УДК 94 (460)088.2 Ж. Пучсек Фаррас
профессор Автономного университета, Барселона, Испания; e-mail: [email protected]
СОВЕТСКАЯ ПРОПАГАНДА И ГРАЖДАНСКАЯ ВОЙНА В ИСПАНИИ: ГЛАВНАЯ РОЛЬ «ЗЫРЯНИНА» И ЕГО ПОСЛЕДСТВИЯ
Прибытие советского грузового корабля «Зырянин» в республиканскую Испанию в октябре 1936 г. рассматривается в статье в качестве одного из главных элементов советской пропаганды во время Гражданской войны в Испании (1936-1939). Анализируется его значение в краткосрочной перспективе для Второй республики и в долгосрочной - для советско-испанских отношений.
Ключевые слова: «Зырянин»; Гражданская война в Испании; пропаганда. Puigsech Farras J.
Lecturer of Autonomous University of Barcelona, Barcelona, Spain; e-mail: [email protected]
SOVIET PROPAGANDA AND THE SPANISH CIVIL WAR: THE CENTRAL ROLE OF ZIRIANIN AND ITS AFTERMATH
This contribution is about the arrival of the soviet freighter called Zirianin at Republican Spain in October 1936. It was one of the central episodes of Soviet propaganda in the Spanish Civil War (1936-1939). This contribution analyzes its impact in the Republic and consequences in the medium and long term on the Hispano-Soviet relationship.
Key words: Zirianin; Spanish Civil War; propaganda. Puigsech Farras J.
profesor de la Universitat Autónoma de Barcelona, Barcelona, España; e-mail: [email protected]
LA PROPAGANDA DE LA URSS Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: EL PAPEL CENTRAL DEL ZIRIANIN Y SUS CONSECUENCIAS A MEDIO Y LARGO PLAZO
Esta contribución reflexiona sobre la llegada del carguero soviético Zirianin a la España republicana en octubre de 1936, en la medida que se trató de uno de los episodios centrales de la propaganda soviética en la Guerra Civil Española (1936-1939). Se analiza su impacto a corto plazo en la República, así como sus consecuencias a medio y largo plazo en las relaciones hispano-soviéticas.
Palabras clave: Zirianin; Guerra Civil Española; propaganda.
Una de las cuestiones menos conocidas de la Guerra Civil Española (1936-1939) es la referida a la propaganda en la zona republicana, a diferencia de lo que sucede en la España sublevada, y muy especialmente los grandes símbolos de la misma y sus consecuencias a medio y largo plazo. Esta dinámica aún es más acentuada si el protagonista principal es un país tercero. Y éste es el caso de la propaganda que y desde la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se difundió en la España republicana durante los años de la Guerra Civil.
Sin lugar a dudas, la llegada de la propaganda del país de los soviets a la República se convirtió en un elemento de conflicto contemporáneo. No sólo la España sublevada y los círculos conservadores de la Europa de los años treinta se apresuraron a denunciar públicamente su llegada como una de las evidencias que la República Española había caído bajo las garras de Yosif Stalin. En la propia República, también hubo voces en esta misma dirección. Los comunistas antiestalinistas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) se situaron en este camino a medida que avanzó el conflicto bélico. Y algunos sectores extremistas libertarios, así como diferentes miembros de partidos liberales, también apreciaron algunas sombras preocupantes.
Por todo ello, resultará un buen ejercicio de reflexión el análisis de uno de los símbolos centrales de esa campaña propagandística en la República, así como sus efectos a medio y largo plazo. El eje de nuestro análisis será un carguero soviético. Su nombre, Zirianin.
1. El Zirianin como simbolo de la propaganda soviética
El puerto de Barcelona, la segunda ciudad en importancia de la España republicana, recibió a nuestro protagonista el 14 de octubre de 1936 [1, p. 1-3]. El Zirianin fue escoltado por numerosas embarcaciones republicanas que, como era de esperar, hacían sonar sus sirenas para crear un ambiente de éxtasis a la altura de las doscientas mil personas que lo esperaban en el puerto. Numerosas pancartas, banderas rojas y emisoras de radio reproduciendo música soviética ayudaban a crear el resto del ambiente festivo que impregnaba la ciudad.
