Научная статья на тему 'Relaciones internacionales y redefiniciones en el socialismo chileno, 1973-1979'

Relaciones internacionales y redefiniciones en el socialismo chileno, 1973-1979 Текст научной статьи по специальности «Языкознание и литературоведение»

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PARTIDO SOCIALISTA DE CHILE / UNIDAD POPULAR / RENOVACIóN SOCIALISTA / SOCIALDEMOCRACIA / EUROCOMUNISMO

Аннотация научной статьи по языкознанию и литературоведению, автор научной работы — Ulianova Olga

A partir del Golpe de Estado de 1973, el Partido Socialista de Chile, al igual que otras organizaciones políticas de la Unidad Popular, se enfrentó a la necesidad de rearticular sus vínculos y apoyos internacionales en vistas a la lucha por la recuperación de la democracia en Chile. Este esfuerzo se llevó a cabo en medio de diversas tensiones ideológicas que, finalmente, culminarán en el surgimiento de la llamada Renovación Socialista y el término de la alianza de la Unidad

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Текст научной работы на тему «Relaciones internacionales y redefiniciones en el socialismo chileno, 1973-1979»

Relaciones internacionales y redefiniciones en el socialismo chileno, 1973-1979

International relations and redefinitions in chilean socialism, 1973-1979

Olga Ulianova*

Resumen

A partir del Golpe de Estado de 1973, el Partido Socialista de Chile, al igual que otras organizaciones políticas de la Unidad Popular, se enfrentó a la necesidad de rearticular sus vínculos y apoyos internacionales en vistas a la lucha por la recuperación de la democracia en Chile. Este esfuerzo se llevó a cabo en medio de diversas tensiones ideológicas que, finalmente, culminarán en el surgimiento de la llamada Renovación Socialista y el término de la alianza de la Unidad Popular.

Palabras clave: Partido Socialista de Chile — Unidad Popular — Renovación Socialista — Socialdemocracia - Eurocomunismo

Abstract

Since the coup d'état of 1973, the Socialist Party of Chile, like other political organizations of the Popular Unity, faced with the need to rearticulate their international links and support to the struggle for restoration of democracy in Chile. This effort was conducted in the midst of various ideological tensions that ultimately culminate in the emergence of the so-called Socialist Renewal and the term of the alliance of the Popular Unity.

Keywords: The Chilean Socialist Party - Unidad Popular - Socialist Renewal -Social Democracy - Eurocomunism

* Rusa, Doctora en Historia, Instituto de Estudios Avanzados, IDEA, Universidad de Santiago de Chile olga.ulianova@usach.cl

Resignificación de los vínculos internacionales tras el golpe

A partir de 11 de septiembre de 1973, la situación del Partido Socialista de Chile (PSCh) cambia rotundamente. De partido de gobierno que lidera un proyecto político inédito percibido con gran esperanza por importantes sectores tanto del país como del extranjero, pasa a ser una fuerza política perseguida e ilegalizada, heredera de un proyecto derrotado a la vez que víctima colectivo del proceso que, algunos autores chilenos denominaron de "politicidio" bajo un dictadura militar.

Con su proyecto derrotado, sus estructuras desmembradas, sus formas tradicionales de acción política imposibilitadas, sus militantes asesinados y/o hechos desaparecer unos, prisioneros otros, descolgados muchos, clandestinos algunos, asilados y exiliados otros, también cambia claramente la forma de interacción del PSCh con sus contrapartes internacionales.

En términos de proyecto político, en vez de ofrecer un orgulloso modelo a seguir para otros, comienza una reflexión dolorosa sobre las causas de su derrota, junto con una reevaluación de modelos de sociedad tomados como paradigmas, además de una búsqueda abierta a nuevas experiencias. Para todos estos procesos, el entorno internacional va a resultar fundamental. A su vez, en términos económicos, para asegurar la supervivencia de sus prisioneros, clandestinos y exiliados, y para salvar en algo las estructuras destruidas del partido, entró a depender plenamente de la solidaridad internacional.

En estas condiciones, se inicia una resignificación todas las redes de inserción internacional del socialismo chileno: tanto desde Cuba y los movimientos guerrilleros latinoamericanos, pasando por los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo y del heterodoxo (aunque ya no tanto) comunismo yugoslavo, hasta los socialismos reales y la social-democracia europea. Y aún, en términos más extremos, desde los grupos trotskistas de la IV Internacional, hasta el Partido Demócrata de EE.UU.

En un primer momento, todas estas redes confluyen en el rescate de los militantes buscados, perseguidos o encarcelados. Así, por ejemplo, el vínculo interpartidista con el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA, de la RDA) establecido a fines de los sesenta y que incluyó el apoyo de los servicios de seguridad alemanes a las estructuras de seguridad del socialismo chileno, permitió sacar del país a su Secretario General, Carlos Altamirano1.

I Coordinó la operación Horst Janicke (1923-2006), subjefe de la inteligencia exterior alemana. En los años posteriores patrocinó la red de seguridad que protegía a los dirigentes de la izquierda chilena exiliados en la RDA en sus viajes por el mundo, desvirtuando, según su propio testimonio una serie de atentados contra Carlos Altamirano. Ver Gotthold Schramm (ed.) Flight vor der Junta. Die DDR und der

II september, Edition Ost, Berlin, 2005

La RDA: primer aterrizaje

Fue en Berlín oriental, capital de la RDA, donde se instaló la sede del Comité Central del PSCh en el exilio. Creemos que se trató de una decisión consensuada que respondió tanto a los intereses de los chilenos, como de sus anfitriones.

Fiel a su visión de la solidaridad y, en cierta medida, acostumbrado a administrar derrotas gloriosas -más comprensibles y manejables a esas alturas que procesos inciertos hacia un futuro desconocido-, el "campo socialista" (usando el término que tanto disgustaba a los socialistas chilenos en los sesenta) asumió la ayuda a los partidos de la Unidad Popular, en cuanto estructuras. El PCCh, portador indiscutido de la relación de cercanía con la URSS, abrió su oficina exterior en Moscú. Si bien el PS chileno también poseía un vínculo de partido a partido con el PC soviético y se proclamaba oficialmente marxista-leninista, haber puesto su sede en la URSS habría sido incómodo para los dos principales partidos de la izquierda chilena, relegándose "naturalmente" a los socialistas a un segundo plano. Esto, seguramente, habría importado una relación intermediada con los soviéticos por medio del PCCh.

Aparte de la URSS, la RDA era el único país socialista europeo con una política propia y presencia hacia América Latina. Con su mito fundacional basado en la imagen de la resistencia antifascista, el tema de la solidaridad con la izquierda chilena, en tanto solidaridad "antifascista" (por la característica de "fascismo" que inmediatamente adquiere el régimen militar chileno en los países del bloque soviético), adquirió un sentido especial en la RDA, contribuyendo a reforzar la construcción de su propia identidad. Por lo demás, la dirección alemana oriental estaba más dispuesta que cualquier otro aliado europeo de la URSS a asumir los costos económicos que esta política de solidaridad implicaba.

A su vez, para la Dirección Socialista chilena, la ubicación de la capital de la RDA en el centro de Europa y su conexión, si bien ambigua, con Berlín Occidental, auguraba mayores facilidades de desplazamiento de sus cuadros, mientras que el profesionalismo de los servicios de seguridad alemanes no solo se percibía como útil para reconstruir las redes clandestinas del partido en Chile, sino también, para garantizar la seguridad de los dirigentes exiliados en sus desplazamientos por el mundo. Finalmente, para los chilenos, la cultura alemana les parecía menos lejana y exótica que la de los países eslavos.

Al mismo tiempo, ante los ojos de los líderes soviéticos, esta "división de trabajo" al interior del "campo socialista" resultaba muy plausible tomando en consideración otro aspecto nada baladí: la coincidencia de nombres entre el partido anfitrión -Partido Socialista Unificado de Alemania- y el Partido Socialista de Chile, contribuía a la apropiación de un importante concepto en disputa con la Social Democracia: el de "Partido Socialista".

Otro de los destinos posibles de instalación de la Dirección externa del PS podría haber sido Cuba, país que desde los sesenta había entablado relaciones preferenciales con el PS. Tal vez influyó en no priorizar esta opción la lejanía geográfica de la Isla con otros centros políticos internacionales con los que el socialismo chileno tenía que cooperar y

las dificultades de comunicaciones con la región. Probablemente y recordando el fuerte

personalismo en diversas aristas de vinculaciones internacionales del PSCh, con todo el radicalismo del discurso del entonces secretario general del PS Carlos Altamirano y las buenas relaciones interpartidistas con el PC cubano, no tenía con los cubanos tanto

"feeling" personal como Allende.

A fin de cuentas, tenemos que la primera oficina exterior del PSCh tras el golpe militar se instaló en Berlín Oriental con Carlos Altamirano a la cabeza. Preguntado en 1989 por la periodista Patricia Politzer acerca de las circunstancias de la instalación de la sede partidaria en Berlín en 1973, Altamirano respondió: "No tenía otra opción". Tal respuesta refuerza la percepción de que muchas decisiones operativas de los partidos chilenos en el exilio dependían, en gran medida, de la disposición de sus contrapartes internacionales.

Desde fines de 1973, paulatinamente se construye una red de las organizaciones socialistas chilenas en el exterior, en paralelo con la coordinación de una diáspora del exilio. Mientras las actividades de denuncia de lo ocurrido en Chile concentró lo principal de la actividad pública del partido en el exterior, pensar el por qué de lo ocurrido, fue también llenando la reflexión de la organización a la par con las acciones destinadas a permitir la supervivencia de la colectividad, a saber, el apoyo a las estructuras clandestinas, la ayuda a los prisioneros políticos y sus familias, sacar y entrar militantes desde y hacia el país, la instalación de los exiliados y la mantención de la actividad política fuera del país, en suma, la búsqueda de la solidaridad tanto moral como material se convierte en tarea primordial del momento. En todo este ajetreo, un importante costo y rol asumió tanto la RDA, como otros países del bloque soviético, expresado en la mantención de las condiciones de funcionamiento de las oficinas centrales de los partidos de la izquierda chilena en el exilio, así como en el financiamiento de gran parte de los traslados alrededor del mundo.

