Научная статья на тему 'EL DEBATE HERNáNDEZ ARREGUI-AGOSTI: PERONISTAS Y COMUNISTAS EN LA CONSTRUCCIóN DE UN IDEARIO NACIONAL Y POPULAR'

EL DEBATE HERNáNDEZ ARREGUI-AGOSTI: PERONISTAS Y COMUNISTAS EN LA CONSTRUCCIóN DE UN IDEARIO NACIONAL Y POPULAR Текст научной статьи по специальности «Строительство и архитектура»

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HERNáNDEZ ARREGUI / AGOSTI / PERONISMO / COMUNISMO / MARXISMO

Аннотация научной статьи по строительству и архитектуре, автор научной работы — Gerlo Martín

El presente trabajo busca reconstruir el debate que mantuvieron a fines de la década de 1950 y principios de la siguiente Juan José Hernández Arregui y Héctor Pablo Agosti, pensadores argentinos adscriptos respectivamente al peronismo y comunismo. Las discusiones entre ambos intelectuales albergaron núcleos teóricos de gran interés para el pensamiento latinoamericano de inspiración marxista, cuestionando las proposiciones deterministas y esbozando una perspectiva original atenta a las diferentes manifestaciones culturales. A pesar de sus divergencias en el plano político, dichos escritores cultivaron un fértil acercamiento conceptual que trajo como resultado elocuentes aportes al estudio de la realidad social argentina y latinoamericana.

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Martin Gerlo, El debate Hernández Arregui-Agosti: peronistas y comunistas en la construcción de un ideario nacional y popular - The Hernández Arregui-Agosti Debate: peronists and communists in the construction of a national and popular ideology, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 0718-5049, número 18, IDEA-USACH,Santiago de Chile, abril 2014, pp. 111-127

El debate Hernández Arregui-Agosti: peronistas y comunistas en la construcción de un ideario nacional y popular

The Hernández Arregui-Agosti Debate: peronists and communists in the construction of a national and popular ideology

*

Martín Gerlo

Resumen

El presente trabajo busca reconstruir el debate que mantuvieron a fines de la década de 1950 y principios de la siguiente Juan José Hernández Arregui y Héctor Pablo Agosti, pensadores argentinos adscriptos respectivamente al peronismo y comunismo. Las discusiones entre ambos intelectuales albergaron núcleos teóricos de gran interés para el pensamiento latinoamericano de inspiración marxista, cuestionando las proposiciones deterministas y esbozando una perspectiva original atenta a las diferentes manifestaciones culturales. A pesar de sus divergencias en el plano político, dichos escritores cultivaron un fértil acercamiento conceptual que trajo como resultado elocuentes aportes al estudio de la realidad social argentina y latinoamericana.

Palabras clave: Hernández Arregui, Agosti, peronismo, comunismo, marxismo.

Abstract

This work intends to reconstruct the debate that Juan José Hernández Arregui and Héctor Agosti -Argentine thinkers committed respectively to peronism and communism- held at the end of the decade of the 1950s and beginning of the next. The discussions between both intellectuals harbored theoretical cores of much interest to Latin-American thinking of Marxist inspiration, questioned deterministic propositions and outlined an original perspective, attentive to different cultural manifestations. In spite of their divergences in the political aspect, these writers cultivated a fruitful conceptual approach which resulted in eloquent contributions to the study of the Argentine and Latin-American social reality.

Keywords: Hernández Arregui, Agosti, peronism, communism, Marxism.

*Argentino, Licenciado en Comunicación Social, Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Contacto: martingerlo@gmail.com.

Martin Gerlo, El debate Hernández Arregui-Agosti: peronistas y comunistas en la construcción de un ideario nacional y popular - The Hernández Arregui-Agosti Debate: peronists and communists in the construction of a national and popular ideology, Revista www.izquierdas.cl, ISSN 0718-5049, número 18, IDEA-USACH,Santiago de Chile, abril 2014, pp. 111-127

Introducción

La publicación de los trabajos en los cuales se desarrolla el debate entre Hernández Arregui (1912-1974) y Agosti (1911-1984) tuvo lugar en un contexto de gran efervescencia política y profundas revisiones en el campo intelectual argentino, que sin lugar a dudas marcó el pulso de las discusiones en cuestión y propició el acercamiento —impensado pocos años antes— de autores y corrientes de pensamiento con trayectorias divergentes1. Los meses transcurridos entre el golpe de Estado de septiembre de 1955, que desalojó al gobierno constitucional de Perón, y el fallido alzamiento cívico-militar del 9 de junio de 1956, que buscó sin éxito restituir al peronismo en el poder, fueron la génesis de un profundo viraje en la intelectualidad argentina que produciría rupturas y polémicas no sólo en el campo de las izquierdas, sino también en círculos liberales. El salvajismo que caracterizó al gobierno constituido tras el golpe y el marcado acento antipopular de sus políticas alejaron rápidamente a muchos sectores que habían visto en la Revolución Libertadora una solución a los excesos del peronismo, cuyos simpatizantes pasaban ahora a ser víctimas de persecuciones, encarcelamientos y asesinatos que se sumaban a una rígida proscripción política que terminaría extendiéndose por casi 18 años. Estos acontecimientos convulsionaron profundamente a una importante cantidad de hombres de la cultura y el pensamiento, que forzados por los hechos que le tocaban vivir comenzaron —de diversas maneras pero casi al unísono— a revisar muchas de sus posturas y a buscar comprender de otro modo qué había posibilitado la irrupción en la escena política de aquel movimiento popular que llegó a despertar fervientes odios y profundas pasiones.

