Contra el "allendismo". Las derechas mexicanas y su apoyo al golpe de
Estado en Chile*
Against the "Allendismo". Mexican rights and support for the coup in Chile
Carlos Fernando López de la Torre**
Resumen
El golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular tuvo un enorme impacto político en México. Junto a su condena por el gobierno y las izquierdas, varios actores políticos, inclinados a posturas de derecha, reaccionaron positivamente al derrocamiento de Salvador Allende. El presente artículo expone los motivos, los argumentos y las acciones que las derechas mexicanas realizaron para mostrar su respaldo al golpe de Estado, recuperando a tres actores políticos concretos de este complejo campo político: la derecha empresarial, el Partido Acción Nacional (PAN) y la extrema derecha. Más allá de los particularismos, la afinidad mostrada al golpe tuvo ejes directrices comunes como el combate al comunismo, mal que México adolecía por las buenas relaciones diplomáticas que el gobierno de Luis Echeverría mantuvo con Allende. Bajo esta premisa, las derechas intentaron responsabilizar a esta relación de la inestabilidad económica y política que vivía el país en la época. En este sentido, el objetivo del artículo es mostrar cómo un acontecimiento internacional puede impactar de manera notable en la política interna de un país, ya que el apoyo de las derechas mexicanas al golpe fue también una crítica al gobierno mexicano, acusado de intentar "allendizar" a México.
Palabras clave: Golpe de Estado en Chile, derechas mexicanas, conservadurismo, anticomunismo.
* Primer lugar en el Concurso
** Mexicano, Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudiante del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Contacto: [email protected]
Abstract
The coup against the government of Popular Unity had an enormous political impact in Mexico. Together with his condemnation by the government and left several political actors, inclined to right positions, reacted positively to the overthrow of Salvador Allende. This paper presents the reasons, arguments and actions performed Mexican rights to show their support for the coup, recovering three specific political actors in this complex policy field: business right National Action Party (PAN) and the extreme right. Beyond the particularities, the affinity shown coup had axes common guidelines as fighting communism, Mexico suffered badly for the good diplomatic relations that the government of Luis Echeverría had with Allende. Under this premise, the right tried to hold this relationship of economic and political instability that the country was at the time. In this sense, the objective of the paper is to show how international developments can impact significantly on the internal politics of a country, as the support of the Mexican right to strike was also a criticism of the Mexican government, accused of trying to "allendizar "Mexico.
Keywords: Coup in Chile, Mexican right-wing, conservative, anti-communism.
Introducción
Es ampliamente conocido el apoyo solidario que México brindó al gobierno de Salvador Allende (19701973) en sus momentos de crisis, así como la enérgica condena del gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) al golpe de Estado que lo derrocó el 11 de septiembre de 1973, acogiendo a miles de chilenos que huyeron de la represión impuesta por la dictadura militar de Augusto Pinochet. Sin embargo, la postura oficial en torno a lo sucedido en Chile no fue compartida por toda la sociedad mexicana. Varios actores políticos, vinculados al campo político de la derecha, reaccionaron positivamente al derrocamiento de Allende e inclusive señalaron su apoyo a Pinochet y a los militares golpistas. El presente artículo aborda este lado no tan conocido de la historia de México, asociada a un acontecimiento clave de la historia latinoamericana: el apoyo de las derechas al golpe de Estado chileno. La derecha, como campo político, puede entenderse como un conjunto heterogéneo de actores que comparten una cosmovisión del mundo marcada por una serie de valores, sentimientos y principios de acción determinados, como la defensa a ultranza del orden social, construido por una autoridad vertical en donde los privilegios son norma, la defensa de la propiedad privada, la estructura tradicional de la familia y una postura beligerante contra todo aquel que amenace su certidumbre de vida. Estas características adquieren sentido gracias a los significados simbólicos con los que individuos y colectivos los articulan y se identifican, lo que en las teorías culturales se conoce como cultura política. En ello reside la fortaleza de las derechas, a pesar de que su conservadurismo no se basa en principios ideológicos consistentes, como lo muestra el hecho de su propia diversidad. A partir de esta definición, que recalca lo no homogénea ni monolítica que es la derecha, la investigación se centra en analizar el respaldo al golpe en tres actores específicos, recuperando sus motivos, los argumentos y las formas de expresar su postura: la derecha empresarial, el Partido Acción Nacional (PAN) y la extrema derecha.
Pese a las particularidades propias de cada una de ellas, la afinidad mostrada por las derechas al golpe tuvo ejes directrices comunes, parte de su cultura política, destacando el combate al comunismo, considerado un mal del que México adolecía por culpa de la estrecha relación entre el gobierno de Echeverría y el de Allende. Bajo esta premisa, operó una reacción por parte de estos actores que, ante la pérdida de certidumbre por los cambios de la época, intentaron responsabilizar a dicha relación de la inestabilidad económica y política que vivía el país. De esta manera, a partir del manejo de un acontecimiento internacional se fortalecieron las críticas internas hacia un gobierno representante de un régimen posrevolucionario caduco, contra el cual el PAN y la extrema derecha tuvieron una trayectoria histórica como oposición. En este contexto se configura la hipótesis de la investigación: si las derechas mexicanas versaron una opinión favorable al golpe de Estado en Chile, su objetivo fue también criticar al gobierno mexicano, del cual se tenía el temor de que condujera a México al socialismo. Así, el derrocamiento de Allende, percibido como una medida necesaria para la salvación de Chile del caos socialista, se presentó como una lección histórica para que los mexicanos previnieran un destino funesto similar, guiado por el gobierno de Echeverría y sus pretensiones de "allendizar" el país. Estamos frente a una coyuntura internacional que, en conexión con la situación interna de México, sirvió como detonante de un agudo momento de cuestionamiento y conflicto político.
El corpus sustancial de la investigación está basado en fuentes primarias, principalmente diarios y revistas de las cuales se obtuvieron los testimonios de la época para construir la historia de las derechas mexicanas y el golpe. La pretensión es, recuperando a Erika Pani, dejar que aquellos catalogados como "conservadores" o "derechistas" hablen por sí mismos, dejar que a través de sus prácticas nos adentren en su mundo, en lo que les angustiaba y lo que esperaban. Sus discursos no valen sólo por lo que dicen, sino por lo que buscan hacer.1 A partir de ello, la labor del investigador es interpretar la realidad de la época y analizar los resultados de estas dinámicas marcadas por la polarización política.
La razón de la investigación se encuentra en la necesidad de ampliar nuestros conocimientos sobre las derechas latinoamericanas, cuyos estudios en México, a pesar de los avances en los últimos años, continúan siendo de segunda línea dentro de la academia, a diferencia de otros países como Argentina y el propio Chile, donde su participación en los grandes cambios históricos del siglo XX ha impulsado investigaciones en torno al tema, de difícil acceso y comprensión por la carga emocional negativa que trae consigo el propio concepto derecha, asociado a la resistencia al cambio o al manejo de un cambio ordenado. Sin embargo, el rechazo que se pueda tener sobre las acciones de este actor heterogéneo, resultado de una visión moral de la política, no debe ser impedimento para comprender el porqué de sus dinámicas, posturas y decisiones. Así, la investigación tiene su origen y razón de ser en la búsqueda de ampliar la historiografía sobre este tema, con el agregado de darle una proyección latinoamericana al abordar la reacción de la derecha mexicana frente a los acontecimientos chilenos, manipulados para ser aprovechados dentro de la propia lógica interna de la política mexicana. En esta línea, se espera que la investigación anime a la elaboración de nuevas investigaciones centradas en el tema de cómo el golpe de Estado chileno afectó las políticas locales de los países latinoamericanos.
El artículo se divide en cuatro apartados. El primero de ellos nos introduce al tenso ambiente económico y político de México a inicios de la década de 1970, como parte del contexto en el que se desarrolló el acercamiento diplomático entre el gobierno de Echeverría y el de Allende. Se rescatan los principales rasgos de esta relación, sus objetivos y las acciones oficiales tomadas a raíz del golpe. El objetivo de este apartado es señalar los motivos del descontento de las derechas contra un régimen en
1 Pani, Erika. "'Las fuerzas oscuras'. El problema del conservadurismo en la historia de México". En Conservadurismo y derechas en la historia de México, Tomo I, coordinado por Erika Pani. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009, p. 16 y 23.
crisis de legitimidad, el cual terminó explotando en 1973 ante la conjunción de factores externos e internos.
Los siguientes tres apartados ya se centran en el análisis de las derechas mexicanas. El segundo atiende al sector empresarial, descontento con Echeverría por la crisis económica y por el aumento de la violencia política de la cual era víctima. En este punto es crucial el condicionante interno que hace estallar sus críticas contra el gobierno nacional y a mostrarse afín al golpe militar: el asesinato del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, crimen que la derecha percibió como el resultante del "odio marxista" que entró a México gracias a la solidaridad mostrada con el Chile socialista.
El tercer apartado se centra en la postura del PAN, partido de derecha secular, aunque con importantes raíces católicas, opositor al PRI y al régimen posrevolucionario. Se presenta un breve trazo de los orígenes y postulados ideológicos del partido para poder comprender su reacción al golpe, la cual puede dividirse en dos momentos. El primero se da al calor del derrocamiento de Allende, mostrando una condena moderada a lo ocurrido, si bien ello no le impidió justificar el accionar golpista como el resultado lógico de un pueblo harto de las medidas socialistas del gobierno depuesto. El segundo momento se da en noviembre de 1974 con motivo de la ruptura de las relaciones diplomáticas entre México y la Junta militar, mostrando en esta ocasión un alegato de defensa al golpe y al nuevo régimen, medida que le valió al PAN el calificativo de pinochetista.
En el cuarto y último apartado se aborda a la extrema derecha, clara defensora del golpe y de Pinochet. A partir de algunos grupos y organizaciones seleccionados, se señala cómo el anticomunismo, percibido como un movimiento político de escala internacional, funcionó como el eje rector de su posicionamiento ante el golpe, acción aplaudida por significar la victoria en la batalla por liberar a Chile del "yugo marxista". Apologistas de la violencia, la extrema derecha vio en los militares chilenos a un actor digno de admirar, razón por la cual salieron a las calles o se vincularon con la extrema derecha chilena para demostrarlo. Al final, se presentan las conclusiones en donde se retoman los principales argumentos elaborados a lo largo del texto.