La instalación de las oficinas centrales y de las representaciones de los partidos de izquierda chilena en los países del socialismo real, se materializó dentro de las normas de jerarquía y protocolo existentes en esos países, asumiendo los chilenos los códigos del funcionamiento jerárquico del socialismo real.

Para el caso de los socialistas chilenos en la RDA disponemos de múltiples memorias que reflejan el modo de vida y operación de los militantes exiliados. Los máximos dirigentes del PSCh, en particular, el propio Altamirano, fueron asimilados a funcionarios de alto rango dentro de la nomenclatura alemana, recibiendo vivienda, servicio de autos oficiales y acceso al abastecimiento propio del nivel al que fueron adscritos. El resto de los exiliados, cuyo ingreso y asentamiento en la Alemania Oriental fue decidido por su

partido dentro de una cuota numérica acordada con el PSUA, fueron asimilados como ciudadanos corrientes en cuanto a los beneficios sociales otorgados.

Entre los países de Europa del Este, fue la RDA la que recibió el mayor número de los exiliados chilenos, siendo a la vez esta operación la mayor recepción de exiliados políticos en ese país.

En una sociedad cerrada, altamente jerarquizada y donde el Estado era el único empleador, la empleabilidad de este contingente de exiliados constituía un problema práctico y conceptual para los anfitriones. Fuera de un pequeño grupo de dirigentes políticos a los que se entendía abocados a la función partidista exclusiva y remunerada, así como de los jóvenes de edad de estudiar que fueron adscritos a las universidades y otros centros educativos, el resto de los exiliados fueron ubicados en las plazas que iban desde los escasos cargos editoriales y/o vinculados con la producción cultural en español hasta, en los primeros meses y años del exilio, a numerosos empleos obreros industriales. Esta práctica, conocida en las memorias del exilio chileno como de "proletarización", afectó a decenas o, incluso, centenas de exiliados (muchos de ellos profesionales), provocando crisis personales y conflictos al interior de la colectividad exiliada, fue el resultado muy poco feliz del cruce de las lógicas del aparato ideológico y de la burocracia alemanas, por un lado, y las visiones de mundo de los dirigentes de los partidos chilenos en el exilio.

Los empleos obrero-industriales eran los únicos que presentaban abundantes vacantes en la RDA siendo, a la vez, este grupo social ensalzado en el discurso oficial como la auténtica base del sistema ("estado de obreros y campesinos", "estado proletario", etc.) Entre la izquierda chilena, tanto en el PC como en el PS, dentro de la primera apreciación de culpas por la derrota, la apelación a la insuficiente y/o débil identidad proletaria, jugaba un papel importante, de manera que la "proletarización" adquiría cierto rasgo de expiación de aquel pecado capital.

Para algunos, en las condiciones de exilio inicial, dedicarse al trabajo manual y no pensar más que en la vida diaria, constituyó, en un primer momento, una especie de terapia para abstraerse del shock que significó el golpe, la derrota, la perdida de los cercanos, el abandono del país. No obstante, para otros, esta experiencia fue más bien un factor de agravamiento de la crisis personal que este shock provocó.

Otro factor que tensionaba la convivencia militante socialista, fue la vivencia de la jerarquización al interior del grupo bajo las nuevas condiciones, así como el grado de control que los dirigentes del partido adquirían sobre sus "soldados rasos".

En la "otra vida", en Chile, esto últimos aceptaban (y/o tal vez muchos esperaban) ser convocados por sus dirigentes a incorporarse a gestas heroicas revolucionarias, incluyendo guerrillas en los países de la región. Podían, en otras circunstancias, recurrir a sus redes clientelistas o de "amigocracia" para mejorar empleos y/o acceder a ciertas

regalías. Pero jamás imaginaron depender de sus superiores partidistas en todas y las más mínimas expresiones de su vida cotidiana. Ahora eran sus propios compañeros quienes decidían sus empleos, vivienda, permisos para viajar al extranjero e, incluso, la intensidad de los contactos con sus familias y amigos.

Los funcionarios alemanes encargados de la recepción de los exiliados "externalizaban" esta labor a través del Comité Chile Antifascista, único ente que era reconocido por los anfitriones como representante de los chilenos exiliados. También, a través de ese Comité, los alemanes dirigían las funciones de control ideológico sobre los exiliados, así como de medidas de seguridad llamadas a impedir la infiltración de los servicios de inteligencia del régimen militar chileno.

De hecho, numerosas citas de los dossier de archivos de la Stasi (servicios de seguridad alemanes) desclasificados después de la desaparición de la RDA -y aparecidas en diversos medios de comunicación chilenos- correspondientes a los dirigentes máximos del socialismo chileno en el exilio, parecen indicar su confección por parte de funcionarios alemanes, en tanto que los dossier correspondientes a los militantes sin jerarquía, dispondrían más claramente de un origen intrapartidista.

Así, el primer informe del dossier de Carlos Altamirano ("compañero Roberto") evalúa el nivel de su "marxismo-leninismo", fijándose además en su percepción del socialismo real y su permeabilidad a los argumentos de los anfitriones:

El compañero Roberto posee conocimientos superficiales o distorsionados por la propaganda burguesa y anticomunista sobre los aspectos principales del desarrollo en los países socialistas (... ) Sus conocimientos sobre marxismo-leninismo son poco profundos. Sin embargo, se deja influenciar con cierta facilidad en las discusiones y está dispuesto a cambiar su opinión si los argumentos le parecen razonables. Aún no ha reconocido la esencia de la Junta Militar. Una y otra vez se espanta cuando conoce de casos que testifican cómo las normas y tradiciones son aplastadas en Chile2

En vista al deficiente marxismo-leninismo de los socialistas chilenos y sus máximos dirigentes, las estructuras oficiales de la RDA dieron prioridad de confianza a las relaciones con el PC chileno, sobre la base de una mutua y reconocida identidad ideológica. Esto no implicó, sin embargo, bajar los montos de ayuda al PS ni descuidar la seguridad de sus dirigentes. Si bien ciertas declaraciones de Altamirano en los primeros años del exilio fueron percibidas como atentatorias a la unidad de la izquierda y poco realistas en cuanto a su análisis de la situación chilena, las diferencias de opinión

2 Cit. por Maura Brescia "Carlos Altamirano: ¿termocéfalo o mutante?" en El Periodista...

con los alemanes se dejaron traslucir en el apoyo que brindaron a la difusión de las réplicas del PC chileno, y en una que otra conversación privada, tal como quedaron registradas para la posterioridad en los dossier de los chilenos.

Así, en abril de 1975, Altamirano plantea su visión de Chile en una reunión con motivo de un aniversario socialista realizado en Italia, indicando que la Junta estaría aislada y derrotada, pero no cae por la falta de una oposición con estrategias de poder. Frente a ello, aboga por la "radicalización de la lucha antifascista", por "acumular más fuerzas que el fascismo y emplear todas las formas de lucha", recalcando que en la fase superior del proceso, "seguramente formas de lucha armada constituirán el factor decisivo en la victoria final".3 Cabe destacar que en 1975, Altamirano es el único líder de la UP que habla de la lucha armada contra la dictadura, en el corto o mediano plazo. Y no sólo habla de ella en los actos públicos, sino solicita a los "partidos hermanos" de los países socialistas preparación paramilitar breve de los cuadros socialistas para este fin. Así, la primera solicitud en este sentido planteada por los chilenos al PC soviético, pertenece a Altamirano y está fechada en 1976. Según los testimonios orales, a la misma época pertenecen los primeros programas que en este sentido se formulan para los socialistas chilenos en la RDA.4

Llama la atención que si bien tanto los alemanes como los soviéticos tienden a caracterizar estas declaraciones de Altamirano como ultraizquierdismo y de "revolucionarismo pequeño-burgués", las solicitudes de preparación paramilitar se satisfacen, y los viajes internacionales de Altamirano, incluyendo el mencionado viaje a Italia, son acompañados con sofisticados operativos de seguridad armados por la Stasi.

Según el propio Altamirano -en la entrevista con P. Politzer en 1989-, los servicios de seguridad alemanes le habían advertido sobre los atentados que se preparaban en contra del general Carlos Prats, en Buenos Aires, y en contra de Orlando Letelier. En ambos casos, la preocupación fue transmitida a las futuras víctimas por las vías del PS, sin que se alcanzaran a prevenir los hechos: Carlos Prats no tenía pasaporte para salir de Argentina y no confiaba lo suficiente en la advertencia para aceptar ser sacado por los alemanes. Orlando Letelier observaba todas las medidas de seguridad en sus viajes, pero se sentía seguro en Washington DC.5. A su vez, gracias a la eficiencia de Stasi, un atentado contra Altamirano fue frustrado en 1976 en Paris, cuando el dirigente socialista se encontraba en esa ciudad invitado por F.Mitterand.

3 Chile-América, N°6-7, Roma, 1975, p.33

4 Si bien el PC chileno a partir de 1974 comenzó un programa de largo plazo de preparación de cuadros militares a nivel de oficiales en las escuelas militares cubanas, aquellos planes no obedecían a una estrategia de acción inmediata y más bien provocaban una confusión conceptual en el PC respecto del momento y forma en que en el futuro estos "cuadros" serían utilizados. A su vez, el propio PS desde 1960 daba preparación "guerrillera" a sus cuadros en Cuba, a partir de la premisa de que cada revolucionario en América debe estar preparado para ser guerrillero. La particularidad de las solicitudes formuladas por Altamirano a los soviéticos en 1975, es que éstas se enmarcan explícitamente en una estrategia a corto plazo del derrocamiento de la dictadura.

5 P. Politzer, Altamirano, Santiago, 1989, p.

Cuidando la seguridad del más buscado dirigente del socialismo chileno, los servicios de seguridad alemanes, al mismo tiempo recopilaban la información acerca de las discusiones al interior del PSCh, las relaciones con otros partidos y las características personales de los dirigentes. Uno de esos informes en 1976 rezaba: "Altamirano se encuentra en un momento crítico sobre su desarrollo. Tiende a intrigas políticas, especialmente contra el Partido Comunista (...) Existe el peligro de que Carlos Altamirano Orrego se aproveche de las tendencias sectarias en el exterior para golpear contra la dirección interna de su partido". Otro informe, firmado por Peter Stobinski, encargado del Comité de Solidaridad con Chile, fue más enfático: "Altamirano fue un dirigente exaltado, siempre miraba a la gente hacia abajo, era elitista".