Esta resignificación del peronismo no se limitó al fenómeno político reciente sino que tuvo alcances mayores y propició una profunda relectura histórica de diversos acontecimientos (Altamirano, 2011: 68). El hecho significativo del giro conceptual fue la adopción de posturas antiliberales (Terán, 2013) que corroyeron creencias hasta entonces ampliamente extendidas, compartidas por intelectuales de distinta filiación. De este modo, comenzó a ponerse en cuestión la visión historiográfica hegemónica y lograron tener mayor recepción los planteos que buscaban dilucidar los problemas nacionales atendiendo particularmente a la posición subordinada del país respecto a las potencias dominantes, es decir, bajo el prisma del antiimperialismo y, paralelamente, atentos al desarrollo de las clases subordinadas que habían sido protagonistas de la experiencia del peronismo en el poder. El problema de lo nacional y la sumisión de las clases dominantes al extranjero cobraban así una importancia inusitada, interpelando fuertemente a los sectores de izquierda que habían relegado en gran medida la resolución de estos interrogantes,

1 Nos centraremos fundamentalmente en las obras Imperialismo y cultura (1957) y La formación de la conciencia nacional (1960), de Hernández Arregui, y Nación y cultura (1959) de Agosti. Si bien no excluimos del análisis otros trabajos de ambos autores, que sirven para comprender mejor algunas de sus ideas y reforzar planteos, nos abocamos puntualmente a estas obras mencionadas ya que allí se desarrolla de manera explícita el debate que nos proponemos analizar.

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amparados en un esquema de corte intemacionalista que ponía el foco en la clase obrera sin atender correctamente a las particularidades de la región.

En este marco empiezan a cobrar mayor fuerza las ideas de grupos fragmentados y minoritarios que desde comienzos de la década de 1940 venían propiciando la conjugación de posiciones de izquierda con el problema nacional2, analizando en toda su dimensión el fenómeno imperialista relegado por el pensamiento institucionalizado en los partidos Socialista y Comunista. En esta herencia debemos ubicar a Hernández Arregui, cuya deuda con el nacionalismo popular y las posiciones marxistas heterodoxas de diversos sectores es evidente. En el caso de Agosti, en cambio, podemos encontrar un itinerario más complejo, ya que —a pesar de sus recurrentes divergencias con la conducción partidaria— nunca dejó de elaborar sus posiciones dentro de los márgenes del Partido Comunista Argentino (PCA) y tampoco se privó de rescatar pensadores y dirigentes que difícilmente hubiesen sido aceptados por los intelectuales provenientes de lo que genéricamente comenzaba a llamarse izquierda nacional.

Los años inmediatamente posteriores a la caída del peronismo fueron prolíficos en el desarrollo de ideas de fuerte inspiración marxista que buscaban, a la vez que desprenderse de todo dogmatismo y evitar la superposición rígida de esquemas pensados para otras realidades'4, propiciar la conjugación de una interpretación histórica capaz de dar cuenta cabalmente del desarrollo de las clases subalternas argentinas y latinoamericanas, sin excluir sus contradicciones, y el materialismo histórico que tras el fin de la hegemonía stalinista en la III Internacional comenzaba un proceso de revisiones y rescate de autores generalmente marginados por el marxismo oficial. En este contexto aparecen importantes obras de reinterpretación histórica que buscaban dilucidar el drama nacional a la luz del materialismo dialéctico, tanto en la esfera socioeconómica como en la cultural. Dentro del

2 La heterogeneidad y trayectorias paralelas de estos grupos no vuelve recomendable una generalización simplificadora sobre sus respectivos planteos teóricos, que merecerían un tratamiento más detallado. Es en su carácter de precursores en el abordaje de ciertas problemáticas que se los engloba bajo una misma categoría. Aquí se pueden mencionar las ideas del grupo FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), de gran influencia para Hernández Arregui y que a través de las figuras de Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz logrará influir también a muchos jóvenes. Paralelamente, de todos los grupos marginales de inspiración trotskista que irrumpieron a fines de la década de 1930 y principios de la siguiente, el que más importancia alcanzó fue el organizado alrededor del periódico Frente Obrero, que en sus comienzos constituyó un órgano del fugaz Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS) que sobrevivió a su disolución. Este grupo, según Galasso (1983), mantiene la "primera vinculación de importancia" con la clase trabajadora y "desempeña un papel importantísimo en la fundación de la Unión Obrera Metalúrgica". Dentro de las publicaciones de estos sectores de la izquierda también cabe señalar a la revista Octubre, donde comenzaría a escribir Jorge Abelardo Ramos, quien posteriormente desarrollaría una prolífica obra y se constituiría como uno de los más importantes interlocutores de Hernández Arregui.

3 Aunque en términos políticos la constitución de una izquierda nacional pasó a la historia ligada fuertemente a la figura de Ramos, el, término fue acuñado por primera vez por el propio Hernández Arregui, y desde entonces comenzó a ser terreno de disputas y definiciones (Galasso, 2012: 148; Hernández Arregui, 2011 [1960]: 396).

4 Las críticas más recurrentes, tanto de la izquierda nacional como del nacionalismo popular, hacia los partidos Socialista y Comunista, se basaron en su "europeísmo" y la importación mecánica de ideas a la compleja realidad latinoamericana.

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primer tipo de trabajos podríamos ubicar la Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos, de Rodolfo Puiggrós (1956) y Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Jorge Abelardo Ramos (1957), mientras que se puede encontrar en aquellos ensayos que se abocaban al análisis de lo superestructural a Crisis y resurrección de la literatura argentina (1954) del propio Ramos, Imperialismo y cultura (1957) de Hernández Arregui y textos de Arturo Jauretche donde se retomaba, para dar cuenta del dominio extranjero en el plano cultural, el concepto de colonización pedagógica5.

El caso de Agosti se presenta de manera distinta, ya que su itinerario en modo alguno puede emparentarse con el de aquellos pensadores, muchos de los cuales fueron disidentes del PCA, como Puiggrós, o bien ajenos totalmente al comunismo, tal es el caso de Hernández Arregui. Agosti será siempre un pensador en los márgenes de la estructura partidaria, tensionando recurrentemente los límites de la ortodoxia, rozando la herejía, pero jamás dando el salto que lo desvincule de esa herencia. Como precisa Néstor Kohan, no se animó a desplazar al ámbito de la política sus posiciones renovadoras en el plano de la cultura, reservando esa heterodoxia para los aspectos que no alcanzaban a cuestionar explícitamente la dirección impuesta por la conducción partidaria, encarnada principalmente en la figura de Victorio Codovilla. A comienzos de la década de 1950 Agosti encarará, a través de la introducción de Antonio Gramsci, su apuesta de renovación de la cultura comunista, cuestionando al mismo tiempo la tradición liberal y la nacionalista-rosista, rastreando para ello el desarrollo de una corriente que se aparte igualmente de ambas. Estos planteos que irán madurando con el correr de los años, paralelamente a su labor de traductor y editor del intelectual italiano en la Argentina, desembocarán a fines de esa década en dos de sus trabajos más importantes, El mito liberal y Nación y cultura, donde tiene lugar un polémico y fervoroso debate de ideas con Hernández Arregui.