1. México y la relación con el Chile de Salvador Allende
La década de 1970 en México se caracterizó por el debilitamiento y cuestionamiento de la legitimidad del régimen que surgió de la Revolución mexicana. El modelo económico de crecimiento de la época, basado en el patrón de sustitución de importaciones y conocido como el "desarrollo estabilizador", empezó a mostrar su ineficacia a finales de la década de 1960, aumentando el déficit fiscal y el endeudamiento externo, lo que se tradujo en una carestía de recursos públicos para que el Estado pudiera realizar sus programas sociales. Durante el mismo periodo se agudizaron las contradicciones de la modernización que experimentó el país. La creciente urbanización estuvo acompañada por el aumento del desempleo, la marginalidad y la pobreza, fenómenos agudizados por las migraciones del campo a la ciudad.
El sistema político fue incapaz de captar dentro de sí y darle solución a los agudos cambios socioeconómicos que experimentó la sociedad mexicana, situación que devino inevitablemente en tensiones sociales protagonizadas por los grupos excluidos del sistema. La protesta social se volvió una constante, así como su brutal represión por parte del Estado, intolerante a todo cuestionamiento en su contra. El mejor ejemplo de la cerrazón política del régimen, signo de su carácter vertical y autoritario, fue el trágico desenlace del movimiento estudiantil de 1968, cuando el Ejército masacró a centenares de jóvenes el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Este hecho afectó profundamente
la imagen del régimen a nivel nacional al ser condenado por los sectores más progresistas de la sociedad mexicana, si bien fue aplaudido por los más conservadores, creyentes de que los estudiantes eran manipulados por una conspiración comunista internacional cuyo objetivo era desestabilizar al país.2
La posición conservadora que se asumió en 1968 es señal de cómo, ante la dificultad de entender y asimilar los cambios de época, determinados sectores sociales aceptan medidas drásticas para evitar la pérdida de certidumbre en sus vidas, si bien ello implica el sacrificio de sus libertades. Buena parte de los síntomas de apoyo de las derechas mexicanas al golpe de Estado en Chile partió de esta premisa, en el sentido de que dieron su aval a la intervención de los militares porque detuvieron el derrumbe de toda una nación que era víctima de ideologías extranjerizantes como el marxismo.
Los problemas económicos y las demandas sociales no cumplidas socavaron la legitimidad del régimen. Su carácter autoritario significó, para la oposición más radical de la izquierda, la adopción de la violencia revolucionaria como mecanismo para lograr los cambios negados por la vía legal. Desde mediados de la década de 1960 aparecieron diversos focos guerrilleros a lo largo del país. La inestabilidad económica y política generó preocupación en la oposición de derecha, siempre en búsqueda de culpables a quienes responsabilizar de la situación imperante. Por si fuera poco, dentro de las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido oficial que ostentó el poder hegemónico en México entre 1929 y el 2000, surgieron voces que clamaban por un mayor juego democrático. Este fue el caso de Carlos Madrazo Becerra, presidente nacional del PRI entre 1964 y 1965, quien abogó por una serie de reformas que incluían la elección democrática de los candidatos nacionales por los militantes del partido, ya que siempre eran elegidos por el presidente de la república.
En medio de este ambiente conflictivo, Luis Echeverría Álvarez asumió el poder en diciembre de 1970. El politólogo Rafael Segovia sintetizó en su momento los retos a los que tenía que enfrentarse el nuevo presidente de México: "encuentra una nación dividida, un personal político desacreditado y desmoralizado, un partido (el PRI) que aún no se repone del conflicto madracista, universidades casi desintegradas, grupos sociales ya no sólo enajenados sino abiertamente hostiles y una situación económica amenazadora".3 En la búsqueda de solucionar estos problemas, la reformulación de la política exterior mexicana se presentó como una opción viable para recuperar la confianza perdida de determinados sectores de la sociedad.
A diferencia del sexenio presidencial de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), cuya política exterior se caracterizó por aletargada, además de estar debilitada internacionalmente por la matanza de Tlatelolco, Echeverría intentó revitalizar la proyección internacional de México al asumir un discurso político antiimperialista y tercermundista que lo acercara a los países en vías de desarrollo, particularmente los latinoamericanos. Con ello buscó recobrar el apoyo al gobierno de los sectores progresistas y conseguir el soporte necesario para realizar las reformas políticas encaminadas a renovar la legitimidad del régimen, expresada en el lema de "Volver la Revolución a su antiguo cauce".4 Esta estrategia significó también una nueva actitud en la "relación especial" con Estados Unidos, buscando una mayor distancia y autonomía de su influencia en las decisiones internas del país.
2 Para mayor información sobre la reacción conservadora en 1968 véase Rodríguez Kuri, Ariel. "El lado oscuro de la luna. El momento conservador en 1968". En Conservadurismo y derechas en la historia de México, Tomo II, coordinado por Erika Pani. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009, 512-559 pp.
3 Citado en Arriola, Carlos. "El acercamiento mexicano-chileno". Foro Internacional 14: 4 (abril-junio 1974): p. 508.
4 Zuleta, María Cecilia. Los extremos de Hispanoamérica. Relaciones, conflictos y armonías entre México y el Cono Sur, 18211990. México, D.F.: Secretaría de Relaciones Exteriores, 2008, p. 275.
El posicionamiento tercermundista acercó a México con Sudamérica. Uno de los países con el que se entabló una relación especial fue Chile, gobernado por la Unidad Popular (UP) y el presidente Salvador Allende desde noviembre de 1970. El acercamiento fue resultado de dos políticas exteriores afines en el discurso. Clodomiro Almeyda, canciller de la UP, mencionó que "en México, durante el período del Presidente Echeverría, se abrió nuevamente hacia el exterior una agresiva política tercermundista, congruente con el desarrollo e importancia que México había ido adquiriendo en el contexto latinoamericano", mientras que, por la parte chilena, "el programa de la Unidad Popular —y en particular la línea del Partido Socialista- estaba inspirado en una definida vocación latinoamericanista y bolivariana."5
El encuentro entre los dos países le dio a Chile la posibilidad de ampliar su proyección internacional, teniendo en México un gran aliado que demostró su amistad en los momentos más críticos del gobierno de la UP. Para Echeverría, el acercamiento al gobierno chileno tuvo varias implicaciones. La primera fue fomentar una imagen internacional de la diplomacia mexicana, marcada por el pluralismo ideológico en sus relaciones y por el alineamiento al lado "progresista" del escenario político internacional. En el ámbito interno ayudó a calmar los descontentos de la izquierda partidista, mientras buscó condenar la violencia de la izquierda radical utilizando como ejemplo la "vía chilena al socialismo", proceso que proclamó la revolución socialista pacífica dentro de un sistema político representativo. Lo que no tomó en consideración Echeverría es que esta estrategia gubernamental generó el rechazo de los sectores opositores de derecha, situación que se volvió notoria hasta 1973.6 El acercamiento también mejoró la imagen del gobierno mexicano como un defensor al exterior del principio de la autodeterminación de los pueblos en la elección del camino que mejor consideraran apto para su desarrollo y para la democracia, aunque ideológicamente no se concordara con él. Sólo así puede entenderse la aparente contradicción del apoyo de Echeverría al proceso socialista chileno mientras que al interior de México se encargaba del aniquilamiento de los movimientos sociales que abogaban por cambios similares a los dados en el país sudamericano.7
El pragmatismo político de los dos países los llevó a superar sus diferencias ideológicas en aras de un bien común. Echeverría visitó Chile en abril de 1972, en un momento crítico para el gobierno de Allende, que vivía una fuerte ofensiva de la derecha desde hacía unos meses atrás con movilizaciones como la marcha de las cacerolas vacías y los cuestionamientos a su ministro del Interior, José Toha, de no poder acabar con la violencia de los grupos armados de izquierda. Durante su visita, Echeverría declaró su total apoyo al gobierno de la UP y a medidas como la nacionalización del cobre y la reforma agraria. En diciembre de ese año, Allende correspondió al gesto de Echeverría visitando México, en donde se solidarizó con la política del gobierno mexicano, acordó la formación de una Comisión Mixta México-Chile y dio su célebre discurso a los estudiantes universitarios en la ciudad de Guadalajara, en donde, sin declararlo explícitamente, ofreció una legitimación al régimen al lanzar una enérgica condena a la violencia juvenil.
5 Citado en Ortúzar, Ximena. México y Pinochet. La ruptura. México, D.F.: Nueva Imagen, 1986, p. 191.
6 Zuleta, María Cecilia, op. cit, p. 277-279.
7 Luis Echeverría es uno de los principales autores intelectuales de la denominada "guerra sucia" que vivió México entre las décadas de 1960 y 1980. Ante la creciente oleada y accionar de las guerrillas, el Estado mexicano reaccionó con una violencia cruenta y eficaz, la cual se expandió contra toda señal de protesta social. Se conoce como "guerra sucia" a la serie de prácticas encaminadas al aniquilamiento de las guerrillas, las cuales fueron de carácter extrajudicial al rebasar los límites de la legalidad. Entre estas prácticas puede mencionarse las detenciones ilegales, las cárceles clandestinas, las torturas, los vuelos de la muerte, la formación de grupos paramilitares, los asesinatos a sangre fría y las desapariciones forzadas de las que fueron víctimas los guerrilleros y, en algunos casos, sus familiares y amigos. Se calcula que más de tres mil personas asociadas a la guerrilla murieron y más de quinientas se encuentran desaparecidas.
En 1973 se fortalecieron las relaciones entre México y Chile a raíz de la aguda crisis económica en la que entró el segundo, producto del bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos y de los sabotajes perpetrados por la oposición para desestabilizar al gobierno de la UP. En el mes de mayo se presentaron una serie de acciones solidarias sin precedentes en la política exterior mexicana. La banca nacional realizó un préstamo de 80 millones de dólares, además de mandar al país sudamericano petróleo, gasolina, minerales y productos alimenticios para ayudar a solventar su carestía. Estas medidas fueron condenadas por el sector empresarial mexicano y por el PAN, cuyo presidente nacional, José Ángel Conchello, cuestionó los préstamos y los envíos de alimento realizados por el gobierno, argumentando sobre si era justo "que se hayan enviado a Chile 40,000 vaquillas lecheras, mientras que muchos mexicanos están tomando leche en polvo importada y revuelta con harina de soya haciendo colas en el frío inclemente de las madrugadas para poder conseguirlas".8 En general, las preocupaciones de los sectores conservadores se centraron en criticar la atención a las necesidades de otros países mientras México vivía en medio de una crisis económica marcada por el aumento inflacionario.