Junto con Altamirano, formaban parte de la Dirección exterior del PSCh en aquellos años en Berlin, el ex canciller Clodomiro Almeyda, quien llega en 1975, liberado tras una intensa campaña de solidaridad internacional6; el ex ministro de Agricultura y dirigente sindical de toda la vida, Rolando Calderón; y el ex ministro del Interior del gobierno de la Unidad Popular, Hernán del Canto. A su vez, la encargada de finanzas del PS, Beatriz (Tati) Allende reside en Cuba, y el encargado internacional del PS, Jorge Arrate, trabaja en el Comité Chile Democrático, en Italia.

Así, en los primeros años post golpe, el PS chileno logra sobrevivir y reconstruir la estructura partidista en el exilio, dejando de ser, por largo tiempo, lo que había sido durante toda su historia: un partido institucionalizado, con representación parlamentaria y asiento en organizaciones sociales, partícipe intermitente de los gobiernos pluripartidistas y partido de gobierno entre 1970-1973. Su nueva realidad fue de un partido en el exilio, necesitado de solidaridad internacional para sobrevivir, con militancias drásticamente reducidas, clandestinas y dispersas en los cinco continentes. La seguridad, tanto de su aparato interior clandestino, como de sus redes en el exilio, se convierte en una de sus tareas prioritarias, junto con la reelaboración de su proyecto político. La reconstitución de su cultura política en estas nuevas condiciones, así como de los nuevos liderazgos surgidos en la clandestinidad y el exilio, reflejan los cambios ocurridos. Este proceso en el PS de los primeros años de post golpe, llevó la inconfundible marca de la cultura política de la RDA.

Primer debate ideológico en el socialismo chileno tras el golpe: entre el "ultrismo" y el leninismo ortodoxo.

6 En su condición de Canciller de Chile a Clodomiro Almeyda le tocó presidir en 1972 la Asamblea General de al ONU. Por esta razón, la resolución de la Asamblea General de 1974 que condenó las violaciones de derechos humanos en Chile, exigió en forma especial la liberación de Almeyda, siendo el ex canciller el único prisionero político chileno nombrado en la resolución con nombre y apellido.

Paralelamente, desde los primeros meses y años en el exilio, el socialismo chileno comienza la elaboración de su nueva cosmovisión, una nueva base para pensar el sentido de su actuar político. Junto con esta discusión teórica y en parte cruzado por ella: por el debate sobre las responsabilidades por lo ocurrido y por las aspiraciones al establecimiento de nuevas jerarquías internas al interior del Partido, surge y se expande en su interior una crisis que termina con el quiebre de su unidad política y el planteamiento de más de un proyecto político de largo plazo. Tanto los temas sobre la apreciación del contexto internacional, como la praxis de la inserción en tal contexto por del socialismo chileno, formaron parte de ese debate.

En marzo de 1974 aparece un contundente documento firmado por el Comité Central. Fechado en Santiago, contiene un análisis multifacético de la realidad internacional, del pasado y presente del socialismo chileno y de las demás fuerzas políticas del país. Como se desprende de las referencias en documentos posteriores, así como de las memorias de los protagonistas, el documento fue elaborado por la Dirección Interna del PS, encabezada en ese momento por Carlos Lorca, detenido y hecho desaparecer poco tiempo después.

El hecho de que la Dirección Interior firmara como "Comité Central", se leía como un desafío a la Dirección exterior liderada por Carlos Altamirano. El documento parte por colocar la situación chilena dentro del contexto internacional. Ya esta estructuración lo acerca al estilo propio de la documentación del movimiento comunista internacional. El universalismo declarado de su proyecto, hacía partir cualquier análisis concreto de la visión global. Esto marca un cambio respecto de elaboraciones previas que es necesario tomar en cuenta: los documentos programáticos del PS chileno, por lo general, partían de lo nacional y apelaban a lo latinoamericano, con menciones sólo laterales de otros componentes de la situación internacional.

Aquí se parte con "Chile en la actual situación internacional" y el rasgo principal de esta situación es el "ascenso revolucionario y retroceso imperialista a nivel mundial". El contenido de la época se presenta como de "enfrentamiento entre las fuerzas del sistema imperialista y las fuerzas que abren paso al socialismo". Se trataba de una formulación si bien no idéntica a la utilizada por el PCUS, tampoco aparecía conflictiva con los postulados soviéticos.

El documento sigue nombrando a las fuerzas motrices del proceso de cambio, nuevamente coincidente con los postulados del movimiento comunista internacional, si bien en clave sinonímica: "Las tres grandes vertientes que abren paso al socialismo como sistema universal: el campo socialista, las luchas de la clase obrera en los países capitalistas desarrollados, y las luchas de liberación nacional..." (en los textos soviéticos "fuerzas motrices", en vez de "vertientes", y "movimientos de liberación nacional", en vez de "luchas."). Diez años antes, el socialismo chileno se había enfrascado en un discusión con el PC justamente negando la importancia primordial del "campo socialista" como fuerza revolucionaria y la misma división del mundo en "campos".

Tras los preámbulos del "credo" mencionado, el avance de las fuerzas revolucionarias del mundo se veía en Vietnam, Laos y Camboya, en la consolidación de Cuba, en Guinea y Medio Oriente. A su vez, el debilitamiento del imperialismo se asentaba en la crisis energética y la amenaza de la recesión mundial. Dentro de este contexto, la situación de América Latina se tomaba como de repliegue puntual de las fuerzas revolucionarias, producto de la inédita ofensiva imperialista.

Una observación aguda resalta que la envergadura de la solidaridad internacional, a su vez, contribuye a internacionalizar el sentido del proceso político chileno: "Hoy más que ayer, la clase obrera y el pueblo de Chile son parte integrante de las fuerzas que, a nivel mundial, se enfrentan con el imperialismo y enarbolan las banderas victoriosas de la democracia y el socialismo".

Considerando que el documento fue redactado en Chile, en la clandestinidad, esta apelación al significado internacional del caso chileno nos parece especialmente significativa, pues apunta a uno de los rasgos de la cultura política chilena: la necesidad, expresada por sus más diversos actores, de sentirse parte de los procesos mundiales que, en este caso concreto, puede ser interpretado como una de las fuentes de su propia lucha y de refuerzo moral de la resistencia en condiciones extremadamente adversas.

Con este prisma del significado internacional, se observa la experiencia de la Unidad Popular. En primer lugar, se destaca el significado de la "conquista del Gobierno" (se habla de la "conquista del gobierno" y no de la "llegada al poder") el 4 de septiembre de 1970, como una muestra de que "la clase obrera maduró hasta comprender que su liberación sólo era posible ejerciendo directamente el poder". Como factor clave que permitió ese logro, se señala constantemente la unidad del movimiento popular. El programa de la Unidad Popular se caracteriza como revolucionario y se destaca que "sólo la hegemonía de la clase obrera podría garantizar la fidelidad del movimiento a sus objetivos estratégicos".

Otro acápite del documento se dedica a la "viabilidad de la estrategia de la Unidad Popular", pregunta a la que, en general, se responde afirmativamente, pero se insiste en que la "conquista del gobierno" en 1970 era sólo un paso hacia la "conquista del poder" y se apela a que "la revolución chilena no podía escapar a las leyes generales de la transición del capitalismo al socialismo, y exigía al proletariado y sus aliados conquistar el control del poder del estado y reemplazar revolucionariamente sus instituciones."

Si bien en estas palabras se puede leer una defensa de la necesidad de reemplazo de las "formas de lucha" para conseguir los objetivos finales del proceso (idea bastante difundida entre la militancia socialista), para los efectos de esta investigación, nos centraremos en la apelación a "las leyes generales de la transición del capitalismo al socialismo", fórmula considerada leninista y que parece provenir de los manuales de

escuelas de cuadros de los países del socialismo real, presumibles conocedores máximos y guardianes de esas leyes.

A su vez, en el "balance de la acción de la Unidad Popular", se destaca lo irreversible de los procesos de nacionalización de recursos naturales, así como de la destrucción del régimen de latifundio. Llama la atención que, este punto, se vuelve a destacar el significado internacional del proceso:

(...) por primera vez en su historia, Chile se convirtió en centro de la atención mundial y escenario de un proceso liberador caracterizado por la reivindicación plena de la soberanía nacional expresada en un política exterior independiente, antiimperialista y profundamente solidaria con la causa de todos los pueblos dependientes y progresistas, y por la recuperación de las riquezas básicas que la clase dominante entregó al capital extranjero.

La parte más importante del documento analiza las debilidades del proceso y las causas de la derrota. Entre las primeras se nombran el "aislamiento progresivo de la clase obrera" (punto que se podría interpretar como errores en la política de la UP hacia los sectores medios) junto "la incapacidad de usar las fuerzas que se tenía" en el movimiento popular desde abajo, lo que se lee como debilidad en la aplicación del curso de los cordones industriales y afines. Se destaca la ausencia de unidad en torno a una estrategia única. Se critica la acción exagerada en contra de los pequeños y medianos productores.

Pero, al mismo tiempo, se defiende la idea de que la estrategia de la UP correspondía sólo a una "etapa" del proceso, la que indudablemente debería ser reemplazada, criticándose la incapacidad de hacerlo a tiempo: "Una de las cuestiones fundamentales sobre la que debió existir claridad y educarse a las masas, es el problema del enfrentamiento de clases y la violencia revolucionaria". Uno de los errores se achaca directamente al PC: "Se sembraron ilusiones en el desarrollo pacífico y evolutivo del proceso". En tono de autocrítica, aunque como crítica al MIR, se agrega que "cundió también el verbalismo insurreccionalista que reducía el problema de la revolución a meras situaciones de enfrentamiento". Llama la atención que el documento, en más de una oportunidad, critica "fraternalmente" al PC, su falta de interés o capacidad de "combinar distintas formas de lucha" y sus "ilusiones electoralistas y pacíficas". Se llama a "una crítica marxista-leninista", se cita a Lenin y se dan ejemplos de la revolución rusa.