Hernández Arregui, peronismo y socialismo

Promediando la década de 1930 Hernández Arregui se traslada desde Villa María a la ciudad de Córdoba, decidido a comenzar sus estudios universitarios de filosofía. Si bien ya había hecho durante esos años sus primeras armas en el mundo de las letras, publicando un libro de relatos que recibe buenas críticas, el hecho capital de su trayectoria como pensador probablemente se halle en este período, donde establece relación con quien será su maestro: Rodolfo Mondolfo, un intelectual italiano exiliado en el país que predica un marxismo alejado del stalinismo imperante, de corte humanista, y cuya influencia marcará fuertemente a Hernández Arregui. Estas ideas se complementarán con una sólida formación

5 El concepto, tomado del pedagogo alemán Eduard Spranger, fue aplicado a la realidad argentina por Ramos y retomado por Jauretche, quien lo explica mediante una cita de aquél: "En las semicolonias, que gozan de un status político independiente decorado por la ficción jurídica, aquella 'colonización pedagógica' se revela esencial, pues no dispone de otra fuerza para asegurar la perpetuación del dominio imperialista, y ya es sabido que las ideas, en cierto grado de su evolución, se truecan en fuerza material" (Jauretche, 1992).

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autodidacta, favorecida por su trabajo en la Biblioteca Bernardino Rivadavia de Villa María, como así también por los cuadernos y documentos políticos que un incipiente movimiento intelectual distribuía en el interior del país: la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), que contaba entre sus referentes a Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche. Todos estos aportes dejarán una huella indeleble en el pensamiento de Hernández Arregui, significativos por la confluencia de dos corrientes que hasta entonces corrían por carriles separados, como el marxismo y el nacionalismo popular de los grupos yrigoyenistas, que venían a sumarse a una erudición literaria y filosófica que será central para los planteos formulados en relación a la cultura.

Si bien en 1946 apoya la candidatura a gobernador del caudillo radical Amadeo Sabattini, en 1947 Hernández Arregui renuncia a la Unión Cívica Radical (UCR) —a la cual se había afiliado tras el derrocamiento de Yrigoyen— y comienza a adherir plenamente al peronismo, abandonando Córdoba. El movimiento de masas que había irrumpido en la escena política argentina el 17 de octubre de 1945, despertando el rechazo tanto de los grupos conservadores como de izquierda, generó entusiasmo en algunos pensadores que venían bregando por la constitución de un espacio que pueda aprovechar el contexto bélico mundial para desarrollar una política nacional independiente, con eje en la clase obrera y una apuesta a la industrialización. Hernández Arregui ve algunas de estas cualidades en el incipiente movimiento y no tarda mucho en cambiar su apoyo reservado por un resuelto respaldo. Durante aquella década el pensador se desempeñará como profesor universitario y trabajará un tiempo para el gobierno bonaerense, aunque la resistencia que su figura despertaba en los sectores conservadores del peronismo lo llevará a abandonar su cargo (Galasso, 2012; Piñeiro Iñíguez, 2007). Hasta el final de sus días, el intelectual sufrirá el rechazo y la persecución dentro del propio espacio político al que pertenecía, dada la complejidad ideológica del fenómeno peronista y los reparos puestos sobre alguien que jamás negó su pertenencia al marxismo.

Muchos pensadores y dirigentes progresistas, nacionalistas populares o de izquierda fueron marginados durante el segundo mandato de Perón y, a pesar de sostener su apoyo al gobierno, guardaron críticas y pusieron reparos a distintos aspectos de la política oficial. La caída del gobierno, sin embargo, desencadenada más por sus aciertos que por sus errores6, hizo que pusieran en suspenso esas contradicciones secundarias y emprendieran una resuelta defensa del peronismo, que les costaría la cárcel, persecución y censura. En ese grupo se puede ubicar Hernández Arregui, cuya marginal figura dentro del movimiento de masas desde entonces no dejaría de cobrar importancia, al emprender un vasto ejercicio de interpretación y formulación teórica que se materializaría en sus obras y la labor pedagógica que encaró en los siguientes años, brindando charlas y conferencias en distintas provincias argentinas y propiciando la conformación de espacios de reflexión y acción política.

6 A pesar de que en un comienzo cierto sector de la coalición golpista se propuso desalojar al peronismo manteniendo sus conquistas sociales, rápidamente el ala liberal y conservadora mostró el verdadero rostro restaurador y antipopular del golpe.

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En este contexto de retroceso del movimiento popular y restricción de sus libertades individuales es que Hernández Arregui escribe y publica su primer libro: Imperialismo y cultura (1957), una minuciosa y lapidaria crítica a la generación intelectual que sirvió de vehículo a las ideas de los golpistas. En este trabajo, el pensador analiza la actividad cultural como ideología (Hernández Arregui, 2005: 17), demostrando que la producción literaria, por ejemplo, no es una actividad aséptica y que en ella se reproducen esquemas de dominación que en modo alguno pueden circunscribirse solamente al ámbito económico. Sin especificar demasiado sus recursos metodológicos, y con un fuerte desapego a todas las normas académicas, presenta una preocupación que abordará a lo largo de toda su vida, y cuyo estudio irá profundizando y perfeccionando en los siguientes años. Según diría después, este trabajo fue el primero en la Argentina en aplicar "correctamente" la categoría marxista-hegeliana de alienación a un país semicolonial (Hernández Arregui, 2005b [1963]: 14).