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 impactó de sobremanera la vida política mexicana, sobretodo porque una semana antes Hortensia Bussi, esposa de Salvador Allende, visitó México con ayuda para los damnificados de las fuertes inundaciones que sufrió el centro del país a mediados de agosto. La mayor parte de la sociedad se solidarizó con el pueblo chileno y lanzó enérgicas condenas al accionar militar que derrocó a Allende. La postura oficial ante el golpe siguió esta línea, ofreciendo el asilo diplomático inmediato para Bussi y su familia, así como para todo aquel chileno que deseara solicitarlo.
La condena oficial al golpe es un acontecimiento que debe ser recordado como parte de la reconfiguración que adquirió la política exterior mexicana con Echeverría. El gobierno dejó de lado el rigor que caracterizó a las gestiones anteriores en torno a evitar comprometerse en conflictos políticos ajenos, alegando los principios de no intervención y de la autodeterminación de los pueblos. En la práctica México se limitaba a enviar o retirar a sus representantes diplomáticos, sin pronunciarse acerca de los cambios políticos de los otros países. Con el caso chileno sucedió todo lo contrario, ya que la condena estuvo acompañada por diversas operaciones políticas, entre ellas un duelo oficial de tres días en honor a Allende, del 17 al 19 de septiembre, el desconocimiento al gobierno golpista y una intensa campaña destinada a ofrecer la protección de los asilados perseguidos por la dictadura encabezada por Augusto Pinochet. El canciller Emilio Rabasa explicó que si el rompimiento de las relaciones con Chile no se consumó hasta el 26 de noviembre de 1974 fue debido a que se mantuvo "abierta nuestra embajada en aquel país para brindar protección diplomática y recibir a 700 asilados que posteriormente llegaron a México en diversos viajes".9
Junto al gobierno, el Comité Nacional del PRI se pronunció en contra del golpe. En un acto inusual, el partido oficial asumió un discurso tercermundista en el que ratificó "sus propósitos de continuar apoyando las causas de todos los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo que pugnen por acabar con vestigios feudales en sus sociedades y por obtener auténtica independencia".10 La condena al golpe fue unánime en los partidos y organizaciones de izquierda. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) acusó a los Estados Unidos de la asonada contra el pueblo chileno "para evitar los cambios
8 Conchello, José Ángel. "Acción Nacional, voz de los que no pueden hablar, grito de los mexicanos amordazados". La Nación No. 1379 (3 de julio de 1973): p. 14.
9 "Por salvar a 700 asilados la ruptura no fue inmediata". El Sol de México, Distrito Federal, jueves 28 de noviembre, 1974, p. 1A.
10 "PRI Comité Ejecutivo Nacional". Excélsior, Distrito Federal, jueves 13 de septiembre, 1973, p. 10A.
revolucionarios en favor de los obreros, los campesinos y de la gente pobre de aquel país",11 mientras el Movimiento de Acción y Unidad Socialista (MAUS) se centró en acusar de hipócrita al partido de la Democracia Cristiana (DC) por atarle las manos al gobierno de la UP de tal manera que no pudiera "someter a los facinerosos".12
Echeverría aprovechó la efervescencia político-social desatada por el golpe para mejorar la imagen del régimen. Preocupado por "la violación radical del orden constitucional en un país hermano", el presidente invitó a los mexicanos a "pensar más hondamente, más profundamente en la necesidad de vivir más de acuerdo en todo con la Constitución".13 En entrelíneas, Echeverría quería mostrar las ventajas del régimen constitucional que encabezaba, contrapunteándolo con la tragedia chilena y la violencia en la que desembocó. Esta idea la profundizó en una carta dirigida al director del periódico El Dictamen de la ciudad de Veracruz, en donde se refirió a la coyuntura internacional abierta con el golpe y la situación privilegiada de México como país libre:
En estos días de temor y sobresalto en el mundo, cuando la libertad y el derecho de hombres y naciones padecen el asalto de la fuerza, México confirma en su territorio y en su política exterior, su vocación histórica de pueblo libre. Podría decirse que cada uno de sus actos tiene su origen en la decisión de consolidar nuestra soberanía, de ampliar objetivamente la autonomía de una nación forjada en un vasto esfuerzo de generaciones.14
Sin embargo, la condena al golpe de Estado no fue unánime en México. Varios actores políticos y sociales, vinculados a la derecha, no estaban de acuerdo con el acercamiento de Echeverría hacia un gobierno que calificaban como marxista y al que responsabilizaron de la mayor crisis que vivió Chile en su historia. Las afinidades ideológicas, junto al temor a que en México pudiera ocurrir algo parecido al proyecto socialista chileno, llevaron a estos actores a aplaudir el golpe y a reflexionar su importancia no sólo para Chile sino también para México. En este sentido, al igual que Echeverría, las derechas utilizaron un acontecimiento internacional para atender problemáticas de la política interna, en este caso para criticar al gobierno y sus aparentes pretensiones de "allendizar" el país.
2. La derecha empresarial
La derecha empresarial era una importante fuerza política de la época, que fungía como un regulador de los patrones de desarrollo. Además, tenía el poder de influir en las decisiones institucionales en las que podían verse afectados sus intereses. Los empresarios estaban vinculados políticamente a la derecha al defender ante todo sus privilegios de cualquier ley, acción gubernamental o actor social que los cuestionara o atacara, aunque ello significara defender el autoritarismo y legitimar la violencia ejercida contra la población.
La derecha empresarial buscó cumplir tres objetivos principales, todos relacionados entre sí: tener una posición mayormente privilegiada en el sistema político, debilitar el poder del Estado y obtener una
11 "Culmina así una Serie de Provocaciones: PST". El Día, Distrito Federal, miércoles 12 de septiembre, 1973, p. 2A.
12 "AI Descubierto la faz Hipócrita de la Democracia Cristiana: MAUS". El Día, Distrito Federal, miércoles 12 de septiembre, 1973, p. 2A.
13 Citado en "El Drama de Chile nos Obliga a Vivir más de Acuerdo con la Constitución: Echeverría". Excélsior, Distrito Federal, jueves 13 de septiembre, 1973, p. 1A.
14 Citado en Arreola, Carlos, op. cit., p. 535.
influencia social más amplia. Estos objetivos implicaron defender el libre mercado, participar en el sistema político, vinculándose a partidos que velaran por sus intereses, y dirigir sus ataques contra el intervencionismo estatal en la economía.15 En este sentido, la relación entre los empresarios y el Estado era ambivalente, marcada por acuerdos y alianzas para lograr fines comunes, así como por las confrontaciones originadas por las diferencias ideológicas que existían entre los dos. Cuando el escenario llevaba inevitablemente a la confrontación, la derecha empresarial tenía los recursos y la capacidad de cuestionar al gobierno y al sistema político, convirtiéndose en un actor políticamente activo que era escuchado por los sectores más conservadores de la sociedad, quienes veían en los empresarios un modelo ideal del mexicano trabajador.
Echeverría enfrentó varios momentos de tensión con los empresarios, quienes se veían afectados por los problemas económicos de su gobierno. Para 1973, este sector adolecía de la inflación, del paulatino auge de las movilizaciones obreras que buscaban aumentos salariales y de la medida oficial de implantar la jornada laboral de 40 horas a la semana. La unión de estos factores condicionó el deterioro de las relaciones entre el sector público y el privado, que consideró inadmisible la intervención del Estado en la economía.16 En este contexto se desarrollaron también los cuestionamientos a la política exterior tercermundista de Echeverría, que agravaron su relación con el empresariado.
La derecha empresarial siempre estuvo en desacuerdo con el acercamiento entre el gobierno mexicano y el de Allende. A su juicio, el gobierno socialista de la UP atentaba contra los valores democráticos y de libertad que caracterizaban históricamente al país sudamericano, reduciendo estos principios únicamente al ámbito económico, es decir, el empresariado mexicano condenó la experiencia socialista chilena porque violaba el derecho de los individuos al libre mercado y a la libre empresa. Este tipo de discursos se dieron con frecuencia desde 1972, con motivo de la visita de Allende a México. En esa ocasión, 78 organizaciones gremiales de todo el país emitieron un comunicado donde recalcaron que México se rige por principios democráticos como "la integridad personal" y la "libre iniciativa del hombre", principios por los que "el pueblo de Chile lucha ejemplarmente" contra "la imposición del socialismo comunizante, con el que se pretende trastornar la vida tradicionalmente libre y democrática de que se ha ufanado siempre aquella hermana República". El comunicado termina con el deseo de que Chile triunfe sobre el "estatismo marxista que hace perder a los pueblos su dignidad, la alegría de vivir y lo que es más grave aún, su libertad."17
El golpe de Pinochet causó gran revuelo en la derecha empresarial, pero no por las mismas razones de quienes condenaron el golpe. El 17 de septiembre, mismo día en el que inició el duelo oficial que decretó Echeverría por la muerte de Allende y un día después de la llegada de Hortensia Bussi y su familia a México en condición de asilados, fue asesinado en la ciudad de Monterrey el empresario Eugenio Garza Sada, uno de los más poderosos del país. El siniestro fue perpetrado por miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), la principal guerrilla urbana que operó en México. El acontecimiento detonó una agresiva ola de ataques contra el gobierno, a quien se le acusó de ser en parte responsable por su actitud condescendiente a un gobierno "marxista" como el de Allende, ideología promotora del odio de clases y de la violencia.
Durante el entierro del empresario regiomontano, al cual asistió Echeverría, Ricardo Margáin Zozaya, abogado amigo del occiso, presidió la oración fúnebre, donde cuestionó el rumbo que tomó el país por ideologías que sólo le causan mal a la nación:
15 Luna Ledesma, Matilde. "La derecha empresarial". El Cotidiano No. 24 (julio-agosto 1988): p. 73.
16 Arreola, Carlos, op. cit., p. 530.
17 "A la opinión pública". Excélsior, Distrito Federal, sábado 2 de diciembre, 1972, p. 21A.
Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el Estado deja de mantener el orden público; cuando no tan solo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte. Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, del cual formaba parte destacada el occiso, sin otra finalidad aparente que fomentar la división y el odio entre clases sociales. Cuando no se desaprovecha ocasión para favorecer y ayudar todo cuanto tenga relación con las ideas marxistas a sabiendas de que el pueblo mexicano repudia este sistema por opresor.18
En una rueda de prensa que dio días después, Margáin Zozaya profundizó en la explicación de algunas de las ideas que planteó en su oración fúnebre. Se definió como "portavoz del sector empresarial" y explicó que los empresarios regiomontanos tenían el justo derecho de exigirle al gobierno paz, tranquilidad y seguridad para ellos porque "contribuyen con alegría a la grandeza nacional; rechazan el atesoramiento ocioso del dinero y no lo sacan al extranjero". Antes de concluir habló en concreto de la figura de Allende, diciendo que nadie es capaz de entender la ayuda económica y de recursos primarios que le otorgó el gobierno de Echeverría, que "si existen razones que justifiquen esta acción, nunca se han dado a conocer", siendo lo único certero el ambiente de inseguridad y desconfianza que vive México por culpa de "toda idea de tipo socialista" que desencadena el odio y la desconfianza a los empresarios por crearles una imagen de abusivos explotadores.19
La reacción del sector empresarial por la muerte de Garza Sada no se limitó únicamente a Monterrey. Varios empresarios y organizaciones gremiales hicieron públicas sus condolencias, siempre vinculándolas con el tema del golpe en Chile. Guillermo Rocha, presidente de la cadena Provincial de Hoteles S.A., publicó en la prensa nacional un comunicado para cuestionar el duelo nacional decretado por el gobierno en honor a Salvador Allende, colocando "mi bandera personal a media asta" como expresión de luto a un hombre con "profundo sentido de la hermandad social: don Eugenio Garza Sada". Al interrogarse sobre los culpables, Rocha dijo lo siguiente:
[Garza Sada] fue víctima de los eternos sembrados de discordia y del odio de clases; de los que, al no saber crear, destruyen; de los que no toleran el éxito ajeno y, en su impotencia, pretender suplir el trabajo y la libre iniciativa por el recurso engañosamente seductor del socialismo, para luego presumir de empresarios a costa de la libertad y el esfuerzo de los demás. Fue víctima, finalmente, de un gobierno que, al cabo de tres largos años, ha sido estéril en obras pero —eso sí- rico en declaraciones demagógicas que han despertado resentimientos y causado la desunión, el recelo y la desconfianza mutua entre los mexicanos; que se yergue enérgicamente (desde la cómoda estancia de 6,000 kilómetros) en defensa de una minoría del pueblo chileno culpable de haber llevado a su patria al más profundo abismo político, económico y social de su historia, pero que se muestra vacilante cuando se trata de proteger, aquí, en su casa, en México, los
18 Margáin Zozaya, Ricardo. "Oración fúnebre pronunciada por el Sr. Lic. Ricardo Margáin Zozaya en ocasión del sepelio del Sr. D. Eugenio Garza Sada". El Porvenir, Monterrey, miércoles 19 de septiembre, 1973, p. 11A.
19 Citado en "Rechaza el Regiomontano Todo Cuanto Perturbe la paz Social". El Porvenir, Monterrey, viernes 21 de septiembre, 1973, p. 1B.
derechos, la paz y la tranquilidad de la inmensa mayoría de los mexicanos cuyo deseo es tener la oportunidad de trabajar y progresar.20
Más radical en su discurso fue Cayetano Tapia, presidente de la Unión de Trabajadores del Norte en la zona de Monterrey, quien lanzó una crítica fulminante contra "nuestros políticos demagogos que cada vez vociferan y alardean de los sistemas comunistas", que ayudan "al Presidente Salvador Allende, regalándole dinero, petróleo y comestibles los cuales le hacen falta al pueblo de México". En este documento ya es posible ver el anticomunismo que guio el posicionamiento de la derecha empresarial ante el golpe de Estado, su apoyo a esta acción, la condena al gobierno por recibir a los asilados y el valor del ejemplo dado por los golpistas para evitar que las políticas de Echeverría conduzcan al país al abismo del cual Chile se salvó:
Ya el país de Chile nos puso la muestra, habiéndose suicidado Salvador Allende al no tratar de reconocer todas las metidas de pata que hizo, hundiendo a ese país en la peor de las pobrezas y de las miserias, "muerto el perro se acaba la rabia.
No estamos de acuerdo con la política de estar recibiendo a comunistas, terroristas de otros países, el que dos o tres líderes vendidos y unos cuantos políticos mentirosos falsos y demagogos griten asentando que el pueblo de México estaba con Allende. Mentira, burda mentira [...], nadie salvo unos cuantos aprueban la política actual que si nos dejamos vamos para el mismo camino que el pueblo de Chile.
[.] dicen que golpes en cabeza propia, dejan bien escarmentados. Ya Chile tuvo el suyo pero afortunadamente le puso remedio, esperemos que el nuestro también le pongamos remedio.
Solución para los terroristas, asaltabancos y secuestradores, por favor Sres. de la Judicial no los encarcelen porque si no al rato los dejan libres y es cuento de nunca acabar.
Más vale prevenir que después andarnos lamentando.21
Como puede constatarse, la prensa se prestó como el medio ideal para la exposición de la postura de la derecha empresarial en torno al golpe de Estado. Los puntos principales que pueden distinguirse en los artículos de opinión sobre el tema son la condena a la "aventura socialista", los aplausos a los militares que derrocaron a Allende y la exigencia al gobierno de Echeverría de no entrometerse en un asunto que sólo le concierne al pueblo chileno. El artículo que mejor condensa los dos primeros puntos apareció en Tribuna de Monterrey., diario regiomontano controlado por empresarios locales, con el título "El Pueblo Chileno Luchó Denonadamente Hasta Romper las Cadenas del Marxismo". El texto fue escrito por Eudocio Ravines, anticomunista peruano expatriado a México por el gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968-1975). Sus principales argumentos son los siguientes:
El drama doloroso de Chile, viene a demostrar la verdad irrecusable de que toda aventura socialista desemboca sin remedio en la frustración y en el desastre para los pueblos que participan en ella.
Chile, a costa de sangre, de privaciones y de lágrimas, dicta al mundo la lección ejemplar de su valor indeclinable frente a la amenaza comunista. Su pueblo ha enseñado cómo y con cuánto sacrificio se puede resistir a la imposición totalitaria [...]. Chile acaba de realizar la hazaña liberalmente
20 Rocha, Guillermo. "A la opinión pública". Excélsior, Distrito Federal, viernes 21 de septiembre, 1973 p. 14A.
21 Tapia, Cayetano. "Manifiesto". Tribuna de Monterrey, Monterrey, martes 18 de septiembre, 1973, p. 3D.
portentosa de zafarse, a fuerza de valor, de inteligencia y de tenacidad, de la zarpa comunista.
[Gracias a] los militares, los chilenos vuelven bajo el sol de la libertad para hacerse otra vez los creadores de un régimen democrático de vida inaguantable. Gracias a ese núcleo Chile gana la posibilidad de convertirse en el adalid del vasto movimiento de regreso de la aventura comunista que se está operando en América Latina.
Hoy, Brasil, Santo Domingo, Bolivia, el Uruguay y, ahora Chile, imponen el rescate, se zafan de la órbita socialista y emprenden el camino del retorno hacia su reincorporación al mundo libre.22
El artículo de Ravines muestra al golpe de Estado en Chile como la llegada a un orden, guiado por las libertades del capitalismo, que se había perdido con la experiencia socialista. Destaca de su reflexión la perspectiva latinoamericana que da a los golpistas chilenos, adalides cruciales en el combate al comunismo en la región. En este sentido, sin mencionar abiertamente el nombre de México pero recordando el lugar desde el que escribe, se puede leer en entrelíneas una advertencia para todos aquellos que quieran conducir al país al socialismo, ya que sólo traerían caos y opresión. En el peor de los casos, es decir, que México sucumbiera ante esta ideología foránea, siempre se podría contar con los militares para regresar al orden deseado.
Sin hacer una apología tan clara en favor del golpe, el escritor Rodrigo Mendirichaga llamó a relativizar su condena, ya que si bien la acción militar puede ser "un crimen múltiple, repugnante y tonto" para los perdedores (los simpatizantes del régimen depuesto), para los militares y los opositores civiles al gobierno de Allende representó un triunfo. Mendirichaga continúa diciendo que, a pesar de que pueda lamentarse el final violento de la experiencia socialista, no se repudia el resultado, pues los chilenos "olvidarán pronto la tragedia ante el alivio de no soportar un régimen marxista". Finalmente, llama al gobierno mexicano a ser prudente con sus comentarios críticos al golpe, por haber sido un movimiento que acaeció en otro país y que contó "con la simpatía, seguramente, de muchísimos chilenos opositores o no simpatizantes del marxismo".23
Como se puede observar, la derecha empresarial aprovechó la coyuntura internacional del golpe en Chile para recriminarle a Echeverría asuntos concernientes a la política interna. El acercamiento y las actitudes solidarias con el gobierno de Allende fueron vistos con malos ojos por los empresarios, temerosos de que estas acciones llevaran a la implementación del socialismo en México, que implicaba el fin de la libre empresa y el libre mercado. El asesinato de Garza Sada por la LC23S sirvió como argumento perfecto para acusar al gobierno de promover el "odio marxista" dentro de la sociedad mexicana, gracias a su política tercermundista y a su fijación en tomar postura en asuntos internacionales que no le concernían. Empresarios y grupos cercanos a ellos apoyaron el golpe al percibirlo como una acción que regresaba la paz y tranquilidad a Chile, entendidas como el regreso a las libertades económicas. Además, la accionada debía servir como ejemplo para los mexicanos trabajadores que no estaban dispuestos a ver sucumbir su país bajo el manto del comunismo. Quizás lo más paradójico de esta historia es que la derecha empresarial señaló al gobierno como responsable de la violencia guerrillera, cuando en realidad Echeverría se dedicó a combatirla prácticamente hasta el aniquilamiento.24
22 Ravines, Eudocio. "El Pueblo Chileno Luchó Denonadamente Hasta Romper las Cadenas del Marxismo". Tribuna de Monterrey, Monterrey, jueves 20 de septiembre, 1973, p. 3A y 4A.
23 Mendirichaga, Rodrigo. "El Crimen Chileno". El Porvenir, Monterrey, viernes 21 de septiembre, 1973, p. 2B.
24 El combate contra la Liga marcó el inicio de una guerra total contra la guerrilla en México, ya que el gobierno decidió combatirla con todos los recursos posibles, aun cuando éstos pasaran por encima de las leyes y violaran la
Este panorama parecía mostrar un punto de quiebre total entre el gobierno y los empresarios a raíz de sus diferencias ideológicas, que podrían conducir a un enfrentamiento más serio si entraban en escena otros actores como las movilizaciones sociales o el Ejército. Sin embargo, esta situación nunca se presentó. Las dos partes comprendieron que una agudización del conflicto podría desestabilizar la, ya de por sí endeble, situación política del país. Lo importante era caminar juntos para enfrentar problemas comunes como la crisis económica y la violencia revolucionaria. Se hicieron llamados a la cordura como el de la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos (CONCAMIN), que declaró que "ante los síntomas de ruptura de la unidad nacional es necesario restablecerla o de lo contrario el progreso no estará de acuerdo con las necesidades de México", pidiendo "ponderación en todos los sectores para que renazca en el país el clima de armonía, unidad y seguridad".25 Si bien la derecha empresarial y el gobierno mexicano parecieron llegar a un acuerdo, ello no implicó que otra derecha continuara cuestionando la relación con el gobierno de Allende y mostrando su postura favorable al golpe hasta el punto de ser acusada abiertamente como pinochetista: el PAN.