La presencia del Zirianin en el puerto barcelonés no era fruto del azar. Se trataba de una pieza más del dispositivo de ayuda en forma de alimentos que el Gobierno de la URSS enviaba a la República, tras la intensificación de los lazos de colaboración entre ambos países a partir de finales de agosto de 1936 [11, p. 59-66]. Sus bodegas estaban cargadas con unas dos mil toneladas de trigo, seiscientas de azúcar, doscientas de carne
en conserva y cincuenta de leche condensada. Moscú lo presentaba como ejemplo de la solidaridad de los ciudadanos soviéticos con sus hermanos republicanos, en la lucha común contra el fascismo internacional. Y los dirigentes de la República reproducían también ese mismo discurso.
El Zirianin generó instantáneamente un gran impacto en la retaguardia republicana. Su llegada al puerto de Barcelona no ofrecía ninguna duda de ello. Tampoco los posteriores actos relacionados con su tripulación y su cargamento, que se multiplicarían como la espuma en la propia ciudad y, posteriormente, en ciudades del área metropolitana. Nikolai Krestinsky, el número dos del Comisariado del Pueblo para Asuntos Exteriores de la URSS, así lo reconoció a su cónsul en Barcelona, Vladímir Antonov-Ovseenko [12, p. 44]. Krestinky era perfectamente consciente que este enorme impacto propagandístico en la retaguardia republicana no había sido fruto del azar. La mayor parte de este éxito se debía a la excelente gestión realizada por el cónsul soviético en la ciudad [13, p. 169-195].
Antonov-Ovseenko utilizó todos los mecanismos a su disposición para recalcar iconográficamente el protagonismo soviético en la ayuda que se envió a la República [14, p. 267-285]. Fue el encargado de preparar la llegada del carguero al puerto de Barcelona de una forma extremadamente meticulosa. Para empezar, puso en conocimiento de las máximas autoridades republicanas en la ciudad, el Gobierno autonómico de la Generalitat de Cataluña, la futura llegada del carguero. El Gobierno de la Generalitat veía en él el apoyo y solidaridad internacional de la que se había lamentado por su ausencia desde julio de 1936, aunque en realidad esperaban armas y no alimentos. En todo caso, Antonov-Ovseenko fue la primera persona que subió al barco y la que bajó de él. Realizó el último discurso de bienvenida, en el que ensalzó el apoyo de su país a la República y denunció la actitud pasiva y permisiva de Francia y Gran Bretaña en la Guerra Civil Española. Fue el responsable de escenificar la entrega oficial del cargamento a los representantes del Gobierno de la Generalitat. Se encargó de organizar la recepción oficial de bienvenida con las autoridades republicanas. Preparó un encuentro con el capitán del barco, Borisenko, y participó en un acto público de homenaje al Zirianin organizado por el Sindicato Único de Espectáculos Públicos de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). También se encargó de organizar la visita del Consejero de Abastos de la Generalitat al Zirianin, así como una recepción de diferentes marineros del carguero en el Cuartel Karl Marx del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), la visita
del capitán y algunos marineros a la Escuela Popular de Instructores de Barcelona, así como un festival organizado por el Sindicato Único de Espectáculos Públicos. El efecto propagandístico del Zirianin quedó fortalecido con más actividades que se llevaron a cabo en la retaguardia, todas ellas con participación de la delegación consular soviética en Barcelona. El Socorro Rojo Internacional organizó un desfile infantil en su honor. La Cruz Roja Internacional celebró una corrida de toros en la Plaza Monumental. Y el PSUC y la Unión General de Trabajadores (UGT) celebraron un mitin con la tripulación del barco y el cónsul, en la que destacó la presencia de los marineros Filipov, Gremliansky y Kaminsky, que ensalzaron la solidaridad y apoyo de los obreros y campesinos soviéticos con la lucha antifascista del pueblo español.