Ese libro, en palabras de su propio autor, "mereció los más grandes elogios y el más grande silencio" (Galasso, 2012: 102), recibiendo críticas desde la izquierda tradicional y siendo ignorado por los círculos intelectuales consagrados. Sin embargo, algunas reacciones suscitadas demostrarían que el camino en que incursionó Hernández Arregui constituía un terreno fértil para las nuevas generaciones e inauguraba un enfoque que se iría extendiendo cada vez más durante los siguientes años. Un artículo escrito por el entonces joven militante comunista Rodolfo Ortega Peña da una muestra de ello: si bien le señala algunos "errores", sostiene que "no deja de ser un libro fundamental para los que estamos del lado de acá de la lucha". Hernández Arregu i agradecerá la crítica y afirmará que, aun comprendiendo las dificultades que reviste sostener una valoración positiva de su obra dentro de los márgenes partidarios, ese gesto servirá para que "muchos jóvenes comunistas piensen con independencia" (2005: 307-311; Galasso, 2012: 102). El propio Ortega Peña abandonará luego el comunismo y, al igual que muchos militantes e intelectuales de su generación, comenzará un acercamiento al peronismo, probablemente influido por esta emergente corriente de ideas que comenzaba a encontrar un público más amplio y dispuesto a debatir las contradicciones del movimiento obrero sin los dogmatismos que dominaron durante décadas los planteos marxistas tradicionales7.

Agosti, primer gramsciano argentino

Desde muy joven Héctor Agosti8 desplegó su talento intelectual y rápidamente se incorporó a las filas de la Federación Juvenil Comunista, donde entabló contacto con las máximas autoridades partidarias y algunas figuras de renombre como Aníbal Ponce. En aquellos primeros tiempos de militancia, durante los oscuros años que pasaron a la historia argentina

7 La crítica de Ortega Peña, pensada para la publicación comunista Mar Dulce, finalmente no fue publicada (Hernández Arregui, 2005). El artículo mismo y el intercambio epistolar entre ambos pensadores fue incorporado en un anexo de Imperialismo y cultura, a partir de su edición de 1964, donde es el propio Ortega Peña el encargado de escribir el prólogo.

8 Los datos biográficos de Agosti fueron extraídos de (o corroborados en) el Diccionario biográfico de la

izquierda argentina. De los anarquistas a la "nueva izquierda" (1870-1976), dirigido por Horacio Tarcus.

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como la Década Infame, fue encarcelado en numerosas ocasiones, interrumpiendo la prolífica actividad periodística, política e intelectual que constituyó su signo distintivo. Al igual que la mayoría de los pensadores y hombres de la cultura de su época, Agosti fue un activo opositor al golpe de 1943, donde participó Perón y a partir del cual el entonces coronel desplegaría su política hacia la clase obrera, que lo condujo primero a la expulsión de la coalición militar que detentaba el poder y luego a protagonizar los históricos acontecimientos del 17 de octubre de 1945. El desconcierto generado por el complejo movimiento policlasista que comandaba Perón, con base en los sectores populares y nacionalistas, alineó a liberales, conservadores y comunistas en un frente común, que a los fines electorales terminaría adoptando el nombre de Unión Democrática. Ese mismo año, al regresar a la Argentina luego de haberse exiliado en Uruguay, Agosti publicó uno de sus trabajos más celebrados: Ingenieros, ciudadano de la juventud, una biografía que inaugurará por parte del escritor comunista el rescate de algunas figuras importantes, y que alcanzará un punto alto con su obra Echeverría, publicada en el marco de una campaña de revaloración echeverriana que agrupó en esos años a todo el frente cultural antiperonista (Kohan, 2002: 220)9. La apuesta teórica de construir una perspectiva alejada del nacionalismo rosista (en ese entonces emparentado con el presente peronista) y la tradición liberal-antiperonista constituirá uno de los rasgos distintivos de ese trabajo, donde se produce "la primera recepción productiva" de Gramsci en la Argentina (Kohan, 2002: 220), es decir, la aplicación de las categorías del intelectual italiano a un aspecto de la realidad

nacional10.

Durante la década de 1950, Agosti emprendió la traducción y edición de los escritos de Gramsci en la Argentina, primero con las Cartas de la cárcel y luego, a través de la Editorial Lautaro, con las obras El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Los intelectuales y la organización de la cultura, Literatura y vida nacional y Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado moderno (Altamirano, 2011: 178). Teniendo en cuenta que durante muchos años se desempeñó como secretario de Cultura del PCA11, fue fundador de varias revistas y a su vez se posicionó como un intelectual de renombre dentro del universo del marxismo argentino, resulta lógico que la figura de introductor de Gramsci adquiera en Agosti otras facetas que van más allá de la simple presentación de una novedad editorial:

9 En este trabajo se citará la obra de Néstor Kohan Ni calco ni copia. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, que constituye la edición cubana al libro originalmente editado en la Argentina como De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano. La imposibilidad de acceder a la obra original, que desde hace algunos años se encuentra agotada, nos llevó a optar por esta versión, que puede encontrarse de manera online en la dirección web especificada en la bibliografía.

10 "Echeverría en el siglo XIX y el comunismo en el siglo XX representarían para él (Agosti) la tradición democrática, nacional-popular, frente a la tradición liberal" (Kohan, 2002).

11 Desde ese lugar dirigió la revista Cuadernos de cultura, donde emprenderá un proceso de "renovación del universo cultural comunista" (Tarcus, 2007). De allí nacerá, tras una ruptura, la revista Pasado y presente, donde escribirían sus discípulos Juan Carlos Portantiero y José M. Aricó (Kohan, 2002; Tarcus, 2007), quienes terminarían convirtiéndose en dos exponentes del pensamiento de izquierda en la Argentina.

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Agosti no sólo dio impulso a la publicación en la Argentina de los escritos de Gramsci, sino que aconsejó a sus compañeros de partido la lectura del pensador italiano. En la Primera Reunión Nacional de Intelectuales Comunistas, que se celebró en 1956, cuando la Argentina post-justicialista parecía abrirse a varios futuros posibles, recomendó a sus camaradas que frecuentaran los escritos de Gramsci. Conviene releer constantemente sus 'cuadernos', dijo en la reunión que presidía, 'porque me parecen uno de los modelos más eminentes de la crítica marxista (Altamirano, 2011b).

En la misma época en que edita los mencionados libros de Gramsci, prologando algunos de ellos, Agosti publica dos de sus obras más importantes, Nación y cultura y El mito liberal, donde profundiza los planteos trazados en los años anteriores y avanza en el esbozo de una tradición de izquierda que pueda disociar al liberalismo de la democracia, identificando una línea histórica apartada del nacionalismo y el liberalismo. Es en ese debate donde el pensador comunista retomará a Hernández Arregui, quien dos años antes había publicado Imperialismo y cultura y se encontraba preparando la que terminaría siendo su obra más celebrada, La formación de la conciencia nacional, aparecida al año siguiente.