3. El Partido Acción Nacional
Hasta antes de su llegada al poder en el 2000 con Vicente Fox, el PAN fue uno de los principales partidos de oposición al régimen priista. Su origen forma parte de la reacción que desarrolló un amplio sector de la sociedad mexicana frente al modelo político, económico y social sobre el cual se instauró el Estado mexicano posrevolucionario. El proyecto nacionalista hegemónico que se estableció tras finalizar la Revolución Mexicana consistió en la construcción de una sociedad homogénea, no necesariamente igualitaria, bajo la premisa de que ésta era la forma más adecuada para poder consolidar la identidad nacional, enfrentar a las amenazas del exterior y minimizar las diferencias internas. Para consumarlo, el régimen excluyó identidades y proyectos divergentes en la construcción de la "gran familia revolucionaria".26
Entre los marginados se encontraban varios sectores conservadores como hacendados venidos a menos, organizaciones civiles de corte laico y la derecha católica, ésta última en búsqueda de nuevas
Constitución. Junto a los operativos militares y las desapariciones forzadas, se creó un grupo paramilitar altamente entrenado en el combate contrainsurgente: la Brigada Blanca, el escuadrón de la muerte mexicano. El aniquilamiento de la guerrilla, perceptible a finales de la década de 1970, fue resultado de un acostumbramiento a la muerte en donde la vida humana ya no significaba nada. Muestra contundente de ello fue la respuesta vengativa protagonizada por Miguel Nazar Haro, uno de los principales represores de la "guerra sucia", y la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el principal organismo de inteligencia que se encargó de combatir a la guerrilla urbana, por las muertes de Garza Sada y de Fernando Aranguren, industrial oriundo de la ciudad de Guadalajara que fue secuestrado en octubre de 1973 y ejecutado posteriormente al no poder ser intercambiado por los presos políticos del régimen. Efectivos de la institución, comandados por Nazar, localizaron y detuvieron a dos miembros importantes de la Liga: Ignacio Olivares y Salvador Corral, alias Sebas y Roberto respectivamente. Los asesinaron brutalmente. Gustavo Hirales, ex miembro de la Liga, describió de la siguiente manera la muerte de los dos guerrilleros: "Al Sebas le quebraron todos los huesos, le metieron clavos de viga en las rodillas, en los hombros; según la prensa, la causa de la muerte fue que le hicieron estallar el cráneo. Con Roberto hicieron otro tanto. Luego, en un acto ritual-satánico muy propio de la tira nassariana, a Sebas fueron a tirarlo a Guadalajara, cerca de la casa de los Aranguren, mientras que a Roberto lo aventaron en Monterrey, a unos metros de donde viven los Garza Lagüera". [Hirales, Gustavo. Memoria de la guerra de los justos. México, D.F.: Cal y Arena, 1996, p.
71.] _
25 Citado en Arriola, Carlos, op. cit., p. 541-542.
26 Hernández Vicencio, Tania. Tras las huellas de la derecha. El Partido Acción Nacional, 1939-2000. México, D.F.: Itaca, 2009, p. 24-25.
formas de acción política después de los golpes dados al poder eclesiástico con la Constitución de 1917 y del conflicto religioso conocido como la Guerra Cristera (1926-1929), que enfrentó al gobierno de Plutarco Elías Calles contra grupos armados que al grito de "¡Viva Cristo Rey!" se opusieron a las restricciones que el Estado impuso a la Iglesia católica para participar en la política y poseer bienes raíces. Todos estos grupos encontraron en el PAN un espacio de representación política.
El partido se fundó en septiembre de 1939 por un grupo de políticos encabezados por Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna. Ante el fracaso de diversas experiencias contestatarias al régimen posrevolucionario, entre ellas los cristeros, Gómez Morín concluyó que la vía partidista era el mejor camino para la defensa de un proyecto alternativo de nación, marcado por una reivindicación de los valores democráticos como oposición a las políticas corporativistas del populismo cardenista. Estos valores eran entendidos como el ejercicio de diversas libertades, entre ellas la defensa de la propiedad privada frente al colectivismo, la preeminencia del individuo sobre el Estado y la defensa de la libre cátedra en las escuelas para contrarrestar la educación socialista. A través del PAN, Gómez Morín consideró que nacía un contrapeso al partido de la Revolución, capaz de ejercer su crítica cotidianamente y asentarse firmemente dentro de la sociedad.27
Se puede catalogar al PAN como una derecha partidista de corte social por la estructura de su organización y porque la defensa de sus principios estuvo encaminada a expandir su base social. El partido se nutrió socialmente de diversos sectores conservadores, cuya heterogeneidad fue subordinada al anteponerse los principios y valores ya mencionados. De esta manera, el PAN se conformó por sectores beligerantes del empresariado, partidos políticos afines a su ideología pero de corta existencia, bases sociales católicas cuyos orígenes se encontraban en el levantamiento cristero y un amplio sector civil laico conservador. Pese a la adscripción católica de varios de sus miembros, el partido intentó tomar un camino secular guiado por el propio Gómez Morín, consciente de que no podía darle al PAN una imagen pública cercana a la Iglesia católica, debiéndose adecuar más a la realidad mexicana donde la separación entre este estamento y el Estado era un hecho consumado.28
Este es el PAN que llegó a la década de 1970, como uno de los principales opositores al régimen del PRI aunque sin la capacidad de poder ganarle electoralmente. Como se observó en el primer apartado, el partido, en consonancia con la derecha empresarial, cuestionó la política exterior tercermundista del gobierno de Echeverría y los apoyos solidarios al gobierno en crisis de Salvador Allende. Ocurrido el golpe, la postura panista fue de una condena moderada, nula para sus críticos, ya que argumentó que a pesar de la ruptura violenta del proceso democrático era un asunto que únicamente concernía a los chilenos, incluidas las Fuerzas Armadas que lo propinaron. Además, el PAN utilizó el acontecimiento para tratar temas de política interna, cuestionando la defensa de la democracia en otro país cuando en México se vivía bajo un régimen autoritario que no respetaba la ley en su lucha por mantenerse en el poder.
Esta postura se observó desde el mismo día del golpe, cuando los cuatro partidos políticos con representación en la Cámara de Diputados dieron su opinión ante lo que estaba sucediendo en Chile. Los representantes del PRI, del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y del Partido Popular Socialista (PPS) coincidieron en que, a pesar de la tradicional defensa mexicana de los principios de no intervención y de autodeterminación de los pueblos, el golpe en Chile merecía la toma
27 Servín, Elisa. "Entre la Revolución y la reacción: los dilemas políticos de la derecha". En Conservadurismo y derechas en la historia de México, Tomo II, coordinado por Erika Pani. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009, p. 490-491.
28 Hernández Vicencio, Tania, op. cit., p. 27.
de una postura de condena enérgica por haber roto un orden constitucional establecido.29 Quien no estuvo de acuerdo con esta decisión fue el PAN. El legislador Manuel González Hinojosa habló en nombre de su partido. Llamó a ser prudentes con las opiniones versadas en torno al golpe, porque una cosa es la simpatía por un gobierno o personaje y otra el respeto al ejercicio de la autodeterminación de los chilenos. Siguiendo esta lógica, el panista se refirió a que "es lamentable que un régimen de indiscutible origen democrático se rompa por la interferencia de fuerzas internas que tienden a romper el orden constitucional, pero que son fuerzas chilenas que tienen absoluta libertad y la facultad de autodeterminarse". González Hinojosa culminó su participación con un "no caigamos en un maniqueísmo político, no nos rasguemos aquí en esta tribuna las vestiduras en defensa de la democracia chilena [...], cuando aquí estamos empezando en una lucha por alcanzar la democracia y la plena vigencia del derecho mexicano".30
El discurso panista permite entrever la existencia de dos interpretaciones distintas de lo que se debía entender como la postura de la política exterior mexicana en torno al tema de la autodeterminación de los pueblos. Por un lado está la forma en cómo la entendió el gobierno, el PRI y los partidos de izquierda, asociada al discurso tercermundista de Echeverría y que postuló un mayor papel activo de México en el panorama internacional, lo que significaba tomar posicionamiento en torno a acontecimientos de gran envergadura como el golpe en Chile. Por otro lado, la postura del PAN, y en gran medida de la derecha empresarial, era más tradicional y abogaba por un regreso a la política exterior anterior a Echeverría, caracterizada por no tomar posicionamiento en ningún tema y limitarse a las relaciones diplomáticas y comerciales con los gobiernos en turno. Ello explica no sólo la posición del PAN ante el golpe sino, como se ve más adelante, su crítica reacción ante el fin de las relaciones con el gobierno militar de Pinochet en 1974, motivo por el cual se acusó a sus militantes de ser los defensores del golpe en México.
Lo cierto es que, al menos en el momento del golpe, el PAN no presentó públicamente defensa alguna al establecimiento de la dictadura militar. La razón es simple: el haber apoyado el golpe hubiera implicado caer en una contradicción severa en torno a los valores democráticos que decía defender como partido político, lo que hubiera sido aprovechado hábilmente por sus detractores, entre ellos el propio gobierno, para debilitarlo en lo político y en lo público. Señal de lo anterior son las editoriales de La Nación, el órgano oficial del PAN, en donde se encargaron de aclarar que "un golpe de estado de los militares en contra de un gobierno democrático es un hecho siempre reprobable, aunque no se coincida con la filosofía política de ese gobierno".31
El PAN no coincidió ideológicamente con el gobierno de Allende por los mismos motivos de la derecha empresarial, con la cual algunos de sus líderes, entre ellos Conchello, tenían vínculos muy fuertes. La concordancia en este punto con la otra derecha se debió al rechazo que la élite del partido tenía sobre la idea de una sociedad dividida por el conflicto de clases. Por el contrario, consideraba que el ethos social estaba conformado por individuos iguales ante la ley (ciudadanos), cada uno capaz de progresar en su "destino espiritual y material", lo que significaba una crítica al intervencionismo es tatal en la economía y a las nacionalizaciones de empresas e industrias.32 Gracias a esta diferenciación, si bien
29 "Diputados de 4 Partidos menos los del PAN, Lamentan Golpe en Chile". El Porvenir, Monterrey, miércoles 12 de septiembre, 1973, p. 4A.
