Научная статья на тему 'Entre la “autonomía” y el “diálogo social”: Las estrategias sindicales del Partido Socialista de Chile en postdictadura, 1988-2003.'

Entre la “autonomía” y el “diálogo social”: Las estrategias sindicales del Partido Socialista de Chile en postdictadura, 1988-2003. Текст научной статьи по специальности «Языкознание и литературоведение»

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Chile-postdictadura-sindicalismo-Partido Socialista / Chile-postdictatorship-unionism-Socialist Party

Аннотация научной статьи по языкознанию и литературоведению, автор научной работы — José Ignacio Ponce López

El artículo aborda las estrategias sindicales impulsadas por el Partido Socialista de Chile (PSch o PS) entre 1988 y 2003. Se sostiene que esta colectividad promovió una política que articulara “autonomía” con “diálogo social” entre las organizaciones de trabajadores. Esto se expresó tanto en su tendencia inicial hacia la idea de “concertación social”, como en la propuesta de “sindicalismo socio-político” a la cual adscribieron sus dirigentes hacia el final del periodo estudiado. En este sentido, los dirigentes socialistas trataron de asimilar la noción de “autonomía” de las organizaciones de trabajadores con la elaboración de propuestas propias y diluir una vinculación con la propensión a la movilización social. Esto no fue un proceso lineal y progresivo, operando profundas tensiones y contradicciones entre dichos dirigentes, particularmente en la segunda mitad de la década de 1990. Con todo, las reformulaciones que plantearon los sindicalistas socialistas les permitió mantener una influencia considerable y contribuir al reposicionamiento de las organizaciones de trabajadores, aunque enfatizando en la necesidad de equilibrar voluntad al acuerdo y a la movilización. Metodológicamente se recurrió a la revisión exhaustiva y crítica de los discursos aparecidos en la prensa del periodo, para reconstruir las principales coyunturas políticas del país y las relativas al mundo sindical, que se complementó con diversos documentos internos y periódicos del PS, para dar cuenta de los principales debates de la organización y las posturas relativas a lo laboral.

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Between "autonomy" and "social dialogue": The trade union strategies of the Socialist Party of Chile in post-dictatorship, 1988-2003.

The article approach the union strategies promoted by the Socialist Party of Chile between 1988 and 2003. It is argued that this community promoted a policy that articulated "autonomy" with "social dialogue" between workers’ organizations. This was expressed both in its initial tendency towards the idea of "social agreement" and in the proposal of "socio-political unionism" to which its leaders ascribed to the end of the period studied. In this sense, the socialist leaders tried to assimilate the notion of “autonomy” of the workers' organizations with the elaboration of their own proposals and to dilute a link with the propensity for social mobilization. This was not a linear and progressive process, operating with deep tensions and contradictions among these leaders, particularly in the second half of the 1990s. However, the reformulations proposed by the socialist unionists allowed them to maintain considerable influence and contribute to the repositioning of workers' organizations, although emphasizing the need to balance willingness to agree and mobilize. Methodologically, was used an exhaustive and critical review of the speeches that appeared in the press of the period, to rebuild the main political conjunctures of the country and those related to the trade union world, which was supplemented with various internal and periodic documents of the PS, to give an account of the main debates of the organization and the positions related to labor.

Текст научной работы на тему «Entre la “autonomía” y el “diálogo social”: Las estrategias sindicales del Partido Socialista de Chile en postdictadura, 1988-2003.»

51, julio 2022: 1-19

Entre la "autonomía" y el "diálogo social": Las estrategias sindicales del Partido Socialista de Chile en postdictadura,

1988-2003.

Between "autonomy" and "social dialogue": The trade union strategies of the Socialist Party of

Chile in post-dictatorship, 1988-2003.

José Ignacio Ponce López*

Resumen: El artículo aborda las estrategias sindicales impulsadas por el Partido Socialista de Chile (PSch o PS) entre 1988 y 2003. Se sostiene que esta colectividad promovió una política que articulara "autonomía" con "diálogo social" entre las organizaciones de trabajadores. Esto se expresó tanto en su tendencia inicial hacia la idea de "concertación social", como en la propuesta de "sindicalismo socio-político" a la cual adscribieron sus dirigentes hacia el final del periodo estudiado. En este sentido, los dirigentes socialistas trataron de asimilar la noción de "autonomía" de las organizaciones de trabajadores con la elaboración de propuestas propias y diluir una vinculación con la propensión a la movilización social. Esto no fue un proceso lineal y progresivo, operando profundas tensiones y contradicciones entre dichos dirigentes, particularmente en la segunda mitad de la década de 1990. Con todo, las reformulaciones que plantearon los sindicalistas socialistas les permitió mantener una influencia considerable y contribuir al reposicionamiento de las organizaciones de trabajadores, aunque enfatizando en la necesidad de equilibrar voluntad al acuerdo y a la movilización. Metodológicamente se recurrió a la revisión exhaustiva y crítica de los discursos aparecidos en la prensa del periodo, para reconstruir las principales coyunturas políticas del país y las relativas al mundo sindical, que se complementó con diversos documentos internos y periódicos del PS, para dar cuenta de los principales debates de la organización y las posturas relativas a lo laboral.

Palabras clave: Chile-postdictadura-sindicalismo-Partido Socialista.

Abstract: The article approach the union strategies promoted by the Socialist Party of Chile between 1988 and 2003. It is argued that this community promoted a policy that articulated "autonomy" with "social dialogue" between workers' organizations. This was expressed both in its initial tendency towards the idea of "social agreement" and in the proposal of "socio-political unionism" to which its leaders ascribed to the end of the period studied. In this sense, the socialist leaders tried to assimilate the notion of "autonomy" of the workers' organizations with the elaboration of their own proposals and to dilute a link with the propensity for social mobilization. This was not a linear and progressive process, operating with deep tensions and contradictions among these leaders, particularly in the second half of the 1990s. However, the reformulations proposed by the socialist unionists allowed them to maintain considerable influence and contribute to the repositioning of workers' organizations, although emphasizing the need to balance willingness to agree and

Doctor en Historia Universidad de Santiago de Chile. Este artículo se realizó en el marco de la tesis doctoral financiada por la Beca Conicyt N° 21170206. Email: jose.ponce.l@usach.cl

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mobilize. Methodologically, was used an exhaustive and critical review of the speeches that appeared in the press of the period, to rebuild the main political conjunctures of the country and those related to the trade union world, which was supplemented with various internal and periodic documents of the PS, to give an account of the main debates of the organization and the positions related to labor.

Keywords: Chile-postdictatorship-unionism-Socialist Party

Recibido: 21 febrero 2022 Aceptado: 18 mayo 2022

Introducción

En la última década los estudios sobre el sindicalismo chileno se han revitalizado. De esto no quedó exenta la historiografía. Particularmente, aquella referida al pasado reciente del país, uno de los aspectos más abordados ha sido la relación entre la acción sindical y la política durante la postdictadura. En general, con el objetivo de explicar la oscilante trayectoria de las organizaciones de trabajadores durante las últimas décadas, los ojos se han posado sobre el contexto político "transicional" para ver cómo este condicionó la débil influencia del sindicalismo en las políticas laborales del periodo, teniendo en cuenta las transformaciones económicas, sus orientaciones estratégicas y las oportunidades políticas para el despliegue de distintas movilizaciones.1 Marco donde el problema de las formas de politización sindical ha sido uno de los aspectos más reflexionado.2 Retomándose así uno de los dilemas "clave" en el movimiento popular chileno en el siglo XX. Es decir, la relación entre "lo social" y 'lo político", que tuvo al vínculo del movimiento obrero y los partidos como uno de sus ejemplos paradigmáticos, según ciertas investigaciones.3

Si bien la relación entre sindicalismo y colectividades políticas ha estado presente en buena parte de las investigaciones, todavía existen algunos temas sin abordar. Ellas se han enfocado principalmente en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) o en algunas organizaciones sectoriales, precisándose poco respecto de la acción de los partidos en el movimiento laboral. Respecto a estas últimas se ha indagado en lo impulsado en el mundo sindical por el Partido Comunista y en quienes promovían la "concertación social". Sin embargo, poco se ha profundizado en las estrategias del Partido Socialista de Chile (PS o PSch). Salvo un estudio reciente acerca de lo realizado por esta organización en el profesorado, las orientaciones sindicales de los socialistas han sido subsumidas bajo la idea de

1 Algunos ejemplos de los estudios historiográficos sobre el sindicalismo en la postdictadura son: Ávarez, Rolando, "¿Desde afuera o dentro de la institucionalidad? La 'huelga larga del salmón' y las nuevas estrategias sindicales en Chile (2006-2008)" en Antonio Aravena y Daniel Núñez (ed.), El Renacer de la huelga obrera en Chile. El movimiento sindical en la primera década del siglo XXI, ICAL, 2009, pp. 75-116; Araya, Rodrigo, Organizaciones sindicales en Chile. De la resistencia a la política de los consensos: 1983-1994, Ediciones Universidad Finis Terrae, Santiago, 2015; y Ponce, José, Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017.

2 Un intento por sistematizar este debate y generar una propuesta teórica en: Campusano, Karim; Gaudichaud, Franck; Osorio, Sebastián; Seguel, Pablo y Urrutia, Mieguel, "Confictividad laboral y politización en los procesos de trabajo. Una propuesta teórica para el análisis de la trayectoria reciente del movimiento sindical chileno", Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, 2017; pp. 1—17.

3 El planteamiento como problema clave es de: Baño, Rodrigo, Lo social y lo político. Un dilema clave del movimiento popular, Santiago, FLACSO, 1985. Dos textos clásicos donde se aborda el vínculo, son: Angell, Alan, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, Ediciones Era, Ciudad de México, 1974; Zapata, Francisco, Autonomía y subordinación en el sindicalismo latinoamericano, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1993.

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"concertación social", sin verse las particularidades del accionar de sus dirigentes.4 Dada la influencia que esta colectividad mantuvo durante las primeras décadas de la postdictadura, este artículo se pregunta: ¿cuáles fueron las orientaciones impulsadas por los socialistas en el mundo sindical durante la postdictadura chilena?

Se sostiene que el PS buscó desplegar y articular una estrategia que mezclara "autonomía" con "diálogo social". Así, aunque bajo un discurso de "renovación" o "refundación" del sindicalismo para adecuarse al nuevo contexto histórico finisecular, enfatizaron en dos dimensiones de larga data en la cultura política laboral criolla, como era la cuestión de la "autonomía" de las organizaciones de trabajadores respecto a otros actores, pero ahora bajo una mayor disposición al diálogo con estos últimos. Ello les permitió cinco cosas: a) desplazarse con cierta flexibilidad en sectores y coyunturas donde se enfatizaba la movilización por sobre el diálogo, aludiendo a la mencionada "autonomía" del mundo sindical; b) diferenciarse de la apuesta de "concertación social" cuando esta quedó en cuestión, conservando influencia significativa en las organizaciones laborales; c) poder rearticular a un amplio y heterogéneo contingente de dirigentes sindicales, luego de una fuerte crisis que experimentaron en 1996; d) permitiendo que estos se mantuvieran liderando importantes organizaciones durante el proceso de reactivación que vivió el sindicalismo a comienzos de los 2000; y e), esta trayectoria los llevó a plantear una estrategia sindical "socio-política", donde volvieron a enfatizar la "autonomía" de las organizaciones de trabajadores, pero sin abandonar su disposición al "diálogo social". Del tal modo, no obstante las limitaciones y críticas que se les hacía, los sindicalistas del PS proyectaron su influencia a comienzos del nuevo milenio, cuando el tiempo "transicional" quedaba atrás y se comenzaba abrir un nuevo contexto político. Eso sí, como se verá, ello no fue sin mediar tensiones y contradicciones, ya que fue una experiencia procesada al calor de los acontecimientos sindicales que se dieron en la postdictadura.

La noción de estrategia sindical ha tenido un largo desarrollo en el debate académico internacional. En el marco de los intentos por entender los procesos de crisis y revitalización de las organizaciones de trabajadores y sus recursos de poder, desde la década de los '70 hasta los 2000, se reposicionó el concepto de estrategia sindical. A pesar de que algunos enfatizaron dimensiones más externas y otros aquellas internas de los sindicatos, a la postre se fueron configurando propuestas que combinan ambas dimensiones, donde los aspectos contextuales (socio-económicos y políticos-institucionales) se han articulado con las características más agenciales de las organizaciones de trabajadores. A partir de esas discusiones se fueron delineando analíticamente diversas estrategias sindicales: corporativa, clasista, de movimiento social, cooperativa y empresarial.5

En Chile, se ha utilizado de distintas maneras dicha noción. Se usó para caracterizar la huelga obrera en Chile hasta 1973,6 la política laboral impulsada desde la Dictadura Militar hacia los trabajadores7 y las diversas formas organizativas y políticas desarrolladas por estos bajo dicho régimen.8

4 El citado estudio es el de: Matamoros, Christián, "La renovación en las aulas. Cambios y resistencias en los profesores socialistas chilenos. 1979-1993", en Matamoros, Christián (ed.), Sindicalismo docente. Política y organizaciones de izquierda sudamericana, Escaparate, Concepción, 2019, pp. 101-166.

5 El debate respecto a esto es extenso, pero una síntesis pormenorizada de esto, puede encontrarse en: D'Urso, Lucila, "¿Renovación de las estrategias sindicales en Argentina y Brasil? Los casos del SMATA y del Sindicato dos Metalúrgicos de ABC (2003-2014)". Tesis para optar por el título de Doctora en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2017. Disponible en:

https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/82945/CONICET Digital Nro.ea443d9f-7838-47bb-8c8b-866772707acf A.pdf?sequence=2&isAllowed=y .

6 Pizarro, Crisóstomo, La Huelga obrera en Chile: 1890-1970, Ediciones Sur, Santiago, 1986.

7 Alvarez, Rolando, "¿Represión o integración? La política sindical del régimen militar. 1973-1980" en Historia, N° 43, Vol. II, julio-diciembre, Universidad Católica de Chile, 2010, pp. 325-355.

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También se ha rosado el concepto, aludiendo a las orientaciones a nivel general del mundo sindical en la década de 1990,9 las disputas al interior de la CUT en los años '80 y '90,10 lo realizado por un sindicato del salmón en una huelga en 2008 11 y la política del PC hacia las organizaciones de trabajadores durante la postdictadura.12 Así, las estrategias sindicales han tendido a verse como las tendencias desplegadas entre las organizaciones de trabajadores, sea a nivel general o en torno a un actor específico.

Aquí se entenderá por estrategia sindical a una orientación deliberada y organizada para movilizar la fuerza los trabajadores hacia un determinado objetivo político, sea dicha apuesta elaborada por dirigentes sindicales, militantes partidarios o afiliados de base, entre otros. Lo cual promueve y/o debilita determinados aspectos del acervo histórico del movimiento de trabajadores, caracterizando las distintas relaciones gremiales y políticas de un espacio sindical, como también las perspectivas de politización que se pretenden impulsar. Esto involucra al menos cuatro aspectos: una lectura sobre el contexto que enfrentan los trabajadores, tanto en lo político como laboral; una apelación a la temporalidad y al papel de los trabajadores en ella; las características que debe tener el sindicalismo en dicha lectura; y la táctica a utilizar, es decir, la trama que se propone entre negociación, articulación y/o movilización con otros sujetos.