Pero aun más dura aparece la crítica a la política del "polo revolucionario" durante el gobierno de la UP. A este se le critica equivocarse con el eje estratégico de la política, al centrar el debate en la velocidad de los cambios y apurarlos en una dirección

equivocada, es decir, en contra de los sectores medios, provocando "el aislamiento de la clase obrera". Si bien no aparecen nombres en el documento, es una dura crítica a la dirección de Carlos Altamirano y un velado cuestionamiento a su liderazgo en el exterior.

Mientras las cuidadosas críticas al PC se refieren a sus eventuales errores, los que, a su vez, no lo privan de sus grandes éxitos de la dirección de luchas "económicas y electorales" del proletariado en el pasado —aparente alabanza que deja traslucir una apreciación de ausencia, en la experiencia comunista chilena, de una auténtica lucha política por el poder- la autocrítica fue dura y atravesó toda la historia del socialismo chileno. Así, en el plano internacional, se reconocen los múltiples vaivenes de su postura, siendo su latinoamericanismo lo único constante. Entre los mea culpa, se señala cómo la oposición al stalinismo en el PS "llevó incluso al antisovietismo extremo". Luego, refiriéndose a la relación especial que tuvo el PS con la Liga de los comunistas yugoslavos, se expresa que el Partido "apoyó con decisión su alternativa de derecha a la política soviética". La rectificación del camino viene con la Revolución Cubana "cuya influencia contribuyó a la redefinición internacional del Partido".

Si el documento fue leído por los funcionarios de los departamentos ideológicos de los partidos gobernantes en la URSS o la RDA, se habrían sentido plenamente identificados con los códigos del marxismo-leninismo de su análisis. Es el retorno del hijo hereje a la ortodoxia, más aun frente al incipiente debate con el eurcomunismo acerca del tema chileno.

Contrario a lo que se podría imaginar, el documento no proviene de aquellos sectores del Partido Socialista que se encontraban en los países del bloque soviético e interactuaban a diario con sus instancias ideológicas. Es la dirección interior del PS, encabezada por los líderes de la Juventud Socialista -algunos de cuyos cuadros habían pasado por los centros de la formación política juvenil en la URSS- quienes ahora encuentran en el leninismo la herramienta de análisis de la realidad chilena y de crítica, tanto a la Dirección del partido como a todo el pasado del PS.

En tanto tarea a futuro, el documento, a partir del análisis internacional e histórico de Chile, plantea la plena vigencia del socialismo como objetivo final. Haciendo un paralelo con las conclusiones de Lenin acerca de la incapacidad e la burguesía rusa para llevar a cabo el derrocamiento del zarismo y una revolución democrático-burguesa, se plantea que el derrocamiento de la dictadura debe ser hegemonizado por la clase obrera, teniendo una perspectiva socialista:

Se parte de la base que el derrocamiento de la dictadura requiere, necesariamente, de una revolución en el sentido marxista del término: la ruptura violenta de la superestructura política, es decir, el desarrollo de un proceso que culmine con la destrucción del Estado erigido por al

dictadura y su sustitución por un nuevo Estado que exprese institucionalmente la hegemonía de las fuerzas sociales y políticas revolucionarias sobre el conjunto de la sociedad.

Si bien la "dictadura del proletariado" no se nombra directamente, la definición propuesta se acerca a su descripción, algo sofisticada, pero aceptable para el marxismo oficial soviético.

La respuesta de Carlos Altamirano llegó cinco meses más tarde. En agosto del mismo 1974, el Secretario General publica Reflexiones críticas sobre el proceso revolucionario chileno, donde, en primer lugar, señala al documento anterior como elaborado por la "Dirección Interior" (iba firmado Comité Central) y "un documento para la discusión y no propiamente el pensamiento del Partido". Altamirano sitúa su artículo en mismo rango, proponiendo que la opinión oficial del Partido emane de un Pleno del Comité Central.

Leído en clave de los debates ideológicos de la época, el artículo es contradictorio. Su autor parte planteando que "sistemáticamente me he negado a satisfacer requerimientos dirigidos a alimentar posiciones nacionales e internacionales antagónicas en la generalizada ola de inquietud intelectual y emocional que se ha levantado alrededor del proceso chileno."

No obstante, las diversas frases de su artículo corresponden tanto a las posturas propias de los bandos en el debate señalado, como respuestas al documento de la Dirección Interior.

Así, mientras aquel documento insistía en las "leyes generales de la revolución", postura clara del leninismo, Altamirano señala que el proceso chileno significó

(...) una tarea que la ortodoxia parecía demoler: construir un camino al socialismo en libertad, pluralismo y democracia. Se trataba nada menos que de transformar las viejas estructuras de un capitalismo dependiente, respetando un sistema institucional, cuyos fundamentos teóricos estaban enraizados en la más pura tradición liberal.

Hay en estas palabras, una continuidad con el debate que el PS sostenía en los años del gobierno de la UP con los comunistas, respecto de si el caso chileno constituía un nuevo modelo del socialismo o era expresión de la "particularidad nacional" en el acceso al único modelo posible de la revolución socialista. También, estas palabras de Altamirano pueden ser leídas como guiño a la socialdemocracia y al comunismo de Europa

Occidental, cuya aspiración declarada era, precisamente, un "socialismo en libertad, pluralismo y democracia".

Sin detenerse ni discutir el análisis internacional presentado en el documento de la Dirección Interior, Altamirano da su visión del repliegue de las fuerzas revolucionarias en América Latina y de la ofensiva del imperialismo en esa parte del mundo. Justamente, las derrotas del imperialismo en otros continentes, destacadas en el documento mencionado, explican la fuerza con que el imperialismo se aferra a sus posesiones en América Latina. De ahí su virulencia contra el gobierno de la Unidad Popular.

Critica lo que estima era una "excesiva" atención a los "errores" y "desviaciones" de la Unidad Popular en cuanto causas del golpe y busca centrar la atención en los intereses y la fuerza del imperialismo. Treinta años más tarde llevará esta idea a la conclusión definitiva, al plantear que, cualquiera que hubiese sido la actuación del gobierno de la UP, Estados Unidos no aguantaría en América Latina un gobierno con la participación del PC ligado a la URSS. En 1974, este punto lo había dejado en suspenso.

Defendiéndose de las acusaciones del documento mencionado y respondiendo a los temas más tocados en el debate ideológico del momento, Altamirano se refiere a la acción del "Gobierno Popular" hacia las capas medias. Llama la atención que en este y otros puntos críticos, prefiere defender la postura del gobierno sin referirse a la posición específica del Partido Socialista que él encabezaba. Tras exponer las dificultades para formular políticas hacia los sectores medios en los procesos revolucionarios, apela a la experiencia de los "países socialistas", coincidiendo en esta apelación con el documento que debate.

También, apelando a la postura del "gobierno popular", insiste en su búsqueda de entendimiento con la Democracia Cristiana. Este punto lo considera tan importante en el debate, que lo recalca del siguiente modo: "Me parece importante precisarlo para la historia y para los estudiosos del proceso revolucionario chileno". Nuevamente, no hay referencias a su propia postura personal y la postura de su partido al respecto. No obstante, en otra parte del artículo, se refiere a la "ITT-CIA-Frei" como un solo concepto que simboliza la acción del imperialismo en Chile.

Si bien evita detenerse en los "errores" y "desviaciones", menciona de paso, como lugares comunes, las referencias al "aislamiento de la clase obrera" de los sectores medios en el proceso chileno, tema clave para el documento anterior.

Para Altamirano la importancia de factores es inversa. No era la ausencia de mayorías en torno al proceso la clave de su derrota, sino la ausencia del componente armado: "Aun más me atrevo a afirmar que su el proceso revolucionario hubiere dispuesto un dispositivo armado, jamás habría sido derrotado."

En relación a lo mismo, la clave de la derrota del gobierno popular para Altamirano, fue la ausencia de una política militar propia de la UP:

Ante los tribunales militares comparecen hoy algunos de los más altos personeros de la Unidad Popular. Se les enjuicia por un delito que no cometieron: haber preparado un autogolpe para defender el Gobierno Popular (...) Los tribunales fascistas les condenaron por algo que nunca hicieron y que debimos hacer.

En esta definición de las prioridades de las causas de la derrota, la apreciación de Altamirano se distancia tanto de la de sus camaradas del Interior, como del PC chileno del momento, y más aun del comunismo europeo occidental o de la social-democracia.

Algunos meses más tarde, el Pleno de La Habana, del PSCh intentará reconciliar las posiciones expresadas en los documentos referidos. Nuevamente, el documento parte con un análisis de la coyuntura internacional, al parecer el aspecto más susceptible de acuerdo entre las posturas de diversas voces del socialismo chileno.

Del análisis de la Dirección del Interior, toma la visión general de la época, cercana al marxismo-leninismo soviético, en cuánto época de transición del capitalismo al socialismo; destaca el papel del "campo socialista" y de los movimientos de liberación nacional; subraya las "contradicciones inter-imperialistas".El análisis optimista de la coyuntura internacional está llamado a dimensionar el impacto de la derrota de la izquierda chilena, argumentar su carácter transitorio y asegurar, con cierta dosis del determinismo histórico, la reversión de la situación y una victoria final. Esta parte del análisis parece más influida por el citado documento de la Dirección interior.

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A su vez, del informe de Altamirano, proviene la idea de la subestimación de la intervención del imperialismo en que habría incurrido la UP y el acento en el nuevo conocimiento sobre la acción encubierta de la CIA en Chile. Sin profundizar en esta parte del análisis de las causas de la derrota de la UP, insinúa la importancia de que "el imperialismo" no estaba dispuesto a aceptar su triunfo. Esta línea interpretativa se ha mantenido desde entonces en los escritos y entrevistas de Carlos Altamirano, en calidad de contra argumento al acento en las acciones del "polo revolucionario" como causa central de la caída del gobierno de Allende.