Pero realmente aquello que más impactó fue la conversación telefónica pública entre Barcelona y Moscú, protagonizada por el cónsul y el capitán del barco con las redacciones de los periódicos soviéticos Izvestia y Pravda en Moscú. Uno y otro pusieron especial interés en reproducir las palabras del capitán del carguero. Borisenko destacó el carácter eufórico del recibimiento otorgado al carguero y a sus tripulantes en el puerto y en la ciudad de Barcelona, tanto a nivel de la ciudadanía como de las autoridades republicanas. Por su parte, el cónsul transmitió a Moscú que el apoyo soviético a Barcelona había sido recibido con un gran entusiasmo por la población republicana y como una sólida esperanza en la victoria final. De todas formas, tanto Izvestia como Pravda ya se habían encargado previamente de destacar el impacto generado por la presencia del Zirianin en Barcelona. Los dos órganos de prensa informaron desde el primer momento de la llegada del carguero a Barcelona, destacando especialmente su recibimiento multitudinario y la empatía que había recibido por parte de los barceloneses. Lo interpretaban como la prueba palpable de la ayuda soviética a la Cataluña republicana, fruto de la lucha común de los pueblos catalán y soviético contra el fascismo internacional. El componente antifascista, la solidaridad mundial de los trabajadores en segunda, y la intensificación de los lazos de amistad entre la República y la URSS fueron los elementos recalcados con mayor intensidad. No dejaron de lado la inyección moral que suponía para la población republicana para continuar su resistencia frente a la agresión de las tropas sublevadas. Y tampoco pasaron desapercibidas las continuas aclamaciones de los ciudadanos barceloneses a la URSS.
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La presencia institucional soviética en los actos que se organizaron para despedir al Zirianin el 20 de octubre de 1936, con la presencia de unas cien mil personas en el puerto, quedaron también en manos de Antonov-Ovseenko. El cónsul siempre estuvo acompañado por diferentes autoridades del Gobierno de la Generalitat. Estos últimos incidieron en su agradecimiento a la URSS y destacaron la hermandad entre ambos pueblos. Por su parte, Antonov-Ovseenko insistió en el fortalecimiento de los lazos de fraternidad y amistad entre la URSS y el pueblo catalán en la lucha antifascista.
La constatación del enorme impacto social que había generado el Zirianin durante su estancia en Barcelona, más allá de los episodios que hemos descrito en las líneas anteriores, fue reconocido también entre los círculos diplomáticos de la ciudad. El cónsul francés reconoció a Antonov-Ovseenko el impacto social que había provocado el carguero en la retaguardia republicana y, a partir de aquí, mostró su interés para intentar reproducir este mismo ejemplo...pero con protagonismo de Francia. El representante francés se mostró predispuesto a enviar a Barcelona ayuda en forma de alimentos y material sanitario. Obviamente no se trataba de una declaración favorable a alinear a Francia al lado de la República. Pero sí de una vía para mejorar la dañada imagen de Francia entre la ciudadanía de la República, tras la falta de ayuda del país vecino y, muy especialmente, para intentar tejer una red de relaciones comerciales entre su país y la República en Cataluña [9, p. 34]. Sin lugar a dudas, el Zirianin había creado escuela.
2. Las consecuencias a medio y largo plazo del Zirianin
Tras esta demostración propagandística, la pregunta que debemos plantearnos es qué consecuencias tuvo el episodio del Zirianin en la difusión de la propaganda soviética en la España republicana y qué lógica siguió esta última.
Está fuera de toda duda que el Zirianin generó una base sólida de empatía ciudadana a favor de la URSS. Los barceloneses, y por extensión otros miles de ciudadanos republicanos, identificaron al carguero soviético como la primera prueba material de la ayuda internacional que las autoridades republicanas en Barcelona tanto habían reclamado a nivel internacional. Así, pues, el Zirianin no era interpretado como sinónimo de un primer paso en la sovietización de la República. Era visto como el primer paso de una ayuda solidaria internacional en la lucha contra la agresión y expansión del fascismo internacional. Gracias a esta base,
la propaganda soviética crecería notablemente a corto y medio plazo en la retaguardia republicana. Y el consulado soviético en Barcelona se consolidaría como la entidad imprescindible para ejercer de vía de comunicación permanente entre Barcelona y Moscú, además de mediador entre las peticiones procedentes de Barcelona para recibir la propaganda soviética - articuladas por el Gobierno de la Generalitat y diferentes entidades políticas, sindicales y culturales de la retaguardia catalana - y la voluntad del Estado soviético para enviar su propaganda a la República -a través de la Sociedad para las Relaciones Culturales con el Extranjero (VOKS).
Así, pues, el VOKS se puso en contacto [10] con la Sociedad General Española de Librería, Diarios, Revistas y Publicaciones aprovechando que ésta se había ofrecido para difundir en Cataluña - y si era posible en el resto de la República -, todas las publicaciones, diarios y libros soviéticos que fuesen enviados desde Moscú. El VOKS envió a Barcelona una serie de ejemplares del diccionario español-ruso editado en Moscú, con el objetivo de potenciar la dinámica del estudio de la lengua de Lenin que se llevaba a cabo en diferentes escuelas y asociaciones obreras de Barcelona. Días después, envió a la mujer del cónsul en Barcelona, Sofía Antonov-Ovseenko, una serie de artículos de Stalin sobre la Constitución soviética de 1936 y el cine soviético - redactados en lengua francesa -, para difundirlos entre las instituciones catalanas afines a la URSS.
