacían actividades para recaudar fondos que, supuestamente, estarían destinados a financiar la campaña, o a través de acciones de injerencia por parte de autoridades consulares argentinas. Ejemplo de esta situación fueron las presuntas acciones ejercidas por los cónsules de Antofagasta y Los Andes, quienes habrían estado distribuyendo material propagandístico, donde se atacaba la gestión de los radicales, en especial del gobierno de González Videla. Estas denuncias fueron formuladas por funcionarios de Gobierno, pero también tuvieron su correlación en el Congreso, donde el diputado radical, Isidoro Muñoz Alegría, fue más allá, afirmando que se estaba preparando una incursión guerrillera hacia Chile, por parte de grupos que estaban apoyados por el gobierno de Perón.

Tal como en ocurrió en otras situaciones, el factor extranjero emergió como un elemento que vino a justificar la existencia de discursos y acciones tendientes a poner el foco de la discusión en la posibilidad de que regímenes extranjeros estuvieran influyendo en el desarrollo de los comicios. A nuestro juicio, esta estrategia fue vista por los radicales como una forma de presentar una disyuntiva en la cual se podrían erigir como los defensores del régimen democrático chileno, al mostrar a Ibáñez como alguien con un pasado dictatorial y apoyado por un gobierno de marcado carácter autoritario y con una tendencia fascista que ponía en riesgo la independencia nacional. En ese contexto, el objetivo del discurso radical fue presentarse como la continuidad de la democracia chilena, frente a la amenaza de la representaba la alternativa ibañista. Con todo ello, los radicales decidieron plantear el dilema entre democracia y autoritarismo, ante la certeza de que el ganar la elección presidencial sería muy difícil para el candidato Pedro Enrique Alfonso. Para ello, fue necesario no solo rememorar los hechos ocurridos entre 1927 y 1931, sino que también era indispensable mostrar al llamado "general de la esperanza" como alguien que pondría a Chile como un satélite del peronismo. Esto se era de especial importancia en un contexto donde el régimen Justicialista aspiraba a expandir su influencia en Sudamérica, rivalizando con Estados Unidos y Brasil, quienes pretendían afianzar el Panamericanismo.

Lo anterior, obliga a efectuar un análisis que va más allá de la coyuntura inmediata representada por la elección presidencial, y que implica la visión que los radicales tenían acerca del peronismo y la relación con este movimiento, mientras el Partido Radical estuvo en el poder. En ese sentido, podemos afirmar que los radicales consideraron al peronismo como una amenaza política para Chile, por cuanto

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este tenía la capacidad de ramificar su proyecto político a nuestro país, de la mano de un líder carismático, fuerte y con la capacidad de aglutinar a importantes sectores de la sociedad. Al mismo tiempo, la idea de generar un bloque geopolítico antagónico del liderado por Estados Unidos, generó aún más sospechas respecto a ciertas acciones y discursos del régimen justicialista. La emergencia de Ibáñez, y especialmente su elección como senador por Santiago, representó la configuración del riesgo citado anteriormente, ante lo cual los radicales vieron en su figura una especie de 'Terón chileno" que, de llegar al poder, podría convertirse en un dictador afín al proyecto geopolítico del Justicialismo argentino. Por tales motivos, la campaña electoral de Ibáñez fue desacreditada por los radicales, recurriendo al argumento de la posible injerencia extranjera en la misma.

No obstante, esta estrategia fracasó, por cuanto el ibañismo fue capaz de articular una alianza con diversos sectores políticos, como el Agrario-Laborismo y los Socialistas Populares102. Lo anterior, da cuenta del estado de ánimo imperante en el país, donde el desgaste y falta de confianza en los radicales hizo que no existieran mayores reparos a la figura de Ibáñez, incluso reivindicando su carácter de hombre fuerte y capaz de resolver los problemas que enfrentaba el país. Reflejo del estado de ánimo imperante, en ese sentido, fue una declaración del Partido Democrático del Pueblo103 en 1951, donde dejaron en claro su rechazo "a cualquier candidatura radical"104 futura, evidenciando la incapacidad del Radicalismo para poder conformar una alianza política y electoral con la cual pudiera tener opciones reales de ganar la elección presidencial del año siguiente.

El artículo ha permitido explorar una arista de las relaciones políticas entre Chile y Argentina, en el siglo XX, marcadas por la emergencia y consolidación de un proyecto ideológico que tensionó el debate político en nuestro país, ante la posibilidad de que el Justicialismo lograra su objetivo de generar un polo geopolítico que contrarrestara la hegemonía estadounidense. Esto tuvo su momento más álgido en la elección presidencial de 1952, cuando la candidatura de Carlos Ibáñez se vislumbraba como aquella con mayores posibilidades de ganar los comicios. Al mismo tiempo, el presente artículo abre la posibilidad de analizar el impacto del Peronismo en la política chilena, especialmente a partir de 1952, con el triunfo de Ibáñez. En ese sentido, y si bien no hacemos mención a una postura oficial del Partido Radical, podemos afirmar que el Justicialismo fue visto como una amenaza para varios sectores de la colectividad, los cuales denunciaron abiertamente los intentos del peronismo por querer influir en la política nacional.

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102 Respecto de la formación del bloque ibañista para la elección de 1952, véase: Joaquín Fernández, Op. Cit., 137-179.

103 Este correspondía a una facción ibañista del Partido Democrático que no estuvo por aprobar la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Fernández, El ibañismo..., 147.

104 Ibidem, 148.

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