Eran tiempos de profundas revisiones en el campo de las izquierdas, tanto aquellas surgidas de manera desarticulada al calor de las diferentes experiencias populares (yrigoyenismo, peronismo) como de las que continuaban vinculadas a las instituciones partidarias del marxismo argentino. La discusión en torno a la proscripción de las mayorías peronistas o a la candidatura presidencial de Arturo Frondizi (y luego su proyecto desarrollista en el gobierno), que había despertado entusiasmo en algunos sectores progresistas, en realidad no se limitaba a un problema de coyuntura sino que implicó, a su vez, la relectura y reformulación de muchos postulados historiográficos que hasta entonces estaban bastante extendidos y eran compartidos por intelectuales de distinta filiación. Es aquí donde la posición autónoma y original de Agosti adquiere importancia, ya que su esquema constituyó un intento desde el comunismo de adaptarse política y culturalmente a la nueva situación que comenzó a gestarse fundamentalmente tras el derrocamiento del peronismo.

En Nación y cultura reaparece Gramsci, en señal de alarma. En medio del nacimiento de la nueva izquierda, Agosti advierte: o se 'moderniza' la cultura comunista, uniéndose al pueblo-nación, o se corre el riesgo de perder la hegemonía en la izquierda (lo que finalmente ocurre) (Kohan, 2004).

A pesar de las trayectorias paralelas y los distintos fundamentos que cimientan sus perspectivas, el contexto político y los debates suscitados en torno a las nuevas posiciones hicieron, sino esperable, al menos plausible un acercamiento entre Hernández Arregui y Agosti, tanto para reforzar posiciones a la luz de sus trabajos como para elegir un antagonista lúcido dentro del mismo campo marxista. En sus polémicas se acusarán mutuamente de liberal y nacionalista, adoptando un estilo ensayístico que, si bien en

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Agosti guarda algunos criterios más apegados a lo académico12, no prescindieron en ambos casos de ciertas ironías y fervor militante. Sin embargo, al disiparse el polvo removido tras la riña verbal, podían apreciarse una importante serie de coincidencias y visiones convergentes que inauguraron un acercamiento hasta entonces inédito en un pensador comunista, apegado fuertemente a la estructura partidaria, y un intelectual peronista que frecuentemente desdeñaba por extranjerizante a todo aquello que proviniera de ese sector.

IV- Itinerarios intelectuales

A muy temprana edad, como ya hemos señalado, Agosti comenzó a mostrar sus dotes intelectuales y emprendió un recorrido que va a dotar de fuerte sentido humanista a sus proposiciones, sin nunca despegarse del materialismo histórico como método de interpretación y transformación de la realidad. Como señala Kohan, el joven pensador comunista "se sentía heredero del humanismo marxista radical de Aníbal Ponce" (2002: 220) y, aun en los momentos de mayor influjo del dogmatismo soviético en las posiciones del PCA, reivindicará figuras y enfoques que para la ortodoxia podían ser considerados marginales o ajenos al universo de ideas establecidas. A pesar de que puede formularse una crítica válida al accionar político de Agosti, quien no se atrevió a (o no pudo) trasladar a ese terreno sus proposiciones renovadoras en el plano teórico y cultural, la pionera y temprana introducción de Gramsci en el país y la aplicación viva de las categorías del intelectual italiano en sus trabajos alcanzan para catalogarlo como un pensador original, lúcido, que se atrevió a desafiar la chatura de las formulaciones partidarias allanando el camino no sólo para una renovación conceptual en el PCA y el marxismo argentino, sino también en círculos ajenos a esas tendencias.

En Hernández Arregui, en tanto, esa mixtura entre aportes de diferentes autores y corrientes adquirirá matices mucho más marcados, convirtiéndolo en un intelectual cuya dificultad para clasificarlo le valió el odio tanto de sectores ligados a la derecha (peronista y no peronista) como de la izquierda tradicional: mientras aquéllos lo denostaban por su jamás desmentida pertenencia al marxismo, estos identificaban en él a un nacionalista como cualquier otro, a pesar de que su propia obra lo desmienta.

Desde joven, cuando estudiaba filosofía en Córdoba, Hernández Arregui estableció contacto con Mondolfo, un intelectual italiano que llegó a la Argentina huyendo del fascismo. El marxismo humanista que predicaba se convirtió en un pilar de las formulaciones que luego desplegaría el pensador argentino en sus trabajos. Este aporte se complementaría, como hemos señalado, con las posiciones de un nacionalismo popular que los grupos yrigoyenistas residuales, principalmente FORJA, reivindicaban en medio de una silenciosa pero persistente campaña ideológica a través de sus publicaciones. Cabe destacar que en 1930, tras el derrocamiento del caudillo radical —quien con todas sus

12 Hernández Arregui llegará a postular, en un total desapego a las normas académicas, que sus libros "no son de investigación sino de lucha" y que cambia "mil llamadas al pie por una idea" (Hernández Arregui, 2005b: 15).

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contradicciones había expresado un proyecto de inspiración nacional y popular—, el joven Hernández Arregui decide afiliarse a la Unión Cívica Radical (UCR), la cual abandonaría recién 15 años después para incorporarse definitivamente al peronismo.