Esta investigación pone en el centro la praxis de los dirigentes sindicales del PS -que a la vez son militantes partidarios- para orientar políticamente a sus organizaciones de trabajadores. Por esto, en términos metodológicos, se recurrió a la revisión exhaustiva y crítica de los discursos aparecidos en la prensa del periodo analizado. Por un lado, se utilizaron diarios de circulación nacional para reconstruir las principales coyunturas políticas del país y las relativas al mundo sindical. A través de dicha prensa, se buscaron contrastar las distintas miradas más allá del socialismo chileno sobre los acontecimientos abordados. Esto se complementó, por otro lado, con diversos documentos internos y periódicos del PS, para así reconstruir los principales debates de la organización y las posturas relativas a lo laboral, poniendo especial atención a lo elaborado en torno a su estructura sectorial, el Departamento Nacional Sindical (DENAS), y entre sus principales dirigentes laborales.

1.- La "renovación" de los sindicalistas socialistas: las orientaciones hacia la

"concertación social". (1988-1992)

La dictadura militar impactó de forma sustantiva en la sociedad chilena y, en particular, a la clase trabajadora. Esquemáticamente, los casi diecisiete años en que Pinochet dirigió los destinos del país se pueden resumir en tres grandes cambios: la desarticulación de los sujetos mesocráticos y populares que venían bregando por reformas estructurales "democratizantes"; tras esta "contrarrevolución" vino una "revolución capitalista" de corte neoliberal, empujada por el empresariado, la derecha y los militares; luego de la cual se buscó consolidar estas transformaciones, a través de una nueva institucionalidad

8 Falabella, Gonzalo, "La diversidad sindical en el Régimen Militar', en Contribuciones, N° 42, FLACSO-Chile, Noviembre, 1986. También se ha aplicado para un caso en particular: Stillerman, Joel, "Continuidades, rupturas y coyunturas en la transformación de los obreros de Madeco S.A., 1973-2003", en Política. Volumen 44 - Otoño 2005, pp. 165-196.

9 Rojas, Jorge y Aravena, Antonio, "El mundo sindical y el trabajo asalariado en Chile" en Patricio Escobar (ed.), Trabajadores y empleo en el Chile de los noventa, Lom Ediciones, Santiago, 1999.

10 Araya, Rodrigo, Organizaciones sindicales... op.cit.; Osorio, Sebastián, "Trayectoria y cambios en la política del movimiento sindical en Chile, 1990-2010: El caso de la CUT, entre la independencia política y la integración al Bloque Histórico Neoliberal", Tesis para optar al grado de Magister en Historia de Chile, Universidad de Santiago, Santiago, 2015.

11 Alvarez, Rolando, "¿Desde afuera o dentro de la institucionalidad?... op. cit.

12 Ponce, José y Alvarez, Rolando, "¿Comunismo después del fin del comunismo? La política sindical del Partido Comunista de Chile en la postdictadura chilena, 1990-2010" en Nuestra Historia, N° 1, FIM, Madrid, 2016.

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política.13 De esta manera, la fuerza de los trabajadores no se vio solo maniatada por la represión, la exoneración, exilio y cooptación de los dirigentes sindicales, sino que también por la verdadera refundación de las relaciones laborales al calor de las políticas de inspiración "neoliberal".14 A pesar de que la dictadura intentó cooptar a una franja sindical, gran parte del movimiento de trabajadores terminó siendo fundamental en el desarrollo del ciclo de Protestas Nacional y de la oposición al régimen.15 En buena medida, porque los trabajadores habían sido las principales "víctimas" del "milagro chileno", pues habían experimentado un enorme déficit salarial, una pauperización de sus condiciones de vida y una profunda transformación en la estructura del empleo.16 Lo que se combinó con una nueva orientación del perfil económico nacional, que dejó de tener como eje la industria, poniéndose en el centro de la producción la extracción de materias primas (minería, forestal, agricultura, acuicultura, etc.), que sería secundada por el comercio y los servicios.17 Esto trajo un cambio en la morfología de la clase trabajadora, experimentando un declive de sus ocupaciones industriales y en la construcción.18 Por todo esto, no fue extrañó que el movimiento obrero experimentara un debilitamiento en la industria y la construcción, mientras incrementaba su influencia en el área de los servicios, particularmente en el ámbito público, sector que acompañaba a las franjas minoritarias pero con fuerza disruptiva de trabajadores de la minería y los puertos.

Desde su fundación en la década de 1930, el PS había sido una de las principales fuerzas políticas al interior del movimiento obrero chileno. Pero, tal como han descrito diversos autores, bajo la dictadura cívico-militar la colectividad experimentó distintos cambios internos. Estos se han englobado bajo la idea de "renovación" socialista, la que implicó quiebres, discusiones y una plural derivación político-ideológica, que generó diversas corrientes que se mantuvieron en disputa durante prácticamente toda la década de 1980. Lo que se conjugó con la perspecusión y asesinato de diferentes líderes orgánicos y sociales, incluyendo los sindicales. Por lo mismo, hacia finales de los '80, los socialistas no solo afrontaron la coyuntura de transición a un régimen civil marcado por el plebicisto de 1988, sino también un proceso de reconfiguración y reunificación orgánico que se consagró definitivamente en el Congreso de "Unidad" de 1990. Transformación profunda, sobre todo en lo teórico e ideológico, pero que no se suturó del todo, pues la rearticulación se dio más bien en torno a una coincidencia programática y táctica respecto al recambio de régimen en los momentos postreros de la dictadura, que a partir de una apuesta estratégica totalmente compartida por todas las tendencias que se mantuvieron al interior del PSCh. De tal modo, aunque la llamada corriente "renovada" del socialismo criollo, liderada entonces por Jorge Arrate, terminó hegemonizando el proceso, se mantuvieron ciertos ámbitos sin zanjar.19 De allí que, incluso cuando esto significó una cirugía en el

13 Corvalán M., Luis, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile. Izquierda, centro y derecha entre la lucha por los proyectos globales, 19502000, Sudamericana, Santiago, 2002; Garate, Manuel, La Revolución Capitalista en Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2012; Valdivia, Verónica, Avarez, Rolando y Donoso, Karen, La alcaldización de la política. Los municipios en la dictadura de Pinochet, Lom Ediciones, Santiago, 2013.

14 López, Ana, "El mundo del trabajo entre el disciplinamiento y la resistencia, Chile, 1973-1981" en Procesos. Revista de Historia ecuatoriana, N. ° 44 (julio-diciembre 2016), 75-101.

15 Alvarez, Rolando, "Represión o integración____op. cit.

16 Winn, Peter (ed.), Victims of the Chilean Miracle: Workers andNeoliberalism in the Pinochet Era, 1973-2002, Duke University Press, Durham, 2004; Garate, Manuel, La Revolución op. cit.,p. 223-225.

17 Gonzalorena, Jorge, El modelo económico chileno: análisis crítico de resultados y perspectivas, Universidad Católica Blas Cañas, Serie de Investigaciones, Santiago, 1998.

18 Boccardo, Giorgio, "La clase obrera chilena durante la dictadura (1973-1989): transformaciones en su acción y estructura social", en Izquierdas, N° Especial 44, junio 2018, p. 66.

19 Los textos más generales que se refieren a este proceso son: Moyano, Cristina, El MAPU durante la dictadura. Saberes y prácticas políticas para una microhistoria de la renovación socialista en Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2010; Muñoz, Víctor, "El Partido Socialista de Chile y la presente cultura de facciones. Un enfoque histórico generacional (1973-2015)", en Izquierdas, N° 26; Ortiz, Edison, El Socialismo Chileno: De Allende a Bachelet (1973-2005), Alerce Talleres Gráficos S.A., Santiago,

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accionar partidario, se sostuvieron diferencias en distintos temas que se reabrieron en diferentes coyunturas, ya que las tendencias al interior de la colectividad se proyectaron bajo el nuevo ciclo histórico que comenzaba en el país.

En esta misma lógica, como han señalado a partir del caso de los profesores socialistas, el proceso de "renovación" tuvo expresiones y temporalidades particulares en el plano sindical en comparación a lo que ocurría con las elites partidarias.20 No obstante el proceso de reunificación del PS permitió coagular a dirigentes sindicales de las distintas corrientes hacia 1990, estas tuvieron coincidencias y diferencias. Por ejemplo, estaban aquellos sindicalistas, como el antiguo secretario general de la CUT, Manuel Dinamarca, que desde una matriz más "tradicional", reafirmaban la necesidad de un proyecto de transformación social vertebrado en torno al movimiento de trabajadores y la izquierda, pero que apostara a fortalecer un "nuevo tipo de sindicalismo.libre, autónomo, pluralista y participativo", que articulara tanto otras orgánicas sociales y territoriales fuera de lo laboral, con las históricas luchas por mejoramiento laboral y sindical en un programa con perspectiva revolucionaria, de allí su dura crítica a los sectores que apuntaban a un "pacto social".21 Mientras, por otro, estaban quienes promovían un "sindicalismo fuerte y responsable", pero que buscara consolidar la democracia y limitar propuestas "populistas" y un accionar "anárquico" de las organizaciones de trabajadores. Esto último se proponía sin perder la intención de constituir un "sinidicalismo pluralista" que equilibrara "la participación en la democracia y la independencia del estado", por lo que un futuro gobierno civil debía "crear las condiciones e instancias para asegurar este accionar en un clima de respeto y de colaboración mutua, o de confrontación cuando no sean posibles los acuerdos".22 Entre quienes afirmaban esto último estaba Arturo Martínez, ex-militante del MAPU, que convergió en el proceso de "renovación", y que había tenido un alto protagonismo en el mundo sindical durante la década de 1980, lo que culminó en su asunción como Secretario General de la naciente CUT en 1988 y encargado del DENAS del PS unificado a partir de 1990.23 A pesar de las diferentes orientaciones proyectuales respecto a su direccionalidad, se puede ver que ambas lecturas coincidían sobre la necesidad de un sindicalismo "independiente" o "autónomo", aunque la hegemonía de los sectores "renovados" daba cuenta de una mayor disposición al "diálogo" que a la confrontación de cara al nuevo contexto democrático. De tal manera, con ciertas similitudes respecto a lo que ocurría con los docentes socialistas, se iba generando una mirada sincrética entre las perspectivas sindicales de la colectividad, con puntos de contacto y otros aspectos divergentes, pero donde la corriente "renovada" se iba imponiendo en los hechos. 24

La preponderancia de Martínez no solo respondía a su liderazgo sindical tanto interno como externo, sino también a su coincidencia política con los sectores "renovados" y con la reflexión de los asesores laborales socialistas, más cercanos a la cúpula partidaria. Diferentes intelectuales que venían apoyando a los sindicatos bajo la dictadura generaron una lectura donde confluyera la necesaria "independencia" sindical con una disposición al "diálogo social", particularmente en el CIASI,

2007; Juan Pablo Navarro, "La renovación del Partido Socialista, 1979-1990", en Revista Divergencia, Taller de Historia Política, N° 7, diciembre 2016. Sobre este proceso y comparado con otros sectores de la izquierda, el trabajo más reciente y detallado es el de Rojas, Mauricio, La renovación de la izquierda chilena durante la dictadura, Piso Diez Ediciones, Santiago, 2017; Perry, Mariana, "Las renovaciones socialistas que no vencieron", en Izquierdas, N° 44, 2018, Santiago. Disponible en: https://www.scielo.cl/pdf/izquierdas/n44/0718-5049-izquierdas-44-00031.pdf

20 Matamoros, Christián, "La renovación en las aulas____op. cit.

21 Dinamarca, Manuel, El Programa Sindical de los Socialistas, Genesis, Santiago, 1993, p. 21. Su primera edición data de 1986.

22 "Proyecto para el desarrollo y presencia del Partido Socialista de Chile en el Sindicalismo chileno", Julio de 1989, Santiago, p. 2. El documento es firmado por Jorge Arrate y Arturo Martínez.

23 Araya, Rodrigo, Organizaciones sindicales.. .op. cit.

24 Matamoros, Christián, "La renovación en las aulas____op. cit.

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destacando el sociólogo PS Guillermo Campero.25 Este asesor también proveniente del MAPU, a mediados de los '80 ya planteó la necesidad de una política de "concertación social", de la cual incluso veía antecedentes desde la década de 1930.26 Por ello, a pesar de diagnosticar un debilitamiento sindical bajo la dictadura, sostuvo que las organizaciones laborales mantenían fuerza social para incidir en la agenda pública bajo un régimen democrático, junto a la posibilidad de allanar en su interior orientaciones "concertacionistas", en especial si las colectividades políticas y un futuro gobierno promovían su participación institucional. Más si las organizaciones sindicales podían articular sus reivindicaciones corporativas con las políticas, es decir, vincular la lucha por mejoras laborales con la reconstrucción democrática del país. Ahora, esto se debía hacer sin dejar de "reelaborar su relación con los partidos políticos, acogiendo la experiencia de mayor autonomía relativa que constituyó en estos años ante la debilidad de su tradicional canal partidario de mediaciones con el sistema político y el Estado". Pero, tal como se relató anteriormente, esta noción de "autonomía" estaba lejos de asimilarse a "confrontación", ya que apuntaba a la coincidencia con otros actores sociales:

"el movimiento sindical chileno se da cuenta -siguiendo sus propios debates- que la capacidad de representar reivindicaciones y de lograr mayor autonomía social serán insuficientes para contribuir a la gestación de una sociedad otra vez democrática si los actores sociales de diferentes signos ideológicos y de intereses en competencia no se convierten en portadores de una idea común de reconstrucción nacional".27

De esta forma, como agregaría unos años después, esto debía contribuir a generar un "bloque consolidador" en el mundo sindical, de la por entonces emergente "concertación social y política por la democracia".28 Dicha alianza debía apostar a garantizar la estabilidad democrática, asumiendo que el gobierno le daría mayor poder político y organizacional en el largo plazo al movimiento sindical, mientras este se apropiaba, a su vez, de una racionalidad de intercambio "moderado". Es decir, el sindicalismo debía "renovar" su imaginario y el papel que pretendía jugar en la sociedad, que no era sinónimo de "sumisión a las estrategias de gobierno o de unos partidos", sino que de "autonomía", "pero en el marco de unas reglas del juego donde los actores sociales son parte de la 'clase política', es decir, de la 'clase dirigente' de la sociedad".29 Así, para Campero la posibilidad de una política de diálogo social no era excluyente con el fortalecimiento sindical, sino que incluso era necesario darle mayor influencia como actor social, para así allanarlo a una orientación "concertacionista". Por lo mismo, tal como impulsaban algunos líderes laborales socialistas, no solo se podía sino que se debía articular "autonomía" sindical con "diálogo social".

En una línea similar, Arturo Martínez fue complementando estas ideas, tanto en los últimos años de la dictadura como en los primeros del gobierno democrático. En 1988, el sindicalista ya planteó que "existiendo las clases sociales" ya no se debía pretender la eliminación de una de ellas, sino que "tratar de convivir entre clases", cuestión que obligaba a "buscar formas civilizadas de confrontación de

25 Respecto al papel de este "asesor sindical" y otros en el desarrollo de la estrategia de "concertación social", puede verse: Alvarez, Rolando y Ponce, José, "'Concertación social': La 'transición' laboral y la refundación del sindicalismo en Chile (19882001)", en Revista Divergencia, N° 16, enero-junio 2021, pp. 30-57.

26 Campero, Guillermo, "Trabajadores, empresarios y concertación social", en VV.AA., Concertación y democracia, CED, Santiago, 1985.