Pero no sólo la visión del entorno internacional del proceso de la UP conforma esta parte del informe. Un análisis concreto del estado del movimiento de solidaridad, de los alcances y perspectivas del aislamiento del régimen militar chileno, y de la lucha por la imagen internacional de Chile, constituyen el núcleo del análisis internacional del Pleno.

Llama la atención que el informe final del Pleno rehúsa realizar un análisis explícito de las causas de la derrota de la UP, centrándose, en su parte nacional, en un análisis de la coyuntura de Chile bajo el régimen militar y, en particular, en los efectos sociales de sus políticas.

El planteamiento de la línea política del PS a partir de ese análisis, insiste en el carácter socialista de la revolución chilena, en la prioridad de la tarea del derrocamiento de la dictadura a partir de una alianza distinta a una propiamente revolucionaria. Destaca la centralidad de la alianza socialista-comunista, la importancia de la UP, así como de la ampliación de la alianza tanto hacia el MIR, como hacia la DC en cuanto "frente antifascista". No obstante, un acápite especial señala "el carácter armado del derrocamiento de la dictadura fascista", tal como fue planteado en el citado documento de Altamirano.

El capítulo titulado "El Partido" si bien no recoge las expresiones demoledoras contenidas en el informe de la "Dirección Interior", presenta la historia del PS como un difícil camino de superación, bajo la "irradiación de la revolución de Octubre", hacia la conformación de un "partido marxista-leninista". Es la única parte donde se explicita, sin dar nombres ni definiciones, la crítica a las corrientes más radicalizados del socialismo chileno: "Dentro del partido existe la tendencia muy acentuada en algunos compañeros a situarse siempre a la izquierda de la izquierda; a considerar que las medidas y métodos más radicales son siempre los más revolucionarios; a plantear siempre el objetivo como fin inmediato". Pero, al mismo tiempo, el siguiente párrafo arremete contra "los críticos fáciles e impenitentes teorizadores".

El Pleno de La Habana, de 1975, logra establecer una Dirección única, con dos brazos: en el interior y el exterior. No obstante, los movimientos centrífugos al interior del socialismo chileno no cesan y se reflejan en los documentos de los años posteriores. El tema de la actividad de la Dirección exterior y su vinculación internacional, se vuelve un tema de debate recurrente.

Así, el documento titulado Minuta sobre problemas de dirección interior y cuestiones del Partido, fechado en julio de 1976 y elaborado, al juzgar por su contenido, por la Dirección exterior, reconoce la existencia de diferencias de opinión entre las direcciones externa e interna, tanto políticas (a pesar de los acuerdos del pleno de La Habana), como relativas a desconfianzas personales y de manejo orgánico.

La propia defensa de la Dirección exterior, pone en evidencia el tipo de problemas, resquemores y desconfianzas que sacudían al PSCh en ese momento:

(...) como desde afuera no se puede tener una visión precisa de lo que ocurre en el país y en el Partido, tampoco desde adentro se tiene una visión de la situación exterior y del trabajo que se ha realizado. Esto ha

llevado a afirmaciones injustificables y lesivas para la propia lucha interior como, por ejemplo, cuando se afirma que los "burócratas" que se "pasean" por el mundo se gastan los medios económicos de la resistencia. Esto lo desmentimos tajantemente, con indignación.

La posición frente a estas acusaciones, obliga a la Dirección exterior del PS hacer pública la ayuda que se estaba recibiendo de los países socialistas: "No hay un funcionario o dirigente rentado con dineros de la resistencia. Los movimientos que se hacen de un país a otro, se hacen con pasajes que otorgan los países socialistas amigos. Pero entregan pasajes (hasta donde llegan sus líneas) y no dinero para viajar".

Si bien las sospechas cruzadas sobre el uso de los recursos económicos provenientes de la solidaridad surgen en todos los movimientos políticos y sociales, cuya principal fuente de financiamiento, en alguna etapa de su existencia, proviene del exterior, creemos que la tradición poco institucional en el manejo de los vínculos internacionales en el PSCh (como por medio de amistades propias de caudillos partidistas, lo que hemos detectado para el período previo al 1970), magnifica estas aprensiones en el PS post golpe.

Otro punto de la defensa de la Dirección exterior, fue destacar la importancia de la labor del PS en el exilio para conseguir "el aislamiento internacional de la Junta, y los acuerdos aplastantes de la ONU". Un año antes, en el Pleno de La Habana, estos resultados se atribuían más bien a las propias fuerzas internacionales, cuyo análisis realizaba el Pleno. Ahora, los acentos estaban modificados.

Un nuevo aspecto de la actividad del PS en el exterior que aparece en este documento y que, creemos, guarda relación con la actividad del PS en la RDA y la cultura política del país anfitrión, tiene que ver con lucha "contra la infiltración enemiga": "La experiencia indica que el enemigo penetra, se infiltra desde el exterior. Eso lo dicen los movimientos comunistas, socialistas y otros que han debido organizarse en el exterior de sus países. Esto exige una severa disciplina y una centralización del trabajo. Es lo que se ha hecho". Al parecer, estas líneas defienden y justifican las severas prácticas de control interno sobre la vida de los militantes, ejecutadas por los dirigentes del exilio chileno en la RDA.

Para el momento de redacción del documento referido, la representación del PSCh en el exterior ya ha sufrido divisiones. "Otro problema grave, es la expresión pública que reflejan en el exterior los grupo de militantes que dicen representar afuera a sectores internos." La Dirección exterior insiste en que las diferencias internas se traten puertas adentro "por canales regulares", pero que, frente al mundo, el PS debía aparecer con una sola cara: "Nadie quiere ayudar a un partido que no demuestra seriedad orgánica y política".

Finalmente, la amplitud de los contactos de la Dirección en el exilio, al parecer, también provocó resquemores en sus camaradas del interior. En particular, se miró con sospecha la activa participación de la socialdemocracia europea en la campaña de solidaridad con Chile. El documento menciona el rechazo de un grupo externo, supuestamente vinculado a la Coordinadora de los Regionales del PS en el interior (una de las fracciones nacientes), a la participación en un acto de solidaridad con Chile del Secretario General del PS belga "argumentando que no debemos mezclarnos con los socialdemócratas". "Bien lo habríamos hecho si sólo hubiésemos aceptado la solidaridad de los sectores revolucionarios", ironiza el documento.

Si este documento, de julio de 1976, habla de dificultades, dos mese s más tarde Carlos Altamirano plantea "una situación insostenible, clara y profundamente anómala, que no solamente entorpece y frustra nuestro accionar político, sino que ha llegado al punto de representar una amenaza tangible a nuestra unidad interna". En otras palabras, el PS está al borde del quiebre.

Altamirano levanta una propuesta de acuerdo, planteando que, en caso de rechazo, haría efectiva su renuncia al cargo de Secretario General. La parte teórica de su propuesta no representa cambios importantes en comparación con el documento del Pleno de La Habana de 1975, al cual, por lo demás, apela. El PS se proclama un partido "marxista-leninista", se indica al "centralismo democrático como única base posible de la legitimidad y la convivencia socialista y de una acción revolucionaria eficaz". A la vez, se reiteran los planteamientos de las "fuerzas motrices" de la época, de la unidad socialista-comunista en Chile, del papel de la UP, de la necesidad de una alianza antifascista más amplia, junto con el reconocimiento de la desconfianza en su viabilidad a partir del análisis que el documento hace de la DC.

Un punto nuevo lo constituye el párrafo dedicado especialmente a las relaciones con la Internacional Socialista, introducido en medio de varias páginas de reconocida y repetida ortodoxia marxista-leninista, tal como lo aceptaban sus contrapartes del socialismo real. Luego, se agradece la solidaridad, se destacan las diferencias, pero se anuncian nuevas "relaciones fraternas":

El Partido Socialista valora la solidaridad de gobiernos y partidos socialistas y social-demócratas europeos independientemente de las diferencias que de ellos nos separan, reconociendo las posibilidades y conveniencias de realizar un activo trabajo de relaciones políticas con dichas fuerzas. La Internacional Socialista representa una fuerza que valoramos como positiva en el contexto de Europa, especialmente los partidos socialistas con quienes, por lo demás, el Partido Socialista de Chile mantiene relaciones fraternas y de gran solidaridad.

Pero este punto por si sólo no podía ser punto de discordia, ni de rupturas internas. La clave del documento está en la propuesta de la reforma orgánica, es decir, de las jerarquías superiores del poder partidista. Se vuelve a insistir en la Dirección interior como instancia principal, si bien los mecanismos para asegurar su unidad, a través de cartas a los diversos sectores, no parecía muy eficaz. En el exterior a su vez, se crea el Comité Ejecutivo del Secretariado Exterior, una especie de triunvirato compuesto por Altamirano, Adonis Sepúlveda y Clodomiro Almeyda, del cual dependerían, entre otros, todas las escuelas de cuadros del PS en el exterior. Los nombres no son casuales. A partir de las memorias y testimonios recogidos, creemos que representaban a las tendencias, a antiguos liderazgos y puntos de vista al interior de la Dirección exterior. Para cooptar al importante líder del PS, Aniceto Rodríguez, exiliado en Venezuela y vínculo principal con la AD venezolana, se plantea que "en atención a la especial importancia del Área Latinoamericana, se acuerda constituir una Secretaría especial para coordinar el trabajo en esta región". Aniceto Rodríguez queda, de esta manera, subordinado al "triunvirato" ejecutivo, pero la lejanía geográfica le da un gran margen de acción independiente.

La mano dura viene al final al documento, anunciando la prohibición de toda actividad considerada fraccional, la denuncia de ésta y la expulsión de aquellos que no estuvieran de acuerdo en aceptar la nueva estructura. Con nombre y apellido, el documento nombra en esta parte a Aniceto Rodríguez, anunciando una carta en la que se le propondría "la incorporación orgánica a la tareas del partido en el exterior, representándole la necesidad de evitar toda actividad al margen o sin conocimiento de sus autoridades".

El documento transmite el clima de creciente división interna en el socialismo chileno, pero no a partir de divergencias ideológicas, sino, al parecer, como en otros casos previos, en consideración a las diferencias personales. El PS, dirigido aun por Altamirano, insiste en su marxismo-leninismo y defiende implícitamente su línea de "polo revolucionario" durante la UP, expresando su descontento con las críticas que al respecto expresara el PC chileno en su documento El ultraizquierdismo, caballo de Troya del imperialismo.