Mientras Agosti reivindicó para el Partido Comunista la dirección de las masas y acotó a sus márgenes —aun cuando logró dilatarlos— la evolución de su pensamiento, Hernández Arregui identificó en las bases del yrigoyenismo, primero, y el peronismo después (como en términos históricos previamente a las montoneras federales), un estadio determinado en el desarrollo de la clase obrera, donde, sin anular sus contradicciones, el papel de un intelectual de izquierdas debía ser acompañar el proceso sirviendo al ascenso de los trabajadores, con expectativas y programas acordes a esa fase histórica determinada. Sin embargo, en términos teóricos —aunque la afirmación implique riesgos y resulte simplificadora—, se puede rastrear en los dos pensadores la influencia común de un marxismo heterodoxo y antideterminista, cuya madurez se destaca en la etapa gramsciana de Agosti y que en Hernández Arregui puede identificarse a través su deuda con Mondolfo, condensada en varios pasajes de sus libros13. Pueblo, Nación y Cultura

La profunda crisis política y cultural que motivó el resquebrajamiento de los círculos intelectuales de izquierda y liberal produjo acercamientos que años antes hubieran sido impensados. Uno de ellos es sin duda el que protagonizaron hacia fines de la década de 1950 Hernández Arregui y Agosti, exponentes de dos sectores distanciados por sus posicionamientos políticos e incomprensión mutua como lo fueron el peronismo y el comunismo. La erudición e inteligencia de Agosti, como vimos, lo llevó a rechazar el acatamiento de algunas de las férreas doctrinas impartidas desde la conducción burocrática de su fuerza —lo cual en algún momento lo colocó al borde de la expulsión—, para ir desplegando un mayor vuelo conceptual en sus análisis de la realidad, destacándose fundamentalmente por prestar debida atención a la esfera superestructural y señalando la crisis de la cultura, cuyo síntoma más evidente era el distanciamiento de los intelectuales y el pueblo-nación.

En 1959 Agosti publicó dos de sus trabajos más importantes: El mito liberal y Nación y cultura, donde, tal cual hemos señalado, despliega un complejo aparato conceptual para el análisis de la cultura argentina, fuertemente influido por la óptica gramsciana de lo nacional-popular. En este último libro entablará un diálogo teórico con

13 Mondolfo conocía los escritos de Gramsci y manejaba aquellas proposiciones —analizadas en sus trabajos— años antes de que Agosti los publicara en la Argentina. Incluso, aun cuando pueda volverse algo forzado, cabe pensar en alguna temprana influencia de Gramsci en los estudios de Hernández Arregui, sino de manera directa, al menos a través de las formulaciones de Mondolfo. En el prólogo a la última edición de la biografía de Hernández Arregui escrita por Norberto Galasso, el sociólogo Horacio González afirma que el pensador peronista tomó contacto con la literatura política de Gramsci por intermedio de su maestro, aunque "no puede decirse en este caso que hubiera hecho gala de un cuidado interpretativo como el que requerían estos intelectuales", tal vez por haberle hecho pesar a priori la condena de extranjero que en muchas oportunidades nubló su juicio y que, de haberla evitado, le hubiese proporcionado "pistas elocuentes" para enfrentar algunos de sus problemas conceptuales en relación a la tarea del escritor político. (Galasso, 2012).

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Hernández Arregui, que en Imperialismo y cultura compartía una preocupación similar a la que guió el nuevo recorrido del pensador comunista. Uno de los puntos de coincidencia donde se apoyará Agosti es el rechazo a una "presunta escisión entre una cultura de minoría y una cultura de masas", lo cual supone negar el contenido "intrínsecamente nacional" de aquélla. Al hablar de una cultura para las masas, incluso, sean cuales fueren las intenciones, se vuelve a caer en el mismo error. Agosti se recostará aquí en una cita del intelectual peronista:

Hernández Arregui, con quien tengo tantas discrepancias y tantas coincidencias, escribe con razón: 'Cuando se habla de literatura nacional no se trata de predicar una poesía para las masas. El grueso de la población, por razones de niveles económicos de composición, al igual que en la mayoría de los países del mundo, no lee. La cuestión consiste en que el escritor tenga conciencia del país y que comprenda que el pueblo es el instrumento de la acción histórica en lugar de encerrarse en un pesimismo frívolo y deprimente' (Agosti, 1982: 127).

El pensador comunista agrega luego, en esa línea, que "lo que aquí se dice de la literatura puede trasladarse al fenómeno cultural en su conjunto", sentando de ese modo las bases epistemológicas de su enfoque general.

La cultura popular, siguiendo el planteo de Agosti, nutre a la cultura superior, lo cual rechaza de plano la tan mentada distinción entre ambos fenómenos. El autor de Echeverría admite en este punto que las masas sólo alcanzarán la integridad de la cultura cuando cambie el sentido de la sociedad, lo que no quiere decir, sin embargo, que deba serles indiferente el status escolar ni que no deba rechazarse el "populacherismo" con el cual suele confundirse su gusto, "manteniendo la antigua servidumbre del pueblo con el pretexto de respetarlo en sus gustos más legítimos" (1982: 130).

A pesar de esta coincidencia previa, Agosti vuelve a cargar contra Hernández Arregui, suponiendo que el autor de Imperialismo y cultura no acierta "al acentuar las sombras que abruman a la inmigración extranjera, adjudicándole alguna parte de la culpa en la presunta deformación intelectual del puerto-único de Buenos Aires". Esta crítica se funda en los juicios descalificatorios que realizó contra la inmigración en tanto fenómeno cultural y a algunas de sus manifestaciones, como el lunfardo o el tango. Esta posición, polémica y un tanto simplificadora, rechazaba al fenómeno inmigratorio desde el punto de vista cultural, ya que habría implicado un retroceso de los sentimientos nacionales y sería culpable del extranjerismo de las clases medias y dominantes. A su vez, el aporte de los trabajadores llegados al país en la organización de la clase obrera sería así relativizado, cuando no menospreciado. De esta forma, Hernández Arregui derivará de su percepción un análisis cultural un tanto discutible, aunque posteriormente apuntará a revisar estas posiciones:

En la Argentina se yuxtaponen dos estratos culturales bien delimitados aunque en estado de complejas permutaciones a través de la interfecundación cultural. El más antiguo o napa profunda centro-andina hinca sus raíces en el pasado, se conserva enclavado en las estructuras

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geográficas y la cultura colectiva conservada por la población criolla arcaica de raíz hispánica y casi no mezclada con la posterior inmigración, tanto en las capas sociales superiores como en las inferiores. Tiene su centro de irradiación esta área cultural, verdaderamente nacional, en las provincias mediterráneas y del Norte. El estrato cultural más reciente, en cambio, está en las grandes ciudades y en las provincias litorales ligadas a Buenos Aires por el tipo de la producción agropecuaria (Hernández Arregui, 2011: 73).