27 Campero, Guillermo, "Chile: las tareas del sindicalismo", en Nueva Sociedad, N° 83, mayo-junio 1986, pp. 134-145. Disponible en: https://static.nuso.org/media/articles/downloads/1400 1.pdf

28 Campero, Guillermo, "Chile: el movimiento sindical en transición", en Proposiciones, Santiago, N° 17, 1989, pp. 92-109.

29 Campero, Guillermo, "El Movimiento sindical: situación y perspectivas" en Jorge Rojas y Fernando Echeverría, Añoranzas, sueños, realidades: dirigentes sindicales hablan de la transición, SUR Ediciones, 1992, pp. 179-187.

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clase, que permitan ir avanzando en una sociedad más igualitaria".30 Lo que el mismo Martínez aterrizó al señalar que "la promoción y defensa de los intereses de la clase trabajadora están íntimamente ligados al afianzamiento de la democracia y la estabilidad política de Chile", por lo que, a pesar de señalar que "si tenemos que criticar al Gobierno, debemos hacerlo", insistió: "sin poner en peligro la democracia que con tanto sufrimiento ha costado ganar".31 Marco donde también cobró centralidad la idea de "autonomía" sindical. Tal como enfatizó un año después Martínez, a partir del ejemplo de la CUT, esta debía cuidar su "autonomía" como organización, desarrollándose en el sindicalismo una "política propia que se identifique con los intereses de los trabajadores y que si esa política coincide con la del gobierno, que bueno, pero si no coincide, hay que decir públicamente que no coincide y actuar en consecuencia". Distanciamiento hacia La Moneda que también debía marcarse con las organizaciones políticas, precisando que "los partidos deb[ían] aportar al desarrollo del movimiento sindical", pero diferenciando que "los problemas del partido se discuten en el partido y los problemas del movimiento sindical, en el sindicalismo". En este sentido, aunque el dirgente planteaba que el movimiento de trabajadores debía "modernizarse.. ..sin perder la riqueza del pasado", tenía que superar sus antiguas divisiones por cuestiones ideológicas y partidarias. En el fondo, se debía apuntar a "un movimiento sindical que vaya dejando la discusión que no tiene que ver con la problemática de los trabajadores",32 tal como eran -según Martínez- los debates ideológicos y de los partidos.

De tal manera, el dirigente -a nombre del DENAS- planteaba una serie de ideas a partir de su experiencia sindical y análisis de la realidad que enfrentaban, que coincidían con las lecturas hechas por los asesores laborales de su colectividad. Miradas que parecía ser hegemónica en el PS, como se puede ver en que el mismo secretario general del partido, Jorge Arrate, reconocía que, a diferencia del pasado, ahora tenían un alto grado de reconocimiento de la "autonomía" sindical en el marco de una política de "concertación".33 Sin embargo, esta coincidencia con los sectores más preponderantes en el partido se fue erosionando con el correr de los gobiernos de la coalición de centro-izquierda.

Si tenemos en cuenta este entramado, podemos entender porque con el correr de los primeros meses del nuevo gobierno, Martínez -al igual que otros sindicalistas- comenzó a reclamar a La Moneda no tanto por las limitaciones que evidenciaba la estrategia de "concertación social" para conseguir mejoras económicas y laborales, sino más bien por la falta de protagonismo de los trabajadores en el proceso transicional. Buena parte de las críticas de este dirigente socialista a las negociaciones en torno a la reforma laboral de Aylwin, fueron insistiendo en que se reconociera al movimiento sindical como actor efectivo en el amanecer del nuevo régimen. Incluso cuando resaltó que los sindicalistas no serían "quienes pongamos un escenario de confrontación en el país", recalcó que los trabajadores "somos capaces de actuar responsablemente frente al proceso de transición para que sigamos avanzando hacia la democracia, aunque el costo lo paguemos de nuevo, después de años de cercenamiento de nuestras conquistas". Rematando, por tanto, que "Chile debe saber que, si no son escuchadas nuestras indicaciones, el costo de la estabilidad democrática lo seguiremos cargando los trabajadores".34 Esta impugnación se enfatizó con el paso de los años, mientras fracasaban las instancias que materializaban la tesis de la "concertación social", tal como ocurrió en los "acuerdos marcos" con el gobierno y los empresarios para reformar la legislación laboral de la Dictadura. De allí que, en 1991, desde el DENAS reafirmaron "su compromiso con la democracia como forma de vida de la sociedad", pues el objetivo

30 La Época, 24 de julio de 1988, p. 22.

31 La Tercera, 23 de abril de 1990, p. 15.

32 Unidad y Lucha, abril de 1991, p. 14.

33 La Tercera, 19 de mayo de 1990, p. 12.

34 Unidady Lucha, agosto de 1990, p. 5.

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del sindicalismo socialista era "defenderla, ensancharla, profundizarla", pero promoviendo el rol de los trabajadores, para que se sintieran "protagonista de la naciente democracia".35

Esta falta de "voluntad" que veían los dirigentes socialistas, se debía también a una serie de deficiencias al interior de la propia colectividad para impulsar sus frentes sociales, donde destacaban las falencias del propio DENAS. Aunque Luis Guzmán, encargado de los frentes de masas del PS, señaló como un logro que dicho espacio se constituyera, desarrollando la primera Conferencia del DENAS donde establecieron distintas orientaciones para el sector, algunos dirigentes plantearon su crítica a la promoción de lo sindical en el partido.36 En efecto, el sindicalista y miembro de la Comisión Política del PS, Luis Fuentealba, detalló deficiencias de la misma conferencia del DENAS. Tras destacar problemas orgánicos y en la forma de discusión política de la instancia, señaló que ello ocurría por la "incapacidad" y "ausencia de compromiso de la Dirección con temas concretos que dicen relación con el movimiento sindical".37 Mientras otros, como Arturo Martínez, mostraron sus diferencias con la organización respecto a los procesos electorales de la CUT, donde él mismo era protagonista. Esto porque al interior del partido un grupo de sindicalistas comenzó a promover una alianza con el PC para que un dirigente del PS encabezara la Central y así destronar a Manuel Bustos de la DC. Sin embargo, en este marco, Martínez retomó el discurso "autonomista" para presionar por el apoyo a Bustos, amenazando con dejar la colectividad, concluyendo que a veces era "más conveniente actuar como simpatizante que como militante sometido a las directivas partidarias". Aclarando que si dejaba de militar no perdería su "imaginario socialista, valorando la autonomía que debe tener un dirigente sindical de los partidos políticos, del gobierno y de los empresarios", pues en la colectividad la independencia respecto al partido era "algo que se predica[ba] y no se practicaba]".38 Aunque Martínez se mantuvo al interior del Partido, ello reflejaba una tensión entre el discurso "autonomista" y la intención de la colectividad por incidir en lo sindical, fuera por cuestiones estratégicas o tácticas, propias del PS o por las pretensiones más generales de la coalición de gobierno. La relación discursiva que se había construido entre disposición al "diálogo social" y "autonomía" mostraba contradicciones al momento de llevarse a la práctica. Roces que se proyectarían en el tiempo.

Estas fricciones al interior de las organizaciones concertacionistas se empezaron a dar cada vez con más frecuencia, puesto que en el mundo sindical se fue instalando un cierto distanciamiento hacia los gobiernos de la coalición conforme pasaban los años. Sobre todo tras distintas movilizaciones sindicales que habían tenido impacto en la agenda pública nacional en los primeros años del gobierno de Patricio Aylwin, como las que desarrollaron los acereros de Huachipato (1991), los mineros de Chuquicamata y de El Teniente (1991), los profesores (1991) y los trabajadores de la Salud agrupados en la FENATS (1991), que ocurrían en paralelo al fracaso de los "acuerdos marco" entre la CUT, la CPC y el gobierno. Por ello no fue extraño que el mismo Martínez, ferviente defensor de la "concertación social", amenazara en su calidad de vice-presidente de la CUT que 1992 sería un año de "una política más confrontacional frente a los empresarios y más independiente con el Gobierno".39 Dura lectura que compartían en el DENAS, ya que solo un mes después, en un boletín interno, sostuvieron que en 1992 el sindicalismo debía plantearse la "construcción de propia fuerza", aludiendo a la "poca voluntad del Gobierno de escuchar y resolver la situación de desigualdad de la institucionalidad laboral". Declarando que la "política del diálogo y el acuerdo, si bien ha servido, para

35 Unidad y Lucha, junio de 1991, p. 14.

36 "Informe y Evaluación de la Vice-presidencia de Frente de Masas (periodo abril-junio 1991) al Pleno Nacional", 6 de agosto de 1991.

37 "Visión crítica de nuestra Conferencia Nacional Sindical y de los niveles de compromiso del Partido con la Clase Trabajadora. Propuestas de superación de nuestras insuficiencias", 8 de Junio de 1991, Santiago, p. 1.

38 La Tercera, 6 de noviembre de 1991, p. 14.

39 La Tercera, 4 de enero de 1992, p. 17.

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crear un clima de tranquilidad y estabilidad no ha entregado resultados creíbles para los trabajadores", llevándola a un posible fracaso. Y, a pesar de no "desistir, respecto a la búsqueda de entendimiento", dada esa falta de voluntad afirmaban que "sólo queda el uso de las formas tradicionales de lucha sindical y para ello es necesario que el sindicalismo cuente con su propia fuerza". A lo que agregaban una dura autocrítica, pues concluían que desde el DENAS "no hemos perfilado una nueva estrategia sindical, no hemos alcanzado cambios importantes en la anterior situación ni tampoco hemos logrado levantarnos como un interlocutor permanente con respecto al sector empresarial".40

Aunque el reclamo de estos dirigentes sindicales podría verse como algo particular y desvinculado de la apuesta más general de una colectividad históricamente marcada por su faccionalismo interno, en realidad estaba en línea con las definiciones del PS. Ello porque desde las instancias que desembocaron en el proceso de unidad del sector se había reivindicado el necesario protagonismo de las organizaciones populares, donde el sindicalismo era uno de los principales. Idea a la que arribaron tanto de una autocrítica a las prácticas "burocráticas" de la izquierda que solo habían llevado a "desnaturalizar el sentido profundamente democrático y participativo" de las organizaciones sociales, como también porque los socialistas consideraban que el fortalecimiento de estas últimas en el entramado institucional era fundamental para derrotar el legado autoritario.41 Reflexiones que fueron ratificadas en el Congreso programático de 1992, cuando ya pasada la mitad del primer mandato de la Concertación y en vistas a una nueva elección presidencial, reafirmaron que en "la línea política sindical del partido está la de promover la autonomía de las organizaciones sindicales y por tanto que los dirigentes de los trabajadores que sean militantes socialistas, deben responder -en cuanto dirigentes sindicales- a las bases que los eligen".42 Cuestiones que se tendrían que dar junto a un mayor énfasis del gobierno para resolver la "deuda social" con los trabajadores, profundizando las reformas laborales y superando la desigual redistribución de la riqueza. Pero, como insistieron, ello no era óbice para continuar una "cultura del diálogo y de la concertación" en el sistema laboral, sino que más bien apuntaba a que el partido y la coalición se esforzaran más en conseguir las demandas de los trabajadores, para alcanzar un "nuevo trato laboral" en el marco de una "segunda etapa" del "modelo" económico exportador chileno.43

A pesar de que todavía se mantenían ciertas esperanzas respecto a la disposición al "diálogo social" al interior del sindicalismo socialista, hacia el final del primer gobierno de la coalición de centro-izquierda sus palabras empezaban a evidenciar cierta desilusión. Más allá de reconocer que había permitido consolidar el régimen democrático, en lo cual se concebía que el sindicalismo fue un actor vital, concluían que no se había hecho "justicia" por ese aporte, manteniéndose una "deuda" con los trabajadores. Lo que se daba tanto por las dinámicas políticas nacionales, pero también por falta de voluntad del empresariado, el gobierno y de los mismos partidos. Marco donde los socialistas hacían un duro mea culpa, al punto de verse como incapaces de elaborar una estrategia que articulara la "autonomía" y protagonismo de los trabajadores con la mayor disposición al "diálogo". Sin embargo, claramente su apuesta inicial había sido enmarcar dichos principios en torno a la estrategia de "concertación social", pero que se veía a punto de fracasar hacia el fin del gobierno de Aylwin. Hecha la autocrítica y abierta la puerta para superar esta propuesta inicial, debían desarrollar nuevos lineamientos de cara al segundo mandato postdictatorial.

40 "Departamente Nacional Sindical, DENAS. Partido Socialista de Chile", febrero de 1992, pp. 1-2.

41 Unidad y Lucha, diciembre de 1989, pp. 8-13.

42 "Congreso Programático del Partido Socialista, Resoluciones", 10 al 13 de diciembre de 1992, La Serena, pp. 21.

43 Ibídem., pp. 63-68.

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2.- Superar los límites de la "transición": la "autonomía" sindical como respuesta

y problema (1993-1996)

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Como se concluía en el citado Congreso Programático del PS, la "transición" mantenía ciertas insuficiencias, en particular hacia los trabajadores, pero que podían ser subsanadas con una política laboral y sindical más consistente. En tal sentido, las definiciones de mayor "autonomía sindical" y una disposición táctica a que las organizaciones de trabajadores no se quedaran solo en la negociación, sino que apostaran a reconstruir su fuerza propia y, si era necesario, se movilizaran, contribuyeron a que los sindicalistas socialistas se hicieran parte de los procesos de protestas que vivieron sectores como los trabajadores de la salud y el profesorado en 1993, donde tenían importante presencia. Así, su apuesta por estos años sería promover la "autonomía" del mundo sindical, dando cuenta de un intento por reposicionarse respecto a las lógicas más moderadas de "concertación social".

Ahora bien, este concepto debía perfilarse de manera más sustantiva para desarrollar una estrategia en torno a ella. Esto porque, tal como señaló en una revista teórica de la colectividad la asesora laboral del PS, Sonia Yáñez, la "autonomía sindical" era un concepto "controvertido y complejo", puesto que "para algunos el asunto se agota en evitar la intervención directa del Estado en los conflictos laborales y la negociación colectiva o en rechazar políticas partidistas al interior del movimiento sindical; para otros la autonomía sindical se expresa en un proyecto de acción que se centra en la confrontación y/o en confesiones revolucionarias". De todas formas, compartía que los socialistas debían desarrollar una orientación que favoreciera "la configuración de un movimiento sindical autónomo y fuerte, que sea capaz de articular, representar y defender los intereses contemporáneos y futuros de los asalariados en circunstancias políticas, económicas y socioestructurales profundamente cambiadas a nivel mundial y nacional", por lo cual precisaba que "una verdadera autonomía sindical" se refería "sobre todo, con los contenidos de la política sindical, y esa autonomía se basa en primer lugar en concepciones económicas y socio-políticas independientes del empresariado y de su economía política". En tal marco, reafirmaba la centralidad del movimiento sindical en el proyecto de los socialistas chilenos, pero ya no con el objetivo de buscar en el corto o mediano plazo superar el capitalismo -que la autora veía como una posibilidad pospuesta-, sino con el fin de garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo y expandir el desarrollo del trabajador como ser humano, en el contexto de una realidad laboral mucho más heterogénea y en proceso de transformación. Así, según la investigadora, la "autonomía" se vinculaba más con la capacidad de las organizaciones de trabajadores para elaborar propuestas propias que con una disposición a priori a la confrontación. Y en esa lógica, los aportes más significativos que los socialistas podían brindar al sindicalismo era "en la elaboración y realización de concepciones económicas y sociopolíticas autónomas". Es decir, los dirigentes y trabajadores del PS debían contribuir en el análisis de las condiciones nacionales para "esa economía política del trabajo que ha de servir de fundamento a las propuestas sindicales", a través de lo cual se podría combinar la lucha reivindicativa y proyectual.44

Esta pretensión, que puede leerse como una reflexión teórica de una apuesta que ya se venía desarrollando -con limitaciones y obstáculos- entre los sindicalistas y militantes socialistas, trató de llevarse a cabo en los años siguientes. De allí que durante 1993 intelectuales y dirigentes del PS abordaron los cambios estructurales del sistema económico nacional, el impacto de los procesos de reconversión laboral hacia el mundo sindical, y los procesos de modernización estatal y su vínculo con

44 Yáñez, Sonia, "El Movimiento sindical. Un desafío teórico para el socialismo", en Avance, N° 11, julio, 1993, pp. 29-35.