Rápidamente una representación oficial del Gobierno de la Generalitat se desplazó, por voluntad propia, a Moscú en enero de 1937. Su objetivo era generar una relación de igual a igual y fluida en el campo de la propaganda entre Barcelona y Moscú. Josep Carner Ribalta, Comisario del Espectáculo en Cataluña y Jefe del Servicio de Cine de la Generalitat, estableció contactos con diferentes autoridades soviéticas vinculadas al ámbito teatral para exportar a Cataluña algunos de los modelos implementados en este campo en la URSS. Consiguió que se enviasen a Barcelona diferentes obras de teatro soviéticas traducidas al francés. A partir de este momento, su figura se convirtió en la voz más autorizada en Cataluña para llevar a cabo una intensa campaña de propaganda del mundo soviético. Ejerció como conferenciante permanente del mundo cultural soviético en los principales teatros y auditorios de Barcelona desde finales de febrero de 1937. Ahora bien, el VOKS realizó un seguimiento detallado del contenido de esas conferencias. Moscú quería tener conocimiento preciso de qué informaciones se difundían sobre su país.
El siguiente paso del Gobierno de la Generalitat se llevó a cabo en febrero de 1937. Francesc Trabal, destacado miembro de la Comisión de las Letras Catalanas de la Generalitat de Cataluña, notificó al VOKS la predisposición del Gobierno autonómico para establecer un intercambio permanente y bidireccional de carácter cultural. Trabal mostró la plena disponibilidad y colaboración de su institución para que las publicaciones soviéticas fuesen recibidas en Cataluña. Incluso llegó a proponer que los escritores catalanes más relevantes realizasen reseñas de las revistas y los materiales soviéticos recibidos, tanto en periódicos como en revistas catalanas. Como contrapartida, ofreció ese mismo capital humano para futuras colaboraciones de los escritores catalanes con las revistas soviéticas e, incluso, planteó la posibilidad de realizar algunas traducciones catalanas en las diferentes ediciones soviéticas.
Complementariamente a estos movimientos, el VOKS ejecutó una notable difusión de obras soviéticas a la República. Envió diferentes paquetes a Barcelona que contenían libros y artículos soviéticos de carácter literario o político, siempre sobre los progresos conseguidos en la URSS desde la perspectiva política, económica y social, aunque ninguno estaba en catalán o castellano, excepto los diccionarios español-ruso.
Sin embargo, el VOKS se vería forzado a utilizar un doble canal de envíos a partir de marzo de 1937 ante las crecientes dificultades técnicas para enviarlos por correo diplomático. Por un lado, este último pudo mantenerse para los materiales de carácter político. Mientras tanto, el correo postal se utilizó para los literarios, lingüísticos o iconográficos. Respecto a la primera vía, se enviaron básicamente dos mil ejemplares de literatura política en diferentes lenguas entre marzo y finales de abril de 1937, junto con materiales relacionados con el vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre. En relación con la segunda vía, habitualmente se suministrarían canciones revolucionarias, marchas, canciones populares e infantiles, fotografías sobre los progresos sociales y regalos de los pioneros soviéticos para los niños de Barcelona, como corbatas, banderas, dibujos, fotografías o álbumes.
La propaganda soviética enviada a Barcelona consiguió penetrar en un sector relevante de la retaguardia. La Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, presidida por Jaume Serra Hunter - destacado cuadro de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) -, junto con el secretario, Pau Balsells, fueron unos de los principales consumidores de la propaganda soviética en Cataluña. Pero la propaganda también se difundió
en el ámbito radiofónico, como en el caso de Radio Barcelona. Es más, los trabajadores afiliados al Sindicato de Trabajadores de Emisoras de Radio de Cataluña enviaron un número de la revista de su emisora a Moscú, en nombre del conjunto de trabajadores de Radio Barcelona. A cambio, solicitaron la recepción de una colección de discos de música y cánticos clásicos rusos. Entre las peticiones se encontraba también el envío de fotografías sobre campos de entrenamiento, estadios o piscinas soviéticas que pudiesen formar parte de un monográfico sobre el desarrollo de la cultura física y el deporte en la URSS. La respuesta por parte soviética fue lenta. El 22 de octubre de 1937 se envió a la capital catalana una docena de discos con canciones que habían aparecido en diferentes películas soviéticas, así como revolucionarias y populares, cuyo objetivo era su difusión en la principal emisora de radio de Barcelona. Cuatro semanas después se enviaron diez fotografías sobre la cultura deportiva en la URSS.