El juicio de Agosti sobre este punto será un tanto más complejo y lúcido que el de su interlocutor:

En el problema perceptible de una cultura nacional sería tan absurdo negar toda forma de tradición computable como reducirla a lo que ha dado en llamarse música nativa, desgarrando de esta manera la totalidad de una idiosincrasia nacional que obedece a determinadas formas por imperio objetivo de nuestro crecimiento, a pesar de todas las disertaciones moralizantes (1982: 132-133).

Otro de los puntos de coincidencias entre ambos pensadores será la crítica al nacionalismo de derecha desde una óptica antiliberal, remota en el caso del autor de Imperialismo y cultura y más reciente en Agosti. En Hernández Arregui, ya desde sus primeras formulaciones de juventud, el término nacionalismo no resultaba unívoco sino que remitía a distintas acepciones que variaban radicalmente según la posición desde la que se lo formule. Este primer paso en la dilucidación de una idea compleja y polivalente le permitió desprenderse de un doble equívoco, que para las izquierdas tradicionales se traducía en la equiparación de todo nacionalismo al fascismo y en las corrientes conservadoras y reaccionarias en la formulación de un concepto muerto, una idealización abstracta que remitía más a ciertas fronteras geográficas que a las fuerzas sociales vivas que le dan su verdadera significación. El objetivo del pensador argentino fue la reformulación y renovación de esta teoría desde las perspectivas peculiares de un país semicolonial, que posee una singularidad y a la vez comparte con otras naciones una posición equivalente dentro del antagonismo fundamental que lo relaciona con las potencias imperialistas.

En este punto, donde se presenta la oposición decisiva, el nacionalismo adquiere un doble sentido según se corresponda al contexto histórico de una nación poderosa o un país colonial. La distinción, señala Hernández Arregui, "no es de grado, sino de naturaleza", y adquiere un significado contrario a partir de las clases sociales que "lo proclaman o rechazan", manifestándose en su verdadera acepción teórica y práctica sólo en la actividad revolucionaria de las masas. Aquí se halla la principal y categórica diferencia con el nacionalismo de derecha profundamente caracterizado en La formación de la conciencia nacional y conceptualizado en obras posteriores, cuya concepción de fondo, al prescindir de esta clase, se convierte en "una abstracción inservible" (Hernández Ar regui, 2004: 13).

De aquella corriente, que cobra fuerza y se desarrolla como tal fundamentalmente a partir del golpe contra el gobierno popular de Yrigoyen, es necesario destacar sus aportes en materia historiográfica, contrariamente a la labor desempeñada por sus filósofos y

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ensayistas políticos. La revisión del pasado encarada por profesionales nacionalistas derribó muchos de los mitos liberales que allanaron el camino —aunque no haya sido precisamente su intención— para el estudio de los procesos históricos desde la perspectiva de las masas y los sectores silenciados de las sociedades latinoamericanas, tarea que debieron emprender a partir de estos aportes pensadores de otras procedencias14.

A pesar de utilizar para sus elaboraciones teóricas algunos pasajes y definiciones del propio Hernández Arregui, Agosti lo catalogará en este aspecto como un "autor adscrito a la corriente nacionalista" y, si bien le reconoce su aporte en este sentido, considerará que el examen que él efectuó se vuelve contra sí mismo. Posteriormente, el autor de La formación de la conciencia nacional le devolverá la gentileza llamándolo liberal, y así generarán una bruma de acusaciones que es necesario despejar para ver el verdadero debate que subyace a estos juicios. De todos modos, hacia fines de la década de 1950 y comienzos de la siguiente, Hernández Arregui le dedicará varias páginas al viraje positivo que significaron las nuevas posiciones de Agosti, que reflejan "el cambio de la intelectualidad de izquierda frente al país" (2005: 356). En ese sentido, consideraba "prometedor que este enemigo de la teoría nacionalista de la cultura" —tal como catalogó Agosti al pensamiento de Hernández Arregui— hable de "conciencia nacional, de década infame, de deserción ante el hecho nacional". Llamativamente, la crítica será porque formuló estos términos, "nacidos en el país y al calor de la lucha nacional", apoyado en un escritor extranjero como Gramsci (2005: 355).

Con algunos matices propios, Agosti formulará una construcción teórica que se desplaza por carriles similares a la teoría de los dos nacionalismos, formulada y defendida por aquellos teóricos nacionalistas de la cultura como el propio Hernández Arregui:

(...) Ello obliga a distinguir entre el sentimiento nacionalista, que en política se explica por una voluntad de independencia económica y cultural arraigada en muchos sectores y personas que no se atribuyen aquella calificación equívoca, y las formaciones de apelativo nacionalista cuyas características principales acabamos de reseñar. Lo primero implica justamente la combinación de lo nacional con lo popular; esto segundo

14 Resulta interesante analizar en este punto los posicionamientos adoptados por ambos pensadores durante la Segunda Guerra Mundial, y observar cómo la construcción teórica elaborada por Hernández Arregui —en aquellos años de manera acotada, pero en la misma dirección que lo haría después— influyó en la adopción de una postura opositora a ambas coaliciones de potencias beligerantes, mientras que Agosti sigue la línea del PCA y respalda decididamente —al igual que la mayoría de los intelectuales de la época, de izquierda y liberales— a los países "antifascistas". En un artículo periodístico publicado en 1940 en relación a este debate, Hernández Arregui sostuvo: "Los pueblos sudamericanos son colonias disfrazadas (...) La Argentina repudia al nazismo. Comprende que un triunfo alemán, con su consecuencia inmediata, la expansión del nacionalismo germánico en su forma más violenta, es una amenaza angustiosa", sin embargo, "a lo que nos oponemos y nos opondremos siempre es que a Inglaterra, tal como lo desean los compatriotas interesados, nuestro país envíe toneladas de carne nativa". En lugar de entregar la "riqueza nacional" al país imperialista que dominó durante décadas amplias ramas de la economía argentina, Hernández Arregui propone que "sin dejar de ayudarla" se inicie "una política hábil sobre los cereales y las carnes, una política realista de recuperación nacional" (Galasso, 2012: 43).

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determina, aun colocándonos en la variante más favorecida, el intento de prodigar al pueblo elogios metafísicos, aunque tratando de obstruir en definitiva su marcha hacia formas verdaderamente avanzadas de convivencia humana. La verdad del nacionalismo está dada por la primera variante; la segunda supone su reiterada falsificación (1982: 232233).