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el trabajo público.45 Un ejemplo de este ejercicio fue lo realizado por el sindicalista socialista Raúl De La Puente, dirigente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), quien mezcló esta dimensión analítica con la propositiva para su sector, a partir de lo que consideraba el indispensable proceso de "modernización" del aparato público. En lo que debían involucrarse activamente las organizaciones de funcionarios fiscales, tanto para pensar dicho proceso, como también el vínculo del Estado con la sociedad y sus condiciones laborales, con el fin de revertir la medrada situación en la cual los había dejado el sistema neoliberal.46 Es decir, para fortalecer la acción sindical de los empleados públicos era necesario dotarse de manera autónoma de propuestas propias, que mezclaran sus reivindicaciones sectoriales y una lectura política más general del Estado y la sociedad, entre otros temas.

Los socialistas intentaban delinear su estrategia sindical enfocada en la idea de "autonomía", desplazando la centralidad en torno a la mera disposición a negociar (aunque sin negarla) y separándola también de la definición que hacía por entonces el PC respecto a dicho concepto (que lo remitía a movilización), para vincularla al ejercicio de elaborar propuestas propias por parte de las organizaciones de trabajadores.47

Teniendo en cuenta esta reflexión, el arribo del nuevo gobierno concertacionista, liderado por Eduardo Frei Ruiz-Tagle y que incluyó la asignación de Jorge Arrate en el Ministerio del Trabajo, fue visto como una oportunidad para consagrar esta apuesta sindical para los socialistas. A través de ello, podrían impulsar las políticas laborales que contemplaban clave para saldar la "deuda social" que se mantenía tras el primer gobierno de la coalición. Pero esto no enfrentaba un terreno muy favorable, tanto porque la derecha mantenía un poder muy gravitante en el parlamento y el empresariado era reacio a cualquier cambio sustantivo en el mundo del trabajo, como porque el perfil del nuevo mandatario era menos "político", más "tecnocrático" y "economicista" que Patricio Aylwin.48 Aunque ello no quería decir que lo laboral fuera a jugar un papel secundario en su gobierno, pues al contrario, tal como señaló Frei en su primer discurso al Congreso Pleno en 1994, para él era fundamental consagrar la "modernización productiva" del país con "equidad social", lo que se materializaría -entre otras cosas- en una "concertación social" cuyo propósito sería "alcanzar el reconocimiento mutuo entre las partes relevantes de las relaciones laborales".49 De tal modo, los cambios en el mundo del trabajo mantenían una posición gravitante, por lo que el entrante ministro Arrate rápidamente consagró el proyecto de Asociaciones de empleados públicos en 1994 y pronto envió una propuesta de reforma laboral. Esta última abarcaba aspectos sindicales como la ampliación de la negociación colectiva a trabajadores eventuales y nuevos temas relativos a las condiciones laborales. Por lo mismo, aunque Frei tuvo una relación más distante con el mundo sindical, inicialmente los cambios en materia de trabajo pretendían ampliar la legislación alcanzada durante el gobierno de Aylwin. Sin embargo, estas propuestas fueron rechazadas de forma sistemática por la oposición de derecha en el Congreso, incluso luego del acuerdo que alcanzó el ministro Arrate con el senador opositor William Thayer tras dos años de negociaciones.50

45 Díaz, Alvaro, "Las Transformaciones de la estructura social en Chile. (apuntes para el proyecto socialista)", junio de 1994;

Ayala, Jorge, "Reconversión y sindicalismo", 1 de julio de 1994. Disponible en: http://www.socialismo-

chileno.org/PS/apsjb/1994/ayala 94/ayala 94.html#page=14

https:/ / obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/ 10559/1/19940521.pdf

50 Un análisis de estas propuestas en: Frank, Volker, "Política sin política: el fracaso de la Concertación social en el Chile democrático (1990-2000) en Ponce, José, Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores____op. cit., p. 110.

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En paralelo a esto y teniendo en cuenta la experiencia del gobierno anterior, los sindicalistas del PS trataron de precisar y desarrollar una estrategia que consagrara la ansiada "autonomía" de las organizaciones de trabajadores, para fortalecerlas y reposicionarlas en el escenario político nacional. Esto lo sintetizó Arturo Martínez tras una reunión del DENAS recién iniciado el gobierno de Frei. Para el dirigente, los elementos centrales de la acción sindical socialista no debían quedarse solo en "la preocupación por lo corporativo ni menos por lo inmediato; nos interesa el país y la sociedad en que queremos vivir", agregando que ella debía pensarse siempre como "política, libertaria y democrática", articulando en su quehacer "la demanda política y social para los trabajadores". Donde debían luchar por la "instalación política del sindicalismo como promotor y protagonista en la construcción de un nuevo modelo", donde este último debía tener "como horizonte próximo alcanzar la igualdad de oportunidades". En esa lógica, reafirmaba la pretensión de "hacer ajustes a la legislación laboral", ampliando la negociación colectiva, reformar las instituciones de capacitación y empleo, junto con regular las condiciones laborales y fortalecer las instancias de fiscalización estatal de la economía y el trabajo. Aunque estas cuestiones parecían estar en sintonía con lo planteado por su colectividad y el nuevo gobierno, el mismo Martínez reclamaba por "la ausencia de la temática social y particular del mundo del trabajo en el debate de las instancias partidarias", pidiendo más preocupación del PS respecto a las necesidades de los trabajadores y "más voluntad de relacionarse institucionalmente con el DENAS".51

Estos cuestionamientos sobre la poca relevancia dada en el partido a la acción sindical que se hacían permanentes, podían leerse como consecuencia de tres aspectos: uno, como proyección de la dualidad entre discurso del PS que decía promover el fortalecimiento de sus frentes de masas y de las organizaciones sociales, pero que no se reflejaba necesariamente en una práctica consistente con ello; segundo, este "desinterés" percibido por los dirigentes sindicales también podía ser fruto de una resolución práctica de la colectividad por priorizar las coyunturas y disputas políticas institucionales, por sobre las del mundo social; y, tercero, una concepción donde se dejaba efectivamente plena "autonomía" para que sus liderazgos sociales, en este caso sindicales, definieran y consagraran sus lineamientos sectoriales, restándose de intervenir en ello los dirigentes del partido. Problemáticas que no eran dicotómicas necesariamente, sino que una realidad que articulaba deficiencias orgánicas, preferencias político-practicas y la asunción de orientaciones que parecían doctrinarias respecto al quehacer partidario. De todos modos, no era menos relevante que ya en el DENAS se planteara al sindicalismo como actor protagónico en la construcción de un "modelo" social distinto al imperante en el país. Esto, como se verá más adelante, irá profundizándose en los años posteriores.

A pesar de estas dificultades que planteaban, los sindicalistas del PS afrontaron las diferentes coyunturas que vivieron. Por un lado, el mismo Arturo Martínez en un boletín de la CUT, a modo de balance de lo ocurrido en 1994, que incluyó una movilización el 11 de julio y un Congreso extraordinario de la Central, sentenció con cierto optimismo que "durante este tiempo se han decantado posiciones, después de mucha ambigüedad en nuestra relación con el gobierno; creo que hoy para todos está clara nuestra autonomía e independencia pues se han marcado nuestras diferencias con éste".52 Más allá de los malos augurios que se instalaban sobre la convocatoria, unidad y capacidad de la CUT, a propósito de las fuertes tensiones que se dieron en el acto del 1° de mayo y en su Congreso donde se definió su filiación a la CIOSL, el sindicalista del PS sacaba cuentas alegres respecto al fortalecimiento de una postura "autónoma" en la organización, que lo llevaban a creer que 1995 sería un mejor año, logrando mejoras salariales y laborales, incluyendo entre estas las reformas que apostaban a fortalecer la acción sindical. Pero, como se apuntó antes, esto último no se logró y, a contrapelo de las

51 El Avión Rojo, mayo de 1994, pp. 8-10.

52 Unión y Trabajo, Diciembre de 1994, p. 10.

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pretensiones del dirigente socialista, la Central continuó perdiendo su capacidad de convocatoria, que contrastaba con el activismo que mantenían distintos sectores de trabajadores, en particular del sector público.

Contrariamente a esta lectura optimista de Martínez y dado comenzaba a ser notorio el empantanamiento de la acción sindical, especialmente en torno a la CUT, en 1995 el DENAS retomó una lectura crítica del movimiento de trabajadores en general y del actuar socialista en particular. Por lo mismo, todavía cuando ratificaron la necesidad de construir un movimiento laboral "moderno con fuerza propia, con capacidad de propuesta, autónomo, comprometido con la democracia y con la justicia social", concluyeron que el "sindicalismo chileno se encuentra en una crisis delicada aunque no terminal; y que tiene diversas manifestaciones, entre ellas, ausencia de un proyecto sindical, falta de trabajo colectivo, debilitamiento de sus estructuras orgánicas, baja sindicalización y falta de capacidad de gestión de la dirigencia sindical". Lo que era fundamental superar, como insistían, para "profundizar la democracia del país", pues esta dependía de la "existencia de un sindicalismo capaz de legitimarse como actor nacional". Interpelaban a que los dirigentes socialistas asumieran "una actitud de trabajo de conjunto y de mayor coordinación; tratando de evitar dividirse en tendencias, aún reconociendo que éstas existen al interior del partido, pero que en el accionar sindical puede provocarnos un debilitamiento en nuestro trabajo".53

Ante esto y en miras a las elecciones de la Central en 1996, les ponía como desafío inmediato transformarse en la principal fuerza sindical del país, partiendo por posicionarse en los sectores gravitantes en la CUT, como los empleados fiscales, el profesorado y los trabajadores de la salud. Estos últimos eran importantes y tendrían elecciones en 1995. No obstante estas pretensiones, los trabajadores de la salud se mantuvieron bajo la dirección comunista y los profesores de esta última colectividad darían la sorpresa al triunfar en las elecciones del magisterio. De todos modos, la representación de los dirigentes socialistas aumentaría en las bases de esos gremios y se conjugaría con su preponderancia en otros sectores como los Médicos de la Atención Primaria y los Trabajadores del Cobre, lo cual les permitía pensar en ganar la presidencia de la CUT.

Entrando a la segunda mitad de la década de 1990, se producían una serie de variaciones al interior del movimiento sindical que impactaban en la CUT. Esto, de un lado, era producto de la incapacidad de involucrar a más contingentes de trabajadores en la acción sindical, particularmente en la multigremial, de la cual incluso se había desprendido un pequeño sector que conformó la Central Autónoma de Trabajadores (CAT) en 1995; por otro, la izquierda comunista avanzaba en sectores como el Colegio de Profesores, y los socialistas hacían lo propio en otros gremios del sector público, que se verían coronados con el triunfo de Raúl De La Puenta en la ANEF en 1996. A este escenario se sumó que el histórico dirigente DC de la multinsidical, Manuel Bustos, no se repostularía, generando un escenario incierto de cara a las elecciones internas de la CUT en 1996. Comicios que estuvieron marcados por una serie de problemas y que tuvieron su epicentro en los sindicalistas del PS. Desde esta colectividad, incluyendo a su presidente Camilo Escalona, se señaló su interés de convertirse en la "primera fuerza sindical" y conducir la Central en el nuevo periodo, poniéndose en duda una alianza con la DC, que apostaba a continuar el legado de Bustos con la dirigenta María Rozas. Ante dicho contexto y tratando de limitar una intervención de los partidos de la coalición en el proceso, Martínez retomó el discurso "autonomista" y señaló: "agradezco la preocupación de los dirigentes políticos, pero es bueno que dejen al movimiento sindical decidir la forma como enfrentará su próximo congreso".54 Posición que sería ratificada por la dirigencia del PS, tal como afirmó Fanny Pollarolo, al decir que "no existe ninguna imposición de parte de las directivas de los partidos sobre los dirigentes sindicales. Esta

53 El Avión Rojo, Junio de 1995, p. 10.

54 La Tercera, 27 de febrero de 1996, p. 11; La Tercera, 28 de febrero de 1996, p. 9.

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decisión deberá ser autónoma y de ninguna manera va a poner en riesgo la unidad de la Concertación".55

Lo que no esperaba la directiva del PS es que sus sindicalistas no resolvieran ir siquiera todos en una misma lista. Los problemas estallaron cuando Arturo Martínez configuró una propuesta donde participaban dirigentes vinculados a la derecha, cuestión que fue rechazada por otros sindicalistas del PS, como el Presidente de la Federación de Trabajadores del Cobre, Raimundo Espinoza. Ello derivó en que se presentaran dos alternativas socialistas a las elecciones de la CUT, una "oficial" y mayoritaria encabezada por Martínez, y otra por Espinoza.56 Aunque inicialmente Martínez pareció ser beneficiado en la disputa al interior de su colectividad y ratificada su estrategia al obtener 13 consejeros, mientras la de Espinoza solo 2, a la postre ambos serían sancionados, siendo el histórico dirigente de la CUT el más resentido, ya que unas semanas después se le quitaron por 4 años sus derechos militantes. De todos modos, los socialistas habían alcanzado un mayor apoyo en las elecciones de la Central, incluso más que la de cada uno de los otros partidos de la coalición, pero que en conjunto reclamaban la presidencia para María Rozas. Sin embargo, los sindicalistas del PS prefirieron una alianza con el PC para alcanzar la testera de la CUT, quedando el trabajador de la salud Roberto Alarcón en dicha posición, dados los problemas que enfrentaba Martínez en su colectividad. Ya que lo ocurrido en la CUT se vio como la primera gran fisura en la coalición de gobierno, se trató de resolver a través de una negociación entre las cúpulas partidarias de la Concertación, que propusieron dividir el mandato de la CUT y compartir el periodo entre Alarcón y Rozas. Pero los sindicalistas del PS no aceptaron la propuesta, abriéndose solo a realizar un Congreso de la Central un par de años después para zanjar los problemas que enfrentaba la organización. Esto puso en una compleja situación al PS, no solo por las críticas que le realizó el mismo Presidente Frei y la cúpula de la DC, sino porque también se dio a días de un nuevo Congreso partidario, donde la posible sanción a Martínez al interior del partido despertó el repudio de varios dirigentes sindicales socialistas en el evento. De todas formas, el Congreso sería sorteado en un marco "unitario", mientras Camilo Escalona trató de bajarle el perfil al conflicto en la CUT, señalando que 'la autonomía del movimiento sindical es un factor, en este caso acentuado a un punto que hace que surja una contradicción con la posición del partido, lo cual es propio de la vida en democracia y por ello no hay que dramatizar la situación".57 Por lo mismo, tal cual señaló quien saldría como el principal líder del sector "progresista" y del PS tras esa instancia, Ricardo Lagos, "la Concertación tendrá que definir con mayor claridad la autonomía del mundo social". La "autonomía", que se había visto como una respuesta de los socialistas para fortalecer la acción sindical, derivaba en un complejo problema a resolver.