En apoyo a la carta de Altamirano, la Secretaría Ejecutiva del PS acuerda sostener financieramente en el interior a la Dirección reconocida. Como incentivo a las tenencias y grupos que aceptan volver al redil, se plantea que "discrecionalmente podrá acordarse apoyo financiero transitorio a otros sectores del partido siempre que acaten la Dirección del Comité Central. Tal facultad depende del Comité Ejecutivo."

A pesar de toda la argumentación y del recurso financiero, la división continúa. Varias tendencias socialistas en el interior insisten en ser ellos la dirección legítima del Partido, por encontrarse en el país. La correspondencia respectiva ocupa gran parte del año 1977.

La ruptura definitiva en el PS y la salida de Altamirano de la RDA se produce en abril de 1979. En sus entrevistas posteriores y hasta el día de hoy, el ex Secretario General del

socialismo chileno insiste en el carácter ideológico de la ruptura. Clodomiro Almeyda y quines lo acompañaron en la nueva dirección que sustituye a Altamirano, señalan que se trató más bien de problemas de carácter personal.

De alguna manera, el componente personal de la ruptura lo acepta el propio Altamirano, planteando en la entrevista con Patricia Politzer, que su salida de la RDA tuvo que ver con "los compañeros chilenos" y no con los alemanes anfitriones. En aquella entrevista, que preparaba su retorno a Chile, Altamirano recuerda públicamente su cariñosa despedida de Honecker y no escatima palabras de agradecimiento a la RDA por la solidaridad recibida.

Creemos que la división del PS, originada en un primer momento por conflictos personales, adquiere ribetes ideológicos con posterioridad, en parte promovida por la necesidad de buscar una nueva inserción política, tanto nacional, como internacional, así como por la renovada libertad para poder criticar todo aquello que les disgustaba en el socialismo real y que tuvieron que guardar durante los años de la alianza estratégica con éste.

El movimiento comunista internacional, desde los tiempos de la KOMINTERN, y los países del socialismo real en su política de relaciones con los "partidos hermanos", no aceptaban fracciones ni tendencias en aquellos (a no ser que fuesen promovidos desde Moscú o La Habana). Una vez reconocida una dirección en un partido dado, se cortaban todas las relaciones con las fracciones consideradas disidentes.

En este caso, la ayuda material de la RDA, URSS o Cuba, se concentra en la Dirección del PS que se queda en la RDA, con Clodomiro Almeyda a la cabeza (PS-Almeyda), mientras que la fracción considerada disidente (PS-Altamirano), tiene que reorientarse hacia nuevas redes de solidaridad. Si bien estas nunca faltaron, gracias a la postura especial de la socialdemocracia europea en el caso chileno (a la cual nos vamos a referir más adelante), al ser excomulgada del mundo revolucionario más radical, representado en primer lugar por Cuba, su principal referente en la década anterior, fue un hecho sentido por los seguidores de Altamirano.7

La Internacional Socialista y Chile

El "socialismo real" no fue de manera alguna la única fuente de apoyo moral y material con la contó el socialismo chileno.

7 Jorge Arrate, quien siguió a Altamirano en aquel proceso, cuenta que desde la división socialista sólo pudo volver a visitar Cuba a mediados de los noventa, acompañando a su esposa, escritora Diamela Eltit a recibir un premio literario en la isla.

Cabe recordar el enorme impacto que tuvo la "vía chilena al socialismo", la experiencia de la Unidad Popular y el golpe militar chileno no sólo en los países del "socialismo real", sino en los más amplios sectores progresistas del mundo occidental. En primer lugar, en la Socialdemocracia y los partidos comunistas europeos. Encaminados todos ellos en su propia búsqueda de un "socialismo democrático", percibieron el "experimento chileno" como una avanzada, ensayo o "lección" para sus propios procesos. De ahí el impacto que en Europa Occidental que tuvo del golpe chileno de 1973, mucho más que el producido por cualquier otro golpe militar latinoamericano o en el Tercer Mundo en la época de la guerra fría. Y de de ahí también el sentimiento de simpatía y solidaridad con las víctimas del golpe del 73, fenómeno prácticamente nuevo en Europa con relación a acontecimientos semejantes extraeuropeos.

Creemos que las particularidades de la cultura política chilena, especificidades que llevaron a interpretar los hechos del desarrollo económico, social y político nacional en términos de los "ismos" que envolvían la política internacional (socialismo, capitalismo, fascismo, etc.), hicieron aparecer más inteligible el proceso chileno ante la opinión pública europea, permitiendo asociar los personajes y procesos de esta parte del mundo con lo vivido en la "guerra civil europea" de la primera mitad del siglo XX. Es así como en torno a la experiencia de la Unidad Popular y los acontecimientos chilenos del 73, que la Internacional Socialista por primera vez desde el inicio de la Guerra Fría, tomó distancia de la postura de los EE.UU. en cuanto a los sucesos en América Latina.

Ya en mayo de 1971 el proceso chileno había sido mencionado en la resolución de la Conferencia del Consejo de la Internacional Socialista celebrado en Helsinki, Finlandia: "La Internacional Socialista apoya al Partido Radical de Chile y al Gobierno de la Unidad Popular, dirigido por el Doctor Salvador Allende, en sus exitosos esfuerzos por instaurar el socialismo dentro de los marcos de la democracia."8

Durante el gobierno de la Unidad Popular, la Internacional Socialista realiza en febrero de 1973 en Santiago, una reunión de su Buró, por vez primera en América Latina. La reunión se realiza por invitación del Partido Radical, integrante de la I. S. Participan representantes de 13 países, muchos de ellos con partidos socialdemócratas en el gobierno. El Presidente Allende dirige un discurso a la reunión de Buró, además de sostener conversaciones con algunos de sus delegados9. También varios de los líderes del socialismo europeo, entre ellos Francois Mitterand, visitan Chile en los años de la Unidad Popular. A su vez, la revista "Nueva Sociedad", que comienza a publicarse en 1972 en Caracas, con el financiamiento de la Fundación Friedrich Ebert dedica, desde su primer número, gran espacio al tema chileno, tanto con artículos de chilenos y sobre Chile, como con la publicación de los documentos de la izquierda chilena y de las fuerzas políticas y bloques latinoamericanos que declaran explícitamente inspirarse en la UP chilena.

8 Nueva Sociedad, Caracas enero-febrero 1973, pp. 51-52

9 Nueva Sociedad, Caracas, N5, marzo-abril 1973 en www.nuso.org

Tras el golpe, el 12 de septiembre de 1973, el Buró de la Internacional Socialista en Londres, señaló tomar conocimiento "con verdadera indignación de los recientes hechos ocurridos en Chile, los cuales son el resultado de una sostenida campaña de las fuerzas reaccionarias e imperialistas dentro y fuera de Chile". Una declaración similar emite el mismo día la Socialdemocracia alemana10. En la siguiente declaración del Buró de la IS sobre el tema chileno, de 23 de septiembre, se menciona entre los culpables a las "compañías transnacionales" y las "fuerzas imperialistas", proponiéndose acciones de solidaridad para socorrer a los perseguidos.

De ahí en adelante la Socialdemocracia internacional se convierte en uno de los actores claves de la causa de solidaridad con la oposición chilena a la dictadura, acogiendo a militantes y organizaciones del país sudamericano, cuyo ideal programático era bastante más radical que el propiciado por ella misma y que, en la década anterior, se sentía más cercano al proyecto cubano e, incluso, soviético.

Entre los diplomáticos europeos que en Santiago prestaron ayuda a los perseguidos, se hallaron diversos militantes socialistas y socialdemócratas del viejo continente, jugando un papel destacado. El embajador de Suecia, Harald Edelstam alcanzó a salvar más de 300 personas, entre chilenos y latinoamericanos, hasta que fue declarado persona non-grata por los militares y tuvo que abandonar el país.

A un mes del golpe, Antoine Blanca, diplomático francés, futuro asesor del Secretario General de la ONU, viajó a Santiago intentando persuadir a los militares en favor de la liberación de algunos prisioneros políticos. Al regreso de misión, elaboró un informe para el Secretario General de la ONU donde planteaba como estrategia "que los gobiernos sobre los que tiene influencia la Internacional Socialista, pueden hacer mucho para ayudar a los demócratas chilenos, no solamente con ayuda humanitaria sino negando el reconocimiento al régimen o, al menos, hacerlo depender de determinadas condiciones".

A fines de 1973, el miembro del Comité Ejecutivo del SPD, Hans Matthoffer, plantea, por medio de una entrevista, las ideas que serían claves en la visión de la Socialdemocracia europea sobre el proceso chileno y de América Latina, en general. Matthoffer insiste en que a pesar del golpe en Chile, la vía democrática es la única vía al socialismo. Advierte que "muchos Vietnam" llevarían a una tercera guerra mundial, de la que Europa no sobreviviría, aunque reconoce que los pueblos del Tercer Mundo "tienen derecho a la rebelión". Compara a Allende con Dubcek y al proyecto de la UP como "socialismo con rostro humano". La muerte de Allende es vista como un serio retroceso del socialismo democrático. Atribuye la caída de Allende a una suma de factores: reacción local, intervención imperialista, errores propios, entendidos principalmente como la acción de la ultraizquierda. Finalmente, lamenta la poca ayuda

10 Nueva Sociedad, 10, enero-febrero 1974, p. 76

que la RFA y otros países (se entiende con la Socialdemocracia en el poder) prestaron a Allende.11

A fines de 1974 el tema chileno es nuevamente debatido por la Socialdemocracia alemana en los marcos de la reflexión acerca de la política de cooperación de su país con el Tercer Mundo. Para el caso de Chile, vota en el parlamento por la negación de los créditos al régimen militar pero, a la vez, por el aumento de ayuda a las organizaciones sociales de la oposición. En opinión de Uwe Holtz, Presidente de la Comisión de Cooperación del Bundestag:

En el caso de Chile, la fracción del SPD en el Parlamento Federal, ha tomado una decisión terminante que también tendría que servirle como pauta al Gobierno Federal: Que no se otorgue ninguna ayuda que pudiera fortalecer a la Junta Militar en Chile, y que se empleen todos los medios que están a disposición y que puedan aportar a la recuperación de condiciones democráticas. Yo, en todo caso, veo que bien se puede fomentar y estimular la democracia en ámbitos donde puede desarrollarse un sentido democrático, por ejemplo, en centros sociales y de formación profesional, que podrían ser fomentados, a su vez, por las fundaciones políticas o por la Iglesia Católica. Visión que es apoyada por Alvin Brück, Subsecretario de Estado para la Cooperación Económica: "por ejemplo, podríamos ayudar más al "Comité por la Paz" en Chile que se dedica a los perseguidos en Chile y precisamente a aquellos perseguidos que no sabían donde están las residencias y cancillerías de los embajadores europeos, quiero decir de los obreros, que son justamente las personas que más han sufrido y siguen sufriendo en Chile." 12

Desde el 1973 en adelante, todos los congresos y conferencias de la Internacional Socialista y de sus organismo afines, como la Confederación Internacional de las Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), proclaman su solidaridad con las víctimas de la represión en Chile y, en forma más amplia, con todos los países latinoamericanos bajo dictaduras.