Más adelante, adoptará incluso los mismos términos que utilizaron los pensadores de la izquierda nacional: nacionalismo reaccionario y nacionalismo revolucionario. Este análisis lo conducirá a Agosti a abordar un problema que no fue parte de los intereses de Hernández Arregui: aceptando los costados negativos del liberalismo, es necesario no barrer sin embargo con toda la tradición democrática argentina, "de inspiración profundamente nacional y, por lo tanto, nacionalista" (1982: 246).

Pudo el liberalismo dilapidar el sentimiento nacional, invitándonos a pensar que constituíamos una tierra baldía destinada a recibirlo todo de afuera, desde las locomotoras hasta los versos. Pero tan pernicioso sería dejarnos atrapar por el absurdo nacionalista de una cultura replegada sobre sí misma, como si nada valiesen (aunque más no fuera para ahorrarnos innecesarias fatigas) las experiencias de otros pueblos (1982: 248).

Sin desprenderse de una perspectiva propia y un estilo característico, Agosti retomó en sus estudios los problemas conceptuales que irrumpieron con firmeza tras la caída del peronismo, y a los cuales los dirigentes e intelectuales nucleados en el PCA en general no supieron dar respuestas. La militancia y formación teórica le permitieron, a la luz de la innegable influencia de Gramsci, dilucidar el gran drama político nacional que él caracterizó como "crisis de la cultura", es decir, además de un anacronismo y anomalía en la formación cultural de la sociedad argentina, "el divorcio cada vez más profundo entre el pueblo" y "las minorías tradicionalmente encargadas de la dirección y orientación de nuestra cultura" (1982: 11-12). Este síntoma, identificado tempranamente por Agosti, sirve en parte para explicar, como ya hemos señalado, el giro adoptado por diferentes círculos intelectuales a partir de 1955 y la irrupción de nuevos paradigmas15 en el terreno de las ideas argentinas. Sin embargo, el siguiente paso para la mayoría de quienes comenzaron a sostener aquellas posiciones (resignificar el peronismo a punto tal de conducir, a cada uno con matices diferentes, a la valoración y acompañamiento del movimiento de masas) no fue dado por el pensador comunista, quien a pesar de sus vaivenes y apuestas al cambio se mantuvo fiel a la línea partidaria. Según define Kohan, "la gran tragedia del impulso gramsciano y renovador de Agosti fue quedarse a medio camino, obedeciendo la disciplina de acero que el stalinismo de Victorio Codovilla y de Rodolfo Ghioldi imponían a la intelectualidad comunista" (2002: 238).

15 Autores como Terán encuentran como dato sobresaliente de este período de la adopción de posturas antiliberales, sostenidas por cada vez más hombres de la cultura y círculos intelectuales junto a un marcado antiimperialismo.

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Conclusiones

La discusión entre Hernández Arregui y Agosti encerró algunos de los problemas más importantes sobre la cultura nacional, las corrientes políticas e historiográficas y el papel de los intelectuales comprometidos con los procesos de cambios revolucionarios. Por el tinte de las proposiciones y el fervor militante que envolvía sus trabajos, la obra del intelectual peronista tuvo una mayor recepción en los sectores jóvenes de la pequeña burguesía, que se toparon en ella con respuestas que dentro del Partido Comunista difícilmente podían encontrar16. La opción por Hernández Arregui puede leerse, a la distancia histórica, relacionada con la dirección que comenzaron a tomar hacia mediados y fines de la década de 1960 las organizaciones revolucionarias y la militancia juvenil en general, que encontraron en sus escritos algunas proposiciones que —aun con sus errores o exageraciones— podían dar cuenta de la situación política y dotar de sentido, más allá de lo inmediato y evidente, al proscripto movimiento de masas y las tradicionales clases dominantes que seguían detentando el poder.

Con el ascenso de los sectores más reaccionarios del peronismo17, y sobre todo tras el golpe encabezado por la Junta Militar, Hernández Arregui, que había muerto en 1974, fue condenado al olvido. Recién luego de tres décadas, en medio de un contexto político continental favorable y con la llegada al gobierno en la Argentina de un proyecto que buscaba retomar la tradición nacional, popular y progresista del peronismo, los libros del autor de La formación de la conciencia nacional volvieron a aparecer en el mercado editorial y sus ideas comenzaron a ser retomadas con mayor frecuencia. A pesar de seguir siendo un extraño o un marginal en los ámbitos académicos, Hernández Arregui volvió a ser leído por sectores generalmente vinculados a la militancia que buscan una interpretación distinta de la historia. El caso de Agosti no resulta tan auspicioso, ya que por muchas de las razones expuestas la adopción de sus formulaciones impiden desde lo político una lectura lineal, aunque en el plano teórico realicen aportes sugerentes. Sectores ligados al PCA, de todos modos, vienen reivindicando su figura18, aunque esto no haya traído como consecuencia la reedición de sus trabajos o un reimpulso de ellos en el ámbito editorial. Entendemos que aquella revalorización puede explicarse en que la figura de Agosti logra cubrir las expectativas partidarias dentro del nuevo contexto político y el posicionamiento adoptado en relación a él, mostrándose original y renovador, siempre dentro de los márgenes de la institución a la que pertenecía y sugiriendo a su vez una forma distinta de relacionarse con la identidad mayoritaria de la clase trabajadora.

16 El prólogo a la edición de 1964 de Imperialismo y cultura, a cargo del joven ex militante comunista Rodolfo Ortega Peña, da una pequeña muestra de ello.

17 Pocos días antes de su fallecimiento, Hernández Arregui fue sentenciado a muerte por la Triple A. Mientras se encontraba en Mar del Plata planificando su exilio, muere de un infarto el 22 de septiembre de 1974.

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18 Más o menos recientemente, el PCA impulsó la creación del Centro de Estudios de Formación Marxista Héctor P. Agosti (CEFMA), encargado de difundir y aportar al pensamiento marxista en la región.

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Transcurrido ya más de medio siglo de aquel debate, resultaría sumamente fértil un nuevo acercamiento entre ambas posiciones, cuyas coincidencias, más allá de algunos desencuentros, son sólidas y albergan núcleos conceptuales de un gran interés teórico y político.

Recibido: 23 junio 2013 Aceptado: 24 enero 2104

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