Cuestión urgente si se tenía en cuenta que los dirigentes laborales del PS pretendían reafirmar dicho aspecto ahora desde la presidencia de la CUT. Roberto Alarcón en su primer discurso del 1 de mayo, en medio de estas tensiones, se preguntó con tono crítico "¿con qué derecho, algunos dirigentes políticos de este país se entrometen en los asuntos internos de las organizaciones sindicales?". Yendo más allá unos días después, al sostener que "yo me siento bastante autónomo. Incluso, me siento independiente del propio PS", para agregar que "siento un mayor compromiso con los trabajadores que con el partido". Por lo mismo, señaló que entre sus principales objetivos como presidente de la CUT estarían "conseguir una mayor autonomía de los sindicatos en relación a los partidos".58 Así, a partir de su experiencia y concepción sobre la "autonomía", los dirigentes laborales socialistas comenzaban a

55 La Tercera, 1 de marzo de 1996, p. 14.

56 La Tercera, 12 de abril de 1996, p. 11;La Tercera, 15 de abril de 1996, p. 4; El Avión Rojo, mayo de 1996, p. 7; La Tercera, 3 de mayo de 1996, p. 7.

57 La Tercera, 4 de mayo de 1996, pp. 6 y 8; La Tercera, 5 de mayo de 1996, p. 6; La Tercera, 12 de mayo de 1996, reportajes pp. 8-9.

58 El Siglo, del 2 al 8 de mayo de 1996, p. 5; La Tercera, 12 de mayo de 1996, reportajes, p. 17.

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pensar un potencialmente necesario desacople entre su liderazgo sindical y militancia política para superar las crisis de las organizaciones de trabajadores.

De todos modos, aunque esto daba cuenta de una crítica al accionar partidario y la coalición de centro-izquierda, con cierta disposición a movilizar al mundo de los trabajadores, no reflejaba necesariamente un giro radical en su táctica sindical. Esto porque el mismo Alarcón prontamente apostó a reabrir las negociaciones para alcanzar reformas laborales, reuniéndose solo días después con el Ministro Arrate y con el Presidente de la CPC, Juan Antonio Guzmán. No obstante, aunque sin llegar a una ruptura, las relaciones con el gobierno se volvieron a resentir en octubre, dado el estilo menos negociador del Ejecutivo hacia los trabajadores, evidenciando que los dirigentes del PS todavía oscilaban en su táctica de acción sindical entre la disposición al "diálogo" y la "movilización".59

Por tanto, a mitad del gobierno de Frei Ruiz-Tagle quedaba en duda qué estrategia sindical desplegarían los socialistas, en un contexto marcado por una medrada situación de algunas organizaciones, como la CUT, y que ahora les tocaba conducir.

3.- Sobrevivir y fortalecer el sindicalismo en tiempos de crisis (1996-2000)

Lo ocurrido en la Central consagró tres crisis para el sindicalismo socialista: a) agudizó las profundas dificultades que tenían las organizaciones de trabajadores en general y la CUT en particular, confirmándoles la necesidad de buscar una nueva estrategia que superara la apuesta de "concertación social"; b) puso como desafío urgente resolver las deficiencias entre los dirigentes laborales de la colectividad, donde -como diagnosticaron- se mezclaban problemas orgánicos con actitudes "caudillistas"; y c), el vínculo entre lo partidario y lo sindical, no solo entre los dirigentes socialistas, sino que en el conjunto del movimiento de trabajadores. De manera que las apuestas estratégicas, el funcionamiento partidario y los cambios en las condiciones laborales que venían mapeando los sindicalistas del PS, formaban un complejo entramado de escollos por asumir para reflotar al movimiento de trabajadores de cara al siglo XXI. Marco donde los dirigentes socialistas ahora aparecían liderando diferentes organizaciones laborales como la CUT, la ANEF o la FTC.

La crisis de la principal multisindical del país evidenció a nivel político las limitaciones que estaban teniendo las organizaciones de trabajadores durante la década de 1990. Por un lado, la mantención de los elementos centrales del esquema económico neoliberal derrumbó el sector manufacturero, disminuyendo el empleo en esta área, al punto de hacer desaparecer diversas empresas emblemáticas y, por ende, distintas ocupaciones, corroyendo una de las más importantes áreas del sindicalismo criollo del siglo XX. El hito más elocuente de ello fue el cierre de las minas del carbón en 1997, donde a pesar de las movilizaciones de los mineros y sus familias, las compañías estatales y privadas decretaron el fin de sus faenas, terminando con uno de los núcleos más simbólicos de organización obrera.60 Ello fue leído por algunos como el reflejo del fin de la cultura obrera y, por extensión, de una crisis casi terminal del sindicalismo. Esto, por otro lado, reforzaba la gravitación tanto del sector servicios en la economía local, al ser el que mayor proporción de trabajadores integraba, mientras daba una mayor potencialidad disruptiva a los obreros vinculados a la exportación, como los mineros y portuarios. Con todo, dichos niveles de sindicalización y actividad huelguística, no eran muy distinto al de mediados del siglo XX, por lo que la posibilidad de reactivación de las organizaciones de

59 La Tercera, 16 de mayo de 1996, p. 19; El Siglo, del 25 al 31 de octubre de 1996, p. 5.

60 Moyano, Cristina, "El cierre de las minas de carbón en Lota y Coronel. Representaciones sociales desde el sindicalismo en los 90", en Revista de Humanidades, N°29, enero-junio, 2014, pp. 191 -217. Disponible en: http://revistahumanidades.unab.cl/wp-content/uploads/2014/07/A8.-MQYANQ.pdf.

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trabajadores podía ser revertida dependiendo de la acción que impulsaran los dirigentes y bases laborales.61

Intentando responder a este panorama, los sindicalistas del PS trataron de proponer sus soluciones, partiendo por ordenar sus filas y resolver los problemas con sus aliados más cercanos, los dirigentes de la DC. A comienzos de septiembre se reunieron en un seminario interno para analizar la "crisis" del sindicalismo chileno y visualizar elementos estratégicos para revertirla. En dicha instancia, la exposición fue realizada por el dirigente del magisterio Carlos Vásquez, quien reiteró varios elementos ya señalados, partiendo de la premisa que solo el PS podía encabezar dicho desafío sindical bajo un régimen democrático, ya que "la izquierda, debe seguir ligada y vinculada profundamente al pueblo, a los trabajadores, que no sólo son portadores de la democracia, sino que son los únicos que necesitan a la democracia". Concluyendo que la realidad de las organizaciones de trabajadores era "delicada", por las condiciones económicas, los procesos de globalización, los peligros de división, y prácticas y debilidades difíciles de superar, las cuales posibilitaban que "la capacidad orgánica de la estructura sindical dejará de ser autónoma", pudiendo convertirse "en un 'parlante' de proyectos ajenos". De allí que fuera necesario, para el dirigente, "reinventar nuestro proyecto histórico de acción sindical", el cual debía basarse en "una experiencia social propia, en una experiencia de acción sindical no corporativa, que sabe coordinar lo legal con lo 'no tanto', que sabe combinar el conflicto con la negociación, que sabe combinar la acumulación de fuerzas con el salto adelante". Aunque consideraba que los diferentes partidos con influencia sindical tenían una serie de dificultades, Vásquez planteaba que los socialistas debían constituir un "bloque" laboral con dirigentes "reales", cercanos a la Concertación, para atraer a partir de sus propuestas a otros sectores, con el fin de aumentar su incidencia entre las organizaciones clave y que "realmente influyen en las elecciones nacionales de la CUT". Teniendo en cuenta estas ideas, las conclusiones del Seminario del DENAS nuevamente enfatizaron en ordenar su trabajo orgánico, que apostara a la cooperación más que a la competencia, en un "marco de autonomía sindical, pero de plena adscripción a los principios partidarios", con la intención de elaborar propuestas concretas acordes al nuevo marco de relaciones laborales y para reponer al actor sindical en el escenario político nacional.62 Esa trenza donde "autonomía" seguía vinculándose con la elaboración de propuestas, dejaba como tarea realizar una Conferencia Nacional Sindical programática, para afrontar un próximo Congreso de la CUT, y reestablecer lazos con los dirigentes de otras tiendas, en especial de la DC.

Dado que era urgente recomponer la "gobernabilidad" en la Central, comenzaron por lo último. Sin embargo, a pesar de sus intenciones, los socialistas no veían que los otros partidos de la Concertación, como la DC, hubieran tomado medidas disciplinarias con los dirigentes que habían complicado las elecciones y las relaciones en la CUT. Es más, desde el PS advertían a los demócrata-cristianos que "tarde o temprano" pasarían por lo mismo, afirmando que "los socialistas venimos de vuelta de evidentes prácticas caudillistas y anárquicas", mientras en los demás partidos parecían seguir incentivando "el intento de los poderes fácticos de seguir manejando a la CUT". Apostando a la transparencia en la gestión de la Central, en términos políticos y financieros, llamaron a que ambas organizaciones terminaran con "las nefastas manifestaciones de sectarios como actitudes anticomunistas, antisocialistas o Anti-DC". Interpelándolos a reconstruir un proyecto sindical de la coalición basado en los términos y principios antes señalados, reiteraban en dejar los aspectos más concretos y tácticos a los dirigentes laborales, ya que en ellos debía "radicar la potestad y la autonomía

61 Ponce, José, "Movimiento sindical en transición: Conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (19902010)", en Ponce, José, Pérez, Aníbal y Acevedo, Nicolás, Transiciones. Perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena, 19882018, Editorial América en Movimiento, Valparaíso, 2018.

62 "Del Seminario Sindical de Militantes Socialistas, realizado en El Canelo de Nos", 6 y 7 de septiembre de 1996, en

Compilación de Documentos Políticos: Departamento Nacional Sindical del PS de Chile (DENAS), Santiago, 1998, pp. 6-10.

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para la acción". De no rectificarse, los principios que había enarbolado en un inicio la Concertación respecto a la "democracia" y al "pueblo" seguirían sin cumplirse. Los socialistas radicalizando todavía más su crítica al accionar de la coalición en el mundo sindical, señalaron que en 1996 "el movimiento sindical y en la CUT, la Concertación de Partidos Políticos por la Democracia, no se quebró. Ello, por la sencilla razón de que nunca existió una verdadera y sindical Concertación".63 Con esta tajante sentencia, terminaban interpelando a los dirigentes de la DC a formar un espacio de análisis, propuestas y acciones conjuntas para afrontar las futuras coyunturas que viviría el movimiento de trabajadores. Para los dirigentes socialistas, a casi 10 años de impulsada la idea de "concertación social", sus objetivos estaban lejos de lograrse. Por lo que la disyuntiva era desarrollarla efectivamente o superarla. Como mostrarían los acontecimientos posteriores, los dirigentes del PS discursivamente apostarían a una nueva estrategia sindical, pero sin dejar de lado toda la experiencia previa, como el énfasis en la "autonomía" y "diálogo social".

Durante el año siguiente, los socialistas intentaron mejorar su trabajo, desarrollando propuestas de cara al II Congreso Extraordinario de la CUT y la realización de su propia Conferencia Sindical Programática. Ambas instancias redundaron en buena parte de las ideas que se han detallado. Respecto a la Central, reforzaron que debía democratizarse y enfocar su actuar en dos planos: la conducción de las diversas luchas sociales y rearticular a sus organizaciones de base. Sobre lo primero consideraban que las peleas contra los sistemas previsional y de salud privados, la ecología y el aumento de la productividad, no eran "formas de apartar" a los trabajadores de la "lucha por el poder", sino que al contrario, permitían "penetrar al poder dadas las actuales circunstancias". De allí que la CUT debía "ponerse a la cabeza de las reformas" y "enarbolarlas como banderas de lucha inmediata, sin perder de vista que son etapas necesarias a cumplir como un factor de acumulación de fuerzas para la real democratización de la sociedad". De manera que una de las vías para revitalizar al sindicalismo criollo era recuperar una de sus tradiciones históricas, tal cual proponían los socialistas, como era generar "demandas políticas" y no caer en "economicismos", dotándose de sus propios instrumentos y propuestas para "defender, permanentemente y en toda ocasión, los intereses generales de los trabajadores". Eso sí, esto debía acompañarse de un diagnóstico más preciso de la sociedad finisecular, además de ponerse metas y plazos para conseguir las reivindicaciones de los trabajadores. Todo esto contribuiría en articular una "nueva forma de hacer sindicalismo, democrático, ordenado claramente en ramas y territorios, con renovación periódica y limitadas en el tiempo de los dirigentes, con financiamiento propio y transparente". Pero, nuevamente, enfatizaban que esto no debía derivar en una automática disposición a la confrontación, sino que también debía "generar seguridades, tanto al gobierno, empresarios, partidos políticos y otros, que la presencia y postura sindical, aunque exigente, será propositiva y flexible". Es decir, que se estaría disponible a "negociar", pero que se dejaría en claro que "el movimiento sindical nunca renunciará a su capacidad de movilización".64

Más allá de este entramado de ideas, podríamos destacar tres cosas sobre la propuesta socialista a la CUT: uno, fue rubricada por todos los Consejeros de la colectividad en la multisindical, incluyendo a Raimundo Espinoza, quien a comienzos de 1997 ya había cumplido su sanción a propósito de las elecciones del año anterior, evidenciando cierta mejoría en su funcionamiento orgánico; dos, la presentación particular de los socialistas daba cuenta que todavía se mantenían las divergencias con los dirigentes de los otros partidos de la coalición, en especial de la DC; y tres, una intención clara de instalar a la CUT y al movimiento sindical como un actor más protagónico en el plano político,

63 "Carta a la Democracia Cristiana Sindical", 18 de septiembre de 1996, en Compilación de Documentos Políticos: Departamento Nacional Sindical del PS de Chile (DENAS), Santiago, 1998, pp. 13-17.

64 "Documento entregado a la Comisión Organizadora del II Congreso Extraordinario (Programático) de la CUT, por los dirigentes socialistas", 27 de marzo de 1997, en Compilación de Documentos Políticos: Departamento Nacional Sindical del PS de Chile (DENAS), Santiago, 1998, pp. 18-20.