La solidaridad de la Socialdemocracia europea se expresa tanto en los esfuerzos diplomáticos por liberar a los presos políticos y conseguir salvoconductos a los asilados, como en el asilo prestado a los exiliados chilenos (a veces, en abierto conflicto con los sectores de derecha de sus propios países que se negaban aceptar el asilo de "subversivos peligrosos"). Líderes políticos e intelectuales chilenos recibieron becas de las fundaciones de la Socialdemocracia europea (Fundación Ebert y otras), que les permitieron asegurar su existencia en Europa y dedicarse a la labor política. Se enviaba ayuda a las

11 Ibíd. 77-80

12 Nueva Sociedad, 16, enero-febrero 1975, pp. 53-62

organizaciones sociales y humanitarias en Chile y, en algunos casos (Olaf Palme), se entregaba públicamente ayuda para la resistencia.

Una instancia común entre la Socialdemocracia europea, socialismos reales, comunistas occidentales y personalidades de la cultura y arte progresistas de Europa, fue la creación de la Comisión Investigadora de los Crímenes de la Junta Militar chilena, presidida por el finlandés Jacob Sederman. A su vez, el socialista italiano Lelio Basso, abogado, pensador, y creador de la Fundación que hoy lleva su nombre, promovió, con amplia participación de diversos sectores políticos europeos, el segundo tribunal Russel para investigar las violaciones de Derechos Humanos en Chile 13.

Italia y Chile post 1973: solidaridad y eurocomunismo

En Italia, país donde la izquierda y el mundo político en general, siguieron con mucha atención el proceso de la Unidad Popular -viendo en él señales claves para la construcción de sus propias alternativas políticas, el golpe chileno tuvo una repercusión considerable.

El Partido Comunista Italiano (PCI), la más grande e influyente formación comunista del mundo occidental, ya entonces con cierta autonomía intelectual frente a la URSS y segundo partido político de su país, consideraba la posibilidad real de una llegada al gobierno vía elecciones. Las "lecciones de Chile" adquirían, en ese contexto, una relevancia especial, a partir de las consideraciones de la "excepcionalidad chilena" y la similitud de la cultura política del país sudamericano con aquellos. No es casual, por tanto, que bajo el impacto del golpe chileno y en medio del análisis teórico del mismo, el PCI, dirigido por Enrique Berlinguer anunciara el proyecto del "compromiso histórico" publicado por primera vez en la revista teórica partidaria Rinascita y reeditado en el compendio de los documentos del PCI relativos a Chile Los comunistas italianos y Chile. Planteaba, como causa principal de la derrota de la UP, la incapacidad de para de construir mayorías sólidas en torno al proyecto, entendidas como alianza entre la clase obrera -el sostén del proyecto de la UP- y los sectores medios. A partir de allí, el proyecto a favor de las transformaciones profundas en Italia debería basarse en un "compromiso histórico" entre el comunismo y la Democracia Cristiana, los partidos políticos más grandes del país y representantes de las culturas políticas claves: la católica y la marxista, predominantes en los grupos sociales de la Italia de los setenta: los asalariados urbanos identificados con la cultura obrera y la clase media.

El impacto del caso chileno en su propia cultura política, junto con la fuerza de la izquierda, convirtieron a Italia en uno de los centros más importantes de la solidaridad

13 http://www.leliobasso.it/vita/lavita 1974 1978 testo.htm El primer tribunal Russel investigó a fines de los sesenta, con gran impacto en la sociedad europea, la acción de los norteamericanos en Vietnam

con Chile y su exilio. Liderada y coordinada por el PCI desde el momento del golpe, la recepción y acogida de los exiliados involucró tanto al socialismo como a sectores de la Democracia Cristiana italianos.

Muestra de aquello, fue el funcionamiento, desde los primeros meses post-golpe, del Comité Chile Democrático, con participación de los representantes de toda la izquierda chilena. El aporte mayor para poner en funcionamiento este organismo, lo hizo el PCI. EL primer coordinador de la instancia fue el socialista chileno Jorge Arrate.

A un año del golpe militar, también en Italia, comienza a publicarse la revista Chile-América, un espacio de diálogo entre el mundo mayoritariamente marxista de la UP y los sectores antidictatoriales de la Democracia Cristiana. En los primeros años de la revista, la izquierda chilena fue representada ahí por los intelectuales y políticos provenientes de los partidos MAPU e Izquierda Cristiana, desmembrados, en su momento de la Democracia Cristiana chilena. No hay militantes socialistas en su staff inicial, mientras que las primeras publicaciones de Carlos Altamirano en sus páginas, apuntan a la defensa de la postura del "polo revolucionario" durante la UP, abogando por el derrocamiento armado de la dictadura, lo que debería dar paso a una revolución con perspectivas socialistas.

Ahora bien, no obstante la persistencia de las visiones conflictuadas de los socialistas chilenos que aparecieron en los documentos internos citados anteriormente, entre 1973 y 1977 el debate se centró principalmente entre una postura de defensa del "ultrismo" de la época de la UP y su crítica desde las posturas de una ortodoxia marxista-leninista que, curiosamente, resultaron más abiertas al naciente eurocomunismo. En efecto, los debates de la izquierda europea de la época, tanto de los comunistas, como de los socialdemócratas del continente, no dejaron de influir en la izquierda chilena en el exilio como una manera de superación el shock provocado por la derrota, la violencia de la dictadura, y como forma de hallar nuevas interpretaciones de la realidad.

En el caso de los socialistas chilenos, su tradicional heterogeneidad ideológica, contactos previos de su intelectualidad con la izquierda europea a fines de los sesenta, facilitaron este camino. A su vez, la creciente decepción con el modo de vida y limitaciones de libertades individuales en los países del socialismo real, aumentaban la necesidad de nuevos paradigmas y hacían más atractivo el discurso de la izquierda europea.

A mediados de los setenta, en la medida de que las expectativas sobre la rápida caída del régimen militar y el retorno de los exiliados se disipan, mientras que a la vez se mantiene el interés y la solidaridad de la social-democracia europea hacia Chile y en particular hacia su partido socialista, se fortalecen y se institucionalizan los contactos entre ambos.

Si bien la renovación socialista a nivel del debate partidario y de decisiones orgánicas, aún no había comenzado, la diversidad de sensibilidades al interior del PS facilitaron estos acercamientos. Así, el Instituto para Nuevo Chile, fundado en 1976 en Rotterdam,

Holanda, con el apoyo de la Socialdemocracia holandesa y la Agencia de Cooperación Internacional del país anfitrión, fue ideado y gestionado inicialmente por el ex canciller y futura víctima de atentado en Washington, Orlando Letelier quien, al interior del PS, representaba una sensibilidad más abierta hacia la centro-izquierda democrática de occidente (tanto de la Socialdemocracia europea, como el Partido Demócrata de los EE.UU.)

A pesar de las críticas de los elementos más ortodoxos del PS sobre de este acercamiento a la Socialdemocracia, la Dirección del PS en el exilio, cuyo discurso aún se debatía entre un marxismo-leninismo clásico y el "polo revolucionario", lleva adelante este proyecto.

A diferencia de anteriores iniciativas de la IS sobre Chile, donde su contraparte había sido exclusivamente el Partido Radical (miembro de la IS), en la directiva del Instituto para el Nuevo Chile también estuvieron representados los socialistas, en la figura del encargado internacional del Secretariado en el exterior, Jorge Arrate.

Este es el contexto en el cual, en la segunda mitad de los setenta, comienza a tomar cuerpo el proceso conocido como de "renovación socialista", principalmente entre los militantes exiliados en Europa. La importancia de los procesos que vivía entonces la izquierda europea, es primordial para la comprensión de la orientación de los debates en el exilio chileno. Tal como el tema chileno se volvió parte del debate político en la izquierda europea (ya vimos el caso de Italia), las discusiones europeas también marcaron la discusión chilena.

Tres rostros de la influencia europea en la renovación socialista

Tres procesos cruzaron a la izquierda europea de la época y los tres se reflejaron en la renovación socialista chilena. Primero, el surgimiento del eurocomunismo, discurso proveniente de la cultura política comunista europea que, basándose en le herencia y figura de Antonio Gramsci, plantea la diversidad de las vías hacia el socialismo, revaloriza la democracia, la necesidad de una alianza con los sectores medios y la capacidad de la izquierda para crear un campo de hegemonía política y cultural antes de la toma del poder.

Segundo, la crisis de los socialismos reales, privados ya, en gran medida, de la mística fundacional, y devenidos en sistemas meramente burocráticos carentes de democracia. La experiencia de vida cotidiana en estos sistemas por parte del exilio chileno, provocó una profunda decepción, en especial en la intelectualidad, tan proclive en las décadas anteriores, a idealizar el modelo alternativo representado por la URSS y sus vecinos, con quienes apenas si habían tenido escasos y formales contactos.