La penetración de la propaganda soviética en la retaguardia republicana también tuvo como protagonistas a figuras individuales. Ramon Bosch, director de una escuela de Barcelona, solicitó que el consulado soviético en la ciudad le enviase una nutrida serie de sellos soviéticos para que pudiesen ser trabajados por sus estudiantes. Esta petición no era un caso puntual. Formaba parte de una dinámica mucho más amplia en el ámbito educativo. La Federación Catalana de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT también solicitó una amplia serie de materiales propagandísticos, como libros de educación primaria, secundaria y superior; un previsión del número de periódicos que podían enviarse desde Moscú a Barcelona y con qué frecuencia, incluyendo el compromiso explícito de sus redactores para enviar algún tipo de editorial; recepción de revistas durante un período mínimo de cinco años; materiales pedagógicos soviéticos de enseñanza primaria, secundaria y superior; contacto permanente con dos o tres escuelas de Moscú dispuestas a realizar intercambios de materiales docentes, trabajos de estudiantes y fotografías del funcionamiento de sus centros, así como de las transformaciones que había vivido la URSS en el ámbito educativo e, incluso, el papel de la mujer en la educación.
El colectivo de estudiantes y ex alumnos de uno de los centros educativos de más prestigio de Barcelona, el Liceo Akademos, fue otro de los consumidores de la propaganda soviética. Martín Jones, delegado de sus relaciones exteriores, solicitó un contacto permanente entre la redacción de la revista y el VOKS. La penetración de la propaganda
soviética también fue evidente en la célula de Dibujantes del PSUC de Barcelona. Su presidente planteó establecer mecanismos de contacto e intercambio con el Sindicato de Pintores de Moscú, aunque no acabaron llegando a buen puerto.
Ahora bien, la conexión propagandística Moscú-Barcelona quedaría frenada en seco a partir de octubre de 1937. El motivo principal fue que Stalin optó por enfriar la ayuda de su país a la República, y más acentuadamente, a partir de febrero de 1938. La clave de esta decisión, aunque no el único factor, se encontraba en la inviabilidad que la URSS alcanzase una alianza antifascista con Gran Bretaña y su convicción que la guerra estaba perdida para la República [15, p. 153-188 y 441-467].
3. Conclusiones
El episodio vivido con el Zirianin nos demuestra, en primer lugar, cómo la imagen de la URSS penetró profundamente entre una ciudadanía republicana que en ningún caso se sintió embaucada, sino agradecida por la primera llegada de ayuda internacional a una de las ciudades centrales de la España republicana. No eran ingenuos. Estaban agradecidos sinceramente porque por primera vez se sentían realmente ayudados por algún país europeo. La URSS había dado una ayuda a la República que Francia o Gran Bretaña habían denegado. Ahora bien, en retrospectiva histórica también debe reconocerse que no era una ayuda altruista. Formaba parte del complejo mecanismo de intensificación de las relaciones hispano-soviéticas a partir de finales de agosto de 1936, que establecieron el inicio de diferentes acuerdos diplomáticos, militares y comerciales entre ambos países, cuyo trasfondo central desde la óptica soviética era potenciar la Política de Seguridad Colectiva [16, p. 139-180; 275-398]. No obstante, tampoco es menos cierto que la URSS se ganaba la imagen internacional de un país solidario con actos, y no con palabras, en la lucha contra el fascismo internacional.
Por otro lado, el episodio del Zirianin también nos ha demostrado la volatilidad del juego político en la retaguardia republicana y la capacidad que tuvo para erigirse en uno de los pocos episodios en los que el conjunto de fuerzas políticas y sindicales republicanas coincidieron en unir sus fuerzas. Tras el Zirianin estallarían numerosos conflictos políticos y sindicales entre las diferentes fuerzas de la retaguardia. Pero durante su estancia dominó, aunque puntualmente, un ambiente de comunión de intereses en pro de una misma causa.