30 González Hinojosa, Manuel. "Es asunto que compete a los chilenos y no nos rasguemos las vestiduras". La Nación No. 1385 (26 de septiembre de 1973): p. 18.
31 Conchello, José Ángel. "No tropecemos con la misma piedra". La Nación, No. 1386 (10 de octubre de 1973): p. 3.
32 Hernández Vicencio, Tania, op. cit., p. 68.
el PAN no apoyó inicialmente al golpe, sí aprovechó la oportunidad para cuestionar al gobierno de Allende y mostrarlo como una lección histórica para México.
Mostrando cierta ignorancia histórica, el PAN asumió que el golpe fue el resultado del mal desempeño de Salvador Allende en el gobierno, desatando una guerra civil que no se veía desde la guerra de independencia de 1810, visión que omitía hechos históricos como la guerra civil chilena de 1891. A pesar de su inexactitud en el conocimiento sobre la historia de Chile, lo importante era mostrar que el golpe fue el resultado lógico del hartazgo social ante un gobierno que, a su juicio, nunca tuvo el apoyo mayoritario de la población y condenó a su país a una polarización tal que lo sumió en el caos y el terror:
En realidad, todos los antecedentes parecen indicar que el proceso que llevó al estallido fue dramáticamente simple: comenzando porque Allende llegó a la Presidencia con una raquítica diferencia sobre Alessandri, y gracias a los votos de la oposición demócrata cristiana que dominaba el Congreso, desde el inicio de su gobierno provocó el caos, no solamente con represalias contra la presa, el radio y la TV, sino con un clima de terror por parte de los extremistas de su "unidad popular" y con medidas administrativas que desplomaron la producción y provocaron escasez y carestía. Cuando menos en dos ocasiones, el Ejército había impedido la caída de Allende. Pero la exasperación debe haber alcanzado un nivel tal que explicaría, más que la sublevación misma, su carácter arrasador de bombardeos sobre la Casa Presidencial de La Moneda, su domicilio particular y la amenaza, según la prensa, de dinamitar todos los edificios desde donde se hiciera fuego a las tropas.
La campaña de prensa ha intentado probar que intervinieron fuerzas externas, Estados Unidos precisamente, pero reducir esa terrible explosión sólo a ese factor, equivaldría a menospreciar la calidad ciudadana del pueblo mismo del que forman parte las fuerzas armadas.33
México podía aprender algo de la tragedia chilena. Dejando de lado los sentimentalismos promovidos por el gobierno, el hecho es que la experiencia de Allende en el poder mostró que lo único que el socialismo sabía construir era desorden. Era necesario, entonces, evitar la propagación de estas ideas en México, ya que se corría el peligro de inaugurar un clima marcado por la violencia revolucionaria, pues:
Obedeciendo, como siempre, a una consigna, los intelectuales marxistas de todo el mundo, los grupos marxistas leninistas, los ultra izquierdistas de todas partes, los mismos que aplaudieron o callaron otros golpes militares, como el de Bolivia o Perú, sólo porque éstos eran de su línea, han proclamado una y otra vez que la púnica lección a sacar de la caída de Allende, es que no se puede cambiar o acelerar el cambio en un país por la vía democrática, que debieron haberse dado además de votos fusiles, que sólo la violencia puede promover el cambio de estructuras y que en consecuencia es inútil la acción democrática.34
33 "Los sucesos de Chile". La Nación, No. 1385 (26 de septiembre de 1973): p. 17.
34 Conchello, José Ángel, op. cit., p. 3-4. Los golpes militares a los que se refiere la cita son el de Juan Velasco Alvarado en Perú y el de Juan José Torres en Bolivia, quienes junto a Guillermo Rodríguez de Lara en Ecuador representaron en la zona andina gobiernos militares reformistas, que sin romper con el autoritarismo y el discurso mesiánico propio de las Fuerzas Armadas, generaron posturas críticas ante las oligarquías y el imperialismo
Al igual que la derecha empresarial, el PAN consideró que el fuerte acercamiento con Allende propició parte de la inestabilidad política del país, al permitir la entrada de ideas foráneas que alimentaron el "odio marxista" y la aparición de grupos guerrilleros. La lección histórica que dejó el golpe fue, precisamente, la urgente necesidad de detener esta situación para evitar el destino funesto en el que sucumbió el Chile socialista. Por esta razón, al finalizar el año de 1973, Conchello dio "gracias a Dios y a la reacción del pueblo" por detener la pretensión de Echeverría de "allendizar" al país.35
El PAN asumió una posición más abierta y a favor del gobierno militar golpista en noviembre de 1974, cuando México concluyó formalmente las relaciones diplomáticas con Chile. Conchello denunció que esta decisión abría un "boquete" en la unidad latinoamericana y que, "a riesgo de ser calificado de pinochetista", la ruptura "califica de alguna forma al gobierno chileno". El discurso del líder del PAN remite nuevamente a su entendimiento de la autodeterminación de los pueblos, con el agregado ahora de defender un gobierno con el cual comparte principios ideológicos como el anticomunismo. Para Conchello, la ruptura diplomática legitimaba a la dictadura porque ésta fue voluntad del pueblo chileno y si el gobierno mexicano no estaba dispuesto a aceptar esta decisión lo único que hacía era demostrar su falta de respeto a un país hermano. El senador panista Gerardo Medina Valdés apoyó la moción de su jefe con el argumento de que los chilenos, como los mexicanos, "pueden dirigirse como quieran en lo interno".36 Lo paradójico del asunto es que aquello por lo que el PAN criticó tanto a Echeverría, la toma clara de postura en favor de Allende, al final lo terminó haciendo con el gobierno de Pinochet. Hubo algunas voces disonantes en el PAN respecto a la postura de su dirigencia, sin embargo, éstas fueron una excepción más que una regla. Un caso notorio es el del senador Javier Blanco Sánchez, quien cuestionó a Conchello porque "no es posible que México pueda aceptar a un gobierno que llegó al poder por intervención de la CIA, tal y como lo han reconocido Kissinger y Ford".37 Las críticas de los opositores al PAN fueron contundentes, llamando a sus militantes "fascistas vergonzantes", defensores de la "execrable y repugnante pandilla de Pinochet", nombre con el que Horacio Labastida, diputado priista, se refirió a la Junta militar que gobernaba el país sudamericano.38
A diferencia de 1973, ahora el PAN no pudo escapar del escarnio público. Los principales diarios del país emitieron opiniones públicas lamentando el hecho de que Pinochet tuviera "aliados" en México. Una de las más elocuentes apareció en El Universal, donde el tema de la suspensión de las relaciones con la dictadura:
Ha servido para arrancar máscaras en México, como la 'populista democrática' del Partido Acción Nacional. Nació éste en los años 30's proclamándose franquista, y tras un periodo de simulaciones hoy se declara, porque lo lleva en la sangre, pinochetista. Resulta que para los cabecillas de este partido, el régimen de Pinochet es producto de la autodeterminación del pueblo chileno, y que suspender la relación con él rompe la unidad latinoamericana; pero negar que el golpe militar dio al traste con la
estadounidense, además de forjar alianzas con los sectores populares de sus países, principalmente campesinos e indígenas.
35 Citado en Arteaga, René. "Gracias a Dios y al Pueblo el Allendismo de LE fue Derrotado". Excélsior, Distrito Federal, viernes 14 de diciembre, 1973, p. 22A.
36 "La ruptura abre un boquete en la unidad de América Latina". Novedades, Distrito Federal, viernes 29 de noviembre, 1974, p. 1A.
37 Ibidem.
38 Citados en "No Esta 'Amplia, Razonada y Claramente Fundada'". Excélsior, Distrito Federal, viernes 29 de noviembre, 1974, p. 1A.
autodeterminación de los chilenos y que es el imperialismo yanqui el que, manejando e imponiendo a grupos como el de Pinochet, rompe la unidad latinoamericana [...], equivale a negar la luz del día. Lo cual a nadie debe sorprender, porque la oscuridad es la que conviene a la reacción extrema, ubicada más allá de cualquier crepúsculo.39
La ocasión fue aprovechada por el propio Echeverría para descontarse parte de las tantas críticas que le realizó el PAN a su gestión. Al ser interrogado sobre las causas del por qué el partido de oposición estuvo en desacuerdo con su relación con Allende y con la ruptura diplomática, el presidente mexicano dijo lo siguiente:
La actitud del PAN frente a las relaciones del régimen de la Revolución Mexicana, sobre todo frente a las relaciones con regímenes progresistas latinoamericanos —y mi gobierno coincidió con el de Salvador Allende-, es muy fiel a su propia imagen: la del PAN. Porque Salvador Allende encabezó un régimen nacionalista que recogió lo mejor de la tradición libertaria, independentista de Chile y Sudamérica en general para llevar a cabo reformas profundas que lastiman a los intereses históricamente creados por los conservadores chilenos, que en México tienen una perfecta armonía con intereses conservadores tradicionales. Esto explica porque el Partido Acción Nacional reprobó siempre nuestra posición frente al régimen chileno [...]. Así pues, la actitud en contra de la ruptura, por parte del PAN, es un fenómeno explicable —no justificable-, es comprobable —no aceptable- y todas las tendencias progresistas de Latinoamérica seguirán encontrando reacciones semejantes al afectar intereses que hincan sus raíces en la colonia misma.40
Recapitulando, el PAN compartió los mismos preceptos e ideas de la derecha empresarial en los cuestionamientos hechos a Echeverría por su acercamiento al gobierno de la UP. Ocurrido el golpe, utilizó una interpretación tradicional de la autodeterminación de los pueblos para evitar condenarlo, aunque en un primer momento tampoco demostró simpatía por el derrocamiento de Allende, pues ello hubiera significado contradecirse públicamente con los valores democráticos que decía defender. Ello no impidió a los panistas atacar a un gobierno con el que nunca coincidieron ideológicamente, además de aprovechar el acontecimiento para cuestionar la situación interna del país.
El PAN tomó una posición más clara sobre el golpe un año después, con motivo del rompimiento de relaciones diplomáticas con el gobierno militar. En ese momento fue notoria la afinidad de su dirigencia con los golpistas, llegando incluso a defenderlos de las medidas tomadas por el gobierno mexicano. Esta postura, resultado del encuentro ideológico del anticomunismo panista con el de Pinochet y la Junta militar, no escapó al cuestionamiento público, quedando en la memoria política de ese entonces una imagen del partido como pinochetista y fascista, adjetivos usados como crítica política con el fin de desprestigiarlo. Lo cierto es que el PAN fue moderado en su apoyo y afinidad con los golpistas chilenos a comparación de otro sector de la derecha mexicana: la extrema derecha.