La crítica eurocomunista a los socialismos reales hizo eco entre los exiliados chilenos, apareciendo, a la vez, como una "rectificación" del camino y no su abandono. Para la mayoría de intelectuales chilenos que vivieron entonces la transición desde las posturas de una izquierda marxista ortodoxa hacia un socialismo democrático, el eurocomunismo y, en particular, en debate en el PCI, constituyó el camino.

Finalmente, la Socialdemocracia internacional, que en las primeras décadas de la Guerra Fría se había aliado firmemente con los EE.UU. frente a los conflictos en la periferia mundial, en los setenta, bajo el liderazgo de Willy Brandt, se propuso traspasar las fronteras de Europa abriéndose a un diálogo con los movimientos de liberación y revolucionarios del Tercer Mundo. Habiendo interpretado, como hemos visto más arriba, la experiencia de la UP como un avance hacia el "socialismo democrático" -experiencia única en el Tercer Mundo-, la IS mostró una alta disposición al diálogo con socialistas chilenos, a pesar de la arrogancia despectiva con que estos, por muchos años, habían tratado a la Socialdemocracia a raíz del encandilamiento que dirigentes y militantes chilenos habían tenido con la Revolución cubana.

En los años de exilio de la izquierda chilena en Europa, en varios países de ese continente la Socialdemocracia logra llegar al poder, mostrando, en varios casos, un camino de termino de dictaduras y acceso a la democracia. En efecto, en los setenta y principios de los ochenta, estos fueron los casos de Grecia, con Andreas Papandreu, de España, con Felipe González, de Portugal, con Mario Soares y, sin dictadura de por medio, pero tras décadas de lucha política, de Francia, con Francois Mitterrand. De esta manera, la renovación del socialismo chileno, que a fines de los setenta se abre al debate eurocomunista, a principios de los ochenta descubre la exitosa experiencia socialista y socialdemócrata europea.

Como lo expresara a fines de los ochenta una de las figuras destacadas del socialismo renovado chileno, Angel Flisfish en una entrevista con Ignacio Walker, "si el exilio de la izquierda chilena hubiese tenido lugar, por ejemplo, en 1968 — como fue, en su momento, el caso del exilio de la izquierda brasileña — tal vez otra habría sido la historia".14

El contenido ideológico de la renovación socialista ha sido ampliamente documentado, tanto en los trabajos de los propios intelectuales renovados, como en los trabajos de los estudiosos contemporáneos del fenómeno. Todos coinciden en la importancia clave de la revaloración de la democracia que, por primera vez, aparece como valor primordial para la izquierda chilena, una vez que el golpe militar quebrantara la tradición democrática

14 Ignacio Walker, El socialismo chileno, CIEPLAN, Santiago, p. 182

nacional que, más allá de las discusiones teóricas, parecía a sus actores políticos tan natural como el aire.

La despreocupación del socialismo chileno respecto del tema de la democracia, fue notada en 1946 por el mayor referente de la corriente latinoamericanista del socialismo, el peruano Haya de la Torre, quien señalara: "Ellos desprecian la democracia porque no les ha costado nada adquirirla. Si tan sólo conocieran la verdadera cara de la tiranía"15 Esta particularidad también la acusa, décadas más tarde, Tomás Moulian, cuando expuso que la izquierda chilena había considerado a la democracia "en su doble dimensión: como lo dado y como obstáculo"16

El proyecto revolucionario chileno, representado por la Unidad Popular, no se presentaba como la negación de la democracia. Las complejas relaciones con la democracia por parte de la Revolución Cubana y los socialismos reales, habían quedado fuera del foco de preocupación de los socialistas chilenos.

La violenta negación de la democracia chilena por el golpe y el régimen militar, las violaciones brutales de derechos humanos -nunca vistas en la historia nacional-, por primera vez plantean ante la izquierda chilena el valor propio de la democracia como antítesis del autoritarismo y la dictadura. Tal como escribía en 1983 uno de los líderes del socialismo renovado chileno, Jorge Arrate:

El autoritarismo del régimen implantado en Chile influye en consolidar el antiautoritarismo en el seno de la izquierda, que se proyecta de un modo general, es decir, que abarca también el repensamiento del tipo de socialismo que se propugna y su vinculación con la libertad. La pérdida de la democracia y el desprecio con que la considera el discurso "oficial" en Chile, induce a una más profunda consideración del valor, sentido y contenidos de la democracia política y de la participación popular en las decisiones de gobierno.17

Los modelos paradigmáticos del socialismo, primeros en acoger y apoyar a los exiliados chilenos, en su vida real presentaban limitaciones no menores a la democracia, lo que disminuía su atractivo; en cambio, al situarse la democracia en el centro de la visión del socialismo nacional, por obra del eurocomunismo y la Socialdemocracia, aportó a este nuevas respuestas a sus búsquedas.

15 Miriam Hochwald "Imaginary in Politics: a Study of the Ideology of the Chilean Socialist party", (UCLA, Tesis de Doctorado, University Microfilms International, Ann Arbor, Michigan, 1981, p.16, cit en Ignacio Walker, Op. cit., p.173

16 Tomás Moulian Democracia y Socialismo en Chile, Santiago, FLACSO, 1983, p.165

17 Jorge Arrate El socialismo chileno. Rescate y Renovación, Ediciones del Instituto para el Nuevo Chile, 1983, p.93

Mientras que la visión del socialismo chileno en los sesenta, influido por la Revolución cubana, suponía la superación de la democracia "burguesa" por medio de una revolución socialista, la nueva mirada, elaborada en el exilio, supuso tomar al socialismo como el desarrollo máximo por medio de la ampliación de la democracia, ahora sí, sin apellidos. "El desconocimiento de la democracia formal en razón de reemplazarla por la denominada democracia real, ha llevado, generalmente, a renunciar a la democracia mínima", planteaba en 1982 otro de los fundadores del socialismo renovado, Armando Arancibia.18

Cabe destacar, sin embargo, tanto el carácter gradual de esta nueva conciencia en el socialismo chileno, como la ubicación de esta reflexión casi exclusivamente entre la intelectualidad del PSCh en el exilio europeo. También creemos que, como siempre ocurre en la historia política, los debates ideológicos se cruzan inexorablemente con las tensiones personales y luchas por el poder al interior de las organizaciones. En este sentido, la historia de ningún movimiento u organización se limita a ser pura emanación de las ideologías, como tampoco es pura lucha por el poder.

Así, en los documentos del socialismo chileno hasta 1978, incluyendo aquellos que salieron de la pluma de los futuros fundadores del socialismo renovado, no encontramos señales de esta nueva postura, ni de crítica al socialismo real, ni de apertura hacia los nuevos interlocutores ideológicos. El debate al interior de la Dirección socialista parece más una discusión personalizada de cuotas de poder entre los dirigentes del el interior y exterior, así como entre diversos dirigentes en el exilio. Las trayectorias previas de quienes serían líderes de las tendencias ortodoxa y renovada (Almeyda y Altamirano), tampoco presentan a uno más proclive a la ortodoxia marxista-leninista o a la defensa del socialismo real que el otro. Incluso Clodomiro Almeida -ex Ministro de Trabajo del gobierno de Carlos Ibáñez en los años cincuenta, simpatizante de ciertos rasgos de la Revolución China en el umbral de los sesenta, y Canciller sensato y multilateralista del gobierno de la Unidad Popular- aparecía, mucho más que Carlos Altamirano, distante de la imagen del burócrata estalinista.

El análisis de los documentos previos a la ruptura en el PS, junto con las entrevistas posteriores a sus protagonistas, nos hace pensar que en el mismo momento del quiebre al interior de la Dirección exterior del socialismo chileno, las decisiones eran menos ideológicas y apuntaban más a diferencias personales entre los líderes, así como al estado de ánimo de la militancia socialista al interior de Chile.

Tanto en el momento de la ruptura, como hasta el final de la dictadura, la mayoría de la militancia socialista en Chile, en primer lugar la militancia popular y juvenil, estaba con el llamado PS-Almeyda. El análisis de los documentos de los años setenta de las diversas tendencias socialistas en Chile, demuestran su mayor apego a las interpretaciones

18 Convergencia, N°5-6, enero 1982

leninistas de la realidad chilena, más cercanas al PC y proclives al derrocamiento de la dictadura.

Clodomiro Almeyda y su equipo se apoyan en esta sensibilidad, mayoritaria en el PS del interior, y optan por la alianza internacional que mejor les permita apoyar esta línea política. Hasta ese momento, las críticas al socialismo real en el PSCh circulaban más bien en ámbitos privados y en algunos medios intelectuales y académicos. Las deficiencias del sistema, incluyendo limitaciones a la democracia, se compensaban por el apoyo a la causa chilena.

El propio Carlos Altamirano, en la entrevista ya citada de 1989, insiste en que su salida de la RDA se dio producto de su conflicto con los "compañeros chilenos" y no con los alemanes; describe su despedida cordial de Erich Honecker y no escatima palabras cálidas hacia el líder de la RDA y sus colaboradores. Ello, no obstante abrazar públicamente el discurso del socialismo renovado, como discurso oficial partidista, con la división — ahora sí, ideológica- del PS, en 1979.

A nivel de las organizaciones políticas de la izquierda chilena, la división tuvo como consecuencia inmediata la expulsión de los "altamiranistas" (o, como se llamaron entonces, el PS-XXIV Congreso) de la Unidad Popular. En el plano de los vínculos internacionales, los países del socialismo real y sus partidos gobernantes cortan todo contacto con la que consideraron la "fracción divisionista". A su vez, los partidos de la Internacional Socialista, así como los PC eurocomunistas occidentales, vieron en este grupo un refuerzo emblemático de las posiciones propias, ofreciéndoles de inmediato un apoyo decidido. Lo más importante fue que entre los exiliados chilenos, en particular entre la intelectualidad socialista y de otros partidos de la UP, este discurso aglutinó a una sensibilidad, si bien todavía difusa, no por ello menos evidente y que pronto avanzaría hacia formas orgánicas. Se unen a esta postura, o más bien, a esta búsqueda, la mayoría de los líderes del MAPU, MAPU-OC e Izquierda Cristiana en el exilio, con lo cual la Unidad Popular definitivamente dejó de existir.

Recibido: 22 noviembre 2008 Aceptado: 2 de mayo 2009

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