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promoviéndolo como un conductor de diversas demandas sociales, aunque sin dejar de lado la negociación, a pesar de abrirse a una disposición más movilizadora. Reivindicaciones que emergían tanto desde distintas organizaciones estudiantiles, étnicas, ambientales y de derechos humanos, como laborales durante este periodo, tal cual ocurrió con los profesores (1994-1997), los mineros del carbón (1994-1997), los funcionarios de la salud municipalizada (1995), los médicos (1996) y los trabajadores de la salud (1997), que se conjugaban con un leve incremento en la acción huelguística entre 1997 y 1998, evidenciando un claro deterioro de la estrategia de "concertación social" no solo en el ámbito sindical, sino que en distintas esferas de la sociedad.65

Este desplazamiento de los sindicalistas del PS se daba en cierto sentido similar a lo que ocurría en el mundo social. Por lo que, al menos coyunturalmente, en vez de acercarlos a los dirigentes de su coalición, los hizo converger con los comunistas, fuera por el interés de los dirigentes de la DC y Arturo Martínez por remover a Roberto Alarcón durante el Congreso de 1997 -cuestión que no consiguieron-, o por una efectiva coincidencia de apuestas en torno a la CUT.66 Esto último porque el PC, durante esos años, también se allanaba a una postura donde las organizaciones sociales debían articular sus demandas y movilizaciones para lograr una efectiva democratización del país.67 De allí que el Congreso de la Central concluyó en la necesidad de elaborar un "programa para los nuevos tiempos", que debía contemplar una diversidad de reivindicaciones que iban desde mejoras laborales, salariales, sindicales, hasta otras más políticas, como el fin del sistema binominal y la Ley de Estado Empresario. Es decir, una impugnación a diversas aristas del modelo neoliberal, que en cierta medida habían esbozado con anterioridad los sindicalistas del PS. Además de esto, se sumó un intento democratizador de la CUT, que se reflejó en un mayor involucramiento de los dirigentes de bases en distintos procesos de las decisiones en la Central. De todas maneras, a pesar de estos avances, Roberto Alarcón no negaba la crisis y el inmovilismo de la CUT durante su primer año de mandato, pero justificando esto como "el precio que hemos debido pagar para recuperar la autonomía sindical".68 Con la pretensión de superarla, Alarcón apuntó a consagrar una nueva etapa con un convocatoria a protesta -sin mayores repercusiones, pues congregó solo a 7.000 peronas- el 20 de noviembre de 1997 y, pocos meses después, a la participación en un efímero espacio de articulación social, como sería el "Frente Amplio por un Chile Democrático", donde intentaron converger con diversas organizaciones sociales.69 Esto mostraba que, a pesar de sus límites, los sindicalistas del PS buscaban contribuir a reactivar el movimiento de trabajadores, en especial desde la CUT.

En paralelo se habían dado dos hechos relevantes para los socialistas en general y para sus sindicalistas en particular. La primera fue su Conferencia Sindical Programática, donde se profundizó respecto a los aspectos para constituir una plataforma de lucha laboral, el establecimiento de distintos principios políticos sobre el tema, acompañados de una serie de demandas. Estas últimas iban desde la reafirmación sobre la "verdad y justicia" respecto a las violaciones a DD.HH., la democratización plena del sistema político, el reconocimiento constitucional de los derechos laborales, incluyendo los sindicales, y un rol más protagónico del Estado en el desarrollo económico, particularmente en la regulación de los procesos de globalización y reconversión productiva que el país vivía. Aspectos, además de los ya señalados a propósito de su propuesta para la Central, que consagrarían para los socialistas tanto la fuerza propia del sindicalismo como su capacidad política "autónoma" respecto a los

65 Ponce, José, "Movimiento sindical... op. cit.

66 El Avión Rojo, junio de 1997, contraportada.

67 Ponce, José y Alvarez, Rolando, "¿Comunismo después.. .op. cit.

68 El Siglo, 5 de junio de 1997, s/n.

69 El Siglo, 28 de noviembre al 4 de diciembre de 1997, pp. 6-7; El Siglo, del 16 al 22 de enero de 1998, Contraportada; El Siglo, 30 de enero al 5 de febrero de 1998, p. 9.

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demás actores del mundo político y laboral.70 Reflexiones e instancias que, tal como concluyeron, daban cuenta de ciertos avances en el funcionamiento interno del DENAS, especialmente en su intento por establecer marcos generales para la acción de los sindicatos. Pero también la misma postergación del cierre de la Conferencia mostraba que se mantenían importantes falencias organizativas. No obstante esto, el mejor funcionamiento interno y en diversos sectores de trabajadores, los llevó a ponerse como tarea avanzar en las elecciones de distintas organizaciones que se realizarían en 1998, como ocurriría con el Colegio de Profesores, la CQNFENATS, la ANEF y la misma CUT. Por lo mismo, el encargado del DENAS, Luis Guzmán, terminaba su discurso con optimismo, señalando que "todo indica que, después de la crisis de 1996, han vuelto a resurgir las mejores tradiciones del militante socialista de no desfallecer y 'apechugar' en los momentos difíciles".71

Aunque los resultados en el magisterio y la CUT no favorecieron a los socialistas, pues en ambos espacios se impuso el PC, reafirmaron su presencia en la ANEF y, finalmente, pudieron desplazar al comunista Humberto Cabrera de la CQNFENATS, luego de un confuso proceso electoral. Ello mostraba que, a pesar del contexto de "crisis" sindical que se instalaba en el escenario, donde ellos aparecían como principales responsables al encabezar la CUT, los socialistas podían mantenerse como una fuerza influyente, a diferencia de los demás sectores de la coalición de gobierno, que vivían un claro deterioro no solo en los comicios sindicales, sino también en los nacionales, particularmente del otrora poderoso PDC.

Estos resultados, sumados a las movilizaciones sociales que se habían incrementado entre 1996 y 1997, parecían confirmar la existencia de un descontento que convivía con otras formas de "malestar" más individualizado, como concluyó el informe del PNUD a comienzos de 1998.72 Todo lo cual provocó una intensa discusión en la coalición de gobierno, que sería conocida en los medios como el debate entre "autoflagelantes" y "autocomplacientes".73 Reflexión que tenía como contexto no solo lo ocurrido hasta ese momento con la postdictadura, sino también las presidenciales de 1999.

Ante este panorama, la política sindical del PS se enmarcaría en sus debates proyectuales y programáticos más generales, ante una más nítida posibilidad de instalar un candidato de sus filas en la Presidencia de la República. La Comisión Laboral socialista, compuesta principalmente por los asesores sindicales de la colectividad, hizo una propuesta en el marco del II Congreso Programático del Partido. En dicho documento se plantearon diversos aspectos generales para complementar la apuesta sindical del PS. Asumiendo como premisa la globalización en tanto proceso irreversible, sostuvieron que ella debía ser regulada, pero no intervenida en términos económicos, por ende, poniéndole solo limitaciones a una posible expansión de las ya crecientes condiciones de trabajo precarizadas en el país. Elemento vital si se consideraba que la situación laboral era fundamental para resolver dos aspectos que

70 "Documento de trabajo para la discusión en torno a los aspectos programáticos de la política laboral y sindical del Partido Socialista de Chile presentado al inicio de la Conferencia Sindical Programática", 12 de octubre de 1997, en Compilación de Documentos Políticos: Departamento Nacional Sindical del PS de Chile (DENAS), Santiago, 1998, pp. 20-26; y "Resoluciones de la Conferencia Nacional Sindical Programática 'Clodomiro Almeyda Medida'", 6 de mayo de 1998, pp. 1-2.

71 Respecto al balance previo a la Conferencia y luego de esta, véanse los documentos: "Intervención del encargado del DENAS, Compañero Luis Guzmán, en el acto de inicio de la Conferencia Sindical Programática del PS", 12 de octubre de 1997, pp. 27-31; y "Intervención del subsecretario general del PS y encargado del DENAS, Compañero Luis Guzmán en la clausura de la Conferencia Sindical Programática del PS", 6 de mayo de 1998, pp. 35-38, ambos en: Compilación de Documentos Políticos: Departamento Nacional Sindical del PS de Chile (DENAS), Santiago, 1998.

72 "Las Paradojas de la Modernización", Programa de Desarrollo Humano en Chile, Santiago, Chile, 1998, pp. 22-26.

73 Véase El Mercurio, 17 de mayo de 1998, d14-d16; "La Gente Tiene Razón" (La Tercera, 14 de junio de 1998, Reportajes pp. 14-15. A comienzos del año siguiente fueron publicado dos libros de personeros políticos que representan los polos "autocomplacientes" y "autoflagelantes" de los planteamientos al interior del por entonces oficialismo. Véanse respectivamente: Tironi, Eugenio, La irrupción de las masas y el malestar de las elites. Chile en el cambio de siglo, Grijalbo, Santiago, 1999; Escalona, Camilo, La transición de dos caras. Crónica crítica y autocrítica. Lom Ediciones, Santiago, 1999.

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seguían marcando la sociedad chilena, como eran la pobreza y la desigualdad. Respecto al mundo del trabajo, se debía apuntar a constituir un "nuevo tipo de empresa", donde la participación de los trabajadores era esencial, revirtiendo las tendencias autoritarias y paternalistas que se mantenían en las relaciones laborales locales. Esta "modernización pendiente", según los asesores del PS, era lo que generaba una serie de insatisfacciones salariales y laborales, haciendo necesario un "marco regulatorio" que asegurara una interlocución en "igualdad de condiciones entre trabajadores y empresarios". De tal modo, retomaban la vieja añoranza de la política concertacionista por mejorar las condiciones económicas y de trabajo para concretar un verdadero y permanente diálogo laboral. En tal sentido, debían buscar consagrar un "Estado social y democrático de derechos", con obligaciones mínimas respecto al bienestar de los ciudadanos y promover la participación de los actores sociales. Institucionalidad que se conjugaría, por tanto, con el incentivo de un "sindicalismo activo y propositivo". Retomando las premisas fundacionales de la coalición para mejorar las condiciones de los trabajadores, señalaban que un próximo gobierno debía insistir con "mayor fuerza y reiteración" para alcanzar unas efectivas reformas laborales. Teniendo estos objetivos en mente, la estrategia para avanzar debía hacer un reenfoque "global" de la política laboral que cuestionara la práctica retrógrada del empresariado, mientras se buscaba una revitalización sindical. Así, concluían que un potencial tercer gobierno de la coalición debía poner como uno de sus ejes políticos fundamentales el impulso a un "nuevo trato laboral", donde se ampliara y enriqueciera la negociación colectiva y los derechos sindicales, pero promoviendo lógicas de "concertación social", que permitieran mejorar la calidad de vida y trabajo, para que a la postre se allanara el camino a un "nuevo tipo de empresa" basada en un "diálogo maduro y cooperativo".74

Esta propuesta en buena medida intentaba enmarcar los principios de la estrategia sindical socialista en una política laboral más global para un posible gobierno encabezado por un militante del PS. Cuestión que definieron en el mismo Congreso de 1998, cuando lanzaron la candidatura presidencial de Ricardo Lagos. En la instancia ratificaron los principios programáticos señalados, lo que debía concretarse en el impulso en todas sus políticas públicas tanto el mejoramiento de las condiciones laborales, como la participación de los trabajadores organizados "en todo proceso de modernización o transformación de la economía o del aparato público", aumentando "los niveles y ámbitos de la negociación colectiva". Lo que se insertaba en una estrategia para "completar la transición y profundizar la democracia".75 Cuestiones que fueron ratificadas por Lagos durante su campaña 1999, cuando resaltó que durante su gobierno propondría un "nuevo trato laboral" y promovería un sindicalismo "fuerte, con capacidad de diálogo y propuesta, capaz de encontrar soluciones para sus afiliados, en un marco de realismo, de acuerdo a las peculiaridades de las empresas o de los servicios públicos", aunque aclarando que ello no era "sinónimo de conflicto", pero que se realizaría "respetando plenamente la libertad y autonomía sindical".76

A pesar de que se ha solido destacar que 1999 fue el momento de mayor dificultad para el sindicalismo, por la caída de las tasas de afiliación y conflictividad, en el marco de una compleja situación económica nacional como consecuencia del impacto de la "crisis asiática", que aumentó la incertidumbre laboral entre fines de 1998 e inicios de los 2000,77 ello no inmovilizó del todo a los

74 "Aportes de la Comisión Laboral del Partido Socialista al: Congreso General Extraordinario", mayo 1998, Concepción, pp. 1-13.

75 "Resoluciones del Congreso General Extraordinario 'Clodomiro Almeyda Medina' del Partido Socialista de Chile", El Avión rojo, N° 29, Julio 1998, pp. 5-7.

76 Página 19, mayo de 1999, p. 3. Página 19, diciembre de 1999, pp. 12-13.

77 Algunos estudios de la Dirección del Trabajo a comienzos de los 2000 dieron cuenta de la precarización e incertidumbre laboral, agudizada durante la crisis económica finisecular. Véase: Espinosa, Malva (resp.), "Calidad de Vida en el Trabajo:

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actores del mundo de los trabajadores. Si las movilizaciones de los portuarios en el marco de los procesos de concesiones de los terminales evidenciaron que algunos sectores mantenían capacidad de acción incluso en un difícil panorama para la lucha social,78 también lo mostró el papel que tuvieron los dirigentes sindicales y sus posicionamientos de cara a las estrechas presidenciales de ese año. En efecto, el discurso que Lagos sostuvo durante buena parte de su candidatura respecto al problema de la "desigualdad", no solo respondió a un afán ideológico, sino también a un ambiente que se había instalado en la discusión pública de fin de siglo, donde los sindicalistas tenían bastante que decir en distintas materias, desde lo laboral hasta lo sectorial, como ocurría con salud y educación, por nombrar dos áreas de alta sensibilidad ciudadana. Por lo mismo, Ricardo Lagos se reunió con diferentes dirigentes sindicales y gremiales para comprometerse a realizar distintos cambios que incluyeran las reivindicaciones que estos venían planteando. De allí que, aún cuando se ha solido enfatizar el giro "estratégico" de la campaña "laguista" en la segunda vuelta presidencial,79 en ella los dirigentes laborales no dejaron de jugar un rol significativo, haciéndose participe comunicacionalmente los sindicalistas María Rozas, Roberto Alarcón y Raúl De La Puente de su franja.80 Incluso, dirigentes del PC, como Jorge Pavez o el portuario Walter Astorga hicieron público que votarían por el candidato de la Concertación.81 Por su discurso que enfatizaba en hacer algunas reformas más sustantivas en materia social y laboral, junto a su militancia socialista -cuestión que los medios de comunicación, el empresariado y la derecha enfatizaron permanentemente- impregnaron al candidato de una aura reformista a favor de los trabajadores. De allí que el triunfo de Lagos de nuevo esperanzó a los dirigentes sindicales, pensando que en su gobierno sí podría solucionarse la "deuda social" de la "transición". Pero quedaba bajó interrogante en qué medida se mantendría la tan enarbolada "autonomía sindical" durante su mandato, en particular del accionar de los dirigentes socialistas, quienes más la venían levantando como solución para revitalizar la alicaída posición de las organizaciones de trabajadores.

4.- El sindicalismo socio-político: ¿Más allá de la "autonomía" y el "diálogo social? (2000-2003)

El triunfo de Lagos representó un complejo panorama para los sindicalistas del PS. Más cuando a fines de 1998 la presencia socialista en el sindicalismo pareció retroceder, tras el triunfo del PC en la CUT, con Etiel Moraga a la cabeza, y la aprobación de la tesis del "diálogo con movilización" en 1999 en el III Congreso extraordinario de la Central. De tal manera, podía preverse una disposición sindical más agitada de cara al gobierno de Ricardo Lagos. Por lo que este último se mantuvo muy proactivo en sus vínculos hacia los dirigentes laborales, reuniéndose su gabinete rápidamente con ellos tras su triunfo, incluso antes de llegar a La Moneda. Cuestión que, tal como señaló el mismo Etiel Moraga, mostraba una posición más receptiva con el mundo sindical del electo mandatario en

Percepciones de los trabajadores", Cuadernos de Investigación, Dirección del Trabajo, 2002, pp. 64-74. Disponible en: https://www.dt.gob.cl/portal/1629/articles-64333 recurso 1.pdf.

78 Página 19, julio de 1999, p. 11.

79 Sobre esto, ver las reflexiones de Eugenio Tironi y Jaime Estévez en un simposio del think thank de derecha "Libertad y desarrollo" respecto a "las lecciones de la campaña electoral de 1999-2000". Disponible en:

https: / / archivos.lyd.org/lyd/biblio/SIP-69-Las%20lecciones%20de%20una%20campana%20presidencial-NAguero%20y%20EGuzman-Enero2001.pdf

80 La Tercera, 21 de diciembre de 1999, p. 3.

81 La Tercera, 20 de diciembre de 1999, p. 3; La Nación, 14 de enero de 2000, p. 8. Sobre los conflictos que esto generó en el PC, en particular con Pavez, véase: Alvarez, Rolando, Hijas e hijos de la rebelión. Una historia política y social del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000), Lom ediciones, Santiago, 2019.