En el ámbito comunista, y en su esfera de influencia, el Partido Comunista de España (PCE) no dudó en calificar la presencia del carguero
soviético como una prueba de la solidaridad entre la URSS y la República, haciendo hincapié en el enorme fervor popular que había generado la presencia del Zirianin. En esta misma línea, el PSUC recalcó, en primer lugar, la identificación del Zirianin como embajador de la URSS en la República; y, segundo, lo presentó como una incontestable muestra de solidaridad y responsabilidad internacional de los obreros del Estado que había sabido construir un mundo sin explotadores ni explotados con los combatientes antifascistas de las naciones ibéricas [2, p. 3-4; 3, p. 8-9].
Desde la óptica de los partidos de la izquierda liberal, con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) a la cabeza, se puso el acento en la efusiva amistad entre los dos pueblos. Aunque estaban distanciados por una larga distancia geográfica, quedaban unidos por la justicia social, la libertad humana, la solidaridad fraternal entre los trabajadores de ambos países y la denuncia del comportamiento hipócrita del Comité de No Intervención [4, p. 1].
Por su parte, en el ámbito anarquista, la CNT lo consideró una muestra de la solidaridad internacional de la clase obrera. Lo interpretaron como un donativo de los hermanos obreros rusos a los obreros españoles, en la lucha común contra un fascismo internacional que era la nueva fórmula que había adoptado el capitalismo para evitar el triunfo de la revolución obrera. Se trataba de una muestra de la fe ciega en la victoria republicana frente al fascismo internacional. Reconocieron el mérito que tenía la URSS por haberse erigido en el primer país del mundo que había osado romper el cerco internacional al que se había visto sometida la República. Y confiaban que su ejemplo fuese seguido por otros países. Estas tesis de la CNT fueron compartidas, más o menos, por la Federación Anarquista Ibérica (FAI), aunque maximizándolas. Lo valoraron como un gesto solidario, de gran valor moral y material: la URSS había sido el único país que se había dignado a comprometerse con la República, a diferencia de lo que sucedía con las posiciones lamentables de las potencias liberales. Ahora bien, ello no evitó que recalcasen la obligación moral que tenía la URSS para enviar esta ayuda porque era fruto del cumplimiento del deber revolucionario de Rusia con la España libertada. El impacto del Zirianin también llegó hasta las organizaciones juveniles anarquistas, que resaltaron el carácter de justicia moral y social que tenía la llegada del carguero [5, p. 1, 8, 16; 6, p. 8; 7, p. 6].
Finalmente, el POUM, considerado por Moscú como el partido trotskista en España, también interpretó la presencia del Zirianin en clave
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positiva. Lo valoró como una ayuda por parte de los hermanos rusos, es decir, los obreros soviéticos, en la lucha de la República contra el fascismo. Por este motivo, hacían una llamada a toda la ciudadanía republicana para que acudiese al puerto a recibirlo y mostrarle el agradecimiento más fraternal posible. Su identificación con este discurso fue tan sincera que incluso una comisión del partido realizó una ofrenda a la tripulación del Zirianin antes que atracase de forma definitiva en el muelle. Cuando el carguero entró en las aguas del puerto de Barcelona, la representación del POUM les entregó una gran estrella de flores rojas con la insignia de la hoz y el martillo soviéticos. Posteriormente, ya en el muelle, le acompañó una inmensa pancarta en la que se indicaba el agradecimiento por la ayuda que los trabajadores soviéticos proporcionaban a la revolución española [8, p. 8, 6].
Este comportamiento puede parecernos aparentemente sorprendente. Pero no es así. El POUM había mantenido desde el inicio de la guerra de España un discurso en favor del pueblo soviético: lo identificaba como el portador de la esencia de la Revolución de Octubre de 1917. Por ello, interpretaba la ayuda enviada a la República a través del Zirianin como resultado de la presión del proletariado soviético sobre su Gobierno, al que seguía criticando como representante de la casta estalinista que había pervertido la Gloriosa Revolución. El Zirianin, pues, no podía obrar milagros. Stalin y su estructura de poder seguían siendo fustigadas por el POUM. Pero ello no había impedido que los poumistas participasen activamente de la euforia y admiración por la llegada de la ayuda material del país de los soviets a la República Española. Ahora bien, y lamentablemente para la República, esta unidad política y sindical que se había vivido en la retaguardia estaba muy lejos de ser la norma común.
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