39 Citado en Ortúzar, Ximena, op. cit., p. 157-158.
40 Citado en ibid., p. 272.
4. La extrema derecha
A diferencia de las derechas partidistas o parlamentarias, la extrema derecha se caracteriza por su radicalidad y el uso de la violencia frente a los cambios y actores considerados una amenaza para el mundo conocido o anhelado. Lo anterior no significa que en ocasiones no puedan relacionarse entre ellas, al tener preceptos ideológicos comunes como el anticomunismo. A pesar de las particularidades históricas de cada país y de las propias agrupaciones, las extremas derechas poseen ciertos aspectos comunes que dirigen su actuar. El primero de ellos es un nacionalismo excluyente y nativista, el cual considera enemigo de la nación a todo grupo social o ideología que atentara contra las estructuras y costumbres que la mantienen unida. La otra característica clave de estos movimientos es su apología de la violencia, instrumento de uso necesario para defender su idea de nación y que se tradujo en actos de intimidación, de agresión verbal y física cuyo propósito era propagar el terror hacia determinados sectores sociales.
Por lo general, las extremas derechas aparecen en momentos de crisis o coyunturas económicas y políticas. En México, los primeros rastreos de la extrema derecha se encuentran como una reacción virulenta al régimen posrevolucionario y a los cambios sociales que prometía. En la década de 1930, al amparo de la crisis económica de 1929 y la proyección del fascismo como una ideología mundial, surgieron varios movimientos, tanto seculares como religiosos, que abogaban por un cambio en el orden existente. Entre ellos se puede mencionar la Acción Revolucionaria Mexicanista (ARM) y el sinarquismo. El primero fue una organización paramilitar crítica al cardenismo y que abogaba por un país sin chinos y judíos. Por su parte, el sinarquismo fue un movimiento católico, anticomunista y nacionalsindicalista, que abogó por el establecimiento de un Estado teocrático en México, única solución a la decadencia moral de la civilización occidental y a los trastornos sociales desatados por la revolución.41
La década de 1970 vive un periodo de crecimiento y notoriedad de la extrema derecha, aprovechando el debilitamiento y los cuestionamientos que de todas partes se hacían al régimen. El anticomunismo se volvió un eje rector en los grupos de la época, más allá de su carácter religioso o secular. En algunos casos, la adscripción a esta ideología traspaso las fronteras nacionales, formando parte del movimiento político organizado a nivel internacional que promovió el combate al comunismo dentro del ambiente beligerante de la Guerra Fría. El ejemplo más claro al respecto es el de los Tecos, quienes ayudaron a forjar un movimiento anticomunista latinoamericano a la par que se vinculó con otro de origen asiático. Los Tecos fue una organización que se fundó en la década de 1930 en el estado de Jalisco, compuesta por jóvenes universitarios adoctrinados por jesuitas con el propósito de combatir el proyecto popular de educación socialista promovido por el cardenismo y que pretendía sustituir la educación religiosa en las aulas, situación por la cual el PAN también reaccionó defendiendo la libertad de cátedra. En su lucha contra esta medida, los Tecos terminaron fundando una universidad privada que tiene el mérito de ser la primera y única universidad mexicana que logró desafiar en estos años al proyecto nacionalista revolucionario, impidiendo que la educación socialista rigiera todos los estudios de bachillerato y profesionales del estado: la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG). Rápidamente los jesuitas perdieron poder frente a sus pupilos, quienes se radicalizaron y a través de acciones como la intimidación, la conspiración y la violencia, comenzaron a realizar una purga dentro de la universidad,
41 Campbell, Hugh G. La derecha radical en México, 1929-1949. México, D.F.: Secretaría de Educación Pública, 1976, p. 98-99.
expulsando a estudiantes y profesores que comulgaron con el socialismo, el cristianismo social y cualquier tipo de ideología que consideraran disidente.42
A mediados de los sesenta los Tecos se involucraron en el anticomunismo internacional. En 1967 entraron en contacto con la asiática Liga Mundial Anticomunista (LMA) durante su V Congreso celebrado en Manila, donde se decidió realizar la siguiente reunión en una capital latinoamericana, que le permitiría al movimiento adquirir una mayor proyección internacional. El lugar elegido fue México. Ante la interrogante de por qué fue escogido este país, habiendo otros claramente anticomunistas como el Paraguay de Alfredo Stroessner, posiblemente ello se debió, además de la insistencia de los Tecos, a su estratégica cercanía con Centroamérica y por la prestigiada imagen de México en materia de política exterior.43
El VI Congreso Mundial Anticomunista se celebró entre el 24 y el 27 de agosto de 1972 en la Ciudad de México. En él se concluyó fortalecer los intercambios políticos, económicos y culturales entre los países del mundo libre, manifestando además su apoyo solidario al pueblo cubano y chileno que vivían en la opresión. Durante los dos días siguientes se celebró la Confederación Anticomunista Latinoamericana (CAL), encuentro que buscaba servir de puente entre la LMA asiática y el subcontinente, buscando forjar un movimiento político anticomunista latinoamericano. Rafael Rodríguez López, miembro de los Tecos, fue quien leyó los principios rectores de la CAL: "denunciar, combatir e impedir todos los movimientos comunistas en Latinoamérica, así como desenmascarar y combatir al clero socialista, que bajo la capa de la religión, está tratando de implantar el comunismo en los pueblos de habla hispana".44
La proyección internacional de los Tecos muestra la sincera preocupación de este sector político por la expansión del comunismo, volviéndose necesario aliarse con otros países para combatirla. En el plano nacional no había ninguna duda de que esta ideología foránea quería penetrar al país y conquistarlo. Por ello criticaron severamente la relación que varios personajes políticos mexicanos tuvieron con Allende, entre ellos Sergio Méndez Arceo, sacerdote vinculado a la Teología de la Liberación y que visitó Chile en 1971, hecho que fue percibido por la extrema derecha católica como un plan conspirativo para traer el socialismo a México. Ocurrido el golpe de Pinochet, los Tecos se congratularon y celebraron en la UAG con una "estruendosa fiesta el asesinato de Allende y el entronizamiento del régimen militar", según testimonió Manuel Buendía, periodista que se encargó de investigar las acciones de la extrema derecha.45
Días después del golpe, se dio a conocer otro caso donde la extrema derecha mexicana tenía una vinculación internacional anticomunista, más en concreto con la extrema derecha en Chile. El Movimiento Universitario Renovadora Orientación (MURO), organización estudiantil de choque que tenía presencia en todo el país, aunque concentraba su poder en el estado de Puebla y en la Ciudad de México, tuvo una serie de encuentros con Pablo Rodríguez Grez, líder del grupo paramilitar Patria y Libertad, quien se encontraba realizando una gira por México y Europa. Acorde a la información que se presentó, el chileno manifestó a los mexicanos que era necesaria "la integración de comandos que se encargaran de matar aquí a comunistas". La noticia causó gran impacto dentro de las izquierdas
42 López Macedonio, Mónica Naymich. "La ofensiva anticomunista de los tecos y sus vínculos asiáticos a través de los servicios de inteligencia mexicanos". En Violencia y sociedad. Un hito en la historia de las izquierdas en América Latina, editado por Verónica Oikión Solano y Miguel Ángel Urrego Ardila. Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, El Colegio de Michoacán, 2010, p. 150-152.
43 Ibid., p. 149.
44 Citado en ibid, p. 168.
45 Buendía, Manuel. "Lo que pasa en la UAG". El Día, Distrito Federal, lunes 31 de mayo, 1976, p. 3A.
mexicanas porque quedaba demostrada la conexión entre los "grupos terroristas de Chile" y "nuestros fascistas vernáculos", felices cantantes de "alabanzas al cuartelazo, en nombre de la religión, la libertad, la patria, el capital y la libre empresa".46
El MURO era una extensión de otra organización de extrema derecha católica y anticomunista: El Yunque, fundado en 1954 por estudiantes egresados del Instituto Oriente, colegio jesuita ubicado en la ciudad de Puebla. Su mentor fue el sacerdote Manuel Figueroa Luna, quien también llegó a asesorar a los Tecos, mientras que Ramón Plata Moreno y Manuel Antonio Díaz Cid fueron los personajes centrales en su estructura organizativa e ideológica. El objetivo de la organización era frenar el avance del comunismo en México y América Latina a través de una estrategia que Díaz Cid definió como "la fundación de grupos anticomunistas de jóvenes que fueran capaces de defender en las universidades los principios de la fe".47 Para El Yunque y el resto de la extrema derecha católica, el origen de su activismo se fundamentó en la encíclica Divini Redemptoris (1937) del papa Pío XI, que condenó el comunismo en el mundo y en particular la instauración de la enseñanza socialista en México.48
La "defensa de la Patria y la religión" era el eje rector de la vida de los yunques. Para lograrlo, la organización ideó un extremo programa de disciplina que fuera capaz de forjar a los nuevos cruzados, entre los que se encontraron varios militantes del PAN. Para lograr sus cometidos, la organización debía pasar desapercibida ante los ojos del gobierno y la sociedad, siendo el MURO y otros grupos que creó, como el Frente Universitario Anticomunista de Puebla (FUAP), sus fachadas públicas. Para lograr mantenerse en secreto, El Yunque desarrolló una estructura piramidal de células autónomas. Se conformaron pequeños grupos de militantes que no se conocían entre sí, lo que evitaba la delación de los compañeros en caso de ser interrogados, y que periódicamente recibían instrucciones de la dirigencia. Además, no cualquiera podía entrar a la organización, ni siquiera los integrantes del MURO o el FUAP. Había que cumplir cierto perfil para ser yunque, como profesar el catolicismo y pertenecer a un estrato socioeconómico medio alto. Esta estructura escalonada le permitió a El Yunque maniobrarse por completo desde las sombras, hasta que fue descubierto por los servicios de inteligencia del gobierno en 1975.