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comparación a Frei Ruiz-Tagle. De todas formas, tal como recalcó Moraga tras el triunfo de Lagos, los dirigentes sindicales buscarían mantener su "independencia ante cualquier gobierno", aunque reestablecerían "mecanismos de entendimiento" para resolver las demandas que habían levantado durante 1999, entre estas, la aplicación en el país de los Convenios 87 y 98 de la OIT ratificados por el Estado, que fortalecían la negociación colectiva y la sindicalización. Reivindicaciones y formas contempladas en el programa de gobierno. Esto pareció concretarse con la rápida constitución del "Consejo de Diálogo Social", a través del cual el Ejecutivo junto a empresarios y trabajadores buscarían desarrollar el "nuevo trato" laboral propuesto por Lagos en su campaña.82 A comienzos del nuevo mandato presidencial, incluso algunos dirigentes del PC parecían coincidir con las orientaciones sindicales de los socialistas, reafirmándose la necesidad de mantener la "autonomía" pero con una táctica que no negaba la posibilidad del "diálogo social", al menos en la principal Central del país.

Sin embargo, pronto las relaciones con el gobierno se tensionaron, dando muestra de lo poco fructífero que sería para la CUT y otras organizaciones dicha táctica de negociación. Ello porque La Moneda envío el proyecto de seguro de cesantía al parlamento, casi sin tomar en cuenta los montos y porcentajes que solicitaban los dirigentes. Esto allanó el camino a manifestaciones con un discurso más crítico en la multigremial, tal cual ocurrió el 1° de mayo del 2000 y que reunió cerca de 20 mil personas en la capital. Esta oscilante posición, a diferencia de años anteriores, no provocó turbulencias en la Central, a pesar de estar ad portas de elecciones internas, en las cuales triunfó el sindicalista Arturo Martínez.83

El triunfo de Martínez en la CUT dio cuenta que se había sobrepuesto a la decisión partidaria de 1996, que todavía lo mantenía "congelado" en sus derechos militantes. Como lo venía señalando el sindicalista desde hace varios años, pero sobre todo en la elección del 2000, su intención era fomentar la "autonomía" en las organizaciones de trabajadores, para superar el "sindicalismo burocrático" y promover la participación de las "bases". Lo paradojal es que, a pocas semanas de asumir como presidente de la CUT, fue notificado que podía volver al PS, ya que la sanción justo se había cumplido. Pero el flamante presidente de la multigremial señaló que volvería siempre y cuando se respetara su "autonomía sindical".84

El reingreso de Martínez pudo compatibilizarse con un distanciamiento del PS hacia La Moneda. Esto contribuiría a promover la movilización, sin dejar de lado el diálogo y entregándole bastante independencia a sus liderazgos sociales, lo que se ratificó en el Congreso partidario a inicios de 2001.85 Esto permitió que, cuando el gobierno de Lagos buscó impulsar su reforma y una agenda de "flexibilización" laboral, que le hacía guiños al empresariado, Martínez llamó a revitalizar el movimiento sindical "con nuevas formas y estilos", mientras criticaba duramente el primer semestre del mandatario: "lejos de las expectativas formadas, a seis meses de camino recorrido debemos asumir que los resultados son claramente precarios". Y, en una orientación coincidente con lo que venían planteando los sindicalistas del PS, ratificó su interés por constituir una CUT con capacidad de "interlocución a la sociedad, que construyera propuestas", pero "al mismo tiempo" con "capacidad de lucha para oponer resistencia a toda injusticia". De allí que la Central se sumó al agitado final del 2000, marcado por las movilizaciones de los camioneros, portuarios, profesores y gremios de la salud, con una concentración a fines noviembre, que no superó las 15 mil personas de convocatoria. A pesar de la baja concurrencia,

82 El Siglo, 29 de enero al 3 de febrero de 2000, p. 10; La Nación, 25 de enero de 2000, Legales y Negocios p. 1; El Siglo, 10 al 16 de marzo de 2000, pp. 12-13.

83 El Siglo, 12 al 18 de mayo del 2000, pp. 8-9; El Siglo, del 9 al 15 de junio de 2000, p. 11; El Siglo, del 11 al 17 de agosto de 2000, p. 20; El Siglo, 1 de septiembre de 2000, p. 19; El Siglo, 8 de septiembre de 2000, p. 18.

84 El Siglo, 8 de septiembre de 2000, p. 12; La Nación, 16 de octubre de 2000, p. 20.

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85 "Resoluciones del XXVI Congreso ordinario 'Verdad y justicia' Del Partido Socialista de Chile", 26 al 28 de enero de 2001, Santiago. El Siglo, 24 de noviembre de 2000, pp. 8-9; El Siglo, 1 de diciembre de 2000, p. 6.

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al menos daba muestra de una estrategia dispuesta a concretar las movilizaciones con las que amenazaba. Por lo mismo, cuando el gobierno envío su proyecto laboral al parlamento, sin cerrar la puerta al diálogo, el presidente de la CUT señaló duramente que esas eran "reformas para los empresarios".86

Tal como recordó años después quien fuera el principal asesor laboral del gobierno de Lagos, Guillermo Campero, la apuesta presidencial respecto a las reformas sería finalmente dejar de lado un enfoque global de cambios y desagregar la agenda en diferentes temas parciales, retomando una lógica gradualista y de ajuste al Código del Trabajo.87 Por lo que las reformas laborales acentuaron la distancia entre los sindicalistas del PS y el gobierno. En particular de Martínez, quien desde la CUT fue asumiendo una posición cada vez más distante de la presidencia, aunque sin ser sancionado o expulsado como había ocurrido en 1996. Ahora bien, estos distanciamientos no fueron homogéneos y automáticos entre los sindicalistas del PS, pues como se puede observar en el accionar de Roberto Alarcón a propósito de las negociaciones de los trabajadores de la salud. A través de la CQNFENATS que él encabezaba, en torno a la reforma del sector -otra de las grandes apuestas de Lagos-, su disposición a llegar a un acuerdo con el Ministerio de Salud generó una profunda tensión al interior del gremio, agudizando las fracturas en la organización, al punto que Alarcón fue destituido por erosionar la "autonomía" de ella.88 Así, el vínculo entre organizaciones sindicales y colectividades políticas seguía siendo un aspecto difícil de resolver por los dirigentes, en especial cuando el gobierno del mismo partido de varios líderes laborales tomó una posición nítidamente a favor del empresariado.

Esta relación se fue conjugando con otro de los aspectos que venía instalándose en el campo sindical, que también impulsaban los dirigentes socialistas, como era la necesidad de elaborar propuestas y desarrollar posicionamientos políticos propios de las organizaciones laborales. En esto coincidieron sindicalistas del PS y PC. De allí que, por ejemplo, Martínez y otros dirigentes a fines del 2000 comenzaron a plantear que las luchas laborales apuntaran a "enganchar a otros actores sociales", para "construir una gran fuerza social que sea capaz de hablarle políticamente al país", exponiendo sus propias "propuestas" para Chile, sin cerrarse a la posibilidad de disputar procesos electorales en algún momento. Por lo cual, desde el presidente de la CUT, pasando por los líderes de la ANEF, los socialistas Raúl De La Puente y Ana Bell, o los comunistas Jorge Pavez, José Qrtiz y Guillermo Salinas, entre otros, impulsaron la plataforma "Fuerza Social". La instancia fue la confluencia de distintos esfuerzos que se venían levantando desde diferentes sectores sindicales, para desbordar sus luchas gremiales, articularse con otros actores sociales e incidir en la agenda política con el objeto de generar una "correlación de fuerzas mayor y diferente para enfrentar el destructivo modelo neoliberal". Declaraban expresamente que para ello "la sola militancia partidaria" no daba "ni el ancho ni el espacio para la construcción de una sociedad mejor", por lo que invitaban "a todos quienes" luchaban cotidianamente a "construir y ser parte de un movimiento político social amplio", que fortaleciera "lo social en lo político" y que tuviera como gran tarea "reconstruir el sindicalismo desde una visión autónoma y democrática". De modo que la instancia se planteó como una síntesis desarrollada por dirigentes sociales y sindicales, además de militantes partidarios, en clara sintonía con las ideas que habían estado elaborando los liderazgos socialistas en el mundo del trabajo. Que, entre otras cosas, buscaba dar una respuesta política y orgánica a una de las reflexiones clave sobre la acción sindical,

86 La Nación, 16 de octubre de 2000, p. 20; El Siglo, 29 de septiembre de 2000, pp. 4-5; El Siglo, 3 de noviembre de 2000, pp. 16-17; El Siglo, 17 de noviembre de 2000, pp. 12-13. Sobre los desplazamientos del PS el año siguiente, ver: El Mercurio, 30 de mayo de 2001, C2; La Tercera, 3 de junio de 2001, p. 8.

87 Campero, Guillermo, "La economía política de las relaciones laborales 1990-2006" en Serie de Estudios Socio/económicos, N° 37, CIEPLAN.

88 La Nación, 23 de agosto de 2001, p. 47; El Siglo, 14 al 21 de diciembre de 2001, p. 23; La Nación, 15 de diciembre de 2001, p. 12.

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como era la relación entre las organizaciones sociales y partidarias. Se abría paso así una propuesta donde las instancias sociales pretendían prevalecer. Cuestión que cobró más sentido luego del "mochilazo" estudiantil de 2001, al punto que algunos medios vieron a "Fuerza Social" como un novedoso intento por "parir" un "tercer" bloque político en el país.89

Finalizada la "luna de miel" inicial con el gobierno de Lagos, las dirigencias sindicales, particularmente en torno a la CUT, acompañaron su orientación "político-social" con mayor activismo. Ello se expresó en un creciente impulso de movilizaciones encabezadas por la multisindical. Aunque durante el 2001 se mantuvieron negociando con el gobierno y el "Consejo de Diálogo Social", a diferencia de las mesas tripartitas de comienzos de los '90, incluyeron distintos ejercicios de presión, siguiendo la definición de la Central de 1999. Si bien estos no fueron decisivos, sí mostraron pequeños avances para la CUT. Una de ellas fue la concentración del 1° de mayo, la que -según reseñaron los periódicos de la época- reunió la mayor cantidad de personas de sus últimos 7 años, cifrándose entre las 12 mil y 30 mil personas. Luego, cerca de los días de conmemoración del aniversario de la multigremial, se realizó la primera movilización de cesantes, que congregó a 5.000 personas, mostrando que la CUT recobraba la capacidad de hacer acciones distintas al 1° de mayo y un intento por organizar a una franja social difícil de aglutinar, como eran los desempleados. Finalmente, el año terminó con dos acciones simbólicas que mostraban el desplazamiento de la CUT: la inasistencia de Martínez a la promulgación de la nueva ley laboral y la ruptura de relaciones con la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC). A pesar de que esto fue más bien consecuencia de la presión de los sectores más a la izquierda en la Central, es decir del PC, ello daba cuenta que la articulación entre socialistas y comunistas era mucho mayor que entre los partidos de gobierno, tal como denunció -de manera exagerada- el sindicalista de la DC, Diego Olivares, quien acusó a Martínez de estar "secuestrado" por el PC.90

El 2002 estuvo marcado por una tendencia similar, que se movía oscilantemente hacia un mayor distanciamiento con el gobierno de los dirigentes socialistas. De un lado, porque a comienzos de año se consolidó la orientación pro-empresarial del gabinete, consagrada en la "Agenda ProCrecimiento" consensuada con el Presidente de la SOFOFA, Juan Claro.91 Esto generó una "rebelión" en la Concertación, encabezada por el diputado socialista Sergio Aguiló, a la cual se sumó el Presidente de la CUT. Eso sí, este último también estableció puentes con el mismo Juan Claro, entre otras cosas, para generar un diálogo que permitiera alcanzar mejoras ante una inminente ley sobre "flexibilidad laboral". Lo que mostraba las paradojas en las perspectivas estratégicas del sindicalismo PS, que si bien apostaba al desarrollo de fuerza propia del movimiento de trabajadores, al punto de tensionar sus relaciones con el gobierno, también se mantenía llano conversar con sectores más "pragmáticos" del empresariado. Por ello, en segundo lugar, sorpresivamente se dio un nuevo desplazamiento hacia el diálogo de Martínez, en su discurso público del 1° de mayo fue menos crítico hacia Lagos y más confrontacional con los empresarios "duros" que dirigían la CPC, mientras en paralelo retomaba su participación en el "Consejo de Diálogo Social" para analizar las propuestas de "adaptabilidad laboral" del gobierno. Ahora bien, en tercer término, durante este proceso trató de mantener una efectiva estrategia de "negociación con movilización", pues mientras conversaba con el gobierno y los empresarios, se desarrolló una convocatoria del 1° de mayo, que congregó cerca de 30 mil personas solo en la capital, con violentas expresiones en Valparaíso, Concepción y San Antonio; para luego encabezar la primera marcha por un "Chile Justo", el 20 de agosto de 2002, que reunió entre 6 mil y 10

89 El Siglo, 22 de diciembre de 2000, pp. 20-21; Punto Final, 27 de abril de 2001, p. 3; La Nación, 30 de abril de 2001, p. 8; El Siglo, 18 de mayo de 2001, pp. 18-19; La Nación, 19 de mayo de 2001, p. 8.

90 El Siglo, 4 al 10 de mayo de 2001, p. 5-6; El Siglo, 31 de agosto al 6 de septiembre de 2001, pp. 3-6; La Tercera, 28 de septiembre de 2001, p. 24; La Nación, 2 de octubre de 2001, p. 15.

91 Avarez, Rolando, Gremios empresariales, políticay neoliberalismo. Los casos de Chiley Perú (1986-2010), Lom Ediciones, Santiago, 2015.

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mil asistentes en Santiago; y, finalmente, la Central se sumó al paro de la ANEF del 27 de noviembre, que concentró en la región Metropolitana a 10 mil manifestantes. Esta última acción era liderada por el también socialista Raúl De La Puente, por lo que el énfasis en la movilización sindical no era solo un rasgo propio de Martínez, sino que la compartían varios dirigentes del PS. Ambiente en que el presidente de la CUT sugirió realizar un paro nacional el 2003, con el fin de mostrar la recomposición de la fuerza sindical y repudiar las políticas laborales del gobierno, con el cual nuevamente se había terminado distanciado.92

Estas oscilaciones entre los dirigentes socialistas, en particular de Arturo Martínez, sumadas a las diferencias entre los dirigentes del PC, que tuvieron su principal expresión en las discrepancias de Jorge Pavez con la dirección de su colectividad, finalmente diluyeron la apuesta de "Fuerza Social". Mostrando, tal como reflejó la pugna en el comunismo, que todavía no estaba claro el nivel de "autonomía" que debía tener dicho espacio respecto a los partidos y militantes que participaban en él. Las distintas resoluciones entre los comunistas y socialistas reflejaban la disposición hacia el discurso "autonomista" de los dirigentes sindicales en cada una de estas colectividades. Por ejemplo, si Raúl De La Puente se mantuvo en el espacio sin ser sancionado por el PS, Pavez terminó siendo alejado del PC. Arturo Martínez se alejó de facto de la instancia, con el fin fortalecer el protagonismo de la CUT y su papel ahí, que le permitía un mejor posicionamiento, como fue reconocido por diferentes actores.93 De tal manera, esta alternativa que buscaba desarrollar una plataforma política donde lo social primaba por sobre lo partidario, sucumbía, pero no necesariamente su apuesta por revitalizar el protagonismo de lo sindical en la agenda pública.

Estos reposicionamientos eran significativos, ya que para el 2003 había quedado pendiente el Congreso "refundacional" de la CUT y un posible paro nacional convocado por la Central. Lo cual se hizo más plausible cuando el gobierno, en una profunda crisis por casos de corrupción, reafirmó su cercanía con la CPC, ahora presidida por Juan Claro, y la oposición de derecha. Lo que incluyó, entre otras cosas, el reimpulso al proyecto de "flexibilidad laboral".94 Sin embargo, de nuevo Martínez osciló en su táctica de "diálogo con movilización", dejándolo en medio del choque entre dos apuestas antagónicas, como eran las planteadas por los sectores más concertacionistas de la multigremial, articulados en el Colectivo Sindical Siglo XXI, y otra a su izquierda, liderada por el PC.

La posición de los socialistas era clave para inclinar la balanza, la cual se delineó al calor de los acontecimientos. De un lado por el debate sobre la "flexibilidad", que durante el primer semestre nuevamente distanció al presidente de la CUT con el gobierno. Lo que llevó a que la Central llamara a un paro nacional el 13 de agosto, en buena medida, por presión de los sindicalistas comunistas, confirmando que la posición de Martínez coincidía más con los dirigentes del PC que con los de la Concertación.95 Segundo, ya que se haría solo días antes del Congreso de la CUT, el resultado de la movilización incidiría en este último.

Ante las discusiones sobre la "flexibilidad" y un creciente descontento en diversos sectores laborales, la expectación en torno al paro creció y sumó a diferentes organizaciones, tanto afiliadas a la CUT como externas a ella. Incluso, días antes del paro, el PS entregó su apoyo a la acción, provocando

92 La Tercera, 3 de febrero de 2002, Reportajes 4-5; La Tercera, 31 de marzo de 2002, Reportajes pp. 4-7; El Siglo, 3 de mayo de 2002, pp. 24-27; La Tercera, 28 de julio de 2002, p. 29; La Tercera, 22 de agosto de 2002, p. 12; El Siglo, 29 de noviembre de 2002, pp. 3-6; La Tercera, 11 de diciembre de 2002, p. 24. Sobre la relación entre Juan Claro y el gobierno, véase: Alvarez, Rolando, Gremios empresariales.. .op. cit.

93 La Tercera, 4 de agosto de 2002, Reportajes pp. 8-9; El Siglo, 25 de enero de 2002, p. 2. Sobre el alejamiento de Martínez, ver: Pavez, Jorge, Un hombre en la multitud. Recuerdos de un luchador social,, Das Kapital, Santiago, 2010; Y el reposicionamiento de la CUT, véase en: La Tercera, 8 de diciembre de 2001, p. 38.

94 La Tercera, 17 de enero de 2003, p. 3.

95 La Tercera, 11 de febrero de 2003, p. 26; El Siglo, 29 de agosto de 2003, pp. 6-7.

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tensiones en la coalición de gobierno, y encumbrando el ánimo de Martínez, quien señaló que el miércoles 13 de agosto "nada" iba a funcionar. Bajo el lema por "Un Chile Justo", la paralización se combinó con fuertes protestas en distintas ciudades. La movilización se notó en establecimientos educacionales y de salud, además de otros servicios públicos y la locomoción colectiva. Evidenciando que se habían plegado sectores donde la dirigencia socialista tenía importante influencia. Según Martínez, el paro fue un "éxito". Para el gobierno no había sido más que una serie de movilizaciones, con un funcionamiento económico en orden. Cuestión que el presidente de la CUT objetó duramente y, clarificando las motivaciones de la acción, señaló: "este paro no se agota en una reivindicación más o menos, es un punto de partida de un proceso en la reconstrucción de un Chile más justo y solidario". Los sindicalistas socialistas comprendían el proceso desde una lógica distinta a la de su propio gobierno, que decía no entender la protesta.96

Esto impactó en el ánimo de los asistentes al Congreso de la Central. Como señaló la socialista Ana Bell, responsable del evento, los delegados llegaban "con una mística muy alta", pues esta había mostrado "una CUT en la calle", que podía hacer algo que ninguna otra organización, como era "tener al país entero observándola y escuchando sus denuncias y demandas, y exigiendo un lugar protagónico en la sociedad". Esta sensación que relataba la dirigenta hacía pensar que la instancia sería distinta a las anteriores, plagados de acusaciones y divisiones. No obstante, los dirigentes del Colectivo "Sindical Siglo XXI", tras el primer día se retiraron del evento e iniciaron un largo proceso de crítica que terminó con su salida de la CUT y la creación de una central paralela en 2004. Pero contrariamente a las críticas, Ana Bell señaló que se había profundizado en diversas materias, además de arribar a una plataforma de lucha y nuevos principios para la Central. Resoluciones que claramente estuvieron mucho más cerca de los planteamientos que promovían los comunistas y socialistas, que apostaban a crear una plataforma por un "Chile Justo y Solidario", que consagrara un sindicalismo "socio-político" y que democratizara a la CUT. Así se arribaba oficialmente en la multi-gremial a una nueva estrategia sindical de carácter "socio-política", que pretendía desarrollar procesos de movilización para generar instancias de negociación y configurar un "gran movimiento social que pueda enfrentar al modelo neoliberal", que construyera un Estado solidario, equitativo, democrático, plural y participativo. Evidenciando, además, la hegemonía de la alianza entre los socialistas y el PC en la Central.97

El desarrollo de este ciclo histórico terminaba con un mejor posicionamiento de la CUT, aunque no necesariamente con una solución a todos los aspectos que los socialistas habían diagnosticado como causas de la "crisis del sindicalismo". Luego de varios años, había podido reinstalarse la multi-sindical como un ente con cierta incidencia, al menos para cuestionar al gobierno, articular a los dirigentes de sus organizaciones afiliadas y movilizar a parte de sus bases. Proceso en que los sindicalistas del PS habían jugado un papel protagónico, en particular en el desarrollo de una nueva estrategia para el movimiento de trabajadores, que combinara como objetivo dotar de mayor fuerza a las organizaciones laborales y las posicionara de forma protagónica en el escenario político, con mayor "autonomía", con propuestas propias en términos programáticos y con un accionar más movilizador, aunque sin dejar de lado necesariamente el "diálogo social".

96 El Siglo, 8 de agosto de 2003, pp. 12-13; La Nación, 12 de agosto de 2003, pp. 2-3; La Tercera, 13 de agosto de 2003, p. 6; La Nación, 14 de agosto de 2003, pp. 2-3; El Siglo, 15 de agosto de 2003, pp. 3-14.

97 El Siglo, 22 de agosto de 2003, pp. 8-9; El Mercurio, 24 de agosto de 2003, C1; La Segunda, 25 de agosto de 2003, p. 47; La Nación, 27 de agosto de 2003, p. 9; El Siglo, 29 de agosto de 2003, pp. 3-7; El Siglo, 9 de enero de 2004, p. 6; El Siglo, 30 de enero de 2004, p. 13; La Tercera, 29 de abril de 2004, p. 20.

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Conclusiones

En este artículo se analizó el accionar de los socialistas en el campo sindical entre 1988 y 2003. Se historizó dicho proceso para entender cómo este sector político mantuvo una considerable influencia en el mundo laboral durante la postdictadura chilena. Por ello, a diferencia de quienes han homologado el accionar de los dirigentes laborales del PS con la estrategia de "concertación social", hegemónica al comienzo del periodo abordado, indagamos en sus particularidades, viendo cómo fueron elaborando sus lineamientos al calor de diferentes coyunturas históricas, desde el momento en que se acercaron a dicha idea al comienzo de la "transición", hasta cuando se plantearon una de "sindicalismos socio-político" a comienzos del siglo XXI. Lo que estuvo lejos de ser un proceso lineal y progresivo. Al contrario, ello estuvo plagado de dificultades, tensiones e, incluso, contradicciones, tanto por el contexto que enfrentaban, donde la acción sindical perdía la centralidad ostentada en coyunturas anteriores, como por cuestiones propias de los socialistas chilenos. Marco donde los sindicalistas del PS relevaron como principal problemática para las organizaciones de trabajadores la cuestión de su "autonomía". Ante lo que fueron sedimentando una serie de ideas que, al experimentar profundos conflictos entre sus propios dirigentes sindicales, fueron planteando que ello lejos de significar mecánicamente movilización, debía expresarse en la capacidad de elaborar propuestas y mostrar fuerza propia, tanto en la negociación como en las formas de presión, que condujera a reposicionar a las organizaciones de trabajadores en el escenario político nacional.

Ahora, cabría preguntarse en qué medida este proceso representó continuidades o cambios. Para esto tomaremos nuevamente las elaboraciones de uno de los principales protagonistas de lo que hemos relatado, Arturo Martínez. Este dirigente, en 2005, sobre la estrategia de acción sindical "socio-política" planteó que, a pesar de fomentar un mayor activismo y constituir a las organizaciones de trabajadores como independientes y "autónomas", ella debía siempre estar abierta al "diálogo" y "acuerdos sociales", por ende, no debía dejar de tener una relación fluida y en pie de igualdad con otros actores como los partidos políticos y los empresarios, para resolver así de forma complementaria el conjunto de necesidades de los trabajadores. Marco donde el actuar propiamente sindical debía centrarse en las luchas por mejoras laborales y salariales, impulsando una dimensión de servicios (entregar prestaciones sociales a sus afiliados), organizar a los sectores precarizados, y generar una infraestructura para la formación, educación y comunicación sindical.98 Esto se condice con el actuar de los dirigentes de esta colectividad a lo largo del periodo analizado, ya que efectivamente promovieron y mantuvieron organizaciones sindicales en un contexto altamente contrario a su desarrollo, como fueron los años de la postdictadura, pero sin perder nunca la disposición al "diálogo" a pesar de por momentos abrirse a la realización de paros y huelgas. Vista así, la estrategia "socio-política" en la lectura del sindicalismo socialista se superpuso a una trayectoria de continuidad en su énfasis a una "autonomía" en la elaboración de propuestas y que priorizaba el logro de "acuerdos" antes que la movilización. Es decir, fue un cambio dentro una trayectoria de continuidad.

No obstante esta pretensión, la acción sindical socialista terminó sin desbordar las limitaciones y contradicciones que vivía el escenario laboral más global del país en la postdictadura. Aunque es difícil ponderar a nivel de bases, por sus mismas reflexiones y el protagonismo de sus principales liderazgos, el desarrollo de las orientaciones políticas estratégicas de los sindicalistas del PS al parecer tuvo influencia a nivel de las organizaciones laborales más generales, como la CUT, y en los gremios públicos. Ello porque los grandes debates que se han detallado se dieron a nivel de la multisindical y no permearon necesariamente a las organizaciones a nivel de empresa de los trabajadores. Sin embargo, en una

98 Martínez, Arturo, "Estrategia sindical en un Chile internacionalizado", en Ensignia, Jaime (ed.), Mitos y realidades del mercado laboral en Chile, Fundación Friedrich Ebert, Santiago de Chile, 2005.

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dimensión intermedia, como eran las asociaciones fiscales o de sectores emblemáticos, como el cobre, también tuvieron influencia importante. Esto se debe en buena medida a la centralidad que estos ostentaban en el conjunto de las estructuras laborales organizadas del país. Para ilustrarlo, los empleados fiscales tenían una tradición organizativa, una conexión más directa con la institucionalidad estatal, un crecimiento numérico durante el periodo abordado y una participación en sectores de alta sensibilidad pública, cuestiones que los dotaron tanto de una potencialidad disruptiva en la agenda política, como de una gravitación en la principal Central. Pero además de ello, también pueden verse algunos indicios a nivel fáctico de la irradiación de las ideas socialistas en el campo sindical, pues en el fragmentario mundo laboral privado, la idea de "autonomía" (como crítica a los partidos y el énfasis en las elaboraciones propias) y la disposición al "diálogo" con el empresariado, fueron la tónica del periodo abordado. Si a ello se suman los diversos contactos que mantuvo Arturo Martínez, sea por su discurso o por su dilatada trayectoria sindical, puede pensarse que las orientaciones estratégicas socialistas influían y se nutrían de las discusiones a nivel de dirigentes laborales más de base. Así, las contradicciones de las orientaciones sindicales del PS pueden entenderse como una modulación política que era parte de los avances, retrocesos y tensiones que vivía el conjunto del mundo de los trabajadores organizados, que no fueron resueltas del todo, sobre todo para lograr el objetivo que se pusieron gran parte de los dirigentes laborales durante la postdictadura: reposicionar la fuerza sindical en el escenario político nacional.

Desde otro ángulo, este devenir terminó complejizando la relación entre los partidos y sus dirigentes sindicales. De allí el reclamo casi permanente de los líderes labores del PS por tener mayor influencia en la colectividad o en el escenario político más general, cuestión que los terminó obligando a promover más la movilización, para con ello hacer valer una supuesta fuerza social que pretendían conducir. Fue ahí donde cobró relevancia la idea "autonomía". Sin embargo, al parecer, el partido se tomó de esa misma noción para dejar en una posición subordinada las definiciones que promovieran de forma más decidida la acción de los trabajadores bajo el régimen posdictatorial. De este modo, si los sindicalistas se alejaban progresivamente de su compromiso con la organización política, el PS diluía casi en su totalidad la centralidad de la clase trabajadora en su desarrollo contingente y proyectual. En este sentido, cabría preguntarse si ello fue parte de una continuidad o nueva etapa del proceso de "renovación" que venía experimentando la colectividad desde la dictadura. Dado que ello excede esta pesquisa, se podría señalar que esto fue consecuencia de las resoluciones contingentes que iban teniendo las disputas por la hegemonía al interior de la colectividad, donde ciertas corrientes del socialismo criollo impulsaron esa subordinación del mundo del trabajo en la elaboración de los programas y proyectos del PS.

De todos modos, ni el movimiento sindical y ni los dirigentes laborales socialistas permanecieron carentes de iniciativa para tratar de superar esta compleja situación que enfrentaron en la postdictadura, ya que intentaron desde distintos ámbitos transformarse y reposicionarse. Al punto de buscar repensar su estrecha relación con los partidos, enfatizando en la mencionada noción de "autonomía" sindical y el protagonismo social en lo político. Aunque quizás esto último terminó diluyéndose, no era menos importante, pues ello problematizaba uno de los aspectos que se ha considerado característico en el largo devenir del sindicalismo chileno. En efecto, si "lo social" y "lo político" durante el siglo XX forjaron un estrecho vínculo entre organizaciones laborales y partidarias, no fue menos relevante la necesidad de mantener grados de "autonomía" para limitar sus mutuos niveles de dependencia e, incluso, subordinación. Por esto, más que asumir la "autonomía" como un atributo propio de la acción sindical chilena, debiera concebirse como una laboriosa construcción histórica de sus propios protagonistas, es decir, los trabajadores y sus dirigentes organizacionales, necesaria de ser problematizada tanto para periodos anteriores como posteriores al abordado. Pero esto, ya es materia de otras investigaciones.

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FUENTES

Diarios y Revistas.

• El Avión Rojo.

• El Mercurio.

• El Siglo.

• La Época.

• La Segunda.

• La Tercera.

• Página 19.

• Punto Final.

• Unidad y Lucha.

• Unión y Trabajo.

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