A los yunques se les adoctrinó dentro de una concepción integrista del catolicismo, buscando fomentar el odio al marxismo y al judaísmo, antítesis del cristianismo. Se les dejaba leer obligatoriamente Los protocolos de los Sabios de Sión, América Peligra de Salvador Dorrego y las obras del argentino Julio Meinvielle, máximo exponente intelectual del antisemitismo en Argentina. Bajo el temor de que México pudiera convertirse en otra Cuba, El Yunque inspiró una admiración por el franquismo que después se trasladó a las dictaduras militares del Cono Sur, entre ellas la de Pinochet, por ser combatientes de las ideologías de izquierda y el comunismo ateo.49
Gracias a esta apología al militarismo sudamericano y a sus líderes como Pinochet, lo lógico es que El Yunque y las organizaciones que se desprendieron de él hayan recibido con beneplácito la caída de Salvador Allende. Lo anterior no sólo quedó demostrado con el encuentro entre miembros del MURO y Rodríguez Grez, sino también con manifestaciones públicas de apoyo a los militares chilenos. Mencionando un caso concreto, en la ciudad de León, en el estado de Guanajuato, uno de los baluartes
46 "Conexiones de Fascistas Chilenos y sus Equivalentes en México". El Día, Distrito Federal, jueves 20 de septiembre, 1973, p. 3A.
47 Citado en Santiago Jiménez, Mario Virgilio. "Anticomunismo católico. Raíces y desarrollo del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), 1962-1975" (Tesis Maestría en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2012), p. 67.
48 Delgado, Álvaro. El Yunque. la ultraderecha en elpoder. México, D.F.: Plaza y Janés, 2003, p. 77.
49 Jbid, p. 67.
geográficos de El Yunque, el ingeniero Arturo Jiménez de Lara fundó en 1968 el Instituto Atlético Cultural Militar con el propósito de preparar a los jóvenes para defender a la patria de la revolución marxista. Los estudiantes de este colegio se volvieron conocidos por sus actos violentos contra sus pares procedentes de preparatorias públicas. Autonombrándose como "Patria y Libertad", el 16 de septiembre de 1973 realizaron un mitin en pleno centro de la ciudad manifestando su apoyo al golpe militar y al pueblo chileno que "supo rescatar su libertad".50 La elección del día para la manifestación es por demás simbólica, fecha en que se conmemora el inicio de la guerra de independencia en México. De esta manera, México y Chile quedaban hermanados en su lucha por liberarse del yugo comunista. La extrema derecha mexicana nunca negó su postura a favor del golpe contra Allende. Su furibundo anticomunismo la acercó ideológicamente con los golpistas y con todo un movimiento político internacional que permitió establecer los contactos que se observaron en los Tecos y en el MURO. Lo notorio de sus acciones, como la participación en el VI Congreso Mundial Anticomunista y la manifestación progolpista en León, convirtieron a la extrema derecha en un actor temible para las izquierdas, porque de ellas se podía esperar cualquier reacción radical en contra de sus enemigos. Así lo reflexionó Manuel Buendía ante la constante aparición en las calles de guerrilleros torturados y asesinados: "¿esa súbita epidemia de muertes se debe a que ya opera aquí un escuadrón a la brasileña o a la guatemalteca, bajo inspiración y según experiencia de los pinochetes, más la experta asesoría de la CentralIntelligence Agemy y el financiamiento de algunos oligarcas?".51 Lo que Buendía no percibió en su momento es que el principal responsable de esas muertes no eran los grupos civiles de extrema derecha que fungían como fuerzas de choque o como paramilitares, sino el terrorismo de Estado mexicano que supo aprovecharlos dentro de su sistema operativo de aniquilamiento.
Conclusiones
El golpe de Estado chileno del 11 de septiembre de 1973 fue un acontecimiento que tuvo una honda repercusión en la política mexicana. Ningún partido, asociación civil o movimiento social pudo permanecer neutral ante una noticia de tan enormes implicancias históricas. Lo particular del caso de las derechas estudiadas en la investigación es que su reacción favorable al derrocamiento de Allende traía consigo un cuestionamiento a la inestable situación política y económica que atravesaba México en ese momento, la cual estaba socavando la legitimidad del régimen posrevolucionario. Se tuvo entonces una coyuntura internacional que fue favorable para la expresión de su descontento con la realidad que percibían y que no eran capaces de asimilar.
La década de 1970 en México estuvo marcada por la crisis económica y la conflictividad social de quienes no se sentían representados por el régimen. Las contradicciones de la modernización acelerada, junto a la aparición de fenómenos como la lucha armada guerrillera, provocaron dentro de los sectores sociales más conservadores un temor a la pérdida de certidumbre en sus vidas debido a la dificultad que tuvieron para comprender los cambios de la época. Indispuestos a reconocerlos, la reacción conservadora se dedicó a buscar a los culpables de la inestabilidad reinante en México, encontrándolos en el gobierno de Luis Echeverría y en su estrecha relación con el gobierno de Salvador Allende.
El acercamiento oficial a la experiencia socialista chilena generó preocupación en los sectores opositores de derecha. Lo que para Echeverría significó una política exterior activa basada en un discurso tercermundista y en el pluralismo ideológico, que permitiera a su vez una mayor proyección internacional del país y la reconciliación con la izquierda moderada, para las derechas era abrirle las
50 Citado en Arriola, Carlos, op. cit., p. 540.
51 Buendía, Manuel. "¿Ya tenemos nuestro propio 'escuadrón de la muerte'?". El Día, Distrito Federal, jueves 14 de febrero, 1974, p. 3A.
puertas a una ideología ajena a la realidad del país, promotora de la violencia y el odio entre las clases. Ello se debió a que el gobierno de Allende encarnaba la antítesis de los principios y valores que defendían. Como resultado, en las derechas nació un temor sincero a que el socialismo se apoderara de México, en donde jugaba un papel clave la relación con Chile. Por esta razón, el golpe de Estado fue bien recibido, aunque las maneras de expresarlo fueron distintas dependiendo la derecha a la que nos refiramos.
La derecha empresarial siempre cuestionó la actitud solidaria de Echeverría con Allende, ya que en lugar de atender una crisis económica que afectaba sus privilegios se abocó en defender y ayudar a un gobierno socialista. El apoyo tácito del empresariado al golpe sólo es entendible ante la coyuntura del asesinato de Eugenio Garza Sada por la guerrilla urbana, suceso que materializó la capacidad destructora del "socialismo comunizante". A partir de ese momento recuperó la accionada militar contra Allende como una muestra de valentía contra un gobierno que estaba sumiendo a Chile en el caos. En su condena al socialismo y su ovación al golpe, se encontraba implícita la reprobación a la gestión de Echeverría, a quien se responsabilizó de la situación crítica de un país que estaba pagando las consecuencias del imprudente respaldo que dio a la "aventura socialista" de Allende. Por último, el golpe se presentó como una lección de aprendizaje para los mexicanos trabajadores a través de su significación simbólica: el retorno a un orden deseado, capaz de defender las libertades individuales y económicas.
El PAN tuvo los mismos argumentos que la derecha empresarial en sus cuestionamientos a la política exterior de Echeverría. Su peculiaridad se encuentra en el manejo que realizó de la noción de la autodeterminación de los pueblos, dándole una interpretación tradicional que justificó el golpe en la medida de que era un asunto sólo concerniente a los chilenos. Esta posición sirvió además para rechazar la condena oficial al golpe y para realizar un llamado de atención al gobierno de que debía centrarse en sus asuntos internos y no versar opinión alguna sobre la situación en otros países, más cuando en México el régimen no respetaba la democracia, entendida por el partido de un modo conservador, anteponiendo el individualismo frente al colectivismo y el intervencionismo estatal que caracterizó al Estado posrevolucionario.
El otro sello distintivo del PAN fue su tránsito de la condena moderada al golpe en 1973 a su abierto apoyo al régimen militar en 1974. En un principio, el partido se lamentó por el fin violento del gobierno de Allende, aunque lo justificó bajo la premisa de ser el resultado del hartazgo social frente al socialismo. Con el fin de las relaciones diplomáticas con la dictadura, el PAN cuestionó la decisión presentando un alegato de defensa al gobierno de Pinochet, expresa voluntad del pueblo chileno. Aunque hubo algunas voces disonantes al respecto, el posicionamiento general del partido fue el que marcó su dirigencia, cuyo anticomunismo la alineó ideológicamente con la Junta militar. La que mostró sin miramientos su apoyo y concordancia con el golpe fue la extrema derecha. Haciendo uso del anticomunismo como eje rector de un movimiento político internacional, las organizaciones de este sector de la derecha llegaron a entrar en contacto con su par chilena, además de incentivar la admiración por Pinochet, convertido en una especie de cruzado por su encarnizado combate al comunismo. Uno de sus sellos distintivos fue que respaldaron al golpe con manifestaciones públicas en las calles y en recintos universitarios, a diferencia del PAN y la derecha empresarial que lo realizaron discursivamente.
A pesar de las particularidades que mostraron cada una de las derechas con relación al tema del golpe, es posible distinguir dos elementos comunes que guiaron su posicionamiento. El primero de ellos fue el anticomunismo como una ideología que daba sentido a su vida. En él encontraron el instrumento para defenderse de los cambios sociales que no se adecuaban a su cosmovisión del mundo y abogar por el orden en un ambiente donde éste era cuestionado, en parte por ellas mismas. El segundo fue su
apología a los militares, percibiendo en este estamento a un actor social que tenía la capacidad de erigir ese orden deseado. La unión de estos dos elementos marcó su admiración por la realización del golpe en Chile, producto de la lucha anticomunista en la que los militares tomaron la batuta para salvar a toda una nación.
Los actores del golpe eran amigos de un México agónico por culpa del enemigo comunista y del cual se podía aprender métodos y tácticas para combatirlo. Ello no implicaba necesariamente que un golpe militar fuera la solución ideal o deseada para acabar con los males de México, pero sí permite mostrar cómo la pérdida de certidumbre en los sectores conservadores lleva a la aceptación de medidas drásticas que impliquen el sacrificio de las libertades políticas y sociales. En este sentido, las derechas mexicanas son hermanas de quienes, en la búsqueda de un orden, apoyaron los golpes y las dictaduras militares en el Cono Sur.
En conclusión, la hipótesis presentada al inicio de la investigación queda confirmada. Es claro que el golpe de Estado en Chile tuvo una honda repercusión en México y que, más allá de su condena o aplauso, fue utilizado en la política interna por diversos actores políticos para manifestarse sobre la difícil situación por la que atravesaba el país. Mientras Echeverría lo aprovechó para fortalecer la imagen del régimen, las derechas lo tomaron para agudizar sus críticas al gobierno, vinculando el acercamiento al gobierno socialista de Salvador Allende con el aumento de la violencia y la inestabilidad nacional. Por ello las derechas, en su afinidad por el golpe, buscaron mostrarlo como una lección histórica para los mexicanos, encaminada a señalar los males del comunismo y a destruirlo porque, de lo contrario, el destruido sería la nación mexicana.
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